Archivo de la etiqueta: Santo Domingo

Callejeando 33. ASJ 7. Colegio.

Idealización del Arrabal de San Juan sobre un boceto de Ojeda Nieto. © Pepe Sarabia. Leyendas: Ajomalba.

Arrabal de San Juan 7. El Colegio.

Dedicamos la entrega anterior a la Puerta de Crevillente como origen del Rabalete y de la calle que se formó con las casas construidas en los márgenes del camino.

En esta hablaremos de otra puerta y de otra calle paralela a la anterior; la que se formó «abajo», en las traseras de las casas de la calle de arriba cuando desplazaron la puerta de Callosa separándola de la peña; cuando aprovechando los márgenes de la acequia, modificaron totalmente un tramo del camino de Valencia a Murcia, que atravesaba nuestra ciudad.

También dedicaré unas líneas a lo que significó para la zona la construcción del Colegio de Predicadores, monumental edificio que tuvo mucha culpa de esos cambios urbanísticos.

Pero antes, permitidme remontarme al siglo XV, la centuria anterior a la llegada de los dominicos; cuando se amuralló el arrabal de San Juan completo por primera vez.

Era una forma de animar a los pobladores que estaban ocupando aquel complicado terreno de huertos y acequias...

La Muralla del Ravalete y la Puerta de Callosa.

Ravalet. Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XVII.

Mosén Bellot, a quien debemos las siguientes notas contenidas en sus «Anales de Orihuela», nos da la fecha y el motivo por el que fue amurallado el Rabalete por primera vez.

Porque en el año 1430 iba encendida la guerra del rey don Juan II de Castilla, ordenó el Consell que se hiciese la muralla del Rabalete, aunque algunos contradecían por tener solares en el puesto.

Entre los años 1429 y 1430 se enfrentaron Juan II de Castilla y Alfonso V de Aragón, conocido como el Magnánimo.

El castellano declaró oficialmente la guerra en el verano de 1429 y ésta se mantuvo hasta la firma de una tregua en julio de 1430.

En dicha tregua se reconoció la derrota aragonesa; pero las hostilidades de baja intensidad se mantuvieron durante varios años; y Oriola, ciudad de frontera, decidió reforzar las defensas de un arrabal en crecimiento.

La decisión de construir una muralla molestó a los propietarios de los solares invadidos por el nuevo muro y su camino de ronda; una obra que les cayó justo encima.

Y es que, siguiendo la línea del muro, el Consell ordenó también la apertura de un callejón exterior para guardias y rondas.

1449. Y porque las guardas y rondas puedan ir desembargadamente por la muralla del Rabalete, abrieron un carrerón desde la morería, junto a la sierra, hasta el río, e hicieron puentes de vigas en las cequias.

Dicho carril, dotado con varios puentes para sortear las acequias, nacía en la flamante morería, de la que hablaremos seguidamente, y llegaba hasta el río en la zona de las adoverías, actual Barrio de la Trinidad. En la actualidad, más de medio milenio después, se llama «Ronda de Santo Domingo».

Al igual que la de Crevillente, a la que dejó obsoleta, la nueva Puerta del Rabalete se construyó pegada a la sierra. Y adoptó el nombre de Callosa por quedar al inicio de dicho camino; hoy «camino viejo de Callosa».

El nuevo portal contaba con abrevadero público alimentado por una noria que tomaba el agua de la acequia de Almoradí.

En el año 1432 se hizo el abrevadero de la puerta del Rabalete, y porque tuviese continuamente agua fresca, consignó el consejo (Consell) un florín cada año para adovar la ñora de donde venía el agua, que se deshizo cuando mudaron la acequia de Almoradí, desde la muralla hasta el huerto de Vilanova.

Un responsable guardaba las llaves; lo cerraba por las noches y lo abría al amanecer.

1449 Bartolomé Menargues, a quien el Consell tenía encomendada la llave de la Puerta de Callosa con orden que no la abriese antes del sol salido…

La morería del Rabalete.

Panorámica de la zona en 1910.

La morería del arrabal de San Agustín, creada por Alfonso X en el siglo XIII, se extinguió durante la Guerra de los Pedros. Y la apetecible zona pasó a manos de vecinos cristianos.

Oriola pasó luego muchos años tratando de atraer a familias mudéjares; musulmanes peninsulares que seguían practicando su religión en la sociedad cristiana de la Edad Media antes de las conversiones forzosas del siglo XVI.

Inicialmente pensaron urbanizar un huerto cercano a la incipiente Corredera; pero se decidieron por otro terreno agrícola de más de seis tahullas que expropiaron al extremo del Rabalete.

Entre los años 1445 y 1449 construyeron allí diez casas y una mezquita.

Transcribo unos párrafos del padre Agustín Nieto Fernández en la obra «Orihuela en sus documentos IV. Musulmanes y Judíos en Orihuela (Siglos XIV-XVIII)».

La construcción de la morería. Hecha la apreciación del huerto y de las plantaciones, el Justicia y Jurados, con la fuerza del amplio poder concedido, encargan la construcción al maestro Ferrando de Jumilla, quien puso al momento manos a la obra.

De las cuentas presentadas por el obrero de muros, valles y castillo los jornales empiezan a pagarse el 15 de noviembre de 1446…

… En 1448 aún continuaba la obra, pues del 1 de septiembre de dicho año es el encargo dado al Justicia y Jurados para que la mezquita sea acabada y cubierta con el menor gasto que se pueda, y en fecha 18 de abril de 1449 hay nota de pago para la obra de la mezquita.

La flamante morería urbana quedó rodeada con una tapia y se prohibió la residencia a pobladores cristianos. A estas alturas estaréis pensando que los musulmanes estaban bien considerados entre la población oriolana.

Pues no; era una relación de pura necesidad promovida por el Consell. La huerta pedía brazos; la industria de la seda comenzaba a despuntar con masivas plantaciones de moreras; y ellos eran los más capacitados para estos menesteres.

Así lo resume Bellot en sus «Anales de Orihuela».

Y cuando ellos se la quitaron a los moros (la ciudad), les dejaron poblar en parte del rabal, que antes que se fundara el convento de San Agustín, se decía mayor, cuyas casas responden hoy de censo al Rey

(…) La morería primera se despobló, como estaba sujeta en tiempos de guerra a los primeros ímpetus del enemigo.

Pero viendo el Consell la falta que hacían, procuró que se poblase comprándoles solar y obrando casas donde hoy está el colegio, y aún se ve (escribe esto en el siglo XVII) el fundamento de la muralla en la calle, junto a la pared principal de dicho colegio.

Con la oferta de casa y mezquita llegaron algunas familias mudéjares; pero la morería nunca llegó a funcionar. Concentrada en la ciudad, la minoría musulmana era objeto de un control insoportable, con frecuentes humillaciones y represalias populares.

Por poner un ejemplo: en 1450, recién terminada la mezquita, musulmanes y judíos quedaron obligados a arrodillarse al paso de cualquier procesión cristiana y al toque de campanas para la oración.

A eso había que añadir el permanente riesgo de asalto; como el que tuvo lugar cinco años después en la morería de Valencia.

Es evidente que la población musulmana vivía mejor dispersa en los señoríos rurales; donde muchas veces eran mayoría.

En poblaciones como Crevillente o Albatera podían mantener buena parte de sus costumbres sin ser molestados. El señor no se metía en sus vidas mientras trabajasen duro y pagasen más que los cristianos.

Inicialmente se instalaron algunos musulmanes de Elche y de Murcia, con gran disgusto de estas poblaciones que perdían jornaleros cualificados.

Pero el proyecto se fue pronto al garete. En enero de 1451 la nueva morería estaba despoblada y el Consell decidió vender las casas a pobladores cristianos.

En cuanto a la parcela, que se quedó con el nombre de morería, la utilizaron para fundar un convento que atrajese población a esta nueva zona del arrabal.

De nuevo transcribo a Agustín Nieto en «Orihuela en sus documentos IV».

El hecho cierto es que la morería debió quedar despoblada este mismo año de 1451, pues en la sesión del 22 de agosto el Consejo toma el acuerdo de que se pueda edificar un convento de frailes menores de la observancia en el arrabal de la Puerta de Elche, en el lugar donde estaba construida la morería, haciendo gracia de tanto terreno como necesiten.

Se la ofrecieron a los franciscanos de Cartagena, interesados en instalarse en Oriola; pero siguiendo sus normas de construcción, siempre alejados de la población, los franciscanos escogieron la ermita de Santa Ana del arrabal Roig; un sitio más apartado y solitario en las puertas de Murcia.

Rembrandt . Un fraile franciscano.1655.

El Consell respetó su decisión. Vendió las casas y el terreno de la «morería»; entregando a los franciscanos la mitad de los cuatro mil sueldos obtenidos en concepto de limosna para la fundación de su convento.

En la siguiente centuria fue otra orden la que se instaló en el solar rechazado por los franciscanos.

Los Predicadores de Santo Domingo.

Colegio de Santo Domingo en 1863. Colección Javier Sánchez Portas.

Los dominicos llegaron a comienzos del siglo XVI y se establecieron en una pequeña ermita bajo la advocación de la Virgen del Socorro y San José.

En la centuria anterior, lo habían hecho en la ermita de San Ginés; muy cerca de lo que hoy es Campoamor.

De ahí se trasladaron a un pobre convento bajo la advocación de San Pedro mártir, situado en la partida de Matet; cerca del palacio de Algorfa.

La tradición asocia su llegada a Orihuela con una epidemia de peste. Así lo contó Montesinos:

No hay duda que por aplacar la justa ira del Gran Dios enojado, hizo Orihuela continuas y repetidas rogativas; pero por más súplicas que enviaban los pobres afligidos al Recto Tribunal Divino, no se daba por entendido aquel amoroso Padre Celestial; por cuyo motivo el noble caballero oriolano D. Andrés Soler, Jurado que era a la sazón, se encaminó a pasos apresurados desde su casa, situada junto a la Puerta de Elche, muy fervoroso y devoto a una mediana Ermita, dedicada a María Santísima del Socorro, cercana al Portal de Crevillente, retirada hacia el vecino Monte, en el sitio que hoy se llama y es la Pedrera del Colegio, al fin de la Calle de arriba…

El Jurado Soler imploró socorro a la Virgen portadora de dicho título y esta escuchó sus humildes súplicas. Y le dio un mensaje para el Consell.

Te digo que hagas saber al Ayuntamiento de esta ciudad que en el instante que proporcione medios para la entrada de los hijos fervorosos de mi capellán Domingo en esta Ciudad, cuyos religiosos se hallan moradores (como no lo ignoras) en el mediano Convento de San Pedro Mártir de Matet, en la Heredad de Algorfa, a fin de que fervorosos prediquen la importante devoción de mi Santo Rosario, cesará la peste.

Montesinos no tiene en cuenta que los ayuntamientos son una institución del siglo XVIII. Soler, miembro del Consell, comunicó el recado de la Virgen al Justicia y al resto de los Jurados; y estos autorizaron la fundación el 7 de septiembre de 1510.

Y habiendo entrado en Orihuela por la Puerta de Almoradí, que está al fin de la Corredera, cantando el Santo Rosario, cesó la peste; y una sonora campana llamada desde entonces del Rosario, que está en la torre de la Catedral, se estuvo tocando por sí sola con admiración de todos, por espacio de cuatro horas, que duró el piadoso acto de la solemnísima procesión. Después fueron y tomaron la posesión de dicha ermita y fundaron el Convento donde está el primer magnífico claustro del Colegio…

Grabado de Santo Domingo de Guzmán, fundador de la orden, y los papas dominicos. Matías de Irala Yuso. 1747. Biblioteca Nacional de España.

Leyendas aparte, lo cierto es que la ciudad quería un convento para revitalizar la zona. Y fueron los dominicos porque los franciscanos habían rechazado anteriormente la oferta.

Los predicadores ocuparon provisionalmente la ermita, situada donde hoy está la iglesia.

Y dos años después, con ayuda del Consell, adquirieron el terreno anexo, con patios, huertos, morerales, tierras y palomar, llamado vulgarmente «la morería» por el motivo anteriormente explicado.

La primitiva iglesia fue consagrada en 1527 y junto a ella se edificó un modesto convento. Javier Sánchez Portas detalla muy bien esta primera compra de terreno y como, en menos de setenta años, se hicieron con más de dos docenas de casas, huertos y solares cercanos.

En 1547, con un edificio de baja calidad constructiva y todavía en obras, entró en escena el adinerado obispo de Lérida.

A partir de 1553, bajo el mecenazgo de don Fernando de Loazes, en el solar del convento de Nuestra Señora del Socorro se comenzó a levantar el edificio renacentista más importante de la Comunidad Valenciana; utilizando palabras de Pascual Madoz, una «montaña enorme de piedra sillería».

Nuestra Señora del Socorro y D. Fernando de Loazes según Josef Montesinos.

El heredero y verdadero ejecutor de los planes del arzobispo fue su hijo Fray Juan de Loazes, nombrado rector perpetuo del Colegio. La nueva obra se principió por la iglesia, cuya capilla mayor se conserva en la actualidad.

Esta fue una de las condiciones del legado de Loazes, pues en ella quería su futuro mausoleo, su monumento funerario. 

Es por ello que sabemos que la ermita primitiva coincide con la parte trasera de la Iglesia actual. Una mala ubicación sobre una corriente de aguas pluviales que desciende de la sierra y de la que se arrepintieron muchas veces.

La siguiente nota pertenece a la «Historia de la Provincia de Aragón de la Orden de Predicadores», publicada en 1599.

Dieron principio a la fábrica y fueron en ella tan desgraciados que derribándose hubieron de hacer la iglesia tres veces y el claustro dos y aún eso no perfecto, sino que hoy está por acabar.

Durante la siguiente centuria siguieron luchando por mantenerla en pie a base de apuntalamientos y reparaciones; hasta que decidieron reedificarla completamente; pero ni así.

Los problemas continuaron y las bóvedas de piedra se cambiaron por ladrillos para aligerar peso, manteniéndose las obras hasta mediados del XVIII. Toda una odisea constructiva cuyo resultado es la Iglesia de Santo Domingo.

En cuanto al sepulcro encomendado en la fundación, ni lo vio Loazes ni su hijo, a pesar de que llegó a octogenario. Los huesos del patriarca tuvieron que esperar siglo y medio para descansar en un espectacular monumento funerario desaparecido en la Guerra Civil. 

«En el año 1726 se trasladaron sus restos al Colegio y se depositaron en un Mausoleo de mármol de 6 ½ palmos de altura que está colocado en la Iglesia, a la izquierda del Presbiterio, sobre el cual está su efigie también de mármol, con sus insignias Episcopales y Patriarcales, con un hermoso epitafio dividido en dos inscripciones a la derecha e izquierda». Apuntes de Justo García Soriano. Fotografía: Colección Javier Sánchez Portas.

Todo la interesante historia de los Loazes y el complicado proceso constructivo del edificio están perfectamente detallados por Javier Sánchez Portas en su imprescindible obra «El Patriarca Loazes y el Colegio Santo Domingo de Orihuela» que recomiendo especialmente.

Enlace descarga gratuita. Repositorio Universidad de Alicante. 

Pinchando sobre la fotografía os la podéis descargar con plena seguridad y completamente gratis en el repositorio de la Universidad de Alicante.

La gran inversión económica de Loazes cambió radicalmente la fisonomía de la zona.

Para la construcción de su faraónico edificio se expropiaron casas, se ocupó el camino de Crevillente y se desplazó y reedificó la Puerta de Callosa en 1558.

Colegio de Santo Domingo de Orihuela. 

Diez años después el Consell cedió oficialmente a los dominicos todo el espacio entre el edificio y la sierra.

Tenemos una nota de 1568 transcrita por Pepe Ojeda. Viene a decir que el Consell incorporaba al Colegio el trozo de carril desde la nueva Puerta de Callosa hasta la peña; y que no lo hacía sólo para embellecimiento y adorno de la ciudad; sino también para evitar molestias a frailes, estudiantes y colegiales.

La tradicional entrada a la ciudad quedó cerrada. Sólo para casos de inundación o de otra necesidad apremiante, los predicadores estaban obligados a devolver la servidumbre de paso; abriendo sus puertas de la calle de Arriba y de San Antón.

Final de la Calle de Arriba. Puerta trasera de acceso al Colegio de Santo Domingo.

Cuando la ciudad les donó la ermita y el huerto no podían imaginar el tamaño que alcanzaría la construcción dominica.

Santo Domingo en «La Ilustración Española y Americana». 1874.

Bloqueado el crecimiento del Rabalete, al otro lado comenzó a formarse el arrabal de la «Font Cuberta», en «la lladera de la serra de Oriolet».

Exterior del edificio del Colegio Santo Domingo y camino.

Los pobladores del camino de entrada a Orihuela no tomarían conciencia de barrio hasta la construcción de la ermita del «glorioso senct Antoni Abad».

En esta misma web disponéis de un artículo monográfico sobre el barrio de San Antón; separado del Rabalete por el Colegio de Santo Domingo. Para acceder a él pinchad el siguiente enlace.

Enlace a artículo sobre San Antón.

La Nueva Puerta de Callosa.

La puerta de Callosa en la actualidad. Baltasar Gómez Berná.

Aunque fue ensanchado inicialmente, aquel portal cercano a la ermita del Socorro que pegado a la sierra daba acceso a la calle de los Olmos o calle de Arriba, se había convertido en un obstáculo para encajar el inmenso edificio proyectado por Loazes. Por lo que, a mediados del siglo XVI, se obró una puerta de nueva planta sin escatimar gastos.

Fabricada en 1558 con inspiración renacentista acorde con el Colegio de Predicadores a la que está unida, la Puerta de Callosa presenta un ángel espada en mano, entre dos leones y el escudo «cuatribarrado» entre dos orioles. Así lo reflejó Montesinos:

El (portal) de Sto. Domingo es magnífico, se fundó en el año de 1558; como lo declara esta inscripción.

Grabados de la Puerta de Callosa según Montesinos.

Gisbert lo llama «portal de Santo Domingo o de Valencia».

Al final (de la calle del Colegio) existe el portal denominado de Santo Domingo o de Valencia desde que fue construido en 1558. Consta de un soberbio arco de piedra jabalina de extraordinaria elevación sobre el cual descuella una gigantesca estatua del Arcangel S. Miguel, espada en mano, como defendiendo la ciudad, un Oriol a cada lado con el lema HERODVI DOMVS DUX EST EORUM; y mas bajo esta inscripción valenciana:

EN LO ANI DE NOSTRA REDEMCIO MDLVIII SE ACABA AQEST PORTAL SENT IVRATS LOS MOLT MAGNIFICHS SENORS MELCHIOR GROADELLAS, IVAN FERNANDES DE TVESTA, FRANCES ALMODOVER, ANDRE MANRESA, IVAN MIRO.

Se puede traducir como: En el año de nuestra redención de 1558 se acaba este portal siendo Jurados los muy magníficos señores Melchor Groadellas, Joan Fernández de Tuesta, Francés Almodovar, Andreu Manresa, Joan Miró.

En su «Orihuela Imaginada», Ojeda Nieto nos informa de los profesionales que tomaron parte en su construcción.

Las condiciones, o capítulos, de las obras fueron meticulosas. Todo quedó perfectamente definido, desde los elementos decorativos (ángel, escudos) hasta precisiones estructurales como la inclinación de la vertiente del agua para proteger las puertas y la decoración.

Las fuentes, en este caso, son explícitas. Sabemos que Diego Flores «ymaginario», proyectó la decoración, que el pintor Aledo dibujó las letras y que Antonio Gisbert terminó la obra de arquitectura, mientras las puertas de madera las hizo el carpintero Trujillo. Trabajaron en ella los maestros Antón Perales , Gomara…, mientras Juan Ros se encargaba de acarrear la piedra necesaria.

Por su cara exterior, la nueva y espectacular puerta de Callosa se completaba con un ensanche habilitado entre acequias y arrobas; una «bona plaça» que lucía su respectiva cruz de término certificando la cristiandad de sus habitantes. A finales del siglo XVI dicha cruz estaba algo deteriorada para la magnificencia de la nueva puerta.

En la misma obra antes citada, Ojeda Nieto transcribe un documento titulado «Modificación urbana: cruz y plaza frente al portal de Callosa».

Este acuerdo municipal, adoptado en mayo de 1596 para «rreputaçio de dita ciutat», nos informa del traslado de la vieja cruz a la Puerta de Almoradí y su sustitución por otra «acondicionada e ab molt bon fonament».

La nueva puerta de Callosa quedó unida al colegio; y ese es probablemente el motivo de que siga en pie.

¿Recordáis lo que pasó con los de San Juan y la Corredera? Pues se propuso también derruir el arco de Santo Domingo.

Pero el colegio estaba declarado monumento artístico y, al estar anexo al edificio, lo consideraron parte integrante del mismo; por eso se salvó.

Sesión del 20 de agosto de 1931: A propuesta del Sr. Cubí se acuerda por unanimidad dar el nombre de Pérez Galdós a la calle del Obispo Rocamora, indicando el propio señor la conveniencia de derruir el arco de la calle del Colegio, acerca de lo cual no recae acuerdo por estimar la presidencia que antes hay que averiguar si se considera parte integrante del Colegio Santo Domingo, declarado recientemente monumento artístico, en cuyo caso debía recibir autorización de la superioridad.

La construcción del ansiado convento, lejos de impulsar su crecimiento como ocurrió en otros barrios de la ciudad, fue un factor de aislamiento para los vecinos de la calle de arriba; que hasta entonces, gozaban al menos de buena comunicación como camino de entrada y salida de la ciudad.

El Ravalete sobre un plano de 1927.

El tráfico se desvió a una nueva vía: La calle del Socorro o del Colegio, de la que hablaremos seguidamente.

Además de los nombres citados, a finales del siglo XIX comenzaron a llamar a la puerta «de la Olma», por un olmo muy corpulento y frondoso que se puede apreciar en la siguiente imagen.

Las dos caras de la Puerta de Callosa o de la Olma. Orihuela.

El diario de Orihuela. 1 de abril 1887: Nuestro querido amigo el conocido comerciante Sr. D. Abelardo Teruel tiene a su hijo mayor con una afección a la vista por efecto de un lamentable accidente.

Parece ser que al pasar en uno de los anteriores días dicho niño con su familia por la puerta de la Olma, le saltó al ojo izquierdo una chispa de hierro hecho ascua, del yunque de un herrero que vive junto a dicha puerta y que trabaja en la calle.

Puerta de Callosa o de la Olma. Con la herrería a la izquierda.

El independiente. 8 de agosto 1892: Por los guardias del fielato de consumos de la Olma se decomisó el sábado una corambre de aceite que venía en un capazo cubierto de ropa lavada.

No le valió su astucia a la que trataba de burlar la vigilancia de los guardias introduciendo el matute.

Fielato de la Olma, con y sin caseta de consumos. Ministerio de Cultura y Colección Sánchez Portas.

La calle del Colegio.

Fotografía Ajomalba.

La calle del Colegio es una de las más modernas (del arrabal de San Juan), no obstante lo cual, sostiene Montesinos que los moros la llamaron Brain; su primitivo nombre fue de Elche y en una escritura de venta de 17 de enero de 1746 se denominó de la Arboleda, lo que indica su origen.  

Fantasías de Montesinos aparte, los títulos que cita Gisbert en su «Historia de Orihuela», ofrecen algunas pistas sobre su origen; pero son nombres que no he podido comprobar.

Carrer del Colegi. Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XVII.

La que hoy conocemos como calle de Adolfo Clavarana nació del sendero arbolado que se formó en los márgenes de la acequia de Almoradí, partiendo del Vallet.

Un camino natural que llamaban de Elche, donde los colonos se fueron asentando y que adquirió importancia al colocar dos puertas en sus extremos: La que llamaron Nueva a finales del siglo XV y la de Callosa en el XVI.

Fue calle del Socorro en el siglo XVI, titulación lógica por ser la que llevaba a la ermita y luego al convento de Nuestra Señora del Socorro.

AMO. Padrones 1636-1660.

En un padrón de la primera mitad del siglo XVII figura con nombre y apellidos: «Carrer del Colegi ad ses traveses desde el colegi a la Porta Nova». O sea: «Calle del Colegio y sus traviesas desde el Colegio a la Puerta Nueva». Resumido luego a Carrer del Colegi; o del Colegio a partir del XVIII.

AMO. Padrones siglos XVII y XVIII.

Su titulación actual se debe a Adolfo Clavarana Garriga, famoso abogado, periodista y escritor que nació en Orihuela el 9 de Septiembre de 1844.

El llamado «apóstol de la prensa católica» alcanzó gran fama a escala nacional.

Clavarana falleció en 1905. Nueve años después, en febrero de 1914, el concejal García Mercader pidió «reparar una injusticia cometida con un oriolano ilustre que tantos días de gloria había dado a su patria chica», cuyo nombre solicitó para la calle del Colegio. Las placas se colocaron dos meses después.

El caso de esta calle durante la II República es único. El concejal Sánchez Moya solicitó varias veces el nombre de Francisco Ferrer Guardia para la calle de Adolfo Clavarana; pero sus propuestas pasaban a la Comisión de Ornato sin resultado. Consiguió salirse con la suya y el cambio quedó acordado.

Pero la familia del señor Clavarana logró convencerle de que debía respetar el nombre de tan ilustre hijo de Orihuela; y el acuerdo quedó revocado en la siguiente sesión.

El nombre de Ferrer Guardia se lo pasaron a la calle de Santa Lucía y la de Clavarana no fue retitulada. 

No me extiendo más con el señor Clavarana. Podéis acceder a su biografía completa pinchando en la siguiente imagen.

Enlace a biografía pinchando sobre la imagen.

El nombre que mantuvo durante siglos y el que ha quedado fijado en la memoria de los oriolanos es Calle del Colegio, la que llevaba al Colegio de Predicadores y luego al Colegio de Santo Domingo.

El independiente mayo de 1892: El último tercio de la calle del Colegio, es verdaderamente desdichado. Hace un par de meses, se extendió en el piso, ignoramos por orden de quien, una capa de arena, que dejó la calle intransitable para las personas.

Como si fuese esto poco se esparcieron, acá y acullá sendos pedruscos que dificultaban el tránsito de los carruajes. Ahora se ha echado una calzada, no de grava que era lo lógico, sino de piedras del tamaño de melones chicos (dos meses después).

Como parte del Camino Real de Valencia a Murcia soportaba gran cantidad de tráfico rodado que obligaba a extremar su conservación.

Aconsejamos al que se quiera suicidar se dé unos paseitos por el final de la calle del Colegio. ¡Y cuidado que lo están arreglando hace un trimestre! Pero ¡que si quieres!

Aquello resulta el desarreglo más arreglado que darse puede. No parece si no que los peones camineros no tienen por ahí nada que hacer y que se entretienen allí jugando y echando a perder en un día lo compuesto en dos.

La calle, en su primer tramo, fue adoquinada en 1902 con un presupuesto de 5.390 pesetas.

El Labrador. 28 de abril 1902: Vaya un badén chiquirritito y cuco que nos han hecho en la calle del Colegio los señores de los adoquines. Qué suavidad de declives.

Los herreros están de enhorabuena, vehículo que pase por el microscópico badén se parte por el eje, de seguro, y que no sea más que eso.

El sábado por la noche celebraron los vecinos de la calle del Colegio, con música, la terminación del adoquinado en el primer trozo de dicha calle. Para cuando esté terminado por completo, oímos decir proyectan una gran fiesta.

Dos años después volvían las reclamaciones por los numerosos baches.

La Comarca. 23 de abril 1904: A consecuencia de las últimas lluvias, se encuentran algunas de nuestras calles en pésimo estado. Por ejemplo, la calle del Colegio.

En ella hay baches para dar y vender; y esto no es corriente ni les viene muy bien a los pobres carreteros; pues según nos manifiestan personas que nos inspiran gran confianza, quedaron dos carros atascados ayer y muy cerca de dar un vuelco y tener que lamentar alguna desgracia.

En 1921 se solicitó a la Dirección General de Obras Públicas, una concesión económica para terminar de adoquinar la calle del Colegio en su último tramo y reparar el existente.

Al igual que su vecina, la calle de Arriba, la del Colegio trató de consolidar una fiesta a finales del siglo XIX.

El independiente. 15 de abril 1893: Los vecinos de la calle del Colegio dedican a San José, un solemne triduo en la iglesia de Santo Domingo. El triduo comenzó ayer y terminará mañana.

Con tal motivo se preparan en la referida calle los siguientes festejos:

Esta noche de nueve a once un punto de música; por la tarde cucañas. Mañana domingo: de diez y media a doce de la mañana música, por la tarde vacas, y por la noche disparo de un bonito árbol de fuegos artificiales.

Mañana al anochecer, saldrá de la referida iglesia la imagen de San José que será conducida procesionalmente por las calles de la ciudad.

El Thader. 23 de septiembre 1895: Esta noche celebrarán los vecinos de la calle del Colegio una gran fiesta en la que habrá música, dulzaina, cohetes, cuerda, aeróstatos y demás diversiones propias de esta clase de esparcimientos. Reina mucha animación y esperamos ver muy concurrida esta calle tan olvidada por las noches.

La Independencia. 24 de septiembre 1895: Anoche hubo una solemne y divertida fiesta en la calle del Colegio. Acudió numerosísima concurrencia.

Hubo gran cabalgata. Dos vehículos, vistosamente engalanados con multitud de caprichosas flores, eran arrastrados por dos hermosos borricos. Varios vecinos de la calle del colegio que iban montados en los vehículos arrojaban a los balcones, preciosos y elegantes «bouquets» de alfalfa.

Para finalizar tan divertida fiesta, se dispararon dos bonitas cuerdas de fuegos artificiales. Todos cuantos asistieron anoche a la fiesta, ahorraron risa y diversión para lo que queda de mes, sino la despilfarran.

Damos nuestra enhorabuena al iniciador de la fiesta Antonino el Zapatero y demás vecinos que contribuyeron con su óbolo a que los curiosos, que fueron muchos, disfrutasen un buen rato. Qué se repita.

Calle del Colegio desde Ruiz Capdepón. Archivo Zerón Huguet.

La Bella Nereida. 1 de octubre 1904: En la calle del Colegio preparan los vecinos grandes fiestas para conmemorar espléndidamente el quincuagésimo aniversario de la declaración dogmática del misterio de la Inmaculada Virgen María, patrona de dicha calle.

Esta calle, tradicional donde las haya, conservaba hasta hace muy poco una hermosa estructura y varios edificios de interés. De ellos apenas queda un palacio; y una portada que fue trasladada al Museo San Juan de Dios.

Casa de Capdepón desde la calle del Colegio.

La increíble falta de protección de esta zona, no incluida en el casco histórico, ha convertido el trayecto a uno de nuestros más emblemáticos monumentos y al llamado «rincón hernandiano» en un indigno caos urbanístico lleno de casas vacías en amenazante ruina; solares abandonados y alguna vivienda de nueva planta.

Una dejadez imperdonable que ya no tiene remedio.

Antonio José Mazón Albarracín. (Ajomalba).

Justo García Soriano 2. (1894-1901).

Justo García Soriano. Traseras de Santo Domingo. Montaje Ajomalba.

Nací hace treinta y cinco años en Orihuela de una familia burguesa poco acomodada. Mi buen padre era perito agrónomo y empleado de aquel Ayuntamiento. Me complazco en apuntar mi modesto origen, porque si yo fuera capaz de sentir orgullo, esta humildad nativa sería mi mayor motivo de vanagloria: lo poco que soy y lo nada que valgo lo debo a mi constancia y a mi propio y exclusivo esfuerzo.

Noticia crítica y auto-biográfica. AMO LJGS.

En este país del nepotismo y del tanto tienes, en el que cualquier hidalguete de gotera desciende de don Pelayo y en el que todo se suele esperar de la herencia o de la lotería, del padre alcalde, de la mano y de las aldabas del padrino o de la diosa casualidad, no es poco el poder ufanarse uno, aun siendo insignificante, de ser hijo de sus obras…  

Justo García Soriano. «Noticia crítica y autobiográfica».

Justo García en el Colegio de Santo Domingo.

Colegio Santo Domingo en 1863. Colección Javier Sánchez Portas.

Exclaustrados los dominicos en 1836, su impresionante edificio quedó en manos del Estado hasta que fue cedido al Obispado de Orihuela en marzo de 1864. Cuatro años después, tras varios tira y afloja, la junta provincial autorizó las reformas pertinentes y el prelado Pedro María Cubero y López de Padilla puso en marcha un colegio de jesuitas en el edificio de Santo Domingo bajo la advocación de San Estanislao de Kotska.

Aún estaban organizando las primeras clases cuando estalló «la Gloriosa». El colegio quedó disuelto y los jesuitas se marcharon, con gran disgusto de la población. En 1872 regresaron para refundar el colegio diocesano de Santo Domingo, camuflando a la comunidad jesuita bajo el amparo de la mitra. El 15 de noviembre de 1873 volvieron a ser expulsados del edificio. Pero esta vez la expulsión duró apenas diez días y regresaron muy fortalecidos, casi como héroes. Si os interesa conocer más a fondo este tema, pinchad en la siguiente imagen.

Enlace al artículo monográfico sobre el Colegio de Santo Domingo

A partir de 1874 los jesuitas, ya sin tapujos, regentaron un colegio autorizado para impartir la Segunda Enseñanza que fue ganando en prestigio año a año; generando una selección económica y social entre su alumnado interno.

Semanario católico. 25 de julio de 1874: En el colegio de segunda enseñanza de Santo Domingo de Orihuela se hizo solemne distribución de premios el día 21 de Junio, con asistencia del Ilmo. Señor Obispo, Ayuntamiento y un inmenso concurso. En este colegio, dirigido por ilustrados y piadosos Sacerdotes, que solo cuenta dos años de existencia y hasta ahora no ha enseñado sino los tres primeros años de segunda enseñanza, hubo en el último curso 69 colegiales y unos 100 alumnos externos, y sabemos que para el curso próximo está pedido ya el número 97 para colegiales internos. El nuevo curso se abrirá el día 16 de Setiembre, debiendo los alumnos internos estar en el colegio el día 15 antes de las siete de la tarde. Lo recomendamos.

En los primeros cursos los alumnos externos procedentes de la clase media oriolana superaban ampliamente a los internos. El creciente elitismo del colegio quedó patente en el progresivo avance del internado. Pocas familias podían permitirse pagar los 3.000 reales al año en concepto de enseñanza y manutención; más 50 reales para el gasto ordinario de papel, tinta y plumas. Gracias a un prospecto descubierto por Manuel Revuelta González, nos podemos hacer una idea de la exigencia económica comprobando el equipamiento que solicitaban para los internos en 1872.

El equipo de los alumnos consiste en una levita de paño azul turquí, con cuello derecho y al borde galón estrecho de oro fino, abrochada con botones dorados, pantalón negro de paño fino, sombrero negro de castor con galón estrecho de oro fino, y faja de punto de seda azul celeste —una chaqueta o levita, según la estatura del alumno, pantalón y chaleco, todo de paño de color marrón—. Dos pares de pantalones de paño o lana gris, tres blusas, un cinturón de charol, un gorro de terciopelo azul, dos corbatas de seda negra, tres pares de botitos o zapatos—.

Las demás prendas son: diez camisas, ocho pañuelos, ocho pares de medias, ocho cuellos de camisa derechos, el abrigo interior que gusten, tres pares de sábanas, cuatro fundas, cuatro toallas, cuatro servilletas, dos colchones de lana de una arroba cada uno, de un metro y sesenta y cinco centímetros de largo, y ochenta y cinco centímetros de ancho, una almohada, dos sobrecamas blancas, una manta de lana y otra de algodón, dos sacos para la ropa del lavado y peines, cepillos, tijeras, etc. Además, presentarán todos a su entrada una cama de hierro, según el modelo del Colegio, un cubierto de plata, un anillo para la servilleta, y una alfombra para el pie de la cama.

Comedor del Colegio. Colección Javier Sánchez Portas.

La crónica. 13 de octubre de 1887: A los alumnos externos del Colegio de Santo Domingo de esta ciudad, se les ha concedido recientemente el uso de una gorra uniforme que los diferencia de los internos por las divisas y los distingue de los otros estudiantes de los otros centros de instrucción. Dicha prenda es de paño color tina oscuro, con visera de charol, y lleva dos esterillas de plata y un escudete de hilo del mismo metal con las iniciales C. S. D. Nos parece muy bien la disposición adoptada por el señor Rector del referido Colegio, como siempre nos ha parecido perfectamente todo lo que tiende a distinguir y estimular a la juventud estudiosa.

Alumnos del Colegio Santo Domingo. Colección Tejuelo.

El artículo siguiente, fruto de una crítica al comentario que sobre Orihuela publicó «El Liberal» dentro de su campaña «un viaje por España», nos informa de la proporción entre internos y externos, coincidiendo en la fecha con la entrada de Justo a Santo Domingo: doscientos pensionados llegados de varias provincias frente a un centenar de oriolanos que recibían enseñanza gratuita del Bachillerato; bueno, casi gratuita.

El Independiente. 28 de noviembre de 1894: Es indudable que al enumerar las iglesias de la población no hubiera ascendido su número a veinte y dos, sin que contara algunas ermitas de su término municipal, bastante extenso (…) No hubiera pasado tan de ligero por el centro docente de Santo Domingo mirándolo por encima de la cúpula; y hubiera considerado que allí se da la enseñanza gratuita del Bachillerato a otro centenar de muchachos, aparte de unos doscientos internos de las provincias limítrofes, y hasta de la Corte. Y entrando en el edificio de la antigua Universidad, habría podido admirar alguna joya arquitectónica, y la Biblioteca Provincial instalada en dicho edificio…

«El Oriolano»: Colegio de Santo Domingo de Orihuela. Se pone en conocimiento de los alumnos externos que hubieren de continuar sus cursos académicos, en el de 1885 a 1886 o ingresar en este colegio, que desde el día cinco del actual hasta el quince ambos inclusive, estará abierta la Secretaría todos los días no feriados, de nueve y media a once por la mañana y de tres y media a cinco por la tarde, para el pago de los derechos de matrícula; y que en los mismos días y horas se hallará constituido el tribunal para los exámenes de ingreso. Orihuela, 30 de Septiembre 1885.

Recibo matrícula curso 1895/1896. AMO. LJGS.

En realidad, el de Alicante era el único Instituto de Enseñanza Secundaria que existía en la provincia. Pero tenía agregados numerosos centros religiosos privados como el de Santo Domingo. Todos los años a mediados de junio, llegaba a Orihuela una comisión de profesores del instituto provincial que, durante una semana evaluaba a los alumnos. Concluidos los exámenes se daba por terminado el curso académico con una solemne distribución de premios; y la comisión de profesores volvía a Alicante.

Notas de los cursos 1895-1900. AMO. LJGS.

Justo García Soriano fue uno de esos alumnos externos procedente de la clase media que, con poco dinero pero sobrado de méritos, se formó duramente con los jesuitas. Según cuenta su hijo, ya había destacado por sus conocimientos gramaticales en el colegio del maestro Monera, donde recibió su primera enseñanza. El siguiente párrafo proviene de las notas biográficas de Justo García Morales.

Realizó al menos el estudio de las primeras letras con un excelente maestro «normal», según entonces se decía, don Antonio Molera, periodista, literato y pensador, además de músico y aficionado a hacer charadas. Mi padre refería que en las clases de cualquier materia, pero en especial de Gramática, preguntaba primero a los alumnos mayores; y cuando no contestaban, se dirigía a él, que era el benjamín, con esta frase estereotipada: —Canta, pajarico, canta—y casi nunca solía defraudarle...

Si de algo se sintió orgulloso fue de su educación. Nadie le regaló nunca nada; y a pesar de las dificultades, privaciones y carencias, llegó siempre hasta donde se propuso y de manera holgada. Él mismo contó su experiencia como «colero» muchos años después, en una revista de antiguos alumnos del colegio de 1925.

Colección Javier Sánchez Portas.

Cierro los ojos y, como en sueños, me veo niño, de diez años, vestido de marino, con una guerrera de lanilla gris. Estoy en un aula de Santo Domingo, puesto de pie con los brazos cruzados y la cabeza caída sobre el pecho. Sollozo por lo bajo y no oso levantar la vista. Todos mis compañeros me miran desdeñosos y burlones: ¡El “colero”!  

—Es la quinta vez que damos los pretéritos y supinos. Si tuvieran oídos esas paredes los repetirían ya de coro. ¡Y usted aún no sabe de ellos ni jota! Esta tarde, señor García, se quedará usted castigado. Y como su desaplicación no tiene enmienda, el castigo será ejemplar: se pondrá usted de rodillas en el pozo del claustro cuando salgan los alumnos de todas las clases ¡y caigan sobre usted el escarnio y el baldón de todo el colegio!

De nada me sirven mis súplicas, ni mi llanto. El castigo se cumple al pie de la letra. Suena alegre la campana anunciando la hora de terminar las clases; y yo, puesto de hinojos sobre la férrea tapa del brocal que en el centro del claustro hay, tapándome la cara con la Gramática latina abierta por los pretéritos y supinos, turbado y casi desvanecido de pena y de vergüenza, soy el blanco de todas las miradas y risas de todos los alumnos que desfilan por los pórticos…

Colegio Santo Domingo. Colección Javier Sánchez Portas.

Destacó como alumno ejemplar entre los años 1894 y 1901. Y, al contrario que Gabriel Miró, alabó públicamente la severidad, exigencia y calidad de la segunda enseñanza recibida entre esos añejos muros; especialmente en la asignatura de latín. Pero nunca olvidó como los jesuitas le atormentaron en su infancia, marcando para siempre su personalidad; envejeciéndolo prematuramente.

A los PP. Jesuitas del Colegio de Santo Domingo de Orihuela debo una sólida instrucción en la 2ª Enseñanza, sobre todo en los estudios literarios, para los cuales supieron despertar eficazmente mis medianas aptitudes y mi vocación fervorosa. El latín que aprendí en el colegio me bastó para hacer luego con éxito mis estudios facultativos de Letras, y a su fundamental y metódico aprendizaje atribuyo mis modestos éxitos humanísticos…

Colegio de Santo Domingo. Colección Tejuelo.

Creo sinceramente que sin los firmes cimientos literarios adquiridos por mí en el Colegio de Santo Domingo de Orihuela, no me hubiera sido posible luego hacer con relativa facilidad mis estudios de Humanidades, ni menos ponerme en condiciones de escribir un libro que mereciera una honrosa aunque benévola distinción de la Real Academia Española.

En el colegio de jesuitas de Orihuela estudié el bachillerato. Con mucho latín y mucho escolasticismo, rigorismo y machaconería de rancios dómines, aquellos buenos padres echaron unas bases sólidas a mi cultura literaria; lástima que a la vez entristecieran mi infancia sonriente y jubilosa con muchos ejercicios espirituales, con la lectura del Kempis y del libro de la oración del P. Granada y con diarias meditaciones sobre la vanidad de todas las cosas del mundo, sobre la brevedad de la vida y la inminencia de la muerte.

Alumnos de Santo Domingo en 1901. Colección Tejuelo.

Aquellas lúgubres reflexiones cotidianas ensombrecieron mi puericia y me dieron una seriedad prematura, haciéndome un adolescente formalito y triste, romántico y desilusionado, y dejando en mi vivir una terrible huella de hastío y melancolía que ya no he podido disipar nunca. Mi obsesión continua ha sido desde entonces la sombra de la Muerte y la tristeza por todo lo efímero, por todo lo que pasa y se esfuma en el tiempo. Mi afición a los estudios históricos nació de este estado psíquico, de un ansia grande de resucitar todo lo desaparecido y todo lo muerto, de arrebatar al pasado todo lo que esconde entre el polvo y las sombras del olvido…  

Mucho antes de terminarse aquel curso, yo, el colero, había logrado escalar, a fuerza de desafíos, uno de los primeros puestos de la clase: ¡llegué a cónsul romano, nada menos! Pero mi especialidad y mi fuerte eran los ejercicios escritos que llamábamos “composiciones”. (…) Si logré hacer progresos en Latín, no los hice menores en la Retórica y poética (…) en dos concertaciones o certámenes del curso de Retórica obtuve el premio de poesía: el primero por una composición en redondillas que titulé La Providencia y el otro por Un diálogo entre la A y la U, apólogo escrito en endechas.

Colegio Santo Domingo. Colección Javier Sánchez Portas.

Con 17 años cumplidos, el joven García Soriano superaba la Reválida del Bachillerato en Alicante y su familia tuvo muy claro que, a pesar de la escasez de recursos económicos, Justo cursaría una carrera. Y escogió la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid. 

AMO. LJGS.

1899-1901: Primeras publicaciones.

En su etapa de estudiante se había enamorado de la Literatura; y la palabra se convirtió en su mejor herramienta. Además de bordar el latín, destacó especialmente en retórica y poética; escribiendo sus primeros versos con sólo doce años.

Mi primera vocación literaria se manifestó en la Poesía. Desde los doce años comencé a escribir versos con relativa facilidad. Mi primera composición poética que vio la luz pública apareció en el Diario de Murcia allá por 1897. El ingenuo soneto amoroso de todos los principiantes.

Muy pronto logró hacerse un hueco en una prensa que vivía momentos de gloria durante la Restauración. Comenzó con quince años (él dice que fue antes). Las primeras publicaciones que yo he localizado son de mayo y julio de 1899; una poesía y un cuento publicados en «Miniaturas» y en «La Mariposa».

Las Provincias de Levante. 4 de mayo de 1899: ORIHUELA. Sabemos que el próximo sábado 6 del actual, empezará a publicarse en esta localidad una revista ilustrada que constará de 16 páginas, en las cuales irán alternando con bonitas Ilustraciones en colores, artículos literarios, poesías, pasatiempos, etc. y la tirada se hará en elegante papel satinado, dispuesto de manera que pueda ser encuadernado y del agrado de los lectores; lo cual creemos conseguirán, pues su índole es puramente literaria, y una revista ilustrada no recordamos se haya publicado nunca en Orihuela. Se titulará Miniaturas y les individuos que forman la redacción, no se proponen otra cosa al darlo a luz, que volver por la cultura de su pueblo, a quien demuestran con esto querer en gran manera.

No se nos oculta el sacrificio que hacen, pero creemos lograrán captarse las simpatías del público, pues a todo son acreedores por su desinterés y buena voluntad. La redacción la componen los ilustrados y aventajados jóvenes de esta ciudad D. Gratiniano Baches Romero (Director), D. Nazario Martínez Limorte, D. Enrique Luis Cárceles y D. Justo García Soriano, (estos dos últimos redactores artísticos). Aparecerá los días 6, 13, 21 y 28 de cada mes y el precio de la suscripción será 0’60 ptas. en la localidad cada mes, y fuera 2 ptas. el trimestre. Por anticipado le deseamos larga vida, mucha aceptación y prosperidad.

Miniaturas. Número 1 – 6 de mayo de 1899.

Mi pobre padre conservó hasta su muerte, entre sus papeles predilectos, una de aquellas primeras composiciones mías, al pie de la cual, el P. Carbonell había escrito con lápiz azul, la siguiente censura: “¡Ánimo y adelante, señor García! con un poco más de cuidado hará usted composiciones lindísimas”.    

La Mariposa, revista semanal. Alicante, 23 de julio de 1899. La Pilara (Cuento huertano)

La carta que transcribo a continuación, proviene de un borrador encontrado en una de sus libretas. Utiliza como título la epístola de Horacio a los Pisones, un cásico de la poesía latina. Está dirigida a la redacción de «La Mariposa»; en concreto a Nazario Martínez Limorte, su redactor jefe.

Cuando cita a “Baches” se refiere a Gratiniano Baches Romero, director de la citada revista y de «Miniaturas». Era hijo de un maestro del Pilar de la Horadada que acabó desempeñando la misma profesión que su padre. Era también poeta aficionado que, entre 1898 y 1900, publicó en El Eco del Segura, Miniaturas, La Mariposa y en el Oriol. Es impresionante la erudición y el tono que emplea Justo con sólo quince años.

EPÍSTOLA A LOS PISONES. De Quinto Horacio. Amigo (¿) Nazario: Recibí la esquela que por conducto de mi padre me mandaste. Lo que en ella me decías y lo que mi padre me contó no me hizo la menor extrañeza; al contrario, confirmó mi acertada sospecha de ese Baches, de ese tan íntimo amigo tuyo. Antes de querer probarte que mi composición no era tan mala como ese necio maleducado ha creído (o ha fingido creer), te daré algunos juicios (no solamente míos) sobre algunas de las poesías que habéis insertado en ese periodicucho, tan lleno de necedades, y para que con su comparación veas que si no son peores que mi soneto (no sonsonete) son por lo menos iguales.

Primeramente tropiezo en el primer número (página 4ª si no mal me acuerdo) con un solemne tropezón; y aquel tropezón no era solamente una sencilla errata de escritura, ni una licencia poética, ni una metáfora, ni siquiera comparación, porque Horacio dijo en su Epístola ad Pisones: “Sed non ut placidis coean inpuitia; Serpentes avibus geminentur; tigribus agni”. (Que traducido viene a decir: no mezclar con lo áspero lo suave, con la serpiente el ave, o con tigre feroz manso cordero).

Sino un disparate que redundaba sobre el mismo común sentido, que repugna a su naturaleza, sí, aquello es muy gracioso: y después … con amargura, una y otra se alejaron (las florecillas) silenciosas y ocultaron la fuerza de su dolor. ¡Hombre, no sabía yo que las florecillas tenían también vida locomotiva; es decir, que podían alejarse de un lado a otro!… ¡¡¡viviendo y aprendiendo!!! Ese señor de Elías Miguel tendrá muy leída la Psicología: ¡ya se ve! Pero veamos otros más gordos. Luego, el sapientísimo Baches me pone también en la palma del desierto. ¡Otra cosa que no sabía yo!

¡Yo creía que los desiertos no producían vegetales! Porque yo he estudiado en la escuela que desierto era un terreno arenisco, seco y sin producción vegetal ninguna. Pero, en fin, lo dicen así algunos sabios, forzoso es creerlo y tragarla, aunque sea una rueda de molino. Seguía a esta una composición de mujer; bastaba leer la firma. ¡Cuántas camisas tendrían en su casa sin remendar!…

Amigo mío, ahora me dirijo a ti también, yo creía que al volar no se daban pasos. Eso está en tus bellezas, en la octava real primera. (Número primero) Poco más abajo leo: “Y que alumbréis mi oscura mente con mil rayos de luz inspiradores”. ¡Yo, chico, creía también que todos los rayos que alumbraban, eran de luz! Y veo que ahí lo determinas. ¡Y nunca había pensado que los nombres tuvieran color sonrosado, o del que sea! ¡Unos más sonados que otros… vaya, eso tiene pase! Ya sabemos que tu mente tiene mucho esplendor… ¡ja!… y engalanado. Y todo eso lo has escrito tú. ¡El Director jefe de la “Mariposa”! ¡Muy amigo mío! Es decir…

Luego tu amigo Reynel, en su Presupuestos y colores, en lo que debía haber sido un romance con los versos pares del mismo asonante. Me clava una rima distinta en cada cuatro versos, haciendo unos verdaderos trovos o cantares, que el tío Pavano, el célebre cantaor de esta huerta, los haría mejor. Pero con todo eso, no se podían comparar con mi poesía, porque mi poesía tenía el terrible disparate de poner magullido por magullado (Disparate que el Director-Jefe no se tomó la molestia de corregir a pesar de ser esa su obligación), disparate que, como licencia, lo han puesto mil veces en forma semejante Cervantes, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Ruiz Alarcón; pero si es que los dignos redactores del “Mari Posa” no los conocen, sepan que son los mejores de nuestra habla, sepan que son los que debía leer mucho sus obras, pues les hace falta; sepan que Espronceda ni Zorrilla no servían ni para mojarles la pluma.

Aunque ¿para qué quiero disculpar mi soneto si tenía una horrible falta? Pero no es la de magullido, es otra mayor, es otra tres veces más atroz, una espantosa, la de no cumplir la regla de Calderón de la Barca: “Puesto que lo paga el vulgo, es justo hablar en necio para darle gusto”.

Nazario, se conoce que a mi innoble crítico (tan conocido por ti como por mí) le picó aquello de ignorante. ¡Claro! Y al que le pica se rasca. Ya te iré comunicando más despacio la recua de disparates que habéis insertado en esos papeluchos; que “han deshonrado mi firma” (como me ha dicho un amigo mío con más barbas que vosotros y sin duda con más experiencia y ciencia). No os ofendáis por esto, solo es una lección, que os enseña a corregir antes vuestras grandes faltas que las del prójimo; porque en verdad, estáis viciando la gramática y la retórica, y sólo dando a conocer al público la mala prosa y poesía con innumerables errores, que si se consideran filosóficamente, van encaminadas contra la misma esencia de las cosas. Por lo demás, siempre amigo tuyo. JUSTO GARCÍA.

Si te dignas contestarme, aunque no soy amigo de explicaciones, haz el favor de aclararme la frase esa de: “Te diría Andreu algo de Justo García”; (Baches) te daría los versos ¿verdad? Juzga tú si tengo razón de sobra”. ¡Leal amigo… verdadero amigo! ¡¡¡Falsedad de la vida! ¡ja!…¡ja!…

En cuanto al «Diario de Murcia», donde afirma que debutó, he repasado su sección poética y, hasta finales de 1899, el único García Soriano que figura es Maximiliano. No he encontrado nada de Justo hasta el 30 de diciembre de 1899; fecha en la que le publican «En tu cara». Podría haber utilizado un seudónimo; pero me parece raro que un crío de trece años ocultase su nombre. Es más, recordando sus inicios, escribió estas líneas en la revista que él mismo fundó:

Oróspeda. 15 de febrero de 1917: Mi primera o una de mis primeras poesías infantiles, como las de otros muchos jóvenes que hoy son eminentes literatos de esta tierra, apareció en la Sección Amena de «El Diario de Murcia». Todos los que escriben y han publicado algo, saben la íntima exaltación que en el alma ingenua de un principiante produce el ver por primera vez en letras de molde, estas sugestivas y voraces letras de molde, su nombre y apellidos bajo unos párrafos o unas estrofas que han salido de nuestra cabeza. Desde aquel fausto día de mi oscuro debut literario, yo amé y admiró a Tornel con toda mi efusión de niño. Vosotros, los que habéis pasado por este mismo trance, lo comprenderéis perfectamente. Aquello fue por el año 1898 o 1899….

Como quiera que “hecho un cesto se hacen cientos”, cometido mi primer atentado contra las Musas reincidí a diario y publiqué en los periódicos regionales numerosas poesías. Mis modelos eran principalmente los clásicos y algunos románticos; de los contemporáneos solo influyeron en mí por entonces Campoamor, Núñez de Arce, Salvador Rueda y Vicente Medina. Los Aires Murcianos de este último estaban a la sazón muy en boga; y quise ser también uno de los cultivadores de la poesía regional seria: no me gustaba lo panocho.

El Diario de Murcia 1899-1900

A partir del poema «En tu cara», sus publicaciones adquieren cierta regularidad en el diario murciano. Sólo en 1900 he encontrado 22 con los títulos siguientes separados por meses: En enero «Soneto» (con la errata García Serrano). En febrero “Claveles”y “Fúnebre”. En abril «De Flores silvestres (Yo no soy la mesma)”, «Soneto», «Flores silvestres (To es así en la vida), «A una flor marchita» y «Celos».

En mayo «Carita de cielo» (publicado dos veces). En junio «Sensaciones», “Flores silvestres (Solica)», «Mensajero de amor (Soneto)» y «La Flor y la Abeja (dedicada a la linda y distinguida niña, Conchita Echeverría Carvajal)».

En julio «El Arroyo (Balada)». En agosto «Naufragio», «Epigramas» y “Al Tader». En septiembre «Veneciana». En octubre «Lluvia». En noviembre «A la Virgen de Monserrate» y en diciembre “Soneto”.

Diario de Murcia. Noviembre de 1900

En 1901 continuó su fructífera relación con «El Diario de Murcia». En la sección «Amena», localizada en la contraportada, le publicaron medio centenar de poemas breves. En enero: “Amorosas” (soneto I), “Amorosas” (soneto II) y “Rasgos de Amor” (soneto III). En febrero: “Ausencia” y “Variaciones”.  

Justo sufrió muy pronto la censura; los sonetos que aparecieron titulados como «Amorosas», en realidad querían ser «Eróticas», como explica la siguiente carta del veterano periodista murciano, José Martínez Tornel.

AMO LJGS. 1901

Sr. D. Justo García Soriano. Muy Sr. mío y estimado amigo: No tengo inconveniente en publicarle a vd. los sonetos que me indica en la suya del 3 del corriente; pero quitándoles desde luego el título de «Eróticas» que es de ¿suyo? deshonesto y alarmante, bastando ponerles «Amorosas» y autorizándome desde luego para corregirlos y suprimir el que no pueda ser corregido. Suyo afto. s.s. q. b. s. m. José María Tornel. 5 de enero de 1901.

El Diario de Murcia enero y febrero de 1901.

En marzo se multiplicó la frecuencia llegando a la docena: «La Mañana», «La Tarde», «La Noche», «La Paloma», «La Gloria», «Reflexión», «Sin Ideal», «La Barquilla», «El Despertar de la Rosa», «La Muerte del Soldado», «El Río» y «El Caballo». En abril de quedó en ocho: «El Amor de la Rosa», «La Guirnalda», «La Primavera», «Una Lágrima», «El Rocío», «Las Rosas Amarillas», «El Ruiseñor» y «El Día». En mayo solo he encontrado «El Recuerdo y la Esperanza». En junio le publican «La Guerra» y las dos primeras entregas de «Sensaciones»; completadas a principios de julio con otras dos entregas homónimas.

El Diario de Murcia junio y julio de 1901.

En agosto fueron cinco: “La Vida y la Muerte (Lo que no es sueño)”, “La Última Trova”, “La Azucena”, el soneto “Envidia” y “Tardes Estivales”. En septiembre sólo tres: “Hastío”, “Otoño” y “El Espejo”. Octubre otros cuatro: La extensa balada “Ariadna”, “El Aire”, “A un Vate” y más “Sensaciones”. Cuatro más en noviembre, antes de salir para Madrid: “Tristeza”, “Lluvia”, “Temor” y “Nostalgia”.

Con toda esa experiencia acumulada «Justico» se embarcó en su primera publicación propia; y recibió sus primeros elogios tanto en la prensa local como en la murciana. Era un poema titulado “Esperanza”, editado en la imprenta de Luis Zerón de Orihuela. Y estaba dedicado a su querido tío Filomeno, jefe de Telégrafos de Murcia, quien además de quedarse ciego, había perdido a un niño con una inteligencia muy precoz; un primo de Justo que falleció de meningitis.

Mis trabajos poéticos de más extensión y de más empeño fueron los poemas de La Orcelia del que publique dos o tres cantos en un periódico de Orihuela y dejé sin concluir; y Esperanza (1901), mi primer libro, canto filosófico de resignación y consuelo dedicado a mi tío don Filomeno García Sánchez, “nuevo Hípocles” y “nuevo Job” como yo le llamaba, que había perdido todos sus hijos y había quedado sin vista.

Publicación original de “Esperanza”. Colección Javier Sánchez Portas.

El labrador, 7 de noviembre de 1901: Esperanza tiene por título un hermoso poema debido a la pluma del novel e inspirado poeta don Justo García Soriano. También Orihuela tiene hijos a quien las musas se emplacen en favorecer con las grandezas de inspiración que lo hicieron en la mente de nuestros más insignes vates. Con este, primer ensayo literario se propone el joven poeta consolar de hondos pesares a un ser amado para él a quien recientes pérdidas de familia han sumido en el abatimiento.

El asunto elegido es apropiado, y  seguramente habrá conseguido con el poema su deseo. La versificación es fácil y valiente; propia del rudo marinero que se retrata luchando con las olas del tempestuoso Océano. Por nuestra parte le felicitamos muy cordialmente, deseando no abandone el rumbo emprendido y no olvide nuestras columnas, que en la lectura de sus versos el público tendrá una verdadera complacencia. Deseámosle un  feliz viaje a la corte para donde ha salido y perseverancia en su aplicación.

El Diario de Murcia, 14 de noviembre de 1901: Ayer llegó a esta ciudad procedente de Orihuela, el ilustrado joven poeta don Justo García Soriano, a quien tuvimos el gusto de saludar. Nuestro joven colaborador y amigo ha publicado, muy bien editado en Orihuela, un poema titulado “Esperanzas” en el que su autor demuestra el aprovechamiento y la perseverancia con que viene cultivando sus aficiones literarias. Por lo que hemos visto al hojear la obrita, el Sr. García Soriano ha estado en ella muy afortunado y merece por ello los plácemes de los que vemos con gusto sus progresos y aplicación. El poema está dedicado a D. Filomeno García Sánchez, tío del autor.

Certificado de empadronamiento y buena conducta, solicitado seguramente para empadronarse en Madrid. (AMO. LJGS.)

Certifico que en el padrón de cédulas personales de esta ciudad correspondiente al año 1901, aparece inscrito al nº 3981, Justo García Soriano, domiciliado en la Calle de Colón, de diez y siete años de edad, natural de Orihuela, provincia de Alicante, de estado soltero, estudiante, con cédula personal de clase 11ª (…) Igualmente certifico que el ante dicho Justo García Soriano, ha venido observando continuamente buena conducta. Orihuela a seis de Noviembre de 1901.

Como bien anunciaba «El Labrador», el 15 de noviembre de 1901 Justo marchó a «la Corte» para comenzar con retraso sus estudios de Filosofía y Letras en la Universidad Central de Madrid. Permitidme pues cortar aquí y comenzar el próximo capítulo con su aventura en la capital. Se accede a él pinchando en la siguiente imagen.

Enlace al siguiente capítulo.

Antonio José Mazón Albarracín (Ajomalba).

Mi agradecimiento a Javier Sánchez Portas, a Jesús García Molina y a José Manuel Dayas.