El regreso de los jesuitas a Orihuela.
Exclaustrados los dominicos en 1836, su impresionante edificio quedó en manos del Estado hasta que fue cedido al Obispado de Orihuela. Concretamente a Pedro María Cubero y López de Padilla, en marzo de 1864.
Desde su nombramiento como prelado oriolano en 1859, Cubero proyectaba abrir un centro de segunda enseñanza en la capital de su diócesis. Es por ello que, inmediatamente, solicitó el edificio de los predicadores para tal menester. Pero no quería un colegio de jesuitas. A don Pedro le inspiraban poca confianza los hijos de San Ignacio y prefería a los escolapios de San José de Calasanz.
La Paz. 18 de octubre de 1859: Parece que el Ilmo. Sr. Obispo de Orihuela ha sido autorizado a instancias suyas, para crear un colegio de PP. Escolapios en el notable edificio que ocupaban en Orihuela los extinguidos monjes de la orden de Predicadores.
Hay constancia de unas obras de reparación aprobadas en 1862 y terminadas en el verano de 1863; poco antes de la teórica cesión.
La Correspondencia de España. 9 de octubre de 1862: Se ha recibido en Alicante, aprobado por la superioridad, el presupuesto formado para llevar a cabo las obras de reparación del convento de Santo Domingo de Orihuela, que encierra tanta belleza artística, siendo también el edificio por sí mismo una verdadera joya del arte.
El Pensamiento español. 7 de noviembre de 1862: Ha sido aprobado por la superioridad el presupuesto formado para llevar a cabo las obras de reparación del magnífico edificio que fue convento de Santo Domingo de Orihuela, hoy destinado a biblioteca y museo, visitado por los reyes a su paso por aquella ciudad. La suma que se destina a aquel objeto asciende a 32.000 reales, debiendo salir inmediatamente a licitación pública las obras proyectadas.
La Correspondencia de España. 16 de agosto de 1863: Ya se han terminado las obras de reparación que se estaban ejecutando en el ex-convento de Santo Domingo de Orihuela, donde se hallan establecidos el museo y la biblioteca provincial.
Pero la entrega real y definitiva se retrasó hasta octubre de 1867. Y fueron jesuitas los escogidos para retomar la educación en Orihuela cuando casualmente se cumplían cien años de su expulsión, en 1767.
En su monumental trabajo sobre la Compañía de Jesús en la Historia Contemporánea, Manuel Revuelta atribuye la decisión de Cubero a la influencia de la familia Roca de Togores y a las dudas de los escolapios ante un proyecto de tal envergadura.
El imparcial. 21 de diciembre de 1867: La Revista comercial de Alicante ha oído decir que se piensa establecer una comunidad de jesuitas en el ex-convento de Santo Domingo de Orihuela.
La España. 9 de abril de 1868: En la última sesión celebrada por la junta de Obras públicas de la provincia de Alicante, se informó favorablemente el proyecto de reparación del exconvento de Santo Domingo de Orihuela.
La Correspondencia de España 15 de julio de 1868: Se ha pedido al señor rector de la universidad literaria de Valencia autorización para establecer en la ciudad de Orihuela un colegio de segunda enseñanza dirigido por padres jesuitas, para cuyo planteamiento solo falta, según parece, llenar las formalidades del expediente.
En la primavera de 1868, tras varios tira y afloja, la junta provincial autorizó las reformas pertinentes y el prelado puso en marcha un colegio de jesuitas en el edificio de Santo Domingo bajo la advocación de San Estanislao de Kotska.
A pesar de las reservas iniciales, Cubero hizo buenas migas con los hijos de San Ignacio; y con mucha ilusión se dedicaron a preparar el primer curso en el nuevo colegio.
A mediados de septiembre abrieron las aulas con más de un centenar de alumnos externos y los internos reseñados en el siguiente listado, publicado en 1922:
La Paz. 30 de julio de 1868: Desde Orihuela. Están para terminar las obras que el Excmo. e Ilmo. Señor obispo de esta diócesis, con el entusiasmo que le es tan propio y en fuerza al amor a las ciencias y a las artes que tanto le caracteriza, emprendió, hace algún tiempo en el edificio, convento que fue de Santo Domingo y universidad literaria de la ciudad de Orihuela, con el objeto de prepararlo para un colegio de segunda enseñanza.
En su consecuencia, la instalación de éste, bajo la dirección de padres jesuitas y con el nombre de Colegio de San Estanislao, tendrá lugar, Dios mediante, en el próximo año literario; y serán admitidos en él, no solo alumnos internos con sujeción al reglamento impreso que se ha principiado ya a circular, sino también externos.
Aún estaban organizando las primeras clases cuando «la Gloriosa» se llevó por delante a Isabel II y a la Compañía de Jesús. La orden para disolver el colegio llegó de la capital y los jesuitas se marcharon pacíficamente por orden de la junta provincial, con gran disgusto de la población.
Hay que tener en cuenta que los liberales y republicanos locales eran minoría. En Alicante, provincia con clara mayoría republicana, se decía que Orihuela era «el pueblo más levítico de España, el más carlista y guarida de jesuitas».
La Paz. 3 de octubre de 1868: La Junta revolucionaria interina de Alicante ha acordado pasar una comunicación a la Junta revolucionaria de Orihuela para que disuelva desde luego el colegio establecido en aquella ciudad con el nombre de San Estanislao, mandando que en el término de 24 horas salgan de la provincia los padres Jesuitas que en él se encuentran.
Dentro de una fuerte campaña anticlerical, el 12 de octubre de 1868 el Ministerio de Gracia y Justicia ordenó la supresión de la Compañía de Jesús, cerrando definitivamente todos sus centros y colegios. Desde ese momento, los individuos de dicha orden no dependían de sus antiguos superiores y no podían volver a reunirse en cuerpo ni comunidad; ni siquiera usar el hábito.
Despojado de sus profesores, el obispo se vio obligado a entregar el edificio a un delegado del gobierno; y no me creo que su actitud fuese tan benevolente como asegura la siguiente noticia.
La Correspondencia de España. 8 de febrero de 1869: Con la conducta de la mayor parte de los obispos y los cabildos, forma contraste la del señor obispo de Orihuela que ha prestado un gran servicio a las letras. Apenas se presentó el comisionado del gobierno para la incautación, lo recibió con aquella benevolencia propia de los patriarcas, le manifestó que obedecía con gusto las órdenes del ministro de Fomento, le entregó la biblioteca, y aún le indicó que visitase la del seminario.
El comisionado, que era el Sr. García Aguado, le contestó que el propósito del gobierno era solamente facilitar el uso público de la riqueza literaria; que las bibliotecas de los seminarios estaban exceptuadas de la incautación porque eran útiles a los estudiantes y públicas en muchos puntos, y que no se trataba de arrancar de las provincias, en beneficio de Madrid toda esta riqueza, sino de distribuirla convenientemente para bien de todos, de manera que la biblioteca episcopal de Orihuela sería probablemente agregada a la pública de la misma ciudad. Así es la verdad: a Madrid solo vendrán aquellos objetos que puedan considerarse como nacionales, quedando en las provincias todo lo demás.
La revolución había suprimido la Compañía; pero no expulsado a sus miembros. Estos se fueron recolocando de manera discreta, organizándose en pequeños grupos. Y muchos volvieron a la enseñanza; ocupación donde tenían experiencia y prestigio.
Cuando el obispo retomó el proyecto volvió a pensar en los escolapios. Pero al enterarse de que algunos jesuitas planeaban abrir un centro educativo en Alicante que podría hacerle la competencia, los volvió a llamar para que se encargaran de su colegio en Orihuela.
Regresaron gustosos en 1872; el mismo año que comenzaba la III Guerra Carlista. La comunidad de jesuitas encubiertos estaba compuesta por dieciséis individuos: cinco sacerdotes, cinco profesores licenciados en Filosofía y media docena coadjutores dedicados a tareas auxiliares. En los listados del Catálogo General publicado con motivo de su cincuenta aniversario, aparecen catorce nombres:
Rector: Hermenegildo Jacas. Padres: Francisco Alvarado, Baltasar Homs, José Mª Lasquibar, Gregorio Pano, Jorge Manuel Pérez, Santiago Pérez y Martín Rando. Hermanos: Domingo Barcóns, Juan Canudas, Joaquín Cid, Francisco C. Gálvez, José Jeremías y Ramón Niumbó.
El curso se inició puntualmente el lunes 16 de septiembre, como colegio episcopal, con el nombre de Santo Domingo. Y se desarrolló con relativa normalidad contando de nuevo con el apoyo y cariño de la sociedad oriolana, que veneraba a los jesuitas. Los alumnos del curso 1872-73, según el Catálogo General antes citado, fueron los siguientes:
Aguilera de Hernández de Tejada, Carlos. / Aguilera de Hernández de Tejada, Domingo. / Alpañés Altamira, José. / Arnaldo Gálvez, José. /Arronis Huertas, Bernardino. / Bueno Llopis, Ángel. / Cañizares Rodríguez, Ramón. / Capelo Villorín, Federico. / Cartagena Albero, Joaquín. / Carretero Rebollo, Inocencio. / Carrió Puigcerver, Bartolomé. / Castaños López, Luis. / Castejón Paredes, Francisco. / Celdrán Cánovas, Alejo. / Clavarana Garriga, José Casto. / Coig Rebagliato, Carlos. / Coig Rebagliato, Juan. / Company Urquijo, Enrique. / Costa Navarro, Leopoldo. / Cubí Reig, Manuel. / Duréndez Moltó, Antonio. / Duréndez Moltó, Joaquín. / Fernández Martínez, Miguel. / Ferrer Oms, Baldomero. / Foulquier Bassás, Manuel. / García de Buranda, Balbino. / Garriga Soler, Mariano. / Gea Martínez, Rufino. / Gijón Maseres, Francisco. / Gil Hernández, Miguel Mª. / Giménez Austria, Pedro. / Grifol Aliaga, José. / Grifol Aliaga, Máximo. / Gómez Valdivia, José. / Gutiérrez Escolano, Cándido. / Huertas Gómez, José. / Huertas Gómez, Mariano. / Ibáñez Aliaga, Daniel. / Iborra Martínez, Antonio. / Jacas Maseres, José. / López Pinzón, José. / López Pozas, José. / Lucas Lucas, José. / Luis Alegre, Ángel. / Luis Alegre, Severiano. / Maciá Pomares, Antonio. / Manresa, Carmelo. / Marín Guzmán, Emilio. / Martínez Molera, Luis. / Martínez Pérez, Camilo. / Maseres Munoz, Joaquín. / Maseres Munoz, José. / Mata Melgares, Pedro. / Mazón Mollardo, Carlos. / Mejías Rebagliato, Francisco. / Melgar García, Tomás. / Michelena Rogel, José. / Molina Escobedo, Federico. / Molina Escobedo, Francisco. / Mora Martínez, Antonio. / Moreno de Alba, Serafín. / Moreno Núñez-Flores, Joaquín. / Moreno Pastor, Santiago. / Navarro de Cuenca, José. / Parra Rodríguez, Luis. / Pascual de Bonanza P. de B., José. / Pascual del Pobil Martínez de M., Luis. / Pascual del Pobil Martínez de M., Mariano. / Pascual del Pobil M. de Medinilla, Rafael. / Pastor Soto, Manuel. / Payá Pérez, Rafael. / Pérez Grau, José. / Pérez Martínez, José Antonio. / Pérez Vidal, Pablo. / Puche Laborda, Miguel. / Quílez Richart, Pablo. / Ramírez Meseguer, Rafael. / Rebollo Manzanares, José Manuel. / Richart Quílez, Vicente. / Rico Mora, Calixto. / Ripoll Rodríguez, Paulino. / Riquelme Escudero, José Antonio. / Roca de Togores Roca de Togores, Diego. / Roca de Togores Téllez de Girón, Jaime. / Roca de Togores Téllez de Girón, Luis. / Roca de Togores Téllez de Girón, Mariano. / Rogel Lebrés, Manuel. / Rojas (de) Pascual de Bonanza, Juan. / Ros García, Mariano. / Rubio Berná, Lucio. / Sáenz Pizana, Felipe. / Salazar Botella, Francisco. / Sandoval Bassecourt, Alfonso. / Sánchez Baeza, Leandro. / Turón Bosca, Vicente. / Valls Lacárcel, Juan. / Zerón García, Luis. / Zerón García, Mariano.
El turbulento año de 1873 en Orihuela.
El 11 de febrero de 1873, cansado de soportar a sus nuevos súbditos, Amadeo de Saboya abandonaba España. Inmediatamente se dio por hecho que su abdicación significaba la proclamación de la República.
Al día siguiente se reunía de urgencia el Ayuntamiento de Orihuela para dar lectura a un telegrama del gobernador recibido a la una de la madrugada. En él les anunciaba la renuncia del rey, la proclamación de la República y el listado de ministros que componían la flamante asamblea soberana; exigiendo encarecidamente que mantuviesen el orden en la población.
Recibida la noticia, acordaron informar a los oriolanos publicando bandos y edictos; convocaron a la banda municipal para una cívica celebración; retiraron el cuadro de Amadeo del salón de sesiones y colgaron en los balcones la bandera republicana.
Eran momentos muy complicados en los que Orihuela vivía bajo la amenaza directa de las partidas carlistas. Sus incursiones paramilitares provocaban saqueos y violentos ataques, especialmente contra liberales y republicanos, que se sentían indefensos.
El Constitucional. 15 de febrero de 1873: Anteayer fue vilmente asesinado en Orihuela, como dijimos en nuestro número de ayer por las turbas carlistas, el consecuente liberal D. Antonio Gutiérrez, concejal elegido por el sufragio universal. El desgraciado recibió un balazo en el pecho que lo dejó muerto en el acto, regando el suelo con sangre liberal.
El Constitucional. 20 de febrero de 1873: Ayer, según tenemos entendido, llegó a esta capital una comisión de verdaderos republicanos de Orihuela a manifestar que, para resistir a los carlistas era indispensable que proporcionen armas a los republicanos y liberales de siempre, pues de lo contrario aquella populosa ciudad está vendida, a consecuencia de haberse repartido doscientos cuarenta fusiles entre los más decididos partidarios del carlismo.
La Paz. 21 de febrero de 1873: Sabemos que el señor gobernador civil de la provincia de Alicante ha dirigido al alcalde de Orihuela el siguiente telegrama: Gobernador a alcalde: Enterado de su telegrama. Dé V. las gracias en nombre del gobierno a todas las autoridades que han contribuido con sus esfuerzos a rechazar las partidas carlistas. He puesto en conocimiento del gobierno ese suceso que tanto enaltece a los liberales de Orihuela y le encarezco la necesidad de que se proporcione a ese vecindario armas para su defensa.
Durante el año 1873, una partida carlista formada por entre 300 y 600 hombres a las órdenes de Joaquín Aznar se movió libremente por la provincia. En Orihuela contaban con muchos partidarios; principalmente en la huerta; donde encontraban auxilio en forma de armas, víveres, dinero y muchas veces con voluntarios que se unían a la facción. Los fusiles que el gobierno repartía entre los liberales, acababan muchas veces en manos de los rebeldes.
El Constitucional. 3 de abril de 1873: Según nos escriben de Orihuela ha sido asesinado, recibiendo un trabucazo, el consecuente liberal D. Luciano Vinal y también ha sido herido su hijo. Esta hazaña de los carlistas ha tenido lugar apenas ha salido de aquella ciudad la Guardia civil que la guarnecía.
La Paz. 5 de abril de 1873: Sabiendo las autoridades de Orihuela que de los 400 fusiles entregados a los voluntarios había desaparecido una gran parte, dispusieron anteayer un reconocimiento, del cual no aparecieron más que 70 fusiles.
El Gobierno ha dispuesto que se remitan a Orihuela otros 200; con encargo especialísimo de que sólo sean entregados a las personas de cuyos antecedentes liberales y honrados no pueda dudarse. Suponemos que los 330 fusiles que faltaban estarán ya en poder de los carlistas.
A mediados de junio se supo que otro centenar de oriolanos se habían incorporado a una partida carlista; y que esta había sido dispersada por los voluntarios de la República con ayuda de la Guardia Civil. Hicieron catorce prisioneros que, en su huida, arrojaron boinas, municiones y cananas.
Tal era el grado de aceptación del carlismo en Orihuela que las autoridades pidieron ayuda al Ejército, temiendo que el pueblo intentase liberar a los guerrilleros cautivos.
El 14 de julio se proclamó la independencia del Cantón Murciano. Cartagena era el núcleo del federalismo en España y su ayuntamiento fue sustituido por una junta revolucionaria. El Regimiento de Iberia, los Cazadores de Mendigorría y otros jefes militares se unieron al famoso revolucionario Antonio Gálvez.
El Gobierno. 28 de julio de 1873: El alcalde de Orihuela dice con referencia a viajeros llegados a Murcia, que en Monteagudo hay sobre 300 insurrectos con dos piezas de artillería, esperando mayores fuerzas para caer sobre Orihuela.
El Constitucional. 29 de julio de 1873: Anteanoche salieron de esta capital (Alicante) a las órdenes del brigadier gobernador militar de la provincia, fuerzas de infantería, carabineros y guardia civil en dirección a Orihuela, hacia cuya ciudad pensaba dirigirse, según se dijo, Antoñete Gálvez con una columna de insurrectos de Cartagena.
Es de suponer que, en vista de la actitud en que se han colocado los habitantes de aquella ciudad, y del auxilio que les lleva la autoridad militar, las fuerzas invasoras del cantón murciano, mudarán de propósito pues parece que no quedaron muy satisfechas del recibimiento que se les hizo en Lorca, de donde fueron rechazadas con justa indignación. No creemos que los cantones federales que tengan el derecho de exigir socorros pecuniarios con las armas en la mano, de las provincias limítrofes.
Ayer mañana salió el inspector de vigilancia con dirección a Orihuela, en donde parece que se ha recobrado la tranquilidad, pues Antoñete Gálvez, no se ha dirigido a aquella ciudad.
Esta última información era errónea. Si Orihuela no tenían suficiente con contener a los carlistas, los cantonalistas cartageneros pusieron también sus ojos en la fértil huerta del Segura y atacaron por sorpresa. La situación era completamente caótica. Os dejo dos narraciones de aquel acto de rapiña: la gubernamental, en los partes telegráficos; y la de los revolucionarios cantonales, en su diario oficial.
El Cantón Murciano. 30 de julio de 1873: En Orihuela parece que se han reconcentrado algunos guardias civiles. Si es para encargarse del servicio de su instituto, las autoridades del cantón serán gustosos que lo recorran; pero si se presentan en son de guerra, el cantón murciano que todavía no ha visto derramar la sangre de ninguno de sus hijos, se verá en la triste necesidad de expulsarlos o rendirles a obediencia.
La Paz. 31 de julio de 1873: Decía «El Cantón Murciano» de ayer: A las doce de esta noche pasada, salió de Cartagena una expedición militar importantísima de la que recibiremos noticias en breve. Dispuestos a rectificar en cualquier inexactitud, añadiremos que esa expedición se hallaba en la madrugada de ayer en Orihuela, donde sorprendió a la Guardia Civil, con cuya fuerza trabó lucha en la que tomó parte la artillería resultando muertos y heridos de ambas partes, afortunadamente en escaso número.
El grueso de la fuerza de la Guardia Civil, mandada por el Gobernador Militar de Alicante, Sr. Ruiz Piñero, logró retirarse, no pudiendo hacer lo mismo el corto número de los de caballería que se hallaban en la posada de Pisana, que fueron hechos prisioneros por la fuerza de Gálvez. De Murcia salió también ayer mañana una columna con los cañones, pero según nos aseguran, no pasaron de la Aparecida. En Orihuela fue, según se dice, reinstaurada la junta revolucionaria.
La Independencia Española. 31 de julio de 1873: Alicante. He aquí los partes oficiales del ataque a Orihuela: 30 (10 mañana). Gobernador delegado a ministro Gobernación. Según noticias telegrafista de Orihuela, llegadas fuerzas insurrectas, tropa línea con artillería de Cartagena. Colisión con Guardia civil. Cada uno sostiene sus puestos. Hace un rato suspendiose fuego. Hay algunos heridos. Autoridad militar y yo procuramos enviar refuerzos.
Estoy estación telegráfica. 30 (11,25 mañana). El delegado del gobierno civil en Orihuela, en telegrama de las 10,50 mañana dice lo siguiente: «No habiendo puesto el alcalde las avanzadas que se le habían ordenado, una fuerza de 800 soldados se ha presentado en la plaza de la Constitución (la Plaza Nueva), tomando las posiciones más importantes.
La Guardia civil, que ha sabido por mí la novedad y que estaba alojada, no ha podido reunirse más que en número de unos 70 hombres, los que se han batido como leones, si bien hemos tenido que ceder ante el número y posición ventajosa del enemigo; pero haciendo esfuerzos supremos he podido poner este telegrama.
Ha cesado el fuego; puedo asegurarle la muerte de un soldado y otro herido y algunos guardias. Ignoro el paradero del brigadier y de la mayor parte de la Guardia, que en retirada se habían posesionado de las posadas. La caballería, sorprendida en la posada, no ha tomado parte. Inmensa la responsabilidad que pesa sobre el alcalde. Noticias telegráficas de Orihuela, y que no las garantizo, según me han dicho, brigadier ha salido por la carretera de esa.
Me han dicho que la caballería ha sido desarmada. Unos cuantos guardias han huido, otros escondidos y otros prisioneros. No respondo de la exactitud de todo esto. Necesitamos refuerzos con urgencia, y solo quedan 100 hombres en plaza y castillo.»
El Cantón Murciano. 1 de agosto de 1873: ORIHUELA. Lo avanzado de la hora en que ayer hizo su entrada en ésta la columna expedicionaria que cayó sobre Orihuela la mañana del 30, nos impidió reseñar el brillante comportamiento de los soldados y voluntarios ante la resistencia que desde el primer momento encontraron de la guardia civil.
Había citada una compañía de voluntarios de Murcia en la estación del ferrocarril, distante de Orihuela más de dos horas, y reunidas las fuerzas de Iberia y parte de Mendigorria, dirigidas por Pernas, Carreras y Real, todas al mando de Antonio Gálvez, se presentaron en el pueblo a las cinco y media de la mañana, encontrando unos 180 guardias civiles a punto de formarse en la plaza, algunos otros en varias casas y unos 40 carabineros de caballería en completo descuido.
Las fuerzas federales entraron llevando a su cabeza a la compañía de voluntarios de Murcia, que lo solicitó con empeño y mandaba un cuñado de Gálvez, y detrás el regimiento Iberia, dirigiéndose por otro extremo las dos compañías de Mendigorria al mando de su jefe, ciudadano del Real. No bien observaron los carabineros la llegada de fuerzas y comprendieron su importancia, en vez de acudir en busca de sus caballos, adoptaron aptitud pacífica gritando: ¡todos somos unos! y el capitán expresó que se entregaba voluntariamente.
Seguía avanzando la columna y a la vista del grupo de guardia civil, el Brigadier Piñeiro, gobernador militar de Alicante, jefe de las fuerzas centralistas, dio la voz de fuego, que encontró mucha vacilación en los primeros momentos, pero que al fin fue obedecida.
Entonces los valientes voluntarios rompieron el suyo y con los soldados se arrojaron denodadamente sobre la plaza, donde se produjo una dispersión no del todo desordenada, puesto que aun pudieron reunirse unos 130 en los primeros pasos de la carretera de Alicante, merced a la ligereza de sus maniobras, sostenidas por el empeñado fuego que hacían desde cada esquina y barraca de las que cruzaban en su retirada.
Al brigadier Piñeiro le agarró por la faja un cabo del ejército federal metiendo el brazo por una ventana baja; éste le disparó su revólver y el cabo mencionado le soltó; viéndose ileso apuntó con su carabina y falló el tiro; aún le hizo otro disparo; estaba distante sin ros ni espada, refugiándose en el grupo de guardias que lejos ya del pueblo, le montaron en una burra blanca.
Un guardia a quien del Real suplicó se entregase prometiéndole cariño, contestó descargando su fusil, cuya bala rozó la cabeza de Real, por lo que un soldado que acudió, le mató instantáneamente de un tiro a poca distancia. Dicho jefe contribuyó mucho a que sus soldados no se ensañaran en los fugitivos que se negaban a entregarse, por lo que se hicieron sólo unos 14 guardias prisioneros entre ellos un oficial, además de los 40 carabineros con sus caballos entregados.
Hubo sin embargo que deplorar la desgracia de cinco guardias muertos y nueve heridos, teniendo los federales un soldado muerto, dos heridos (uno gravemente en el pecho y otro en el brazo que le fue amputado) y ademas recibió una grave herida en un muslo el capitán de voluntarios, cuñado de Gálvez.
Dos compañías federales que había en Monteagudo acudieron tarde a la estación y se decidieron a acercarse al pueblo cuando supieron el resultado. Los voluntarios de Murcia causaron admiración al ejército por su arrojo, y los soldados brillaron en su competencia con los famosos hortelanos. Los jefes y oficiales ganaron en valor a todos, y su dirección inteligente hubiese completado el éxito al haber conocido el terreno.
Concluida la misión, el ex-coronel Pernas dirigió el siguiente telegrama a la estación de Alicante: El coronel Pernas al ministro de la Guerra. Tomado Orihuela. En mi poder 20 caballos de Guardia Civil y carabineros con sus jinetes y armas, e incluso el caballo del brigadier y el de su hijo; además 15 guardias, de Infantería; varios muertos y heridos. Mi fuerza entusiasmada. Tres cuartos de hora de fuego. Marcho sobre Alicante.
Pero en Alicante le esperaban un gran contingente de tropas, por lo que se dio la vuelta en Albatera y, tras recaudar diez mil duros entre los oriolanos, regresó a Cartagena.
Con el ayuntamiento a la fuga, se hizo cargo del gobierno municipal una junta revolucionaria hasta que el delegado del Gobernador Civil pudo nombrar a un grupo de “personas de orden” de distintas procedencias políticas. El 17 de agosto suspendió a los antiguos concejales, acusados de alteración del orden público y abandono de sus obligaciones. Y nombró un ayuntamiento provisional encabezado por Federico Agrasot. Un consistorio que, como podemos comprobar, no podía pagar ni a los maestros.
El magisterio español. 10 de septiembre de 1873: Cierre de escuelas. Los maestros de ambos sexos de la ciudad de Orihuela han cerrado las escuelas por no poder continuar desempeñando sus funciones sin comer, y han dirigido una exposición a las autoridades participándoles del hecho y la causa de tal resolución.
El 17 de septiembre, después de saquear Granja de Rocamora y Cox, donde quemaron el registro civil, una partida carlista aterrorizaba de nuevo a Orihuela inutilizando previamente el telégrafo para incomunicarlos. Ante aquella nueva amenaza, un destacamento del Ejército, que por entonces sitiaba Cartagena, tuvo que acudir para ponerlos en fuga.
La Paz. 20 de septiembre de 1873: Ayer corrió la noticia de que había empeñada lucha entre fuerzas carlistas y liberales hacia el campo de la Matanza, donde se aseguraba se oía fuego, indicándose algunos detalles más, sin duda forjados por desocupados. Anoche fue desmentida oficialmente esa noticia por telegrama del alcalde de Orihuela.
La ayuda llegó tarde. Los carlistas se colaron de nuevo hasta la cocina con el apoyo de sus numerosos partidarios locales. Y cargaron bien sus alforjas. Demasiadas pulgas para un solo perro.
El Constitucional. 27 Setiembre 1873: Orihuela. A las cinco y media de la mañana de hoy, han entrado en esta las dos partidas carlistas de Rico y Aznar sin disparar un tiro y apoderándose en el acto de la casa de ayuntamiento. En esta ocasión ha sucedido lo mismo que en la entrada de Toñete y en la primera de Aznar; sorpresa y pura sorpresa a pesar de estar gravando el presupuesto con las dietas de la gente movilizada que tiene el ayuntamiento para solo alarmar al vecindario: pues en cuanto llega el momento preciso se eclipsan y no se encuentran por ninguna parte.
Como tienen tantas simpatías en esta localidad las ideas que defienden ambos cabecillas, tan luego se apercibieron de que estaban aquí los carlistas, hubo repique general de campanas, música por las calles tocando la marcha real en medio de las demostraciones más entusiastas de sus innumerables partidarios y algún que otro muera escapado de recalcitrantes que se avenían mal al propósito de los más de que no hubiese ningún insulto.
Por lo demás, fuera de tres carros de cajones de tabaco y 12.000 reales que han tomado de la Administración de Rentas; 10.000 reales y el secuestro del cobrador de Contribuciones; 3.000 reales del Registro de la propiedad; 20 caballos de particulares; 71 mantas morellana y la quema del registro Civil, la de todos los documentos y antecedentes del reparto para cubrir el déficit Municipal con algún que otro efecto de la casa Ayuntamiento.
Más bien parecía que el vecindario se disponía a presenciar una gran fiesta o torneo que la entrada de una facción en son de guerra según el semblante jovial con que discurrían por la población desde la más encopetada señora, hasta la más humilde trapera.
En fin, ha sido un gran día de jolgorio para los carlistas, si no se les hubiera aguado en lo mejor de su entusiasmo, con la noticia de que venía fuerza en su persecución; lo cual les ha obligado a marcharse a las diez y media, llevándose sobre 150 hombres que se le han unido aquí.
Como dato para la historia no quiero dejar de decirle que de los liberales de pega que nos ingirió el partido radical en su paso por el poder, sobre 15 de ellos se han ido con la partida, siendo lo más notable que el municipal del Alcalde Radical D. Félix Lafuente que se dice, fue el que hirió a D. Antonio Gutiérrez, consecuente y antiguo liberal, ha sido el primero que ha soltado la máscara liberal con que le adornaron los radicales de aquí y se ha marchado con la partida, después de romper en casa del escribano la causa que se le formó por aquel delito, y de robarle a D. Carlos Coy el caballo.
La expulsión. Noviembre de 1873.
Cuando comenzó el curso de 1873 en el Colegio de Santo Domingo la situación de España era completamente caótica. A las guerras carlistas y coloniales se habían unido las cantonales. Alicante había sido bombardeada por barcos del cantón de Cartagena y Orihuela saqueada dos veces en menos de dos meses.
Tras los ataques de cantonalistas y carlistas, el gobernador había ordenado mantener vigilancia constante en los puntos más elevados durante el día, y avanzadas de noche, con peatones dispuestos para el momento en que avistasen la aproximación de fuerzas carlistas. Y dado el caso, armar a la población para que se hiciesen fuertes en el edificio que les pareciese más seguro hasta la llegada de las tropas de la República.
Como ya he dicho varias veces, Orihuela era una ciudad profundamente carlista en una provincia mayoritariamente republicana. Recordemos que, el propio Carlos, primer pretendiente tradicionalista, había costeado un convento de salesas sobre el solar del colegio de los jesuitas expulsados. Y sin embargo, el diputado por Orihuela era el comerciante alicantino Juan Maisonnave, miembro del Partido Republicano Democrático Federal, fundado por su hermano Eleuterio Maisonnave, ministro de la Gobernación.
El Constitucional. 28 de octubre de 1873: Tenemos entendido que el señor Gobernador de la provincia o algún delegado suyo deben salir de un momento a otro para Orihuela con fuerza de la guardia civil. Según nos han asegurado, el objeto principal de esta visita es activar el cobro de las contribuciones.
El Constitucional. 30 de octubre de 1873: En nombre del Sr. Piñango, nos contesta ayer el periódico semioficial de esta localidad, negando sea cierto que el gobernador de la provincia o un delegado suyo piensen salir con fuerza de la guardia civil para Orihuela. El señor gobernador no ha necesitado ni necesita salir a activar el pago de las contribuciones, porque desde su despacho sabe hacer cumplir las órdenes de la superioridad y a los alcaldes con sus deberes.
Durante la segunda semana de noviembre, un retén de voluntarios de la República estuvo merodeando el colegio, molestando a padres y profesores con la excusa de proteger a la ciudad de cualquier sorpresa carlista.
El día trece alguien denunció a los jesuitas; y el alcalde, que ya no era el que nombró el gobernador en agosto, sino Luis Muñoz, estaba seguro en el ajo. El catorce por la tarde avisó de que no acudiría el retén porque habían llegado a Orihuela fuerzas de la Guardia Civil.
A partir de aquí vamos a repasar a través de la prensa diez días complicados y poco conocidos en la historia del Colegio de Predicadores; apoyándonos básicamente en dos diarios alicantinos: uno republicano liberal y el otro republicano federal.
El Constitucional. 16 de noviembre de 1873: Última hora: Ayer tuvieron que marchar precipitadamente a Orihuela varios padres de familia a recoger a los niños que tenían en el colegio de jesuitas establecido en dicha ciudad. Según hemos oído decir, se ha mandado cerrar dicho colegio y han sido reducidos a prisión y conducidos a Murcia el director y los profesores; habiendo quedado tan solo uno encargado de entregar los colegiales a sus familias. Se decía anoche que en aquella ciudad había alguna efervescencia a consecuencia de este suceso que ha excitado naturalmente la atención pública.
El 15 de noviembre a la una y media de la madrugada, el alcalde se presentó en el colegio acompañado del delegado de orden público, del secretario del gobernador, setenta guardias civiles y un grupo de voluntarios de la República en lo que parecía ser una redada. La turba armada actuó con nocturnidad para que la ciudad no se enterase de lo que estaba pasando.
La orden de desalojo la traía el secretario del gobernador; pero la voz cantante era la del propio alcalde quien ordenó a los jesuitas que desalojasen el edificio en diez minutos y se subiesen a un coche que les esperaba en la puerta.
A la pregunta de a dónde los llevaban, respondieron: al exilio. Trece de los dieciséis miembros fueron desalojados y conducidos por la fuerza. En el colegio solo quedaron dos coadjutores y un enfermo de tuberculosis en estado terminal.
Llegaron a Murcia a las siete de la mañana y fueron presentados en el Gobierno Civil. El gobernador, ajeno a todo lo ocurrido, telegrafió al Ministerio de la Gobernación pidiendo instrucciones. Allí le contestaron que el destino final de los jesuitas era Cádiz. Probó a colocarlos temporalmente en la residencia del obispo murciano; pero ante la negativa de éste a aceptarlos, fueron alojados en casas particulares; quedando en libertad bajo palabra.
El Gobierno. 18 de noviembre de 1873: Por disposición del gobernador de Alicante han sido conducidos a Murcia 13 sacerdotes procedentes del colegio de jesuitas establecido en Orihuela, regresando el que se creyó menos caracterizado entre ellos para estar al cuidado de dicho establecimiento. El gobernador de Murcia dispuso que no fuesen conducidos a la cárcel, sino al palacio del obispo; pero habiéndose negado a ello la autoridad eclesiástica, han sido alojados con todas las precauciones convenientes en algunas casas de particulares que se ofrecieron a responder de su seguridad.
Por la mañana la noticia corrió como la pólvora y muchos oriolanos se congregaron en torno al colegio mostrando su desacuerdo con la expulsión. Algunos padres de alumnos llegaron a viajar a Madrid para protestar por semejante atropello que dejaba a sus hijos sin colegio con el curso empezado.
El Constitucional. 18 de noviembre de 1873: El viernes (14) salió de Alicante para Orihuela el secretario de este gobierno de provincia D. Carmelo Navarro, acompañado del inspector de vigilancia, y llegaron a dicha ciudad ya entrada la noche. A las once se presentaron en el convento donde se halla establecido el colegio, acompañados del alcalde y fuerza de guardia civil, e inmediatamente fueron admitidos en su interior; los guardias se situaron en los claustros, y las autoridades referidas intimaron a los padres jesuitas la orden de prisión: protestaron estos de la violencia y representaron que tenían que devolver y responder a los padres de familia el sagrado depósito de los hijos que les habían confiado, y solicitaron inútilmente que se les permitiese quedar a dos de ellos, custodiados de la manera que se creyese oportuno, durante algunos días a fin de entregar los colegiales a sus parientes y encargados.
La orden era terminante, y a las 12 de la noche salieron en un coche para Murcia, acompañados por el señor secretario y la fuerza pública. Al despertar los niños al día siguiente, fueron entregados por la autoridad local a los encargados o amigos que tenían en Orihuela, habiendo casa que ha alojado 8 y 10 colegiales. No sabemos las causas que han motivado esa detención; pero indudablemente habrán sido graves, dada la forma con que se ha llevado a cabo.
Dícese que se acusa a los jesuitas de tener inteligencias con los carlistas, falta grave en hombres que deben estar y creíamos estaban dedicados exclusivamente a la enseñanza y a la caridad. Orihuela con no tener ese colegio pierde bastante; también pierden bastante los padres de familias que educaban allí sus hijos: por eso repetimos, es más de deplorar que los que tenían la misión de la enseñanza y de la caridad cristiana, se consagrasen a atizar nuestras discordias civiles, si es cierto, que nosotros no lo sabemos, que favorecían la causa carlista.
Al día siguiente de este suceso, es decir el sábado, murió uno de los padres jesuitas que se hallaba en el convento gravemente enfermo. Los que fueron conducidos a Murcia han quedado en clase de detenidos en casas particulares, y ayer se dijo que ya estaban en libertad; pero esto debe ser una equivocación, debida sin duda a no haber sido encarcelados.
El domingo por la noche llegó a Orihuela el prefecto de la orden, a hacerse cargo de lo ocurrido y a arreglar los negocios que dependían de los padres jesuitas. La conducta pública de estos sacerdotes y la manera como se conducían en la población y con los colegiales era digna del mayor elogio: eso hemos oído de labios liberales y por lo tanto nada sospechosos en el asunto de que nos ocupamos.
En Orihuela la indignación fue creciendo alimentada por la prensa, que hizo públicos algunos detalles de crueldad innecesaria; como que uno de los maestros, enfermo de tuberculosis y ya con los santos óleos recibidos, había fallecido ese mismo día. Acusaron de inhumanidad al alcalde y al Gobierno Civil por su comportamiento con aquellos sacerdotes y con los propios niños que despertaron con el colegio desmantelado y sin sus cuidadores.
Aun así, «el Constitucional» abrió al principio un margen de duda ante las acusaciones de simpatía con el carlismo. Pero no les pareció oportuno equiparar a estos sacerdotes con los religiosos que empuñaban las armas contra el gobierno.
El Constitucional. 20 de noviembre de 1873: Parece que el alcalde Sr. Muñoz y el delegado del gobernador, trataron a aquellos sacerdotes sin miramientos y que no se guardó con ellos consideración alguna, mientras que por noticias particulares que hemos recibido, y otros datos auténticos, resulta todo lo contrario. También se afirma en ella que el gobernador de esta provincia quiere enviar a dichos sacerdotes a Cádiz y de allí a Ultramar, cosa que en verdad se nos resiste creer.
Reproducir como una aclaración de aquellos hechos la circular insertada el 17 de setiembre en el Boletín Oficial que solo se refiere a los sacerdotes que empuñan las armas en favor de D. Carlos, o que desde el púlpito provocan a la rebelión y a los que predican animadversión al gobierno y a sus representantes, nos parece que es autorizar a que se dude de la razón que sin duda ha asistido a la primera autoridad de la provincia para proceder del modo que lo ha hecho.
Nosotros deploramos que se haya cerrado ese centro de enseñanza, y lo deploramos, por los padres de familia que habían confiado la educación de sus hijos a aquellos sacerdotes, y creemos que si hay pruebas de que esos eclesiásticos conspiraban contra el actual orden de cosas, merecen un severo castigo, pero no acertamos a comprender cómo es que han quedado simplemente arrestados y en libertad de circular por Murcia, hombres a quienes se tienen sin duda por peligrosos.
Anoche oímos decir que el señor ministro de la Gobernación desaprueba la conducta del alcalde de Orihuela, señor Muñoz, en la manera de llevar a cabo la prisión de los jesuitas. No salimos garantes de la verdad de la noticia que solo acogemos como un rumor que no extrañamos, dada la independencia de carácter y rectitud del Señor Maisonnave.
La actuación oriolana se dividió en tres frentes: Por un lado el ayuntamiento envió una comisión a Madrid abogando por los jesuitas; por otro los padres de los alumnos se entrevistaron con el Ministro de Gobernación, el alicantino Maisonnave, cuyo hermano, como hemos dicho, era diputado por Orihuela; y con el presidente Castelar quien a su vez recibió una carta abierta del Obispo de Orihuela que fue publicada por la prensa.
El Constitucional. 21/Semanario católico 22 de noviembre de 1873: COLEGIO DE ORIHUELA. Sigue preocupándose la opinión pública, de los misteriosos sucesos de Orihuela. La prisión del Rector y profesores del Colegio de segunda enseñanza de dicha ciudad, ha tenido por consecuencia la clausura de aquel centro de enseñanza, establecido al amparo de las leyes, montado con el mayor esmero e inteligencia, a expensas del Sr. Obispo de la diócesis.
Tenía este colegio gran número de discípulos, por los conocimientos científicos y literarios que difundía, por el método de enseñanza y por la necesidad que sentía la provincia de un establecimiento de esa clase. Deploramos pues sinceramente su clausura, y no acertamos a comprender por qué no se han conciliado las exigencias que han motivado la prisión de los 13 sacerdotes con los intereses del establecimiento, y muy particularmente con los de tantos padres de familia que tenían confiados sus hijos a aquellos profesores.
Sobre este importante extremo, el señor Obispo de la diócesis ha dirigido al, señor presidente del Poder Ejecutivo y al señor ministro de la Gobernación la razonada exposición que tenemos el gusto de reproducir:
Excmo. Señor presidente del Poder ejecutivo de la nación. El obispo de Orihuela, que suscribe, se ve hoy en el imprescindible caso de acudir a V. E. con el doloroso motivo que respetuosamente expone: Hace año y medio que venía funcionando un colegio de segunda enseñanza creado por mí, en la que fue universidad convento de dominicos de esta ciudad, cuyo magnífico edificio de todos celebrado, me lo reservó con este objeto cuando hice la cesión canónica de los bienes de mi diócesis con arreglo al concordato de 1851, librándolo indudablemente por este medio de la ruina que irremediablemente le hubiera sobrevenido, y proporcionando un medio de útil y provechosa enseñanza a la numerosa juventud de esta ciudad y de toda la provincia y limítrofes, con las demás ventajas que siempre llevan consigo esta clase de establecimientos.
El colegio de cuya creación di conocimiento al Gobierno supremo, llenaba los deseos y esperanzas de los innumerables padres de familias que habían puesto a sus hijos bajo la dirección y escuela de buenos profesores buscados por mí, que si bien eran de origen de la Compañía de Jesús, estaban reunidos o colegiados únicamente como simples eclesiásticos sujetos a mi autoridad, sin otra misión ni más objeto que el del ejercicio de su noble magisterio y del auxilio esmerado que además pudiesen prestar al pueblo en sus necesidades religiosas.
Y aquí, Excmo. Señor, séame permitido dar un testimonio de justo reconocimiento por lo bien que lo han desempeñado, no solamente a satisfacción mía, sino con la general aprobación, aplauso y hasta entusiasmo de cuantos han tenido ocasión de admirar el orden, la moralidad, ilustración y religiosidad de sus prácticas, ejercicios y notables adelantos. Pues bien Excmo. Señor, este colegio que, en su favor llevaba tan recomendables condiciones, y que merecía la aceptación y encomios de la generalidad de las gentes, cuya voluntad se había ganado a costa de sus esfuerzos y trabajo.
Este colegio, repito, fue ocupado a las doce de la noche del día 15 del corriente por la autoridad de esta población auxiliada de fuerza armada en cumplimiento, según se dice, de orden superior, y sin más tiempo que el absolutamente preciso y sin el menor conocimiento que se me hubiese dado, fueron presos su Rector y profesores, deportándolos seguidamente a la ciudad de Murcia sin haberles manifestado la causa y motivos de su precipitada prisión.
Creo, Excmo. Señor, que estos, deben ser muy graves o importantes cuando han dado lugar a una determinación tan apremiante, tan general y tan silenciosa, a pesar de las consideraciones debidas a tantos niños que allí se encontraban, y de las consecuencias y sustos que pudieran apoderarse de tan tiernas o inocentes criaturas. Graves habrán de ser cuando han dado lugar a una medida de tanta trascendencia, que yo la respeto y respetaré, considerándola como emanada del poder supremo.
Y además de la ocupación del colegio y deportación de su Rector y profesores, se me asegura que se ha formado inventario de todo lo que en dicho colegio existe, sobre cuya medida he reclamado a esta autoridad sin resultado hasta esta fecha, porque todos los efectos, útiles, enseres y servicio del establecimiento es absolutamente mío como costeado a mis expensas, sin que ni la Provincia, ni el Municipio hayan contribuido en nada para ello, porque si algunas personas generosas me han ayudado para llevar a cabo tan provechoso objeto, de cuenta mía será entenderme con ellos.
Reclamo pues con todo el derecho de rigorosa justicia que todo se me entregue por ser notorio que es de mi exclusiva propiedad. Dios guarde a V. E. muchos años Orihuela 17 de noviembre de 1873. Excmo. Sr. Pedro María, Obispo de Orihuela. Exmo. Sr. Presidente de Poder ejecutivo de la nación y Excelentísimo Sr. Ministro de Gobernación.
Las autoridades en Madrid y en Alicante, después de tanto descontrol federalista, estaban tratando de ofrecer una nueva imagen de orden y justicia. Ya sólo “El Nuevo Municipio”, órgano del Partido Republicano Federal, consideraba justa la medida aplicada según ellos a “unos sacerdotes a cuyo cuidado estaban centenares de niños para recibir educación y que al paso de una partida carlista por delante del colegio había dado vivas a la religión y a Carlos”.
El municipio. 21 de noviembre de 1873: Las autoridades de la provincia no han querido cerrar el colegio de Santo Domingo de Orihuela, ni es su ánimo que queden sin instrucción esos centenares de niños. El señor Gobernador de la provincia ha dado ya orden, y a estas horas debe de estar cumplimentada, para que le sea entregado al Excmo. e Ilmo. Sr. Obispo, el local del colegio con todos sus enseres, y su Ilustrísima podrá, disponer su apertura cuando guste, poniendo a su frente a los profesores que tenga por conveniente; pero que se ocupen sólo de dar instrucción, apartándose de enseñar cosas enteramente extrañas a las materias que comprende la enseñanza, bien sea superior o elemental.
Los jesuitas declararon que todas las acusaciones eran falsas y culparon al alcalde; cuya denuncia estaba basada intencionadamente en un malentendido. Que los “vivas” a la religión y a Estanislao, atribuidos por los republicanos al conocido jefe carlista que operaba en Alicante, Estanislao Bolinches, eran en realidad un homenaje al santo jesuita cuya festividad celebraban el 13 de noviembre.
Alegaron que los oriolanos estaban muy contentos con su trabajo y que el colegio funcionaba perfectamente bajo el amparo del obispo. Y sus argumentos convencieron al ministro y al gobernador.
El Constitucional. 22 de noviembre de 1873: Sucesos de Orihuela. Dice el colega ministerial que las autoridades de la provincia no han querido cerrar el colegio de Santo Domingo de Orihuela y que ya se han dado las órdenes para que se entregue al Excmo. e Ilmo. Señor Obispo el local y todos sus enseres, pudiendo disponer su apertura y poner a su frente los profesores que tenga por conveniente; pero añade a guisa de dómine, que aquellos solo deben ocuparse de dar instrucción, apartándose de enseñar cosas enteramente extrañas a las materias que comprende la enseñanza, bien sea Superior o elemental.
Es pues lógico suponer que El Nuevo Municipio entiende que la prisión de los 13 sacerdotes ha sido ordenada por el señor ministro de la Gobernación y ejecutada por el señor gobernador de la provincia por medio de un delegado, acompañado del inspector de orden público y el alcalde, Sr. Muñoz, y de fuerza de guardia civil y voluntarios, sólo porque en aquel colegio se enseñaban cosas enteramente extrañas al programa de enseñanza: ¿qué cosas serán esas?
No podemos entrar a examinar esos hechos; pero El Nuevo Municipio ofrece ocuparse ampliamente del asunto, y le agradeceremos que en sus aclaraciones no olvide decirnos por qué no existe expediente gubernativo anterior a la prisión y se procede ahora a formarlo para justificar los procedimientos dictatoriales; por qué motivo aquellos peligrosos sacerdotes pasearon libremente por Murcia inmediatamente después de su prisión; y por último desearíamos saber si la prisión del escribano de Elche, José Gómez, llevada a cabo la misma noche que la de los sacerdotes, y conducido del mismo modo a Murcia en virtud de órdenes que a su paso por Elche dejó el delegado del gobernador, tiene alguna relación con los sucesos del colegio de Sto. Domingo.
Hoy debe trasladarse a Orihuela el Sr. Gobernador de la provincia; No sabemos si este viaje estará relacionado con la entrega del edificio del colegio de Santo Domingo y los enseres y efectos de que se incautó el alcalde de aquella ciudad.
El gobernador civil de Alicante, que ya había ordenado la devolución de las llaves al obispo, decidió viajar personalmente a Orihuela para impartir justicia. Norberto Piñango llevaba dos meses y medio en el cargo; y formaba parte de los republicanos moderados alicantinos que buscaban controlar la situación con el apoyo de los conservadores, garantizando el orden y la propiedad después de tanta locura.
El político viajó personalmente a Orihuela y constituyó un nuevo ayuntamiento cuyo primer acuerdo fue restituir el colegio y nombrar a Piñango hijo adoptivo. Junto al obispo pronunció un discurso desde el balcón de la Posada del Sol, entre vítores y aclamaciones de los oriolanos que llenaban la calle de los Hostales, donde estaba emplazada dicha posada.
En cuanto a los jesuitas, regresaron fortalecidos, casi como héroes. El rector había pensado volver a Orihuela como salieron; discretamente durante la noche para evitar desórdenes públicos por parte de los ciudadanos que los esperaban ansiosos. Pero el nuevo ayuntamiento afirmó que toda la ciudad estaba conmovida y que la injuria pública exigía una reparación pública.
Una comisión presidida por el alcalde viajó a Murcia y los trajo la tarde del día 25. Por el camino se tropezaron con carros y tartanas de oriolanos que habían salido a recibirlos y así entraron en la ciudad, entre ovaciones y vivas del pueblo.
El Constitucional. 27 de noviembre de 1873: COLEGIO DE SANTO DOMINGO DE ORIHUELA. No hay ya necesidad de que el nuevo municipio se moleste en decirnos los motivos que obligaron a la autoridad a tomar las medidas que tomó para que abandonasen los señores jesuitas el colegio. Los dignos profesores que por disposición gubernativa fueron extrañados a Murcia, regresaron anteayer a Orihuela, y el mismo señor gobernador les instaló de nuevo en el colegio de Sto. Domingo.
Este acto de severa justicia le enaltece y le ha conquistado las simpatías generales de aquella ciudad. El Sr. Piñango ha tenido ocasión sin duda de comprobar personalmente, lo calumnioso de la delación de que fueron víctimas aquellos ilustrados sacerdotes. Así proceden los hombres de corazón. El señor gobernador debe estar satisfecho; todos le concederán desde hoy más su confianza; porque verán en él, a la par que el enérgico y decidido campeón del orden y de la libertad, el hombre recto y justiciero. Reciba nuestra más cordial enhorabuena, y se la damos también a los habitantes de la bella ciudad del Segura por la reapertura de aquel centro de enseñanza.
Según nos escriben de Orihuela, la estancia en aquella ciudad del Sr. Gobernador civil D. Norberto Piñango, ha sido fecunda en satisfactorios resultados. Sabido es que son dificilísimas las circunstancias por que atraviesa aquella población, en la cual, como en otras muchas, la administración municipal se halla abandonada, debido sin duda a que de algún tiempo a esta parte atienden los ayuntamientos más a las contiendas políticas que a las cuestiones administrativas, lo cual es su verdadera misión.
Presentada la dimisión del último ayuntamiento, el Sr. Piñango se ha visto obligado a constituir otro; y en tan ardua tarea ha obrado, según nos aseguran, con el mayor pulso; pues prescindiendo por completo de afecciones políticas, ha convocado a todos los hombres de arraigo del partido liberal, sin pararse en matices de bandería, y ha constituido un ayuntamiento en el que figuran concejales de varias procedencias políticas, si bien todos liberales, que es lo que allí importa más.
He aquí los nombres de los que forman el nuevo ayuntamiento. Alcalde. —Antonio Esquer. Tenientes de alcalde. — José Bueno. — Tomás García Ródenas. — Francisco López García. —Federico Agrasot. —Luciano Bora.— Ramón Mesples. Concejales. — José Maseres.—Tomás Soler, —Julián de Torres.—Manuel Pastor.— Félix Lafuente.—Francisco Hones.—Francisco Germán.— Honorio Alegre.—Manuel Alfaro.—Alfonso Ferrer. — Manuel Escudero.— Carlos Martí. — José Martín.— José Sánchez.—Antonino Ibarra.— José Brotóns.—Vicente Moreno.
Hasta el diario republicano federal tuvo que rendirse a la evidencia narrando los hechos sin poner ninguna pega, sin aportar ninguna crítica. Alabando el comportamiento del gobernador y su actuación en Orihuela.
El nuevo municipio. 28 de noviembre de 1873: El viaje del señor gobernador por medio de una carta de un anónimo amigo de Orihuela. El viaje del señor gobernador ha sido una continuada ovación. En todos los pueblos por donde ha pasado la primera autoridad de la provincia. Entró en Orihuela el día 24 y acto continuo, con una actividad propia de su carácter, hizo que el alcalde convocase al ayuntamiento, e inmediatamente se reunió éste, acordando presentar la dimisión.
Aceptada que fue, al momento se ocupó, de acuerdo con las personas de más significación y simpatías entre los partidos liberales, de los individuos que habían de constituir la nueva municipalidad, y lo realizó con tal acierto, que se ha granjeado la estimación y el más profundo agradecimiento de todos los habitantes de Orihuela, que ansían entrar en una era de paz y de tranquilidad, única manera como los pueblos pueden desarrollar su vida y fomentar, sus intereses.
Constituido el municipio con elementos procedentes de todos los partidos liberales dio pruebas de que al formarlo no han existido las miras egoístas de bandería pues solo se ha inspirado el Sr. Piñango en el bienestar de nuestra querida población. Estoy seguro que esta fecha se recordará con alegría por todos, y así lo ha manifestado el pueblo que, al tener conocimiento de lo que se estaba efectuando, ha hecho pública la satisfacción con que recibía el nuevo ayuntamiento, prorrumpiendo en vivas al señor gobernador.
Pero donde el entusiasmo traspasó los límites naturales, fue cuando accediendo a los reiterados ruegos del ayuntamiento, que a su vez, lo hacía en nombre del partido liberal, participó que los jesuitas volverían. Los contribuyentes y gran número de personas de todas clases de la sociedad, se dirigieron en coches y galeras a Murcia.
Al regresar, como el pueblo en masa había rodeado la casa donde estaba hospedado el Sr. Piñango, salió al balcón, desde donde le dirigió la palabra, siendo saludado con aplausos entusiastas, e interrumpido varias veces por los trasportes de alegría a que se entregaban la multitud allí reunida.
El Sr. Obispo por su parte, se presentó también en el balcón y con elocuentes frases dijo que la misión del pueblo se reduce a cuidar solícito de sus familias y de sus haciendas, siendo siempre modelo de honradez y de respeto y de obediencia a las autoridades.
Por la noche se le hizo una magnífica serenata y después la música recorrió las calles entonando «La Marsellesa». Se me ha dicho que el Obispo dio ayer en San Miguel un viva a nuestro común amigo el ministro de la Gobernación, que fue calurosamente repetido.
El destituido alcalde, Luis Muñoz, se vio obligado a dar explicaciones; desentendiéndose por carta abierta de aquella polémica actuación cuya responsabilidad atribuyó íntegra a las autoridades provinciales.
La Correspondencia de España. De Orihuela, con fecha 28 de noviembre, nos escribe D. Luis Muñoz diciendo que es en efecto cierta la noticia que dimos de haberse dispuesto por el gobernador civil de Alicante la reapertura del colegio de Santo Domingo de Orihuela, restituyendo a él los mismos profesores que fueron capturados el día 16 de noviembre y conducidos a Murcia; pero que no es cierta la especie que atribuye al alcalde de Orihuela culpabilidad que no tiene, toda vez que el Sr. Muñoz, primera autoridad local a la sazón, no hizo más que concurrir a presenciar el acto de la captura de dichos profesores auxiliando al delegado de la autoridad superior de la provincia, que con la fuerza de la guardia civil se presentó en dicha ciudad la noche del citado día, y cuyo auxilio le prestó obedeciendo el superior mandato.
El municipio. 29 de noviembre de 1873: Nuestro activo corresponsal de Orihuela, nos remite la carta que tenemos el gusto de reproducir a continuación. Querido amigo: Continuando lo que ayer dije a V. respecto del viaje del señor Piñango a esta ciudad, debo manifestarle, que en su visita al colegio de Santo Domingo fue seguido de una multitud inmensa que le aclamaba sin cesar.
En este establecimiento, donde ha permanecido largo rato, ha sido recibido por el rector y por las personas más notables de la población, que una vez más le han demostrado el afecto que ha sabido conquistarse, en todos los partidos.
Olvidaba decir a V. que el ayuntamiento, en su primera sesión, le ha declarado hijo adoptivo de nuestra ciudad. A su salida de Orihuela, le han acompañado gran número de vecinos, hasta cerca de un kilómetro de la población, y hasta Cox, el señor obispo, el alcalde don Antonio Esquer, D. Carlos Bianchi, varios concejales y otras personas distinguidas. Con esto concluyo mi compromiso de darle cuenta de cuanto aquí ocurriese, y deseando se afirme la paz y tranquilidad de que tanto necesita esta población.
A cuenta de los jesuitas, el republicano Piñango se dio un buen baño de masas y se metió en el bolsillo a una población muy conservadora y monárquica. Su populista comportamiento y el de sus superiores con el obispo de Orihuela y los hijos de San Ignacio fue recordado seis años después por «El Eco de la Provincia».
El eco de la provincia. 19 de septiembre de 1879: ¿Pues no se atreve El Graduador de ayer a decirnos que sus amigos no han favorecido a los Padres Jesuitas de Orihuela? ¡Qué cosas tiene el diario neo-moderado- posibilista!
Diga, hermano: ¿Quién en 1873 restituyó a los Jesuitas al colegio de Santo Domingo de Orihuela? Una orden del Sr. Castelar, Presidente de la República.
Diga, hermano: ¿Quién públicamente estrechó la mano de los Reverendos Padres de la Compañía de Jesús brindándoles protección cuando en 1873 entraron en Orihuela? El Sr. Piñango, Gobernador de esta provincia nombrado por el Gobierno de la República.
Diga, hermano: ¿Quiénes en 1873 saludaron con vítores y aclamaciones al delegado del Gobierno del Sr. Castelar, porque volvió los Jesuitas al Colegio de Santo Domingo? Muchos republicanos de Orihuela.
Diga, hermano: ¿Por qué en 1873 nuestro dignísimo señor Obispo dio un cariñoso abrazo al señor Piñango en el balcón de la posada del Sol de Orihuela? Porque su Excelencia Ilustrísima quiso de este modo dar un público testimonio de su gratitud al Gobierno de la República, por la protección que éste dispensó a los padres de la compañía de Jesús restituyéndolos a su Colegio de Orihuela.
Diga, hermano: ¿Quién aumentó el número de los alumnos en el Colegio de los Jesuitas? El mismo republicano Sr. Piñango que tuvo el buen acuerdo de entregar a un hijo suyo para que lo educasen estos padres.
Diga, hermano: ¿Quién calificó de carlistas a los Jesuitas? Un diario republicano que se publicaba en Alicante titulado El Nuevo Municipio.
Diga, Hermano: Y ¿quién justificó después con escritos laudatorios la restitución de los hijos de San Ignacio a su colegio de Orihuela? El mismo Nuevo Municipio, diario republicano que se publicaba en esta capital en 1873.
Lea El Graduador la colección de este periódico correspondiente al mes de Noviembre de aquel año, la protección que les dispensó entonces; y este señor debe estar satisfecho porque no ignora que los Jesuitas ruegan por él para que persevere en los religiosísimos propósitos que manifestó a su paso por las esferas gubernativas.
Ya ve pues, El Graduador, como sus patronos favorecieron a los hijos de la Compañía de Jesús ¿Tan poca memoria le queda al diario neo moderado posibilista, cuando tiene necesidad que nosotros le recordemos los hechos?
Según el Catálogo General citado varias veces, a la plantilla inicial del colegio se unieron en 1873:
Los padres: J. Francisco Dalmases, Martín Juan, Bernardo Requeséns y José Salvans. Y los hermanos: Santiago Codina y Pablo Guilá.
Antonio José Mazón Albarracín (Ajomalba 2021).
Cuando se van a cumplir 150 años de la fundación del Colegio de Santo Domingo.
Mi agradecimiento a Javier Sánchez Portas y J. Manuel Dayas.