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La política oriolana entre las elecciones de 1931 y la victoria del Frente Popular en 1936.

Orihuela, años treinta. Ministerio de Cultura.

– ¿Es Orihuela una ciudad importante? – ¿Qué si lo es?, bajo todos conceptos.

En religión; en nobleza; en historia; en población; en riqueza; en arte; y hasta en belleza. – ¿Qué es un pueblo religioso, dice usted? – En general me atrevo a decir que más que Valencia.

En este punto sólo algunas regiones del norte de España le podrán igualar. Igualar…; que aventajarle… ¡ lo dudo¡.

En la huerta de Orihuela las costumbres son aún patriarcales. ¡Que hormigueo de hombres de la huerta a las iglesias de la Ciudad Episcopal en los domingos de Cuaresma ¡

¡Y que comuniones tan nutridas en la mayor parte de los templos¡… Y cuente usted que Orihuela tiene muchos templos. Entre iglesias, ermitas y capillas pasan de veinticinco..  

José Sanfeliú, Magistral de Orihuela.  Actualidad. Núm. 22, 17 de julio de 1928.

La política oriolana entre las elecciones de 1931 y la victoria del Frente Popular en 1936.

Miguel Hernández con 14/15 años (1924/5).

Con sus principios y valores en proceso de cambio, la pasión por la literatura y el sentido del compromiso empujaron al Miguel Hernández a impregnarse de las nuevas corrientes; comenzando a mudar de la mística a la política activa.

Éste era un concepto prácticamente nuevo; pero también el inicio de una singladura arriesgada para quien como él, procedía de un sector social modesto y de unas generaciones que habían pasado la adolescencia bajo la Dictadura de Primo de Rivera.

El general Primo de Rivera y su gabinete.

Ahora, en una ciudad de provincias, comenzaba a moverse en una desconocida política democrática de masas. A Miguel, la mocedad le llegó en 1931, un año fundamental para la historia de España. La fortuna le deparó una excedencia de cupo en lo militar y una primera etiqueta política en su militancia.

Consecuente con su tiempo, el joven poeta de Orihuela se dejó influir por otras compañías alejándose, de momento, del catolicismo activo para explorar nuevos campos.

Y en aquel primer verano republicano, influido por su amigo Augusto Pescador Sarget, fue nombrado presidente fundador de las Juventudes Socialistas locales.

Miguel Hernández. Colección Paco Escudero Galante. Coloreada por Rafael Navarrete, en su página «La Historia a color».

La proclamación de la República.

Según el censo confeccionado el año anterior, Orihuela contaba en 1931 con una población de 38.500 personas; de las que más de 23.000 estaban domiciliadas en sus diferentes partidas rurales.

Con una economía basada en la agricultura en la que estaban fuertemente arraigadas las figuras del arrendatario y el pequeño propietario rural, sin apenas conflictos sindicales, la actividad política se había mantenido muy alejada de las corrientes obreras reivindicativas imperantes a nivel nacional, adormecida en manos de un puñado de terratenientes que además de las tierras, controlaban los sindicatos católicos.

Barraca en la huerta de Orihuela. Ministerio de Cultura.

Creados nominalmente a finales del siglo XIX para paliar la vergonzosa situación de explotación y miseria de las clases trabajadoras y prevenir la posible protesta social, habían experimentado un fuerte crecimiento sólo en los años veinte gracias a la coyuntura excepcional creada durante la Dictadura de Primo de Rivera.

Semanario «El Pueblo» órgano de prensa de los Sindicatos Católicos.

Con una eficaz amalgama de religión y conservadurismo antiliberal, intentaron mantener a raya la expansión de las ideas marxistas que, como un reguero de pólvora, prendían entre los jornaleros.

El progresivo crecimiento de los sindicatos aconfesionales fue desplazando a estás organizaciones católico-agrarias, que con la llegada de la República, pasaron a identificarse plenamente con los sectores políticos más reaccionarios y ultraconservadores, sirviendo posteriormente de base para la formación de la CEDA.

En los distintos comicios celebrados en los años 30, el perfil del votante oriolano, de bajo nivel cultural en la mayoría de los casos, se decantó siempre por los partidos de la derecha contraria al liberalismo político, liderados generalmente por adinerados personajes de prestigio y terratenientes locales.

Con estas premisas, el movimiento republicano a nivel local, tuvo en sus inicios un escaso poder de penetración social en la inmovilista ciudad del Segura.

Calderón de la Barca. Colección Javier Sánchez Portas.

En Orihuela, los candidatos monárquicos, seguros de su aplastante victoria, apenas se molestaron en desplegar una campaña electoral en condiciones.

Llegado el 12 de abril de 1931, aunque los resultados fueron favorables a la Monarquía, el triunfo de los republicanos en la mayoría de las capitales de provincia, fue interpretado como un rechazo frontal a la institución.

A pesar de la predecible y contundente derrota local de la conjunción republicano-socialista oriolana en las elecciones municipales, la abdicación de Alfonso XIII y la proclamación de la República el día 14, alteraron todas las reglas del juego.

Ese día, las sorprendentes noticias que llegaban de Murcia, congregaron a gran número de simpatizantes republicanos en los alrededores de la «Casa del Pueblo».

Calderón de la Barca. A la derecha, la «Casa del Pueblo». Colección Javier Sánchez Portas.

A media tarde, desde sus balcones, Ricardo García, José Ortiz, José María Sarabia y José Escudero Bernicola pronunciaron enaltecidos discursos interrumpidos por ovaciones y vivas a la Republica.

A las 7 de la tarde, una emotiva manifestación encabezada por una bandera tricolor comprada esa misma mañana en Murcia, a los acordes de La Marsellesa, certificó el incruento cambio de régimen.

Inmediatamente quedó suspendida la constitución del Ayuntamiento monárquico, y un comité escogido de entre los miembros de la conjunción republicano-socialista se posesionó interinamente del Consistorio.

Aquella misma noche, la Comisión Revolucionaria cedió la presidencia al republicano de más edad, para luego entregar la vara provisionalmente a Ricardo García López.

El 23 de abril de 1931 se formó oficialmente la Gestora que, a instancias del Gobierno Civil de la provincia, quedó compuesta por los miembros más destacados de las formaciones aliadas.

La Alcaldía se mantuvo en manos de Ricardo García López (Presidente del Partido Republicano Radical); los síndicos fueron Fernando Plaza Gómez y Eladio Turón Sánchez (del Partido Republicano Radical Socialista): y los tenientes de alcalde, uno por cada distrito, José María Lucas Parra, Pedro Muñoz Méndez y José María Pescetto Román (de los diversos partidos republicanos) y Antonio Cubí Tomé, José Ortiz Juan, Daniel Cases García y Andrés Martínez Jacobo (del Partido Socialista).

En Orihuela, como en otros muchos Ayuntamientos, se repitieron las elecciones del 12 de abril por manifiestas irregularidades denunciadas ante el Gobierno Civil.

El sorprendente desenlace de las elecciones había descolocado a los dos bandos. Los monárquicos no podían creer que, a pesar de su amplia victoria en las urnas (31 concejales electos, justamente los que presentaron), habían perdido todo el poder.

A los republicanos les sucedía lo contrario; ni en sus más optimistas previsiones habían soñado hacerse con el control absoluto del Ayuntamiento.

Ayuntamiento en 1931. Ministerio de Cultura.

El sistema escogido para nombrar las gestoras provisionales, tanto en las Diputaciones Provinciales, como en aquellos Ayuntamientos cuyas elecciones se repitieron por presunto fraude, propició que las irregularidades empleadas por los monárquicos en abril, se repitieran en mayo protagonizadas por los nuevos regidores.

Formado el Consistorio exclusivamente por socialistas y republicanos, debía encargarse tan sólo de cuestiones administrativas urgentes.

En la práctica, sin embargo, controlaron en su favor todo el poder municipal organizando actos de propaganda y cambiando los nombres de las calles por significados personajes republicanos, ante la aparente desaparición de los elementos conservadores.

Celebrados los comicios sin la concurrencia de los monárquicos, la Comisión Provisional se reunió el 6 de Junio de 1931 a la 7,30 de la tarde, para constituir el Ayuntamiento compuesto por 33 concejales escogidos equitativamente entre socialistas, republicanos de izquierda y republicanos conservadores.

Durante casi un bienio, un grupo de profesionales liberales y trabajadores cualificados (abogados, impresores, tipógrafos), junto a otros miembros de la clase media, se hicieron con el poder e intentaron acometer un ambicioso proyecto reformista que encontró un fuerte rechazo entre las élites dominantes.

Pero más allá de los problemas externos, los desencuentros entre las diferentes minorías, fueron minando la credibilidad del Consistorio.

Tras deshacerse de los radicales, los socialistas recordaron constantemente al resto de los republicanos que sus votos daban y quitaban la Alcaldía y, en una de estas disputas iniciada entre Antonio Cubí y el alcalde Lucas Parra, salieron a la luz acusaciones de coacciones y apaños en los colegios electorales durante la repetición de los comicios municipales de abril, circunstancia que aprovechó el despechado Ricardo García para convertir la indiscreción en un escándalo a nivel nacional.

Esta polémica, que llegó a los juzgados, se mantuvo de actualidad durante todo el bienio.

Plaza Nueva y Calle Luis Barcala, 1931. Ministerio de Cultura.

Los partidos políticos oriolanos.

Tras años de vacío político impuesto por el directorio militar, a partir de 1930 emergieron multitud de partidos que sufrieron múltiples escisiones y fusiones con periodos de fragmentación y de nuevos reagrupamientos.

Se pueden utilizar diversos criterios para etiquetarlos, siendo el más habitual dividirlos en derechas e izquierdas. Pero no podemos olvidar otros criterios tan importantes como el tipo de régimen político que propugnaban, que permitiría clasificarlos en republicanos y monárquicos.

Entre los partidos que aceptaban la República figuraban los de base obrera y los llamados burgueses. Los monárquicos se dividían a su vez en tradicionalistas y alfonsinos.

Pero no todo era blanco o negro, los dos grandes partidos de masas (la Derecha Regional Valenciana de Luis Lucia, integrada en la CEDA, y el PSOE), se declararon accidentalistas, sin ocultar su voluntad de modificar las reglas del juego cuando llegasen al poder.

Partiendo de los dos bloques que se enfrentaron en las municipales de 1931, el complicado proceso de descomposición y realineamiento, culminó en un solo lustro, en una nueva y total bipolarización en los comicios de 1936.

Los experimentos conservadores habían comenzado en la primavera de 1930, cuando se creó la Unión Monárquica Nacional, partido presidido por un ex-ministro de la Dictadura. Defendía la Monarquía y la obra de Miguel Primo de Rivera mientras criticaban la permisividad de una transición que estaba favoreciendo la multiplicación de organizaciones revolucionarias.

Las «Fuerzas Vivas» de Orihuela en torno a Alfonso XIII: el Obispo Irastorza, Paco Díe, Almarcha, Escolano, Balaguer….

Representado en Orihuela por Eusebio Escolano, estaba integrado por dirigentes primorriveristas y miembros de Unión Patriótica. Al disolverse, la mayoría de sus componentes pasaron a Renovación Española y a otros partidos de extrema derecha como el Partido Nacionalista Español, del doctor Albiñana.

Con la irrenunciable propiedad de la tierra y el discurso religioso como cemento aglutinador, la derecha se presentó ante la católica Orihuela como garante de los antiguos valores pisoteados por el nuevo régimen.

Durante la Segunda República permaneció extremadamente dividida, con una amalgama de partidos con intereses y discursos diferentes. Podemos clasificarlos en tres grupos: derecha republicana, derecha accidentalista y la declaradamente monárquica, dentro de la cual pugnaban, como ya hemos dicho, tradicionalistas y alfonsinos.

Colección Javier Sánchez Portas.

Inicialmente, el espacio que representaban estos partidos estaba ocupado en Orihuela por la Comunión Tradicionalista, formación extremista que aglutinaba al Partido Católico Nacional (más conocido como Integrista) y al Partido Católico Tradicionalista, con especial implantación local, que tuvo sus más destacados representantes en Juan Villaescusa y en el médico Ángel García Rogel.

Esta organización fue siempre la más activa y movilizada, con continuos «mítines monstruo», multitudinarias misas y pomposas actividades en las que exhibían a su vistosa milicia denominada requeté.

Colección Javier Sánchez Portas.

En 1932 las derechas despertaron de un año sabático. El populista Gil Robles recorrió la provincia abarrotando locales en un paseo triunfal. Los asistentes a sus mítines escuchaban esperanzados los discursos a favor de la Iglesia y en contra de la Reforma Agraria y de los sindicatos.

Colección Javier Sánchez Portas.

La Derecha Regional aglutinó a los sectores conservadores de la burguesía agraria valenciana con un claro mensaje católico-social y de regionalismo valenciano.

Curiosamente, a pesar de su escasa implantación en la provincia de Alicante, Orihuela contó con una de sus primeras asociaciones locales, dirigidas por Antonio Balaguer Ruiz y Eusebio Escolano Gonzalvo.

Antonio Balaguer Ruiz.

Éste último, a través del partido Acción Nacional (rebautizado como Acción Popular), llegó a ser diputado de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), poderosa organización de carácter interclasista, con ramificaciones en los ámbitos económico, sindical y religioso.

Archivo Municipal de Orihuela.

La Derecha Liberal Republicana, partido de antiguos dirigentes monárquicos como Alcalá Zamora, intentó también captar el favor de las clases conservadoras temerosas del efecto revolucionario aceptando el régimen republicano.

Archivo Municipal de Orihuela.

En Orihuela estaba representada entre otros, por Federico Linares Pescetto, Francisco Germán Pescetto y Eduardo Almunia Roca de Togores. Toda esta actividad política conservadora quedó paralizada temporalmente por el pronunciamiento militar del general Sanjurjo en agosto de 1932; primer intento serio de frenar las aspiraciones de la joven República.

Pero la ingenua y alocada conspiración conocida como «la Sanjurjada» fue bien resuelta por Azaña, y sólo consiguió reforzar la posición del Gobierno, avivando el adormecido entusiasmo republicano.

El general José Sanjurjo Sacanell y Joaquín Chapaprieta Torregrosa.

Posteriormente se crearon nuevas formaciones: El Partido Republicano Conservador, representado por el incombustible político José Martínez Arenas; Renovación Española, representada en Orihuela por Indalecio Casinello; Partido Agrario Español, representado por Manuel Bonafós.

A regañadientes, se forjaron débiles alianzas de mínimos entre los partidos monárquicos, a los que se acabaron uniendo los radicales de Ricardo García y el republicano independiente Joaquín Chapaprieta, veterano político torrevejense que tuvo su momento de gloria intentando la unión circunstancial de las derechas comarcales.

Estas negociaciones escandalizaron a la derecha católica oriolana que, habiendo vencido claramente en su circunscripción, se resistía a pactar con republicanos masones.

La victoria del bloque antimarxista acalló temporalmente las críticas. Haciendo de tripas corazón para retirar a los candidatos más extremistas e incluyendo a los republicanos, habían logrado derrotar a la izquierda en las urnas.

Pero las maniobras efectuadas por el Partido Radical no fueron asumidas por todos sus militantes,  y su organización quedó muy fracturada. A la difícil cohabitación de radicales y cedistas se fue sumando la actitud combativa de socialistas y republicanos de izquierda. 

Francisco Ros Alifa. Archivo Salvador Ros.

Más allá de la doctrina de cada partido, en el fondo de la rivalidad subyacía un afán de simpatías y odios personales. Resulta curioso revisar las Actas Municipales y estudiar la actitud de algunos dirigentes oriolanos, aliados o competidores, que se zancadilleaban sin pudor, en especial las disputas con Ricardo García en su afán por conseguir la vara de alcalde en el primer bienio y la pugna con Francisco Ros Alifa en el segundo, personalizada en Mazón Torrecillas, radical-socialista expulsado de su partido, con el que tuvo enfrentamientos verbales y físicos.

A partir de 1935 comenzó una nueva tendencia en las filas derechistas de la comarca. Hasta entonces, la Comunión Tradicionalista había monopolizado el espacio ultraderechista y antirrepublicano aglutinando en sus filas a tradicionalistas, integristas, upetistas y alfonsinos conversos.

El requeté era sin duda la milicia más atractiva por cantidad y preparación. Pero apareció Falange Española, partido liderado por el hijo del Dictador al que se fusionaron las Juntas Ofensivas Nacional Sindicalistas, y comenzó a recibir un goteo de afiliados que buscaban un partido moderno, con una doctrina cercana a los triunfantes dictadores europeos y muy alejada del añejo carlismo.

José Antonio Primo de Rivera. Inicios de Falange Española.

El 22 de julio, protegido por la Guardia Civil y por las Fuerzas de Asalto, José Antonio Primo de Rivera celebró un mitin en el cine Imperial de Callosa de Segura.

Su semilla cayó en tierra fértil y numerosos jóvenes de las zonas rurales de la Vega Baja decidieron enfundarse la camisa azul bajo el liderazgo local asumido por Antonio Piniés, barón de La Linde.

Casa de Antonio Piniés Roca de Togores. Colección Javier Sánchez Portas.

En el caso de las izquierdas, aunque todos los grupos que apoyaban la República compartían valores irrenunciables como democracia parlamentaria, laicismo y reforma de la educación como herramienta de mejora social, las diversas sensibilidades hicieron imposible articular un programa consensuado.

Así pues, alcanzado su objetivo primordial, derribar a Alfonso XIII, el Frente Antimonárquico se fue diluyendo, reforzando el compromiso entre socialistas, radicales socialistas y Acción Republicana, mientras desplazaban a los radicales de Ricardo García, que llegó a calificar al Ayuntamiento oriolano de «faccioso».

Este añejo republicano abandonó el Consistorio dedicándose a reorganizar su partido, a través del cual editaría el semanario «El Radical», en el que a imagen y semejanza de su idolatrado líder nacional fustigó por igual a monárquicos, revolucionarios y nacionalistas periféricos de izquierda, a los que tildaba de separatistas.

Alejandro Lerroux, que al proclamarse la República formó parte del Gobierno provisional, pasó a la oposición antes de finalizar el año 1931. La estrategia centrista de los radicales, con bandazos a izquierda y derecha a la caza del voto moderado, le procuró un gran resultado en los comicios generales de 1933, pero a costa de forzados guiños a la derecha de Gil Robles.

Estos pactos devolvieron a don Ricardo a la Alcaldía de Orihuela y llevaron a don Alejandro a la Presidencia del Gobierno. Y es que, a pesar de referirnos a la política en el ámbito local, las alianzas, escisiones y rupturas en los partidos oriolanos, son extrapolables en la mayoría de los casos al resto de España, ya que las organizaciones y partidos locales seguían directrices de carácter nacional.

La izquierda republicana estuvo muy fraccionada en el primer bienio. El grupo que más destacó fue el Partido Radical Socialista, liderado en Orihuela por José Escudero Bernicola. Fruto de una escisión de los radicales, postulaba la unión entre socialismo y república con un programa liberal muy avanzado, válido para intelectuales y obreros.

José Escudero Bernicola. Abogado y político.

Además de Escudero, nombrado gobernador en 1931, componían el Comité Local: José Ortiz Juan, Pedro Muñoz Méndez, Eladio Turón Sánchez, Francisco Oltra Pérez, Luis Carrió Pastor y David Galindo Martínez.

Los militantes de Acción Republicana, el partido de Manuel Azaña, procedían principalmente de las clases medias, experimentando un crecimiento lento y constante en todo el territorio nacional.

En 1934, con la fundación de Izquierda Republicana, esta formación acabó por reunir a todo el sector progresista del republicanismo. En Orihuela, estaba representado por el abogado José María Lucas Parra, que gracias a los acuerdos con los socialistas, arrebató la Alcaldía a Ricardo García en el verano de 1931.

Los republicanos de izquierda comenzaban a reagruparse tras un complicado proceso de escisiones.

También en 1934, David Galindo Martínez pasó a liderar otra nueva formación llamada Unión Republicana, en la que confluyeron los más progresistas de Partido Republicano Radical y los más conservadores del Partido Republicano Radical Socialista.

Galindo alcanzó la Alcaldía en junio de 1931, siempre con el apoyo del grupo socialista que también seguía la estrategia del partido a nivel nacional, cediendo la representación del poder a los partidos republicanos.

Augusto Pescador y otros miembros del Partido Socialista en 1935. AMO. Sección «Archivo Gráfico». Colección Joaquín Ezcurra Alonso.

Los socialistas eran la formación más sólida al caer la Dictadura. Bajo este régimen, el PSOE y la UGT fueron tolerados y fortalecidos, consolidando su estructura al margen de las demás fuerzas políticas que llegaron a acusarles de colaboracionismo con Primo de Rivera.

Mientras que para el resto de los grupos opositores, la caída del directorio militar fue el pistoletazo de salida para reagruparse y definirse, el Partido Socialista estaba muy consolidado en todo el territorio nacional, de ahí su resistencia inicial a aliarse con los republicanos burgueses.

La «Casa del Pueblo» oriolana, instalada durante la Dictadura, se convirtió en el centro neurálgico de política local desplazando a la añeja Casa de la Democracia, presidida por el republicano radical Ricardo García en 1924.

La «Casa del Pueblo». Colección Javier Sánchez Portas.

El grupo socialista oriolano, junto al sindicato Unión General de Trabajadores, contaba en sus filas con Daniel Cases García (Presidente), Rafael Gas, Vicente Ibáñez, Antonio Cubí Tomé, Isidoro Sánchez Mora, Antonio Esquiva, Pedro Martínez Vegara, Manuel Bas y José Alonso Egio.

El resto de las formaciones de izquierda no estuvieron representadas en Orihuela durante la Segunda República. Grupos como el Partido Comunista o la CNT, no aparecieron hasta 1936.

Evolución política

17 de Julio de 1932. La corporación republicana en la puerta del ayuntamiento presidida por Alberto Escudero Bernícola.

La Vega Baja fue, durante la Segunda República, un hervidero político condicionado por la permanente confrontación entre ricos propietarios y una masa obrera que dependía del «jornal de la huerta».

Las promesas de la República provocaron una gran politización de estas clases trabajadoras rurales, multiplicando su afiliación a los partidos y sindicatos obreros, especialmente a la hegemónica UGT y a sus Casas del Pueblo.

Frente al sistema agrario establecido, con una estructura de propiedad que condenaba a la miseria al numeroso colectivo de jornaleros agrícolas, apareció la promesa del sindicalismo reivindicativo y de una auténtica Ley de Reforma Agraria, a cuyas directrices se resistía la patronal.

La burocracia empantanó cualquier proyecto y los rumores o falsos mitos se extendieron rápidamente entre los pequeños propietarios y muchos arrendatarios, quienes a veces no estaban muy alejados de las circunstancias de los jornaleros, pero temblaban al oír hablar de expropiación de tierras.

La izquierda obrerista, como en otras zonas del regadío valenciano, tropezó aquí con la oposición de un complejo bloque social.

En el primer bienio, con un Ayuntamiento de izquierdas, se plantearon grandes proyectos sin llegar nunca a consumarse, proyectos de transformación económica y social que habían causado muchas ilusiones entre los obreros del campo. Suspendido el Ayuntamiento progresista, le llegó el turno a Ricardo García; y su gestora radical-cedista poco pudo deshacer.

Huerta de Orihuela. Ministerio de Cultura.

En la huerta, el salto hacia atrás no fue sencillo. Los jornaleros se aferraron al sistema de turno riguroso de empleo, controlado desde las Casas del Pueblo, mientras los propietarios volvían a contratar a los que siempre habían trabajado en sus fincas, rechazando a todo el que se hubiese relacionado con sindicatos obreros.

Este forcejeo derivó en situaciones de fuerza y grupos de falangistas comenzaron a reunirse clandestinamente para perpetrar acciones violentas, a veces de carácter defensivo, otras de pura provocación y amedrentamiento.

La ideología combativa y revolucionaria que había separado a los partidos obreros de los burgueses acabó superándose cuando, bajo la amenaza que procedía de la Alemania de Hitler, su colaboración se hizo necesaria en las elecciones generales de 1936.

El éxito en la provincia fue tal, que no hizo falta ni segunda vuelta, la victoria del Frente Popular fue aplastante y la candidatura fue elegida en su totalidad.

Archivo Municipal de Orihuela.

La lista total quedó compuesta por cuatro diputados socialistas, tres de Izquierda Republicana, uno de Unión Republicana, dos de la CEDA (entre ellos Eusebio Escolano) y un centrista independiente. Inmediatamente, el gobernador civil repuso al Ayuntamiento suspendido.

Para republicanos y socialistas, los comicios de febrero de 1936 supusieron una especie de reválida que les permitió retomar con orgullo la labor emprendida en el primer Bienio, achacando su destitución a «manejos caciquiles».

En las manifestaciones de los portavoces municipales quedó reflejada la disposición de los tres grupos mayoritarios ante la nueva etapa que comenzaba.

David Galindo recomendó a sus compañeros alegría, cordura y sensatez en sus conductas. José María Lucas recomendó a los suyos cordura y serenidad; pero Antonio Cubí dijo sentirse con más autoridad que nunca y en nombre de su minoría, condicionó la colaboración leal con los republicanos al cumplimiento del pacto acordado.

Colección Javier Sánchez Portas.

Mientras Izquierda Republicana y Unión Republicana pedían mesura y contención, los socialistas se mostraron dispuestos a cumplir escrupulosamente los postulados del Frente Popular.

En sesión extraordinaria celebrada el día 21 de marzo de 1936, el sastre Francisco Oltra Pérez, miembro de Izquierda Republicana, se hizo con la Alcaldía según lo pactado, por 22 votos a favor y dos papeletas en blanco.

Oltra tomó posesión inmediatamente y se procedió a escoger las dos Tenencias de Alcaldía que estaban vacantes, recayendo por unanimidad en el ex alcalde David Galindo, de Unión Republicana y en el socialista Amado Granell.

Amado Granell Mesado en 1936.

Al igual que en el Gobierno de la Nación, la representación del poder quedaba en manos de los republicanos y los socialistas se mantenían en segundo plano, recordando al flamante alcalde que debía su cargo a la minoría socialista que había secundado la iniciativa del Frente Popular con la disciplina que les caracterizaba, pero a cambio le exigían «dar vigor a la República».

La victoria del Frente Popular y el aumento del desempleo rural motivado por la crisis agrícola hizo aflorar toda la conflictividad latente, reactivando espectacularmente la afiliación obrera en la huerta en una nueva etapa de gran dinamismo político.

Orihuela en 1935. Archivo Cánovas Seiquer.

Cualquier decisión que adoptase el Gobierno en materia de reforma agraria era recibida como una amenaza por los propietarios y tachada de insuficiente por las organizaciones obreras.

Sin otro medio de información que la recibida a través de su agrupación política, sus dirigentes difundían y magnificaban a la medida de sus intereses las medidas gubernamentales y sobre todo, los sucesos de orden público, exacerbando a una población inculta y fácilmente manipulable.

Archivo Municipal de Orihuela.

En esta tesitura, el discurso violento y la confrontación física en defensa de las ideas fueron utilizados de manera general.

Los derechistas tenían que parar a toda costa lo que veían como una revolución y, poco a poco, el miedo se fue apoderando de la huerta tejiendo un bucle sangriento de represalias y contrarrepresalias. 

Los partidos moderados en ambos bandos habían fracasado. Todo quedó en manos de tradicionalistas, falangistas y el ala más radical del socialismo, liderada por Largo Caballero, a la que se unieron comunistas y anarquistas, grupos dotados de milicias armadas y entrenadas para la confrontación física.

La conspiración militar estaba en marcha y la Guerra Civil se esbozaba como una posibilidad creciente…..

Antonio José Mazón Albarracín (Ajomalba).

Publicado en el catálogo de la exposición «La Orihuela de Miguel Hernández. 1910-1942» .

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Los refugios antiaéreos en Orihuela.

Instrucciones para el uso del refugio.

Los refugios antiaéreos en Orihuela.

Las primeras disposiciones relativas a la defensa pasiva se legislaron en agosto de 1935 por el Ministerio de la Guerra en manos de Gil Robles por aquellas fechas. 

Iniciada la contienda, y con ella los bombardeos a núcleos urbanos, se hizo necesario ofrecer a la población civil algún medio de protección organizada. 

El decreto del 23 de septiembre de 1936 encomendó a la Subsecretaría del Aire la ejecución de las defensas contra aeronaves en todo el territorio leal a la República, y la construcción de refugios fue bastante común en las poblaciones situadas en la retaguardia.

Instrucciones para el uso del refugio.

En Orihuela, los primeros acuerdos municipales llegaron en noviembre de ese mismo año, poniendo a disposición de la Junta de Defensa el saldo existente en los fondos de la Décima. 

Desde 1931 el llamado recar­go de la décima, como su propio nombre indica, gravaba una décima en el impuesto de la contribución territorial e industrial. Y se empleaba el dinero en mitigar el desempleo local. Con esos fondos, el consistorio gestionaba una bolsa de traba­jo escogida a dedo para reali­zar obras en beneficio de la población.

En diciembre se dio cuenta de un oficio que concedía dos días de plazo para remitir al tesorero, Luis Riquelme, la cantidad que habían decidido aportar para poner en marcha la construcción de los refugios. 

10 de diciembre de 1936: Se da cuenta de un oficio de la Junta de Defensa, encareciendo que antes del día 12, se remita al tesorero Luis Riquelme, la cantidad inicial que piense aportar el ayuntamiento para la construcción de refugios para los ataques aéreos, cuya resolución se aplaza para la próxima sesión para poder aclarar si se trata de petición distinta al acuerdo tomado en la pasada sesión de poner a disposición de la Junta de Defensa el Saldo existente en los fondos de la décima.

En los pagos efectuados en enero de 1937, aparecen los primeros apuntes que certifican el inicio de las obras dirigidas por el Maestro Román Sánchez en los refugios antiaéreos del túnel de San Francisco, de la Plaza de Ramón Sijé, de la Plaza del Carmen y de las Eras de San Sebastián; os dejo algunos:

7 de enero de 1937. A continuación se aprueban las siguientes cuentas: Al maestro de obras Román Sánchez, para pago de jornales en el refugio antiaéreo del túnel de San Francisco, 104,75 ptas.

Por el pago de jornales en el refugio antiaéreo de la Plaza de Ramón Sijé 2.182,75 ptas. Para pago de jornales en el refugio antiaéreo de la Plaza del Carmen, 533,50 ptas. 

14 de enero de 1937: Al maestro de obras Román Sánchez para pago de jornales en el refugio antiaéreo del túnel de San Francisco, 714 ptas. 

Para pago de jornales en el refugio antiaéreo de la Plaza de la Pía, 2.331,24 ptas.

Para pago de jornales en el refugio del Carmen, 5,45 ptas.

4 de febrero de 1937: A Manuel Mengual por dos cargas de agua para el refugio de San Sebastián, 4,50 ptas.

En marzo de 1937 se paralizaron los trabajos y el citado tesorero, Luis Riquelme, preguntó al Consistorio si pensaban dejar el asunto a medias.  

9 de marzo de 1937: El compañero Riquelme pregunta si se van a continuar las obras de los refugios de la población contra posibles ataques aéreos, contestándole la presidencia que ya es misión de la comisión correspondiente hasta tanto no tenga solución.

Cartelería de la Guerra Civil.

La Presidencia lo dejó en manos de una comisión municipal. Lo cierto es que, durante el mes de abril, el Comité de Transportes destinó varios camiones para retirar los materiales generados en las excavaciones. 

El transporte de la tierra y los escombros extraídos de las excavaciones se mantuvo hasta que el socialista José Torres anunció al consistorio que los vehículos empleados no podían continuar haciendo el trabajo gratuitamente.

El compañero Torres dice que, los camiones que tenía destinados el Comité de Transportes para retirar la ruina de los refugios, no podrán continuar haciéndolo gratuitamente más que hasta fin de semana, acordándose a indicación de la Presidencia agradecer esta desinteresada colaboración.

Efectivamente no quedaron registrados los gastos de combustible para los camiones; pero sí el pago de los jornales.

29 de abril de 1937. A continuación se aprueban las siguientes cuentas: Al maestro de obras Román Sánchez para pago de jornales de llevar ruinas de los refugios de bombardeo, para llenar el grupo escolar de mediodía. 421,65 ptas.

Parte de esas ruinas se utilizaron para rellenar el flamante Grupo Escolar del Sector de Mediodía construido en un huerto; el que luego sería «Colegio Andrés Manjón».

Si queréis saber más sobre su construcción pinchad sobre su fotografía.

Colegio Andrés Manjón. Colección Javier Sánchez Portas.

El 8 de Julio se daba cuenta de un nuevo decreto del Ministerio, declarando obligatoria la organización de la defensa pasiva contra aeronaves mediante la creación de comités provinciales y locales.

Además de los jornaleros de la Décima y de algunos voluntarios, en las excavaciones participaron obreros forzosos seleccionados de entre los presos y otros elementos sospechosos de desafección. 

GOBIERNO CIVIL de la Provincia de Alicante. En contestación a su oficio, fecha 4 del actual, número 952, con esta fecha, se ordena al Jefe de la cárcel de esa ciudad, ponga a disposición de esa Presidencia para ser dedicados a trabajos de construcción de refugios los siguientes detenidos: Federico Izquierdo Sánchez, Manuel Lidón Cecilia, Carlos Riquelme Ortega, Juan Manuel Seijas y Severo Yturburo Guinea. Alicante, 5 de Julio de 1938. EL GOBERNADOR.

Archivo Municipal de Orihuela.

Desechado el de la Plaza del Carmen por su proximidad al río, en abril de 1938, el Comité de Defensa Pasiva, acordó construir un nuevo refugio horadando la sierra que tendría entrada por una casa de la calle de Santa Justa propiedad del Consejo, en la que estaba instalada la Inspección de Policía. 

El refugio era una cueva horadada en el subsuelo del Barrio de Triana, con un acceso cercano a la antigua cárcel, frente a la portada norte de Santa Justa.

Entrada trasera al refugio en el Barrio de Triana. José María Pérez Basanta.

Gracias a una denuncia efectuada en 1939, sabemos que, finalizando la contienda, compartió dicha utilidad con la de almacén de abastos, teniendo que adoptar medidas de seguridad para hacer compatibles ambos usos sin poner en peligro los géneros allí depositados.

Refugio de Santa Justa o de Triana. Nick Moore.

23 de febrero de 1939: El Señor Soriano Jiménez, manifiesta que ha observado por las mañanas abierta la puerta del refugio de Santa Justa, creyéndolo peligroso por los géneros de abasto allí almacenados. 

Refugio de Santa Justa o de Triana. Nick Moore.

28 de febrero de 1939: El Señor Hernández pregunta a la presidencia el resultado de las gestiones sobre la denuncia hecha en la sesión anterior por el Sr. Soriano Jiménez, sobre la inseguridad en el almacén de abastos. 

El Señor Presidente contesta que inmediatamente tomó las medidas oportunas para asegurar los víveres almacenados. 

El Señor Soriano Jiménez confirma las medidas de la presidencia y dice que la escasa cantidad de géneros cuya falta se ha advertido, puede atribuirse a mermas normales, sin que haya motivos bastantes para sospechar alguna sustracción. 

El Señor Andreu manifiesta que como presidente de abastos ha inspeccionado el almacén de Santa Justa y ha acordado las medidas para hacer compatibles el uso del refugio allí establecido y la seguridad de los géneros almacenados.

Refugio de Santa Justa o de Triana. Nick Moore.

El de la Plaza de Ramón Sijé, nombrado a veces como de la Plaza de la Pía, también se conserva. Sus dos entradas siguen visibles, emplazadas frente a la Biblioteca Fernando de Loazes.

En Orihuela estas instalaciones defensivas no llegaron a ser necesarias, pero las bombas cayeron muy cerca. 

El 25 de agosto de 1938, la vecina Torrevieja, sufrió un terrible bombardeo a cargo de la aviación italiana.  El Consejo oriolano, envió un telegrama de condolencia «por el criminal bombardeo realizado por la aviación extranjera contra aquella población civil». 

Nuestra Lucha. Portavoz de la Unidad Obrera. 26 de agosto 1938: A las once horas, cinco trimotores extranjeros bombardearon la población civil de Torrevieja (Alicante), lanzando en el centro explosivos de gran potencia, los cuales destruyeron dieciocho edificios. Hasta el momento han sido recogidos catorce muertos y cincuenta heridos.

Refugio de Santa Justa o de Triana. Nick Moore.

En febrero de 1940, terminada la contienda, los vecinos de la Plaza de la Pía solicitaron la demolición del refugio instalado en dicha plaza, por haberse convertido en un obstáculo para el tránsito. 

17 de febrero de 1940: Escrito del director de la Caja de Monserrate y los vecinos de la Plaza de la Pía, solicitando la demolición del refugio. Se pasa a la Junta Local de Defensa Pasiva de acuerdo con lo solicitado por entender que no reúne las debidas condiciones y constituye un obstáculo para el tránsito.

En abril llegó la autorización de la Junta Provincial de Defensa Pasiva para retirar la cubierta que sobresalía de la superficie de la calle y se acordó su eliminación definitiva.

6 de abril de 1940: Enterada la comisión de la autorización otorgada por la Junta Provincial de Defensa Pasiva contra aeronaves, para retirar la cubierta que sobresale de la superficie de la calle en el refugio de la plaza de la Pía, se acuerda proceder a su ejecución, autorizando a la Alcaldía para que gestione la forma en que los vecinos interesados deban contribuir a la obra

Refugio Plaza de la Pía. Colección Javier Sánchez Portas.
Plano del refugio Plaza de la Pía. Emilio Diz.

El último apunte que encontré sobre el tema es de mayo de ese mismo año, cuando las monjas de San Sebastián y de Jesús María pidieron la inmediata demolición de los refugios que quedaban entre sus dos conventos. 

4 de mayo de 1940: Con respecto a un escrito de las Monjas de San Sebastián, remitido a informe por el Gobernador Civil; y otro de las Monjas de Jesús María, solicitando ambas la demolición de refugios antiaéreos, se acuerda pasarlos a la Junta Local de Defensa Pasiva.

Plaza de San Sebastián. Colección Javier Sánchez Portas.

Antonio J. Mazón Albarracín. (Ajomalba)

Extracto de mi libro titulado: «La II República y la Guerra Civil en Orihuela, Vistas desde el Puente de Rusia».

Biografías: Francisco Díe Losada.

Francisco Díe Losada. Colección Antonio Luis Galiano Pérez.

Don «Paco Díe».

Nacido en Orihuela el 11 de abril de 1877. Hijo de Francisco Díe Pescetto, teniente coronel de Infantería, natural de Orihuela; y de Paula Losada Bofarull, nacida en Reus.

Bautizado en la Catedral con los nombres: Francisco de Asís, Esteban, Juan y León.

Esquela de su padre. 27 de noviembre de 1907.

Personaje clave en la política oriolana de los años 20 del siglo pasado como cabeza visible de un grupo de acaudalados ciudadanos que nombrados por la Dictadura de Primo de Rivera transformaron el aspecto de la ciudad tras años de dejadez municipal.

Muy lejos todavía de su etapa política, en diciembre de 1901, Francisco se casó con Enriqueta Pescetto y Román en la iglesia de Santiago. Era, por esas fechas, teniente de Artillería. Continuó su carrera militar, que abandonó con el grado de comandante.

Juez de Aguas y Caballero Cubierto, el 31 de marzo de 1925 fue nombrado concejal accediendo a la Alcaldía de Orihuela el 6 de mayo de 1926.

Por encima de opciones políticas fue un alcalde eficaz. Acometió con entusiasmo obras tan necesarias como la construcción de la lonja de contratación, un nuevo puente sobre el Segura y un cuartel para depósito de sementales.

Junio de 1928. Acto oficial de entrega al Estado del Cuartel de Sementales. Colección Javier Sánchez Portas.

En este breve periodo se urbanizó Capuchinos y la calle Unión Agrícola; se hermoseó la Glorieta dotándola además de su ya tradicional templete; también las Plazas Nueva y de Monserrate con los románticos jardines que aún conservan. Su legado fue el proyecto de construcción de las Escuelas Graduadas.

El 4 de febrero de 1930, tras la renuncia del General Primo de Rivera, presentó su dimisión irrevocable como alcalde y concejal; y se acordó dar su nombre a una calle de nueva creación próxima a la Glorieta.

El alcalde entrante, Antonio Balaguer, decidió modificar el acuerdo municipal y hacerlo con la de Santiago, pero la II República dejó todo en suspenso.

Propietario de extensas fincas fue Juez de Aguas; colaboró con Luis Almarcha en la creación de la Federación de Sindicatos Agrícola-Católicos, de los que fue presidente. Hombre de misa diaria, también presidió la cofradía de la Virgen de Monserrate.

Francisco Díe, a la derecha de Alfonso XIII.

Al estallar la guerra y con la esperanza de evitar el saqueo, trasladó la imagen con su corona de oro y piedras preciosas a la iglesia de Santiago, encargando además a su sobrina Ascensión Germán Pescetto que escondiera las valiosas joyas de la patrona.

Detenido y confinado en el colegio de Jesús María, acabó sus días en manos de un desaprensivo tristemente famoso por sus violentos desmanes en la segunda mitad de 1936.

Colección Javier Sánchez Portas.

La madrugada del 25 de agosto, unos pistoleros le llevaron junto al jefe de Correos y fueron cruelmente asesinados en la carretera de Bigastro a Torrevieja.

Los hechos no quedaron del todo aclarados; pero parece ser que «el Cascarón», domiciliado en el «Pocico de Santiago» y vecino de don Francisco, fue el encargado de ejecutarlo con tres tiros en el pecho, utilizando para ello la pistola que le había confiscado días atrás.

Con Aurelio emplearon un disparo de escopeta a bocajarro y, según las declaraciones de los testigos que acudieron a recoger los cadáveres, «Pincelito» y «Cascarón», acompañados por el hijo de un arrendador despedido por Francisco Díe, permanecieron en el lugar de los hechos, posando orgullosos de su «hazaña» hasta que se llevaron los cuerpos.

Monumento en recuerdo de Francisco Díe, Cementerio de Bigastro. Ajomalba.

En mi opinión, este famoso «paseo» tuvo más connotaciones personales que políticas. Leyendo los testimonios de Ramón Pérez y Antonio Pujazón, anarquistas y miembros del Comité de Enlace, el primero citaba a Paco Díe como gran alcalde, y el segundo calificó su muerte de abominable asesinato y repugnante crimen que propició la disolución del Comité de Enlace y ensombreció la causa republicana en Orihuela.

Monumento en recuerdo de Francisco Díe, Cementerio de Bigastro. Ajomalba.

En el lugar en el que fueron asesinados levantaron dos monolitos en su recuerdo. Remodelada la carretera, permanecen en el cementerio de Bigastro.

Monumento en recuerdo de Aurelio Alonso. Cementerio de Bigastro. Ajomalba.

El mismo Pincelito fue autor de los dos tiros que destrozaron la imagen de su amada virgen; que fue quemada perdiéndose para siempre la valiosa corona.

Mejor suerte corrieron el resto de las joyas. Trasladadas discretamente en seis capazos por su sobrina,  con ayuda de otras dos mujeres, durmieron enterradas bajo un montón de estiércol en la cuadra de una casa situada en la carretera de Arneva. Acabada la guerra entregaron las alhajas al cura de Monserrate.

Archivo Loles Botella.

El 15 de octubre de 1940 se acordó titular «calle de Francisco Díe» al sector de la calle de Santiago donde tenía su residencia, en el número 40. El tramo comprendido entre la plaza del mismo y la calle del marqués de Arneva.

Transcribo literalmente el acuerdo municipal: 

«Con el fin de testimoniar el reconocimiento que Orihuela debía al libertador de España de las garras del marxismo, al iniciador del glorioso alzamiento y en el resto de los designados al elemento civil a Falange, a los tradicionalistas y a los militares que dieron sus vidas por Dios y por España».

Fotografía Ajomalba.

Antonio José Mazón Albarracín (Ajomalba).

La odisea del S.S. Stanbrook

Stanbrook, navío de 1.382 toneladas brutas, con una eslora de 230 pies (70,1 m.) y una manga de 54 pies (16,45 m).

La odisea del S.S. Stanbrook

La ruptura de negociaciones con Burgos del día 25 había eliminado cualquier esperanza de rendición honrosa; todo estaba perdido.

En sus memorias tituladas «De mi vida: Hombres y libros», José Martínez Arenas contó su último encuentro con Isidoro Sánchez Mora, alcalde de Orihuela:

Dos o tres días antes (del 28 de marzo) había comenzado el éxodo de los dirigentes que en Alicante embarcaron para Orán.

El alcalde socialista de los años 37 y 38 me buscó para despedirse y encargarme que no abandonara a su familia.

Yo le di todas las monedas de plata de que disponía, que había guardado para hacer frente a los primeros días de la Liberación.

Así quise manifestarle mi gratitud por la protección que me había dispensado durante su mando.

El mismo día 28 de marzo, a las tres de la tarde los últimos directivos y responsables abandonaron la ciudad para buscar refugio en el extranjero.

«De mi vida: Hombres y libros». José Martínez Arenas

En aquella huida desesperada, Isidoro y algunos compañeros de la política oriolana se dirigieron a Alicante, en cuyo puerto sólo hallaron dos naves.

El Marítima, que partió apresurado con treinta altos cargos republicanos, y el Stanbrook, un viejo y reducido mercante inglés bajo el mando del capitán Archibald Dickson, que permanecía amarrado desde el día de San José.

El día 27 de marzo de 1939 alcanzaron el puerto de Alicante un millar de refugiados en busca de la flota que les iba a sacar de España y las autoridades portuarias pidieron a Dickson que los llevase a Orán.

El Stanbrook en el puerto de Alicante

Lo habían intentado con todos los capitanes de los mercantes que llegaban a puerto.

Algunos se negaron, otros aceptaron pasajeros a cambio de joyas, monedas de plata, azafrán, etc. (el dinero de la República ya no valía nada).

Dickson aceptó, y aquella noche comenzó a admitir pasajeros de manera ordenada, con la preceptiva revisión de sus pasaportes por parte de los funcionarios de aduanas, requisito indispensable para desembarcar en Argelia.

El capitán Archibald Dickson

Los frentes estaban rotos y la guerra perdida. Miles de republicanos huían sin saber hacia donde, cuando el rumor de que en Alicante estaba preparada la evacuación canalizó hacia allí las hileras de fugitivos que, con todas sus pertenencias a cuestas, huían del acoso franquista.

El día 27 los accesos a la ciudad registraron un incesante goteo de personas aterrorizadas que aún confiaban en sus dirigentes y en la promesa de ayuda de las naciones democráticas.

El goteo se transformó en reguero y éste en inundación.

Los más privilegiados abarrotaban vehículos que iban quedando abandonados en las cunetas junto a los enseres más pesados arrojados por sus propietarios.

El día 28, cerca de 20.000 derrotados procedentes de todas las provincias ocuparon el puerto.

El Stanbrook en el puerto de Alicante

Pronto los funcionarios de aduanas se unieron a la huida y nadie se ocupó ya del control de la pasarela.

Sin criterio selectivo; políticos, militares españoles, voluntarios de varias nacionalidades, sindicalistas, maestros, mujeres y niños fueron subiendo a bordo, hasta que no quedo el más mínimo espacio libre.

Entre el grupo de privilegiados que consiguieron embarcar estaba Diego Pujazón, pero no su hermano Antonio.

Para su desgracia, el sentido del deber le había empujado a rechazar el plan de huida que le habían ofrecido pocos días antes en Orihuela, regresando a su puesto en Valencia.

Cuan­do comprendió que todo estaba perdido e intentó llegar a Alicante fue demasiado tarde.

El Stambroock zarpó el 28 de marzo a las 11 de la noche y él, como tantos otros, se quedó en el puerto esperando a las tropas de Franco.

Entre los afortunados que consiguieron subir a bordo del Stanbroock, estaba el grupo de políticos procedentes de Orihuela.

Tropas italianas de la División Littorio cercando el puerto de Alicante.

Alicante se había convertido en una ratonera y todos los que no pudieron embarcar se deshicieron de sus armas y fueron detenidos por la División Littorio, tropas italianas que mandaba el general Gambara. 

La desesperación llevó a algunos a arrojarse al mar o a pegarse un tiro.

Despojados de todas sus pertenencias, unos fueron trasladados a la Plaza de Toros, otros al Castillo de Santa Barbara, y la mayoría a un siniestro campo de concentración improvisado que recibió el nombre de «Los Almendros».

Campo de concentración «Los Almendros».

Manteniendo el equilibrio a duras penas, el abarrotado carguero llegó a Orán veinte horas después.

El Stambroock quedó anclado en la bahía sin posibilidad de atracar. 

Al amanecer, Dickson comprobó que otros barcos con refugiados permanecían en el puerto.

Alicante. Entrada de tropas «nacionales».

Carta del capitán

Archibald Dickson (Cardiff, Gales, 1892 – Mar del Norte, 1939). Capitán del Stanbrook, barco carbonero construido en 1909 y remozado en 1937.

SS Stanbrook. En Orán, 2-3/4/39.

He sido capitán de barcos que han comerciado con la España Republicana durante los últimos 12 meses y mis dos últimas visitas han sido como Capitán del Stanbrook, un pequeño navío de 1.382 toneladas brutas, con una eslora de 230 pies (70,1 metros) y una manga de 54 pies (16,45 metros).

Su velocidad es de alrededor de 11 nudos. Es esencialmente un navío de carga y sólo dispone de alojamiento para su tripulación, compuesta por 24 personas.

El pasado 17 de marzo recibí instrucciones de mis armadores para proceder en lastre hasta Alicante y, después de dejar Marsella, el viaje transcurrió sin incidentes, exceptuando un pequeño problema para evitar a un destructor de Franco que nos dio instrucciones de no entrar en Alicante.

No obstante, con la ayuda de un aguacero y un poco de mal tiempo, lo eludimos y llegamos sobre las 6 de la tarde del pasado 19 de marzo, amarrándonos al muelle del puerto.

Me dirigí a tierra para recibir instrucciones pero, debido a la situación generalizada de trastorno en los negocios, no pude recibir instrucción alguna sobre la carga o cualquier otra cosa, continuando así hasta el 24 de marzo.

El 25 intenté otra vez, sin éxito, conseguir información sobre mi cargamento.

El 26 viajé a Madrid y los funcionarios me informaron de que la carga estaba en camiones que iban de camino. Regresé a mi nave donde recibí un telegrama de mis armadores informándome que a menos de que hubiese perspectivas de embarcar el cargamento, procediese a zarpar inmediatamente.

Al día siguiente llegó alguna carga de tabaco, naranjas y azafrán que fue depositada en el muelle.

Sobre esa misma hora, alrededor de un millar de refugiados de todas las provincias de la España Republicana llegaron al edificio de Aduanas en diversas formas de transporte.

Las autoridades portuarias me solicitaron subirlos a bordo y llevarlos a Orán en vista de su situación desesperada, asegurándome que sus pasaportes estaban en orden y que podrían desembarcar en Argelia sin ninguna dificultad.

Entre ellos había muchas mujeres y niños de todas las edades; incluso criaturas en brazos.

El Stanbrook en el puerto de Orán.

Debido a su gran número, me encontré en un dilema: mis instrucciones eran no tomar refugiados a menos de que estuviesen realmente necesitados, no obstante, después de ver la condición en que se hallaban decidí, desde un punto de vista humanitario, aceptarlos a bordo ya que pronto desembarcarían en Orán.

Entre ellos había gente de todas clases. Algunos aparentaban ser extremadamente pobres, parecían consumidos por el hambre y estaban mal vestidos con una variedad de atuendos que iban desde monos, desgastados restos de uniformes, incluso mantas y otros peculiares trozos de tela.

Había también algunas personas de buena apariencia y asumí que eran mujeres y parientes de funcionarios.

Algunos parecían llevar consigo todas sus posesiones terrenales cargadas en bolsas de todas las descripciones, algunas atadas en grandes pañuelos, y unos pocos en maletas.

Al poco tiempo comenzaron a subir a bordo de manera ordenada y sus pasaportes eran inspeccionados por los funcionarios de Aduanas. Eran las nueve de la noche y por lo tanto estaba bastante oscuro.

Después de que, entre 800 y 900 refugiados hubiesen subido, por alguna razón, los guardias y funcionarios de Aduanas del muelle perdieron el control de la pasarela, de tal forma que quedó atascada con una masa forcejeante de personas, que incluía a algunos de los guardias y funcionarios que habían decidido unirse al tropel de refugiados, tirando sus armas y equipo para formar parte de la estampida que pretendía subir a bordo.

Viendo esta súbita avalancha de gente estuve a punto de dejar caer la pasarela y alejar mi nave del muelle, pero dándome cuenta de que si hacía esto por lo menos un centenar de personas caerían al agua, por humanidad, decidí dejarlos subir a bordo, ya que sólo sería cuestión de 20 horas, hasta llegar a Orán donde podrían desembarcar.

El número de refugiados embarcados hacía prácticamente imposible que nadie pudiese moverse en la cubierta y, a pesar de mis llamamientos, no pude conseguir que bajasen a las bodegas, cuyas escotillas se habían abierto para introducir el cargamento.

Más tarde unos pocos bajaron dejando sitio, pero su lugar era ocupado inmediatamente por más gente que subía a bordo.

Sobre las diez y media de la noche, los últimos refugiados estaban a bordo y yo abandoné toda esperanza de subir cualquier cargamento.

Estimo que en ese momento había en el barco alrededor de 2.000 personas y posteriormente determiné que eran 1.835 en total.

Cuando todos se hallaron a bordo era prácticamente imposible dar una descripción adecuada de la escena que mi buque presentaba.

De hecho, en toda mi experiencia en la mar, que abarca 33 años, nunca había visto nada parecido y espero no volver a verlo nunca más.

Aparentemente las últimas prisas por subir a bordo fueron causadas por un rumor de que el lugar iba a ser bombardeado en un gran ataque aéreo.

Como pude, conseguí mantener a los refugiados fuera del puente de mando y di órdenes para que soltasen amarras y afirmasen la pasarela al costado del barco, ya que no podía colocarla dentro.

Stanbrook. Republicanos españoles desembarcando en el puerto de Orán, 30 de marzo de 1939. Fundación Pablo Iglesias.

Maniobré mi navío comenzando el viaje a Orán y cuando apenas habíamos salido del puerto el rumor resultó ser verdadero y se inició un terrorífico bombardeo sobre la ciudad y el puerto.

El flash de las explosiones se podía apreciar visiblemente y la conmoción de los proyectiles explotando se podía casi sentir.

De todas formas, proseguimos nuestro viaje y durante la noche algunos de los refugiados bajaron a las bodegas para dormir, pero cientos permanecieron en cubierta y tuvieron que permanecer en pie toda la noche ya que no había sitio para tumbarse.

Otros se acurrucaron alrededor de la base de la chimenea buscando calor. La noche era clara pero fría y pienso que el sufrimiento de estas personas de pie en la cubierta toda la noche debió de ser muy malo.

El salón estaba lleno de refugiados que permanecían tumbados en el suelo y sobre la mesa. Les había dado permiso para aliviar la congestión en cubierta y también había dejado mi camarote a las personas más débiles, como así lo hicieron algunos de mis oficiales.

Alrededor de la medianoche conseguí dormir unas pocas horas y con la primera luz del día, descubrí que muchos refugiados habían vuelto a cubierta.

Seguíamos teniendo gran dificultad para mantener la quilla equilibrada; en cuanto se avistaba un barco, gran número de personas se precipitaba forcejeando ya fuese a babor o a estribor, con el resultado de que nuestro navío se escoraba de un lado o del otro.

El resto del día transcurrió sin incidentes, llegando a Orán alrededor de las diez de la noche, veinte horas después de dejar Alicante.

Fondeamos en la bahía externa y al no tener autorización, tuvimos que quedarnos fuera del puerto y pasar otra noche en malas condiciones.

Al día siguiente aprecié otros barcos españoles en el puerto con refugiados a bordo, pero no atestados como estábamos nosotros.

Conseguí subir a una barca de motor y me dirigí a tierra para telefonear a mis agentes y para conseguir el permiso para desembarcar a los refugiados, ya que consideraba imperativo que abandonasen el navío pues los servicios sanitarios eran totalmente inadecuados y temía que se desatase una enfermedad.

Sólo se me dio permiso para entrar en el puerto, pero no para bajar a los refugiados. Entendí que las autoridades no tenían sitio donde alojarlos y regresé a mi nave, poniéndola al lado del muelle.

Aparentemente parecían pensar que cada barco era de Franco y venía a interceptarlos; y como un gran número de refugiados portaba armas, yo me alarmé pensando lo que podía ocurrir.

Muchos de los refugiados expresaron su voluntad de vender caras sus vidas, pero afortunadamente no avistamos ningún navío hostil.

En cuanto a suministros, yo sólo pude ofrecer a algunos de los refugiados más débiles, un poco de café y algo de comida.

Durante el curso del día me informaron de algunos casos de enfermedad, principalmente desmayos causados por el hacinamiento que era imposible paliar.

De hecho, me asombra que no se produjese alguna. Todos pasaron una noche más de incomodidad extrema.

Un día después regresé a tierra y conseguí un arreglo para que prácticamente todas las mujeres y niños desembarcasen y fuesen alojados en un campamento.

En este momento el barco sigue abarrotado con refugiados que atestan los costados del navío mientras truecan dinero y posesiones con personas en barcas de remos por un poco de comida o cigarrillos.

Muchos no han podido lavarse desde que subieron a bordo, y algunos desde mucho antes.

Sinceramente suyo, A. Dickson. Capitán SS Stanbrook.

El Stanbrook en el puerto de Orán.

Políticos oriolanos embarcados en el Stanbrook.

Según reza en los Archivos Franceses de Ultramar, en aquel viaje transportó a 2.638 personas.

He extraído a los oriolanos conocidos de la «Liste des refugies espagnols embarqués á Alicante sur le S/S anglais STAMBROOK».

N´ordre. Prénoms & Noms. Age. Profesión. (Nº de Orden, nombre, apellidos, edad, empleo).

366. Pascual Hernández Ortiz. 50. Employe.

468. Diego Pujazón Samos. 41. Cheminot.

1911. Pascual Soriano Hellín. 46. Etudiant.

1917. Isidoro Sánchez Mora. 41. Typographe.

1928. Amado Granell Mesado. 28. Employe.

1930. José Alonso Egío. 43. Charpentier.

1946. Cruz Andreu Rubio. 49. Comis de postes.

2032. Alberto Balaguer Tuso. 51. Postier.

2058. José Escudero Bernicola. 55. Gouverneur civil.

2073. Amado Granell Mesado. 40. Commandant.

Amado Granell con el uniforme del Ejército Popular de la República. Enlace a su biografía pinchando sobre la fotografía.

Amado Granell Mesado, que por aquellas fechas era comandante de la 49 División del Ejército Popular de la República, consiguió embarcar llevando consigo su fusil ametrallador.

Además, quedó registrado por dos veces; como militar y como empleado. No sabemos quién viajó con el «segundo billete».

Archibald Dickson.

Archibald Dickson (Cardiff, Gales, 1892 – Mar del Norte, 1939). Capitán del Stanbrook, barco carbonero construido en 1909 y remozado en 1937.

Después de realizar esta gesta, Archibald Dickson siguió prestando servicio en la marina mercante británica hasta que fue torpedeado en el Mar del Norte por el submarino alemán U57, al mando del comandante Claus Korth.

El Stanbrook se partió en dos y se hundió llevándose consigo las vidas de sus 20/ 21 tripulantes, incluida la del capitán Dickson.

En marzo de 2009, la Comisión Cívica de Alicante para la recuperación de la Memoria Histórica invitó a los dos hijos del capitán Dickson, Arnold y Dorothea, al homenaje organizado en su memoria con motivo del 70 aniversario de su gesta.

Una jornada muy emotiva en la que más de un millar de personas, entre ellas pasajeros supervivientes y sus descendientes, agradecieron, a sus hijos, la acción humanitaria de Dickson.

En 2018, dicha Comisión inauguró un busto de Archibald en Alicante.

Antonio José Mazón Albarracín. (Ajomalba)

Más información en mi libro: «La II República y la Guerra Civil en Orihuela, Vistas desde el Puente de Rusia».