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Callejeando 24. La Plaza de la Merced y los Soleres.

Mercado de castañas en la Navidad de 1920. Antigua plazuela de la Merced, hoy del Doctor Jaime Sánchez. Clisé de Pablo Correau Cama. Colección Esteban Sanmartín.

La Plaza de La Merced y los Soleres.

Retomamos nuestro paseo en la antigua plaza de la Merced repasando, como es mi costumbre, lo que de ella, y de su prolongación natural, la calle de los Soler o Soleres, cuenta don Ernesto Gisbert en su Historia de Orihuela. En el apartado de plazas y plazuelas del Casco:

Soleres. Son dos pequeñas plazuelas que existen entre la calle así denominada y la de Santa Lucía. Constituirían una sola y de relativa importancia si no se hubiese edificado en su centro un horno.

De la Merced. También son dos unidas por un pequeño tránsito junto a la antigua torre de Navalflor. D. José de Montesinos dice que la de L., en la que está la puerta principal del templo se llamó del Mercado y que la otra, o sea la más occidental, formaba parte de la calle de Santa Lucía. En Enero de 1862 y a costa del conde de Luna, fue arreglada la primera, proveyéndosela entonces de dos escalones de piedra que dan acceso a la misma y del arbolado que tuvo y que hoy ha desaparecido.

En el apartado de calles:

De Soleres. Se encuentra al oriente de la Mayor y guarda paralelismo con la de Santa Lucía. Le da título una noble familia que, con repetición suma ha sido citada en nuestras memorias.

Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XVII.

La de la Merced es calle muy antigua. Un acceso al casco desde el Vallet a través de un portillo en la muralla. Estrecha en algunos tramos por culpa de los mercedarios, instalados en unas casas que les cedió Pere Roca intramuros, junto a la torre de Navalflor.

José María Pérez Basanta.

José Ojeda documenta como, a finales del XVII, la ciudad permitió que se apropiasen de parte de ella hasta el punto que ni procesiones ni entierros podían pasar. Si os interesa la historia de los mercedarios, podéis acceder a un artículo monográfico pinchando en la siguiente imagen.

Pinchad aquí para acceder al artículo.

Es bastante lógico que Soleres y la Merced fuesen en un principio una sola calle, dividida posteriormente en dos tramos. El más próximo a los mercedarios se quedó con el nombre del convento e iglesia. El otro, donde se hallaba la casa de la familia Soler, recibió su apellido. Ahora, en el callejero municipal, vuelve a ser una sola; la de Soleres, que une la Plazuela de la Soledad con la calle Ballesteros Villanueva.

Foto Ajomalba
Archivo Municipal de Orihuela.

La pequeña plazuela donde está la puerta del Museo de Semana Santa ha conservado su nombre en el moderno callejero: Plaza de la Merced. El título «del Mercado», que le otorga Montesinos, está por documentar.

En su día estuvo arbolada y a nivel del suelo. Reformada y elevada en 1862 por cuenta del Conde de Luna, le añadieron dos escalones para alejarla de la humedad del Vallet. Dicho museo está construido en el solar de la iglesia mercedaria; de la que sólo nos queda una portada horriblemente recompuesta tras el derribo.

Plaza de la Merced y calle de Soleres.
Plaza de la Merced y calle de Soleres. Colección Javier Sánchez Portas.
Plaza del Doctor Jaime Sánchez. Archivo Mariano Pedrera

La otra, más amplia, homenajea al doctor Jaime Sánchez Ballesta, famoso médico oriolano que perteneció a la primera promoción de pediatras de España, hermano del maestro de obras Ignacio Sánchez Ballesta.

Jaime Sánchez Ballesta. Gentileza de su nieta Marieli Zerón Sánchez.

Jaime se ganó el sobrenombre de «médico de los pobres»  por su atención a niños sin recursos.  Cuentan como, escaso de medios, era capaz de construir una incubadora usando una simple caja de cartón, algodones y unas botellas de agua caliente. En los años ochenta del siglo pasado el Ayuntamiento oriolano decidió dedicarle la que siempre había sido plaza de la Merced.

Archivo Municipal de Orihuela.
Foto Ajomalba
Archivo Municipal de Orihuela.

En casi todos los repartos, los vecinos de Soleres aparecen revueltos con los de la Merced o Santa Lucía.  La calle de Soler sólo me aparece una vez,  en el primer cuarto del siglo XVIII, junto a la traviesa de Tolmos, calleja desaparecida que unía la plaza de la Pía con la de la Soledad. Hablamos de ella hace dos entregas.

Archivo Municipal de Orihuela.

Volviendo a lo comentado por Gisbert, es cierto que el apellido Soler forma parte de nuestra historia y podría merecer una calle. Pero como ya hemos explicado varias veces, hasta finales del XIX las calles no se otorgaban por méritos; adoptaban el nombre de sus moradores más famosos o respetados.

Entre los siglos XVI y XVII, los Soler vivían cerca de la Merced. Pepe Ojeda la sitúa en la esquina con el callejón transversal que iba a la muralla y el torreón, es decir a los restos que se conservan en la trasera del hotel Tudemir. Ese callejón coincide con el actual Pasaje de Semana Santa.

Plano confección propia.
Foto Ajomalba

Por mi parte, repasados el XVIII y XIX, como ya he dicho, la única vez que me aparece separada la calle de Soler es en un reparto muy completo y detallado de 1718. Y el primer vecino reseñado es Juan Soler. En el resto no se molestaron en citar la calle.

Sin embargo, sí la mencionaban en protocolos notariales. Así pues, era cuestión de localizar al tal Juan Soler que vivía por ahí en ese año. Y trabajando protocolos tuve suerte.

A través de pleitos familiares descubrí a Jaime Soler de Vilanova, canónigo de la Santa Iglesia Catedral y juez delegado de la Santa Cruzada. Repasando su herencia, localicé la casa en la que murió después de habitarla más de treinta años. Y estaba en esta calle. Además, Juan era su hermano.

Archivo Histórico de Orihuela.

Como ya he dicho alguna vez, los religiosos estaban exentos de pago y no figuraban en los repartos. En la donación de sus bienes -redactada en 1734- aparece una casa de habitación y morada en la calle llamada de los Soleres, Parroquia de San Salvador.

Archivo Histórico de Orihuela.

Que «alinda» por Levante casa de Manuel Pando; a Poniente con Plazuela de Nuestra Señora de la Soledad; por Mediodía con casa del Mayorazgo que poseé  D. Juan Roca y Rocamora, Acequia de Almoradí por medio; y por Tramontana con casa de la herencia del Doctoral D. Pascual Ruiz de Villafranca, canónigo doctoral, con dicha calle de los Soleres enmedio.

Esta donación deja clara una disputa judicial entre los hermanos Jaime y Juan Soler por la propiedad de la casa. El canónigo había decidió dejar todas sus propiedades a su querida sobrina -Joaquina Soler- hija de Juan.  La representaba su marido, el extremeño Juan de Castañeda, capitán de Caballería del Regimiento Alcántara.

Juan Soler de Vilanova, como primogénito, alegó que esa casa no podía donarla, pues pertenecía a la herencia de Jaime Soler, su padre según testamento de 1698.

Firma original de los hermanos Jaime y Juan Soler. Archivo Histórico de Orihuela.

Jaime le recordó que el edificio heredado era antiguo y estaba arruinado. Que lo había reedificado y obrado varias veces para mejorarlo; y siempre a expensas de sus propios caudales. Habían vivido todos juntos en la casa y comido en la misma mesa durante años. Pero en los pleitos salieron los trapos sucios: que yo te he mantenido, que yo pagué el entierro de la madre, etc.

Hizo testamento y murió en 1725. Un año después, para evitar «grandísimos disgustos y enemistades entre personas tan propias» Joaquina, representada por su marido,  firmó una concordia con su padre y su hermano, de nombre también Jaime.

Archivo Histórico de Orihuela.

En dicha concordia añaden que es casa de habitación con cochera accesoria.

Parroquia de San Salvador, en la calle llamada de los Soleres. Lindes por Levante con casa de Manuel Pando de los Cobos; por Poniente con la Plazuela de Nuestra Señora de la Soledad; por Mediodía con casa del presbítero Juan Roca y Rocamora, Acequia Vieja de Almoradí de por medio ; y por Tramontana con casa de la herencia de Pascual Ruiz de Villafranca, canónigo doctoral, dicha calle de Soleres de por medio.

Archivo Histórico de Orihuela.

En ambas descripciones, la última casa citada es el desaparecido Palacio de Villafranca o «del Inquisidor». Con estos datos tenemos la certeza de que los hermanos Soler vivían en la esquina de la calle con la plazuela de la Soledad. Que la casa fue reedificada a principios del XVIII. Y que su padre ya poseía la propiedad en el XVII.

Plano confección propia.
Foto Ajomalba

No he encontrado otra titulación. Salvo en el plano de la nueva Catedral de mediados del XVIII.  Ahí aparece como Plazuela del Deán.  Seguramente, por esas fechas vivía en la zona el Deán del Cabildo.

Archivo Catedral Orihuela.
Josè María Pérez Basanta.

En cuanto a que las plazuelas están divididas por la construcción del horno, dicha división tuvo que efectuarse en fecha remota. En protocolos del siglo  XVII ya aparece una casa edificada en el solar del horno del Obispo.

Coque Celdrán.

Esta modesta calle conserva tres casas interesantes: la de Indalecio Casinello, la de los Roca de Togores y la de La Linde.

La primera, completamente restaurada y de propiedad municipal, es la sede de la «Casa de la Juventud». 

En 1928 acogió «El Centro de Caballeros de Nuestra Señora de Monserrate y San Francisco de Borja», un establecimiento de orientación católico-conservadora dirigido por el jesuita Pedro Isla que incluía una escuela de oficios y una buena biblioteca. 

Foto Ajomalba

El pueblo. 14 de mayo 1928: Ayer fue abierto con gran concurrencia de socios el Centro de Caballeros de Ntra. Sra. de Monserrate, llamando la atención de todos, la espléndida instalación del mismo.

El pueblo. 21 de mayo 1928: Congregación y Centro de Caballeros de Nuestra Señora de Monserrate y de San Francisco de Borja. FIESTA RELIGIOSA. En cumplimiento de su Reglamento, la Congregación dedicó a su Excelsa Patrona Ntra. Sra. de Monserrate una solemne función religiosa en el día de ayer. A las ocho y media de la mañana, Misa solemne y Comunión General de los Sres. Congregantes en el Santuario de la Patrona. Estuvieron representadas todas las Autoridades Corporaciones y Congregaciones locales.

INAUGURACIÓN OFICIAL DEL CENTRO A las 6 de la tarde, estando congrega: dos todos los socios e invitados al acto entre los que figuraban las Autoridades locales y provinciales hizo su entrada en el local social el Excmo. Sr. Dr. D. Francisco Javier Irastorza, Obispo de la Diócesis el cual revestido de Pontifical procedió a la Bendición del amplio local. Terminado tan solemne acto, hizo uso de la palabra el digno Presidente de este Centro D. Sebastián Penalva, dando como inaugurado el local.

A continuación habló el Rvdo. P. Isla que como Director de la Congregación y Centro de Caballeros de Ntra. Sra. de Monserrate y S. Francisco de Borja; expuso los fines a seguir, por esta Institución, entre los cuales figura la formación de hombres que instruidos en las máximas de la religión colaboren por al engrandecimiento social y cristiano de nuestra gloriosa Patria.

Después habló elocuentísimamente nuestro amado Prelado que alabó la fundación del Centro el cual responde al pensamiento del Pontífice, que quiere el apostolado seglar en la Acción Católica. Expone los documentos pontificios sobre la materia. El discurso fue lleno de doctrina y de excelente formato literario. Una ovación cerró el discurso del Sr. Obispo. Luego fueron obsequiados los invitados y socios con un espléndido lunch. El sexteto muy acertado.

En la escalera se conserva el escudo de esta institución; y en el patio una espectacular torre medieval cercana a la Puerta de Elche. Desde aquí la muralla enlazaba por el lateral de la iglesia mercedaria con la torre de Navalflor, mencionada anteriormente.

Publicación de 1930 y fotografía actual del escudo en la caja de la escalera. Foto J. Sánchez Portas.

Junto a él tenemos el palacio de los Roca de Togores. En el siglo XIX pertenecía a Manuel Roca de Togores y Pérez de Meca, Caballero de Alcántara.

Foto Ajomalba
Francisco Luis Galiano Moreno.
José María Pérez Basanta.

Con vuestro permiso, voy a terminar esta entrega hablando del actual Palacio de la Linde. Y digo el actual porque el primero y original lo edificó Antonio María Piniés Sánchez-Muñoz, Barón de la Linde, en la Calle de San Juan, al llegar a Orihuela en el año 1900.

Ministerio de Cultura.

Este edificio adoptó ese nombre en los años treinta del siglo pasado, cuando pasó a habitarlo su hijo,  Antonio María Piniés Roca de Togores.

Siempre he tenido debilidad por este palacete gracias a las visitas realizadas durante mi infancia, al salir del cercano colegio de las Discípulas de Jesús. Allí fui condiscípulo de Martín, el hijo de la baronesa. En mis recuerdos quedó grabado aquel oscuro zaguán, la escalera con armaduras, la habitación situada en el chapitel donde jugábamos…

Colección Javier Sánchez Portas.

Muchos años después, Javier Sánchez Portas y Jorge Belmonte me hablaron de su sencilla y hermosa fachada labrada de una sola pieza. Y de como la carpintería revelaba la propiedad de un religioso, no de un noble.

Con el tiempo fui localizando ventas, censos y una curiosa concordia. Con estos materiales espero completar algún día un trabajo monográfico. Pero de momento voy dejaros un resumen de lo encontrado hasta ahora, aprovechando además para comprobar sus lindes en los siglos XVII y XVIII.

Javier, como siempre, tenía razón. La casa ha estado durante muchos años asociada al Cabildo Catedralicio. El edificio sobre el que fue construida la vivienda actual, era del siglo XVI y, a través del tiempo, ha pertenecido a varios religiosos.

Ministerio de Cultura.

En 1684 Pascual Ruíz, ciudadano de Elche, vendió al doctor Cristóbal Rocamora unas casas de habitación situadas en la «parrochia de Sent Salvador, carrer que travesa de la Merce y va al carrer de Santa Llusía y a la porta nova».

Por las espaldas afrontaba a la «Placeta de la porta major del convent de Nostra Sra. de la Merce». Lindaba de poniente con la casa de Felicia Jodar -viuda de Felix López- calle de por medio, lo que nos indica que en el XVII ya había un edificio en el solar del «Horno del Obispo», como he dicho antes.

La casa se fue deteriorando y cargando de censos. Estos censos eran parecidos a las actuales hipotecas. Adquirida la casa con una deuda del siglo XVI a favor del Patriarcal Colegio de Predicadores, Cristóbal firmó tres censos más: dos a finales del XVII con dicho Colegio de Predicadores y con la obra pía administrada por un canónigo;  y otro a principios de XVIII con sus vecinas, la Priora y monjas del convento de Santa Lucía de la ciudad de Oriola.

Archivo Mariano Pedrera.

Su situación y lindes a principios del XVIII eran:

Casa de habitación y morada que posee en la ciudad, parroquia de Sent Salvador, en lo carrer apellidat de Soler, que afronta de Levante ab Plaseta de la Mercé y casses de los herederos de Jaume Gallego; de Poniente ab carrer o travesa de dicha calle de Soler al carrer principal que ve de la Porta Nova a la Catedral; de Tramontana amb dicho carrer; de Mediodía ab cases de herederos del cura Roca, que ho posee Felicia Miravete, viuda de los Roca de Torreselles en carrer que va desde lo carrer de Soler hasta la Plaza de la Merced.

Muerto Cristóbal Rocamora en 1720, los señores del Cabildo, administradores de su pía memoria, firmaron un nuevo censo con los reverendos padres del convento del Apóstol San Pablo, orden de Nuestra Señora del Carmen. Y después se la vendieron a otro religioso. Este se llamaba Phelipe Ridaura, y era presbítero, cura de la Santa Iglesia Catedral. La compró en 1724 pagando tan sólo el importe anual de los cinco censos.

Ministerio de Cultura.

Cuando el cura Felipe falleció, la casa necesitaba obras urgentes. Su heredera solicitó el justiprecio de un maestro alarife, quien la valoró en tres libras menos de lo que importaban los cinco pagos anuales. Era lo que se dice una herencia envenenada. La sobrina se deshizo de ella en el verano de 1730.  Y la compró otro religioso, el doctor Antonio Ruiz.

Archivo Histórico de Orihuela.

Casa de habitación y morada en la población de esta ciudad.  Parroquia de San Salvador. En la calle llamada de Soler. Lindes: a Levante Plazuela llamada del Convento de la Merced; a Poniente Calle de Soler; a Mediodía calle que va a dicha plazuela y por tramontana con calle principal llamada de Santa Lucía.

El doctor Ruiz, mayordomo del Cabildo, pagó justo la deuda censal de la vieja casa para construir este espectacular edificio en el primer tercio del XVIII.

Alberto Zerón Huguet.

En la casona destaca su torre o chapitel,  con ventanas a los cuatro vientos. Su construcción guarda una curiosa anécdota. A las vecinas no le gustó la torre. Las monjas de Santa Lucía vieron peligrar su honra con ese espectacular mirador frente a su convento y decidieron convocar al dueño, religioso como ellas, antes de recurrir a los tribunales. Según decían, por Levante, Poniente y Tramontana se podían registrar «sus seldas» y lugares internos, siendo contra derecho y muy perjudicial para su comunidad.

Colección Javier Sánchez Portas.

En el verano de 1735, en la reja del coro de la iglesia,se juntaron las reverendas madres: sor Gregoria -priora del convento-, sor Basilia, sor Antonia,  sor Isabel y sor Margarita con un notario y tres testigos.

El doctor Ruiz consideró justos los reparos y aceptó que la ventana de Tramontana, es decir la lindante con el convento, permaneciese cerrada de obra dejando solo la forma. En cuanto a las de Levante y Poniente, debían comprobar que de ninguna forma pudiesen controlar el interior del convento. Y si así fuese, condenarlas como la de Tramontana.

Archivo Histórico de Orihuela.
Colección Javier Sánchez Portas.

Estas condiciones eran en tiempo presente y en días venideros; por él, sus sucesores y futuros compradores de la casa, siempre que desde la torre se pudiese ver el interior del convento. Sólo si la continuación de la iglesia tapase la vista, quedaban autorizados a abrirlas de nuevo. Además, el remate no podía mudar la forma de tejado a terrado llano.

Colección Javier Sánchez Portas.

La letra «R» que luce el chapitel se la añadieron en el siglo XX ; concretamente en la década de 1910,  cuando  Piedad Roca de Togores, marquesa de Ruvalcaba,  se instaló en ella hasta que terminaron su palacio frente a Santiago, al que por cierto traspasó algunas puertas de esta añeja casa. En la imagen anterior podéis ver la torre sin ella.

Otra curiosidad: Si os habéis fijado, la «R» prodría valer para todos estos propietarios citados: Ruiz, Rocamora, Ridaura, otra vez Ruiz, Roca de Togores y Rubalcaba.

José María Pérez Basanta.
José María Pérez Basanta.
Alberto Zerón Huguet.

A través de Soleres llegamos a la plazuela de la Soledad, donde comenzaremos nuestro próximo capítulo.

Antonio José Mazón Albarracín. (Ajomalba).

Adaptación ampliada y revisada del guión de un programa emitido en Radio Orihuela SER en 2014.

Vídeo.
Programa.

Biografías: Francisco Santa Cruz Pacheco.

Retrato de Santa Cruz. Obra de José María Galván y Candela. Óleo sobre lienzo.

Francisco Santa Cruz Pacheco.

Orihuela 1797-Madrid 1883.

Este oriolano entró en política muy joven.  Pero un tropiezo inicial le obligó a desarrollar su carrera lejos de su ciudad natal.

Durante el Trienio Liberal, tras el triunfo del pronunciamiento de Riego, lleno de idealismo se enroló en la Milicia Nacional.

Repuesto el absolutismo huyó de Orihuela  abandonando temporalmente la función pública.

Exiliado en la provincia de Teruel, en 1840 la Junta de Gobierno le nombró «jefe político», desempeñando el cargo hasta la caida de Espartero en 1843.

Diputado por Albarracín en 1851, se afilió al Partido Progresista, participando en la Revolución de 1854 – la Vicalvarada-.

Con el triunfo de los sublevados y la insurrección popular se puso fin a la década moderada y se inició el bienio progresista.

Nombrado ministro, Espartero le encargó la cartera de Gobernación en su gabinete.

En 1856 ocupó la cartera de Hacienda y un año despues alcanzó la Jefatura del Partido Progresista. De ahí pasó a la Unión Liberal, ostentando cargos tan importantes como Presidente del Tribunal de Cuentas o Gobernador del Banco de España.

Tras la Revolución de 1868 -conocida como la Gloriosa- fue elegido para las Cortes Constituyentes por la provincia de Teruel.  Firme partidario de Amadeo de Saboya,  alcanzó la Presidencia del Senado y del Consejo de Estado.

Brillante orador, tras la Restauración se afilió al Partido Conservador de Antonio Canovas del Castillo y fue nombrado senador vitalicio en 1876.

Murió en Madrid el 31 de agosto de 1883.

Cuatro años después,  el Ayuntamiento oriolano concedió el nombre de este «esclarecido patricio» a la calle antes llamada Traviesa de las monjas de Santa Lucía.

Antonio José Mazón Albarracín

Fuente principal: Senado de España.

 

Callejeando 23. Santa Lucía y el Barrio Nuevo.

Imagen idealizada de la calle y el convento sin los edificios circundantes. Mario Gómez Ramón. 

Santa Lucía y el Barrio Nuevo.

Dice Gisbert en su «Historia de Orihuela» que la calle de Santa Lucía se denominó antes «del Salvador».

Aunque con esa titulación concreta no la he localizado, lo cierto es que, hasta la construcción del desaparecido convento de dominicas cuyo solar ocupa hoy la plaza, la calle de Santa Lucía se citaba en los padrones como «Carrer de la Seo» (de la catedral) o «Carrer de la Fira fins la porta nova»; algo así como un apéndice de la calle de la Feria.

Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XVII.
Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XVII.

En el siglo XVII, con el convento ya fundado, aún aparece reflejada como «carrer des la Porta Nova a la Seu y carrer de la Fira», es decir: «la calle que va desde la Puerta Nueva a la Catedral y calle de la Feria».

Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XVII.

Tampoco su longitud es precisa. En algunos padrones acaba al rebasar el convento; otros la prolongan hasta el callejón de Sans —actual calle de Comedias—, marcando la Catedral como inicio de la calle de la Feria.

Archivo Municipal de Orihuela.

Es así como tiene sentido lo de calle de la Seo o del Salvador: La calle que desde la Puerta Nueva llegaba a la Catedral.

Colección Javier Sánchez Portas.

Lo cierto es que bien entrado el siglo XVII empezaron a nombrarla con el título de Santa Lucía y así se ha mantenido hasta hoy, exceptuando un cambio que duró lo que la II República.

Archivo Municipal de Orihuela.
Archivo Rafael Almira.

Durante los años 1931 y 1932, el concejal José Sánchez Moya solicitó varias veces el nom­bre de Francisco Ferrer Guardia para la calle de Adolfo Clavarana; y por fin consiguió su propósito.

Pero la fa­milia de don Adolfo, afamado escritor y periodista a nivel nacional, convenció al Consistorio para que respetasen el nombre de tan ilus­tre hijo de Orihuela.

El acuerdo quedó revocado en la siguiente sesión y el nombre de Ferrer Guardia recayó en la calle de Santa Lucía.

Como casi todas las calles modificadas, recuperó su nombre tradicional en abril de 1939.

A propuesta de Juan Villaescusa, se anularon todas las variaciones de nombres con posterioridad al 14 de abril de 1931, para rotularlas con los que anteriormente figuraban.

Fotografía Ajomalba.

Una vez repasadas sus titulaciones vamos a hablar un poco del desaparecido convento que le dio nombre. 

Para ello debemos remontarnos a 1563, cuando un caballero llamado Joan Alcoriza  utilizó media docena de casas en la zona para fundar un beaterio.

Estos refugios para «bonas donas» o «mujeres de bien» nacieron como una alternativa para solteras o viudas dispuestas a vivir con recogimiento, recato y espiritualidad.

De carácter laico, se emplazaban junto a iglesias o ermitas con las que tenía conexión directa.  

Buena parte de estos beaterios acabaron convertidos en conventos, como en el caso que nos ocupa.

Fray Juan de Loazes

En el verano del año 1600, la llamada Cofradía de Santa Lucía —que llegó a albergar en clausura a más de ochenta mujeres entre viudas y doncellas— cedió la ermita y la casa de bonas donas al Mestre Joan Loazes para que fundase un «Monastir de monges» de Santo Domingo.

La cesión implicaba dos condiciones: edificarlo en un máximo de dos años;  y que su invocación y altar mayor se dedicasen a Santa Lucia.

Fray Juan de Loazes era rector perpetuo del Colegio de Predicadores como hijo del Patriarca Loazes.  Para tal menester, trajo algunas dominicas del Monasterio de Magdalenas de Valencia.

Montaje de la ermita de San Miguel sobre grabado del XVIII.

Antes trasladaron a sus internas al beaterio de San Miguel, donde ahora se asienta el Seminario. Las instalaron junto a la ermita, en unas celdas que fueron ampliadas para acoger a estas mujeres a finales del siglo XVI.

La fundación del convento contó con la inestimable ayuda del obispo dominico Andrés Balaguer, enterrado en la iglesia conventual de Santa Lucía en 1626.

Convento de Santa Lucía. Fragmentos de fotografías de la Colección Javier Sánchez Portas.

Más allá de sus patrocinadores, fue la excepcional coyuntura demográfica de la ciudad — despoblada por la peste de 1648— la que les permitió adquirir suficientes casas y solares para levantar un monasterio de grandes dimensiones intramuros,  muy cerca de la Catedral, ocupando toda una manzana.

Dotadas de pocas rentas, las dominicas se mantuvieron con decencia bajo la protección de los predicadores hasta que estos fueron exclaustrados.

La desamortización de buena parte de sus propiedades les llevó a comercializar los productos que hasta entonces elaboraban como obsequios de gratitud: los famosos dulces de las monjas.

Ma plus sincère gratitude à Alain-Patrick Thiebaut.

Y así llegamos al trágico verano de 1936. Desde el mismo 18 de julio, las dominicas habían comenzado a trasladar los objetos de valor a una casa que ocuparon frente al convento. Imágenes y ornamentos, fueron escondidos o entregados a personas de confianza.

Días después, las propias religiosas se alojaron en dicha casa por motivos de seguridad; quedando tan sólo en el monasterio la priora y tres hermanas. Incautado el edificio en agosto la comunidad se dispersó.

A comienzos de septiembre, el convento fue incendiado con una actuación coordinada en la que los vecinos fueron avisados con antelación para que desalojasen las casas cercanas.

Ramón Pérez Álvarez, en una entrevista publicada en Canfali en marzo de 1984, atribuyó este incendio a una forzosa concesión a los elementos más radicales que, al igual que en toda España, estaban ansiosos por empuñar la tea purificadora.

Según su testimonio, optaron por destruir el convento de Santa Lucía, porque era el más deteriorado y se estaba cayendo.

Colección Javier Sánchez Portas.

Las paredes que se mantuvieron en pie tras el incendio fueron dinamitadas dejando un solar que acabó convertido en lo que hoy conocemos como la Plaza de Santa Lucía.

En el verano de 1939 la superiora y diecinueve supervivientes  regresaron a Orihuela.

El Vicario Luis Almarcha las instaló provisionalmente en la iglesia de la Merced, donde comenzaron a pedir ayuda, ofreciendo al Ayuntamiento el solar del convento para que procediesen a su justiprecio. 

Mientras tanto adecentaron en lo posible la deteriorada iglesia mercedaria y en mayo de 1940 celebraron su primera misa pública.

Iglesia de Nuestra Señora de la Merced. Colección Javier Sánchez Portas.

Un año después, el solar del desaparecido convento de Santa Lucía se había convertido en un peligro para la higiene y en un atentado al ornato público. Y Se decidió permutarlo por un edificio situado cerca de San Antón.

Restos Convento de Santa Lucía. 26 de junio de 1941. Archivo Marieli Zerón.

En el verano de 1941 Jesús Botella Brotóns propuso: «la permuta del solar de las monjas de Santa Lucía cuya compra tiene concertada por el antiguo edificio de «La Luz» que tiene arrendado el Ayuntamiento mediante el abono de la diferencia de precio que arroje la peritación».

Restos Convento de Santa Lucía. 26 de junio de 1941. Archivo Marieli Zerón.

Cediéndoles el vetusto edificio extramuros de la ciudad darían a las religiosas el albergue que necesitaban y «se haría una justa y pública reparación a la ya nombrada comunidad de religiosas del acto vandálico cometido por los rojos, reduciendo a escombros su único patrimonio».

Primitiva Plaza de Santa Lucía a mediados del siglo XX. Archivo Marieli Zerón.

El 15 de enero de 1942 Eusebio Escolano reunió al consejo de la empresa Insecticida Química S.A. para comunicarles que el ayuntamiento permutaba el edificio con las dominicas de Santa Lucía por el solar del convento destruido por los rojos.

Y a su vez, las monjas, les venderían el edificio.

Las condiciones que marcaba el Ayuntamiento eran las siguientes: pagarían a las dominicas 60.000 pesetas. Y para el desescombro y ornato de la plaza resultante del solar del convento, 20.000 más. 

Plaza en el solar de Santa Lucía. Archivo Monse González Pertegal. 

Por otro lado, el prelado Juan Maura y Gelabert había fundado el Colegio de Vocaciones Eclesiásticas de San José para seminaristas de clase humilde en el edificio trinitario.

Convertido en Seminario Menor por el obispo Javier Irastorza en 1925, fue desalojado y ocupado durante la Guerra Civil y había quedado vacío al acabar la contienda.

Culminada la operación municipal, las dominicas se hicieron con el Seminario Menor; es decir, el antiguo convento de la Santísima Trinidad, desamortizado en el siglo XIX.

La plaza de Santa Lucía en enero de 1954. Colección Antonio Miravete.
Alberto Zerón.
Fotografía Ajomalba.

Pinchando la siguiente imagen podéis acceder al artículo «Y se hizo la luz».

Pinchad aquí.

En la Trinidad se instalaron las dominicas y allí siguen elaborando su tradicional repostería, un lujo que antaño solo gozaban obispos, dominicos y algún preboste de la Corte al que éstos trataban de agasajar…

Gaspar Poveda.

La dominicas comercializan sus productos a través del torno, curioso  artilugio con el que se comunican con el exterior desde hace siglos y que llegó a dar nombre a un callejón,  el «del torno de Santa Lucía».

Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XVIII.
Fotografía Ajomalba.

La que figuraba también en los padrones como primera traviesa de las monjas o callejón de la iglesia de Santa Lucía, una vez desaparecido el convento quedó como una calleja que hasta hace pocos años conservaba una espectacular conjunto de balcones y rejas cuyo edificio ha desaparecido.

José María Pérez Basanta.

Los cercanos títulos de Calle de la Cruz y Calle de Santa Cruz pueden llevar a confusión. El primero se lo otorgaron en 1861 y proviene del antiguo nombre de una ermita.

Ruinas de la ermita del Pilar o de la Santa Cruz. Colección Carmelo Illescas
Calle Barrio Nuevo. Ruinas de la ermita del Pilar o de la Santa Cruz. Colección Jesús R. Tejuelo.
Ermita de Ntra. Sra. Del Pilar o de la Santa Cruz. Archivo Luis Mirete.

La modesta ermita del Pilar, edificada en los años setenta del siglo pasado, tene su origen en otra muy antigua cuya primitiva construcción es del siglo XVI. 

Fue costeada por Jacobo Torres Alcorisa y quedó terminada en mayo de 1526, fecha en la que fue bendecida como capilla de la colegiata bajo la advocación de La Santa Cruz, San Judas Tadeo y Santa Tecla.

Ermita de Ntra. Sra. Del Pilar o de la Santa Cruz. Archivo Luis Mirete.

Un temblor de tierra acaecido en 1673 obligó a reedificarla reduciendo un poco su tamaño. Pero la nueva construcción duró poco.

Las copiosas lluvias del año 1699 la arruinaron de nuevo y tras un breve periodo en el que el solar se dedicó a otros menesteres, se levantó por tercera vez, retranqueada y elevada sobre la sierra, quedando bendecida en abril de 1714.

Esta modificación la dotó de una doble escalinata que conformó el aspecto que conservaría hasta su demolición y nueva reconstrucción.

Fotografía Ajomalba.
Fotografía Ajomalba.
Fotografía Ajomalba.

Un pequeño callejón al costado de la ermita se nombraba como calle del Barranco hasta que la comisión encargada de la rotulación y numeración de las calles decidió modificarlo en 1861.

La Calle del Barranco, estando en el linde oriental del Edificio que fue Hospital de Caridad, puede llevar el nombre de Calle de la Cruz. De este modo se cortará que se confunda con otra de igual nombre que existe en el arrabal de San Juan.

El título Calle de Santa Cruz se lo debemos a Francisco Santa Cruz Pacheco, prestigioso político oriolano del siglo XIX.

José María Pérez Basanta.

Orihuela. 6 octubre 1887: Ya están terminados los rótulos de las calles del Cardenal Loaces, Capitán Grifol y Santacruz. Los títulos en caracteres negros están grabados en tableros de mármol blanco de Macael.

El diario de Orihuela. 11 octubre 1887: La colocación de los rótulos en las calles nuevamente tituladas, ha sido el asunto que ha dado importancia a la semana que finó ayer.

Los nombres de tres hijos ilustres de Orihuela han sido grabados en mármol y serán pronunciados al mencionar las calles que titulan por las generaciones venideras.

Un ilustre príncipe de la Iglesia, un eminente hombre público que llegó a ocupar los primeros puestos del Estado y un esclarecido capitán que vertió su sangre peleando por la honra nacional en la ardiente tierra africana, dan con su apellido insigne, nombre a tres calles de esta población.

Loaces, Santacruz y Grifol no pueden ya ser borrados por el tiempo de las páginas de la patria historia. El Ayuntamiento ha interpretado fielmente los deseos del vecindario. Orihuela no puede menos de aplaudir el buen acierto que ha tenido en el asunto la Corporación municipal.

Fotografía Ajomalba.

Fallecido en 1883, cuatro años después el Ayuntamiento concedió su nombre a la calle antes llamada Traviesa de las monjas de Santa Lucía.

Así pues, la que sube al costado de Santa Lucía, ya casi desaparecida es la Calle de Santa Cruz. Os dejo un enlace a la biografía de este famoso oriolano.

Pinchad la imagen.

Junto a la ermita había un hospital construido en 1764, del que ya hablamos en la Calle de Comedias.

La llamada Congregación de Nuestra Señora de la Caridad, fundada en 1757 con sede en el Hospital de San Juan de Dios,  decidió independizarse y se instaló brevemente en una casa construida en la Pedrera de Matías.

Al no llegar a un acuerdo económico compraron unas casas junto a la ermita y allí emplazaron el Hospital de la Caridad.

Casa Carrió. Calle Comedias. Fotografía Ajomalba.

El edificio de la Caridad.

A comienzos del siglo XIX la congregación regresó al seno de los Hospitalarios de San Juan de Dios por falta de recursos para su mantenimiento.

Y el edificio de la Caridad, cada día más deteriorado, acabó en manos del Estado que cedió su uso a la ciudad.

En 1887 albergaba la caja de reclutas a pesar de que el viejo caserón presentaba un estado deplorable.

El día. 11 de diciembre 1887: Hoy tendrá lugar en el edificio de la Caridad, y a las nueve de la mañana, el sorteo de mozos de la quinta del año actual.

El Diario de Orihuela. 3 de enero 1888: Hemos tenido ocasión de visitar el edificio de la Caridad hallando en él desperfectos que hacen necesaria inmediata reparación.

El jardincillo que antes servía de recreo y solaz a los niños de la escuela de párvulos, está en el mayor abandono, lo cual habrá podido notar en su última visita a aquel local la Junta de instrucción municipal.

El orcelitano. 29 de junio 1889: Otro de los hechos acaecidos en la pasada semana y que han merecido llamar la atención del público, ha sido la precipitación en que, en la noche del martes se trasladó la fuerza de la guardia civil al edificio de la Caridad; sitio en que no puede estar mas que provisionalmente, atendiendo a lo destrozado en que se halla el edificio, pues necesita grandes reparaciones, y han de ser del momento; de lo contrario si no se atiende cual es debido  a su inmediata reforma, su ruina en un plazo breve es inevitable.

La guardia civil no puede por el estado ruinoso del edificio permanecer mucho tiempo en él…

En la sesión municipal del 23 de enero de 1892, el señor García Cubero manifestó la conveniencia  de que se procediese con urgencia a las obras que reclamaba el edificio «la Caridad» para instalar en él unas oficinas militares; sirviendo a la vez de alojamiento para a los soldados y clases que fuese necesario.

Por no tener cantidad asignada en el presupuesto, el asunto quedó aplazado y en manos de una comisión.  

Las obras serían «mejor pensadas y estudiadas» para no castigar demasiado el capítulo de imprevistos.

Pero terminó el año y todo seguía igual. Gracias al siguiente artículo, sabemos que albergaba dos escuelas y las oficinas de correos y telégrafos.

El independiente. 30 de noviembre 1892: El edificio de «La Caridad» donde están instaladas las oficinas de Telégrafos está cada día en peor estado y si su reparación no se resuelve en plazo breve no está lejano el día en que se venga abajo.

La escalera está ya sin barandas, las paredes en las piedras sin yeso alguno en muchas partes, y por si no era bastante esto, las últimas lluvias han determinado el hundimiento de un alero del tejado, habiendo  otro que está amenazando ruina

El independiente. 1 de diciembre 1892: El edificio de «La Caridad» está convertido en una ruina. No hay más que haber visitado una sola vez las oficinas de telégrafos en él establecidas, para estar plenamente convencidos de esta verdad. Y eso que para llegar a las antedichas oficinas solo se ve la parte mejor conservada del edificio. Conque Vds. se harán cargo de cómo estará el resto.

El segundo piso está verdaderamente hecho una ruina, resultando por tanto inhabitable e inútil para todo. De los tejados no hablemos, uno de sus aleros se ha hundido y otro está amenazando derrumbarse al patio.

El edificio de «La Caridad» lo usufructúa el municipio y el estado deplorable en que se encuentra, arguye un inconcebible abandono por parte de los administradores de los bienes del pueblo respecto a estos mismos bienes a su cuidado encomendados.

El Ayuntamiento acordó hace ya bastante tiempo atender a la reparación del edificio citado, con objeto de instalar en él las oficinas de la zona militar de esta ciudad.

Ahora bien; a pesar del tiempo transcurrido, desde que aquel acuerdo se tomó, ni se ha hecho en aquel edificio reparación alguna, ni por tanto se ha habilitado espacio alguno para la instalación de las oficinas de la zona militar de esta ciudad, pagando el pueblo un alquiler más o menos crecido, pero que podía ahorrarse, por el edificio en que aquellas oficinas están instaladas.

Y no es esto lo peor, sino que de seguir «La Caridad» en el abandono que hoy, pronto será necesario desalojarla y habrá entonces que pagar también por otros edificios que habría que alquilar para las dos escuelas, que en aquel edificio están instaladas y para las oficinas de correos que también allí están establecidas…

Claustro Hospital de la Caridad. Archivo Antonio Luis Galiano Pérez

El independiente. 15 de julio 1893: El Maestro alarife del Excmo. Ayuntamiento ha reconocido el edificio de la Caridad encontrando algunas partes del edificio en muy mal estado.

Urge pues la traslación de las oficinas de Correos y Telégrafos a otro punto en que no haya peligro para el público ni para los empleados.

Y también sería conveniente que se habilitase otro local para academias de la banda de música municipal, puesto que los músicos, después del susto que llevaron la otra noche, muestran gran repugnancia por volver a aquel sitio.

Durante la Dictadura de Primo de Rivera, el alcalde Francisco Díe, ante el temor de que los valiosos libros procedentes del Colegio Santo Domingo y los conventos desamortizados saliesen de la ciudad, se lo ofreció al Estado para que albergase una biblioteca pública, siempre que se hiciesen cargo de las reparaciones necesarias.

Pero las obras no llegaron hasta la II República cuando fue adecentado para instalar parte de las escuelas graduadas. Luego, convertido en humilde casa de vecinos, fue demolido hace casi medio siglo, al igual que la ermita.

Ermita de Ntra. Sra. Del Pilar o de la Santa Cruz. Archivo Luis Mirete.

Antes de pasar al Barrio Nuevo, hablaremos de las otras dos calles que flanquean la plaza. La del lado izquierdo aparece reflejada en los padrones del XVIII como «segunda traviesa de las monjas».

En el siglo XIX  adoptó el título de San Cayetano,  que conserva hasta hoy aunque no tenga rótulo.

Archivo Municipal de Orihuela.
Calle Barrio Nuevo. Esquina San Cayetano. Colección Jesús R. Tejuelo.
Fotografía Ajomalba.
Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XIX.

Y nos queda una más, la trasera del convento, una calle que recordaba nuestras raíces aragonesas y valencianas. Es la que figuraba como Espaldas de Santa Lucía, calle del Trinquete, de la Pelota o del Juego de la Pelota .

Trinquete . «Joc de pilota».

El juego de pelota llegó a ser muy popular en la Corona de Aragón. Nobleza, cúria y pueblo llano gustaron de practicar este deporte que llegó al reino de Valencia con los caballeros de la conquista. Hasta el propio rey Jaime II jugaba a pelota por prescripción médica.

Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XIX.

Al principio se jugaba en las calles libremente. Pero debido a las discusiones por el juego, las blasfemias y molestias a los transeúntes, a finales del siglo XIV se fijaron espacios concretos en cada municipio. Calles rectas y sin pendiente que llamaron «carrers de la pilota o del Trinquet».

Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XVIII.

A diferencia de la vasca que se practica contra un frontón, en la pilota valenciana se enfrentan dos jugadores o dos equipos que compiten lanzándose una pelota que golpean a mano desnuda.

Se llama trinquete al recinto rectangular utilizado para este deporte tradicional.

Fotografía Ajomalba.

En la Edad Moderna la ciudad de Valencia superaba la docena de trinquetes. Y Oriola, segunda ciudad del reino, contaba con al menos dos: el de la trasera de las monjas y otro en la Plaza de Togores, muy cerca de Santa Justa.

Archivo Municipal de Orihuela.
Plano confección propia.

Y así llegamos a la calle paralela a la de Santa Lucía, el antiguo acceso a la ciudad por la puerta de Crevillente. Es por ello que dice Gisbert que se conoció como «Calle de Crevillente».

Puerta de Crevillente. Archivo Municipal de Orihuela.

Este mismo autor menciona un palomar junto a dicha puerta. Lo toma de Bellot, quien lo menciona en 1358: «Desde el palomar de la puerta de Crevillente hanta el castillo». 

Quizá por eso he encontrado una calleja en la zona, llamada en el siglo XVII «Carrer de Colom» o «calle de palomo» en castellano.

Carrer de Colom. Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XVII.

Volviendo a la paralela con Santa Lucía, Ojeda Nieto la ha encontrado como calle de Pere Masquefa, quien tenía en ella casa y terreno en 1623.

¿Había palmeras en ese terreno? Lo cierto es que en la segunda mitad del siglo XVII aparece varias veces como «de las Palmeres».

Carrer de les Palmeres. Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XVII.

Este acceso desde la calle de Arriba, antiguo camino de Crevillente, generó un auténtico barrio a los pies de la sierra.

Un barrio que en el siglo XVII, con el valenciano aún sin fijar, lo escribían como Pouet, poet, pohet o Poquet. Una donación de 1691 nos da todavía más pistas: 

En lo rinco del Poquet –solar que linda al sur con casas del Marqués de Rafal y  carrer de Santa Lluçia ; y al norte con carrer nou, en otro tiempo el Poquet.

Pouet es un nombre muy corriente en calles del reino de Valencia. Su traducción al castellano es pocito o pocico, como el de Santiago.

Si os fijáis en la siguiente titulación, en la época de declive demográfico unen «Carrer de Senta Llusía, Poet y Carrer de las Palmeres».

Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XVII.

La titulación actual,  «Barrio Nuevo», incorporada en el siglo XVIII,   puede inducir a error. Toda la falda de la sierra estaba poblada de modestas viviendas desde tiempo inmemorial.

Pero el desastre demográfico producido por la epidemias del siglo XVII afectó mucho a las zonas humildes como esta. Ya hemos dicho que esa despoblación permitió la extraordinaria dimensión del convento de Santa Lucía.

En este reparto de finales del XVII, aparece unida la calle de Don Pablo (actual Timor) con la de las Palmeras. «Carrer de Don Pablo Rosell y de les palmeres»

Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XVII.

Y en este del XVIII, ya titulada como Barrio Nuevo, la unen con la de Sans, actual Comedias. Esto nos puede dar una idea de la poca gente que vivía en ese tramo pegado a la sierra.

Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XVIII.

Superado el bache y reurbanizada la zona, entre Comedias y Barrio Nuevo, comienza a figurar Dulzaineros. Un auténtico barrio enter Comedías y el Barrio Nuevo. Transcribo a Gisbert, a finales del XIX.

Es una calle llamada de Dulzaineros por estar principalmente habitada por los que tañen el instrumento tan genuino del país.

Constituye un auténtico barrio que principia en la plaza de Comedías y se extiende a la largo del Barrio Nuevo, paralelamente a este.

Fotografía Ajomalba.

El vulgo lo llama Churripel, el cual era su antiguo nombre. Hoy se llama calle de San Antonio.

Al barrio de Dulzaineros se penetra también por una callejuala que, en dirección al N., surge de la plazoleta que existe entre la de la Pía y y la calle del Barrio Nuevo.

Fotografía Ajomalba.

Algunos estudiosos unen la etimología de esta palabra, exclusiva de Orihuela,  a la de la murciana Churra; atribuyéndole un origen árabe a través de «sharrat», adaptación fonética parecida al «serrat» catalán que significa sierra.

Justo García Soriano, sin aportar más datos otorga un origen ibérico a ambos términos. Nada más he encontrado.

A mí me aparece por primera vez como barrio en estos repartos de 1824 y 1829. 

Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XIX.
Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XIX.

Y como calle en el de 1842.  

Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XIX.
Fotografía Ajomalba.
Colección Javier Sánchez Portas.

En cuanto a San Antonio, es titulación de finales del XIX.

Fotografía Ajomalba.
Francisco Luis Galiano.

Volviendo al Barrio Nuevo, a partir del siglo XVIII englobaba el terreno comprendido entre la calle de Santa Lucía y la peña.  

Y así ha llegado hasta hoy, como la Calle Barrio Nuevo.

Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XVIII.
Fotografía Ajomalba.
José María Pérez Basanta.
Fotografía Ajomalba.

Volvemos a la calle de Santa Lucía. Que desde la apertrura de la Porta Nova, a finales del siglo XV,  quedó unida a la de Feria formando parte del Camino Real de Valencia a Murcia.

Francisco Luis Galiano Moreno 2021.
Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XVIII.
Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XVIII.
Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XVIII.

Contaba además con la ventaja de estar situada junto a la Carretería, uno de los «aparcamientos» de la Ciudad.

Archivo Mariano Pedrera.

Todas estas circunstancias conformaron un lugar idóneo para la instalación de artesanos y  comerciantes.

Ya hablamos en la calle de la Feria del arrendamiento a mercaderes y comerciantes por parte de los vecinos como práctica común en estas zonas de tránsito. Pero esto generaba unas obligaciones.

Entierro del obispo Francisco Javier de Irastorza Loinaz. 1943. Archivo Mariano Pedrera.

Repasando los padrones del XVII y XVIII comprobamos el empuje del comercio en la zona. 

Entre sus vecinos figuraban: boticarios, alpargateros, zapateros, roperos, sastres, sombrereros, confiteros, horneros, correheros….

Para estos comerciantes, artesanos y arrendadores, el aseo urbano era vital. Por ello se preocupaban de mantenerlo con o sin ayuda del Consell.

Archivo Mariano Pedrera.
José María Pérez Basanta.

Ojeda Nieto deja constancia de cómo, en 1527,  un empedrador castellano llamado Miguel de Padilla adecentó lo carrer de la Fira fins la Porta Nova y otras calles próximas.

Y de cómo en 1600, los propios vecinos repusieron y arreglaron el empedrado desde la iglesia de Santa Lucía hasta la Porta Nova «a tanto por alma so pena del doble».  

En este reparto de gastos entre los vecinos, al que no pagaba por las buenas, se le aplicaba el doble.

Pero este esfuerzo era inútil si no se arreglaba también un modesto callejón enclavado en la sierra. 

Era necesario acondicionarlo para que soportase las aguas pluviales sin llenar de barro y piedras la calle principal.

Fotografía Ajomalba.
Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XVIII.

Era el llamado callejón empedrado o del Barranco de la Caridad, situado en el lateral del Hospital de la Caridad.

La que hoy conocemos como calle de Bellot, en el siglo XVIII estaba dividida en dos partes: la calle o callejón de Bellot y el callejón empedrado.

Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XVIII.
Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XVIII.

Volviendo a lo escrito por Gisbert:  «Recuerda al mejor de nuestros cronistas, el rector de Catral mosén Pedro Bellot».

Ya hemos hablado del este fantástico cronista,  autor de los «Anales de Orihuela». 

En 1622, siendo rector de la iglesia de Catral, le encargaron rastrear los archivos para escribir la historia de Orihuela.

Era lógico que tuviese una calle, como la tiene en Catral.

Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XVIII.
Anales de Orihuela. Mosén Pedro Bellot.

Pero Gisbert estaba equivocado; la titulación de esta calle es anterior. Como podéis comprobar, a comienzos del siglo XVII ya figura como «carrer de Joan Bellot», no de Pedro Bellot.

Hace referencia a otro vecino llamado Juan Bellot, quizá un antepasado del cronista.

Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XVII.
Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XVII.
Fotografía Ajomalba.
Fotografía Ajomalba.

Aún tuvo otro título efímero en el siglo XVIII.  En algunos protocolos  aparece como calle «de les Viudes». 

Hace referencia a Juan Francisco Viudes, regidor municipal que figura en el padrón de 1730, anotado  junto otro vecino apellidado Bellot.

Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XVIII.
Papelería Roma, antecesora de la desaparecida «Papelería Sanmartín». Esquina de la calle de Santa Lucía con la calle nueva. Colección Esteban Sanmartín Alonso.
Casa de Cruz María Caballero Hernández. Patio interior neomudejar.
Archivo Rafael Almira

Frente a la de Bellot  tenemos la «travesa del carrer de la Merced en Blanch». Un tortuoso y estrecho callejón que fue alineado y urbanizado en 1855, recibiendo por ello el nombre de Calle Nueva.

Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XVII.
Fotografía Ajomalba.

Seis años después, la escrupulosa Comisión del Nomenclator, decidió que, «por ser calle Nueva un nombre genérico que nada decía, se nombrase como calle Nueva de la Merced para evitar que en lo sucesivo se confundiese con otras nuevas calles».

Comunica con la antigua plaza de la Merced, donde comenzaremos nuestro próximo capítulo.

Antonio José Mazón Albarracín. (Ajomalba).

Os dejo también un programa emitido en Radio Orihuela SER en 2014.

Audio Programa.
Programa radio.
Vídeo.