Agrasot; apuntes para una biografía II. (1861-1874).

Retrato de Mariano Fortuny. F. Domingo Marqués. Pinchando la imagen, enlaza con el Museo de Bilbao.

Alma que habita en dos cuerpos. Mariano Fortuny y Joaquín Agrasot. Historia de una amistad.

Inés Antón Dayas.

Joaquín Agrasot Juan. Autorretrato, 1867.

Roma.

La historia de Joaquín Agrasot y Mariano Fortuny, es la historia de una amistad que se remonta a 1861. Por aquel entonces ambos coincidieron en Roma.

La ciudad era un destino obligado para todos los artistas. Ya fuera pensionados por sus ciudades de origen o con gastos sufragados por mecenas, la formación que allí se ofrecía a los jóvenes artistas no tenía parangón.

El compañero de Agrasot en la Academia de San Carlos, Bernardo Ferrándiz Badenes, lo introdujo en el círculo de los españoles que vivían entonces en la capital y que se reunían habitualmente en el Caffé Greco: Mariano Fortuny, Alejo Vera, Luis Álvarez, Dióscoro de la Puebla, Jerónimo Suñol, Vicente Palmaroli y Eduardo Rosales, entre otros.

El Café Greco en Roma. Ludwig Passini, 1856.

La personalidad de Fortuny pronto encajó con el joven Agrasot y comenzaron a compartir clases en la Academia Giggi Talaraci, en la Vía Margutta. Allí recibían dos horas diarias de clase: una de desnudo del antiguo y otra de moderno.

En la primera se dedicaban a hacer bocetos y dibujos y en la segunda a pintar acuarelas. Recorrieron varias ciudades italianas, galerías de arte y museos y se empararon juntos del arte y la belleza clásicas. Convivieron, junto con Tomás Moragas, otro compatriota, en una vivienda en el número 25 de la Via de Avignonesi.

Horas de aprendizaje, de trabajo y también de asueto que fueron fraguando una relación de admiración y cariño.

Entre septiembre y diciembre de 1862, Mariano Fortuny solicita a la Diputación de Barcelona fondos para un segundo viaje por Tánger y Tetuán. Quería recoger detalles para su obra La Batalla de Tetuán.

De febrero a abril de 1860, ya había estado en Marruecos, enviado por la propia Diputación, como cronista artístico de la guerra.

Durante este tiempo, Agrasot siguió trabajando en Roma y a la vuelta de Fortuny a la ciudad eterna, compartieron también taller. Un estudio más amplio en Via Flaminia 98, en la villa renacentista Riganti, que había sido residencia del Papa Julio II.

Tenía un gran jardín al aire libre que le permitía colocar a los modelos según sus necesidades y retratarlos con diferentes grados de detalle. Ese jardín era compartido por los estudios de otros pintores como Simonetti y Moragas.

Roma significó para ambos aprendizaje y crecimiento profesional, pero también personal. En esta primera etapa de sus vidas Mariano pintó a Agrasot en varias ocasiones.

Pequeños retratos del pintor oriolano que son el testigo más fiel de la amistad entre ambos.

Fortuny, M. Retrato de Joaquín Agrasot, h. 1864, óleo sobre tela. Museo Nacional de Arte de Cataluña.

Madrid.

En el verano de 1866, Fortuny viaja a Madrid, visita el Museo del Prado, realiza sus copias de los grandes maestros del museo y establece una amistad con Federico de Madrazo.

Se introdujo en su círculo familiar hasta el punto de comenzar una relación con su hija, Cecilia de Madrazo.

A Fortuny lo rodearon numerosas antipatías y enemistades lo cual siempre lo inclinó a ser un artista que prefirió la soledad y el retiro para trabajar.

No obstante, su catadura moral con sus amigos de verdad, nunca estuvo en entredicho. En 1867 Agrasot participa en la Exposición de Bellas Artes con las obras Una escena rural en los Estados Pontificios y Las dos amigas.

El diario Gil Blas emitió una dura crítica y se atacó a Agrasot afirmando que sus cuadros estaban retocados por el propio Fortuny. Desde Roma, profundamente dolido por la situación, Mariano Fortuny dirigió una carta a su amigo:

Roma, febrero 1867. Mi querido Joaquín: Hoy he sabido lo que dice el periódico Gil Blas con referencia a tus cuadros y que él llama de mi escuela; según dicen habla de ti muy injustamente. Esto me repugna mucho, hasta el punto de estar dispuesto a responder a dicho periódico como se merece.

¿Es posible que en España la crítica se haga así? Muy injustos son con nosotros.

[…] Quién te hubiera dicho que mi amistad, le decía, debiera interpretarse de una manera tan falsa, hasta el punto de reconocer mis pinceladas en tus cuadros.

No te desmayes, y no dudes que con tus obras harás callar a aquellos que tan ligeramente te juzgan, probándoles con nuevos progresos que tu pintura es tuya, toda tuya, y que de mí no has recibido más que los consejos de un amigo, y jamás los que un maestro da a su discípulo

[…] Para mí es un deber el salvar la reputación de un amigo que tanto aprecio; guardar el silencio en semejante coyuntura hubiera sido dar razón a tus calumniadores y hacerme un mérito de lo que no es verdad.

Que sepan que nada me debes, nada más que la franca amistad de tu amigo que te aprecia. Fortuny. Escríbeme.

Tras unos meses en Roma, Fortuny viaja de nuevo a Madrid en junio de 1867 y da a conocer su compromiso y próxima boda con Cecilia. Es entonces cuando escribe a Agrasot unas palabras:

Mi Cecilia más hermosa que nunca y buena como siempre, es un ángel, qué lástima que se case conmigo, es para mí un remordimiento el haber tratado de enamorarla, pero dices me lo perdonará, ya no me queda otro recurso que hacerme digno de ella, para que no tenga que arrepentirse…

Por ese tiempo, Agrasot concierta también su matrimonio con la joven María Leandra (Emma) Zaragoza Cubero, hija del comerciante ilicitano Bartolomé Zaragozá.

Mariano Fortuny se casó con Cecilia de Madrazo el 27 de noviembre de 1867 en la Parroquia de San Sebastián en la madrileña Calle Atocha.

Ella pertenecía a una de las sagas españolas de artistas más importantes. La ceremonia tuvo un carácter íntimo por expreso deseo de Fortuny y a ella acudieron solo unos pocos familiares.

Después de unos meses en la capital, Mariano, su esposa -embarazada de su primera hija María Luisa- y su cuñado, Ricardo de Madrazo, se marchan a Roma a continuar con su trabajo. Era junio de 1868.

En la ciudad eterna ubicó Fortuny todas sus nuevas obras en el estudio y se creó un cuarto para trabajar con modelo en su propia casa, para las noches de invierno y para cuidar de Cecilia.

La pareja Agrasot-Zaragoza marchó también a Roma por aquellas fechas.

Granada.

Granada en el siglo XIX.

Después de pasar por París, Madrid, Córdoba y Sevilla, la familia llega a Granada, en el verano de 1870. Se instalaron en la fonda Los siete suelos, un establecimiento de mucha fama entre los artistas que visitaban la ciudad y el monumento de la Alhambra.

Una sala en la Torre de los Siete Suelos fue el estudio y almacén de los útiles de pintura de Fortuny durante un tiempo. Nada se podía comparar a trabajar dentro de aquel monumento.

Granada era una ciudad tranquila, con monumentos extraordinarios y libre del acoso social del que huía el pintor catalán.

Propaganda de época:

En la Alhambra de Granada, en uno de los más bellos sitios de la morisca ciudad, se ha montado, según escriben de aquella capital, un gran establecimiento, único en su clase, con objeto de que no carezcan de nada los españoles y extranjeros que visiten la histórica ciudad de los últimos reyes moros.

Se llama fonda de los Siete Suelos, y tiene magníficas habitaciones, jardines, fuentes y soberbios baños de mármol blanco. El establecimiento, que está a cargo de D. Francisco Iniesta, constituye un verdadero sitio de recreo para pasar algunas temporadas.

En los Mártires se hizo con un estudio para pintar al aire libre, sin vecinos, con vistas sobre la vega y con unos efectos de sol magníficos, como él mismo lo describió.

Es allí, en su taller, donde se aloja Agrasot cuando lo visita y donde coincide con otros artistas y con parte de la familia Madrazo que también se había trasladado a la ciudad.

Mariano Fernández. Príncipe de los Jitanos (sic). Archivo Patronato de la Alhambra y el Generalife, Granada.

En Granada encontró el pintor modelos a «buen precio» que reclutó en el Albaicín. Mariano Fernández, auto apodado «Príncipe de los gitanos» y más conocido como Chorrojumo, fue uno de los más conocidos y explotó su condición de modelo de Fortuny cuando se presentaba a los visitantes y turistas.

Con sus ropas de contrabandista posaba para cualquiera que se lo pidiera por unas monedas. También Heredia Cortés, aguador en la Alhambra, posó en otras ocasiones para los artistas. Un modelo anciano fue quien posó para pintar su Viejo desnudo al sol de tono riberesco, como el Viejo de espaldas de Agrasot, ambos de gran parecido.

Fue un período fructífero tras el que Joaquín Agrasot consiguió un reconocimiento internacional que le llevó a Francia e Inglaterra y a establecer contactos con marchantes del mundo del arte que vendieron sus obras a compradores de todo el mundo.

A finales de 1871, Fortuny dejó su estudio y se trasladó a una casa en el número 1 del Realejo Bajo, con jardín y un patio para trabajar al aire libre. Su etapa granadina se extendió hasta octubre de 1872.

Joaquín Agrasot vestido con ropas orientales.

Roma.

Tras pasar por Madrid y París, en su nueva estancia en Roma, los Fortuny ya eran considerados una familia relevante. Fueron requeridos entre las altas esferas en reuniones y fiestas de la ciudad a las que Cecilia acudía gustosa, pero las cuales Mariano siempre excusaba su asistencia.

Él prefería permanecer en su estudio rodeado de amigos como Agrasot, Tapiró, Moragas, Simonetti o Villegas, creando y dando vida a sus obras.

En el siglo XIX tuvo lugar el surgimiento de la consciencia de la pertenencia, por parte del artista, a una parte de la Historia. Mirando al pasado, a sus maestros, muchos comprendieron la importancia de la labor que desempeñaban y el interés por darla a conocer en todos sus ámbitos.

Todo ello se reflejó en el espacio del atelier o estudio. En él se mostraba la interioridad del acto de pintar, el enfoque más íntimo, la expresión de sus pasiones y estados de ánimo.

Templo del arte en Roma. Una parte del estudio del pintor Fortuny. La Ilustración Española y Americana, 8/01/1875.

A veces es posible observar el estudio como un lugar de transmisión de conocimientos de maestro a aprendiz. Espacio de exposición de sus progresos y obras a modo de escenario público. Una especie de inventario de su vida y su obra que reflejan el gusto y los intereses del artista.

En ocasiones, incluso, puede entenderse como un lugar con una fuerte carga mercantil, o incluso como reclamo publicitario que atrajo por curiosidad a un público que llegó a establecer relaciones comerciales con los artistas.

Especialmente en el siglo XIX, el atelier se convirtió en un pretexto para la sociabilidad, donde fue frecuente representar retratos de grupo y emplearlo a modo de asamblea, mostrando así una doble dimensión del mismo: la amigable y la profesional.

El estudio del pintor entendido como espacio para la asamblea. En el estudio se llevaba a cabo la acción creadora, la inspiración y la concentración del artista, pero también existían momentos de asueto y disfrute sensorial. Así lo utilizó Fortuny con sus colegas pintores en innumerables ocasiones.

A través de ellos fue posible conocer la inspiración, la experimentación, la imaginación, el dibujo, la ejecución, las maquetas, los bocetos, otros objetos personales, herramientas, materiales, obras desechadas, de un artista.

Sin olvidar además que en ellos solía encontrarse una buena parte de la base teórica del autor, su biblioteca, junto con su archivo personal, epistolarios y algunos cuadernos de dibujo, que son esenciales para un estudio en profundidad de la vida y obra de los maestros del XIX español.

Tipológicamente puede afirmarse que existió un modelo de estudio que imitó al atelier de Fortuny, dividido en la zona de trabajo, el jardín y otras dependencias anexas.

El suyo sentó el precedente para muchos otros espacios de trabajo de artistas contemporáneos.

Joaquín Agrasot en su estudio. Calle Pintor López de Valencia, h. 1919.

Así fue el tipo de estudio en el que el artista oriolano trabajó durante años, acompañado de sus colegas y más tarde de forma individual. En su atelier se observan retazos fortunyanos, como no podía ser de otro modo.

Agrasot pintó incluso un lienzo en 1871, donde dos mujeres contemplaban el mueble central del estudio romano de Fortuny. Además, según los estudios de Sequeros y la correspondencia con Ricardo Agrasot, en su estudio hubo un permanente y fervoroso homenaje a Fortuny.

Tenía Agrasot presente su efigie mediante la mascarilla de cera y un vaciado de la mano derecha del pintor catalán.

Todo ello junto con una fotografía de Fortuny en el lecho mortuorio, adornada con una corona de laurel que Agrasot renovaba continuamente. Ya se sabe que artista sin taller es como pájaro sin nido.

Agrasot, J., El estudio de Fortuny, s.f., Colección particular.

El 16 de octubre de 1872, Agrasot contrae matrimonio con Emma en Alicante. Apenas celebrado el enlace, Joaquín desea regresar a Roma y así lo hacen.

Es allí donde la joven Emma conoce a Cecilia de Madrazo. Los matrimonios conviven en la Ciudad Eterna y ambas mujeres establecen fuertes lazos personales, como ya lo habían hechos sus esposos.

Fortuny era hombre sencillo y humilde y prefería la vida familiar a la social, justo lo contrario que su esposa. Ella estaba acostumbrada a relacionarse con las más altas esferas de Madrid y hacía lo propio en la capital italiana.

Dibujo de D.J.L. Pellicer. Croquis J. Agrasot. La Ilustración de Madrid, 30 mayo 1872.

De entre las contadas excepciones en las que el anfitrión de la reunión fue el pintor, se recuerda una fiesta al director de la Academia de Bellas Artes de Nápoles, Domenico Morelli.

En el verano de 1873, fue invitado al jardín de su vivienda, la Villa Martinori en la Vía Gregoriana de Roma. La habían adquirido a instancias de Cecilia y allí Fortuny había establecido su estudio.

A esa fiesta acudieron amigos compatriotas y otros artistas. Entre la nómina de amigos se encontraban, una vez más, Joaquín y la joven Emma.

Villa Martinori en la Vía Gregoriana de Roma.

Portici.

Los Fortuny-Madrazo viajan a Nápoles y más tarde a Portici. Se sabe, por las cartas de Ricardo de Madrazo a su padre Federico, que en julio los Agrasot-Zaragoza todavía no estaban allí, pero sí a finales de agosto y pasaron juntos parte del verano de 1874.

Una velada en Villa Martinori (26/12/1873). 1. Josep Tapiró, 2. Joaquín Agrasot, 3. Tomás Moragas, 4. Bernardo Ferrándiz, 5. Celeste De Angelis (esposa de Simonetti), 6. Cecilia de Madrazo (esposa de Fortuny) con Mariano Fortuny y Madrazo, 7. Sra. de Capobianchi, 8. Emma Zaragoza (esposa de Agrasot), 9. Sra. de Herrer con María Luisa Fortuny y Madrazo, 10. Edoardo Dalbono y un pintor napolitano sin identificar, 11. Attilio Simonetti, 12. Joaquín Herrer, 13. Ricardo de Madrazo, 14. Domenico Morelli, 15. Mariano Fortuny, 16. Vincenzo Capobianchi y 17. Paul-Marie Lenoir.

Portici 19 julio 1874. Mi querido papá: […] Al fin hemos venido a parar a este puerto de mar tan risueño. Tenemos una casita preciosa, alegre, con jardín por un lado y el mar por el otro, y por una puerta falsa de la casa se sale a la playa, atajando diez o doce escalones. La casa tiene un piso solamente y encima terrazas (como en las casas de África).

Además, es muy fresca. Los pisos son de los que te gustan a ti, de azulejos, muy parecidos a los de España- Sabrás que Portici está situado a las faldas del Vesubio […] Esto se parece mucho a Andalucía, Sevilla o Granada, pero lleva ventaja por el mar.

La playa es bastante buena; el color de la arena no es como la de España, claro. Aquí es negra, de lava […] Cecilia ha convidado a los de Agrasot para que pasen una temporada. Ya les ha arreglado un cuarto. Aquí nos quedaremos hasta mediados de octubre, si es que el Vesubio no nos echa antes.

Entre Cecilia y Emma se creó un clima de complicidad y afecto muy similar al de los de los pintores. No es de extrañar que Fortuny recordara aquellos días de Portici como los más felices de su vida.

En Portici, realiza el pintor catalán algunos delicados retratos de su esposa e hijos y de Emma Zaragoza, de la que se conocen distintas versiones tales como la Señora de Agrasot bordando (Madrid, Biblioteca Nacional), la Señora de Agrasot en un ambiente de interior japonés (Colección particular), la Señora de Agrasot cosiendo (Princeton, Art Museum) o los de la Señora de Agrasot en el diván y la Señora de Agrasot y los niños de Fortuny (Barcelona, Museo Nacional de Arte de Cataluña), realizados a pluma, lápiz y acuarela.

Fortuny, M., La señora Agrasot sentada en un diván (anverso) h. 1874, Museo Arte Nacional de Cataluña.

Algunos de ellos parecen ser estudios preparatorios para una obra mayor, como es el caso de Los hijos del pintor en el salón japonés.

Es posible que Fortuny tuviera un planteamiento inicial diferente y pensara en retratar la escena incluyendo a la joven Emma.

Al fin y al cabo, si se trató de retratar lo cotidiano, y la intimidad del hogar, el matrimonio Agrasot formó parte de ello.

Fortuny, M., Señora de Agrasot bordando, h. 1874, DIB/18/1/5700, Biblioteca Nacional de España.

En aquella estancia Fortuny pintó para sí mismo, sin prisas, sin las exigencias del comercio del arte y explorando nuevas vías.

Durante aquel verano hizo una gran cantidad de estudios y dos cuadros. Especialmente orgulloso estaba de uno de ellos.

Pintado como un resumen de su estancia veraniega, con elegantes damas y niñas descansando sobre la hierba, alegres bañistas en diversas actitudes, las ruinas de un viejo castillo, los muros de un jardín, etc.

En esta obra aparecen retratadas Cecilia, a la derecha, y Emma Zaragoza que aparece tumbada al lado de su esposa. El niño que aparece agachado a la derecha es Mariano, hijo del artista.

Todo a pleno sol y sin escamotear ni un rayo; todo es claro y alegre, y cómo podía ser de otra manera, si hemos pasado un verano tan feliz (?)

Fortuny, M. Playa de Portici, 1874, óleo sobre lienzo. Meadows Museum, SMU, Dallas.

La última acuarela que pintó Fortuny representaba la esposa del pintor Agrasot en el vestíbulo de la finca que ocuparon en Portici, cuyo recinto guardaba un estilo pompeyano, contiguo a un jardín.

Cuenta Ciervo que lo concluyó en solo tres sesiones de tres horas por la mañana. Fortuny acostumbraba a pintar sentado utilizaba un bloc que apoyaba en las rodillas.

Le gustaba charlar con sus modelos y la joven Emma le contaba cosas de Alicante, donde ella vivió hasta que se casó, mientras, el maestro trabajaba en silencio.

La joven aparece sentada en la entrada de Villa Arata en Portici, mostrando un abanico de influencias japonesas con una factura impecable. Junto con Cecilia aparece en numerosos dibujos en cuadernos de Fortuny, donde ambas cosen, bordan o hacen calceta.

Fortuny, M., Emma Zaragoza, 1874. Barcelona, Colección particular.

Portici Octubre 6 1874. Mi querido papá: Qué pronto se nos ha pasado el verano. Dentro de 15 ó 20 días estaremos en Roma; y dentro de dos meses si Dios quiere nos veremos […] Agrasot y su mujer se fueron hace una semana…

Roma. El fin de un genio.

El 31 de octubre, un grupo de artistas napolitanos, acudió a despedir a Fortuny y su familia a la estación. Se marchaban a Roma, donde ya estaba el matrimonio Agrasot. Mariano ya acusaba unas fiebres que fueron empeorando y que, finalmente, lo llevaron a la muerte el 21 de noviembre de 1874, con sólo 36 años.

En el momento de la muerte de Fortuny se encontraban presentes su esposa Cecilia, su cuñado Ricardo de Madrazo y un buen número de amigos, entre los que se encontraba Agrasot.

A las 20 horas y 30 minutos de la noche y, según Casanova Estorach, «con un silencio sepulcral, lo hemos trasladado desde su cama a Santa María del P[opolo]».

El féretro fue transportado por Agrasot, Tusquets, Tapiró, Villegas, Jiménez, Vallés, Álvarez, Simonetti, Heilbuth, D’Épinay y Morelli, acompañados por algunos discípulos napolitanos de este último, a los que habría que añadir a Pradilla y a Casanova Estorach.

En la iglesia lo velaron durante la noche y por la mañana se ofreció una misa de difuntos. Tras ésta, se trasladó su cuerpo al cementerio de Campo Varano.

Lo llevaron en hombros de artistas, españoles, romanos y extranjeros, en intervalos de doce en doce.

El pintor Pradilla narró «iba la caja colocada sobre una especie de túmulo cubierto con un gran paño de terciopelo negro, y encima la paleta que acostumbraba a usar el pintor».

Varias fuentes indican que fueron 135 los artistas que tomaron parte en el traslado, aunque algunos artículos de prensa llegaron a hablar de una comitiva de 500 personas.

Pasadas las 14 horas llegaron a Campo Varano donde se le dio el último adiós.

Dibujo de Pradilla en La Ilustración Española y Americana, 8/12/1874. Asistentes al entierro de Fortuny: 1. Vincenzo Capobianchi, 2. Walther Fol, 3. Baldasarre Odescalchi, 4. Pietro Venturi (alcalde), 5. Tomás Moragas, 6. Jerónimo Suñol, 7. Ernest Hébert, 8. Attilio Simonetti, 9. Josep Tapiró, 10. Prosper d’Épinay, 11. Joaquín Agrasot, 12. Manuel Rancés y Villanueva (embajador),13. Achille Vertunni leyendo, 14. Doménico Morelli con útiles de pintor, 15. José Casado del Alisal y 16. Bernardo Ferrándiz.

Pronto hubo que organizar todas las obras del estudio de Fortuny y todas las piezas de colección que había atesorado a lo largo de su vida. Cecilia nombró uno de los albaceas al propio Agrasot, entre otros artistas y amigos para que llevaran a cabo esa labor.

El 11 de febrero de 1875, tras recibir una obligada consulta oficial, se manifestaron a favor de la venta de la colección de Fortuny los peritos públicos italianos Giovanni Martinetti y Vincenzo Capobiachi y los pintores españoles José Villegas, Lorenzo Vallés, Ramón Tusquets, Luis Álvarez Catalá, Joaquín Agrasot y el escultor catalán Jerónimo Suñol.

El 14 de febrero, Cecilia recibió la autorización para llevarse los objetos a París, donde se estimó que podían alcanzar precios mejores.

Fue una especie de punto y final para la vida del pintor catalán y un punto y seguido para el artista oriolano. Aún le quedaban a Agrasot casi cuarenta años de vida y un largo camino que recorrer en su carrera como artista.

Una carrera que arrancó unida a uno de los pintores de mayor fama del siglo XIX español.

Joaquín Agrasot Juan. Coloreada por JM Dayas.

No pudo tener mejor maestro. La de Fortuny y Agrasot fue de esas amistades intensas, que se tienen a los veinte años y que dejan huella.

Se fraguó a través de la admiración, el respeto y el cariño mutuo, hasta trascender lo puramente artístico.

Mariano, Joaquín, Cecilia y Emma, consolidaron una relación que les hizo estar presentes en algunos de los momentos más importantes de sus vidas.

Sus trayectorias profesional e íntima, caminaron en paralelo durante varios años, aunque la fama y la fortuna crítica de ambos fuera muy desigual después.

Enlace a la III parte.

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