Las Riadas. J. Rufino Gea.

«Las inundaciones en España. Los habitantes de la llanura huyendo hacia Orihuela buscando refugio». 

Del Archivo de Orihuela. Las Riadas.

El día 28 del pasado noviembre se reprodujo en  esta ciudad la piadosa ceremonia, tantas veces practicada, de conducir la Virgen de Monserrate al puente y arrojar al río el precioso ramo de nuestra excelsa Patrona para que librase la población y la huerta de la inundación que las amenazaba.

Desgraciadamente la impetuosa avenida había socavado ya las márgenes del río, y derrumbándolas al día siguiente, y saltando por encima de ellas en algunos parajes, sembró, como otras tantas veces, la desolación, la ruina y el hambre por las frondosas huertas oriolanas. Veinte días después el río Segura se desbordaba de nuevo, y no hallando ya cosechas que destruir, se desparrama por la vega aumentando las angustias y tribulaciones de los desgraciados labradores que no han tenido tiempo de guarecerse en la ciudad.

Aquella piadosa ceremonia se practicó también al ocurrir la formidable riada del día de Santa Teresa de 1879; pero el origen de arrojar al Segura el ramo de Nuestra Señora no es tan remoto como generalmente se cree. Es más: no era la Virgen de Monserrate la tutelar de Orihuela y su huerta contra esos dolorosos desastres, sino el glorioso taumaturgo San Gregorio.

Su día fue declarado festivo por el Consejo en todo el territorio de la ciudad, y tanto este día como el primer miércoles de cada mes, que le estaba igualmente consagrado, a nadie le era permitido trabajar sin incurrir en multas o en cárcel. Cuando el Segura amenazaba desbordarse, invitaba el Consejo al Obispo, al Cabildo, a las parroquias, a las comunidades religiosas y al pueblo para hacer deprecaciones al Santo, a fin de templar la ira de Dios.

San Gregorio imaginado por Montesinos. Archivo Caja Rural Central. Copia digital en el Archivo Histórico de Orihuela.

Sus favores fueron tan acreditados y frecuentes, que en 1600 le erigió la ciudad el monasterio de su nombre, lo pobló rápidamente de frailes, le otorgó pensiones y rentas y premió con un donativo de ochenta libras moneda a uno de sus legos que consiguió librar las cosechas de una terrible plaga de langosta con sólo conjurar los campos y rociarles con el agua milagrosa del pozo del convento. Las circunstancias en que la Virgen de Monserrate substituyó a San Gregorio en aquella preeminencia tutelar y bienhechora fueron harto crueles y desdichadas para todos loa oriolanos.

Dibujo de Joseph Montesinos en 1794. Archivo Caja Rural Central. Copia digital en el Archivo Histórico de Orihuela.

El año 1672 vino al mundo acompañado de lluvias tan copiosas y frecuentes, que casi todo el mes de enero transcurrió en perpetua rogativa. El día tres ya había dispuesto el Consejo que se sacara a San Gregorio en procesión al río, con la solemnidad y acompañamiento de costumbre y precedido de seis nobles caballeros con antorchas blancas; pero sucedió que las lluvias continuaron, el Segura creció, rompió los frágiles costones que aprisionaban las turbias aguas y por espacio de varios días esparció en la ciudad y en la vega la desolación y la muerte, arrasándolo todo con empuje tan extraordinario, que hasta el propio convento de San Gregorio quedó amenazando derrumbarse sobre sus cimientos.

879. Orihuela, riada de Santa Teresa. «La Ilustración española y americana», núm. 40.

Aún continuaban los horrores de esta catástrofe memorable, cuando en los primeros días de marzo empezó el río a crecer de nuevo. El hambre acosaba ya a los vecinos; el trigo del Pósito se había agotado totalmente con los donativos hechos al pueblo y a los conventos.

Los emisarios que habían sido enviados a buscarlo en otras regiones, regresaron atemorizados sin traerlo por no poder atravesar la rambla de Benferri, ya desbordada; dolorosos ayes de angustia voces clamorosas y deprecaciones y congojas infinitas, daban a la ciudad y a la huerta el fúnebre aspecto de un duelo universal inextinguible.

No pudiendo salir la procesión de San Gregorio, cuyos frailes se habían refugiado en otros monasterios, se acudió a la Virgen de Gracia y se la colocó en un altar improvisado encima del puente; mas el río siguió creciendo. Entonces el Consejo se reunió en sesión extraordinaria el 7 de marzo y tras largo debate, acordó: Que se saque en procesión y se conduzca a la Santa Iglesia Catedral la Virgen María de Monserrate, para que esté allí con la decencia y lucimiento que se requiere, se envíe toda la cera blanca que sea necesaria.

Que la Virgen sea, colocada en el altar mayor, donde está el Santísimo Sacramento de manifiesto; que se pase recado al señor obispo y cabildo para que las parroquias y conventos, por seis días, vayan a hacer deprecaciones al Santísimo y a la Virgen, y que todos los días se diga misa cantada y sermón, a las cuales asistirá la Ciudad, pagando de sus rentas lo necesario para templar la ira de Dios.

El milagro del ramo. Grabado siglo XIX.

Aquella misma tarde, al atravesar el puente la procesión, detúvose a la Virgen junto al río, y mientras el pueblo en masa coreaba a grandes voces la letanía que cantaban el obispo, los canónigos y los frailes, tuvo quizás el ilustrísimo D. José Bargés la feliz inspiración de arrojar sobre las encrespadas aguas del Segura el ramo de la Virgen, y esta señal de santa alianza entre el pueblo de Orihuela y su amada Patrona salvó por aquella vez la vega de otro desastre, quedando por ello, y desde entonces, transmitida a la Virgen de Monserrate la supremacía tutelar con que hasta el año 1672 glorificaron los oriolanos al taumaturgo San Gregorio.

Orihuela. Ceremonia del ramo de la virgen en el Puente Viejo.

Ya no volvió a invocarse al Santo en las riadas sucesivas. Su culto declinó; sus frailes desaparecieron; su amplio convento se transformó en almacenes, tabernas y sucio matadero municipal; y el río Segura, cuyos desbordamientos contuvo tantas veces (según rezan los papeles de nuestro Archivo) continuó de tiempo en tiempo, y sigue todavía, o destruyendo con sus avenidas las cosechas de la huerta, o no dejando que la fecundidad de su suelo se manifieste exuberante y remuneradora por causa de las frecuentes sequías; porque como al hacer rogativas para que llueva o para que las riadas no arrasen la vega, el provechoso rogar a Dios no va acompañado de útiles golpes de mazo, tendrá perpetuamente caracteres de actualidad la profecía que San Vicente Ferrer hizo en su visito a los oriolanos, el cual, teniendo en cuenta nuestra proverbial desidia y señalando al río y a la huerta, dicen que pronunció estas fatídicas palabras: — Este lobo se comerá a esa oveja.

Vicente Ferrer.

Pinchando sobre la imagen de Vicente Ferrer se accede a otro artículo que amplía el mismo tema. Lo escribí hace tiempo.

J. RUFINO GEA. Cronista honorario de la ciudad de Orihuela. Diciembre de 1916.

Transcripción Antonio José Mazón Albarracín. (Ajomalba)