San Gregorio y los descalzos alcantarinos.
La calle de San Gregorio toma su nombre de un desaparecido convento franciscano en el que los descalzos alcantarinos pervivieron poco más de dos siglos.
En concreto desde 1600, año de la fundación, hasta 1835, momento en el que abandonaron convento e iglesia en aplicación del proceso desamortizador emprendido por el Gobierno de la Nación.
Para la nostalgia quedó la capilla de la Venerable Orden Tercera, que ya solo podemos contemplar a través de añejas fotografías desde que fue demolida para erigir en su solar la moderna iglesia de San Vicente Ferrer.
Era el último recuerdo de aquel cenobio erigido bajo la advocación de San Gregorio Taumaturgo.
Los franciscanos descalzos o alcantarinos
La trayectoria de la orden franciscana está marcada por continuas renovaciones en el intento de aproximarse al ideal evangélico dictado por Francisco de Asís.
A través de los años fueron surgiendo hermanos dispuestos a intensificar sus ideales de austeridad, pobreza y soledad.
En el clima de reforma religiosa impulsada por la política de los Reyes Católicos y ejecutada por el también franciscano cardenal Cisneros, durante el siglo XVI despuntaron varios religiosos españoles; personajes como Ignacio de Loyola o Teresa de Jesús; y también un franciscano llamado Pedro de Alcántara.
Nacido en 1499, Juan de Garavito procedía de una de las familias más nobles y ricas de Alcántara (Cáceres).
En 1515, tras abandonar los estudios de leyes en Salamanca, tomó los hábitos, adoptando el nombre de Pedro.
En las filas de los conventuales reformados, fundó el convento de El Palancar, famoso por sus reducidas dimensiones.
Pronto comenzaron a sumársele nuevos hermanos, por lo que necesitó abrir casas para alojarlos.
Como hicieron sus predecesores, marchó a Roma donde su proyecto fue bien recibido, volviendo como Comisario General. Brillante orador, amigo de Santa Teresa de Jesús y consejero de reyes, su carismática personalidad arrastró a muchos franciscanos a vivir su proyecto.
La reforma de los descalzos, conocidos a partir de entonces como alcantarinos, se fue propagando por España, Portugal, Italia y los territorios de ultramar.
La fundación en Oriola
Para abordar el estudio histórico de esta fundación disponemos de los documentos conservados en los archivos oriolanos y también de los trabajos de cronistas anteriores.
En primer lugar repasaremos el «Cathalogo de los conventos del obispado de Orihuela», manuscrito confeccionado a mediados del siglo XVIII que se conserva en el Archivo Histórico Nacional, reproducido por Juan Bautista Vilar:
San Gregorio: En el día 22 de Abril del año 1600 se tomó posesión de este Convento de Padres descalzos de la Provincia de S. Juan Bautista, con la advocación de S. Gregorio Taumaturgo, con todas las licencias necesarias.
Siendo Obispo de esta Ciudad el Iltmo Señor D. Joseph Estevan; Governador de ella D. Alvaro Vique; justicia criminal Nicolao Viudes, Jurados Enrrique Marquefa, Diego Fernández de Mesa y Bartholomé Viudes, cuia posessión tomó el Rd. Padre Fray Gaspar Valera Predicador con Comissión del Rdo. Padre Fray Antonio Sobrino que era Comisario Prov, de dta. Provincia, por ausencia del Rdo. Padre Provincial Fray Antonio Alvaro, que se hallava en Roma. (1)
Medio siglo después, Montesinos se refiere a la «fundación del exemplar comvento de San Gregorio Thaumaturgo, extramuros de esta Ciudad de Orihuela»:
Gobernando estaba en paz la nave de San Pedro por los años de 1600 el Papa Clemente VIII […] gobernaba las Españas, el gran Rey Felipe III de Austria.
Por estos felices tiempos, se hallaba predicando el Reverendo Padre Fray Gaspar Valera, Religioso Franciscano Descalzo de la Provincia de San Juan Bautista, en esta Ciudad de Orihuela; hízolo con tan buen espíritu, exemplo y eficacia, y la movió a tan singular Devoción del Seráfico Instituto, que luego comenzó a tratar de que fundasen los suyos en ella y tomassen posessión del Convento.
Y habiendo venido la noticia del Sapientísimo y Reverendo Padre Antonio Sobrino, que por entonces se hallaba decorado con el Oficio de Comisario Provincial, diole parte de ello al Ilmo. Sr. D. Josef Estevan, IV Obispo de Orihuela el qual, aunque al principio lo dificultó por cuantos inconvenientes ocasionados de la maldita envidia, cuando las continuas insistencias con que la Ciudad, Justicia y Jurados lo pedían, dio licencia para que los referidos Padres tomassen posesión. (2)
Las notas recopiladas por Ernesto Gisbert a finales del XIX (3) aportan poco; más bien parecen tomadas de los anteriormente citados.
El primer cronista que aborda el tema con rigor documental es José Rufino Gea, publicando su trabajo en un semanario local a modo de fascículos entre los años 1917 y 1918. (4)
Con lo recopilado por todos ellos y utilizando las actas municipales del año 1600, que se conservan en el Archivo Municipal de Orihuela, analizaremos los acontecimientos que rodearon a dicha fundación cotejándolos con la situación histórica de la ciudad.
Quiero empezar diciendo que los descalzos llegaron a Oriola tarde y en mal momento; pero que lo hicieron bien recomendados.
En marzo del año 1600 quedó registrada la carta de Joan Alfonso Pimentel de Herrera, conde de Benavente y virrey de Valencia en el período 1598-1602, en la que aconsejó al Consell oriolano la conveniencia de fundar un convento de franciscanos descalzos en la ciudad.
Los Padres descalços de S. Francisco me han dicho como tratan de fundar un Conbento de su Orden en esa ciudad subjeto a la Provincia de Valencia, que aunque yo se que por ser esta obra tan buena y de que ha de rredundar tanto bien, estoy cierto acudiran a esto con mucho cuidado, pero por la debocion particular que tengo a esta Religion he querido rrecomendarlo a Vs.ms. a quienes Ntro. Señor guarde. En Valencia 17 marco 1600. (5)
En aquellas fechas Oriola andaba muy preocupada por las noticias recibidas desde Valencia y Cartagena, cartas que anunciaban que las ciudades de Xátiva y Alcoy estaban apestadas.
También se quejaban amargamente ante el secretario del rey de que, cumpliendo el mandato de Su Majestad, en 1592 habían reconstruido totalmente la «torre de la foradada» y la habían dotado de artillería, aljibe, guardias y atajadores pero los murcianos no habían hecho lo propio con la del cabo del Pinatar, y se estaban colando los moros apresando muchos cautivos entre pastores y labradores.
Por otro lado, atraídos por su riqueza y, al abrigo del reciente obispado, la ciudad se había saturado de órdenes religiosas.
Oriola albergaba ya a los añejos mercedarios, a los franciscanos observantes con sus hermanas clarisas, a los agustinos y agustinas, a los carmelitas, a los trinitarios y a los dominicos, cuyo rector, hijo de Loazes, gestionaba el traslado de media docena de dominicas del monasterio de las Magdalenas de Valencia para instalarlas en el beaterío de Santa Lucía. (6)
Aunque la orden franciscana estaba implantada en Oriola desde el siglo XV, a lo largo de la centuria siguiente habían florecido en ella diversas reformas, sinceros intentos de restablecer el espíritu de su fundador, como las de los descalzos y la de los capuchinos, que no tardaron mucho en llegar a la ciudad episcopal.
Demasiadas bocas ociosas para alimentar.
El principal valedor de la fundación era el padre Gaspar Valera, franciscano alcantarino del convento de Callosa de Segura, fundado en 1585.
Quizás para no desairar al virrey, la ciudad concedió su autorización provisional solicitando del obispo Joseph Esteve la oportuna licencia que, teniendo en cuenta el precario estado en el que se encontraban algunos conventos, contravendría las recomendaciones de Trento.
Dejaban así en manos del prelado la polémica decisión de autorizar otra fundación cuando las que ya estaban instaladas apenas podían subsistir.
El obispo, lavándose las manos, respondió con carta fechada en 14 de abril, y les dijo que calculasen ellos si la ciudad contaba con recursos suficientes para fabricar una casa franciscana sustentándola dignamente, y que si así era, él concedería la licencia.
Me advierten Vs. ms. que yo de primero licencia a dichos frayles y que después Vs. ms. ajuntaran consejo y procuraran que se determine lo que mas conbiniere al servicio de Ntro. Señor.
A lo cual respondo que Vs. ms. miren si la ciudad puede sustentar tantos monasterios y si hay fuerças para todo lo que es menester para fabricalles una casa y lo anexo a ella, que determinado primero esto y pareziendoles a Vs. ms. que esto conbiene havisandome y resolucion acudiré luego con la licencia y servire a Vs. ms. y a essa ciudad como devo, advirtiendo a Vs. ms. la necesidad que padezen los demas monasterios. (7)
En apoyo del proyecto, acudió el comisario provincial Antonio Sobrino enviando una carta desde el convento callosino.
En ella opinaba que una ciudad tan principal y devota, podría fabricar y mantener una casa para doce franciscanos.
A mi paresceme que en ciudad tan principal y devota dificultar si podra sustentar doze pobres siervos de Dios hijos de St. Francisco y hazerles casa, es punto fácil de resolver. (8)
Sobrino supo tentar a un Consell orgulloso con su estatus de cabeza de gobernación política y religiosa; una ciudad que estaba creciendo y acometiendo todo tipo de mejoras en búsqueda del «ornato» que permitiese demostrar el momento de su máximo esplendor.
Para acabar de convencerles, Gaspar Varela, quien a la postre sería el primer prior del convento oriolano, recordó los deseos del virrey para la principal ciudad del reino después de Valencia, haciendo hincapié en que el nuevo convento pertenecería a la provincia de San Juan Bautista de Valencia, no así el de recoletos de Santa Ana que era castellanos.
Tuviesen por bien que se edificase convento de descalzos, no obstante que había un convento recoleto de San Francisco, que es de la provincia de Castilla, y el que ellos quieren edificar es de la provincia de Valencia, y que la ciudad es de muchos vecinos y la mas principal del reino después de la de Valencia. (9)
En contra de la fundación levantaron la voz los observantes de Santa Ana, que protestaron por escrito ante el Consell al ver en peligro gran parte de sus ingresos en concepto de limosnas.
Apelando al Concilio de Trento, les recordaron la prohibición de fundar conventos en ciudades que no pudiesen mantenerlos cómodamente.
Estos padres ya dicho, en tiempo atrás tomaron el convento que ahora tienen en Callosa, por donde nos an ynpidido limosnas que della y de los demas lugares solia este nuestro convento tener, por donde si en algun particular somos molestos y cargosos a esta ciudad es porque la necesidad nos aze andar muy a menudo enfadando.
El manda que no se funden conventos donde comodamente por la via ordinaria, sin pedir milagros, no se puedan sustentar. (10)
Ante tales argumentos el Consell se reunió el lunes 17 de abril para tratar y resolver ese negocio; y a pesar de que «habían hecho mucha fuerza» las razones del prelado, todos los presentes «unánimes y conformes en voto y parecer, teniendo por cierto que Dios había inspirado sus corazones para que los de esta ciudad les favoreciesen y ayudasen el asunto», aceptaron la fundación dando cuenta al obispo por carta para que concediese la suya.
Conseguidas todas las licencias se cometió a Marco Sáez para dar morada a los descalzos y Oriola anunció orgullosa al virrey que, a pesar de tener otra casa de San Francisco, de haber acogido recientemente los conventos del Remedio y del Carmen, ambos muy necesitados, aceptaban a los alcantarinos dejando su subsistencia en manos de la divina providencia.
El 22 de abril tomaron posesión de tres casas situadas en el arrabal de San Agustín, junto a la barrera de Hurchillo donde se acomodaron temporalmente.
El sitio donde tomaron posessión fue el dicho Arrabal de San Agustín, en un pequeño callejón que se atajó con tablas, y algunos días estuvieron en él los Religiosos, con bastante estrechez y trabajo, hasta que enfrente de él tomaron tres casas pequeñas, de las cuales una servía de Santa Iglesia; la otra de portería; y la tercera de morada de los Religiosos, y en este paraje estuvieron hasta poder pasarse al combento, el cual se empezó a fabricar en 1601.
Sentose la primera piedra con muy grande primor y solemnidad, Domingo de la Septuagésima, asistiendo a este lucidísimo acto toda la clerecía, Señores Canónigos, Justicia, Jurados, en forma de Ciudadanos Nobles, Plebeyos y los más graves Religiosos de las demás comunidades.
Y para más solemnizar la fiesta, que de cuyo ya era grande, fue la Música de la Santa Iglesia Cathedral, y cantaron con regular melodía, en honor y gloria del Santo Obispo Gregorio, Patrono del nuevo combento. (11)
El apoyo municipal a la nueva fundación no solo incordió a los observantes de Santa Ana; mercedarios, agustinos, trinitarios y carmelitas pleitearon durante años contra los alcantarinos de San Gregorio.
Pero la decisión estaba ya tomada y las obras del nuevo convento franciscano y su iglesia se acometieron con premura gracias a las ayudas y limosnas del Consell.
El 20 de mayo concedieron licencia para sacar piedra de la «Peña del Castillo», sobre la casa antigua de Baltasar Pedrós y el 3 de junio, acordaron una limosna mensual de 3 libras sobre las rentas de la ciudad.
Con este respaldo y con donativos particulares continuaron las obras, instalándose en el nuevo edificio aun sin acabar a finales de 1603.
Rápidamente ampliaron y mejoraron su cenobio. En 1618 se hicieron con dos tahullas anexas para ampliar el huerto. En 1627 construyeron establos y pajar. En 1626 instalaron una barraca para criar seda…
El carácter reformista de los descalzos, con un comportamiento acorde a los postulados de su prédica, les hizo acreedores del cariño y respeto de los oriolanos; especialmente en las epidemias de 1648 y 1678; en este último año, la ciudad se dirigió al Provincial de la Orden, para agradecerle los desvelos de los descalzos:
Sucedió en esta ciudad de Orihuela el contagio de la peste, que duró en ella desde el mes de abril hasta los primeros de Agosto. Se sacrificaron víctimas de la caridad, y del consuelo público de la ciudad diez Religiosos de este Convento, saliendo de él a servir y consolar a los apestados del Hospital, y murieron de los diez cinco. (12)
A finales de la centuria comenzaron las reformas en la iglesia conventual. En 1698 compraron al ladrillero Tomás Pérez, 5.200 ladrillos para reformar la cubierta. (13)
Durante el siglo XVIII, las riadas estuvieron a punto de echar por tierra el edificio, quedando parcialmente dañado, por lo que se emprendieron obras imprescindibles, reforzando además arcos y paredes de la iglesia.
En su máximo apogeo, alcanzado en el siglo XVIII, el convento alojaba en sus muros a 50 religiosos y 8 pretendientes.
Su huerto, de casi cinco tahullas, contaba en fechas de la desamortización con 13 limoneros, 16 naranjos dulces y 2 agrios, 13 palmeras, 3 laureles, 1 peral, 3 higueras, 1 saúco, 14 parras, 2 pruneros, 1 albaricoquero y 22 granados. (14)
Con ayuda municipal urbanizaron toscamente el paseo de la alameda cubriendo los hondos con carretas de «ruinas y casquijo» para evitar que quedara impracticable por las lluvias.
Se compuso de cantería el puente sobre la acequia y se adornó con una cruz de término fabricada en 1735, que incluía las armas de la ciudad.
Gracias a la permuta efectuada por el Marqués de las Hormazas con la casa de Rafal a principios del siglo XIX, se ejecutó un camino para sustituir el «transito angosto que atravesaba los huertos del sitio de San Gregorio», completando así el precursor trazado de la actual calle de San Gregorio.
San Gregorio Thaumaturgo y la Virgen de Monserrate.
El Consell decidió que adoptase la advocación de San Gregorio Taumaturgo, abogado contra terremotos e inundaciones, por la devoción que la ciudad tenía a ese «santo bienaventurado», votado como intercesor ante las continuas avenidas del río que causaban tanto daño; en palabras de Montesinos:
Consultado por entreambos Cabildos, Eclesiástico y secular, que vocación y título se le daría al combento, convinieron todos en que fuese el de San Gregorio Thaumaturgo, obispo y confesor; y que se edificasse cerca de las orillas o márgenes del Río Segura, fuera del Arrabal de San Agustín, para que fuese amparo y defensa contra las grandes y terribles inundaciones que solían padecer de ordinario; y allí tomaron la deseada posessión, el día 22 de Abril del referido Año 1600, con grande contento y aplauso de toda la Ciudad. (15)
Así pues, cuando llovía más de la cuenta y el Segura comenzaba a desbordarse, sacaban al santo en rogativas «a fin de aplacar la ira de Dios».
Y eran estas tan frecuentes, que el padre guardián se quejaba al Consell de que la imagen de San Gregorio, además de pequeña, estaba indecente por las muchas veces que se había metido en el río, aconsejando hacer otra mayor y dejar la vieja para mojarla cuando hubiese necesidad.
Pero poco le quedaba al taumaturgo como intercesor meteorológico. El año 1672 comenzó diluviando y casi todo el mes de enero se pasó en perpetua rogativa.
Ya había sacado el Consell a San Gregorio en procesión al río, precedido como de costumbre de seis nobles caballeros con antorchas blancas, y sucedió que las lluvias continuaron, el Segura creció, rompió los frágiles costones que aprisionaban sus turbias aguas y, por espacio de varios días, esparció en la ciudad y en la vega la desolación y la muerte, arrasándolo todo con empuje tan extraordinario, que hasta el propio convento de San Gregorio amenazaba con derrumbarse sobre sus cimientos. (16)
No se había recuperado el pueblo de tanta desgracia cuando, dos meses después, el Segura comenzó a crecer de nuevo.
El pósito estaba vacío, el pueblo aterrorizado no podía contar con San Gregorio pues el acceso era imposible y sus frailes se habían refugiado en otros conventos.
Así pues echaron mano de la imagen más cercana. Nuestra Señora de Gracia fue sacada de San Agustín y colocada en un improvisado altar sobre el puente. Pero el río seguía creciendo.
El 7 de Marzo se reunió el Consell y acordó sacar en procesión hasta la iglesia catedral a la Virgen María de Montserrat.
Al llegar al puente de Poniente, el ramo de la patrona cayó al río e inmediatamente, las aguas comenzaron a descender. Con esta ya famosa ceremonia terminó la función intercesora contra las inundaciones de San Gregorio.
Exclaustración y desamortización
El siglo XIX fue particularmente duro con los descalzos. Durante la Guerra de Independencia, al quedar extramuros, el convento fue fortificado para seguir el plan de defensa de la ciudad. En el primer plano confeccionado, aparece como Batería de San Gregorio. (17)
Acabada la guerra, la subsistencia posterior del convento no fue nada fácil. Como la de las demás congregaciones masculinas, su historia terminó con la desamortización eclesiástica.
El domingo 23 de Agosto de 1835 los religiosos fueron expulsados; era el final del convento.
El amplio edificio, fue subastado y adquirido por Juan Vilaregut, quien lo convirtió en locales y casas de inquilinos; y tres años después, el Ayuntamiento trasladó a sus cuadras el matadero municipal.
Al igual que la Merced y San Agustín, en 1868 el edificio fue adquirido por las hermanas Antonia y Petra Vilar, quedando en manos de la primera en 1875. (18)
Si os apetece, pinchando la siguiente imagen podéis acceder a un artículo que, junto a Jorge Belmonte, escribí sobre el tema.
La escritura hacía constar que fue convento de San Gregorio, en la alameda del mismo nombre, que lindaba al frente con la alameda, a la izquierda con huerta propia, a espaldas con tierras del marqués de Boil y a la derecha con la capilla de la Tercera Orden de San Francisco.
Lindando también con la alameda, habían construidas seis casas de planta baja, que formaban parte del edificio. La iglesia conventual, situada entre el convento y la capilla de la Orden Tercera, desapareció transformada en almacén. (19)
En septiembre de 1885 Vicente López Durana, esposo de Antonia Vilar, pretendió edificar en los terrenos de San Gregorio. El Ayuntamiento, tras el informe de Ornato, acordó pedir a Durana los títulos de propiedad.
Tres meses después, presentados a nombre de Antonia, le acusaron de apropiarse de parte de la Alameda que era del común. También de destruir la columna y base de la cruz de término, por lo que le negaron la solicitud.
La Venerable Orden Tercera y la Cofradía del Perdón
Al igual que los franciscanos de Santa Ana, los alcantarinos de San Gregorio contaron con una Venerable Orden Tercera cuya capilla, separada de la iglesia por un callizo, fue el único edificio que se salvó gracias a su carácter seglar.
Fundada a mediados del siglo XVIII, esta institución costeó varias imágenes; entre ellas la de Nuestro Padre Jesús de la Caída obra de Salzillo y, desde mediados del XIX, organizó el traslado de dicha imagen el Martes Santo para formar parte de la procesión general del Viernes Santo.
Desaparecida la iglesia conventual la capilla se destinó al culto. Pero a principios del siglo XX, ante el mal estado que presentaba, fue clausurada temporalmente.
La restauración, a cargo del maestro Francisco Sánchez y de un carpintero llamado Sanz, fue financiada por suscripción popular; comenzó en 1905 y en febrero de 1906 quedaba reinaugurada.
Las obras de restauración comenzadas en el templo de San Gregorio, tocan a su término. La suscripción abierta con tal objeto, y cuya lista de señores donantes hemos ido publicando, ha dado los más lisonjeros resultados. La iglesia de San Gregorio abrirá pronto sus puertas al culto.
Un esfuerzo más y se coronará la obra, pues para ello falta bien poco. Merecen un aplauso sincero el maestro de obras Sr. Sánchez (D. Francisco) y el Sr. Sanz (carpintero) encargados de la restauración. En ella han derrochado buen gusto e inteligencia. Sobre todo el pintor Sr. Sánchez, que gratuitamente esta haciendo allí una verdadera obra de arte. (20)
En 1927 se fundó la Cofradía del Perdón como heredera natural de la VOT. Durante la Guerra Civil se clausuró de nuevo la iglesia, trasladando algunas de sus imágenes al museo creado por Justo García Soriano en el antiguo palacio de la casa de Rafal.
Terminada la contienda en abril de 1939, los cofrades del Perdón descubrieron que gran parte del piso de mármol había sido arrancado, y que cavado en el suelo de tierra, había un foso para asistencia del camión del cuerpo de bomberos que utilizaba el edificio como garaje.
También encontraron la cama del conductor instalada en el camarín de Nuestro Padre Jesús.
Con ayuda de los vecinos, la vieja capilla reconvertida en iglesia fue de nuevo acondicionada acabándose las obras en el año 1943.
Erigida la nueva parroquia de San Vicente Ferrer en 1968 con feligreses procedentes de la Catedral y de Santa Justa, en octubre de 1971 desapareció el único vestigio del convento alcantarino.
La entrañable ermita fue derruida y sustituida por un moderno edificio parroquial que, a pesar de su nueva titulación, para los oriolanos será siempre San Gregorio.
Antonio José Mazón Albarracín. (Ajomalba).
Publicado en la revista de Moros y Cristianos de Orihuela en 2013. Mi más sincero agradecimiento a Consol Payá Amat y a Gloria Doménech Giner.
Notas:
(1) Cathalogo de los conventos del obispado de Orihuela…. AHN, Estado, leg. 2945. (ms, mediados del XVIII). En: VILAR, Juan Bautista en Orihuela, una ciudad valenciana en la España moderna, vol. III, pág. 907. Orihuela.1981.
(2) MONTESINOS PÉREZ DE ORUMBELLA, Joseph; Compendio Histórico Oriolano. Tomo 6, capítulo 7, fols. 117-118. Manuscrito. 1792. Caja Rural Central. Orihuela. Los corchetes sustituyen un fragmento en el que Montesinos se extiende con una interminable lista de reyes que gobernaban Europa.
(3) GISBERT Y BALLESTEROS, Ernesto; Historia de Orihuela, vol. III, Orihuela.1901.
(4) GEA MARTÍNEZ, J. Rufino. «Páginas sueltas, documentadas de la Historia de Orihuela». En: El Conquistador, núms.178-179 (9-16 feb. 1918).
(5) Archivo Municipal de Orihuela. Actas municipales año 1600. Sig. A-95. Fol. 192.
(6) SÁNCHEZ PORTAS, Javier. El Patriarca Loazes y el Colegio Santo Domingo de Orihuela, pág. 30. Orihuela. 2003.
(7) AMO. Actas municipales año 1600. Sig. A-95. Fol. 210
(8) AMO. Actas municipales año 1600. Sig. A-95. Fol. 209
(9) ibíd.
(10) AMO. Actas municipales año 1600. Sig. A-95. Fol. 211
(11) MONTESINOS PÉREZ DE ORUMBELLA, Joseph; Compendio Histórico Oriolano. Tomo 6, capítulo 7, fols. 118-119. Manuscrito. 1792. Caja Rural Central. Orihuela.
(12) Cathalogo de los conventos del obispado de Orihuela…. AHN, Estado, leg.2945. (ms, mediados del XVIII). En: VILAR, Juan Bautista en Orihuela, una ciudad valenciana en la España moderna, vol. III, pág. 908. Orihuela.1981.
(13) NIETO FERNÁNDEZ, Agustín. ORIHUELA EN SUS DOCUMENTOS III: Los Franciscanos en Orihuela y su Comarca S. XIV-XX, pág. 205. Murcia. 1992.
(14) ibíd. Págs. 218-219.
(15) MONTESINOS PÉREZ DE ORUMBELLA, Joseph; Compendio Histórico Oriolano. Tomo 6, capítulo 7, fol. 118. Manuscrito. 1792. Caja Rural Central. Orihuela.
(16) GEA MARTÍNEZ, J. Rufino. “Páginas sueltas, documentadas de la Historia de Orihuela”. En: El Conquistador, núm.179 (16 feb. 1918).
(17) MUÑOZ PORTAU, Mercedes. «Aproximación a la Guerra de Independencia en Orihuela y su obispado: problemática castrense en un sector de retaguardia». Anales de Historia Contemporánea (Murcia) Vol. 1 (1982) p. 19-45.
(18) MAZÓN ALBARRACÍN, Antonio J/BELMONTE BAS, Jorge. «Aportaciones para el estudio de los conventos de La Merced, San Agustín y San Gregorio». Revista deorihuela, núm.9 (2007).
(19) Es parte del edificio que fue convento de San Gregorio, situado a las afueras de la Barrera del Matadero, en la alameda de su nombre, linda a levante con huerto propio, a poniente con camino a Hurchillo, mediodía con portería del convento y norte con la capilla de la tercera orden de S. Francisco, con callizo en medio. Tiene 6 ventanas con reja y una sin ella, puerta principal y 3 interiores, todas con cerrojo, llave y picaporte. (AHO. Protocolos Notariales).
(20) El Diario, núm. 243, (16 ene.1906).
Enlace versión original en PDF.