Mi monografía histórico-descriptiva «El Colegio de Predicadores y la Universidad de Orihuela» consta de 200 y pico cuartillas de letra menuda y apretada: un libro.
Lo he escrito en menos de dos meses, simultaneando esta labor con el ímprobo trabajo de la Redacción del periódico, que me lleva toda la tarde y a veces toda la noche.
¡Figúrate el esfuerzo que habré hecho! Yo creo que se me habrán liquidado los sesos como a don Quijote en la aventura de los requesones…
JUSTO GARCÍA SORIANO. Carta a Pedro Sainz.
Murcia, enero de 1918.
Justo García Soriano comenzó el año bregando simultáneamente en tres frentes: el Archivo de Hacienda, donde se ganaba el sustento; el diario «Levante Agrícola», donde lo habían contratado como redactor jefe por cien pesetas mensuales; y en la confección urgente de un estudio sobre el Colegio Santo Domingo, con el que pensaba concursar en un certamen organizado en Orihuela y agenciarse las 250 pesetas de premio.
La primera noticia sobre nuestro biografiado apareció el 2 de enero en «El Liberal». Dicho diario publicaba la composición de la Junta General del Círculo de Bellas Artes, escogida en reunión celebrada el 30 de diciembre; y entre sus miembros figuraba Justo como vocal.
Redactor en «Levante Agrario».
En enero de 1918 salía a la calle un nuevo diario murciano, órgano de prensa de la «Federación Agraria e Instructiva de Levante». Se llamaba «Levante Agrario», había nacido como semanario y llevaba tres años defendiendo los derechos de la gente de la huerta de Murcia.
Durante el breve periodo en el que Justo escribió para este periódico, demostró que podía desenvolverse con soltura en cualquier tema; especialmente en la crítica política y en la defensa de los más necesitados, disciplina que ya había practicado en sus tiempos de corresponsal en Madrid.
No hay registros digitales de esta publicación durante las pocas semanas que permaneció como redactor jefe; pero disponemos de algunos ejemplares de su colección particular depositados en el archivo oriolano. De ellos he transcrito buena parte de sus colaboraciones.
En el primer artículo, el único que firmó con su verdadero nombre para este diario, aconsejaba cultivar tabaco como alternativa a la naranja para compensar la caída de las exportaciones producida por la guerra mundial. Y haciendo gala de su dominio de los archivos, lo hizo aportando datos históricos sobre su implantación en Murcia desde el siglo XVII.
Levante Agrario. 11 de enero 1918: Problemas agrícolas regionales. EL CULTIVO DEL TABACO. Ante el porvenir. Nuevos cultivos. El del tabaco. La Ley de 2 de Marzo de 1917. La Real Orden de 6 de Junio último. La huerta de Murcia es terreno apropiado para su cultivo. Sus antiguas plantaciones. Datos históricos. Proseguiremos. Introducción.
La guerra europea ha causado al mundo entero la perturbación económica más grande que ha padecido la humanidad. En nuestra región se han sentido principalmente sus efectos por la terrible crisis que está atravesando la exportación de la naranja, que es su rendimiento más importante. A esta calamidad, que no lleva camino de pronto remedio, únense el presente año los rigores de un invierno crudísimo que con sus heladas y bajas temperaturas amenaza destruir los huertos de naranjos.
Ante la negra perspectiva que las difíciles circunstancias actuales nos ofrecen, bueno será que nuestros agricultores, terratenientes y colonos, vayan preocupándose de la implantación de nuevos cultivos, que pudieran evitar en un porvenir próximo la ruina de gran parte de nuestra riqueza agrícola…
… El Tabaco. Uno de los cultivos que en primer lugar pudiera y debiera intentarse por nuestros agricultores es el del tabaco, tanto más cuando hay de ello precedentes muy dignos de tenerse en cuenta (…) Antiguo cultivo de tabaco en la huerta de Murcia. No hay duda que nuestra región es una de las más indicadas, por sus condiciones de clima y suelo, para un excelente cultivo del tabaco…
… En la huerta de Murcia se cultivó el tabaco, en bastante escala, desde su introducción en la península. Ya en la primera mitad del siglo XVII su producción en Murcia era considerable. Nos consta esta noticia por algunos documentos de la época y en especial por varios acuerdos capitulares del Cabildo Catedral de esta diócesis. Entre ellos los del 8 y 15 de Octubre del año 1638. Tratan del arriendo, hecho por el Cabildo, de los diezmos que cobraba por el cultivo del tabaco en esta Huerta…
… En el acuerdo de 15 de Octubre de dicho año, consta que Martín Jiménez hizo postura de 300 reales al año por la renta del diezmo del tabaco de Murcia y su huerta (…) Tales antecedentes, bien puede servir para que nuestro terreno sea incluido entre los demás de España que el Ministerio de Hacienda designe y autorice para el cultivo del tabaco, según se dispone en el mencionado Real Decreto de 6 de Junio de 1917. Aún nos extenderíamos en otras consideraciones pertinentes al asunto; pero ya la excesiva extensión de este artículo nos obliga a reservarlas para otros trabajos sucesivos. Justo GARCÍA SORIANO.
Utilizando las iniciales de Juan Oriol, denunció «los intereses bastardos de los plutócratas» y «el fabuloso negocio que vienen realizando muchos acaparadores y exportadores, al amparo de quienes debían velar por los intereses del pueblo».
Levante Agrario. 15 de enero 1918: El problema de las subsistencias. Generalidades y premisas. La cuestión de las subsistencias es, hoy por hoy, el problema primordial de España. Ante su importancia capitalísima, deben quedar relegadas a lugar secundario todas las demás cuestiones. Antes de nada, el hombre vive de pan, y el primer deber que tiene para consigo mismo es el de sustentar su cuerpo.
Sin el sostenimiento y la conservación de este, están de más todas las bonitas ideas que predican filósofos y políticos. «Tripas llevan corazón, que no corazón tripas», dice sabiamente el viejo refrán castellano. Por eso afirmamos que la cuestión económica debe ser la base de toda actuación política y social, y la única norma que regule el derecho a la vida, y que el bien general, el de los más, debe anteponerse siempre al de los menos.
Estos principios jurídicos, sancionados por los códigos de todos los pueblos civilizados, suelen ser, no obstante, letra muerta para gobernantes y legisladores. España, más que otras naciones, vive —o mejor dicho, muere—bajo un régimen de privilegios y desigualdad irritantes. Por lo general, aquí, al legislar y al gobernar, sólo se tiene en cuenta la conveniencia de unos pocos y los intereses bastardos de los plutócratas.
Este desbarajuste, a cuya sombra los políticos profesionales y los explotadores medran y engordan a costa de la miseria de los más, se echa de ver principalmente en las cuestiones de orden económico. Muéstrase esto bien a las claras, en la batallona cuestión de las subsistencias, agudizada ya hasta el extremo de hacer que se levante, con clamoreo de indignación mal contenida, la nación entera, la más resignada y mansa de todas las naciones.
Los abusos que con los artículos de primera necesidad vienen cometiéndose en España, sólo se conciben en un país donde las leyes no marcan el límite adonde puede llegar la avaricia de los negociantes sin conciencia. Aprovechando la anormalidad producida por la guerra, los explotadores y sus cómplices se aprestaron desde los primeros momentos a chupar la sustanciosa sangre del consumidor. Y sobrevino injustificadamente y como por ensalmo el encarecimiento de la vida.
En menos de dos años, los artículos de primera necesidad casi duplicaron sus precios. En España, sin embargo, país agrícolamente rico, se produce lo necesario para el consumo de la nación, pudiéndose prescindir, en cuanto a materias alimenticias se refiere, de la importación extranjera. La producción de trigos y cereales cubre con holgura las exigencias de nuestro consumo.
Lo mismo puede decirse de las legumbres, de las patatas, de la verdura, del aceite y aun de las carnes y pescados. ¿Qué justifica pues el alza exorbitante del precio de estos artículos? Y para nadie es un secreto el fabuloso negocio que vienen realizando muchos acaparadores y exportadores, al amparo de quienes debían velar por los intereses del pueblo.
El Banco de España ha aumentado prodigiosamente sus reservas de oro, nuestra peseta ha duplicado su valor en los cambios, prosperan ciertas empresas poderosas; pero el proletariado y la clase media se mueren de hambre. Nosotros queremos ocuparnos extensamente de todas estas cuestiones, que juzgamos de vital interés. Con ello creemos servir a una causa justa, la causa de los necesitados, y a la vez laborar por una España más moral, en que impere la justicia distributiva.
Porque mientras la gente perece de inanición en las calles, será un sarcasmo hablar de religión, de caridad y de derecho. A este fin, iniciaremos muy en breve una extensa campaña para actuar y hacer público, con completa ecuanimidad y desapasionamiento, cuanto afecta a este arduo problema de las subsistencias. J. O.
El siguiente trabajo, firmado también como Juan Oriol, fue más bien un artículo de relleno, una especie de prosa poética cuya extensión he recortado bastante.
Levante Agrario. 18 de enero 1918: Apuntes de un cronista. Salutación al sol. Desde que los primeros remusgos otoñales comenzaron a desnudar de frondas las arboledas y a anticipar los lúgubres días de la invernada, las nubes grises y tediosas, irrumpieron como invasora hueste sobre la riente claridad de las vegas levantinas. Y la lluvia, en torrencial chubasco a ratos y otros en menudo cernido, ha ido cayendo, uno y otro día, sobre la ciudad y los campos, monótonamente, implacablemente, con una insistencia y una tenacidad desesperantes…
… Al sentirnos bajo el tedio deprimente de un cielo siempre plúmbeo y nebuloso, oyendo el continuo bisbiseo de la lluvia y contemplando todos los días las próximas montañas empenachadas con la albura de la nieve, el pensamiento se resiste a creer que vivimos en las templadas orillas del levantino Táder, entre el regazo tibio y amoroso de nuestra huerta mora …
… Después de tantas semanas melancólicas y grises de lluvia, ha amanecido por fin un día radiante y jubiloso. El Sol, el padre y almo Sol, ha rasgado su negra prisión de nubes y ha surgido sobre el límpido azul de Oriente con un gesto gallardo de triunfo…
¡Bienvenido seas, padre Sol! Tú eres la vida y el contento del mundo. Si tardas un poco más en tornar sobre el horizonte de nuestro cielo, a buen seguro que nos encuentras a todos convertidos en viles y chorreantes batracios. ¡Bienvenido seas!…
… Por eso también el cronista, contagiado del júbilo de este amanecer radiante, quiere hacerse intérprete del sentir de todos sus remojados congéneres los humanos, y dirigirte un entusiástico Hosanna, un férvido himno de salutación… JUAN ORIOL.
Su versatilidad y experiencia le permitía escribir con gran soltura sobre política y tratados internacionales. En este artículo se declaraba partidario de negociar pactos con los aliados; acuerdos mercantiles con las «potencias de la Entente».
Levante Agrario. 19 de enero 1918: POLÍTICA INTERNACIONAL. Los convenios comerciales de España con los aliados. En estos graves y críticos momentos en que la carestía de las subsistencias y las mordeduras del hambre agitan a toda la nación con convulsiones febriles, se está efectuando en Madrid un acto de extraordinaria trascendencia para nuestra vida económica.
Tan importante es que quizá de él dependa la única solución posible de este complejo y pavoroso problema. Varios representantes de las naciones aliadas se hallan actualmente en la Corte realizando gestiones con el gobierno a fin de concertar tratados comerciales entre Inglaterra, Francia, los Estados Unidos y España.
Con estas negociaciones se trata de realizar un pacto mercantil y financiero, igual en su estructura, a los que han firmado Holanda y Alemania, Austria y Holanda, Noruega e Inglaterra, Suiza y Francia, Suiza y Alemania, Inglaterra y la Argentina, Argentina y Estados Unidos, Estados Unidos y Suiza…
… De torpeza en torpeza, carentes de sentido práctico y de instinto de conservación, nos hemos vuelto de espaldas a aquellas naciones que han sido en todo tiempo nuestras naturales proveedoras y nuestras mejores clientes: Francia, Inglaterra y los Estados Unidos. España, país agrícola esencialmente, necesita, con necesidad imperiosa, vender sus frutas, sus hortalizas y sus vinos…
… España, en cambio, precisa para su consumo, como cosa indispensable y vital, la maquinaria y la hojalata, que nos suministra Inglaterra, y el trigo, el algodón y los abonos químicos, los engrases y el petróleo que nos importan los Estados Unidos. Fuera de estas naciones, ningunas otras nos son imprescindibles para nuestra vida económica…
… Según los mejores informes, quieren los aliados ponerse de acuerdo con España para estudiar cuáles son las cantidades de exportación que puede resistir el mercado de productos españoles sin que España experimente perjuicio; y cuáles son los productos y las cantidades que necesitamos importar, con objeto de que la vida nacional no se paralice.
Si así se hace, el convenio puede tener además la virtualidad de acabar con los sucios negocios del contrabando y de las importaciones fraudulentas y clandestinas, que han enriquecido a unos cuantos tratantes a costa de la miseria nacional; pues el intercambio de productos podrá ser oficial, y los precios de los artículos exportados o importados, sustraerse a la avaricia desenfrenada de los intermediarios.
Tal es la esperanza que debemos depositar en las actuales negociaciones entre el Gobierno español y los de la «Entente». De otro modo, la responsabilidad que contraerían nuestros gobernantes, en estos momentos históricos, es de las que debe exigir inexorablemente un pueblo tantas veces burlado, a quien se quiere condenar al hambre, a la desesperación y a la ruina. JUAN ORIOL.
El siguiente artículo denunciaba las cargas policiales contra manifestantes hambrientos. Y lo escribió al más puro estilo de aquel joven e idealista corresponsal en Madrid; en la época que utilizaba el seudónimo «Kandal».
Levante Agrario. 21 de enero 1918: APUNTES DE UN CRONISTA. Terapéutica nacional. —La sangría como tratamiento de la anemia. Una vez más la sangre de indefensas mujeres y de inocentes niños ha corrido por las calles de los pueblos de España. Niños y mujeres suelen ser siempre aquí las víctimas propiciatorias inmoladas en aras de ese terrible Moloch del orden… desordenado.
Otra vez se ha respondido a la voz airada del pueblo hambriento, que pide pan y justicia, con el supremo y único remedio que nuestros gobernantes son capaces de concebir para solucionar todos los problemas: ¡El Maüser!
En esta nación donde tanto chanchullo político y burocrático se realiza, donde tanto acaparador y mercachifle se enriquece, abusando unos y otros de la resignación y de la paciencia del pueblo, aún no se ha visto que un ministro de la Corona vaya a la barra ni que un explotador arrastre cadenas.
Pero llega un día en que ese pueblo resignado, cansino, acosado por la necesidad como lobo hambriento, sale a la calle a pedir a sus malos administradores que le hagan posible la vida, que le dejen roer por lo menos el duro y negro mendrugo que también le quieren arrebatar, y entonces, con un rigor inhumano, ahogan sus justas demandas con el filo de los sables y con el plomo mortífero de los fusiles.
Para que nuestra Constitución respondiera a la realidad actual de la vida española, debiera modificarse concretando todos los deberes y derechos ciudadanos en este solo artículo: «Todos los españoles, pero de un modo especial los desheredados de la fortuna, están obligados a sostener las cargas del Estado, pagando cuantos tributos y gabelas se les imponga por el Poder constituido, sin omitir la contribución de sangre.
En correlación de estas obligaciones y compensación de estos sacrificios, la Monarquía española les concede y garantiza un solo y soberano derecho: el derecho a morirse de hambre… sin protestar». Por lo menos, este espíritu es sin duda el único que informa las sangrientas represiones de estos días, en que unas pobres mujeres y unos débiles niños, inconscientes e irresponsables, han caído atravesados por las balas en las calles de Málaga y Alicante, por el solo delito de protestar indignados contra la carestía de los alimentos.
¡No sabían los menguados que siempre es peligroso alterar con gritos y estridencias las plácidas digestiones de los poderosos que tienen el estómago y los bolsillos repletos!…
El pueblo español padece hambre secular desde los áureos y gloriosos días de Lazarillo de Tormes. Ha ayunado ya mucho y ha tenido que mantener con su sangre a numerosos parásitos y sanguijuelas. Hemos sido raza de hidalgos vergonzantes y de pordioseros hampones que acallaban el hambre con la sopa boba a la puerta de los conventos y luego, mostrando jactanciosos el mondadientes entre los labios, iban a curar sus lacerías de la cara al buen sol que nunca se ponía en nuestros dominios.
Y de tanto ayunar y tanto ser chupados por zánganos y ministriles, la anemia fue debilitando y degenerando a aquella raza viril y fuerte que tuvo a raya a monarcas y déspotas. Exangüe y valetudinaria, sin fuerza ya casi para quejarse, perece de atonía y consunción en el pobre solar esquilmado. Los graves doctores que la asisten en sus postrimerías, ayudándola a mal morir, han ideado un ingenioso tratamiento para curar radicalmente al enfermo de la anemia que padece ¡una sangría!…
…Ante estos neroncillos de la lanceta, la única gracia que puede pedir ya el pueblo, condenado a rabiosa muerte de hambre, es la piadosa merced que el auténtico Nerón concedió a nuestros compatriotas Séneca y Lucano, la de morir dulcemente, refinadamente, en baño perfumado y tibio, con las venas abiertas… JUAN ORIOL.
Acabando el mes de enero, nuestro biografiado escribió una carta a Pedro Sainz contándole lo ocupado que estaba con su nuevo trabajo en prensa; la razón por la que no había viajado a Madrid en Navidad (de la que ya hablamos en la entrega anterior); y su proyecto de monografía sobre Loazes para la que, como siempre, necesitaba de su ayuda documental urgente.
Murcia, 30—I—918. Querido Pedro: En vista de mi tardanza en escribirte, creerás seguramente o que te he olvidado o que me he muerto. El primer miembro de esta hipótesis es absurdo, y si ha pasado por tu imaginación, estás mal de la cabeza, pues concibes lo que repugna a la misma naturaleza de las cosas. En cuanto al segundo miembro es cierto en sentido figurativo, pues muerto o casi espichado ya estoy de tanto trabajar.
Sí, de trabajar, ¡y en Murcia!, aunque te parezca increíble. Primero el encargo de Bonilla sobre Jácome Ruiz me hizo sudar mucho en el Archivo Catedral y a la vez me acarreó un maldito e inoportuno enfriamiento que nos impidió ir a esa Corte a pasar las Pascuas. Menos mal que la cosecha investigadora fue opima y pingüe. Hallé cosas verdaderamente interesantes. A Bonilla le escribí comunicándoselo, pero no me ha contestado siquiera.
Pero lo que me roba el tiempo es mi labor periodística. Soy redactor jefe de Levante Agrario, un diario que en ésta se publica desde 1º de año, de grandes proporciones y mucha información. Trabajo como un negro para ganar 100 ptas. mensuales que me pagan y me hacen mucha falta para vivir.
En los ratos, muy pocos, que me deja libre el Archivo y el periódico, me ocupo actualmente en escribir una monografía histórico-descriptiva del Colegio de Santo Domingo y antigua Universidad literaria de Orihuela, fundada por mi ilustre paisano del siglo XVI don Fernando de Loazes. Se le va a hacer un homenaje con Certamen de monografías de semejante tema. El plazo de la Comisión de los trabajos expira el 20 de Febrero. Y yo necesito saber pronto lo que dice Ponz en su Viaje del Colegio de Orihuela.
Te escribo para que con toda urgencia me saques la copia del texto íntegro o bien comprendido de Ponz y me la envíes antes del día 8 del que viene. Te pido muy encarecidamente este favor que te agradeceré con toda el alma. Justo García Soriano. Recuerdos de todos para todos. Te suplico mucho no dejes de hacerme, a la mayor brevedad, el favor que te pido. En ello va la honra y 250 ptas. de premio.
Tres semanas después, justo a tiempo, enviaba su monografía a Rufino Gea Martínez, cabeza visible de la comisión organizadora del homenaje a Loazes. Rufino estaba en esos momentos centrado en el estreno, en el Teatro Circo de Orihuela, de un «boceto dramático» que él mismo había escrito. Por la siguiente carta, sabemos que, además del acuse de recibo, solicitó la ayuda de Justo para alquilar en Murcia el vestuario necesario para la obra «D. Fernando de Loazes en las Cortes de Monzón».
Orihuela 25 febrero 18. Sr. Justo García Soriano. Mi querido amigo: Anoche quedó entregado su trabajo al Sr. Cavero. En la mañana me ha dicho que lo leyó de un tirón y que le ha gustado mucho. Esta tarde se leerá en junta del jurado. Elías Abad ha desistido de presentar el estudio biográfico por falta de tiempo para terminarlo. Julio mandó el suyo el sábado, según tengo entendido.
Ahora que ya ha salido V. de sus ahogos de tiempo podrá ver los trajes que necesitamos, que son los que siguen: 1 para Felipe II, que puede servir el de Tenorio de luto, liso, con capa corta. 1 manto real para el acto del solio. 1 sotana morada para obispo o arzobispo, con esclavina del mismo color y solideo. 4 de caballeros o nobles, con capeta, birrete y espada. 2 de paje. 2 de maceros (mazas hay aquí). 2 de enviado sin capa ni espada, pero con sombrero. 12 (antes eran 25) de caballeros o procuradores en cortes.
Como sólo salen en el acto del solio no se necesitan sombreros; algunas capetas y espadas pues no creo necesario que todos usen adminículos. Ya cuidará la acreditada pericia de V. que adapten a la época y que se envíen provistos de los correspondientes calzones de punto o malla. Si pueden mandarlos el viernes en el coche que sale para esta a las 2 de la tarde de la parada de San Antonio, se estimará.
Ya sabe V. que son 90 pesetas el precio de alquiler. Si hay que pagarlos antes, avise y se le enviarán. Si llego a esperar que V. comprase la caja de cerillas, no alcanzo el tren ¡cuántas apreturas! Ya iremos saliendo de todo. El miércoles le mandaré algunos programas por si quiere dar noticia en Levante. Y no va más. Un abrazo de su buen amigo. Rufino. Ya he leído que Velasco no sale. ¡Qué lástima!
El segundo día de carnaval, el Círculo de Bellas Artes, a cuya junta pertenecía nuestro biografiado, organizó su tradicional baile de máscaras en el Teatro Romea. No sé si llegó a asistir; pero escribió un curioso relato ambientado en uno de estos bailes y en las procesiones de Semana Santa que tenían lugar cuarenta días después.
Levante Agrario. 3 de marzo 1918: Apuntes de un cronista. Colombina y la nazarena o el misterio de unos ojos verdes. (Díptico de Semana Santa). I. ¿Pecadora? Era la fiesta de la locura cascabelera, del amor y del placer ingenuos. El suntuoso salón, pletórico de bullicio y alegría, espléndido de luces y colores, vibrante de voces y raudales armónicos, desbordaba su efervescencia jubilosa. Enardecía y embriagaba su ambiente, denso, pesadísimo, saturado de aromáticos efluvios. En las transparentes copas aún hervía el burbujeo del último champaña.
Sobre la seda de los trajes y las cabelleras y sobre la morbidez de los descotes femeninos rielaban los áureos destellos de las lucernas y la claridad azulosa de los arcos voltaicos. La orquesta lanzaba los compases raudos de un «boston», que invitaban al vértigo de la danza, y en rítmicos intervalos, las flautas y los violines suspiraban un trémolo amoroso, que encendía en los pechos ardientes ganas de besar…
Perdido entre la vorágine del baile contemplé la entrada ruidosa que hizo en el salón una algarera comparsa de mascaritas. Sus disfraces recorrían toda la gama de la indumentaria carnavalesca: desde el garboso traje de maja sevillana al de japonesa de biombo o de país de abanico; desde el de charra y odalisca al de balandrista y dama versallesca a lo Pompadour.
De todas aquellas máscaras la que más cautivó mi atención y mi curiosidad desde el primer momento, fue una traviesa «Colombina», que parecía llegar de una ciudad de ensueño huyendo del hastío melancólico de Pierrot y buscando la alegría bulliciosa de Arlequín. Se detuvo un instante junto a mí y pude observarla atentamente.
Su cabellera era blonda, de color de miel. Los rizos de su nuca, blanca y sonrosada, oscilaban como una lámpara de luz crespa. Su boca, plena de frescura y perfume juvenil como un clavel sangriento, desgranaba una risa argentina y coqueta. Unas medias de seda, finas, caladas, ceñían la elegante ondulación de sus pantorrillas; y calzaban sus pies, diminutos, retozones, unos zapatitos de charol estilo Luis XV, con lindas hebillas de gemas fulgentes. Su cuerpo y su ropa trascendían un suave perfume de opopánax, amable cómplice del pecado.
Pero todo el encanto de su figura concentrábase en sus ojos verdes, felinos y dulces a la vez, que brillaban en la penumbra de los agujeros de su antifaz, con un misterio atrayente e inquietante. Eran sus pupilas como dos gotas traslúcidas de ajenjo, del divino licor de los tristes y de los poetas. La seguí con la mirada y la vi bailar con varios jóvenes, y algunos ratos desaparecer con ellos por los rincones del ambigú. Sin comprender por qué, sentí entonces una extraña inquietud como de celos…
Esperé. La concurrencia iba poco a poco abandonando el salón, sembrado de confeti, de pétalos y flores marchitas. Palpitaba en el ambiente como un susurro jadeante, y de lo alto, entre los destellos de las lucernas y las irisadas reverberaciones de las lunas venecianas, parecía descender y gravitar sobre todos un aplanamiento de somnolencia y fatiga. La orquesta entonó el «galop» final. Con el clac bajo el brazo me dirigí a la linda Colombina y, tímido, balbuciente, la supliqué bailara conmigo el último baile. Accedió con un monosílabo y, a compás del «allegro vivace», nos deslizamos en silencio.
Al terminar proferí unas frases galantes al oído de la bella misteriosa. Yo suplicaba que me regalase, como merced de despedida, con la oculta belleza de su rostro. Colombina denegó con un movimiento de cabeza y, alejándose rápida, reía, reía… Y no pude arrancar el misterio inquietante de aquellos ojos glaucos, a la vez felinos y dulces.
II. ¿Penitente? Sólo han transcurrido cuarenta días desde aquella inolvidable noche carnavalesca. El mundo cristiano conmemora la muerte del Divino Maestro, del que derramó generosamente su sangre para redimirnos de la esclavitud del pecado. Al despecho de la alegría triunfal de la Primavera que renace, todo es tristeza y luto.
Por las calles de la ciudad, plenas de sol y de vernales aromas, discurren las lúgubres procesiones pasionarias. Los sones agrios y estridentes de unos clarines marciales atruenan la angosta rúa morisca. Detrás de una enlutada bandera, van desfilando dos largas filas de nazarenos y nazarenas con las caras tapadas. Llevan cirios encendidos o grandes cruces negras.
Al verlos surge inevitablemente el recuerdo de los antiguos disciplinantes que, dando alaridos de penitencia y contrición, vagaban torturándose por los pueblos y los campos de una España ascética, sombría y desolada. Sobre los hombros de robustos nazarenos, en lujosas andas, osténtanse las esculturas que representan las varias escenas de la trágica Pasión. Cristo está en el huerto. Cristo es prendido y azotado. Luego, arrastrado por sayones y verdugos, camina y cae, bajo el peso de la cruz, en la calle de la Amargura, en dirección al Calvario…
La madre, en el paroxismo del dolor, le sigue desde lejos, anhelante, febril, desencajada… Y ante la creación de Salzillo, maravillosa de idealismo y de realidad, sentimos el escalofrío de lo sublime y meditamos. Las músicas tocan fúnebres marchas y un coro de cantores entona la «pasión» y el «miserere». Y sobre todos aquellos hórridos suplicios y mortales congojas el Sol pone sus ardientes besos de oro…
Ante mí ha pasado una nazarena, que en vano disfraza su cuerpo gentil y su rostro con el capuz, la veste y túnica hebraicas, con el enorme rosario y la cuerda penitente. Sus aristocráticas manos enguantadas y sus piececitos retozones, calzados con medias caladas y zapatos Luis XV, de fulgentes hebillas, tienen un sello imborrable de mundanal y galante paganía.
Aquella nazarena me ha mirado fijamente, y, ¡oh sorpresa!, el diablo que siempre está detrás de la cruz, me acecha y me tienta… Pero no, no es mi obsesión: es ella, es la misma, es mi Colombina de ojos verdes y misteriosos, felinos y dulces a la vez. Por las aberturas oculares de la máscara religiosa con que hoy se cubre, me han mirado sus mismas pupilas inconfundibles, que semejan dos traslucientes gotas de ajenjo. Y en un impulso irremisible y súbito, me he llegado junto a ella y la he dicho al oído quedadamente:
—Aunque vas también disfrazada, ahora ya te conozco. Tú eres la Colombina con quien bailé la noche de carnaval. ¡Cuánto vale un arrepentimiento a tiempo!… Y conteniendo a duras penas el borbotar de su risa cristalina, que sacudía todo su cuerpo opulento y esbeltísimo, se ha ido alejando con su enorme rosario y su áspero cordel, humilde, encorvada, como agobiada bajo el peso de su larga y terrible cruz… Juan ORIOL.
Marzo de 1918. Homenaje a Loazes.
Como Rufino Gea le había pedido en su carta de diciembre, «El Liberal» de Murcia publicó el programa del certamen oriolano; y lo hizo en primera plana, a dos columnas.
García Soriano consiguió el premio al que aspiraba (transcribo el diploma obtenido); y el diario murciano se hizo eco del mismo.
El Jurado Calificador del Certamen en honor del ilustre orcelitano Don Fernando de Loaces (sic), acordó conceder el Premio correspondiente al Tema: El Colegio de Predicadores y la Universidad de Orihuela, al Sr. Don Justo García Soriano. Y para que conste se le espide (sic) el presente Diploma en Orihuela a 3 del mes de Marzo del año 1918. El Presidente: Sr. Agustín Cavero. El Secretario: Licdo. M. Ferris.
El Liberal. 2 de marzo 1918: PREMIO MERECIDO. En el certamen que se celebrará en homenaje del ilustre oriolano Loazes, ha sido distinguido con el premio al segundo tema, «El Colegio de Predicadores y Universidad de Orihuela», nuestro querido amigo y compañero en la Prensa el notable y culto erudito don Justo García Soriano.
El premio ha sido otorgado a una concienzuda e interesante monografía histórico-descriptiva, que lleva por lema «Exégi monumentum aeré perennius». Tenemos noticias de dicho trabajo literario e histórico y sabemos que encierra bellezas dignas de la pluma que las ha trazado y curiosidades que seguramente llamarán la atención en el orden de la erudición murciana. Felicitamos efusivamente al querido compañero y admirado erudito.
La conmemoración del 350 aniversario del fallecimiento del Patriarca había sido un éxito. Concluido el certamen, «El Liberal» le dedicó también un extenso reportaje.
El Liberal. 5 de marzo de 1918. ORIHUELA. Homenaje a Loazes. Se han celebrado con todo lucimiento los festejos en honor de la memoria del ilustre oriolano don Fernando de Loazes. Comenzaron a las seis de la tarde de ayer con un concierto musical en la calle de Loazes y siguieron con el certamen literario en el Teatro Circo, a las nueve de la noche.
Dicho coliseo estaba brillantísimo viéndose en las localidades de preferencia, elegantísimas señoras y lindísimas señoritas de lo más distinguido de nuestra sociedad selecta. Leyó una razonada memoria el secretario del Jurado D. Manuel Ferris, que fue muy aplaudida, y pronunció un elocuentísimo discurso lleno de patriotismo y de brillantes párrafos e imágenes bellas el magistrado jubilado D. Luis López Bo, a quien se le tributaron muestras de general complacencia y simpatías, siendo ovacionado.
El primer premio del certamen fue adjudicado por mitad al Deán de la Catedral de Murcia nuestro paisano D. Julio López Maymón y al juez municipal de esta, aspirante a la judicatura D. Luis Escurra y Sánchez; el segundo premio se adjudicó a un eruditísimo trabajo de nuestro paisano el doctor en Filosofía y Letras D. Justo García Soriano, y obtuvieron otros premios D. Luis Ezcurra, D. José Gea Sacasa, D. Ángel Ezcurra Sánchez, D. José Garrigós Marín y en el himno a Loazes obtuvieron el premio de la letra el señor Macía y el de la música el maestro, nuestro paisano D. Carlos Moreno.
Los jóvenes señores Garrigós, Linares, Gea, Ezcurra y Jiménez, representaron un cuadro dramático en verso alusivo a la vida del cardenal Loazes, debido a la brillante pluma del culto escritor e inspirado poeta D. José Rufino Gea, que obtuvo un éxito tan justo como ruidoso teniendo su autor que salir a recibir los homenajes de la escena repetidas veces. Los intérpretes de la obra fueron muy aplaudidos.
Esta mañana se ha celebrado en la iglesia del convento de Santo Domingo, fundado por el señor Loazes, y en cuyo presbiterio descansan sus restos, la misa de Réquiem por el reposo de su alma. La ha oficiado nuestro prelado el doctor D. Ramón Plaza y Blanco: se ha cantado la gran Misa del maestro D. Hilarión Eslava y responsos del mismo autor, ejecutados por una nutridísima y bien abordada orquesta que ha dirigido el competente maestro de capilla señor Perpiñán.
Pronunció el discurso de honras fúnebres el Deán de Murcia D. Julio López Maymón, que ha estado elocuentísimo. Ha presidido la función religiosa el Ayuntamiento en Corporación. Y durante la celebración de ella ha estado cerrado todo el comercio local. Todos los actos han resultado brillantísimos y con enorme concurrencia pudiendo estar bien satisfecha la comisión organizadora. Corresponsal.
De aquel certamen literario salieron interesantes publicaciones sobre Loazes y el Colegio de Predicadores; especialmente las obras de Justo García Soriano y de su amigo Julio López Maymón. Como recuerdo del homenaje, los organizadores recibieron el siguiente retrato del patriarca con el texto autógrafo de Rufino Gea como hipotético testaferro del patriarca.
Rufino, como siempre que desplegaba esfuerzos extraordinarios, acabó superado y enfermo. Así lo contaba su hijo Juan en la carta que envió a Justo García Soriano. Con ella mandó de vuelta el vestuario de la representación y el importe del alquiler del mismo; solicitando el recibo justificante de las «Hijas de Comontes».
Orihuela 5 de marzo de 1918. Sr. D. Justo García Soriano. Muy Sr. Mío: Mi papá se vio obligado a meterse en cama ayer tarde y esto le impidió verle. Por su encargo, le envío adjunto la llave de la caja del vestuario y las noventa ptas. de su alquiler. La caja la lleva el mismo coche. También incluyo la nota de lo que contenía la caja, que está conforme. Se le agradecerá que remita el recibo de las Hijas de Comontes, para justificante de las cuentas. Y dándole gracias por todas estas molestias, queda de V. atto. s. s. q. b. s. m. Juan Gea.
Teresa Comontes era la encargada de la sastrería del Teatro Ortiz (posteriormente cine Rex). Esta señora también alquilaba trajes para el «Entierro de la Sardina». Era hija del sastre y «atrezista» José Comontes, que trabajó en Murcia a finales del XIX (a principios del XX la sastrería estuvo a nombre de su viuda).
En cuanto dispuso de tiempo, Justo escribió una larga carta a Pedro notificándole el triunfo en el certamen y los detalles de su monografía. Y su disgusto por la falta de las «pesetas necesarias para la impresión», a pesar de haberlo prometido en las bases del concurso literario.
El propio deán de la catedral de Cartagena en Murcia, Julio López Maymón, que como ya hemos dicho ganó otro de los premios con el trabajo «Biografía de Don Fernando de Loazes», tuvo que esperar hasta 1922 para verlo publicado.
Murcia, 18—III—918. Mi querido Pedro: Desde que recibí tu carta última de 31 de enero pasado, estoy queriendo contestarte todos los días; pero las agobiadoras ocupaciones que he tenido hasta ayer me han impedido el gusto de ponerme, por medio de unos renglones, en comunicación epistolar contigo.
Desde hoy cesa mi tarea y me apresuro a escribirte largo y tendido. Ante todo debo notificarte, por si aún no lo supieras por conducto de mi familia política, que en el Certamen literario, en homenaje a mi ilustre paisano don Fernando de Loazes, celebrado el 3 de los corrientes en Orihuela, tuve el primer premio (250 ptas.) al 2º tema por mi monografía histórico-descriptiva «El Colegio de Predicadores y la Universidad de Orihuela», que presenté bajo el lema: «Exegi monumentum aere perennius». (Horacio). Distribuyo el trabajo en una introducción algo extensa y nueve capítulos largos y nutridos.
Los títulos de éstos son: I. El primitivo convento. — II. La fundación de don Fernando de Loazes. —III El Colegio de Predicadores. —IV. La obra bajo el rectorado perpetuo de Fr. Juan de Loazes. —V. La obra durante el siglo XVII. —VI. La nueva iglesia. —VII. La Universidad Pontificia. —VIII. La Universidad Regia y Pontificia. —IX. La Universidad de Orihuela hasta su extinción (1835). —Apéndices. Consta de 200 y pico cuartillas de letra menuda y apretada: un libro.
Lo he escrito en menos de dos meses, simultaneando esta labor con el ímprobo trabajo de la Redacción del periódico, que me lleva toda la tarde y a veces toda la noche. ¡Figúrate el esfuerzo que habré hecho! Yo creo que se me habrán liquidado los sesos como a don Quijote en la aventura de los requesones…
Bien es verdad que tenía ya muchos datos reunidos, no pocos traducidos de un manuscrito latino que me traje de Orihuela. Otros muchos de una magnífica colección de documentos sueltos que he conseguido reunir; y para la historia de la construcción del edificio —que es monumental—he tenido a la vista los libros —curiosísimos—de gastos de fábrica. Casi todos estos documentos son inéditos y desconocidos; así que he escrito un trabajo documentadísimo y de primera mano. Estoy satisfecho.
En la colada han salido noticias muy interesantes; con una de ellas creo resolver documentalmente una famosa cuestión, hasta ahora sub-júdice, acerca de un célebre cuadro que se guarda en el Colegio-Universidad, atribuido a don Elías Tormo Villacís, el mejor discípulo de Velázquez. Mi dato demuestra que la atribución es errónea. ¡Una hermosura, chiquillo!
Pero estoy disgustado, porque el Jurado prometió imprimir los trabajos premiados, y como resulta una obra voluminosa, ahora parece que no pueden cumplir su promesa por falta de pesetas — ¡la eterna cuestión de las cochinas pesetas! — Yo quisiera publicar mi trabajo por mi cuenta, que formaría un libro interesante, con fotograbados y facsímiles.
Creo que, por lo menos, sacaría el costo, pues hay expectación por conocerlo en toda esta región, donde mi firma se cotiza bien; pero me pasa lo mismo que al Jurado, que las pesetas necesarias para la impresión me hacen falta para otras muchas cosas cotidianas, prosaicas y urgentes. ¡He aquí como la carestía de las subsistencias se refleja en la Literatura! … Veremos si, por lo menos, lo publico por entregas y por suscripción como las novelas folletinescas.
La nota bibliográfica que me enviaste sólo me sirvió como resultado negativo. De las notas que me indicabas en ella, sólo he podido consultar el Madoz (que poseo) y la de Llorente. La Noticia instrumental de los privilegios reales y pontificios, etc…, la conocía por referencias y extractos. Aquí no la he encontrado, aunque sospecho existirá en algún archivo de Orihuela. Desde luego estará en la Bibl. Nac. Y aún creo que tomé nota de ellas en Índice de este establecimiento. Caso de publicar mi monografía, habré de utilizarla para los apéndices, sobre todo los Estatutos, que conozco extractados.
Con harto sentimiento de mi alma, y en especial de mi bolsillo — ¡me deben 20 duros mensuales! — me he visto obligado a dejar la redacción de Levante Agrario. Este periódico se ha hecho anticiervista rabioso y francamente revolucionario y radical. ¡Aquí en el propio feudo del omnipotente don Juan! ¡Figúrate! Estaba expuesto a seguras represalias y a perjuicios en mi carrera. ¿No te parece que he obrado con prudencia?
Por mi cuñada Gloria supimos que en el sorteo de quintas la suerte te fue adversa y eres soldado. Lo siento. Nunca fueron buenas amigas, dígase lo que se quiera, las armas y las letras. No me queda más papel. Recuerdos y abrazos de, Justo.
Leí en Renovación Española un artículo tuyo. Te felicito. Estás hecho un enorme publicista. ¿Renovación y… germanófila? No la creo, Pedro, no la creo. ¿Te acuerdas de la Epístola a Horacio, de M. Pelayo? ¡Aquellos versos! … ¡Bárbaros hijos de la edad presente! ¡Lejos de mí las nieblas hiperbóreas! …Y ¡qué nombres para ti no pronunciables! … Di a Eugenia que le escribiré pronto.
En esta carta dejó constancia también de su ruptura con «Levante Agrario». Afirmaba haberlo hecho por la postura revolucionaria y «anticiervista» que el diario había emprendido; y por la posibilidad de que le perjudicase en su trabajo como funcionario. Nacido en Mula, el político conservador, Juan de la Cierva, era un poderoso cacique; y la región murciana su feudo natural.
Pero había algo más; una especie de relajación política; una renuncia a la revolución de la que habló largo y tendido en una trilogía publicada en mayo en «El Liberal». Y es que terminada su relación profesional con «Levante Agrario», comenzó a publicar en este otro diario murciano.
Colaborador en «El Liberal».
Para empezar, ofreció en sus páginas un primer resumen anticipo del trabajo que llevaba entre manos sobre Francisco Cascales. Lo dividió en tres capítulos que salieron en días consecutivos.
El Liberal. 25 de abril 1918: Clásicos Murcianos. El Licenciado Cascales. I. Su vida. No se sabe con exactitud el año en que nació el humanista murciano Francisco Cascales. Debió de ser hacia 1565… Justo GARCÍA SORIANO.
El Liberal. 26 de abril 1918: Clásicos Murcianos. El Licenciado Cascales. II Eutrapelias de Cascales. El preceptor murciano descansaba de su ímproba labor docente y de sus estudios, dando cotidianos paseos por el «amenísimo prado del Carmen», a la ribera del Segura… Justo GARCÍA SORIANO.
El Liberal. 27 de abril 1918: Clásicos Murcianos. El Licenciado Cascales. III. Las ideas estéticas de Cascales. —Del gongorismo al modernismo. A Cascales no se le conoce generalmente más que por sus Discursos históricos de la muy noble y muy leal ciudad de Murcia y su reino. Sin embargo, es su peor obra literaria… Justo GARCÍA SORIANO.
No los he transcrito por la posibilidad de acceder a la obra completa y leerla cómodamente digitalizada en la Biblioteca Nacional, pinchando la siguiente imagen.
Años después publicó la obra completa editada en formato de libro; pero antes lo hizo por capítulos, en la revista «Filosofía y Letras» de Madrid, pero no adelantemos acontecimientos…
A continuación os dejo la trilogía que he mencionado antes. La he transcrito en su mayor parte porque me parece muy interesante para conocer su punto de vista político en ese momento; la distancia que mediaba entre el idealismo de juventud y la realidad de un burgués padre de familia.
El Liberal. 8 de mayo 1918: Temas vulgares y divagaciones extravagantes. I. Realidad e idealismo. Al escribir el Quijote, tal vez fue Cervantes, y tal vez de modo inconsciente, el primero que planteó en forma sensible el complejo problema del realismo y del idealismo en el arte y en la vida.
Ambas tendencias constituyen el dinamismo y los dos raíles que impulsan y encauzan la marcha del mundo: el progreso. Son dos fuerzas motrices y matrices, dos manifestaciones dinámicas, al parecer opuestas y antagónicas, en realidad paralelas y esencialmente idénticas; expresión diversa de una misma energía vital.
El tema del realismo y del idealismo—Aristóteles, Platón—ha sido el más ampliamente y el más estérilmente discutido. Hasta ahora, por lo general no se ha hecho otra cosa que involucrar y confundir sus términos, aplicándolos indistintamente, impropiamente, como piedra de toque y universal casillero, a las más diversas cuestiones.
Esta confusión ha dado origen a crasos errores filosóficos, artísticos y sociales. Se habla impropiamente del realismo en el arte; y el arte, el verdadero arte, sólo puede ser idealista. El idealismo es condición «sine qua non» de toda obra artística. Por el contrario, se habla de idealismo en política, y la política, ciencia exclusivamente sociológica, si no se quiere desvirtuar y destruir su propia naturaleza, ha de ser y es forzosamente realista o pragmatista, como ahora se dice. El caudal intelectual que ha llegado hasta nosotros se compone generalmente de un inmenso fárrago de tópicos y de nociones falsas….
II. Interés y desinterés. A aquella confusión entre el realismo y el idealismo ha contribuido principalmente otro error original: el concepto del interés y del desinterés. A las bellas artes se las ha denominado, también impropiamente, artes desinteresadas, y así mismo se aplica el nombre de desinteresados a algunos móviles. Y, sin embargo, el desinterés no existe ni puede existir: repugna a la naturaleza humana.
Es una de tantas ilusiones y falsedades inventadas por el hombre. El interés se define: «la inclinación más o menos viva, que experimentamos hacia una persona o cosa que nos es necesaria o nos agrada». ¿Puede el hombre ir contra estas inclinaciones naturales? No. Es un axioma psicológico que el hombre no puede querer su propio mal. Cuando parece desear su daño, es juzgándolo erróneamente un bien o, por lo menos, un mal menor; ejemplo: el suicida.
Se citan casos de abnegación y de heroísmo; pero tampoco prueba nada en contra. El héroe—siempre excepcional, y, por tanto, confirma la regla—no hace más que renunciar a un bien menor por otro que juzga mayor, la satisfacción interior o la gloria, por ejemplo. Se dice también que el placer estético es desinteresado. Y no hay nada tan interesado como el placer, por muy espiritual que sea.
En la lectura de una obra literaria, en la contemplación de un cuadro o de una escultura, en la audición de una pieza musical, ¿qué interés puede haber? —Se pregunta—. Pues el goce estético, que es el interés más refinado de todos. El interés, por consecuencia, es inherente a todo acto humano y, como la materia, indestructible: sólo cambia de forma.
El heroísmo lo evapora o lo gasifica, pero no lo aniquila. Y toda gasificación es expansión y aumento de volumen. Don Quijote, que deseaba conquistar un imperio para su Dulcinea, era, aunque parezca otra cosa, más interesado y mucho más egoísta que Sancho Panza que se contentaba con una hogaza de pan y un racimo de uvas. JUSTO GARCÍA SORIANO.
El Liberal. 9 de mayo 1918: Temas vulgares y divagaciones extravagantes. III. Política y economía. Política es la ciencia o el arte—ciencia y arte en el fondo son una misma cosa—de organizar la sociedad para que todos y cada uno de los hombres tengan el mayor bien posible. Este aspecto de la actividad humana es, por consecuencia, esencialmente práctico y realista.
A los diversos proyectos o concepciones de organización social se les llama impropiamente ideales, y muchos profesionales de la política alardean de idealismo y, lo que es más falso, de desinterés. La mejor organización social será aquella que permita y garantice al mayor número de hombres realizar dignamente los fines positivos de la vida—conservación y reproducción— o dicho con las palabras bíblicas: crecer y multiplicarse.
Esto sentado, dedúcese que, en el fondo, toda cuestión política entraña un problema económico. Los políticos que alardean de idealistas hacen consistir su idealismo en estas ideas, la tradición, el orden o la libertad. Estos tópicos—sentimentalismos líricos unas veces y otras decentes taparrabos o capotes de brega—tuvieron razón de ser en el siglo XVIII.
Hoy carecen ya de actualidad. La idea de tradición ha fracasado, pues la Historia nos demuestra que el pasado no fue mejor que el presente, y los hombres miran el porvenir porque ansían mejorar su vida. La idea de orden es falsa, porque es convencional y puramente relativa. La idea de libertad, la más lírica y hoy la más hueca, no ha fracasado ni envejecido menos.
Tuvo su razón de ser, como bandera política, en las calendas de Espartaco y aun en el siglo XVIII. Pero con la toma de la Bastilla, la abolición de la Inquisición y el establecimiento del sistema constitucional—que fueron el triunfo de los llamados derechos del hombre —la libertad se aclimató y hoy es, teóricamente por lo menos, un bien común a todos como el aire. Nadie la niega ni la discute.
Ya no hay barreras entre las clases sociales, que en realidad han dejado de existir. Ahora los hombres se clasifican por su riqueza (bienes materiales) o por su cultura (bienes espirituales), un plebeyo cualquiera, el más humilde y más mísero, suele convertirse en burgués por la inteligencia y el estudio o haciendo por la suerte o por la astucia un pequeño capital. Puede aumentarlo indefinidamente, mediante hábiles especulaciones, y llegar a la aristocracia del dinero, la única efectiva.
Sin dinero la aristocracia, la sangre, es hoy un romanticismo triste y ridículo, que no se aprecia ni se respeta. En cambio, la plutocracia es ahora la soberana del mundo y lo será cada vez más mientras no existan leyes que regulen y limiten el capital y su adquisición. Nuestros abuelos, un poco pícaros y un poco cándidos como buenos jacobinos, creyeron ¡los pobres! haber realizado toda una revolución económica con la desamortización eclesiástica.
No estuvo mal pensado; pero lo hicieron tan mal que no adelantaron nada. La riqueza pasó de unas manos a otras. Al acaparamiento eclesiástico sucedió el laico, sin que el pueblo obtuviera ningún beneficio. Los latifundios y los monopolios particulares subsisten. Y después de tantas revoluciones, bullangas y luchas políticas el estado del mundo sigue siendo «pocos con mucho y muchos con nada». Los pobres se mueren hoy de hambre lo mismo que hace tres siglos.
Y es más; la misma decantada y descontada libertad que ya nadie discute, será un beneficio quimérico, sin efectividad alguna, mientras sea sólo política y no económica, mientras todos los hombres no sean económicamente libres e independientes. El que vive a merced de otro no puede menos de ser su esclavo. Bonita es la libertad; pero de nada sirve si aún con ella continúan los hombres muriéndose de hambre.
El problema político es —como dijo Costa—un problema de despensas. Por lo tanto falta conquistar socialmente el último y más positivo derecho del hombre: el derecho de todos a comer, que implica recíprocamente la obligación de todos a trabajar. Tal ha de ser la conquista política futura, es decir, un mejoramiento económico general, una descentralización y distribución más equitativa de la riqueza. Por eso es anacrónico y absurdo que los políticos que se dicen idealistas se preocupen de esto muy poco y que aún desdeñen las cuestiones económicas por demasiado materiales.
Por lo visto, lo único que les importa es el modo de atraerse a la opinión para lograr el triunfo de su partido y de paso el suyo personal. Eso suele ser todo. Por lo tanto, la masa neutra tiene derecho a suponer que a unos y a otros sólo los mueven la vanidad, la ambición y el fanatismo partidista, negro, amarillo o rojo. El maestro Galdós ha escrito en una de sus mejores novelas esta profunda y ática ironía: —«Rompecabezas inmenso: ¿el pan se amasa para las revoluciones o por ellas?». JUSTO GARCÍA SORIANO.
El Liberal. 10 de mayo 1918: Temas vulgares y divagaciones extravagantes. IV. De revolucionario a burgués. El «ideal» de la perfecta revolución y su símbolo. Siempre que oigo discutir estos gastados temas políticos del espíritu de sacrificio, de la revolución y de la burguesía, viene a mi memoria el recuerdo de un mi antiguo camarada, periodista de la corte. Le conocí en una memorable asamblea del partido federal que se celebró hará quince años en su centro de la calle de Horno de la Mata de Madrid…
… El periodista era uno de los más exaltados revolucionarios que he conocido. Desde aquellos días intimamos y nos unieron las ideas y las aficiones literarias. (…) Mi amigo y compañero el periodista, sin ser muy maduro aun, era el de más edad de cuantos formábamos la tertulia. Hombre de origen muy humilde, nacido de padres jornaleros en un pueblecito aragonés, de agudo ingenio y de inteligencia clara, lo mucho que sabía y aún lo poco que era, todo se lo debía exclusivamente a su esfuerzo personal y a su constancia.
En larga lucha contra revueltos temporales y azarosos contratiempos de pobreza y de hambre, había adquirido con mil apuros una considerable cultura, un puesto en la redacción de un importante diario y, últimamente una modesta carrerita y un número en un escalafón. Después de esto se casó y parecía vivir feliz y enamorado. Sus amigos observamos pronto el cambio que se había operado en él. Se estaba haciendo burgués y escéptico, iba echando barriga y ya no sentía sus antiguas exaltaciones y entusiasmos revolucionarios.
Todo esto lo veíamos con antipatía hostil y no perdíamos ocasión de zaherirle por ello, echándole en cara que de abnegado revolucionario se convirtiese en burgués descreído y comodón. Una noche, cansado ya de nuestras continuas pullas y agresivas chacotas, nos increpó mohíno: —Vamos a ver: ¿cuál habrá de ser la meta, el ideal más perfecto de la más definitiva y perfecta revolución política y social? Sorprendidos por aquella salida, nos mirábamos unos a otros y no acertábamos con la respuesta concreta categórica.
—Yo responderé por vosotros, si lo queréis, —nos dijo—. El ideal de la más perfecta y definitiva revolución, ¡oídme bien!, es, sin duda alguna, conseguir que a todo ciudadano del mundo, que a toda criatura humana no le falte diariamente un pan blanco de dos kilos, una ración de judías con bacalao o un «cocí» y… ¡un chorizo! Y además, si os place, una mujer, un café con «media», una cajetilla de 0‘50 y dos cigarros de a real, la lectura de un libro, la contemplación de una obra de arte, una audición musical y una partida de billar, de dominó o de pelota.
El día que todos los humanos tuvieran eso, sin que les pudiera faltar, ¿no se habría realizado el último progreso social y la revolución más perfecta y definitiva que puede soñarse? ¿Es mentira o verdad? (…) Esa aspiración revolucionaria se puede lograr de dos modos: colectiva o individualmente. Como sabéis, yo intenté primero, con gran ardimiento y durante diez o doce años, realizarla colectivamente.
No regateé esfuerzo ni sacrificio alguno, hasta que me convencí de que por el camino revolucionario «colectivo» no íbamos a llegar quizás nunca al «ideal» o cuando se llegara sería demasiado tarde para mí. Pensé entonces en mí mismo, que me iba haciendo viejo a toda prisa, y recurrí al segundo procedimiento, al «individual». Excuso deciros las barricadas mentales e intelectuales que tuve que levantar y los combates incruentos que sostuve denodadamente contra muchos intereses creados y constituidos.
Enfermé y estuve a pique de perecer en medio del fragor de la pelea. Aún conservo las cicatrices. Fui un héroe para mí mismo y por fin logré triunfar. Me redimí a mí y a mi familia, asegurando de por vida nuestra ración, nuestro chorizo y demás zarandajas; es decir: realicé «individualmente» el ideal de la más perfecta revolución, ¿Qué más puedo apetecer? ¿En nombre de qué derechos se me puede exigir que renuncie a mi pequeño bienestar y al de mi familia, que me lo debo a mí solo, para procurar con mi sacrificio que lo consigan los que no lo tienen aún?…
El más intransigente le interrumpió reprochándole: — ¡Egoísta! —Bueno. Egoísta, si os parece. Pero consultad vuestras conciencias, y el que no lo sea de algún modo, que levante la mano y me arroje la primera piedra. Todos guardamos silencio; y él prosiguió enardecido; —Sí, ¡por los manes de Robespierre! aunque no lo creáis, yo he sido todo un héroe y un valiente luchador en la revolución de la vida, en que tantos bravos naufragan. Ahora ya no me restan energías ni ilusiones. Ya no me seducen las bullangas ni el aura de la populachería, como a todos vosotros.
Yo no aspiro a ser prohombre, ni ministro, ni gran tribuno, ni pretendo ser presidente de un comité, ni concejal siquiera. Reconozco que para ello me faltan talento y afición. En el plan de la creación tan necesaria e importante como es la terrestre hormiga como el águila altanera. ¡Respetad mi modestia por lo menos! A pesar de todo, y acaso por esto mismo, yo, que ya no estoy afiliado a ningún partidito ni a ninguna bandera, que no delego en nadie mi facultad de opinar, que no tengo jefe, ídolo ni amo, pues me parecen tan grandes mis ideas que creo no existe ni puede existir hombre capaz de encarnarlas sin alharacas, soy más rebelde, mucho más que todos vosotros juntos y, dentro de mi flema y de mi prudente y ecuánime escepticismo o de mi burguesía, como decís, un revolucionario más peligroso que cualquiera de vosotros.
Yo, por lo menos, ya llegué a «la conquista del pan» de Kropotkin; y, en cambio, ninguno de vosotros ha pasado aún de «Los miserables» de Víctor Hugo, ni de «Las escenas de la vida bohemia», de Murger. (Débiles protestas). Decidme: ¿Qué ibais a hacer vosotros, a qué ibais a dedicaros, terribles profesionales de la revolución el día en que ésta hubiera ya realizado el perfecto ideal de que hablábamos antes?
Todos a una vez contestamos: — ¡Comernos la ración que nos correspondiera, incluso nuestro respectivo chorizo!… Y reímos todos a carcajadas; aunque reconociendo, a pesar nuestro, que al amigo aburguesado no le faltaba razón y que, al fin, sus opiniones eran tan respetables como las de otro ciudadano cualquiera. JUSTO GARCÍA SORIANO.
A mediados de mayo viajó a Madrid con su familia «una temporada»; pero no tengo muy claro el motivo. ¿Acaso para recuperarse de una enfermedad? ¿enfermó allí? Digo esto porque afirmaba después en una carta a Pedro: «Recaí la semana de llegar a Murcia, aunque levemente».
El Liberal. 13 de mayo 1918: Para Madrid ha salido con objeto de pasar una temporada, nuestro querido amigo y colaborador, el archivero de la Delegación de Hacienda don Justo García Soriano. Le deseamos un feliz viaje.
En su viaje a Madrid se llevó el único manuscrito de la monografía del Colegio, supongo que para intentar que se la publicasen en la capital; y se lo dejó olvidado en casa de Pedro Sainz.
Comó ya he dicho, al regresar a Murcia cayó o recayó levemente enfermo; y poco después, padeció un «flemón monstruoso» que le mantuvo encerrado en casa durante una semana; con fiebre y a base de líquidos.
Por San Antonio «El Liberal» publicó el siguiente trabajo, donde dejó muy claro su punto de vista sobre la llamada «fiesta nacional».
El Liberal. 13 de junio 1918: Glosario del tiempo. La estética y los toros. Ante todo, querido Jara, le felicito y me felicito por ver en EL LIBERAL resurgir ahora, con brillantez y pujanza, esta amena sección, que el que suscribe—dicho sea con modestia—inició y bautizó. En ella he leído atentamente estos días la pequeña controversia y disquisición que, acerca de la bondad y belleza de la fiesta nacional, ha sostenido usted con el cronista Alfonso de Mas —ignoro si es pseudónimo—.
Y he sentido grandes comezones de meter yo también baza en este torneo. ¿Será una impertinencia que, sin que nadie me aluda ni llame, tercie y eche mi cuarto a espadas en tan sugestivo tema? Por si usted, benévolo, no la juzga impertinente, allá va mi opinión modestísima.
Usted y el señor A. de M. se han puesto ya de acuerdo respecto a que la fiesta es brutal e inmoral por lo cruel. Pero a la vez han convenido en que tiene una parte hermosa, un aspecto estético: la destreza del torero y «la luz, el color, la mantilla y los claveles». La vistosidad, el colorido y aun el supuesto arte de las corridas de toros son un lema y un tópico viejos. Yo no las encuentro ni aun esta belleza. Y voy a razonarlo y a divagar brevemente.
¿Destreza el torero? Indudablemente la tiene; aunque muchas veces no es más que ciega temeridad. Pero son una destreza y una temeridad anacrónicas, inútiles y absurdas por carecer de objeto. ¡«Dominar la bravura de una fiera»! ¿Para qué? Si un toro bravo se escapa por las calles de una ciudad, ¿el torero, con su muleta y su espada, le daría caza y evitaría las víctimas? Seguramente, no. La guardia civil entonces tiene que hacer uso de sus fusiles para librar de la fiera a los transeúntes. La habilidad y la valentía del torero sólo se dan en las circunstancias y en los momentos menos necesarios.
Los españoles prehistóricos—y los helenos también—ya fueron hábiles toreadores. En varias pinturas rupestres se representan escenas taurómacas. Entonces era práctica y admirable la lidia. Figuraos a los españoles cuando eran trogloditas o cavernícolas y no vestían ni taparrabos. El primer torero lo hizo, sin duda, el instinto de conservación. Aquellos hombres primitivos se verían sorprendidos algunas veces por toros bravos. La carnicería humana sería horrorosa. La defensa contra la intemperie y las alimañas les obligaría a refugiarse en sus cuevas y resguardar la entrada con piedras enormes.
Un día los atemorizados cavernícolas debieron de contemplar un espectáculo asombroso, épico. Uno de ellos, el más temerario y el más ágil, burlaba la brava acometida del toro con regates y saltos, domeñaba luego la fiera y le daba muerte con un hacha de sílex. Comprended las palmotadas, los alaridos de alegría y de triunfo y la frenética admiración que sentiría la turba troglodítica ante el primer torero improvisado, un verdadero héroe, casi un semidiós. En aquella ruda edad cavernícola, la lucha con las fieras era necesaria y el toreador un bienhechor de la humanidad. ¿Y ahora? ¿Seguimos siendo trogloditas?…
Las fieras y, sobre todo, los toros bravos no debieran ya existir. La verdadera habilidad y la destreza realmente plausible y admirable, consiste ahora en convertir las fieras dañinas en animales mansos, domésticos y útiles al hombre. La raza de toros bravos casi no existe ya más que en España, y aquí es porque se quiere que los haya.
Se la conserva pura, excitando y seleccionando sus feroces instintos, gracias al esmero cuidadoso de ganaderos expertos y avaros, que hacen de ello un enorme lucro. Los toros, que domeñados y mansos debieran ser en el trabajo los mejores auxiliares del labrador, son una de las mayores plagas de la agricultura nacional, pues ocupan dehesas extensísimas, hurtadas al arado y al cultivo.
Pero ¿y la belleza de la fiesta torera y gitana? ¡La luz, la animación, las mantillas y los sangrientos claveles!… Yo creo que es una ilusión y una mentira semejante belleza. La luz de las corridas suele ser una insolación o tabardillo, un tifus, una pulmonía o, por lo menos, un catarro a la vista. La animación es un griterío ensordecedor, mareante, chaparrón de palabrotas soeces y de mala crianza. El que va a los toros a divertirse vociferando, insultando a troche y moche y tirando botellas al ruedo, suele dejarse la educación, los buenos instintos y los sentimientos delicados en la puerta de la plaza, porque allí dentro le estorban.
¡La mantilla charra y española, cayendo en «cascada de espumas»— como dijo el poeta—sobre el busto de las damas! Muy bonita, muy garbosa, muy «goyesca« y muy «zuloaguesca». Pero… ¿no es posible verla más que en los toros? Lo mismo digo de los claveles. A eso de «flores de sangre» no le encuentro poesía. La sangre, fuera de las arterias y de las venas, siempre me parece una cosa inmunda. Soy «arya» en esto.
En cambio, las tripas, los mondongos colgantes y rotos, expulsando el excremento, los bramidos de angustia y de dolor de los animales, que se desangran heridos y moribundos, alzando sus ojos atribulados y sus bocas entreabiertas a los cielos, en desesperada demanda de piedad para sus sufrimientos horribles; en cambio, todo eso, aunque lo dore el sol de la tarde agosteña y lo ahoguen la charanga y el clamoreo de júbilo de la masa insensible, ¿son cosas bellas? ¿Pueden ser motivos estéticos?
De ningún modo. Son escenas asqueantes de matadero, de mondonguería y de tripería mal olientes. ¿Qué sensibilidad es la de ese pueblo que se divierte, ríe y goza viendo padecer y morir a seres, que a veces tienen tanta inteligencia como algunos hombres?
El inicuo asesinato y martirio del caballo, que ha sido el compañero y el sustentador del hombre, me parece una incalificable ingratitud de éste. Cuando el pueblo se limpie de esos atavismos prehistóricos, y afine y aumente su sensibilidad, aún bastante embotada, se acabarán las corridas de toros. Porque el progreso, como ha escrito atinadamente Azorín, es eso sólo: «un poco más de sensibilidad». Mientras tanto convengamos, amigo Jara, que la belleza de la clásica fiesta es puramente convencional.
Lo único que hallo en ella es un goce atávico procedente de los tiempos troglodíticos. Y que sólo las taumaturgas abejas de la Poesía—como es su castiza musa—realizan el milagro de sacar dulce miel de las flores que tienen por savia únicamente amargo veneno. Justo GARCÍA SORIANO.
Verano de 1918.
Murcia, 6 de julio de 1918. Querido Pedro: No te he escrito antes, hablándote de nuestro regreso y llegada a ésta y de otras menudencias, pues quería de paso acusarte recibo del manuscrito de mi monografía acerca del Colegio de Sto. Domingo de Orihuela, que me dejé olvidado en tu casa cuando fui a despedirme y que me prometiste enviar enseguida por paquete postal certificado.
En vista de no haberlo recibido todavía, comienzo a impacientarme y preocuparme temiendo haya podido sufrir algún extravío, lo que me causaría extraordinario perjuicio, pues, como te dije, no guardo borrador de este trabajo. Te ruego, por lo tanto, me escribas lo antes posible diciéndome qué hay de esto, y si no lo has hecho, me remitas pronto ese pobre manuscrito que me ha costado no pocos desvelos. Quiero corregirlo y adicionarlo, por si alguna vez lo publico o me lo publican.
Supongo que todos los atacados de tu familia, por el soldadito se restablecieron. Yo recaí la semana de llegar a Murcia, aunque levemente; pero después he padecido un flemón monstruoso, que creímos se trataba de un divieso de los malos. He estado ocho días sin salir de casa, a líquidos y con fiebre. De modo que el presente verano comienza para mí de modo funesto.
A pesar de tanta peripecia, no he dejado de trabajar en mis estudios sobre la literatura española contemporánea, y aún le he dado un buen avance. ¡Claro está luchando con la falta de libros y revistas que me son indispensables para esta labor! Pero fiado en la promesa que me hiciste de ser mi auxiliar y colaborador, a continuación te hago algunas consultas y preguntas, rogándote que a la mayor brevedad me suministres los datos e informes a que se refieren.
En esta carta a Pedro Sainz le encargó numerosas «noticias» que he decidido resumir por no alargarla demasiado: de Rubén Darío, la primera edición de «Prosas Profanas»; una indicación bibliográfica de la «España Negra» de E. Verhaeren; el prólogo de un folletón publicado en «El País» con obras de Poe y de Rubén Darío; información sobre otras obras de Rubén Darío tituladas «Opiniones», «España Contemporánea» y «Letras»; copias de los prólogos de «Sombras de vida» y «Corte de amor», novelas de Valle Inclán…
Otras muchas consultas tengo que hacerte, pero las reservo para otra carta, si me contestas a esta con interés y diligencia. Sin tu ayuda, mi aislamiento literario y libresco en este rincón provinciano, sería una crisis mortal para mi actividad cultural.
Y tú ¿qué haces ahora? ¿Cómo saliste de tu Arqueología y Numismática? ¿Cómo va esa tesis? ¿Y tus trabajos bibliográficos? ¿Qué programa veraniego tienes? Vi por los periódicos que la institución os derrotó en toda la línea, lo que lamento, pues me voy haciendo bonillista. Pienso enviarte algún artículo para le revista Filosofía y Letras.
El dichoso proyecto de beneficios (?) a los funcionarios civiles es posible que marque una orientación en mi porvenir. Si en él no obtengo un ascenso de sueldo, como me temo, tendré que emigrar de los Archivos, pues habría de estar reducido a 3.000 ptas. más de diez años. Este temor me tiene melancolizado, que diría Cascales. Escríbeme pronto. Recuerdos de todos para tus papás, para ti y Antonio, sin olvidar a Eugenia, y tú recibe un abrazo fraternal de Justo G. Soriano.
La siguiente carta, de José Cascales Muñoz, le empujó a precipitar la publicación del trabajo sobre el humanista Francisco Cascales; y decidió hacerlo en «Filosofía y Letras», con permiso de Pedro Sainz.
J. Cascales Muñoz. Madrid. Princesa, 14, 2º Dcha. Sr. D. Justo García Soriano. Mi querido amigo y compañero: ¿cómo lleva V. su libro sobre los escritores levantinos? ¿ha encontrado algún otro documento del humanista Cascales? ¿ha conseguido V. del Conde de Roche que le deje examinar los papeles de su padre?
Yo estoy dando otro golpe a la reunión de documentos, artículos y estudios publicados relativos a Cascales, para darlos a luz reunidos en un tomo, y si ha dado V. a la estampa algo de lo que posee le agradeceré que me mande un ejemplar para incluirlo.
No pienso incluir nada inédito, pero usaré su obra en preparación «Relaciones y evoluciones de la Historia, la Épica y la Novela consideradas en la obras de varios escritores levantinos», aludiendo a los documentos encontrados por V. como el «Dictamen de la Universidad de Salamanca sobre las tablas poéticas», el «Acuerdo capitular del Ayuntamiento de Murcia dándole el encargo de escribir los Discursos históricos y el «Nombramiento de preceptor del Colegio de San Fulgencio».
Aunque ahora caigo que lo mejor sería citar, con el título de su obra en preparación, el índice de los capítulos y los documentos de la parte relativa a Cascales si V. tiene la bondad de dictármelo, o de mandarme copia. Si encontrase V. dificultades para editar su libro, una vez terminado, y quiere que yo le busque aquí editor, dígamelo e indíqueme a qué editores le parece bien que vea, si la Residencia de estudiantes, la Junta de ampliación de estudios, La Lectura, etc., etc., y le serviré con mucho gusto, por tener el placer de saborear más pronto su trabajo.
Por lo pronto insisto en rogarle me envíe lo que tenga publicado en periódicos o revistas, o lo que pueda publicar de aquí a fines de este año. Y sin otra cosa por hoy se reitera suyo este amigo y compañero, José Cascales Muñoz. 9—7—918.
José Cascales Muñoz era un famoso periodista e historiador. Cronista oficial de Extremadura, había recibido precisamente un homenaje en mayo de ese mismo año. Justo no se fiaba de él; y con la mosca en la oreja escribió de nuevo a Pedro. Tenía que publicar urgentemente todo lo que tenía recopilado sobre Cascales antes de que se lo «desflorase».
Murcia, 21— Julio—918. Querido Pedro: Hace más de quince días te escribí una extensa carta, en que te daba detallada cuenta de mis tareas literarias y te pedía varias noticias para mi estudio sobre el modernismo y, principalmente, te rogaba me dijeras qué habías hecho de mi manuscrito sobre El Colegio y la Universidad de Orihuela, pues quedamos en que me lo enviarías enseguida en paquete certificado, y hasta la fecha ni lo he recibido ni tengo la menor noticia tuya.
Te decía que me contraría mucho la idea de que pudiera haberse extraviado, pues no tengo borrador de él y sería la pérdida casi completa de una labor de meses. Por tanto, te reitero encarecidamente mi súplica de que me notifiques sin demora qué ha ocurrido con esto y en caso de no haberme hecho aún el envío del referido trabajo, me lo envíes pronto, pues quiero corregirlo y adicionarlo. ¿Me atenderás esta vez? Deseo así mismo que me contestes lo antes posible —te agradecería que lo hicieras a vuelta de correo—a esta otra cosa.
Me ha escrito Cascales Muñoz anunciándome que para fines de año va a dar a luz en un tomo cuantos documentos y noticias biográficas hay publicadas acerca del humanista Cascales, entre ellas algunas que yo le facilité. «No pienso incluir nada inédito»—me dice. Pero a renglón seguido me pide cuanto nuevo haya yo encontrado sobre el mismo. Como ves, este divulgador intenta desflorarme mi trabajo.
Para remediarlo he pensado lo siguiente: publicar enseguida en tu revista Filosofía y Letras o en la Revista Crítica los capítulos de mi tesis (?) que tratan de Cascales y, pagando el importe del papel, hacer además una tirada aparte. Así podré remediar el mal y excusarme con tan pedigüeño fusilero. Precisamente estoy estos días reorganizando el Archivo de esta Catedral, por encargo del Cabildo, y he encontrado en la colada datos nuevos y muy interesantes relativos al preceptor murciano. Con ellos enriqueceré mi estudio y haré una biografía muy documentada.
Contéstame pues, a esto y prontito. ¿Cuento con la revista, desde su número próximo, para editar mi monografía sobre el humanista Cascales? La condensaré mucho, (Da capo) quitándole toda la paja disertativa. La distribuiré en pequeños capítulos. Desde luego puedo remitirte enseguida el original de los dos primeros. De cualquier modo contéstame enseguida, porque si no veré si me lo publican en la Revista de Archivos por mediación de Castañeda. Recuerdos míos y de mi familia para la tuya, y para ti un abrazo fraternal de Justo. En la organización del Archivo de la Catedral estoy gozando de lo lindo. ¡Vaya un filón!
Escribió a Cascales para ganar tiempo mientras preparaba la publicación; y éste le contestó rápidamente explicándole sus proyectos y ofreciéndole ayuda para editar su obra en Madrid, utilizando sus contactos e influencias. Sus cartas llegaban en sobres con franqueo del Ministerio de la Gobernación; y las cuartillas mostraban el emblema del Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid.
Sr. D. Justo García Soriano. Mi querido amigo: He recibido su grata del 1º del corriente y veo con gusto que pronto verá la luz la parte de su libro correspondiente al licenciado Cascales. Si quiere V. que le trabaje la publicación de la obra completa, mándeme una nota con la portada, el índice y los datos que crea precisos, así como de sus exigencias y los nombres de los editores que prefiere, y enseguida empezaré a trabajar.
Preciso creo decirle con cuanta satisfacción le doy la enhorabuena, por haber tenido la suerte de encontrar más datos inéditos de importancia. Por lo visto, carecerán ya de interés los datos que deseábamos examinar de los papeles del Conde de Roche. ¿Habrá dado V. con la partida de bautismo en alguna parroquia murciana? Ya lo veré en la revista de Filosofía y Letras. De no aparecer en las parroquias de ésa, es de presumir que habrá nacido en algún otro pueblo de la provincia y habría que acudir al Boletín Eclesiástico para estimular a todos los párrocos en su busca, como he tenido yo que hacer más de una vez.
Publicado el libro de V. sólo me interesa, del humanista, lo que V. deje de incluir y lo que otros hayan publicado en revistas y periódicos, o en párrafos de otros libros. Por esto me alegraría que fuese el Apéndice de V. más extenso (con lo de Baquero, Roche, Tejera, etc., que está desperdigado). Si V. ha publicado algo suelto que no vaya en su libro, envíemelo cuando pueda.
Mi colección de recortes no sólo llevará lo que haya suelto del humanista, sino también lo de otros Cascales escritores, como el Dr. Pérez Cascales, Fr. Pedro de Cascales, el capitán de Cascales, etc.; y, como es natural, yo no pienso poner una letra mía, sino ofrecer lo que otros han dicho.
El Sr. Baquero dice en su folletín «Cartagena, Cehegín, Mula y Murcia»: «En otro sitio he de hacer de ella (de la obra de la sala de Mr.) el análisis que su curiosidad merece». ¿Sabe V. si lo ha hecho y en qué sitio o libro? No tire V. las notas del humanista que no quiera incluir en su libro, sino mándemelas (publicadas en periódicos o inéditas) para aprovecharlas yo en su nombre. ¿Cuándo puede V. dar otra vuelta por aquí? Le agradeceré que me avise para tener el gusto de saludarlo. Suyo afmo. amigo y compañero q. l. e. l. m. José Cascales Muñoz. 7—8—918.
Cascales le volvió a escribir en septiembre interesándose por diversos escritores y políticos con su mismo apellido y, sobre todo, por el testamento del famoso humanista murciano. No he creído necesario transcribir la carta completa; terminaba así: «Estoy preguntando todos los días en ésta por la revista de Filosofía y Letras para suscribirme a ella en cuanto aparezca el trabajo de V., pero aún no la han traído. Esperando su grata cuando llegue la feliz ocasión de un hallazgo, queda su afmo. amigo y admirador q. l. e. l. m. José Cascales Muñoz. 8—9—918».
Volviendo al mes de agosto, el primer día escribió otra carta a Pedro Sainz. Éste le había contestado aceptando su propuesta de publicar el trabajo en la revista «Filosofía y Letras». Justo insistía en la tirada aparte (unos 250 ejemplares); y le pedía un prólogo para la misma.
Murcia, 1 de Agosto de 1918. Querido Pedro: Cuando ya comenzaba a impacientarme y preocuparme por tu largo silencio a mis dos cartas anteriores, recibo la tuya, diminuto plieguecillo, sin fecha, aunque por la de llegada y por el sello compruebo que es del 25 del mes pasado.
Queda bien justificada tu tardanza por tus reconocimientos militares. Ahora ya —como en las novelas por entregas—todo me lo explico. Gracias por el ofrecimiento que me haces de la Revista Filosofía y Letras. No esperaba de ti otra cosa. Desde luego cuenta con los dos primeros artículos o capítulos de mi ensayo biográfico y crítico acerca de «El humanista Francisco Cascales», para el nº de septiembre, que te agradeceré adelantes todo lo que puedas.
Te enviaré el original dentro de unos días. Pero mi interés principal está en lo de la tirada aparte. Quisiera hacer unos 250 ejemplares. El trabajo consta de unos diez capítulos, generalmente cortos, pues he simplificado mucho. Cada capítulo llevará, cuando más, dos páginas de la revista—con letra del 8 o del 9. Creo que en dos o tres números puede publicarse todo, para no acaparar mucho espacio.
Me gustaría mucho que tú me escribieras un Prólogo para la tirada aparte. En él podrías lucir tus conocimientos del humanismo español. Redondearías mi trabajo sin desflorar el tuyo. No dejes de hacerlo, y será como una iniciación de nuestras futuras colaboraciones. Lo que deseo también es que, o me corrijas tú bien las pruebas —que me las castigues— o que me las remitas con tiempo para que las corrija yo aquí, y te las devolvería enseguida, a vuelta de correo si es preciso. Me has quitado un peso de encima al decirme que guardas mi monografía oriolana. La creía perdida.
En cuanto puedas me la mandas certificada. Quiero corregirla y tal vez la publique. No dejes de informarme del cuestionario que te envié sobre literatura contemporánea. Perdona tanta molestia; pero te exijo el cumplimiento de tus promesas. Amor con amor se paga y tú no puedes dudar del cariño fraternal, filial y paternal de Justo. Recuerdos para tus papás, para Antonio y para Eugenia. Di a ésta que la escribiré para el día de su cumpleaños.
En su número de agosto «Polytechnicvm» publicó la primera entrega de «El Colegio de Predicadores…». Era sólo la nota preliminar y parte del capítulo I.
Por esta carta a su amigo Julio López Maymón, sabemos que pasó buena parte del verano en Murcia, ordenando el Archivo Capitular. El Deán de la Catedral de Cartagena en Murcia, solía veranear en el Pilar de la Horadada; de ahí lo de «oxigenadas aguas marinas y fresco» que mencionaba.
El Jefe del Archivo Provincial de Hacienda. Murcia, 15 de Agosto de 1918. Querido Julio: Por conducto de mi tocayo recibí tu esquela. Veo por ella que ahí disfrutas de salud, tranquilidad, afectos familiares, oxigenadas aguas marinas y de fresco, lo cual, en este mísero mundo de bienes relativos y en esta espléndida estación de calores absolutos constituye una suerte envidiable.
Yo en cambio he tenido y tengo indisposiciones de salud, trabajo, polvo, sudor a caño suelto, y hedor a calles y alcantarillas murcianas. Me parece suficiente esta enumeración para hacer perdonable mi pereza y tardanza en escribirte. Además, yo deseaba al escribirte, poder comunicarte la terminación del arreglo del Archivo Capitular; pero por unas causas o por otras (la principal es que estos trabajos engañan a primera vista), aún no he podido terminar, aunque la organización ya está muy adelantada. Ya no conocerías el Archivo. Ya están instalados todos los libros y casi todos los documentos sueltos.
Llevo hechos más de doscientos legajos grandes y unos cien de los pequeños. A todos se les han puesto carpetas y cartelas nuevas, con numeración mecánica y simétrica. Su orden y simetría resultan estéticos. A la vez voy redactando el índice y las fichas. Deseo dejar terminado lo más principal para el 20, a fin de poder marcharme algunos días con mi familia a Torrevieja a bañar a mis nenes, que les hace mucha falta.
Regresaré para 1º de Septiembre. Lo he pensado mejor, y teniendo en cuenta los adelantos archivonónicos, creo que las bulas no deben colocarse en clasificadores, como proyectamos, sino encuadernarse, que es lo que ahora se hace en los archivos del Estado, y así se conservan mejor y resulta casi más económico; pues en un mismo tomo se pueden encuadernar cien.
En fin, de esto ya hablaremos cuando tú regreses. Las soberbias mesas de nogal ya las colocamos en su sitio, en el sentido longitudinal del salón. Verás qué bien resulta el conjunto: un archivito muy decente, digno de la ilustre corporación que lo posee y de ser visitado por los más insignes eruditos.
Entrada ya la segunda quincena de agosto, Justo salió por fin con destino Torrevieja para «bañar a sus nenes». Así pues, cuando el hijo de Rufino Gea fue a visitarlo a Murcia, no le encontró. Justo le había encargado el «cliché» de un retrato de Loazes para incluirlo en la publicación de la monografía que estaba preparando.
20 de agosto de 1918. Amigo Justo: Escribí a V. dándole las gracias por la matrícula de mi hijo y encargué a este que le visitara, pero le dijeron que estaba V. ausente. Yo también estuve a verle días después y lo mismo me dijeron en hacienda. Lo que yo le diría a V. es que de Loazes había dos retratos en Valencia en el arzobispado y en aquel cabildo, ambos iguales y encargamos una copia que se recibió bastante después y no puedo mandárselo porque tiene más de un metro de alto, y para sacar una copia fotográfica reducida necesito más tiempo del que V. indica a vuelta de correo.
Me es materialmente imposible porque he visto al fotógrafo y me dice que hasta el jueves no puede sacarla y necesita un día más para las demás operaciones, de modo que el sábado no se la podría mandar si cumple. Las fotografías o clichés que vio V. en El Conquistador son de los jesuitas y no quiero pedírselas porque sé de cierto que me las han de negar, y más para mandarlas fuera.
Yo lamento que me haga V. estos encargos con tanta premura, porque mi deseo ha sido y es siempre servirle; y es una gran lástima que el interesantísimo trabajo de V. se publique sin esas ilustraciones. Sin tiempo para más monserga su s.s. y afto. amigo. R. Gea.
La primera mitad de la siguiente carta a Pedro, escrita desde Torrevieja, fue un conjunto de exigencias y reproches. Hasta que levantó la cabeza y contempló el mar. El segundo tramo muestra un tono más pausado y poético.
También nos facilitó su dirección exacta en la villa salinera (la casa de la tía Remedios): Barrio de «Las Puntas», calle Gumersindo número 22. Como ya dije, a pocos metros de donde yo estoy escribiendo actualmente su biografía.
Torrevieja, 27—VIII—918. Querido Pedro: Recibí el manuscrito de mi monografía acerca de la Universidad de Orihuela. Me extrañó no la acompañaras ni con una breve epístola tuya. Veo que estás hecho un holgazán o un ingrato. Me inclino a creer esta segunda parte de la disyuntiva.
Por fin te envío adjunto el primer capítulo de mi trabajo sobre Cascales, como te prometí para el número de Septiembre de la revista Filosofía y Letras. Insisto en lo de la tirada aparte, aunque nada me dices en concreto respecto a este particular que tanto me interesa.
Te hablaba del papel necesario y con la callada me respondes. De pastor debiera ser la réplica. Te agradeceré te tomes la molestia de corregirme bien las pruebas. Si no, envíamelas para que yo lo haga y te las devolvería a vuelta de correo. Te suplicaba me escribieras tú el prólogo. Nada de ello me dices tampoco. ¿No proporcionarás este gusto y esta honra? ¡A ver si va a poder ser que una vez me complazcas en algo!
En esta playa me encuentro desde hace unos días con mi familia. Te escribo sentado enfrente de este mar latino que tantos gloriosos recuerdos y tan bellos sueños nos evoca. Este espectáculo es soberbio. Veo en este instante un convoy de buques ingleses y norteamericanos que, sigilosamente, transportan tropas y municiones a Francia. Van deslizando su quietud a lo largo del azul camino; cercanos a la costa, grandes y magníficos, humeantes y dorados de sol. Llevan consigo la emoción de la vida y de la muerte.
Si me quieres escribir pronto, dirígeme la carta a esta villa de la provincia de Alicante, calle de Gumersindo, núm. 22 (Las Puntas). A Murcia regresaré el 8 o el 9 del mes próximo. Recuerdos afectuosos de todos para todos y para ti un abrazo de Justo García Soriano. Di a Eugenia que la escribí la víspera de su cumpleaños, y la incluí unos sellos. Da a tu papá nuestras felicitaciones por su santo, que celebra mañana.
Pedro le respondió rápido; pero por error envió la carta a Murcia a pesar de las instrucciones recibidas. Aun así llegó a Torrevieja en pocos días, y desde allí le volvió a escribir ultimando detalles para la publicación del trabajo de Cascales.
Torrevieja, 3—IX—1918. Querido Pedro: Tu carta del 29 pasado (que me has dirigido a Murcia, aunque te notifiqué mi estancia en esta playa) la recibo hoy aquí. Por esta causa no puedo contestarte prontísimo, como me encargas. ¡Gracias a Dios que me contestas alguna vez individualiter a lo que te escribo!
Mucho celebro que el motivo de tus tardanzas no sea la pereza, sino todo lo contrario. Eso te excusa bien. Desde luego conforme con el presupuesto de la tirada aparte, que me envías de puño y letra del propio Admor. Me parece bien, y si es preciso que te gire anticipadamente las ciento veinticinco pesetas, o parte de ellas, avísamelo para hacerlo. Ahora bien; a mí me hubiera dado igual en papel satinado corriente, y hubiera resultado aún bastante más barato.
Mi trabajo no excederá de seis pliegos como cuatro páginas de la Revista, si la letra que se componga es del cuerpo 8, como en la que se hizo el trabajo de Bonilla y el de Mélida. Me gustaría que el trabajo fuera el de 8º, o sea como la mitad de la Revista. Pero, en fin, estas minucias las dejo a vuestro buen sentido y mejor gusto. Adjunto el modelo aproximado de la portada, cuya definitiva redacción a ti te la confío.
En cuanto al prólogo, conforme también con tu reflexión; honradísimo conque me lo pongan Bonilla o Cejador. Te encargo a ti la elección, aunque me agradaría mucho fuera Bonilla. Cejador también me cae bien. Tú verás. Pero esto no se opone a que tú me escribas un Ultílogo (como decía M. P. cuando era principiante) o Notas epilogales, o fe de erratas o colofón o lo que te plazca. Quiero dedicarte a ti el trabajo; la dedicatoria, en el reverso de la portada la hallarás.
Tengo también en prensa mi monografía sobre la Universidad de Orihuela, y mi estudio sobre el modernismo crece y se multiplica. Aceptados los materiales de Cejador, que deseo poseer pronto. Este trabajo mío ha de ser malo o muy bueno. Lo hago con gran cariño, para imprimirlo el año que viene, Deo volente. Va muy sistematizado, ya verás…
Me parece de perlas tu estudio sobre el misticismo en la literatura. Yo también vengo cultivando algo este tema, pues en la literatura contemporánea hay mucho misticismo, que para mí no es más que lo que su etimología indica, esto es, una exaltación del espíritu ante el misterio del Universo y de la vida y de la muerte. Hay misticismo optimista esperanzado, y pesimista, desesperado. Para mí, tan místico es Leopardi y algunos románticos, como San Juan de la Cruz. El amor divino no es más que uno de los aspectos del misticismo.
Quiero que me des tu opinión sobre ello, sintéticamente. Lo he meditado mucho y creo firmemente que estoy en lo cierto. Santa Teresa deseaba morir para tener vida más alta. Leopardi y nuestro Ganivet para soñar o descansar. Éste escribió: Si vida y muerte son sueño, / si todo el mundo sueña, / yo doy mi vida de hombre / por soñar muerto en la piedra. Un abrazo de tu fraternal, Justo.
Según anunció en una de las cartas, regresó a Murcia el 8 o el 9 de septiembre. El 10 escribió de nuevo a Pedro contestando a una solicitud urgente: Cejador aceptaba escribir el prólogo; pero quería leer antes la obra; y Justo no daba abasto con todos sus compromisos.
Murcia, 10 Sepbre.—1918. Querido Pedro: Contesto a tu carta de ayer, que hoy recibo, con la urgencia que reclamas y aprovechando pocos minutos que me restan antes de la salida del correo. Mi trabajo lo tengo aún en borrador y sin limar. Al pasarlo en limpio lo voy rectificando. Por este motivo, su copia supone un mes de plazo, dado el poco tiempo que puedo dedicarle ahora con varias ocupaciones urgentes que ahora tengo, entre ellas terminar la organización del Archivo Catedral, que me comprometí a ultimar para este septiembre.
Lo que puedo enviarte de aquí a ocho días es un capítulo más y el índice o resumen de los restantes. Creo que con esto puede Cejador formar idea bastante aproximada de la índole y calidad de mi trabajo. Pero si aun así sintiera escrúpulos, puede escribir un prólogo en que no apadrine mi obra ni mi persona, hablando poco o nada de ellas, y ocupándose casi exclusivamente de la personalidad de Cascales y del humanismo español. De este modo se exime de toda responsabilidad, de la de garantizarme, se entiende, que es por lo único que puede excusarse.
Pero, ya te digo, creo suficiente con que conozca uno o dos capítulos y el plan de la obra. Así no creo que exista dificultad alguna. No he de comprometerlo, ya lo sabes tú. Contéstame pronto, largo y tendido como me prometes. Estoy impaciente por conocer el desenlace de todas estas dificultades nuevas que van surgiendo. Cascales y Muñoz me ha escrito dos cartas más apremiándome.
En cambio tengo ya tirado el 1er. pliego de mi monografía de Orihuela. ¿Qué te ha parecido la dedicatoria que te hago? La hice ex corde. Recuerdos de todos para todos y para ti un abrazo de Justo García Soriano.
Otoño de 1918. La «grippe española».
El Tiempo. 28 de septiembre 1918: Publicaciones del «Polytechnicvm». El sumario de esta interesantísima revista es como sigue: …—Historia.—El Colegio de Predicadores y la Universidad de Orihuela, (Monografía histórico-descriptiva). Dr. Justo García Soriano… Número suelto de este periódico 5 céntimos.
Las entregas de «El Colegio de Predicadores y la Universidad de Orihuela» continuaron apareciendo puntualmente. Al igual que había pactado con «Filosofía y Letras» para el trabajo de Cascales, los de «Polytechnicvm» le hacían una tirada aparte de la que sólo pagaba el papel. Fue así como consiguió publicar el libro en Murcia. Como muestra, envió los dos primeros pliegos impresos a Pedro junto a la siguiente carta.
Murcia, 29—IX—918. Querido Pedro: Cuatro letras para adjuntarte las cuartillas del 2º capítulo y el plan de la obra, cuya tardanza en escribir ya te extrañará. He estado indispuesto de salud unos días y tengo además un trabajo excesivo. Espero que Eugenia te entregara una esquela mía. A ser posible quisiera que el título del libro fuera El humanista Francisco Cascales. Su vida y su obra. (Ensayo biográfico y crítico).
Dime qué te va pareciendo mi trabajo. Te autorizo para las rectificaciones o modificaciones que juzgues convenientes. Espero que me acuses recibo, pronto, de estas cuartillas y de esta carta, y me digas cómo va eso. Te adjunto también los dos primeros pliegos de mi monografía sobre la Universidad oriolana. Dime qué te parece. A mí me hubiera gustado un tamaño mayor; pero no ha podido ser. Te envía un abrazo cariñoso y queda impaciente en espera de tu respuesta tu fraternal, Justo. Recuerdos de todos para todos.
No sabemos a qué se debió la nueva «indisposición de salud» que mencionaba; bien podía ser agotamiento. Pero lo cierto es que por toda la provincia se estaba extendiendo la mal llamada «grippe española» y Justo era muy, pero que muy aprensivo…
Boletín Oficial de la provincia de Murcia. 30 de septiembre de 1918. GOBIERNO DE LA PROVINCIA. Circular. El Excmo. Sr. Ministro de la Gobernación, en telegrama de 26 del actual, me dice lo siguiente: «Reitero a V. S. con encarecimiento, la orden dada anteriormente de que con el fin de evitar la propagación de la epidemia de la grippe, se prohíban en los pueblos contaminados toda clase de fiestas, espectáculos, reuniones y aglomeraciones públicas en lugares confinados donde se multiplican las causas del contagio; así como deben prohibirse las ferias, mercados y todo otro medio de relación de unos pueblos con otros que puedan facilitar la propagación de la epidemia». Lo que se hace público en este periódico oficial para general conocimiento y a fin de que por los señores Alcaldes se dé el más exacto cumplimiento. Murcia 29 de Septiembre de 1918. El Gobernador, César de Medina.
Así se lo hizo saber a Pedro en la siguiente carta: «en esta región y en esta ciudad, la epidemia de grippe ha tomado proporciones terroríficas. Yo estoy con un pánico indescriptible»…
Murcia, 13—X—1918. Querido Pedro: Hoy hace quince días que te envié, en carta certificada, las cuartillas del 2º capítulo de mi trabajo sobre Cascales, el resumen de los restantes capítulos y los dos primeros pliegos impresos de mi monografía del Colegio y Universidad de Orihuela. Te suplicaba que a vuelta de correo me acusaras recibo de ello para mi satisfacción. Sin embargo, sólo he obtenido un inexplicable silencio.
No sé qué pensar, pues ni las ocupaciones ni la pereza, por grandes que sean, impiden invertir cinco minutos, en escribir dos renglones y un sobre. Sospecho que haya surgido alguna otra dificultad en la publicación de mi estudio. Si es así, no sientas empacho en decírmelo: nada hay perdido en ello. Como sabrás por los periódicos, en esta región y en esta ciudad la epidemia de grippe ha tomado proporciones terroríficas.
Yo estoy con un pánico indescriptible, que me quita el humor y el aliento para todo. Mi salud se va quebrantando con la aprensión y temo caer de un momento a otro. He intentado huir y marcharme con la familia a Villasequilla o a esa corte, donde parece no la hay a juzgar por el silencio de los periódicos. Pero tropiezo con que, según la Ley de funcionarios, necesito licencia del Subsecretario de Instrucción Pública; y mediante instancia formal. Todo me hace vacilar.
Dime sinceramente el estado sanitario de Madrid. Tu papá lo sabrá bien. Caso de querer ir a ésa: ¿tendrías influencia para que me concediesen el permiso? Yo enviaría la instancia al Subsecretario y en esa el favor. Contéstame pronto, pues estoy para despedirme de ti hasta el valle de Josafat. Dame antes la satisfacción de unas letras tuyas. Te abraza, Justo García Soriano.
Murcia fue la provincia más afectada por la gripe en España, con varios miles de muertos. Titulares como este, en primera plana, eran para echarse a temblar.
Dos días después, en el mismo diario murciano, apareció un curioso cuento de García Soriano sobre la dualidad del ser humano.
El Liberal: 18 de octubre de 1918: El mal ángel y el pobre diablo (CUENTO EGIPCIO). En castigo de su abominable rebelión, Luzbel y las infinitas legiones de ángeles que le seguían, fueron expulsados del cielo, convertidos en demonios y arrojados al abismo. Todas las estancias celestiales que habían ocupado, hubieron de quedar deshabitadas y vacantes. El Empíreo se hallaba solitario y triste. Para remediar aquella soledad Dios pensó en nuevos seres, en otros pobladores celestiales que sustituyeran a los ángeles malos.
Entonces creó al hombre, según dicen, a su imagen y semejanza. Hasta aquí este relato pertenece a la Historia Sagrada. No lo podemos poner en duda, porque es artículo de fe para todos los cristianos. Pero lo que no narran los textos bíblicos, ni los escoliastas, ni los Santos Padres es el episodio que a continuación vamos a transcribir. Contiénese en un antiguo papiro egipcio, descubierto ha poco por una comisión arqueológica, cerca de las ruinas de Menfis, dentro de unas sepulturas del tiempo de Ramsés II.
Un sabio egiptólogo lo ha descifrado y traducido al inglés. Dice así literalmente: «Cuando Dios Hacedor creó al hombre, para que ocupase el lugar del ángel caído, lo presentó a un grupo de arcángeles a fin de que examinaran su obra y le expusieran su parecer. A los pocos días los arcángeles le dieron su dictamen. —Señor, — le dijeron — nuestra humilde opinión, expuesta con el respeto debido a Vuestra Divinidad, es que estuvisteis muy poco feliz en esta obra.
El hombre es un ser muy imperfecto, indigno de vivir entre nosotros. Es envidioso, tacaño, egoísta, vanidoso, embustero y de crueles instintos. Le dominan todas las pasiones perversas. Es además débil, impotente, torpe, y de inteligencia muy escasa. O dale más razón o quítasela del todo. En fin, creemos que no aprovecha para nada bueno, y muchísimo menos para lo que lo destinabais: ¡o es medio loco o es un mal ángel!…
Dios vio que el juicio de los arcángeles era exacto. Su última obra le había resultado muy deficiente. Entonces cogió al hombre y se lo envió a Luzbel para que lo incluyera en el número de los diablos. Satán, al ver ante sí la figurilla del hombre, soltó una estruendosa carcajada, que hizo retumbar y trepidar todas las bóvedas del infierno. Era la primera vez que reía después de su caída y castigo, y aquella carcajada de sarcasmo fue el modelo de toda risa satánica.
— ¿Conque éste era mi sustituto?— vociferó apretándose los ijares— ¡Valiente mamarracho! ¿Se puede imaginar facha más ridícula ni más pretenciosa? Pero, en fin, veamos. Ya que no aprovecha para ángel, quizá pueda yo darle algún destino u ocupación en los infiernos: el de limpiar las escupideras, por ejemplo. Por algo bueno no podré seguramente desecharlo.
El hombre quedó en compañía de los demonios. Pero éstos no tardaron en reparar en que, con sus muchísimos defectos aquel desdichado tenía asomos de algunas cualidades— ¡malas para diablo, naturalmente!—. Notaban que algunas veces, aunque pocas, sentía escrúpulos, remordimientos y compasión. Quería ser bueno, a ratos. Lo miraron con antipatía y desprecio y se lo manifestaron a Luzbel. Luzbel comprobó que era verdad. Entonces, iracundo y con asco, agarró por el zancajo al hombre y lo arrojó fuera del Averno.
— ¡Jehová!—aulló alzando el rostro encendido al cielo—Quédate con tu chapuz. Este esperpento no me sirvió para nada. A lo más, de estorbo. No es malo del todo, sino entreverado. A ratos le da la manía de ser bueno. Es un cursi, un impotente, un imbécil y, haciéndole mucho favor, ¡un pobre diablo!…
Dios vio que, en efecto, el hombre no siempre era bastante malo para servir a Luzbel. Era un ser híbrido, un mediocre que no aprovechaba para ángel ni para demonio, ni para el cielo ni para el infierno. Pero como obra, al fin, de sus divinas manos, le dio lástima destruirlo. Y pensó en qué lugar del Universo le colocaría. Entonces se acordó de un diminuto planeta del sistema solar, perdido en las profundidades del espacio cósmico, un asteroide raro y deficiente; se llama Tierra y parece medio loco; gira de un modo tan desigual y oblicuo en torno del Sol, de quien recibe el calor y la luz, que hay estaciones en que se hiela y otras en que se abrasa.
Tiene días radiantes y cegadores y noches obscuras y negrísimas; alboradas risueñas y atardeceres o anocheceres lúgubres. En la Tierra lo malo y lo bueno se hallan mezclados de una manera abigarrada y caprichosa, sin regla ni medida; en ella crece el árbol del bien y del mal, que es el árbol de la sabiduría triste. Las flores aromáticas nacen junto a las plantas venenosas; hay jardines y eriales, oasis y desiertos, fuentes salutíferas y pantanos pestilentes. Habítanla animales mansos y útiles y fieras feroces y dañinas.
En ella la Vida y la Muerte pelean de continuo. Por todo ello Dios disputó a la Tierra como el sitio más propio para morada del hombre; y aquí lo dejó abandonado a su arbitrio y a sus naturales recursos. Pronto se halló como en su centro. Se adaptó admirablemente creció y multiplicose con rapidez. Pero las guerras y las epidemias los diezman. Al lado de un campo de batalla instalan un hospital; junto a un templo levantan un suplicio; cabe una cárcel hacen unos juegos públicos; entre una tahona y una abacería ponen un prostíbulo, un almacén de estiércol y una tienda de ataúdes.
Rezan y maldicen, aman y odian, dan limosnas y roban, hacen leyes muy severas y estudian para falsearlas y burlarlas, quedando así reducidas a una sola: la del embudo. En fin, como dice nuestro refrán copto: ¡Siempre en la Tierra, detrás de la cruz está Belcebú!. Hasta aquí el papiro egipcio. Después de algunas divagaciones, que no hacen al caso, termina diciendo: «Cuando Dios nombra alguna vez al hombre, los arcángeles repiten siempre con un mohín de desdén (y con dejo andaluz suponemos nosotros): — ¡Es un loco o un mal ángel!… Y Luzbel, riendo a carcajadas: — ¡Es un imbécil o un pobre diablo!… Justo GARCÍA SORIANO.
Y escribió esta carta urgente devolviendo unas pruebas de imprenta a Pedro Sainz. Aprovechó para felicitarle por sus éxitos universitarios (al igual que a Justo, habían obtenido el premio Rivadeneyra). También le explicó el acuerdo de impresión con «Polytechnicvm» para «vestir su libro de prestado», un acuerdo parecido al que tenía con «Filosofía y Letras». Y reiteró el miedo y la aprensión que le producía la epidemia de grippe…
Murcia, 18—X—918. Querido Pedro: Recibo tu carta con la capilla o prueba de mi folleto, y una vez hecha la corrección substancial, que era imprescindible, me apresuro a devolvértela a correo seguido, sin falta, como me indicas. Me hubiera gustado mucho, como comprenderás, conocer en seguida en prólogo que, según me dices, ha escrito Cejador para mi trabajo.
Es una curiosidad la mía muy legítima. Puesto que dices que ya está impreso, ¿podrías remitirme una prueba de él para leerlo? Con tu explicación sobre los justos motivos que han originado la tardanza de tu respuesta, el amante celoso perdona por ahora la vida de la ingrata, condenada antes a olvido eterno. Mis plácemes y enhorabuena por ese doble triunfo universitario, que, tenía descontado y previsto. Lo del premio Rivadeneyra lo teníamos profetizado hace años. ¿Recuerdas?…
Tengo vivo deseo en conocer los trabajos de ambos ejercicios, que supongo muy interesantes. Mi monografía de la Universidad de Orihuela la está publicando la revista «Politechnycvm», que se edita mensualmente en esta ciudad. Los dos pliegos que te envié son de la tirada aparte que me hacen. No pago más que el papel. Como a ti, a mí también me parece su impresión; pero es lo que nos pasa a los publicistas que vestimos nuestros libros de prestado, que unas veces les está la ropa ancha y otras demasiado estrecha.
Mi pánico ante la epidemia sigue como ésta, en aumento. Creo que ya estoy enfermo, por lo menos de aprensión. Tengo la vida completamente desconcertada. Recuerdos de mi familia y míos para ti, tus papás y Antonio, y un abrazo fraternal de Justo.
No voy a seguir transcribiendo las reseñas en prensa de «Polytechnicvm». Tan solo quiero dejar constancia con la de noviembre, de que siguieron publicando mensualmente los fragmentos de la monografía hasta completar la obra en el verano de 1919.
El Tiempo. 3 de noviembre 1918: Libros y Revistas. «Polytechnicvm». Ayer recibimos el último número de esta revista mensual cuyo sumario es el siguiente: Fotograbados. —Españoles ilustres: don Fernando de Loazes, Arzobispo de Valencia y Patriarca de Antioquía, fundador del Colegio de Predicadores y de la Universidad de Orihuela (Alicante.)… Historia. —El Colegio de Predicadores y la Universidad de Orihuela (Monografía histórico—descriptiva) por el doctor Justo García Soriano…
De la misma forma, pero en Madrid, se fue publicando el trabajo sobre Cascales en entregas mensuales, a través de la revista «Filosofía y Letras». El prólogo, como ya he dicho, quedó a cargo del catedrático de Lengua y Literatura latinas en la Universidad Central de Madrid, Julio Cejador y Frauca.
Este filólogo y conocido lingüista había abandonado la Compañía de Jesús a principios del siglo XX para dedicarse a la escritura y la enseñanza. A nuestro biografiado le pareció bien; pero señaló que el ilustrado ex jesuita había cometido un error «muy de bulto» calificando como murciano a un oriolano de pura cepa. Y se lo comentó a Pedro con mucho sentido del humor, comparándose nada menos que con Homero…
Murcia, 3 de noviembre de 1918. Querido Pedro: Ayer, muy tarde, me entregaron tu carta certificada con las primeras 24 páginas impresas de mi trabajo Francisco Cascales. Por eso me extraña que me digas que me adjuntas impreso «todo» lo que te envié. Resta más de la mitad del cap. II.
No te contesté a vuelta de correo, porque, como te digo, se hizo muy tarde. Te adjunto unas cuartillas con las correcciones que se me han venido a la vista a la primera lectura. No te devuelvo las hojas impresas porque tengo el gusto de conservarlas. Además debe corregirse en el Prólogo de Cejador, un error muy de bulto: Me llama en él «El estudioso hijo de Murcia».
Pase lo de estudioso; pero ni soy murciano ni deseo pasar por tal: soy de Orihuela (Alicante). Debe corregirse así: «El (estudioso) archivero de Murcia». Podrían, si no, ofenderse mis paisanos los de Orihuela. Y en los futuros tiempos, cuando se me considere una gloria española, ambas ciudades podrían disputarse la honra de ser mi patria, como las que se disputaron la cuna de Homero.
El testimonio de don Julio Cejador podría aducirse como prueba definitiva, tan fehaciente, por lo menos, como la partida bautismal. Y me horroriza el pensarlo. Yo que he tenido la desgracia de ser coetáneo de la conflagración actual, siento escalofríos ante el temor de poder ser motivo, en lo porvenir, de una nueva guerra europea.
Conque, lo dicho: El Sr. Cejador no tendrá inconveniente en hacer esta justa rectificación, en honor de la verdad, y sustituir la palabra hijo por la de archivero, p. ej. Por lo demás, no hay que decir que el Prólogo me ha gustado mucho y me siento honradísimo y muy agradecido a ti y al ilustre escritor.
Dale las gracias en mi nombre, en tanto no le escribo yo para expresarle mi gratitud, como pienso hacer pronto. Respeto tus escrúpulos acerca de la dedicatoria. Pero en la tirada aparte no te toleraré de ningún modo la omisión. Salud y un abrazo de tu casi hermano, Justo.
No se han conservado las entregas publicadas en «Filosofía y Letras»; pero las portadas de noviembre y diciembre, depositadas en el archivo, anuncian en los sumarios el tercer y cuarto pliego de «El humanista Francisco Cascales. Su vida y su obra» por Justo García Soriano.
Leída la primera entrega, Adolfo Bonilla le escribió felicitándole «de todo corazón». Pero era más bien una excusa para pedirle nuevos datos sobre el Maestro Jacobo cuyas «obras completas» estaba a punto de publicar.
Sr. D. Adolfo Bonilla San Martín. Velázquez, 18 Madrid, 11-XI-18. Sr. D. Justo García Soriano. Mi muy distinguido y querido amigo: Le felicito a Vd. de todo corazón por las páginas que he leído, en «Filosofía y Letras», de su estudio sobre Cascales, lleno de noticias nuevas y de apreciaciones del mayor interés.
¡Ojalá termine pronto la impresión de todo el trabajo! Mucho le agradecí su nota sobre la enmienda de la anotación 32 de mi Lazarillo. La aprovecharé en su día, citando, por supuesto, su procedencia. ¿Y aquellos textos acerca de Jacobo de las Leyes, hallados por Vd. en el Archivo de la Catedral murciana y de que me hablaba Vd. en una carta anunciándome la grata nueva de su venida a Madrid y prometiéndome enviarme los documentos y datos por Vd. recogidos? Tengo vivísimos deseos de conocerlos.
Ahora ha salido a la luz en Portugal la versión lusitana medieval de las «Flores de las Leyes», y en breve daremos a la imprenta el sr. Ureña y yo nuestra edición de las obras completas del Maestro Jacobo, cuya preparación tenemos casi terminada.
No necesito decirle a Vd., pues, el deseo que ambos tenemos de conocer los nuevos datos por Vd. hallados. ¿Cuándo vendrá Vd. por acá? —Suyo siempre devotísimo amigo que no le olvida. A. Bonilla y Sª Martín.
Justo se sentía en deuda con Bonilla y no podía negarle nada. Así se lo confirmó a Pedro en un nuevo y urgente envío de cuartillas para la revista «Filosofía y Letras».
Murcia, 17—XI—918. Querido Pedro: Te adjunto veinte y tantas cuartillas más, por si urgen, como me figuro. Estoy muy ocupado y no he podido copar más. Creo que con las que sobraron y con esas pueden componerse otros dos pliegos.
Me extraña mucho no me hayas enviado aún el número de la revista. Sé por Bonilla, que me ha escrito, que ya ha aparecido. Me felicita por mi trabajo. Le escribiré en cuanto copie lo de Jacobo el de las Leyes. Recuerdos y un abrazo de tu fraternal, Justo.
En diciembre la familia García Morales se mudó a la calle de los Baños número 5. Eloísa estaba embarazada, a punto de salir de cuentas. La monografía preparándose en Murcia, el estudio sobre Cascales en Madrid…
Todo parecía estar en orden cuando se encendió una peligrosa llama en el ánimo de Justo; una noticia que lo cambiaba todo: Adolfo Bonilla le anunciaba la posibilidad de una plaza de Bibliotecario en la Real Academia de la Historia; la vuelta a Madrid por la puerta grande.
El «sueño» de la Real Academia.
Sr. D. Adolfo Bonilla San Martín. Velázquez, 18 Madrid, 2-XII-18. Sr. D. Justo García Soriano. Mi querido amigo: Un millón de gracias por sus noticias y documentos relativos al maestro Jácome de Junta. Irán en el lugar correspondiente de las obras, contando el nombre de Vd. (¡no faltaba más!).
Espero con impaciencia la continuación del Cascales, cuyos primeros pliegos leí con grandísimo placer. Sus cartas philológicas son libro de oro, que leo a menudo y que me parece no ha sido aún estudiado con la extensión que merece (salvo lo poco, aunque muy bueno, que de ellas dijo D. Marcelino en las Ideas Estéticas).
Deseo hablarle ahora de un asunto importante para Vd. y para todos los que le queremos. Vamos a librarnos, en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, del inaguantable y untuoso Gómez Centurión, que ha hecho allí muchas cosas feas. Hemos pedido que vengan a la Biblioteca dos empleados del Cuerpo de Archiveros, que no sean Inspectores, para que no tengan que ausentarse.
Acordada la petición, hablé al Director (Marqués de Laurencín) de Vd. para el primer lugar, y también le hablé a Altolaguirre. El viernes pasado le expresé igualmente mi deseo al compañero Jerónimo Bécker (que es también del Cuerpo de Archivos). Pero resulta que el Director le había encargado extra – oficialmente que indagase qué personas competentes del Cuerpo podrían y querrían venir a la Biblioteca, y Bécker se había apresurado a escribir a un amigo de Valladolid y a otro de aquí, a ninguno de los cuales conozco por ninguna publicación, lo cual me da mala espina.
Si a Vd. le conviene el cargo (yo lo creo admirable para sus aficiones), escriba Vd. inmediatamente a Bécker y a Laurencín, utilizando mi nombre, y haga Vd. cuantas gestiones crea oportunas. No sería malo enviar ejemplares de los trabajos de Vd. a algunos académicos, y en especial a los dos citados, y además a Altolaguirre, Beltrán, Blázquez, Puyol, Herrera, Maura, Novo y Colsón, Mélida, Ureña, Lampérez y Pérez de Guzmán. Y todo a escape.
Creo que todo esto podría ser muy útil para Vd. en lo futuro, y por mi parte tendría en ello grandísima satisfacción. Desde los tiempos de Rodríguez Villa, no habría tenido la Academia mejor Bibliotecario. Y ¡qué mina de cosas inéditas! Suyísimo siempre, ex toto corde, A. Bonilla y San Martín.
Podemos imaginar la ilusión que despertó en nuestro biografiado. Nada más recibir la noticia comenzó a escribir cartas; se han conservado los borradores de las que dirigió al marqués de Laurencín y a Jerónimo Bécker (la que más tachones y rectificaciones tiene). Pero antes redactó también una para Pedro Sainz exigiéndole ayuda urgente; y otra en respuesta para el propio Adolfo Bonilla.
Murcia, 4 Dicbre. 1918. Querido Pedro: Me escribe hoy don Adolfo Bonilla que ha vacado la plaza de bibliotecario de la R. Academia de la Historia y que me ha propuesto para ocuparla. Pero necesito además, el apoyo de otros académicos, en especial del Marqués de Laurencín, de Altolaguirre, de Bécker, Beltrán, Blázquez, Puyol, Herrera, Maura, Novo y Colsón, Mélida, Ureña, Lamérez y Pérez de Guzmán. Y todo a escape.
Convendría que dichos señores, me dice Bonilla, conocieran mis trabajos literarios e históricos. Espero que tú, con toda urgencia, me busques apoyo eficaz y les facilites lo impreso de mi estudio sobre Cascales. Yo aún no he recibido la Revista y no sé si recibiste mis últimas cuartillas. Escríbeme enseguida; y si es verdad que me quieres y te interesas por mí, en ninguna ocasión me lo puedes demostrar mejor que ahora. Recuerdos para ti y un abrazo de Justo.
Sr. D. Adolfo Bonilla San Martín. Mi respetable y querido amigo: Acabo de leer su carta en que me acusa recibo de los documentos referentes al Maestro Jácome de Junta, que le envié hace unos días. Me alegro de que le hayan interesado, pues en serle útil hallo mi mayor satisfacción. Y aun sirviéndole en todo momento, no podré pagar bien la benevolencia con que me favorece.
Las propuestas e indicaciones que me hace sobre el puesto en la Biblioteca de la Academia de la Historia, me han producido una emoción indescriptible. Precisamente ese cargo ha sido una de las ilusiones queridas y más deseadas con que he soñado durante toda mi vida. Me es tan grato y tan codiciable, me sentiría tan feliz en él, que por lo mismo me parece algo irreal, inaccesible para mí.
Realizar mis deseos de volver a Madrid, y a ese sitio, para trabajar únicamente en esa mina inexhausta ¿Qué más puedo apetecer? ¡Estupendo, sencillamente estupendo! Por Dios, don Adolfo, continúe Vd. intercediendo por mí. Yo le prometo que no se arrepentirá la Academia, y mi gratitud hacia Vd. sería sin límites.
Hoy ya no tengo tiempo de escribir a los señores académicos que me indica. Mañana mismo lo haré sin falta y cuantas gestiones estén a mi alcance. Pero debo decirle que me hallo huérfano por completo de amistades e influencias en tales esferas. Por eso, mi única esperanza la deposito en Vd.
Borrador de la carta al marqués de Laurencín.
Excmo. Sr. Marqués de Laurencín. Excmo. Señor, de todo mi respeto: Por mi ilustre amigo don Adolfo Bonilla y San Martín he sabido que la Real Academia de la Historia, que V. E. dirige con tanto merecimiento y acierto, va a proveer en breve entre los individuos del Cuerpo facultativo al que pertenezco, dos plazas de bibliotecarios para servir la biblioteca de esa docta corporación.
El Sr. Bonilla, que me conoce por mi laboriosidad y mis estudios históricos, me juzga apto para una de dichas plazas y escribo a V. E. solicitando su decisivo apoyo para obtener tal cargo. El siempre autorizadísimo juicio del Sr. Bonilla, más autorizado en esta ocasión por no verse a mí ligado, ni obligado por ningún interés o consideración personal, da alas a mi modestia para osar dirigirme a V. E. importunándole con esta instancia.
De mis merecimientos no es discreto que yo hable: dicho señor podrá informar a V. E. desapasionadamente y mostrarle alguno de mis trabajos históricos y literarios. Yo, por mi parte, me limito a alegar como méritos propios, mi modestia, mi hábito y amor al trabajo y mi juventud estudiosa y entusiasta, con grandes anhelos de hacer labor útil y persistente en sitio a propósito donde cultivar mis aficiones. En la seguridad de obtener de V. E. una benévola acogida, le anticipo por ello el testimonio de mi más hondo reconocimiento y me pongo en todo a sus órdenes, como su atto. y s. s. q. b. s. m.
Borrador de la carta a Jerónimo Bécker.
Excmo. Sr. D. Jerónimo Bécker. Muy respetable señor mío e ilustre Jefe: Me escribe don Adolfo Bonilla y San Martín que en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia hay vacantes dos plazas de bibliotecario, las cuales se han de proveer muy en breve con personal de nuestro cuerpo.
El Sr. Bonilla, que me conoce por mis aficiones y estudios históricos, me juzga competente y a propósito para uno de dichos cargos, y me aconseja lo solicite así de esa ilustre Corporación, y debo ante todo obtener la venia de Vd. y recabar el valiosísimo apoyo, que para esta pretensión me es tan indispensable.
El juicio autorizado del Sr. Bonilla y la desinteresada ayuda que me brinda tan espontáneamente, me alientan a aspirar a un destino que serviría con el mayor entusiasmo por ser tan en armonía con mis justas aptitudes. No he vacilado en importunarle con esta carta en la confianza de merecer de V. E. una benévola acogida, que de todo corazón agradezco anticipadamente. Con este motivo me complazco en ofrecerme suyo atto. s. s. y subordinado q. s. m. b.
Bonilla respondió también rápidamente. Sólo transcurrieron tres días entre sus dos cartas.
Sr. D. Adolfo Bonilla San Martín. Velázquez, 18 Madrid, 5-XII-18. Sr. D. Justo García Soriano. Mi querido amigo: Descuide Vd., que por mi parte no ha de quedar nada por hacer. Hoy he hablado con Ureña para que él insista con Laurencín, al mismo tiempo que yo.
El nudo de la dificultad estriba en Bécker, que ya tenía dos patrocinados, veremos si le redimimos, porque si esta ocasión se pierde, va a ser difícil hallar otra tan buena. Muchísimas gracias por la monografía que me ofrece, y que, como de Vd., será cosa buena. Y disponga de su amigo devotísimo, A. Bonilla y San Martín.
Necesitaba cuantas recomendaciones pudiese conseguir. Escribió también al influyente Gustavo Morales (el tío de Eloísa ya mencionado anteriormente), quien lo recomendó a varios personajes. Tiró de su paisano el político Ruiz Valarino; y, según cuenta en una carta, hasta del obispo de Madrid.
Gustavo Morales. B. L. M. A su sobrino Justo Gª Soriano y le participa que además de las anteriores ha mandado recomendación para su asunto a los Académicos Sres. Hinojosa, Vives, Laiglesia, Arzobispo de Valencia y Marqués de Lema. Aprovecha gustoso esta ocasión para reiterarle el testimonio de su consideración más distinguida. Madrid 9 de Diciembre de 1918. Princesa, 27. 2º Dra.
Pero la respuesta de Bécker significó un auténtico jarro de agua fría. Ante la sugerencia de Bonilla, el académico se había adelantado maliciosamente, proponiendo directamente al ministro a sus dos «patrocinados».
Ministerio de Estado. Archivo general. Particular. 9 Diciembre 1918. Sr. D. Justo García Soriano. Mi distinguido amigo y compañero: Mi querido e ilustre amigo el Sr. Bonilla me habló en favor de V., con merecido elogio, hace unos días; pero tuve el sentimiento de manifestarle que era tarde, porque la propuesta para cubrir la dos vacantes que existen en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, había sido ya entregada al Ministro de Instrucción Pública.
Si el Sr. Bonilla hubiese hecho alguna indicación unos días antes, me habría proporcionado el placer de complacerle y evitado las gestiones que he tenido que realizar para cumplir el encargo que tuvo la bondad de confiarme nuestro Director.
Por esa razón nada puedo hacer ya de momento en obsequio de V., aun sintiéndolo mucho; pero no olvidaré su deseo, y si se presenta ocasión, tendré el gusto de hacer cuanto de mí dependa porque se realicen sus deseos. Con este motivo me es muy grato ofrecerme a v. como su más atto. y afmo. amigo y compañero q. e. s. m. Jerónimo Bécker.
Justo, contrariado, envió la carta de Bécker a Bonilla; y este le propuso una nueva estrategia.
Sr. D. Adolfo Bonilla San Martín. Velázquez, 18 Madrid, 11-XII-18. Sr. D. Justo García Soriano. Murcia. Mi muy distinguido y querido amigo: La carta del Sr. Bécker (que le devuelvo) me llena de asombro, porque no recuerdo que al hablar con él (el viernes 29 de Noviembre, en la Academia) me dijese que hubiera entregado propuesta ninguna al Ministro. Sólo me manifestó que había ya escrito a dos sres., uno de Valladolid y otro de aquí.
Pero, por lo visto, mis palabras le sirvieron de acicate para apresurarlo todo. Quizá sería conveniente que Vd. enviase instancia a la Junta de Archivos (o al Ministro), solicitando una de las plazas en la Academia, poniendo fecha anterior a la de la carta de Bécker, y alegando todos sus méritos de Vd., y por mi parte apretaría cuanto pudiese en el Ministerio. ¿No le parece a Vd.?
No es razón que Bécker se haya precipitado, para que tengamos que pasar por lo que él haya hecho. Si le parece a Vd. bien lo que le propongo, hágalo enseguida. Suyo siempre devotísimo amigo, A. Bonilla y San Martín. Hablaré mañana o pasado con el Sr. Castañeda (de la Junta de Archivos), para que me ilustre sobre el caso.
Estaba convencido de que el asunto no saldría adelante, pero trataba de no perder la esperanza mientras ultimaba la publicación de la monografía oriolana. Había concluido el arreglo del Archivo de la Catedral murciana por encargo del deán y preparaba el trabajo sobre Cascales para enviárselo a Pedro.
Murcia, 16—XII—918. Querido Pedro: Tu carta última en que me notificabas las vacantes de la Biblioteca de la Academia de la Historia, se cruzó con la mía en la que te hablaba del mismo asunto y te rogaba, hicieras, en pro de mi traslado a una de esas plazas, cuantas gestiones estuvieran a tu alcance. No dudo que las habrás hecho con toda urgencia e interés, en la forma que te hayan parecido más prácticas y eficaces.
Deseo me comuniques el resultado y cuanto sepas acerca del particular. Mis noticias e impresiones son muy pesimistas. Creo que, como me temía, he perdido ya el pleito. Si has visto en estos días al Sr. Bonilla, supongo que te habrá contado lo ocurrido y el mal sesgo que ha tomado el asunto. Ha sido más que serrana la partida que le ha jugado el Sr. Bécker.
Este, en cuanto vio el gran interés que por mi candidatura se tomaba don Adolfo, madrugó cuanto pudo y rápidamente y a la chita callando se apresuró a entregar al Ministro la propuesta de la Academia —en nombre de su Director sólo— para sacar a flote a sus dos protegidos, uno de Madrid y otro de Valladolid (ignoro sus nombres).
El Sr. Bonilla no me ha desahuciado aún. La cosa pudiera todavía tener remedio —me refiero a mis últimas noticias de anteayer —con una influencia muy poderosa y decidida. Yo por mi parte he hecho muchas gestiones, cuantas me han sido posibles. Me han recomendado a los académicos D. Gustavo Morales (tío de Eloísa), Ruiz Valarino y últimamente al Obispo de Madrid. Veremos pronto su eficacia. Pero es una gollería demasiado buena para mí, y sería la 1ª vez que hubiera visto desmentida mi mala estrella…
He recibido el nº de Noviembre de la revista, con el 3er. pliego de mi trabajo. Veo que en este no hay tantas erratas como en los dos primeros, lo que me disgustó bastante, pues de nada me sirvió el corregir las pruebas y remitírtelas a vuelta de correo. Dentro de unos días te mandaré más original. La corrección y publicación de mi librillo «La Universidad de Orihuela» —en breve te remitiré ejemplares de él— y el arreglo del Archivo de la Catedral me han tenido ocupadísimo y he tenido que suspender un poco lo de Cascales. Ahora lo reanudo para no levantar mano y enviártelo todo lo antes posible.
Escríbeme pronto y extenso, como me prometes. Recuerdos de todos para todos y un abrazo cariñoso de Justo. Me acabo de mudar de domicilio. Tu nueva casa en la calle de los Baños, nº 5 pral. A Eugenia recuerdos. La escribiré uno de estos días. Espero ser reepadre de un momento a otro.
La presunta «gollería» madrileña se ponía cada vez más cuesta arriba; pero Bonilla no se daba por vencido.
Sr. D. Adolfo Bonilla San Martín. Velázquez, 18 Madrid, 16-XII-18. Sr. D. Justo García Soriano. Murcia. Mi muy querido amigo: Le devuelvo las cartas que me remitió con su última. Sigo trabajando, aunque me contraría mucho que Rodés (por quien pensaba yo atacar a Salvatella) esté fuera de Madrid.
Hablaré con Laurencín y visitaré a Castañeda mañana o pasado. Vd. siga poniendo en juego cuantos medios posea. ¡Cuánto me alegraré de que tengamos éxito! Suyo devotísimo que le abraza, A. Bonilla y San Martín. A Ureña le dijo Laurencín lo mismo que le dice a Vd. y creo que sinceramente.
El traslado a la corte no prosperó. Seguiría en Murcia de momento. Pero por fin consiguió publicar allí la monografía completa. Era su segundo libro después de tanto tiempo escribiendo.
«El Colegio de Predicadores y la Universidad de Orihuela» vio la luz a finales de 1918; y ochenta años después se publicó en edición facsímil y en formato digital. Está disponible en el repositorio de la Universidad de Alicante; y podéis leerlo sencillamente pinchando en la siguiente imagen.
1918 acabó bien. Por una vez fue feliz la Navidad en casa de Justo a pesar de la desilusión por el frustrado traslado. El 29 de diciembre nacía felizmente Alfonsito García Morales; tercer varón en la familia…
El Liberal. 31 de diciembre 1918: Ha dado a luz con toda felicidad un hermoso niño la señora doña Eloísa Morales y Doblado, esposa de nuestro querido amigo y colaborador, el jefe del Archivo Provincial de Hacienda don Justo García Soriano. Felicitamos a los dichosos padres por tan fausto suceso de familia.
Continuará
Antonio José Mazón Albarracín (Ajomalba).
Mi agradecimiento a Jesús García Molina, José Manuel Dayas y Javier Sánchez Portas.