Justo García Soriano. 18. 1916/2.

Mi destino y la nostalgia romántica de la tierra me trajeron a esta región. Aquí, con más sosiego, he vuelto a laborar con ahínco. Fundé la malograda revista Oróspeda (1916-1917), he colaborado y redactado en los periódicos de Murcia; he trabajado y huroneado en los archivos…   Justo García Soriano. «Noticia crítica y autobiográfica».

Postal Catedral de Murcia.

Murcia, julio de 1916.

El Liberal. 1 de julio de 1916: Clavelones. En un fino jarrón de fina arcilla/ príncipe en el vergel de mis balcones/ una mata creció de clavelones/ que, a todo el que la ha visto, maravilla. /Se ha coronado ya con la amarilla/ diadema de sus áureos botones…

En cuidarlos cifré mis ilusiones / para verlos morir en tu mantilla.  /Cuando, el día de toros, en tu pecho/ hallen, felices, perfumado lecho/ he de besarlos con pasión suprema; / y después que los tires marchitados, /conservaré sus pétalos ajados/ de mis amores como santo emblema. Justo García Soriano.

Comenzamos la segunda parte del año 1916 con un poema de Justo García Soriano publicado en «El Liberal». Y con la transcripción del borrador de una carta que envió a Rafael Rogel después de años de silencio entre ellos. No le puso fecha; pero por la respuesta, debió hacerlo durante el mes de junio.

Sr. Director de «El Liberal». Sr. D. Rafael Rogel Rech. Alicante. Muy señor mío: Perdone Vd. la libertad que me tomo en dirigirle esta carta, sin tener la seguridad de conocerle. Yo tuve en Orihuela, hace años, un amigo íntimo, entrañable, casi un hermano del que no se nada hace mucho tiempo y se llamaba lo mismo que Vd.

Al tener noticia de que residía en Alicante un D. Rafael Rogel Rech, he llegado a sospechar con cierta íntima complacencia, que no será sólo una coincidencia de nombres sin identidad de personas, es decir que pudiera ser Vd. el mismo que yo conocí, al que tanto quise y aún recuerdo con cariño. Sentiría que fuera Vd. otro muy distinto.

Le ruego a Vd. se digne contestarme y sacarme de dudas; lo que le agradeceré muy de verás; y cualquiera sea su respuesta, se complace en ofrecerle su amistad su atto. s. s. Justo García Soriano. C/Sociedad, 19.

Por desgracia, no he podido localizar la primera respuesta de Rogel (ni si quiera sabemos si Justo la recibió). La que escribió semanas después sí se conservó y fue muy de su estilo.

Instalado en Alicante, donde había alcanzado prestigio como periodista, utilizó papel con el membrete de una famosa cervecería de la calle Mayor (en Orihuela utilizaba cuartillas y sobres del Café Europeo, propiedad de su hermano Juan). En ella aseguraba haber dado «noticias de su persona» en una carta anterior; y se quejaba por la tardanza de Justo en contestar.

AMO. LJGS.

Alicante, 17 de Julio de 1916. Querido Justo: Contestando a una carta tuya, te escribí hace más de quince días otra que, aparte las noticias que te daba de mi persona, te recordaba algunas de aquellas lejanas andanzas nuestras ¡ay! pasadas para no volver…

¡Las cosas que se llevan los años! Todo: hasta mi pelo, aquel pelo de mi corona que se me fue, yo no sé por dónde, pero que definitivamente se me fue. Algo, no obstante, queda de aquello: queda perenne, como el primer día de su nacimiento, la amistad leal y el afecto sincero hacia el que fue y al que siempre tuve como mi amigo mejor. Eso, como en mi carta anterior te decía, jamás lo he olvidado: el tiempo no ha sido bastante para destruirlo.

Pero, vamos a lo importante. Te escribí hace muchos días y no creo que de aquí a Murcia haya podido perderse la carta. ¿Qué te sucede pues? Te confieso que siento una ansiedad loca por tener noticias tuyas, y mucho más por  verte. No quiero ser tan latoso como en mi primera, no sea ello la causa de tu atraso. Te abraza tu verdadero amigo. Rafael Rogel.

En julio aprovechó las vacaciones de verano para viajar a Madrid con la familia; una visita que se alargó dos semanas. Tenemos en prensa las fechas de salida y de regreso. A su vuelta había cambiado de domicilio trasladándose a la Calle de la Merced número 24. De este nuevo alquiler no he encontrado el contrato.

El Liberal. 12 de julio de 1916: Viajeros. Ha salido para Madrid, acompañado de su distinguida esposa, nuestro querido amigo y colaborador, el ilustrado archivero de esta Delegación de Hacienda, don Justo García Soriano.

El Liberal. 26 de julio de 1916: Alicante al día. Con su distinguida señora y monísimos hijos ha llegado de Madrid a esta capital nuestro entrañable amigo y antiguo compañero en la prensa el actual jefe del archivo provincial de Hacienda en esa capital don Justo García Soriano.

El Liberal. 28 de julio de 1916: Esta tarde regresará a Murcia con su distinguida familia nuestro excelente amigo y compañero Justo García Soriano.

Tras haber pasado los preceptivos doce años (seis en permanente y seis en la reserva) desde su excepción en el remplazo de 1904, recibió la licencia absoluta del servicio militar.

AMO. LJGS.

En agosto envió una carta a Pedro Sainz; a pesar de haberle anunciado su inminente viaje a Santander.

Murcia, 9 de Agosto de 1916. Querido Pedro. Cuando pensaba escribirte, dándote cuenta de mi llegada a esta y de mi nuevo domicilio, llega a mis manos tu carta de anteayer, en que me anuncias tu próximo viaje a la capital montañesa. Me dices que no te escriba ahora pues te marchas un día de estos; pero yo, aun temiendo que no recibas a tiempo esta carta, te desobedezco, tal es el deseo que tengo de comunicarte algunas impresiones.

Regresé de esa Corte sin poder despedirme de R. Marín; por lo tanto ignoró si publicará o no mi artículo. Allá lo veremos. Sigo la pista en este Archivo Municipal a la carta de Lemos sobre Lamberto, y aún no he tenido la suerte de dar con ella. Y es una lástima, pues no sé por qué me da el corazón que debe contener algo muy interesante.

Leo estos días con gran ansiedad y ya con bastante decepción, los artículos acerca de Cervantes que está publicando en El Imparcial Atanasio Rivero. Me parece un puro camelo y una fantasía de verano. Por cierto que no he podido comprar aquí más que lo ejemplares que publican los dos primeros artículos, pues aquí es imposible encontrar el periódico.

Así que te agradecería, si esta carta llega a tiempo, que me mandes los restantes. Dame también tu opinión sobre el estupendo descubrimiento de ese malabarismo de letras y anagramas.

Hago una pausa en la carta para comentar que, durante ese mes de agosto, «El Imparcial» publicó una serie de artículos sensacionalistas con títulos tan llamativos como: «Descubrimiento sensacional. El secreto de Cervantes», «El secreto de Cervantes. Descorriendo el velo», «El secreto de Cervantes. Quién fue Avellaneda», «Las Memorias de Cervantes, ¡Juro decir verdad!», «El secreto de Cervantes. Párrafos descifrados del falso Quijote. Invectivas de Avellaneda», etc…

El autor, Atanasio Rivera, aseguraba haber descubierto una especie de juego de anagramas que ocultaban mensajes secretos en el texto de Avellaneda. Fue tal el revuelo, que llegó a publicar un libro titulado «Memorias maravillosas de Cervantes. El crimen de Avellaneda». Pero como bien dijo Justo, todo fue un enorme «camelo» que Francisco Rodríguez Marín y otros notables cervantistas, se encargaron de desmontar.

Te agradezco tu mediación con Bonilla, para que me publique un artículo en la Revista Crítica. Desde luego que preparé con este objeto una breve biografía de Damián Saluzio del Poyo, que será bastante completa, pues la semana pasada tuve la suerte de tropezar con su testamento y otros documentos relativos a aquel dramaturgo, todos inéditos y muy curiosos para conocer su vida, ignorada y embrollada por nuestros eruditos.

Lo poco que de ella se ha escrito, lo de la Barrera es falso por completo. Le suponen cura y fue sin embargo, casado dos veces por la Iglesia y una, por lo menos, por detrás de la idem. Ya verás. Es una biografía edificante y pintoresca.

La historia está por hacer, como es sabido, porque la verdad del pasado sigue sepultada en el polvo de los Archivos. En torno mío, en este instante y sobre esta mesa en que te escribo, tengo varios montones de mamotretos y legajos amarillos y carcomidos.

De todos ellos se exhala, junto con su olor a vejez y a moho, un exquisito aroma a espiritualidad de las cosas que fueron. Las noticias curiosas y desconocidas, saltan por todas partes. Que la goces en la biblioteca del coloso y que espigues mucho en sus campos póstumos, te desea tu fraternal, Justo G. Soriano. Escríbeme pronto y a menudo. Recibí la «Revista». Va bien.- En breve publicará «El Liberal» de Murcia un artículo mío sobre «La Jitanilla» de Cervantes. Mi nuevo domicilio = Merced, 24, Pral.

Justo pretendía que le publicasen una biografía de Saluzio del Poyo en la «Revista Crítica Hispano-Americana», editada por Adolfo Bonilla y San Martín, erudito profesor de Derecho y de Filosofía, con el que Pedro había viajado a Santander.

Revista Crítica Hispano-Americana. Julio de 1916. Publicada por Adolfo Bonilla y San Martín.

Y aquí tenemos el mencionado artículo de «La Gitanilla»

El Liberal. 21 de agosto de 1916: Los Poetas de la Ciudad. Notas a un pasaje de «La Gitanilla» de Cervantes. A D. Pedro Jara Carrillo. Esta bella ciudad de Murcia, reina del más encantador y ubérrimo vergel de España, produjo en todos los tiempos, además de magníficas flores y frutas, y otras cosas notables, hermosas mujeres e inspiradísimos poetas, como espléndidas floraciones, a su vez, de un exuberante jardín amoroso y espiritual.

Si no fue murciana precisamente, fue casi murciana o, por lo menos, digna de serlo, aquella linda Gitanilla apócrifa, tesoro de gracias e imán de voluntades, que constituye la mejor creación femenina de nuestro más famoso y genial escritor.

La simpática figura de «Preciosa», en la que han visto algunos reminiscencias de la juglaresa «Tarsiana del Libro de Apolonio», fue trasuntada más tarde, mudado aquel nombre en el de Esmeralda, por otro gran novelista y poeta, por Víctor Hugo en su Notre-Dame, cosa que también había hecho ya Weber en su conocida ópera.

Y así quedó definitivamente consagrada e incorporada a la Literatura y aun al Arte universales como tipo selecto y tema eterno de belleza. Todos conocéis y recordáis la historia de la donairosa Gitanilla y de qué extraño modo vino a encontrar en Murcia, a vuelta de peligrosas aventuras, a sus perdidos padres, que eran el Corregidor de esta ciudad D. Fernando de Acevedo, caballero del hábito de Calatrava, y doña Guiomar de Meneses.

Quedó con este restituida a su natural calidad y alcurnia, y pudo entonces legalizar sus honestos amores con D. Juan de Cárcame, caballero santiaguista, verificándose en Murcia sus desposorios con gran magnificencia y pompa. Acaeció éste allá por los años 1609 ó 1610.

Y termina el ilustre Cide Hamete Beneugeli diciendo: «los poetas de la ciudad, que hay algunos, y muy buenos, tomaron a cargo celebrar el extraño caso, juntamente con la sin igual belleza de la Gitanilla. Y de tal manera escribió el licenciado Pazo, que en sus versos durará la fama de la «Preciosa» mientras los siglos duraren».

Publicado en dos entregas, me ha parecido demasiado extenso y farragoso para transcribirlo entero. A partir de aquí, García Soriano se preguntó ¿Quiénes podían ser estos poetas de la ciudad a que alude Cervantes, es decir, los poetas murcianos que florecían en los primeros años del siglo XVII?

Situó la publicación en el tiempo y ofreció una lista de nombres con breves reseñas, utilizando las noticias del licenciado Cascales en sus «Tablas Poéticas», escritas y publicadas concretamente a principios del siglo XVII. «Quiero poner aquí —dice Cascales en su citada obra—ejemplo de los Poetas que Murcia y Cartagena hoy tienen». Y los fue mencionando por este orden:

El Licenciado Juan Martínez Mínguez; Don Miguel Maineta; El Doctor Don Salvador León y Castañón; El Licenciado Pedro Ferrer; El Beneficiado Cepeda; El Beneficiado Martín Hidalgo; El Licenciado Alonso Tineo; El Licenciado Alonso Cano de Urreta, sacerdote; El Doctor Leandro Corvera. Hasta aquí los poetas citados por Cascales. Justo García Soriano (Continuará).

En la segunda parte del trabajo, publicada al día siguiente, continuó con la lista de autores murcianos. Como ya he dicho, todos los nombres iban acompañados de una reseña de mayor o menor tamaño. La más extensa fue la de Damián Saluzio del Foro, personaje del que, como comentó en la carta a Pedro, había escrito una biografía tras descubrir su testamento y otros documentos reveladores.

El Liberal. 22 de agosto de 1916: Los Poetas de la Ciudad. Notas a un pasaje de «La Gitanilla» de Cervantes. A D. Pedro Jara Carrillo. (Conclusión). Don Ginés de Rocamora; Don Nicolás Bienvengud; El Licenciado Bartolomé Ferrer, sacerdote; El Licenciado Francisco Cascales; Andrés de Claramonte y Corroy; Ginés Pérez de Mita; Gaspar García Ortiz; Damián Saluzio del Foro.

Transcribo las de Francisco Cascales y Gaspar García por la importancia de estos dos personajes en obras posteriores escritas por nuestro biografiado; me refiero a «El humanista Francisco Cascales: su vida y sus obras: estudio biográfico, bibliográfico y crítico» (1924); y a «La Reconquista de Orihuela. La leyenda y su historia. Aportaciones al estudio de nuestras leyendas medievales». (1934).

El Licenciado Francisco Cáscales. (¿1559?- 1642). —«Reparad en el milagro mayor que goza toda España—escribe Polo de Medina—y que envidian otras Naciones, nuevo Aristóteles y primer Horacio. Díganlo las Tablas que escribió, alábanle los Discursos Históricos, y Nobleza de Murcia, tan admirados del mundo: acredite estos encarecimientos las Cartas Philelógicas, que tiene con tanta erudición escritas, que todas harán inmortal el nombre del Licenciado Francisco de Cascales, de quien os referiré un Soneto, digno de sus prudentes canas, no os lo diré por escogido entre todos, sino por estar más cerca de mi memoria».

Gaspar García Ortiz u Oriolano, por haber nacido en Orihuela; pero residió con frecuencia en Murcia, a la que dedicó su poema histórico «La Murgetana» (1608), primer libro impreso que trata de la historia de esta ciudad. Para que se vea la galanura de la musa de Gaspar García, transcribiremos una de sus octavas, prosopografía de la reina de Almanzora:

«Era formada de la nieve pura/ del claro cielo de las azules venas/ de la encarnada rosa la hermosura/ ambas mexillas de su ornato llenas; / Y pudo el oro por su gran ventura/ igualar al gentil cabello apenas; / dos estrellas por ojos, grandes, zarcos/ y él las cejas le puso Amor dos arcos. (Canto V, 57).

García Soriano finalizó el extenso artículo con el siguiente párrafo:

«Mas sea de ello» lo que quiera, yo he cumplido ya mi designio, consistente tan sólo en hacer breve reseña de «los poetas de la ciudad» de Murcia, a ciencia cierta conocidos, y que, en aquellas calendas, pudieron «tomar a cargo celebrar el extraño caso de la hermosa Gitanilla». Justo García Soriano.

El borrador de la siguiente carta estaba destinado a Francisco Rodríguez Marín. Destacado Cervantista, fue Jefe Superior del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, Director de la Biblioteca Nacional de Madrid, Presidente honorario del Patronato Menéndez Pelayo, Director del CSIC, Director de la Real Academia de la Lengua, miembro de la Real Academia de la Historia.…

Sr. D. Francisco Rodríguez Marín. Muy respetable señor mío, querido y admirado jefe: Perdóneme la libertad que me tomo en molestar su atención. Mucho sentí no poder despedirme de Vd. cuando regresé de esa Corte. Hube de venirme, además, sin saber si el Inventario de la librería del cura de la Mancha merecía los honores de la publicación en la Revista de Archivos, y si podía contar con una carta prólogo de Vd. para mi trabajo «Francisco Cascales, Gaspar García y Ginés Pérez de Hita».

Francisco Rodríguez Marín (1855-1943).

Como nota al librito «Luz del alma»; del cura de El Bonillo, he visto que pudiera ponerse además la obra de Fray Felipe de Meneses «Luz del alma cristiana contra la ceguedad e ignorancia». He tenido ahora la suerte de tropezar con el testamento de Damián Saluzio del Poyo y algunos otros documentos referentes a este poeta, todos inéditos y desconocidos. ¿Interesarían a los lectores de la Revista?

Remito a Vd. adjuntas dos hojas de «El Liberal» de Murcia, en que va inserto un articulejo mío, de los varios que he escrito para entretener los ocios veraniegos. Quizá pueda interesarle algo. Le cito a Vd. y, cómo no, ¡al intentar pisar terreno cervantino! … ¡Perdóneme la osadía muy propia de mi ignorancia!

Aún no he logrado dar con la carta de Lemos al Concejo murciano, pidiendo el voto en favor del aragonés Lamberto; pero creo que le sigo la pista muy de cerca. Me parece que siempre tendrá alguna curiosidad. En las tertulias de esta ciudad, como en el resto de España, se ha comentado mucho estos días las estupendas y descomunales revelaciones hechas en El Imparcial por ese maravilloso señor Rivera. ¡La casta de los Benjumeas no se extingue! Queda siempre a sus órdenes, oficial y particularmente, su muy reconocido y afmo. s. s. q. s. m. b.

Ya he dicho que Pedro pasó el verano en Santander; «el tesoro libresco que legó el Creso», era la biblioteca de Don Marcelino Menéndez y Pelayo.

Murcia, 24 Agosto 1916. Querido Pedro: En mi poder la carta que me has escrito cabe el Cantábrico, en la noble tierra santanderina. Supongo que aún continúas y ahí te dirijo esta respuesta.  Te supongo a estas horas disfrutando del tesoro libresco que legó el Creso de nuestra erudición, en la eficaz y grata compañía de don Adolfo; sí que también gozando del refrigerante aliento y del buen humor (vulgo, agua) de Neptuno. ¡Sean gratas a tus posaderas sus rizadas ondas!

Biblioteca Marcelino Menéndez Pelayo. Santander.

No dirás que no va la carta culterana y cursi. ¡Mal año para nuestros novísimos gongorinos! Mudemos de registro. Agradezco la colaboración que sigues brindándome en la Revista de Bonilla; y confío que no quedará en sólo promesa y buena voluntad. Siempre he tenido tus triunfos por míos y me creo con derecho a una décima del botín. ¡No en balde debí pasar las horas y los años de charla docente ante el encerado de la galería de tu casa!

El artículo biográfico acerca de Saluzio del Poyo ya está hilvanado y de prueba, pero sin frunses como los de Gomis. Sólo necesito comprobar algunas citas que aquí no puedo por carencia de libros. Por ejemplo: saber literalmente lo que de Poyo dice Antonio Navarro en su Catálogo de los mejores poetas cómicos del siglo XVII, y Rojas Villandrando en su Loa de la Comedia (¿Viaje entretenido?). Conozco esas referencias por La Barrera (en su catálogo…).

Espero que regreses a Madrid, o desde ahí mismo, si puedes, para que me envíes copia de dichos textos. Y enseguida te enviaré mi ensayo biográfico para que me lo introduzcas en la Revista Crítica. ¿Cuento con ello? En este mismo correo te mando a esa los ejemplares de «El Liberal» de Murcia, en que va inserto un articulejo mío cervantino-murciano: «Los poetas de la ciudad. Notas a un pasaje de la «Gitanilla» de Cervantes». Creo que te agradará. Espero tu opinión.

Buen número de los elementos intelectuales de esta ciudad quieren publicar una revista seria, de cosas levantinas, y me han brindado su dirección. Ya veremos. Yo deseo producir aquí un pequeño renacimiento literario y creo que lo conseguiré. Si la revista no se malogra, cuento con tu colaboración. Ve pensando algo murcianesco o levantino, que interese. Deseo que pronto me contestes y me cuentes muchas cosas.

Le he enviado mi artículo de «El Liberal» a R. Marín, y le he escrito a la vez. No sé si se molestará conmigo por osar impugnarle. Estos consagrados suelen ser muy vidriosos y se creen indiscutibles e inviolables. Te envía un abrazo fraternal, Justo.    

El domingo 10 de septiembre salió el número extraordinario que «El Liberal» dedicaba a las fiestas de Murcia. Y contó con la pluma de Justo García Soriano.

El Liberal. 10 de septiembre de 1916

El Liberal. 10 de septiembre de 1916: Lo que va de ayer a hoy (1625-1916) (Divagaciones Histórico-Filosóficas). Murcia, «la Sultana», «la perla del Segura», que dijo Arnao y han repetido otros, se despereza indolente de su larga siesta estival y celebra jubilosa su feria consuetudinaria. Modesto es, a fe, el programa de festejos que, tras zozobras y dilaciones, nos ha brindado el presente año su Excelentísimo Ayuntamiento. ¡Dios nos libre de incurrir en el vulgar achaque de censurar las iniciativas edilescas!

En son oficioso de disculpa, diz que sus recursos económicos no permiten floriture. Ciertamente que no son los tiempos que corremos los más idóneos y propicios para fiestas. A las mismas puertas de casa, como quien dice, se está desarrollando ese trágico y gigante duelo a muerte entre quince naciones en guerra, cosa que nunca vieron los siglos. Y cuenta que las salpicaduras y perniciosos efectos de tan terrible conflagración pronto se dejaron sentir en la ciudad alegre y confiada.

¡Plegue a Dios que no pase de salpicaduras! Pero, ¿esto había de preocuparnos y aguarnos la fiesta? ¿No somos, por ventura, los españoles, los mismos que acudimos, jocundos e indiferentes, a las plazas de toros aquel triste y memorable día del desastre de Cavite? ¡Allá penas y fatídicos recuerdos impertinentes!

A despecho de esta adusta, fúnebre y desoladora filosofía que nos infunden las circunstancias, los pueblos como los individuos, que no renuncian a vivir, no pueden ni deben prescindir de honestos solaces, tan provechosos y necesarios al espíritu como al cuerpo. El llanto tedioso ha de ir entremezclado, en contraste agridulce, con la risa; elixir vigorizador y saludable; que tal exige la vida. Y siempre fue la postura más gallarda y filosófica la del gladiador que afrontaba, con rostro risueño la muerte y con la impasible serenidad con que Sócrates bebiera la cicuta.

¡Suene, pues, el regocijante cascabeleo de Arlequín, agite su encintada marota el simbólico Momo, hienda los espacios el cohete detonante, vibren los alegres acordes de las músicas, y, sobre todo, puedan las bellas murcianas lucir sus encantos, en el circo taurino bajo el dosel de la espumosa mantilla y la lluvia de oro y topacios del Sol vesperal, y en las noches azules de verbena a las luminarias del paseo, hechas hadas seductoras que incitan al Amor, pasión divina, única fuerza que vence a la Huesuda!…

Así como quiera, para todo se halla precedentes en este pícaro mundo. Y si no, ahí tenemos a la Historia, que nos henchirá las medidas con solo una escudillada. Érase el año de gracia de 1628. De él refieren las crónicas que la miseria y otras calamidades azotaban a España, siendo la región murciana una de las más afligidas. El hambre hacía grandes estragos en Murcia. La penuria de cereales era extrema y alarmante.

Para librar de la inanición a numerosas familias, el caritativo obispo Fr. Antonio Trejo dio cuanto tenía, manteniendo diariamente de su peculio a más de mil quinientos pobres. La situación del erario municipal no era más halagüeña. El Concejo de la ciudad seis veces coronada (aún no lo era siete) venía entrampado de tiempos atrás. Desde el año 1577 tenía empeñados todos sus propios y rentas por 23.200 ducados, que hubo de tomar a censo del logrero Tribunal de la Inquisición. El Pósito se hallaba exhausto y el Municipio solicitó, para remediarlo, un nuevo préstamo de 20.000 ducados.

Por si esto fuera poco, la Corona Real era cada día más insaciable en sus demandas de dinero, que necesitaba para sus despilfarros, para las interminables guerras exteriores y para engrosar la bolsa de sus privados y ministriles. Precisamente aquel año de 1628 realizó un agio escandaloso, reduciendo la moneda de vellón a la mitad de su valor, de modo que el que creía tener ocho maravedís, en adelante sólo poseía cuatro. En fin, el cuadro sombrío de nuestra dacadencia. ¡Todo un capricho de Goya!

La Magdalena no estaba, ciertamente, para tafetanes, ni el horno para bollos; pero los señores Murcia (como solían llamarse los munícipes de esta ciudad) hubieron de pensar filosóficamente que «a mal tiempo, buena cara» y acordaron celebrar, a pesar de todo, los festejos anuales y «que la fiesta de toros sea el día 18 del mes de Agosto, y que haya colación para la fiesta». (Cabildo de 1º de Julio).

Hubo, sin embargo, el inevitable agua-fiestas y maese-reparos, un prudente regidor, don Diego Avilés, que osó oponerse al acuerdo, diciendo «que atento al trabajoso estado criada en que esta ciudad y todo su Reyno se halla, así por las generales necesidades de estos Reynos, como la particular de esta ciudad y su Reyno, por la grande esterilidad de trigo, que su parecer es que por este año no se hagan fiestas de toros ni otras artes.

El dinero que en ellas se hubiere de gastar, se convierta en pagar muchas deudas questa ciudad tiene, ques muy grande cargo de conciencia que no se paguen.» Fueron desatendidos el parecer y los escrúpulos de conciencia de don Diego Avilés, naturalmente. Los comisarios de festejos se apresuraron a a enviar a Juan de Falces a tierras de Castilla para que adquiriera los toros necesarios, unos moruchos jarameños. Falces realizó pronto su cometido.

En el acta capitular del 12 de Agosto, se lee: —«Híçose relaçion de una escriptura otorgada por Ju° de Falces Ategui, administrador general de las Salinas de Murcia, en nombre desta Ciudad y Juan Izquierdo, vecino de la de Alcaraz, ante Alonso Galdón, escriuano en ella, a cinco días deste presente mes de Agosto, de hauer vendido al dicho Juan Izquierdo y Bartolomé Rodríguez y otros, para las fiestas desta Ciudad, onçe toros, en la forma allí contenida, y la Ciudad la aprouó».

Las fiestas hubieron de ser aplazadas hasta el lunes 11 de Septiembre, en que se verificó, por fin. Consintieron en el obligado juego de cañas, y, principalmente, en dos corridas de toros, que ya entonces, como ahora, constituían el número más importante y atrayente de todo programa de festejos; que no sin apropiada exactitud se le ha llamado, por antonomasia, la fiesta nacional.

Pues bien; aquellas fiestas, un poco inoportunas, hechas a contrapelo y con el veto del concienzudo y austero D. Diego de Avilés, fueron más solemnes que otras, por lo menos tuvieron la fortuna de que un elegante poeta de la tierra las cantara en un lindo poema, que tituló: «Discursos a las reales fiestas, que la muy noble y muy leal ciudad de Murcia hizo en 11 y 12 de Septiembre de 1623». Este curioso librito, a que aludí ha poco en estas mismas columnas, es una de las más interesantes y selectas páginas de los anales taurinos de antaño.

Su autor, el poeta cartagenero Diego Beltrán Hidalgo, nos da curiosas y pintorescas noticias del modo de celebrarse entonces las fiestas (no se las llamaba corridas) de toros. Procuraremos extractar, en términos sucintos, lo más culminante de su relato. Habilitábase en aquel tiempo, para circo taurino, una de las más amplias plazas de la ciudad, generalmente la del Arenal, a la bajada del Puente viejo, o la del Mercado, hoy de Santo Domingo, que se hallaba extramuros.

(Nota al pie: Hasta el año 1742 no comenzó a edificarse la plaza de Camacho, con el designio de que sirviera para este género de espectáculos. En 1º de Septiembre de 1769 se efectuó en ella la primera corrida. Allí vinieron celebrándose hasta que se construyó el circo de San  Agustín en 1846, y éste fue más tarde reemplazado por el actual, que se inauguró como es sabido, en Septiembre de 1887).

Vista del puente sobre el Segura. Jean Laurent. Murcia. 1863

En esta última se celebró las corridas a que venimos refiriéndonos y que describe Beltrán Hidalgo. Engalanábase las fachadas de los edificios con colgaduras, gallardetes, follaje y flores. En un lado se construía artísticas gradas revestidas de brocados y tapices, que ocupaban hermosas damas con rico atavío; y «en el lugar más alto y sumptuoso, eminente dosel majestuoso», es decir, lo que ahora llamamos el palco presidencial, desde donde presenciaban el festejo las autoridades, con el consabido escudito ciudadano entre «gruesos blandones de nevada cera».

Al amanecer del primer día de corrida, se hacía públicamente «el vistoso encierro» de los toros, prólogo obligado del festejo. Presenciaba el acto numerosa concurrencia «en andamios, ventanas y balcones», —abundando el bello sexo. Para facilitar el enchiqueramiento, los toros iban acompañados de vacas, en vez de los mansos o cabestros que ahora suele emplearse. Y a este propósito escribe el poeta: «Entran con canto engaño/Entre las hembras a probar su daño:/ Que desta misma suerte/Llevan las damas al peligro y muerte/ A sus simples amantes/Con lisonjas y burlas semejantes».

En los encierros solía ocurrir pintorescos lances y sensibles desgracias de improvisados, intempestivos y temerarios lidiadores. En realidad, todos eran improvisados entonces, pues el torero profesional no existió hasta más de un siglo después de esta fecha. Llegó la tarde. La plaza del Mercado, «ancha siempre», era «agora estrecha», «que su breve distrito de gente incluye un número infinito». «Ligeros coches» conducían al lugar de la fiesta elegantes damas, para el poeta «serafines» que llevaban «en negros velos, portátiles los cielos».

Las ventanas rebosaban también mujeres hermosas, que «eclipsaban» el Sol. Ocuparon las autoridades su asiento. Y poco después cundió el rumor de que se suspendía la fiesta, pues «esta noble Ciudad no quiso—mostrar su cuerpo dividido en piezas,— cual monstruo desigual con dos cabezas». Quiso decir nuestro gongorino poeta que surgió un cisma concejil, por baladí y ridícula etiqueta seguramente, que estuvo a punto de dar al traste con la fiesta; que ya en aquellas calendas, igual que ahora, rara vez reinaba buena armonía, sin vanidades ni celillos, entre los individuos de tales corporaciones oficiales.

«El fuerte inconveniente se compuso»; y al punto, «al son de clarines y atabalas… un toril de su preñado vientre aborta un toro». Suenan voces y silbos, que le encienden en furor: «Y un bosque espeso, en breve/ Sobre él con furias de garrochas llueve. /Gallardo se sacude y las despide. / Y con planta veloz la plaza mide, / Y a un joven que le injuria/ Feroz embiste con airada furia». Le alcanza, al fin, y le hace «probar sus cuernos y esmaltar la arena».

«Huyen los más valientes corredores, como banda de perdices». Convertido ya el toro en «erizo», con las garrochas que cubren su cuerpo, sale de una «voraz tinaja», que hay casi oculta en medio de la plaza, «un hombre sin espada y sin rodela» y le arroja una garrocha. El toro le persigue; pero el joven se oculta de nuevo en la tinaja, burlando a la fiera. Torna a salir, le arroja otra garrocha y vuelva a esconderse.

«Y el toro vengativo,/ Con mil brincos lozanos, / Haciendo cuernos de sus fuertes manos,/ Con duros golpes se le pone encima,/ Y allí le hiere, oprime y le lastima». El mozo—un precursor de Charlot y Llapisera,— escarmentado, «no quiso hacer después la misma prueba». Un valentón, falto de esperanza de poderse escapar, se tiende y finge muerto. El toro le huele y le deja. Otro mozo cita al animal con el sombrero y le da un quiebro, dejándoselo pendiente del asta.

En esto, «un clarín, pronóstico, le advierte—los últimos presagios de su muerte»; y, al punto, relumbraron mil espadas, que le acometen por todas partes, y uno le desjarreta. El fiero y noble animal, no pudiendo resistir a tantos enemigos, que le acosan, «de sangre, espadas y rigor cubierto», con la piel «por mil partes y puertas dividida», «En ondas de coral vertió la vida». «Cadáver y remolco, cuatro mulas lo sacaron del golfo de la gente».

Y en esta forma sigue describiendo el poeta la lidia de los demás toros. Al día siguiente se corrieron otros, que fueron rejoneados por los caballeros murcianos don Gregorio Saurín, don Antonio Prieto y don Diego Valibrera. Después se celebró el juego de cañas, en que lucieron su gentileza y bizarría los más principales donceles de Murcia, simulando escaramuzas belicosas. Y con ello terminaron las fiestas y el poema de Diego Beltrán Hidalgo, quien en la historia de nuestros revisteros taurinos debe ocupar uno de los primeros lugares, como digno antecesor de Sobaquillo, de Don Modesto, de El Barquero y de nuestro Pica-pica.

Tales fueron las famosas y reales fiestas que la muy noble y muy leal ciudad de Murcia hizo en 11 y 12 de Septiembre de 1628. Compare el curioso lector aquellos tiempos con estos y verá que, en tres siglos, han variado bien poca cosa nuestras costumbres y diversiones, y que no hay gran diferencia en lo que va de ayer a hoy. Justo García Soriano.

Tuvo que esperar a la segunda quincena de septiembre para recibir nueva carta de Pedro Sainz; ya de vuelta en Madrid.

Madrid 13-septiembre 916. Querido Justo: Le chocará mi silencio, pero este tiene una fácil explicación y es que estando todavía en Santander se me perdió la carta donde me daba V. sus señas y como no me acordaba de memoria, pues he esperado a estar en esta para enterarme y escribirle.

Ya le estoy copiando lo de Rojas que está en el viaje entretenido, e iré mañana o pasado a la B. N. para ver el otro libro citado por La Barrera. También habla, aun cuando no dice nada nuevo, de Saluzio del Poyo, el conde de Schack (¿?) en su conocida obra que creo podrá V. proporcionarse fácilmente ahí, si quiere V. leerlo. Contésteme pronto a esta por si se le ocurre alguna otra cosa mandárselo todo a la vez.

La publicación de su artículo en la Revista de Bonilla es cosa completamente segura, pues ya lo sabe él y lo aguarda con gran curiosidad porque Saluzio ya le había interesado particularmente, y además porque ahora está trabajando sobre la historia de nuestro teatro. Además de todo lo que va dicho, tiene esta otro objeto ¿Ha recibido V. los números de Agosto de Filosofía y Letras? Creo que sí, y que habrá V. leído el precioso trabajo de Bonilla completamente inédito que hemos publicado.

Hemos organizado una pequeña serie de bombos periodísticos sobre nuestra Revista y contábamos con V. para que le adjudicase uno (anónimo o como le convenga más) en el Parlamentario; el número se presta porque se puede hablar de Bonilla y por carambola alabar nuestra Revista. Si no tiene V. inconveniente en hacerlo, confío en que pondrá un poquitín de diligencia en ello mandándoselo V. ya directamente al Parlamentario y procurando salga lo antes posible.

En Santander me he hecho muy amigo de Bonilla, al que únicamente tratándole de cerca se aprecia en todo lo que vale, no solo por su erudición inmensa y buen criterio, sino por su afabilidad y modestia, que es verdaderamente incomprensible por lo sincera. Cuando fui a la biblioteca M. y P. estaban de mudanza sus 47.000 vols. pues iban a reformar el edificio para hacer allí mismo el monumento. La colección de bibliografías del coloso es estupenda; allí he visto y he disfrutado durante un mes el Hurter que no hay en la B. Nal.

Artigás es cultísimo y muy simpático, sabe latín y alemán divinamente y el griego y otros idiomas los domina bastante bien. Me he hecho muy amigo suyo pues él también estudia con preferencia los humanistas. ¡Cómo le envidio (con la envidia noble de Cervantes) la estupenda colección de libros de humanistas y de bibliografías que va a disfrutar! En medio de todo está bien empleada, pues dudo que anden por entre los intelectuales de por acá gente que valga lo que él.

Si algún verano puede V. ir a Santander no deje de hacerlo, pues la visita a la biblioteca es un semillero de enseñanzas, porque es sorprender los misteriosos instrumentos, el yunque ignorado, donde se forjaron aquellas estupendas obras en donde, aparte de lo que puso la providencia engendrando la inteligencia de su autor, hay que admirar el cúmulo de materiales que en ellas se emplearon. La biblioteca de M. y P. parece una de esas armaduras de guerrero legendario que está esperando por los siglos de los siglos el paladín que ha de volver a poderla llevar y creo que un solo hombre sin ayuda de índices, como él, se habría de perder en aquel mare magnum de libros y folletos.

Allí está todo reunidito para estudiar no solo literatura española, sino también todo el pasado cultural español. He leído allí mucho, mucho (todo lo que he podido) y estoy satisfecho de este verano que me ha orientado en muchas cosas y me ha hecho ganar, creo que para siempre, la amistad de un hombre tan sabio y tan bueno como Bonilla. Creo que éste irá a principios de curso a Murcia a ver un códice, entonces le conocerá V. y me dará la razón. Ya le daré detalles de este viaje. (Ya le hablaré de su revista levantina en mi próxima).

Contésteme pronto. Escriba el bombo (si no tiene inconveniente en darle) lo antes que pueda. Recuerdos de mi familia y míos para todos V. V. y V. reciba un fraternal abrazo de su mejor amigo Pedro Sainz y Rodríguez (rubricado). En mi próxima le hablaré de sus artículos del Liberal que me gustaron mucho.

En la carta anterior, Pedro citó a dos personajes de siglo XIX, Cayetano Alberto de la Barrera, biógrafo y cervantista; y Adolf Friedrich von Schack, arabista e hispanista alemán, conocido como conde de Schack.

En cuanto a Artigás, que tanto le impresionó, era Miguel Artigás Ferrando, el director de la Biblioteca Menéndez Pelayo de Santander en 1916. Acabó sustituyendo al anteriormente citado, Francisco Rodríguez Marín, en la dirección de la Biblioteca Nacional.

El «rebusco» de Damián Saluzio tuvo que esperar a la edición de su propia revista para ver la luz. Salió publicado en febrero de 1917, en Oróspeda; pero no adelantemos acontecimientos…

Complaciendo el encargo de Pedro, se decidió a escribir a su amigo Antón (dorándole la píldora) para que insertase un «artículo reclamo» en «El Parlamentario» publicitando la revista «Filosofía y Letras».

Septiembre. Sr. D. Luis Antón del Olmet. Querido Luis: A poco de hacer mi traslado y de instalarme en esta ciudad, allá por Marzo o Abril último, te escribí ofreciéndote mi casa. No tuve respuesta tuya, y como la carta la dirigí a la calle del Tutor, sospecho que por esta causa no la recibirías quizá. A fines de Julio estuve en Madrid, y fui, como era natural, a la redacción de «El Parlamentario»; pero no tuve la suerte de hallarte ninguna vez.

La última vez que estuve vi a La Riva y a Marcial: me dijeron que estabas en Segovia de veraneo. Como supongo ya habrás regresado a esa Corte, te escribo estas líneas para que sepas de mí y que no te olvido. Aquí estoy mejor que en Albacete, es mucho mejor población, más barata y más animada. Es como mi tierra. Colaboro en la prensa local y he sido muy acogido por los numerosos elementos intelectuales que aquí hay.

Pero como puedes figurarte, me acuerdo mucho de Madrid y no renuncio a volver pronto a él. «El Parlamentario» dejaron de enviármelo, sin que sepa por qué. Y lo siento mucho, porque lo quiero como cosa mía, y leyéndolo y colaborando en él, parece que nuestra antigua amistad y mi adhesión a ti, resurge y se estrecha más.

Aquí interrumpió el boceto de la carta para esbozar el «bombo» que había prometido a Pedro; un artículo a la mayor gloria de su revista universitaria.

 «Filosofía y Letras». A nuestra casa de esta vieja y tranquila ciudad donde residimos, suele el cartero traer con frecuencia cartas e impresos que vienen de la Corte. Entre sus hojas parece venir encerrado un hábito intenso de febrilidad de la vida tumultuosa de la gran urbe. Rompemos los sobres y las fajas con curiosidad impaciente, y al correr de la lectura, entre los renglones, se agolpan y pasan esfumándose, visiones y recuerdos.

A veces interrumpimos, distraídos y nostálgicos la lectura, y nuestra mirada interior se pierde largo tiempo en la inconsciente contemplación de una sugestiva lontananza espiritual. Mientras tanto, de la alta torre que, como pétreo vigía se yerga severa sobre esta capital provinciana, descienden, lentas y solemnes, unas campanadas sonoras. A la vez suben de la calle en discorde contrapunto, estrépito de espuelas y balidos de cabras, y el chirriante rodar de una carreta.

Y por detrás de los tejadillos y terrados fronteros, álzanse gentilmente unas palmeras que recortan los arcos triunfales de sus penachos y sus racimos de oro sobre el azul nítido del cielo. Sobre la carpeta de nuestra mesa de trabajo hay varios ejemplares de una revista, que ha traído hoy el cartero. En la portada, sobre un ático renancista o frontón partido del que penden unas guirnaldas y un medallón circular con el retrato de Luis Vives —sobrio y elegante dibujo de Valera—campea el título: Filosofía y Letras. Una simpática revista que publican mensualmente los alumnos de esta facultad y de la de Derecho.

Su presentación irreprochable, su confección y esmero tipográfico, y, sobre todo, la seriedad de su texto parece desmentirlo. Hasta ahora han solido ser estas publicaciones hechas por jóvenes escolares, cascabeleros e ingenuos periodiquitos en los que balbucea la inexperiencia moza de unos joviales artículos y unos versos amatorios, llenos de pueriles pretensiones y de imitadoras remembranzas.

Filosofía y Letras rompe esta tradición y nos destruye ese perjuicio; y sólo porque lo dice podemos saber que está redactada por alumnos universitarios. Tal es la madurez y la sólida erudición que brilla en los trabajos, que contiene. No son estos triviales escarceos o frívolas disquisiciones sobre asuntos ya muy conocidos, sino verdaderos estudios doctrinales y breves monografías en las que siempre se aporta gran cantidad de originales observaciones y nuevos y flamantes datos.                      

(Prosigue la carta) Se agradecería, por tanto, que ordenes me lo manden, aunque sea como suscriptor. Por mi parte te prometo mandarte con frecuencia artículos y crónicas que puedan interesar algo. Hoy comienzo enviándote ese articulejo que me han pedido algunos madrileños. Es de justicia y «El Parlamentario» no perderá nada con atraerse las simpatías de los escolares, así que espero me lo publiques enseguida.

Nada debo decirte de que aquí, como en todas partes, me tienes siempre esperando tus órdenes. Ve de qué modo puedo serte útil en esta ciudad, y ordénamelo enseguida. Tu ahijado Tomasito Luis está hecho ya un barbián. Ya balbucea el nombre de su padrino. Recibe afectuosos saludos de mi familia y un abrazo de tu buen amigo Justo.    

Puente de los Peligros. Murcia.

Una vez cumplida la petición de Pedro, le escribió una nueva carta.

Murcia, 29-Septiembre-1916. Querido Pedro: Leí con gusto las noticias que me dabas en tu última, es especial las de tu viaje a Santander y visita a la Biblioteca de Menéndez y Pelayo.  Y vamos a otra cosa, que es el objetivo principal de esta carta.

En efecto recibí seis ejemplares del nº de Agosto de vuestra revista Filosofía y Letras. No hay para qué decir que me ha gistado mucho el trabajo de Bonilla sobre Las ideas estéticas de Cervantes. En cuanto me desocupé un poco de varias tareas que traigo entre manos escribí el artículo reclamo de la Revista, que me pedías para El Parlamentario. Me esmeré lo que pude, salió el bombo resonante, literario y sugestivo. Creo que será de tu gusto.

Enseguida se lo mandé a Antón del Olmet con una carta en la que le pedía la pronta inserción del artículo en el periódico. Esto fue hace seis u ocho días. «El Parlamentario» no me lo mandan desde que estoy en Murcia. A mí se me olvidó poner en mi carta a Olmet mis señas domiciliarias. Por esto, sin duda, no me ha contestado ni enviado el periódico; pero yo supongo que tendrá en su poder mi artículo, si es que no lo ha publicado ya.

Para salir de dudas yo quisiera que tú le hicieras una visita en mi nombre, y le preguntaras si recibió mi artículo y si lo va a publicar. Date a conocer y dile que eres tú el Director de la Revista. No perderás nada con ello. A su efecto, te incluyo una tarjeta mía, que puede servirte de presentación. Deseo que esto lo hagas pronto y me notifiques el resultado, pues tengo impaciencia por conocerlo. Conservo el borrador de mi artículo. Después de publicado ahí, puede reproducirlo «El Liberal», de Murcia, si te parece bien.

Estoy deseando que me envíes las citas acerca de Poyo, que te pedí; puesto que hasta que no las reciba no puedo ultimar mi ensayo biográfico para la Revista Crítica. También quisiera que vieras la edición de Adolf Schaeffer de «Ocho comedias desconocidas de Guillén de Castro», del Licenciado Damián Salustio del Poyo, de Luis Vélez de Guevara, etc., Leipzig, F. A. Brockhaus, 1887; y me dijeras qué comedias contiene de Poyo y, si puedes leerlas, su argumento en pocas palabras y alguna nota crítica o copia de algunos versos.

Si fuera posible encontrar algún ejemplar tanto mejor; me dices su precio. Me acuerdo que en estos días se estará celebrando esa maravillosa exposición libresca de las famosas ferias de Madrid y su Pacífico. Este sugestivo y atrayente recuerdo me produce la gran nostalgia que te puedes imaginar. ¡Quién pudiera hallarse ahí revolviendo montones callejeros y barracones-bibliotecas!…  

Nuevo Mundo. Septiembre de 1916. «La Feria de los Libros» en Madrid.

Si encuentras algo que pueda convenirme y puedes adquirirlo o avisarme con urgencia, hazlo por los manes de Antonio Agustín y de Paquico Cascales. Sobre todo deseo una ed. de las Partidas, y de todos nuestros antiguos Códigos. Ya sabes que esto abunda y se encuentra muy barato. La ed. la dejo a tu buen criterio. Conste que es compra mía y el dinero te lo giraré enseguida, en cuanto me avises.

Aquí se ha organizado una Agrupación artístico-literaria, denominada «Eureka». Fórmanla elementos de valía. Se celebran concursos y se dan conferencias. He sido nombrado jurado de aquellos y estoy preparando una de estas. No falta aquí, como ves, ambiente cultural. Con los recuerdos míos y de mi familia para ti, tus papás y Antonio, recibe un abrazo de tu fraternal, Justo. Escríbeme pronto, largo y tendido.

Nueva carta de Pedro que, adjuntas a la cuartillas de texto, llevaba varias «noticias» transcritas sobre Saluzio del Poyo.

Madrid 12-Octubre-916. Querido Justo: He escrito con concisión porque estoy con el tiempo tasado para irme a clase. Las noticias que V. me pedía me ha costado mucho encontrarlas, porque el libro de Schiofer (¿?) no lo hay en ninguna parte. Al fin se me ocurrió preguntárselo a Bonilla (que es por donde debía empezar) y él lo tenía.

Lo del viaje entretenido también lo he sacado. Lo del Bagaglio no hago más que mandarle la cita completa según La Barrera, pues el libro, fui un día a la Nacional, y quizá por estar en italiano, no lo encontraron en el índice, aunque me consta que está. Ha leído Bonilla lo del Parlamentario, yo todavía no por no saber el día fijo en que iba a salir, porque Antón del Olmet (a quien vi y me dio recuerdos para V.) no me lo dijo. Si no le mandan a V. ejemplar ya me buscaré alguno por aquí.

Como le digo fue Bonilla quien me dio la noticia de un modo muy halagüeño para V. pues le ha gustado extraordinariamente y me dijo (palabras textuales) que estaba divinamente escrito. Quizá salga Bonilla para esa el viernes (mañana) por la tarde, con objeto de ver un códice con Ureña. Preséntese V. a él pues ya sabe que le voy a escribir a V. diciéndole que va y tiene grandes deseos de conocerle. Adjunta va una tarjeta mía, que aun cuando no es menester para nada, le puede venir de pretexto para empezar a hablar.

¡Verá V. qué hombre tan simpático, tan sabio y tan bondadoso! Ya sabe que V. ha sido mi profesor y que le quiero como un hermano. Otro día me extenderé más. En la otra cara van los datos. Ya poseo la obra de La Barrera. Reciba V. un abrazo fraternal de su fastidiado (con las clases) Pedro. Recuerdos a su mamá y a Eloísa, y besos a los niños de parte de todos. Eugenia me dice que la escribas, y me da recuerdos.  

Oróspeda

«Yo deseo producir aquí un pequeño renacimiento literario y creo que lo conseguiré», anunció Justo a Pedro Sainz recién llegado a Murcia..

En 1916 la prensa murciana vivía una de sus épocas más gloriosas con tres periódicos compitiendo a diario: «El Liberal», «El tiempo» y «La Verdad».

Había tardado poco en destacar entre las plumas locales; su erudición, sus investigaciones y el ramillete de contactos adquiridos en la capital, provocaron que el grupo de intelectuales y escritores le brindaran la dirección de una revista literaria; oferta que aceptó gustoso.

El Tiempo. 7 de Octubre de 1916: NUEVA REVISTA. En los primeros días de Noviembre aparecerá «Oróspeda» revista de ciencias, arte, y letras. La dirigirá don Justo García Soriano; formarán el comité de redacción los señores Báguena, Díez de Revenga, Frutos Baeza, Jara Carrillo, Llovera, Martí, y Ruiz Funes (Mariano). Tendrá colaboradores de reconocida fama.  

Su implicación en la cultura murciana alcanzó otro nivel. No sé si fue su empuje; pero en septiembre nacía, o mejor dicho, renacía «Eureka», agrupación cultural creada dentro del Círculo de Bellas Artes de Murcia y disuelta en 1911.

En octubre y noviembre convocaron concursos de pintura, poesía, caricatura, escultura y música. Justo García Soriano formó parte de los jurados de literatura junto a Mariano Ruiz Funes, Jacobo M. Marín, Vicente Llovera o Pedro Jara Carrillo.

El Tiempo. 6 de octubre de 1916: Círculo de Bellas Artes. Agrupación «Eureka». El jurado calificador de los temas de poesía y prosa, formado por los señores Marín-Baldo, Ruiz-Funes, y García Soriano dictaron el fallo en la forma siguiente:

1º. Cuento regional murciano. Premio al lema «La fuensanta como lugar de retiro» del que es autor don José Guasp García. 2º. Soneto á Eureka. Premio al lema «Torre de marfil» del que es autor don Andrés Boiarín. Concedieron una mención honorífica al lema «Amanecer» del que es autor don Francisco Frutos Rodríguez. El reparto de premios y diplomas se hará el vienes 6 en la noche después de la charla bisemanal que dará don Enrique Soriano.

El 13 de octubre, el Ayuntamiento de Murcia homenajeó a Martínez Tornel  dando su nombre a la que se llamaba plaza de la Reina. Justo García Soriano figuraba entre los destacados asistentes al solemne acto.

En ese mismo mes de octubre, la asociación Eureka convocó un concurso para escoger la portada de la futura Revista «Oróspeda». En una carpeta repleta de facturas, papeles y letras de cambio, con el título «Justificantes de la Administración de Oróspeda» figura un borrador, escrito a lápiz por Justo, con las bases del concurso.

Concurso de dibujos de portada para una Revista. Se abre un concurso para la portada de la Revista «Oróspeda», de ciencias, arte y letras, que se publicará quincenalmente en esta capital. Condiciones:

1ª. El dibujo de la portada medirá el duplo del tamaño la Revista, que ha de tener veintiocho centímetros de altura por veinte de ancho; en negro o a dos tintas. Serán preferidos los dibujos de trazo sobrio y sencillo y de sentido simbólico, advirtiéndose que la Revista aspira a ser, modestamente, la expresión de la cultura de la región. A este objeto responde el nombre de «Oróspeda», nombre antiguo de estas provincias levantinas.

2ª. En la portada habrá de quedar espacio suficiente para insertar el texto relativo a las condiciones de suscripción, precio, colaboración, etc., según  costumbre en esta clase de colaboraciones. 3ª. Los trabajos se presentaran en la Agrupación Eureka, del Círculo de Bellas Artes, hasta el día veinte del actual, a las nueve de la noche. 4ª. El autor del dibujo que elija el jurado será considerado como redactor artístico de la Revista. Además se le adjudicará un premio.

5ª. El Jurado estará constituido por el Director de la Revista Don Justo García Soriano, por Don Vicente Llovera y Don Pedro Jara Carrillo, ambos señores del Comité de Redacción, y por dos pintores que designará el señor Presidente de la Agrupación Eureka. Murcia, 7 de Octubre de 1916.

Dicha convocatoria fue todo un éxito, participando reconocidos artistas como Gil Vicario, Pedro Flores o el que a la postre resultó ganador: José Planes.

El Tiempo. 1 de noviembre de 1916: La revista «Oróspeda». Concurso de portadas. La culta y simpática Agrupación Eureka, del Círculo de Bellas Artes, a propuesta del Comité de Redacción de la revista «Oróspeda», que aparecerá muy en breve, abrió un concurso de dibujos de portada para dicha publicación, al que han concurrido con sus trabajos casi todos nuestros jóvenes pintores. Pueden estos hallarse satisfechos de la brillante muestra que, en noble y gallarda emulación, han dado de sus grandes aptitudes para el difícil arte que cultivan.

El concurso de «Oróspeda» ha sido un gran éxito, tanto por el número como por la calidad de los trabajos presentados. Entre los concursantes figuran artistas tan notables y acreditados como son los señores Planes, Ródenas, García, Flores, Sánchez, Córdoba, Gil Vicario y otros.

Ante la imposibilidad de elegir varios dibujos, sin duda acreedores a premio, el Jurado, compuesto por los distinguidos pintores señores Latorre y Vinader, y el director y redactores de la revista, señores García Soriano, Llovera y Jara Carrillo, designaron el hermoso dibujo presentado por el señor Planes, que es inspiradísimo y de técnica irreprochable.

La famosa y simbólica estatua de Victoria de Samotracia, obra maestra del genio griego, se recorta sobre el bello panorama de Atenas y su Acrópolis, cuna de la ciencia y de las artes clásicas. Un sello en qua aparece el busto de la dama de Elche, sobre un paisaje levantino, da la nota regional que habrá de cultivar la revista «Oróspeda».  

Felicitamos sinceramente al señor Planes por su nuevo y merecido triunfo, a la Agrupación Eureka y a la revista «Oróspeda» que va a comenzar su vida literaria con tan buenos auspicios.

Pedro Saiz consiguió que Bonilla enviase a tiempo un artículo para incluirlo en el primer número de Oróspeda. El 14 de noviembre, Justo recibió el borrador compuesto en diez cuartillas, acompañado de una carta de «besa la mano». Rápidamente imprimió la prueba, la envió a Madrid y la volvió a recibir corregida; todo en una semana.

AMO. LJGS.

Adolfo Bonilla y San Martín B. L. M. al Sr. D. Justo García Soriano, jefe del Archivo de Hacienda de Murcia, y tiene el gusto de enviarle para su Revista, el artículo prometido por contacto de D. Pedro Sainz, rogándole que, cuando se imprima, se sirva remitirle pruebas, que le devolverá a vuelta de correo, y deseándole para su nueva publicación, todo género de prosperidades. Aprovecha esta ocasión para ofrecerle el testimonio de su más distinguida consideración. Madrid, 14 de Noviembre de 1916. D/c Velázquez, 18.

Primera y última cuartillas. AMO. LJGS.

Recibido el artículo de Bonilla, todo un lujo para su nueva revista, el enfado hacia Pedro remitió y volvió a escribirle.

Murcia, 15 de Noviembre de 1916. Querido Pedro: Dos cartas te llevo escritas, sin lograr respuesta. ¿Qué te pasa? He comenzado a enojarme por esta tu inexplicable conducta. Por muy ocupado que estés con tus estudios; ¿no dispones ni de cinco minutos para trazar con tu estilográfica cuatro líneas, y acusarme, por lo menos, recibo de mis epístolas?

Ayer le escribí a Eugenia y le decía que, si te veía, te hiciera presente lo incómodo que me hallaba contigo. Temía que no me hubieras hecho el encargo que te di para el Sr. Bonilla, ¡la verdad! Pero hoy recibo un certificado de nuestro admirado Don Adolfo, con un bondadoso B. L. M., enviándome un hermoso artículo —Cervantes y Avellaneda—para mi Revista Oróspeda.  Huelga decir lo reconocido y bien servido que quedo con la esplendidez del Sr. Bonilla, que nos honra tanto con su benevolencia.

Su trabajo, que es muy interesante y de actualidad —de cierta actualidad—y su prestigiosa firma, los considero fundadamente, como la mejor garantía del éxito de mi publicación. Como confiaba en recibir este artículo, que destinaba para fondo del 1er número de «Oróspeda», hemos retrasado en su espera la aparición de la Revista, que no saldrá ya hasta 1º de Diciembre. Tengo en mi poder ya todo el original, que es bastante selecto. Creo que te gustará. Al Sr. Bonilla escribiré enseguida remitiéndole las pruebas de imprenta de su artículo, y a la vez expresándole mi gratitud. Si tú lo ves antes, háceselo así presente.

Os he hecho un suscriptor a la Revista «Filosofía y Letras». Espero haceros varios más. No dejes de buscarme el ejemplar de «El Parlamentario», que te he pedido. Hoy no va más. Escribe, escribe y escribe. No seas distraído. Recuerdos míos y de mi familia para ti y la tuya y tú sabes que te quiere fraternalmente, Justo.   

He transcrito las cartas de «besa la mano» que envió Bonilla y el borrador que le envió Justo, con las pruebas de imprenta.

Justo García Soriano B. L. M. al Sr. D. Adolfo Bonilla Sanmartín, a quien admira fervorosamente y le expresa gran reconocimiento por el envío de su magistral artículo «Cervantes y Avellaneda», cuyas pruebas de imprenta le remite, suplicándole le devuelva a la mayor brevedad para dar comienzo a la tirada del 1er número de la Revista.

AMO. LJGS.

Adolfo Bonilla y San Martín B. L. M. a su muy distinguido amigo D. Justo García Soriano, y le devuelve corregidas, las pruebas del artículo para la Revista Oróspeda. Aprovecha esta ocasión para reiterarle el testimonio de su más distinguida consideración. Madrid, 21 de Noviembre de 1916. D/c Velázquez, 18.

Voy a hacer una pausa en la creación de «Oróspeda» para dar a conocer un texto que nuestro biografiado escribió para los Exploradores de Murcia.

Exploradores. Grupo Alicante.

Los Exploradores de España habían impuesto la costumbre de disponer un resumen histórico de las localidades que visitaban en sus excursiones. Pocas semanas después, los Exploradores de Murcia visitaron Orihuela y fue Rufino Gea, como cronista de la ciudad, el encargado de componerlo a petición del presidente local, el marqués de Arneva.

El 19 de noviembre los Exploradores organizaron una excursión al monasterio de San Jerónimo de La Ñora. La tropa juvenil escuchó misa en su templo y, al terminar, ante la grandiosa escultura de San Jerónimo «El culto literato Justo García Soriano» les dedicó unas palabras y repartió una hoja con la historia y descripción del citado convento. Dicha hoja, que he transcrito en la medida de mis posibilidades por su difícil lectura, salió publicada el 21 de noviembre en el diario «El Tiempo»:

El Monasterio de Jerónimos de La Ñora. A unos seis kilómetros al O. de Murcia, a la izquierda del Segura, en lugar elevado y muy pintoresco, se halla el pueblecito de La Ñora (o Añora). Todo aquel pago se llamó antiguamente el «Tomillojo», por la gran abundancia de tomillos que en él habías. Su mucha altura sobre el nivel de la vega impidió que llegasen allí los riegos primitivos.

Quiso remediar este inconveniente su poseedora doña Mencía Ternatos o Cervatos, viuda de Lope Pérez Dávalos, y para ello hizo construir, hacia mediados del siglo XV, la rueda hidráulica de elevar agua, vulgarmente noria («niora», por metátesis), a que debe el lugar el nombre que después tomó. La leyenda atribuye la instalación de la famosa «rueda» a doña Catalina Puxmarín y a los frailes jerónimos, que allí se establecieron más tarde. Pero hay motivos para sospechar que aquella mejora fue ya introducida por los moros.

La rueda de La Ñora.

Al convertirse en terreno de regadío el campo del «Tomillojo» fueron formando sus colonos y labradores dos caseríos o aldeas que se llamaron «Ñora de Arriba y Ñora de Abajo». Su posesión pasó luego por herencia a don Rodrigo de Puxmarín, y de éste a su hija doña Catalina, que casó con don Alonso de Vozmediano y Arróniz, Alcaide, Capitán General y Justicia Mayor de Bugía en el reinado de Carlos V. Por este tiempo ya se habían establecido en aquellos contornos los frailes de la Orden de San Jerónimo. Allí tenían construido un pobre convento.

Eran muy laboriosos y se dedicaban a la agricultura y la industria, que les proporcionaba el sustento y la mejora de su casa. Ellos sanearon y cultivaron las tierras de la Urdienca e introdujeron la plantación y la molienda del pimentón. De aquí ha provenido el llamarse «ñoros o ñoras» a los pimientos que a dicho producto se destinan.

Cansado de la vida activa de las Armas, don Alonso de Vozmediano se retiró a su posesión de La Ñora; y como sintiese que la muerte se la acercaba, hizo testamento en 2 de Mayo de 1557 ante el escribano de Murcia Diego López de Montalvo. Por aquella su postrera voluntad estatuyó un vínculo de todas sus cuantiosas heredades, en el que habían de sucederse sus descendientes legítimos y, en caso de faltar éstos alguna vez, pasaría a los frailes jerónimos. (Faltan aquí algunas líneas ilegibles que no he podido transcribir).

El día 27 de Mayo de 1557 murió don Alonso. El vínculo que fundara pasó a su hijo don Sancho González de Arróniz. D. Sancho se desposó en primeras nupcias con doña Luz de Zambrana, de quien no tuvo sucesión. Casó de segundas con doña Jerónima de Avellaneda y de este matrimonio le nació solo un hijo, don Alonso González Arróniz y Avellaneda, que murió de dos años. Poco antes—en primero de Noviembre de 1576—había fallecido don Sancho y hecho testamento, en el que nombraba a su hijo por único heredero, y en falta de él sin sucesión, al Hospital general de Nuestra Señora de Gracia. Esto dio lugar a un reñido pleito entre el Hospital y los Jerónimos de la Ñora.

Ganaron  éstos, como era derecho, y en 18 de Febrero de 1579 tomaron posesión de los bienes del vínculo Arróniz. Al año siguiente los frailes agustinos de Murcia trasladaron su residencia de la ermita de San Sebastián—cuyo patronazgo correspondía al Ayuntamiento—a la de Nuestra Señora de la Arrixaca (hoy San Andrés). Entonces los frailes de la Ñora solicitaron se les cediera aquella ermita, para construir junto a ella su monasterio, «que conviene mucho esté dentro de la ciudad—decían —y no en la dicha aldea.

El Consejo se opuso, entre otras razones porque además de ser contraria aquella pretensión a lo dispuesto por el fundador, la orden de San Jerónimo era «eremítica» por su regla, y debía, por tanto, habitar en despoblado. Los Jerónimos de la Ñora, que fueron siempre unos porfiados e incansables pleiteantes, no se rindieron ante la razonable negativa del Municipio y entablaron un nuevo litigio, que hubieron ahora de perder, naturalmente; y el Monasterio comenzó a construirse poco después donde aún está, en una magnífica explanada, a unos ¿700? m. al N. E. de la Ñora, entre este pueblo y Espinardo.

Monasterio de los Jerónimos. La Ñora. Murcia.

La planta del soberbio Monasterio—que incluye la iglesia por su parte N. —es casi rectangular. Cuadrados y airosos torreones limitan sus ángulos. Ocupa el centro un hermoso claustro de esbeltas arcadas que tiene un aljibe. (Texto ilegible) La arquitectura, aunque harto sobria y pobre en dotación ornamental, es sin embrago, en su conjunto, de una armónica y severa majestad. Su fachada S., la de más longitud, da a un huerto, y dando sus ventanales y balcones, se atalaya en panorama delicioso, toda la poética y risueña vega murciana.

La iglesia, que tiene la advocación de San Pedro, es un hermoso templo, muy capaz, de tres naves y de severa construcción, como el resto del edificio. Su fachada es sencilla, rematada en un ático de seis pilastras y por aletas de curva, corva. Detrás se alzan sus dos torres gemelas, de gran esbeltez. El cimborrio es quizá el miembro más bello de la iglesia por sus grandes proporciones y la valentía y elegancia con que está trazado.

El altar mayor apenas tiene ábside. El retablo, exento del barroquismo propio de la época, armoniza muy bien con el sombrío conjunto del templo. En la hornacina central del retablo, la imagen del santo titular recibe las llaves de manos de Cristo. Es un buen grupo escultórico. En dos hornacinas laterales están las estatuas en blanco, de San Jerónimo y Santa Paula.

En la pequeña capilla que está a la  derecha del altar mayor, en un lindo retablo del mejor gusto rococó, se venera la bella virgen de la Aurora. En el extremo izquierdo del crucero está la sepultura del fundador, adosada al muro, y hoy la ocultan el paramento y dosel de una magnífica imagen del Corazón de Jesús, cuyo altar han colocado allí los PP. Jesuitas. En otros altares se hallan una Dolorosa, un San José, y una Virgen y un San Juan, todos de talla y de buen estilo, probablemente del padre o de algún discípulo de Salcillo.

Pero la joya del templo, por lo que principalmente merece visitarse, es la maravillosa imagen de San Jerónimo, una de las mejores esculturas, sino la obra maestra, de aquel genial escultor.  Imposible es llegar a mayor realismo y plasticidad en la representación del cuerpo humano. En especial, la cabeza y el brazo derecho del santo penitente son de una verdad asombrosa. Ocupa esta imagen el altar que hay junto a la entrada de la sacristía, siendo de lamentar la oscuridad que le rodea. La construyó Salcillo, por encargo del monasterio, en el año 1755.  

San Jerónimo penitente. Salzillo 1755. Museo Catedralicio. Murcia

Es interesante por su retablo (ilegible) junto a la puerta principal del templo, a la derecha según se entra. Representa a San Roque; y es sin duda parte de un viejo retablo o de un tríptico. Es obra seguramente de la primera mitad del siglo XVI, de la escuela valenciana de Juanes. El coro es amplio, de doble sillería de rico nogal, pero de muy escasa talla y labores.

El señor Díaz Cassou, en su obra «Serie de los Obispos de Cartagena» (1895), que en el año 1705, el Obispo Belluga «instaló con gran solemnidad y amor a los Jerónimos de la Ñora, que habían terminado las obras de su pequeño Escorial» (pág. 161); y poco más adelante (pág. 181) señala: «En 1º de Febrero de 1838 el Obispo (don Tomás Joseph de Montes) y Cabildo fueron en coches a la Ñora, a inaugurar la iglesia de los Jerónimos».

En 29 de Agosto de 1784 murió en este convento el magnífico Obispo de la Diócesis de Cartagena don Manuel Rubio de Colis. Tales son a grandes rasgos y en breves términos, la historia y descripción del venerable Monasterio de los Jerónimos de la Ñora, al que no sin fundamento, si bien con algo de hipérbole se ha llamado «El Escorial murciano». Justo García Soriano. 17-Nov-1916. (Hoja repartida a los Exploradores en su excursión a los Jerónimos).         

Volviendo a la revista «Oróspeda», para su impresión escogieron una prestigiosa empresa valenciana con casi medio siglo de experiencia: La Imprenta, Litografía y Encuadernación Ortega, fundada por Ramón Ortega Fort en la calle Ruzafa de la capital del Turia. Su hijo, José Ortega Paredes, la había convertido en un referente de las artes gráficas a nivel nacional.

El primer número de Oróspeda apareció por fin el 1 de diciembre de 1916 con la espectacular y colorida portada de José Planes. La publicación, anunciada como «revista quincenal de Ciencia, Literatura y Arte», tenía su redacción en el domicilio de Justo en la calle de la Merced número 24 de Murcia. Su precio era de cincuenta céntimos y la distribución regional; aceptando suscripciones en toda España.

Con Justo García Soriano como director y administrador, en dicha redacción figuraban José Frutos Baeza, Mariano Ruiz-Funes, Joaquín Báguena, Emilio Díez de Revenga, Pedro Font y Puig, Pedro Jara Carrillo, Vicente Llovera y Enrique Martí.

Oróspeda. Año I. Murcia de Diciembre de 1916. Núm. 1: Es deber ineludible de toda publicación periódica que empieza, explicar al público su razón de existir, el objeto que pretende realizar y los fines que persigue; el porqué y para qué de su vida, algo así como su cédula personal y su programa Nos complace cumplir con tan razonable obligación, y lo vamos a hacer en los términos más breves y precisos que podamos… 

La bella región levantina, que forman las provincias de Murcia y Albacete y gran  parte de las de Almería y Alicante, tienen una unidad geográfica e histórica tan íntima y compacta, que en vano han tratado de fraccionarla vicisitudes políticas y arbitrarias divisiones administrativas. Su tradición, su carácter  y sus comunes intereses destacan su personalidad del resto de las comarcas españolas, que no en balde delimitó la Naturaleza…

El carácter regional que ha de ostentar nuestra Revista, hemos querido significarlo en su título. Sabido es que ORÓSPEDA fue el nombre con que se designó nuestra región antiguamente y en los primeros siglos de la época visigótica…  

No se nos ocultan las dificultades de nuestra empresa. Contamos, para vencerlas con una buena voluntad y, sobre todo, con el favor del público, del que nos prometemos una acogida cariñosa, siquiera sea por los elevados y desinteresados móviles que nos animan.  El público, a quien nos debemos, habrá de decidir, por tanto, si son fundadas nuestras aspiraciones y si tiene razón de ser nuestra Revista.

Nuestros colaboradores. Bajo los más felices auspicios aparece nuestra Revista, pues honra las páginas de su primer número con la publicación del notable trabajo que a continuación insertamos, debido al insigne publicista, académico y catedrático de la Universidad Central, DON ADOLFO BONILLA SAN MARTÍN, una de las mayores glorias de la mentalidad española contemporánea. Tan honrosa colaboración da al estreno de ORÓSPEDA importancia y carácter de extraordinaria solemnidad. «CERVANTES Y AVELLANEDA»

El artículo de Adolfo Bonilla fue el primero que apareció publicado después de la presentación.

AMO. LJGS.

El sábado 2 de diciembre a las cinco de la tarde, al día siguiente de la publicación de Oróspeda, en el salón del Círculo de Bellas Artes en el Teatro Romea de Murcia se celebró un homenaje al fallecido profesor Andrés Baquero. Ocupó la presidencia la redacción de Oróspeda: Vicente Llovera, presidente del Círculo, Isidoro de la Cierva, Justo García Soriano, Mariano Ruiz-Funes, Emilio Díez de Revenga y Joaquín Báguena. En la tercera parte, tras la música clásica y la lectura de poesías, Justo leyó un texto en prosa titulado «El erudito y los poetas».

El Tiempo. 1 de diciembre de 1916: En memoria del Sr. Baquero. El Círculo de Bellas Artes ha organizado para el sábado una velada en honor del llorado maestro señor Baquero. Será, sin duda alguna esta fiesta, de las más solemnes y más simpáticas que se han organizado por este centro de cultura, cuyo presidente ha demostrado ya en muchas ocasiones lo bien que sabe realizar estos actos que tan alto han colocado el nombre de esta culta sociedad.

En dicha velada tomarán parte bellísimas señoritas que darán lectura a inspiradas composiciones de poetas murcianos, y oradores elocuentísimos. Según nuestras noticias serán estos don Emilio Díez de Revenga, D. Gaspar de la Peña Seiquer, como presidente del Ateneo Escolar, don Mariano Ruiz-Funes, don Joaquín Báguenas, don Justo García Soriano, don Isidoro de la Cierva y don Vicente Llovera.

El sexteto del señor Puig amenizará el acto interpretando trozos selectos de su vasto repertorio musical. La velada dará comienzo a las cinco y media de la tarde, verificándose en el salón de Romea. Oportunamente publicaremos el programa.

Justo era la cabeza visible de la revista; por lo que facturas y letras de cambio llegaban a su nombre.

La prensa fue muy elogiosa con la nueva publicación, anunciada también en periódicos de Alicante. En Murcia, además, desplegaron una campaña con carteles publicitarios.

Diario de Alicante. 7 de diciembre de 1916: Oróspeda. Con este título ha empezado a publicarse hoy en Murcia, como ya anunciamos, una notable revista literaria de carácter regional. Al frente de dicha revista figura un nombre prestigioso en estas lides: dirígela nuestro distinguido y antiguo amigo Justo García Soriano, joven doctor en Filosofía y Letras.

En el número de sus colaboradores se cuentan las más reputadas firmas de la región y otras de Madrid. Reciba el colega nuestro más entusiasta saludo de bienvenida al estadio de la prensa y le deseamos muchos triunfos en su estimable obra.

El Tiempo. 8 de diciembre de 1916: «Oróspeda». Hemos tenido el gusto de recibir en esta redacción el primer número de la revista de Ciencia, Literatura y Arte «Oróspeda», que ha comenzado a publicarse en esta ciudad bajo la dirección del cultísimo literato don Justo García Soriano.

La prensa local ha venido a enriquecerse con esta nueva publicación que honra a Murcia y a los que la han llevado a la práctica. Dicho número que lleva una preciosa y artística cubierta de Planes, contiene el siguiente sumario:

Presentación. —Nuestros colaboradores: «Cervantes y Avellaneda», por Adolfo Bonilla y San Martín. —«Del ensueño y de la guerra», diálogo casi monólogo, por Pedro Font y Puig. —Cuentos de «Oróspeda»; «Suceso», por A. Hernández Catá. —«La mano del caballero», por José Ballester. —Poetas extranjeros. —Lira lusitana; «Noche de fuegos» (de Eugenio de Castro), por Miguel Pelayo. —«Boche», por Joaquín Báguena. — «El fraile Perico», por José Frutos Baeza. —«Sor Agua», por P. Jara Carrillo. — «Cultura murciana»: Las conferencias del Ateneo Escolar. — Rebuscos. — Información. — Libros nuevos. Felicitamos al director y al comité de redacción de esta importante revista; y al enviarle nuestro saludo le deseamos larga y próspera vida.

Dedicado en cuerpo y alma al proyecto, el más dramático de los sucesos que pueda sufrir un padre, dejó la revista y todo lo demás momentáneamente en segundo plano. Tras quince días de malestar atribuido a su incipiente dentición, sin haber cumplido el año, fallecía Tomasito García Morales a las seis y cuarto de la madrugada del día 12 de diciembre. De cuatro hijos, tres muertos…

El Tiempo. 13 de diciembre de 1916: Ángel al cielo. Nuestro querido amigo don Justo García Soriano y su distinguida esposa sufren en estos momentos la inmensa pena de haber perdido a su hijo Tomasito, angelical criatura que a la temprana edad de diez meses, ha subido al cielo. Nos asociamos de todas veras al sentimiento que les embarga y les deseamos las fuerzas necesarias para sobrellevar la desgracia.

El Tiempo. 13 de diciembre de 1916

Del entierro se encargó la funeraria de Juan Jesús Albarracín, en la calle de Santa Catalina, 4 de Murcia. Los gastos ascendieron a 48 pesetas con 95 céntimos. En el archivo hay unos folios llenos de firmas con el encabezamiento: «Firmas de pésame por la muerte de mi hijo Tomasito García Morales ocurrida en Murcia el martes 12 de Diciembre (a las seis y cuarto de la madrugada) del año 1916».

Oróspeda. 15 de diciembre 1916: Pésame. Nuestro querido amigo el Director de esta publicación don Justo García Soriano sufre en estos momentos el dolor de la muerte de su hijo Tomasito. De todas veras participamos del sentimiento que aflige a nuestro querido amigo y a su distinguida esposa.

La primera carta de pésame la escribió Pedro.

Madrid ¿18?-XII-1916. Querido Justo: Ayer me enteré de que se le ha muerto su hijo menor, sintiéndolo de veras. No le he de escribir yo una carta llena de los consabidos tópicos. Creo que la resignación es una cosa que no es menester aconsejarla, pues no es más que nuestra impotencia ante las cosas irremediables.

Comprendo y comparto el dolor que tendrán Eloísa y V.; sólo el tiempo mitiga esos dolores por fuertes que ellos sean, como he tenido ocasión harto desdichada de comprobarlo con la muerte de Enrique y la desesperación primera de mis padres, ahora sustituida por un recuerdo doloroso y tranquilo.

Ya sabe V. cuan de veras y sinceramente comparto sus disgustos y sus alegrías, considerándolas como cosa de mi familia. Mis padres y mi hermano (que le escribirá) me encargan se lo manifieste a V. así y a Eloísa sobre todo.

Nosotros creo que nos podemos consolar mejor que los demás por habernos acertado a crear una vida intelectual, en grato coloquio con el pasado, que nos permite acogernos en el tranquilo y reposado seno del estudio cuando una de estas desdichas inevitables de la vida sale a nuestro paso.

Aquí debiera acabar esta carta, pero como estoy en vergonzosa deuda con V., tengo el deber de seguir y de estar mandando cartas una barbaridad de tiempo a ver si logro saldarla. Las causas de haber tardado tanto en escribirle son diversas: primeramente no he estado libre de mis clases hasta hace unos 9 días y durante ellos he estado la mar de apurado, porque sin estar mamá en casa (está ahora en la huerta) se le ocurrió al casero hacer una obra en casa, empapelando las habitaciones y los pasillos, y he tenido que quitar todos, absolutamente todos los libros de sus estantes y volverlos a colocar.

Además durante el tiempo de clases, y aún ahora, he tenido una nueva, aunque para mí grata ocupación: a Ovejero se le ha ocurrido que yo me encargue este año de dirigir el curso de investigación y de ayudarle en los trabajos de clase, y he tenido que explicar algunos días y los demás proporcionar datos y bibliografía a los alumnos. Como V. comprenderá, esto es bastante pesado, pero lo hago con gusto primeramente por lo que aprendo así, y en segundo lugar porque el mismo Ovejero me ha dicho que en cuanto concluya la carrera piensa dejarme la clase definitivamente a mí y procurar luego que la Facultad me nombre auxiliar.

A nadie se lo digo más que a mis padres y a V., que sé que si le parece bien se alegrará, y si no, siempre me dará un fraternal (y aún paternal) consejo. Digo que yo no lo he dicho a nadie no porque sea un misterio, sino porque siempre habría alguien que me llamaría pedante, infatuado, embustero, etc… Hemos recibido y leído con sumo gusto Oróspeda, que me parece una hermosa revista literaria y erudita, y que por las firmas que he visto y conozco, debe de contar con el apoyo de los más insignes literatos levantinos.

Paréceme por esto que mi ignota firma de estudiante ha de estar ahí como gallina en corral ajeno, pero si encontrase por acá alguna cosa curiosa sobre algún poeta o humanista levantino, ya se lo mandaría a V. pues siempre tendría, ya que no el valor del rebuscador, el de lo inédito. Una cosa le he de advertir por si V.V. no lo han notado; y es que el papel de la portada (muy bonita, por cierto) se rompe por el lomo, siendo una lástima por impedir la flamante conservación de la colección de esta revista, que sinceramente creo, no tiene par entre las que se publican en otras regiones. A Bonilla le ha gustado mucho; su artículo es interesante y bien hecho.    

La siguiente fue de Luis Antón, padrino de la criatura.

El Parlamentario. Director. Plaza de Jesús, 3. Apartado de Correos 671. Teléfono 5.144. Madrid. Diciembre 19/916. Sr. D. Justo García Soriano. Mi querido amigo: En este momento recibo tu carta lamentando en el alma la desagradable noticia del fallecimiento de mi ahijado.

Aunque no he pasado por ese trance, comprendo vuestro dolor, al que me asocio muy de veras. Celebro mucho el buen éxito que le deseo, y supongo que tendrá «Oróspeda», la que aun cuando no he leído, será digna de ti. Con mucho gusto te enviaré algo, pero sin poderte precisar la fecha, pues no puedes hacerte idea del enorme trabajo que pesa sobre mí.

Haré lo posible para procurarte los «bombos» que me pides; deploro en el alma todas tus desgracias, y, deseándote sinceramente toda suerte de felicidades, quedo de ti como siempre affmo. y buen amigo que te quiere. Luis (rubricado).

Recibió también una carta de Maximiliano, su «hermanico»,; pero sin haber tenido noticia del fallecimiento. Fue la respuesta a la recepción de la revista Orospeda. De hecho desconocía que hubiera tenido más descendencia.

AMO. LJGS.

Maximiliano García Soriano. Productos Químicos. Elda (Alicante) 22-XII-16. Sr. D. Justo García Soriano. Mi querido y jamás olvidado hermanico: ¡Cuánto deseaba comunicarme con usted! Creí que ya no podría hacerlo. Una grave enfermedad, que empezó por unas fiebres y acabó con una flebitis en la pierna izquierda, me tuvo en el umbral del sepulcro.

Caí en cama a fines de Julio y me puse en pie a primeros de Septiembre para que me llevaran a Busot, donde estuve hasta Noviembre. De allí volví casi bien, y … aún llevo la pierna vendada y ando con dificultad. Cuando recibí Oróspeda, al ver su letra, fue mi impresión tanta que me erguí rápidamente como soldado ante sus jefes primeros. (Por cierto que dentro verá una carta para un tal Arrémez, es una postal de Orihuela: sin duda se coló en el amplio sobre).

Días ha, supe por Sansano, que ahora está en Monóvar y que venía a visitarme, que reside usted ahí, en la tierra de «El Diario de Murcia» donde hicimos nuestras primeras armas poéticas. Feliz tiempo aquel, hermanico del alma, digan lo que quieran los termómetros… 

Ahora me dedico, además de la farmacia, que es de mi propiedad y figura mi amigo (Hernández Blanes… dueño) a explotar un preparado tridigestivo. Veremos si tengo suerte.  Los gastos son muchos, pero si pega puedo hacer algún dinerillo.

Hago una pausa en la carta para explicar esto: en agosto de 1916, el farmacéutico José María Hernández Blanes, le había vendido también los derechos de explotación de una célebre fórmula para preparar el medicamento denominado Tarayina Tridigestiva, de la cual era autor.

Anuncios del Tridigestivo del «Boticario de Elda».

Si es usted propietario de la revista seré suscriptor y… administrador (que me pondrá baratito, ¿eh?). Versifico poco y pésimo. Aquí les hago el Romance de la semana a los de «El Reformista». Le envié uno estos días. ¿Vive aún Carlos Cano en esa? Murió mi buen amigo Perni; y creo que también Tolosa…

Ya no conozco a nadie en esa. Un día escribí a Jara Carrillo y ni me contestó siquiera… ¿Ha vuelto a tener prole? Nosotros nada. Ahí vivirá más a gusto que en Albacete ¿verdad? Escríbame alguna vez. No le olvida su verdadero amigo. Maximiliano (rubricado). Un abrazo a Frutos Baeza. 

La última carta de pésame fue de Rafael Rogel; quien también había perdido a su anciana madre a la que estaba muy unido. El desgarrador tono de la misiva fue fruto de la coincidencia de las dos muertes, prácticamente el mismo día. Rafael había perdido también a su hermanastro hacía pocos meses; el famoso «Juanete», el de «los armaos», el dueño de los cafés Europeo y Colón, en Orihuela. Ambas noticias aparecieron en la prensa alicantina.

Diario de Alicante. 12 de diciembre de 1916: Momentos antes de entrar en máquina nuestro periódico, hemos recibido la triste noticia del fallecimiento de la señora madre de don Rafael Rogel, nuestro querido compañero. De edad muy avanzada, la respetable y virtuosa señora hacía ya tiempo que venía padeciendo la dolencia que le ha ocasionado la muerte. A nuestro entrañable camarada Rafael Rogel queremos testimoniarle en este trance desventurado. Nuestro pésame cordial y efusivo por la gran desgracia que le aflige.

Diario de Alicante. Redacción. 28 Diciembre 1916. Querido Justo: No sé qué pensarás de mi tardanza en contestar a tus cartas.  Desde luego, supongo no lo atribuirás a desvío ni a falta de voluntad, porque te habrás dado cuenta del estado en que se halla mi ánimo.

Cuando recibí tu primera carta anunciándome la aparición de Oróspeda, me encontraba ya en lucha juiciosa con la muerte que propugnaba por quitarme a la abuelita. Enferma ésta, a ella me consagraba lleno de esperanzas aún, pero inquieto y temiendo también la derrota. Tú no sabes, Justo, lo que yo quería a esa viejecita por la que siempre estuve dispuesto a sacrificarlo todo.  ¡Era tan buena! Tú lo sabes.

Era mi madre, pero te juro que la hubiera querido igual aunque no me unieran a ella esos lazos: mira si era digna de mi cariño y si lo merecía, y si lo ganó con sus bondades, con su sacrificio y con su amor. El golpe ha sido para mí tan terrible, tan enorme, que los días transcurridos no han sido aún bastantes para sacarme del aturdimiento que me produjo.

Tengo infinidad de cartas a las que debo contestar y aún no me atrevo: estoy como imbécil, no puedo coordinar ideas, a todas horas se me va el pensamiento hacia la viejecita muerta. El desaliño de esta carta te dará la medida. Procuro distraerme y olvidar. A ello me ayudan con verdadero interés los amigos. Especialmente de Emilio Costa no sé cuánto te diría: no me abandonó ni me ha abandonado un instante y ha demostrado quererme mucho y muy sinceramente. Un hermano no se hubiera conducido mejor.

En fin, éste y otros muchos me han manifestado grandes afectos: a Jara Carrillo, a Trinchant, a El Liberal también estoy agradecidísimo. Se han portado muy bien con mi humilde persona. Te confieso que no esperaba tanto. Pero… ¿qué te voy a contar de mis tristezas ahora? Tú también, querido amigo, has sido maltratado por el infortunio: has perdido como yo un pedazo del corazón.  

Y en medio de tu dolor has tenido fuerzas bastantes para enviarme tus palabras amistosas y consoladoras… ¡Muchas gracias! No puedo decirte más.  Aún quiero escribirte con más extensión y más serenamente: ahora me es imposible. También les escribiré a Jara, a Trinchant, expresándoles mi reconocimiento. De tu dolor por la pérdida de tu hijito nada te digo: en mi silencio pongo toda la pena de mi alma.

Di a tu madre y a tu señora la parte que tomo en vuestro sentimiento y salúdalas en mi nombre. Para ti, Justiyo, un abrazo muy apretado, un efusivo apretón de manos y una lágrima sincera para tu chiquitín de tu amigo, de tu hermano, Rafael.

Pero la vida debía continuar. Después de la trágica pausa, «Oróspeda» volvió a concentrar toda su atención y energía. Justo se jugaba mucho en esta apuesta literaria y regresó al compromiso adquirido.

Oróspeda. Número 2. 15 de diciembre de 1916. AMO. LJGS.

Oróspeda. 15 de diciembre 1916: Gratitud Estamos agradecidísimos al público murciano por la generosa acogida dispensada al primer número de nuestra Revista. El afecto que se nos ha demostrado nos obliga a una cariñosa y delicada correspondencia, poniendo todas nuestras energías y escaso valer al servicio de la cultura y progreso de esta región amada. Hacemos extensivas las gracias a la Prensa Murciana, sin distinción de matices, por sus palabras de saludo y aliento.

Don Adolfo le había enviado otro artículo que tenía que salir en el número cuatro. Con la carta de Justo a Bonilla, termino esta entrega. Quizá tenía razón Pedro Sainz cuando afirmó: «Nosotros creo que nos podemos consolar mejor que los demás por habernos acertado a crear una vida intelectual, en grato coloquio con el pasado, que nos permite acogernos en el tranquilo y reposado seno del estudio cuando una de estas desdichas inevitables de la vida sale a nuestro paso».

Sr. D. Adolfo Bonilla Sanmartín. Mi respetable amigo: Acuso a Vd. recibo de sus dos cartas y del original que me remite para «Oróspeda». No acierto a expresarle mi agradecimiento por estas repetidas muestras de su bondad, con que tanto me favorece y me honra. Iba a escribirle a Vd. significándole mi gratitud por el envío de su magistral artículo «Cervantes y Avellaneda», cuando la dolorosa desgracia de familia que he tenido me obligó a aplazar la ejecución de mi deseo.

Lamentando este retardo involuntario por tan triste motivo, que Vd. me perdonará, cumplo ahora de una vez con los deberes de gratitud a que sus bondades y atenciones me obligan. Su hermoso e interesantísimo artículo, muy docto y muy ameno a la vez, «Algunas consideraciones históricas sobre los fenómenos de desdoblamiento de la personalidad» irá de fondo en el número IV, del día 15 del próximo Enero. En cuanto esté compuesto le enviaré las pruebas que desea.

En este mismo correo le mando cinco ejemplares del primer número de «Oróspeda», los únicos que quedan, pues agotamos por completo su tirada. Que no se hizo tan numerosa como debimos. Dígame los ejemplares que he de reservarle en los próximos números. Mucho le agradeceré que me favorezca con sus observaciones y consejos sinceros respecto a esta empresa literaria. Mi gusto y mi ideal sería que la Revista fuera, exclusiva o predominantemente, de erudición y de literatura seria.

Pero además de faltarme aquí colaboradores aptos, la generalidad de los lectores, que son los que han de sostener esta publicación, tienen un gusto muy actualista y muy frívolo. Es la eterna lucha entre el autor y el público, la amarga razón práctica con que se justificó Lope en sus conocidos versos: El vulgo es necio, etc…

Por este motivo, que no se habrá ocultado a Vd., verá en Oróspeda muchas cosas lamentables y de vulgaridad amena. Aun así no será malo que podamos continuar dando la medicina cultural homeopáticamente y en dorada copa. Ruego a Vd., sin embargo, me proporcione algunos colaboradores doctos, que mi esfuerzo se dirige, sobre todo, a sostener el carácter intelectual de la Revista.

Adolfo Bonilla y San Martín (1875 –1926). Catedrático de Derecho y de Filosofía. Escritor, Traductor, Filólogo, Filósofo y Crítico literario. Miembro de la Real Academia de la Lengua.

Reiterándole a Vd. las más expresivas gracias por las mercedes con que me favorece muy a lo rey, quedo en espera de poder manifestarle con hechos, dentro de mi modesta insignificancia, la inmensa gratitud que por Vd. siente su muy devoto y entusiasta admirador, Justo García Soriano (Rubricado).   

Diario de Alicante. 28 de diciembre de 1916: Hemos recibido el segundo número de la notable revista «Oróspeda» que bajo la dirección de nuestro entrañable amigo Justo García Soriano se publica en Murcia. Dicho número es realmente notable y seguramente merecerá los más justos elogios de cuantos amantes de las letras rinden culto al desenvolvimiento del arte y de la literatura regional.

Enlace al siguiente capítulo.

Antonio José Mazón Albarracín (Ajomalba).

Mi agradecimiento a Jesús García Molina y a José Manuel Dayas.