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Lacy, Grifol y la tienda de Muley-el-Abbas.

Fotografía Ajomalba.

Lacy, Grifol y la tienda de Muley-el-Abbas.

En agosto de 1859, el Sultán de Marruecos se comprometió a terminar con las constantes agresiones que sufrían los súbditos españoles a manos de las kábilas insumisas del Rif.

A pesar de este acuerdo firmado en Tetuán, los moros de Anyera arrasaron un fuerte en construcción perteneciente al recinto defensivo de Ceuta; mancillando además el escudo español que delimitaba la frontera.

Este pequeño incidente fue la ocasión propicia para que el Gobierno del general O’Donnell sepultara las luchas políticas internas y sembrara el sentimiento de unidad nacional que solo consigue una guerra.

El 5 de septiembre de 1859 el sultán Abderramán recibió un ultimátum exigiendo la urgente reparación del ultraje. Cuatro días después fallecía Abderramán sucediéndole su hijo Sidi Mohamed, quien hizo caso omiso de la amenaza.

El Sultán Abd ar-Rahmán ibn Hisham

El 22 de octubre de 1859 España declaraba la guerra a Marruecos, enviando a Ceuta un impresionante ejercito con apoyo de artillería naval. En noviembre comenzaba su imparable progresión hacia Tetuán.

El Sultan Sidi Mohamed Ben Abderrahman.

En las primeras escaramuzas cayó el oficial oriolano Domingo Grifol. Aunque su graduación era de capitán, figuraba como teniente del Regimiento de Castilla.

Murió defendiendo el reducto «Isabel II». Los reductos eran fortificaciones improvisadas por los ingenieros españoles en la guerra africana para proteger los terrenos conquistados. Los tres principales se llamaban: Isabel II, Francisco de Asís y Príncipe Alfonso.

En la documentación se dice que había fallecido el 9 de diciembre de 1859; pero he encontrado este parte de guerra del día siguiente que lo cita como herido.

La Correspondencia de España. 12 de diciembre 1859: El Sr. Capitán general y en jefe del ejército de África en despacho telegráfico dice a este ministerio lo que sigue: «Campamento del Otero, 10 de diciembre de 1839. Nuestras pérdidas en el glorioso combate de ayer han consistido en los muertos y heridos siguientes:

Regimiento Castilla. Muertos: Subteniente D. Ricardo Sanz; cadete D. Balbino Palacios. Heridos: Coronel D. Eduardo Aldanesse; Capitán D. Cayetano Ventura; Capitán D. Juan Luis Gutiérrez; Teniente D. Domingo Grifol; Teniente D. Fermín Jaurés; Teniente D. Vicente Parga y Suarez; Teniente D. Salvador Gares Contreras; Subteniente D. José Palao Pérez. Contusos: Teniente Coronel D. Antonio Moreno y Boba.

El caso es que Domingo Grifol acabó falleciendo.

Las victorias de Castillejos y Cabo Negro hicieron a los españoles dueños del valle de Tetuán y el 6 de febrero la ciudad caía en poder de los españoles.

Tropas españolas en Tetuán.

BENARROCH, Isaac. El indiano, el kadí y la luna: Los españoles desembarcaron en Río Martín y todas las obras de defensa allí construidas fueron inútiles después de verse sometidas al bombardeo de los buques, y las tropas de O’Donnell establecieron sus reales en el valle de Tetuán, ante la vista de la ciudad, meta de sus esfuerzos.

El día 4 de febrero, Jacob fué testigo desde su azotea del tremendo descalabro infligido a Muley-el-Abbás, donde éste perdió hasta su rica tienda de campaña. Por la tarde entraron en la ciudad los dos príncipes, pálidos como la muerte, a todo el escape de sus caballos, gritando con descompuestas voces: ¡ Huid, huid ! ¡El que nos ame que nos siga ¡ ¡Todo se ha perdido! ¡ Tetuán es de los cristianos!

El príncipe Muley el Abbas firmó el armisticio el 25 de marzo de 1860, dando fin a las hostilidades.

El 20 de Junio de 1861 el Ayuntamiento oriolano recibió una comunicación de manos de Luis Nogués y Roselló, teniente del Regimiento de Navarra. La voy a transcribir textualmente; tal como fue leída por el secretario municipal:

Sres.  Alcalde e individuos del Ayuntamiento Constitucional de la ciudad de Orihuela. Muy Sres. Míos: Desde la memorable jornada del día 4 de febrero del año anterior, en que tanta gloria copó a las armas españolas que pelearon en el continente africano, contra el imperio marroquí y que dio por inmediato resultado la ocupación de la plaza de Tetuán, tengo el pensamiento de legar a esa ciudad, una prenda de guerra que simbolice los faustos acontecimientos de aquella campaña.

La divina providencia, permitió que un día tan favorable para nuestras armas, tuviera la buena suerte de apresar con las esforzadas tropas del Regimiento de Navarra confiadas a mi mando, parte de las tiendas en que se hallaba acampado el ejercito enemigo, que mandaba el Gran Califa del Imperio, Muley-el-Abbas.

Una de estas pues, de gran estima para mí, y que no dudo lo será para todos los amantes de las glorias nacionales, la desligue desde entonces, y es la que ofrezco hoy a mis queridos conciudadanos de Orihuela.

Y en efecto ¿dónde mejor pudiera depositar mi ofrenda que en el pueblo que me vio nacer, donde pasé los primeros años de mi niñez y no pocos de la juventud, donde están encerrados los recuerdos de los objetos mas entrañables para mí, y donde cuento, en fin, todavía familia, intereses y muchas y leales afecciones?

Pensando estoy también de que esa ciudad y en representación suya la Ilustre Corporación a quien me dirijo, interpretando fielmente mis sentimientos y buen deseo, me dispensará la honra de aceptar ese parco don de mi reconocimiento, sino como una prueba de gran valor, al menos por el que pueda tener histórico y en este concepto relativo, ya que recuerda días de gloria para la patria.

En la confianza de poder yo, en un día más o menos cercano, ofrecer personalmente a esa corporación el mencionado obsequio, he dejado tal vez pasar ocasión mas oportuna de realizarlo, pero una vez que mis propósitos por ahora no espero conseguirlos, y a fin de no demorar mas lo que ha sido ya por tanto tiempo objeto de mi anhelo, aprovecho la ocasión que se me presenta de pasar a esa, el teniente de mi regimiento, D. Luis Nogués y Roselló, y le autorizo y comisiono para que en mi nombre ofrezca a esa Ilustre Corporación, la referida tienda de campaña de que es portador, así como también de esta.

Se ofrece con la mayor consideración de VV. SS. Atento y Seg. Serv. Q. B. SS. MM. El Brigadier Mariano de Lacy. Madrid 11 de junio de 1861.

Ni que decir tiene, que la corporación aceptó gustosa el obsequio y la tienda se expuso ante el público los días 23 y 24 de junio de 1861, en la Plaza de la Constitución (actual Plaza Nueva).

Colección Javier Sánchez Portas.

La Correspondencia de España. 25 de junio 1861: Por el brigadier, Sr. Lacy, ha sido regalada una tienda de campaña de los moros al ayuntamiento de Orihuela. Este glorioso trofeo, cogido por nuestros soldados en la guerra de África, ha sido expuesto al público de aquella ciudad, debiendo después custodiarse en el archivo municipal, constando al mismo tiempo en actas, el aprecio con que ha sido recibida por la corporación.

Los costos de dicha exposición ascendieron a 588 reales con 28 céntimos, quedando después depositada en el archivo municipal. También se acordó colocar los retratos de Mariano de Lacy y de Domingo Grifol en los salones del ayuntamiento donde todavía permanecen.

Retrato de Mariano de Lacy. Antonio Ruidavets Lledó (1861). Ayuntamiento de Orihuela.

Los cuadros fueron pintados por Antonio Riudavets y recibió por ellos 1000 reales de vellón en septiembre de ese mismo año.

Retrato de Domingo Grifol. Antonio Ruidavets Lledó (1861). Ayuntamiento de Orihuela.

El diario de Orihuela. 6 de septiembre 1887: Parece que la nueva calle antes denominada del Puente Nuevo será titulada en breve con el nombre de «Cardenal Loaces» y la calle que hoy indistintamente se la llama de Cuartero o Illa se denominará «Calle del Capitán Grifol». Según nuestros informes en una de las próximas sesiones del Ayuntamiento tendrá confirmación esta noticia.

En la sesión municipal del 19 de septiembre de 1887, el consistorio otorgó el nombre del Capitán Grifol a la calle llamada hasta entonces de Illa, recordando a Domingo Grifoll:

Ilustre hijo de esta ciudad muerto en el campo del honor por defender la integridad de la Patria en la última guerra que España sostuvo con el imperio Agareno.

El diario de Orihuela. 19 de septiembre 1887: Es otro de los puntos de la crónica de la semana que merece nuestra atención el acto llevado a cabo por la corporación municipal, al acordar la titulación de la nueva calle abierta en la subida del Puente Nuevo y la que pone en comunicación la calle Mayor con la de la Feria.

Sin duda alguna que nuestro Ayuntamiento ha interpretado los deseos de la población buscando dos nombres ilustres entre los más esclarecidos hijos de Orihuela. El nombre de Cardenal Loaces, honra de esta vieja ciudad y gloria de la Iglesia española, al señalar una de las calles de la población, recordará siempre una de las páginas de nuestra brillante historia.

El nombre del capitán Grifol, grabado con caracteres indelebles en los gloriosos anales del ejército español, traerá eternamente a la memoria que Orihuela envió también sus hijos a la gloriosa guerra de África, en la cual, el capitán Grifol, con valerosa bizarría, contribuyó muriendo en el campo de batalla a lavar con su sangre generosa la ofensa inferida al pabellón nacional.

El Ayuntamiento, pues, hizo el jueves una brillante jornada. Recorrió un gran trecho en el camino del agradecimiento. Glorificó dos nombres que dieron gloria y honor a Orihuela.

El diario de Orihuela. 6 octubre 1887: Ya están terminados los rótulos de las calles del Cardenal Loaces, Capitán Grifol y Santacruz. Los títulos en caracteres negros están grabados en tableros de mármol blanco de Macael.

Placa original en mármol blanco de Macael.

El diario de Orihuela. 11 octubre 1887: La colocación de los rótulos en las calles nuevamente tituladas ha sido el asunto que ha dado importancia a la semana que finó ayer. Los nombres de tres hijos ilustres de Orihuela han sido grabados en mármol y serán pronunciados al mencionar las calles que titulan por las generaciones venideras.

Un ilustre príncipe de la Iglesia, un eminente hombre público que llegó a ocupar los primeros puestos del Estado y un esclarecido capitán que vertió su sangre peleando por la honra nacional en la ardiente tierra africana, dan con su apellido insigne, nombre a tres calles de esta población.

Loaces, Santacruz y Grifol no pueden ya ser borrados por el tiempo de las páginas de la patria historia. El Ayuntamiento ha interpretado fielmente los deseos del vecindario. Orihuela no puede menos de aplaudir el buen acierto que ha tenido en el asunto la Corporación municipal.

Antonio José Mazón Albarracín. (Ajomalba).

Publicado en 2006. Adaptado y ampliado en 2018 y 2022.

Imperio de Marruecos. Mapa plaza española de Ceuta y su campo.

El levantamiento oriolano de 1706.

Retrato de Carlos II «el Hechizado», el último Habsburgo que reinó en España.

El breve levantamiento oriolano de 1706. (Que a la postre fue hundimiento)

En noviembre del año 1700 llegaba a Orihuela la noticia de la muerte del «Hechizado». Sin pérdida de tiempo, el Consell oriolano decretó el luto acostumbrado y las correspondientes misas. Y Felipe V fue jurado como nuevo rey con el ceremonial propio de tan magno acontecimiento.

Felipe V, rey de España. Óleo sobre lienzo.

Seis años después, España ardía en plena Guerra de Sucesión. En febrero, Felipe V abandonó Madrid con la firme intención de someter Barcelona con un ejército de 30.000 hombres.

El sitio por tierra y mar se frustró por la aparición de una escuadra anglo-holandesa. Esta circunstancia, unida al avance del ejército aliado hacia la capital, le obligó a regresar; pero no permanecería en ella mucho tiempo. 

El archiduque partió de Barcelona y tras ser proclamado en Zaragoza, entró en Madrid, poniendo en fuga al Borbón que se refugió en Burgos. 

El 29 de junio de 1706, Carlos III era proclamado rey ante los ciudadanos de la capital. Su triunfo parecía casi cantado.

Archiduque Carlos. Martin van Meytens (attrib.)

Pocas semanas después, concretamente el 24 de Julio de aquel mismo año, Jaime Rosell y Rocamora, señor de Benejúzar, marqués de Rafal consorte y gobernador militar de Orihuela, proclamaba por tres veces desde el balcón de su palacio: ¡Hijos míos, viva Carlos III¡

Proclamación de Carlos III en la Plaza Mayor de Denia.

Esta frase vitoreada por el pueblo allí congregado, culminaba el levantamiento oriolano contra Felipe V.

¿Qué impulsó a Orihuela, tantas veces distinguida como noble y muy leal, a romper el juramento con su rey abrazando la causa austracista?

Podemos hablar de la hábil utilización del descontento generalizado de la población ante el abuso de las clases dominantes mediante la propaganda de los agentes austracistas, propaganda personalizada en Juan Bautista Basset, personaje clave para que calase en los valencianos.

A modo de político en campaña, prometió la abolición del pago de tributos abusivos a los nobles, ganando para la causa del archiduque a los campesinos, a las clases populares urbanas y a gran parte del clero.

Joan Baptista Basset.

Y hablando del clero; podemos mencionar la fuerte suma reclamada por las tropas borbónicas al Cabildo de la Catedral para urgencias bélicas, suma que los poderosos canónigos amparados en sus privilegios se negaron a pagar, utilizando su influencia para sembrar en las calles la causa del archiduque.

Podemos citar el temor que produjo la caída de Cartagena, incluso la hostilidad que catalanes, aragoneses y valencianos tenían hacia los franceses. Pero yo quiero detenerme particularmente en dos motivos, en mi opinión decisivos.

El primero la clara indiferencia que Felipe V demostró con la celosa Orihuela, una ciudad acostumbrada a ser reconocida y premiada por sus monarcas.

El Borbón mancilló varias veces unos privilegios adquiridos con sangre y fuego a través de siglos de lucha en los que nuestra ciudad fue un baluarte para el reino de Aragón.

En el segundo, comparto la opinión del obispo José de la Torre y Orumbella, huido durante estos acontecimientos: los oriolanos no se sublevaron por falta de amor a Felipe V.

El obispo de Cartagena Luís Belluga había sido investido con el cargo de Capitán General de Alicante y Murcia, así que las tropas oriolanas debían ponerse bajo su mando.

Cardenal Luis Belluga y Moncada.

Para aquellos oriolanos, era impensable que la defensa y gobierno de nuestra ciudad quedasen manos de un murciano, a la postre obispo de Cartagena, autoridad contra la que tantas veces había luchado la ciudad en su pleito por conseguir la mitra oriolana.

La antigua enemistad con la que siempre habíamos mirado a los de Murcia y su reino, junto a las continuas amenazas que estos proferían contra Orihuela (saquear sus bienes, talar sus árboles y abrasar sus haciendas) dificultó enormemente el cumplimiento de la voluntad real.

Las tropas del archiduque se acercaban; no se sentían queridos por su Rey; volvía a plantearse el dilema suscitado en la Reconquista:

¿Qué sería de una Orihuela diluida en Castilla? Y Orihuela tomó partido.

Pintura de Augusto Ferrer Dalmau.

Pero las cosas acabaron mal para nosotros; acosado por nuevos ejércitos de voluntarios castellanos y por las tropas enviadas por Luís XIV, el archiduque Carlos abandonaba la capital junto a su ejército, replegándose hacia Valencia.

Felipe V regresó a Madrid el 4 de octubre aclamado por el pueblo. El 7 de octubre, ante el avance de las tropas borbónicas, el marqués de Rafal abandonó Orihuela, poniendo a salvo sus alhajas.

Enterado Belluga se presentó tres días después con artillería, 1.000 jinetes, 1.000 infantes y 4.000 campesinos enfurecidos.

La heroica resistencia de sus ciudadanos desorganizados fue un sacrificio inútil. Ante semejante fuerza ofensiva Orihuela cayó en dos horas. Fue saqueada e incendiada y a pesar de ser acaudillados por un obispo, la soldadesca no respetó ni los templos.

Reacción lógica si tenemos en cuenta que el día 21 de agosto, las tropas austracistas acuarteladas en Orihuela entre las que se encontraban el marqués de Rafal y sus milicias, hicieron algunas incursiones sobre la frontera con Castilla, y al llegar a Beniel, huido el vecindario, se llevaron a la Virgen, a San Bartolomé, a San Gil y hasta el copón del Santísimo Sacramento, sacrílego botín depositado en San Agustín por orden del cabildo.

Beniel. Mojones del Reino. Frontera entre Castilla y Aragón.

La decisiva victoria militar de Felipe V sobre las tropas del archiduque en la batalla de Almansa, dio paso a la capitulación de Valencia. Es significativo el letrero que, en latín, puso en la ciudadela que hizo construir, con cañones apuntando hacia ella:

Habiendo vencido a los valencianos junto a Almansa la majestad del rey Felipe V, y habiéndoles perdonado la vida por su magnanimidad, hizo construir esta fortaleza para seguridad de la ciudad y del reino.

Y así llegó la imposición de nuevas leyes en los reinos de Aragón y Valencia, el llamado decreto de nueva planta. Usando el derecho de conquista se derogaron los fueros y privilegios, se suprimieron los organismos políticos forales (excepto los del País Vasco y Navarra, que se mantuvieron leales a Felipe V) y hasta nuestra lengua materna fue prohibida en un intento de diluir definitivamente a la vieja Corona de Aragón en las leyes, costumbres e idioma de Castilla.

La Batalla de Almansa. Ricardo Balaca.

Orihuela ya nunca fue la misma. Cuando en 1715 denunció los excesos de las tropas borbónicas, la orgullosa ciudad antaño segunda del reino, tuvo que escuchar públicamente las siguientes palabras:

Todos los dichos señores que componían el Ayuntamiento heran unos picarones, futres, bugres, traydores, canallas y que estaba la Ciudad traidora y que no quería pagar, ni sus vecinos al Rey…

Retrato boca abajo del primer Borbón en Xátiva. Donde ordenó incendiar la ciudad.

Antonio José Mazón Albarracín. (Ajomalba).

Publicado en la revista deorihuela. 2006.

Audio programa de radio que grabé sobre el tema.

Una corrección importante: En el siguiente vídeo se cita el actual palacio de la Granja como escenario del levantamiento y la proclamación. Gracias a la compra del archivo de la casa de Rafal, Javier Sánchez Portas ha demostrado que el marqués vivía, a comienzos del XVIII, en la calle del Hospital, entre la plaza de la Salud y la de Santiago. Lo he corregido en el audio. Pero no puedo en el vídeo.

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El Siglo de la Armengola.

Mural realizado en azulejos, Cuadro original de Alfonso Ortuño. La Leyenda de la Armengola.

El Siglo de la Armengola.

Introducción: 

Toda ciudad importante tiene su leyenda fundacional; un glorioso detonante que engrandece su creación. Pero nadie en su sano juicio puede creer como historia, que dos niños amamantados por una loba fundasen Roma.

Nuestra leyenda más famosa no se refiere al nacimiento de la urbe; más bien intenta borrar un pasado inmediatamente anterior; cinco siglos en los que los musulmanes fueron los verdaderos artífices de la huerta, las acequias, el castillo y lo que fue el casco amurallado; un patrimonio que los cristianos heredaron intacto.

Según la Real Academia de la Lengua, una leyenda es la narración de sucesos fantásticos que se trasmite por tradición o relato basado en un hecho real, deformado o magnificado por la fantasía o la admiración.  

Para comenzar, vamos a sintetizar el hecho real; lo que se llamó Reconquista de Orihuela. Consta de cuatro fases:

1. Primavera de 1243.

El reino de Murcia se entregó al futuro Alfonso X en Alcaraz estableciendo un protectorado. Pero no todas sus ciudades abrieron las puertas a los invasores.

Las crónicas solo mencionan a Cartagena, Lorca y Mula como plazas sometidas por las armas.  Pero Orihuela, en manos de la Wizara Isamiyya, funcionaba también de forma independiente.

José M. Pérez Basanta.

Su gobierno estaba formado por un grupo de personajes de gran talla intelectual que se resistieron a la ocupación. Cuando el infante Alfonso entró en la capital, muchos disidentes se refugiaron tras las murallas de Orihuela, que tuvo que ser sometida mediante asedio.

Aguantó, al menos, hasta el último tercio de 1243, cayendo en fecha imprecisa.

2. 1243-1244.

Asediada por tropas castellanas, Orihuela se rindió a las huestes del infante Alfonso sin llegar al asalto. Los cristianos ocuparon el castillo instalando una fuerte guarnición.

Los musulmanes, inmensa mayoría de la población, se mantuvieron en la ciudad manteniendo sus costumbres, religión e instituciones de gobierno, bajo vigilancia castellana.

Alfonso X «El Sabio».

Dan fe del asedio dos donaciones posteriores de Alfonso X: «por el servicio que me hizo sobré Orihuela cuando la gané» y «por el servicio que hizo al rey en la cerca de Orihuela».

3. Primavera de 1264.

Revuelta musulmana en el reino de Murcia apoyada por el Emir de Granada. En Orihuela los rebeldes intentaron hacerse con el castillo; los defensores se encerraron en él y la rebelión fracasó.

Los héroes de la resistencia quedaron inmortalizados gracias a las mejoras que recibieron en el «Llibre del Repartiment».

4. Noviembre de 1265.

Jaime I tomaba posesión de una ciudad que no llegó a perder el control castellano. Meses antes, su hijo Pedro, apoyado por huestes castellanas, asoló la huerta y socorrió a los encerrados en el castillo.

En su crónica, el Conquistador solo dejó este escueto párrafo:

Jaime I en las puertas de Orihuela.

Hecho esto marchamos aquel mismo día a Orihuela, dejando en Elche a En Astrurgo de Bonsenyor, para que nos trajera las escrituras que hicimos con los sarracenos de dicha población; y mientras estábamos en Orihuela, vino a vernos el hijo de Ben Hud Alá, arrayaz de Crivillente.

Algunos apuntes más:

La leyenda fija la toma del castillo el 17 de julio, fiesta de las Santas Justa y Rufina. Puede parecer que la fecha se conmemora desde la conquista; pero no.

Aunque están vinculadas a Orihuela desde que las mezquitas mudaron a iglesias, dando nombre a uno de los templos parroquiales, las mártires sevillanas fueron escogidas como patronas de Oriola siglo y medio después, cuando comenzaron a celebrarse los festejos de moros y cristianos.

En 1400 con licencia del obispo de Cartagena don Fernando de Pedrosa, el Consell acordó marcar la fecha como fiesta de guardar. Desde entonces, el 17 de julio se celebra la fiesta solemne de acción de gracias y la procesión de la señera, una de las fiestas más antiguas de España.

Santas Justa y Rufina. Gerona.

Sabiendo de la vinculación oriolana con Cataluña, conviene añadir que la tradición catalana se apropió de las santas haciéndolas barcelonesas. En Prats de Molló, localidad del Pirineo, las tienen como patronas con una iglesia parroquial donde guardan dos bustos con sus reliquias.

En cuanto a la supuesta comunidad mozárabe descendiente de los godos, en el siglo XIII había desaparecido totalmente. Se convirtieron, huyeron a los reinos del norte o fueron exterminados por almorávides y almohades.

Así pues, si había cristianos en el arrabal, se instalaron allí tras el pacto de Alcaraz formando parte de la ocupación castellana.

Por último quiero añadir, que en numerosas fortificaciones aparece la expresión «Puerta de la Traición» para designar un postigo que permitía acceder al recinto fortificado de forma discreta. Sin ir más lejos, tenemos otra del mismo nombre en Murcia.

Estos accesos se abrían en alguna parte de la muralla donde el enemigo no pudiese situar tropas de vigilancia, facilitando la comunicación con el exterior sin tener que utilizar las puertas principales.

Eran muy útiles en caso de asedio, como vía de escape; o para recibir abastecimiento y refuerzos. Su peculiar nombre hizo que tarde o temprano cargasen con una leyenda basada en una traición.

Puerta de la Traición de Bejar (Salamanca). Escenario de otra leyenda de reconquista.

Una vez resumidos los hechos, paso a la leyenda y sus autores.

Gaspar García «El Oriolano».

El XVII fue el siglo de los cronistas locales, escritores inflados de amor patrio que llenaron sus obras de hazañas y milagros para dar lustre y antigüedad a sus ciudades. En este florecimiento de la historiografía, la mayoría de los autores eran religiosos.

Lo realmente sorprendente es que el primero que plasmó en papel la leyenda de La Armengola se dedicase a coser y cantar. Natural de Orihuela y morador en Oliva, Gaspar García Ortiz era sastre de profesión y aficionado a la poesía.

La primera referencia a este personaje que he encontrado son unos versos que presentó en la celebración poética de la fiesta de canonización de Raimundo de Peñafort en Valencia, en 1601. Historiada por el P. Gómez, sacerdote valenciano, le dedicó está crítica:

Desde Oliva un sastre honrado por su desdicha y desastre remitió cierto guisado que aunque no fuera de sastre él es por si desastrado Gaspar, y Ortiz, y García de Origüela natural se firmó, gentil porfía habiendo cantado mal cantarse una Letanía.

Gaspar García Ortiz, que firmaba como Gaspar García Oriolano ostenta el honor de ser la primera fuente escrita de la Armengola, gracias a un poema épico incluido en «La Murgetana del Oriolano, guerras, y conquista del reino de Murcia por el Rey D. Jaime primero de Aragón, parte I», publicada en Valencia en 1608 por Juan Vicente Franco.

Primera parte de «La Murgetana» (1608).

A este oriolano ausente, sin mucho conocimiento histórico, debemos la leyenda en estado puro. Nunca sabremos si se inspiró en algún relato oral.  Lo cierto es que tejió una historia en verso que nos ofrece el primer guión y el reparto inicial:

Benzaddón, el perverso alcaide moro; el Almengol (sin nombre de pila y con l); la Almengola, su mujer; sus dos hijos; y sus dos hijas, sustituidas por dos valientes varones vestidos con ropas femeninas. De ellos, solo da nombre a Juan Darún, con apellido similar al Íñigo Darún que se encierra en el castillo según el libro del Repartimento.

La primera parte del canto octavo se titula: «Arde la rebelión, redímese el castillo de Origüela y baja el Rey don Jaime a la Conquista». Comienza con dos docenas de insultos dedicados al alcaide del castillo que no voy a reproducir; he escogido y transcrito los versos más interesantes.

Canto VIII de «La Murgetana» (1608).

Muera la gente bárbara enemiga, alarma que divino auxilio siento pero do corres, o firmeza extraña que vuela una mujer por la montaña. 

Espantome que sola tú te atrevas a lo que no pudiera un varón fuerte mas cuando la mujer se determina el mar vadea y los montes mina. 

Como mejor ser pudo les rebela aquella traición que el moro emprende y como aquella noche cumple el plazo el triste funerable mortal caso.

Dice, bien conocéis a na Almengola ama de Benzaddon Alcaide Moro, que es esta que aquí veis y vengo sola acompañada de mancilla y lloro.

Solo por mi familia y gente vengo que quien me reveló el secreto imbia como dos hijas, y dos hijos tengo de mi velado, dulce compañía.

Atónitos quedaron, espantados aquellos descendientes de los Godos y a la calamidad de sus estados vecina y cerca se revuelven todos.

Resueltos entre todos, señalaron para la prueba arriscada y sola dos mancebos gallardos, que bastaron al número de seis con na Almengola:

De femeniles trajes se adornaron zelando con aquellos peto, y gola, y salen como hijas del buen viejo corderas pareciendo en el pellejo.

En este tiempo el Almengol valiente el primer portalero tiene muerto por cuya causa a la puerta nombre quedo, de la trycion, mas no del nombre.

Ya conseguido el fin para su intento del femenil vestido se desnudan sacan el varonil robusto aliento que con el traje de doncellas mudan.

Y vanse de aposento en aposento con que victoria conseguir no dudan echando los serrojos, y al estrago dieron a los demás el Santiago.

Y la muerte va revuelta en cuchilladas reveses, y mandobles, de manera que hizieron mayor riça cinco espadas que un escuadron de sinco mil hiziera.

Las postas y las guardas a estocadas por entre las almenas salen fuera y así dejando fortaleza y vida quedó la gente bárbara vencida.

Anda la vieja empuñando un asta ofreciendo la vida al caso honroso que el ir determinada solo basta para emprender lo más dificultoso.

Hasta el señor a su rigor las manos y a los cuitados que llorando estaban a Rufina y a Justa les envía en la vigilia santa de su día.

Bajan las santas de la impirea cumbre trepan los cielos y elementos hienden hinchen los valles de gloriosa lumbre el monte abrasa y el castillo encienden.

De un golpe a Juan Darún vida comisa y el suelto mozo ya pesado y grave vuelve sobre el alcaide, y ambos juntos ocupan tierra con quedar difuntos.

Al fin los oriolanos consiguieron próspera salvación, fin admirable guardaron su castillo, y defendieron sus torres, con fortuna favorable.

Y es conclusión averiguada y cierta que cuando al Rabal Roche dio el asalto el moro a la celada descubierta viendo al cristiano con victoria en alto.

Que callando volvió la rienda suelta y así confuso de consejo falto, quedó cuan antes sin mover la tierra pues dentro el Rey do Jaime entró sin guerra.

Hasta aquí la parte referida a Orihuela en el poema original. En los versos de Gaspar todo queda confuso, como si la revuelta y la llegada de Jaime I hubiesen transcurrido en dos jornadas.

Final de «La Murgetana» (1608).

Lo curioso es que el oriolano menciona a seis personajes; la Armengola y cinco varones: su marido, sus dos hijos y dos valientes mancebos, vestidos de doncella que sustituyen a sus dos hijas.

Y así la dama, armada con un asta y acompañada por cinco valientes espadas, se dirige al castillo. Su marido mata al primer centinela en la puerta de la traición; y una vez dentro, los travestidos se despojan de sus disfraces y todos comienzan a repartir cuchilladas y mandobles, enardecidos por la aparición de las santas Justa y Rufina que iluminan el castillo.

Juan Arún y el alcaide fallecen en el combate. La celada de los moros queda descubierta, los cristianos se salvan y Jaime I entra en Orihuela sin guerra.

Publicada su obra, el sastre poeta siguió cantando al Reino de Murcia sin mucha fortuna, pues el Concejo de la capital, que había sufragado la primera publicación, le retiró la financiación para dársela al famoso licenciado Francisco Cascales, autor de los «Discursos históricos».

La obra de Gaspar, titulada Anales de Murcia quedó inédita. Despedido como historiador, poco más he encontrado del sastre trovador.

Un soneto titulado «El angélico padre dominico», como parte de la obra: «Defensa Dominicana por la limpia Concepción de María sin pecado original», publicada en Orihuela en 1628 por Vicente Franco, donde firma como Gaspar García el oriolano.

Entonces: ¿por qué ha llegado hasta nosotros la trova de este sastre, hasta ocupar el protagonismo en la historia de nuestra Reconquista?

Quiso el destino que dos años después, aquella intrascendente obra poética cayese en manos de otro Gaspar.

El otro Gaspar.

Gaspar Juan Escolano había nacido en Valencia en 1560. Miembro de una destacada familia, su padre fue conseller de la capital del Reino. En 1597 fue nombrado rector de la valenciana parroquia de San Esteban.

En 1600 participó en un certamen poético durante la Fiestas celebradas en Valencia por la recepción de una costilla de San Vicente Ferrer.

Dos años después lo nombraron predicador de la ciudad de Valencia, y en 1604 cronista mayor del reino. Eclesiástico, poeta, escritor e historiador, su obra «Décadas de la historia de Valencia» es un clásico de la historiografía valenciana.

Este ambicioso proyecto de historia general de Valencia y su reino es una relación de los hechos históricos acontecidos hasta el reinado de Pedro el Grande de Aragón, además de los sucesos de las Germanías, la rebelión de los moriscos y su expulsión. Inicialmente fue editado en dos partes:

La primera, titulada «Década primera de la historia de la insigne y coronada ciudad y reyno de Valencia», vio la luz en 1610, y se compone de los cinco primeros libros.

II parte de la «Década primera de la historia de la insigne y coronada ciudad y reyno de Valencia».

La «Segunda parte de la Década primera de la historia de la insigne y coronada ciudad y reyno de Valencia», salió un año después, en 1611. A pesar de su falta de método histórico, de sus errores cronológicos e inexactitudes históricas, es fundamental para el estudio de la historia valenciana.

A diferencia de Gaspar el oriolano, que había escrito sus versos sin haber accedido a los archivos, el cronista valenciano había consultado muchos, entre ellos la crónica de Jaime I.

De Orihuela encontró bien poco. Así pues, para completar su relato, el bueno de Gaspar quiso cubrir el vacío y le vino muy bien la bonita historia aunque no encajase del todo con los datos que tenía.

Dejó la responsabilidad en el oriolano, suponiendo que el autor de la Murgetana, como natural de la tierra, había consultado los archivos locales y estaba bien informado de los asuntos de su patria chica.  Así lo manifestó:

El autor de la Historia Murgitana, hace un breve Compendio de los Caballeros y Soldados de cuenta que sirvieron en ella. Y porque como hombre natural de Origuela, y criado en Murcia, se debe creer que tuvo noticia entera y verdadera de todos.

Esta desafortunada suposición, que no pudo ni analizar por las prisas para incluirla en el tomo de la Historia de Valencia que tenía listo para imprenta, dio lugar a que la leyenda de la Armengola pasase a formar parte de la Historia oficial de Reino de Valencia, en la segunda entrega publicada en 1611.

En ella, el Gaspar valenciano traduce a prosa y modifica un poco el trabajo del Gaspar oriolano. Elimina a dos de los cinco varones, nombra a Armengol como posible marido, le quita una z a Benzaddon y da nombre al otro mozo: Ruidoms, un apellido que coincide con un municipio de la provincia de Tarragona.

Así quedó la historia en prosa:

Fomentaba el levantamiento de los moros el rey moro de Granada, que no contento con quitarle la obediencia y atrevérsele en guerra abierta, tuvo trazas como incitar a lo mismo a los de Murcia, que en su nombre y protección se alzaron y recibieron de su mano alcaide y guarnición en el Alcázar.

Hízose el levantamiento con grande secreto para cierta hora y día, en que tenían concertado de pasar a cuchillo todos los cristianos que moraban entre ellos.

Llegose la hora fatal de la degüella; y acertó que a una varonil mujer llamada Armengola, que había criado a sus pechos un hijo del moro Benaddon, alcaide del castillo de Orihuela, por misericordia del moro (después de muy juramentada de tener secreto) le fuese revelada la conjuración hecha para la ruina de los cristianos.

Venció luego a la flaqueza mujeril el ingenio y sin muestra de turbación, regració al alcaide la confianza del secreto; y en fe de él, le suplicó que pues no ignoraba que tenía abajo en el arrabal marido y dos hijas, le hiciese colmada merced de que bajase por ellos, para escaparlos del peligro de muerte.

Obligado el moro de las vivas obligaciones que a la dama cristiana tenía en razón de la crianza (o porque no hay contraste contra el decreto de Dios), dispensó con ellos; y al punto la cautelosa y magnánima mujer se salió en anocheciendo del castillo, y bajando al arrabal que los de Orihuela llaman Roche, hizo junta de los cristianos y dado el aviso de su cercana calamidad, los persuadió a que tres de ellos, los más animosos y fuertes se vistiesen de mujeres, y bien armados debajo de las ropas se subiesen con ella al castillo, y se alzasen con él.

II parte de la «Década primera de la historia de la insigne y coronada ciudad y reyno de Valencia».

Llamábanse los tres escogidos para tan gloriosa transfiguración, Armengol, Juan de Arún y un tal Ruidoms; los cuales siguiendo los pasos de la mujer, llegaron a la puerta del castillo, y apenas fueron reconocidos por la guarda, que engañada con los vestidos, juzgando por la pinta que sería la familia de la Armengola, la franqueó con liberalidad.

No bien se vieron dentro, cuando dejando caer el rastrillo, porque no acudiese socorro, se descartaron los dos de las figuras de mujeres y jugando las espadas juntamente con el Armengol (que sería marido de ella), les ganaron por momentos las puertas a los guardas.

Tomadas las llaves, volaron a lo alto del castillo y echaron los cerrojos por defuera a algunos de los aposentos, porque no saliesen los del alcaide a dar con ellos; y en otros entraron acuchillando y matando; no haciendo menos risa la valerosa amazona, que como caudillo iba delante con un asta en la mano.

Era víspera o el mismo día de las dos hermanas vírgenes y mártires, Santa Justa y Rufina, naturales de Sevilla; y andando los leones cristianos por las coviles del castillo haciendo la carnicería que al trocado pensaban hacer los moros en ellos, fueron vistas descender del cielo dos grandes luces, que la una se asentó sobre el castillo, y la otra bajó hasta el arrabal; donde quedaban los demás cristianos medrosos como corderos en el corral que sienten alrededor el aullido del lobo, y no bulle pajuela que no se les antoje él.

Píamente se cree que venían allí las dos santas españolas a darles su favor en aquel trance, y alentados unos y otros con aquel celestial pronóstico, se les doblo el valor a los que andaban peleando por arriba.

Apuntáronse Juan de Arún y el alcaide moro, y fue tan reñida la pelea, que cayeron a la par muertos. Violo el marido de la Armengola, y juzgando que si faltaba el alcaide estaba lo más hecho, fiando de la brevedad de la ventura, dijo a su mujer que bajase en un vuelo al arrabal, y avisando a los cristianos del estado en que estaban las cosas los hiciese subir con sus armas, porque fortificados todos en el castillo, pudiesen esperar más a su salvo cualquier acontecimiento del enemigo.

Bajó, y oída por ellos la feliz embajada, se encaminaron al castillo con las armas y bastimentos que les dio licencia la prisa y la brevedad del tiempo, y se encastillaron en él.

Los moros, ignorantes de la contramina, acudieron al plazo para ejecutar su diabólico pensamiento; mas como echaron de ver que había sido descubierto, y que los cristianos estaban apoderados del castillo, acordaron envainar las espadas con sosiego, y hacer del traidor fiel.

Hasta enviarles comida para justificarse con el rey don Alonso, que era cierto que teniéndose por él el castillo había de venir luego algún ejército de cristianos a tomar enmienda de aquel insulto, como en efecto, vino nuestro rey don Jaime con el suyo en favor del yerno, más abrieron las puertas de la villa los moros y se entregaron sin contradicción.

Gaspar Escolano falleció el 20 de febrero de 1619. Su obra quedó en esos diez libros publicados en dos volúmenes.  En 1878-1880, Juan Bautista Perales Boluda publicó las Décadas en tres volúmenes, aumentada con gran caudal de notas aclaratorias bajo el título de «Historia general de Valencia».

Historia general de Valencia

Inmediatamente, otro cronista valenciano dio cuenta de la leyenda. Fue el fraile dominico Francisco Diago, en 1613. Este autor con mucha bibliografía a sus espaldas, incluyó la leyenda en sus Anales del Reyno de Valencia, en libro séptimo, capítulo treinta y siete, una obra que recopilaba muchos trabajos locales.

En ella solo menciona que Orihuela fue ganada a los Moros por un medio maravilloso, tramado por una animosa y valiente mujer. Los detalles salen de la obra de Gaspar Escolano omitiendo el nombre de la heroína. Y así, ya consignada en dos prestigiosas crónicas, nació la Armengola como verdad histórica.

La leyenda llega a Oriola.

Un año después de la publicación de Gaspar Escolano y basándose en ella, en Orihuela, otro religioso llamado Francisco Martínez Paterna, incluyó a la Armengola en «El breve tratado de la fundación y antigüedad de Orihuela», obra de 1612 estudiada por el actual cronista de la Ciudad, Antonio Luis Galiano Pérez, quien publicó una edición facsímil en 1984.

Breve tratado de la fundación… Martínez Paterna. (1612). Facsímil Antonio Luis Galiano Pérez.

Para componerla, don Francisco, beneficiado de la Catedral y doctor en Teología por la Universidad de Orihuela, utilizó otras historias ya publicadas y consultó privilegios y documentos del inhóspito archivo de la Sala del Consell. Su narración contiene más datos y demuestra que, al menos, se había leído el Libro de Repartimentos.

Aquí, las hijas son tres; y también los mozos, anónimos. Eso sí, cita a algunos de los que aparecen en los repartos. Imagino que para el cálculo de años de dominación, a la fecha del tratado, 1243, le resta 711, el año que llegaron los primeros musulmanes a la península.

Sin embargo, luego cae en el error cronológico que cometió el famoso historiador murciano Francisco Cascales, situando la entrada en Orihuela en 1242. He aquí un resumen de su versión:

De cómo Origüela fue ganada por los cristianos a los moros: Después de haber estado la ciudad de Origüela en poder de los moros 532 años, apiadose Dios Nuestro Señor de ella por las muchas oraciones que los cristianos fieles y católicos que en ella vivían, cada día hacían a la Virgen Santísima María, a quien habían tomado por patrona y abogada.

La majestad divina que jamás olvida a los suyos dio victoria a los cristianos por medio de una maravillosa traza, enviada y bajada del cielo, y fue, que como los moros de Origüela habían determinado de pasar a cuchillo a todos los cristianos del arrabal roche que habían quedado en el por razón del pacto viviendo públicamente en la fe de nuestro señor Jesucristo, por defenderse mejor del infante don Alonso, hijo primogénito del Rey do Fernando 3º de este nombre llamado el santo….

Vinieron embajadores del Rey Moro de Murcia, llamado Abenhudiel para entregarle su Reino por parte de su Rey, por razón de haberse movido pleitos entre los vasallos de su reino contra él, habiendo venido a dicha ciudad a tomar posesión y saliendo a correr la tierra con sus soldados para conquistar los demás lugares, que le habían sido rebeldes, como fue Lorca, Mula, Cartagena u Origüela.

Sucedió en aquellos días, por permisión divina, que una cristiana de aquellas que estaban y habitaban en el arrabal roche le criaba al Alcaide del castillo de Origüela un hijo, y dándole aviso el alcaide a la ama cristiana de cómo los moros habían determinado de pasar a cuchillo todos los cristianos del arrabal, rogole él y su mujer, que se quedase en el castillo con ellos, que le acompañarían y defenderían de buen grado por la buena obra que hacia de criarles a su hijo.

La buena cristiana movida por el Espíritu Santo que la había tomado por instrumento como otra Judith para restaurar esta tierra, dijo que no podía servirles sin traer consigo tres hijas doncellas que tenía. Y concediolo el Alcaide por moción divina.

Aquellos valerosos cristianos godos, movidos de Dios, cambiaron las tres hijas por tres esforzados mancebos en hábito y traje de mujeres, con armas secretas debajo de los vestidos mujeriles se subieron al castillo en compañía de la ama, para con ánimo valeroso apoderarse de él y de sus enemigos, ayudándoles Dios, que es el Señor de las batallas.

La cristiana, con las armas de la oración, que son las más poderosas, subió al castillo a aquellos fuertes y valientes soldados vestidos de mujeres. Los nombres no se han podido saber jamás, siendo dignos de que estuviesen escritos con letras de oro, aunque se sabe los nombres de los que después les siguieron y se apoderaron de la primera puerta del castillo, la que cae sobre el arrabal, que hoy llaman puerta de la traición por esta ocasión.

Están escritos en el libro de repartimiento de las Tahullas con mejoras del rey Alfonso dadas en abril de 1268. Fernando de Marfa Adalit, Íñigo Darun, Juan Jové, Ibañez de Oriol y Gil Lobet para que guardasen y defendiesen de los moros esta puerta.

Los fuertes mancebos subieron a lo alto de la fortaleza del castillo y sacaron sus armas que traían secretas y mataron a la guardia, alcaide, mujer e hijos alzando una bandera en señal de victoria a 17 día del mes de julio, día de las gloriosas vírgenes y mártires Justa y Rufina, patronas de esta ciudad en el año 1242.

Otros muchos cristianos dieron aviso al infante Alonso que debía estar muy cerca con su ejército y vino presto, se apoderó de la ciudad y tomó posesión del castillo, uno de los más fuertes que tiene España.

Y por ser tan poderosa fortaleza, los moros no pudieron entrar en ella y desde el año 1242 hasta hoy, nunca más se perdió la ciudad, en la cual entró el rey Don Jaime sin guerra alguna en diciembre de 1265 y pasó por el puente del río que era de madera a la ciudad de Murcia y después pasó en Origüela la navidad.

La Armengola había llegado a Orihuela para quedarse. Pero no todos aceptaron el fantástico relato. De la misma época y con el mismo empeño en recoger la historia de Orihuela, tenemos a otro religioso, Mossen Pedro Bellot, nuestro mejor cronista, que califico esta historia de «ficción poética».

El rector de Catral no cayó en el embuste e intentó rebatirlo; pero sus alegaciones pronto fueron olvidadas, como las de otros analistas posteriores. No hay más ciego que quien no quiere ver.

ANALES DE ORIHUELA. SIGLOS XIV-XVI (2 TOMOS). Estudio, edición y notas del Dr. D. Juan Torres Fontes.

La versión del siglo XVII que más me ha gustado es la que probablemente llegó por primera vez al pueblo de Orihuela, en su inmensa mayoría analfabeto.

La escuchó por boca de Fray Francisco Gregorio Arques, en su sermón para la fiesta del 17 de julio de 1617. Sorprendentemente, este fraile hizo mucho más creíble la historia. Sitúa la revuelta el 16 de julio de 1242, como Martínez Paterna, pero casi parece una operación de comandos. Os la resumo:

El alcaide vive en el castillo; y para librarse del dominio del infante Alfonso, decide pasar a cuchillo a los cristianos del arrabal. Se lo comunica a la cristiana que daba el pecho a su hijo, que según dicen se llamaba Armengola.

La mujer pide subir a sus tres hijas doncellas. Entonces avisa a los cristianos y estos resuelven que la acompañen tres mancebos de los más valientes en hábito mujeril y con armas bajo el vestido.

A los tres esforzados mancebos y a la valiente amazona les siguen veintisiete hombres más que, entrando por la puerta de la traición, matan a todos los guardas y toman el puesto. Los tres godos, llegan frente al castillo y disfrazados de mujeres burlan a la guardia.

Entran, se quitan los vestidos mujeriles y sacan las armas, matando en un santiamén al alcaide, a su mujer, a sus hijos, a soldados y criados; alzando una bandera en señal de victoria.

En cuanto a los nombres, dicen algunos que eran: el adalid Hernando de Marfa, Íñigo Darun y Juan Jover, los tres primeros que figuran en la lista de encerrados en el castillo del libro de repartición.

Añade que otros como Escolano, los llaman Armengol, Riudoms y Juan Arún; pero que en realidad nadie sabe sus nombres.

Sermón para la fiesta del 17 de julio de 1617. Fray Francisco Gregorio Arques. Edición facsímil de Antonio Luis Galiano Pérez.

De una forma o de otra, con diferente número de protagonistas, esta historieta pasó a ser verdad histórica respaldada por cronistas de autoridad y prestigio.

Y para colmo, apareció un supuesto manuscrito del siglo XIII, certificando la existencia de Armengol y de su valiente esposa.

La Armengola. Compendio Histórico Oriolano de Joseph Montesinos. Tomo 2.

Les Troves de Jaume Febrer.

El XVII fue también el siglo de la genealogía; maravilloso instrumento para proporcionar nobles antepasados a vanidosos adinerados.

Los falsificadores, con enorme trabajo, escribieron larguísimos cronicones en los que junto a datos verdaderos deslizaban otros falsos que satisfacían a los que financiaban sus obras.

Trovas de Mossen Jaime Febrer sobre los caballeros que vinieron con el rey Don Jaime a la conquista de Valencia.

Las Trovas de los linajes de Valencia decían ser obra de Jaume Febrer, un poeta del siglo XIII. Muestran los escudos de armas de los nobles que acompañaron al monarca en la conquista de Valencia, mencionando al marido de la heroína con el nombre de Pedro Armengol; ennobleciéndolo hasta emparentarlo con el Condado de Barcelona.

Dice que lleva en su escudo un grifo de oro sobre campo encarnado, que desciende por línea natural de Gofré el Velloso, que estuvo en Valencia y en Orihuela, donde quedó avecindado con sus hijos y mujer.

Certificando que «doña Armengola», sabiendo que los sarracenos querían entregarse al Rey de Granada, acuchillando a los cristianos de la villa, se abalanzó con furia española, mató a los traidores y libertó Orihuela.

Trovas de Mossen Jaime Febrer sobre los caballeros que vinieron con el rey Don Jaime a la conquista de Valencia. Armengol.

Está demostrado que «Les Trobes» fueron escritas en el último tercio del siglo XVII por Onofre Esquerdo Sapena, erudito, genealogista, heraldista y cronista de la ciudad de Valencia, atribuyéndoselas a un hipotético antepasado suyo del siglo XIII.

Onofre era un esmerado calígrafo y buen conocedor de la poesía y la historia medieval. Compuso esas estrofas y las hizo circular por el entorno cultural valenciano.

No se puede certificar exactamente si la superchería tenía como objeto el puro engaño o si por el contrario, como parece probable, se trató de un juego entre eruditos. Lo cierto es que no las llegó a publicar. 

Las dudas sobre la existencia del autor comenzaron mucho después, al ver la luz en el Diario de Valencia, en el año 1796.

En 1848 Joaquín María Bover publicó una nueva edición afirmando que el autor era hijo de Mossen Guillén Febrer, caballero que participó en las conquistas de Mallorca y Valencia acompañando a Jaime I, situando el principio de la obra en 1276, año de la muerte del Conquistador.

En el siglo XX quedó demostrado que era una falsificación con graves anacronías y errores históricos; con un lenguaje distinto al de los Fueros, la Crónica de Montaner, la de Jaime I y otras obras coetáneas.

La Ilustre Señora Doña Hermenegilda Eugenia Armengola, redentora de Orihuela. Tres imágenes en diversos tomos del Compendio Histórico Oriolano de Joseph Montesinos.

Dicen que cuando una leyenda abandona la tradición oral y queda escrita pierde la capacidad de transformarse. Pero no es el caso de la Armengola.

Impresa por primera vez a principios del siglo XVII, quedaban siglos de transformación y enriquecimiento en los que autores oriolanos fueron copiándose unos a otros, fantaseando y añadiendo nuevos detalles.

«La Armengola», óleo de Vicente Navarro (1901).

Una bola de nieve que fue creciendo (excepto en el número de acompañantes de la Armengola, que se fue reduciendo hasta quedar en dos), inspirando a poetas, a dramaturgos e historiadores de poco fuste, hasta llegar a nuestros días tal y como la conocéis, como parte del rico patrimonio inmaterial oriolano.

«Las estrellas de Orihuela, Santa Justa y Santa Rufina, y hazaña de la Armenola». «Comedia nueva que un ingenio valenciano consagra a la muy noble y muy leal ciudad de Orihuela 1729».

Antonio José Mazón Albarracín. (Ajomalba).

Publicado en la revista de Moros y Cristianos 2018. En memoria de Justo García Soriano.

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