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Apuntes Semana Santa oriolana años 30.

Caballería del Perdón frente a la iglesia de San Gregorio despues de la guerra. Antonio Ballester Vidal.

Voluntad. 15 abril 1930. Núm. 3: Por doquier se ven carteles anunciadores de fiestas de Semana Santa, en estos días que preceden a la conmemoración de los Divinos Misterios. Carteles de Cartagena, de Murcia, de Lorca… pero ninguno de Orihuela.

¡Es muy lamentable nuestra apatía! Hoy día, las procesiones de Orihuela no desmerecen en nada a las de las más famosas que se celebran en algunas poblaciones.

Urge propagar y divulgar nuestras procesiones en años sucesivos; hace falta una propaganda intensa y bien orientada por medio de anuncios y folletos ilustrados. Tomás Martínez Canales.

Apuntes de la Semana Santa oriolana en los turbulentos años treinta.

Mayordomía de Nuestra Señora de los Dolores despues de la guerra. Antonio Ballester Vidal.

En la segunda mitad de los años veinte las celebraciones de la Semana Santa en España vivieron una época gloriosa con un notorio resurgimiento de las procesiones.

Al abrigo de la Dictadura de Primo de Rivera se reorganizaron antiguas cofradías y nacieron otras nuevas; se ampliaron los recursos económicos que destinaban los ayuntamientos y se incrementó el número de participantes.

El Descendimiento antes de la guerra. Fotografía mejorada por Javier Andreu.

Hasta la Semana Santa oriolana de 1930 continuaron las mejoras como las del paso de «El Descendimiento», que se presentó con una artística iluminación eléctrica y un derroche de flores naturales.

También se estrenaron tapices cubrecarrozas bordados por las mayordomas de la Cofradía de Nuestra Señora de los Dolores. Y la nueva Cofradía del Perdón volvió a despertar la admiración con su paso llamado «La Caída», dotado de un magnífico trono de plata.

«La Caída» en la capilla de la VOT de San Gregorio. Talla del escultor murciano Francisco Salzillo. El grupo escultórico fue ampliamente intervenido por José Sánchez Lozano en 1928, a petición de la Cofradía del Perdón. Fotografías de Alfonso Bernad. Colección Javier Sánchez Portas.

La V.O.T. y la Cofradía del Pilar exhibieron el arreglo de sus pasos; destacando el nuevo trono de Nuestro Padre Jesús, auténtica joya de orfebrería fabricada en el taller de Francisco López en Madrid.

El Lavatorio, en manos de un grupo entusiasta de jóvenes, montó un bonito juego de luces; y al igual que El Prendimiento, exhibió una cuidada ornamentación a base de flores naturales.

El Lavatorio en la Plaza Nueva despues de la guerra. Antonio Ballester Vidal.

La procesión de El Santo Entierro, con «el Cristo Yacente en el sepulcro» y «La Diablesa», brilló bajo el patronazgo del Ayuntamiento.

Aunque no todo fue a mejor; la prensa se quejó amargamente de que la comisión organizadora de la Centuria Romana, capitaneada por Juan Capote Campanario, había prescindido de la Sección de Caballería cuyos costosos uniformes habían adquirido el año anterior.

Como colofón se publicó un número especial de la nueva revista llamada Voluntad; publicación fundada por José Marín «Ramón Sijé» que contaba con las colaboraciones de Miguel Hernández, Julio López Maymón, Luis Almarcha y Abelardo L. Teruel entre otros escritores oriolanos.

Aquel año el único impedimento fue de carácter meteorológico: una tormenta obligó a aplazar la procesión del Domingo de Ramos. Se celebró el lunes a pesar del fuerte viento y de la amenaza de lluvia.

Voluntad. 15 abril 1930. Núm. 3

La llegada de la Segunda República representó una violenta sacudida en la mayoría de las tradiciones oriolanas, siempre muy cercanas a la Iglesia.

La Constitución de 1931 limitó las manifestaciones públicas de culto y suprimió las ayudas económicas a las organizaciones religiosas.

La firme actitud revisionista de los nuevos dirigentes colisionó frontalmente con el sentimiento de la mayoría de la población de la añeja ciudad del Segura. Su laicismo declarado provocó el inmediato y violento rechazo del clero y de los partidos tradicionalistas.

Como respuesta, cualquier manifestación religiosa fue considerada poco menos que un acto subversivo.

Plaza de la República. Orihuela 1931. Colección Javier Sánchez Portas.

La Semana Santa de 1931 tuvo lugar pocos días antes de la proclamación republicana, de ahí que en Orihuela no sufriera alteraciones.

No fue así en Alicante, donde el rumor de que elementos antirreligiosos estaban dispuestos a boicotear los actos, atemorizó a los participantes en la procesión del Santo Entierro.

En un momento dado, el pánico se desató en la capital y la multitud huyó en estampida derribando la imagen del Nazareno que sufrió algunos desperfectos.

En Orihuela, el Domingo de Ramos se suspendieron las obras de restauración de la Catedral para efectuar los oficios tradicionales que comenzaban con la bendición de las palmas.

Domingo de Ramos. Calle mayor de Orihuela despues de la guerra. Antonio Ballester Vidal.

Con tiempo primaveral se celebraron las procesiones, destacando la afluencia a la del Santo Entierro, costeada por el Ayuntamiento y presidida por las autoridades municipales junto al obispo.

También llamó la atención la espléndida decoración del paso de «El Lavatorio», a cargo del florista Ramón Santiago.

Para intentar comprender el conflicto planteado entre católicos y laicos, hay que tener en cuenta la importancia que tenía la extensa red de organizaciones vinculadas a la Iglesia en la estructura de los partidos conservadores.

Cuando el magistral de la Catedral, José Sanfeliú Giner, comparó la religiosidad oriolana tan sólo con la de algunas regiones del norte, también podría haber aplicado la misma vara de medir a aspectos políticos como el carlismo, con gran implantación local.

Sus seguidores formaron parte de la Real Archicofradía y Mayordomía de Ntra. Sra. del Pilar.

Hay que recordar que en esas fechas el catolicismo era uno de los componentes principales de la Comunión Tradicionalista, fusión entre el Partido Católico Nacional o Integrista y el Partido Católico Tradicionalista realizada en 1932.

En ese año las Juventudes Tradicionalistas fundaron la Real Cofradía de el Lavatorio. Y Juan Villaescusa, jefe de los tradicionalistas oriolanos y candidato monárquico a las elecciones de 1931, fue el primer presidente.

La casa de Juan Villaescusa en los años treinta. 

Su sede no podía ser otra que la iglesia de las Salesas, edificio que fundaron los infantes Carlos María Isidro de Borbón (hermano de Fernando VII, cuyo nombre daría lugar al término carlista) y su esposa, la portuguesa Teresa de Braganza.

No es de extrañar pues, que los sectores más extremistas del Ayuntamiento demostrasen su rechazo por cualquier manifestación pública de carácter religioso.

Es el caso del socialista Martínez Jacobo, que aconsejó suspender las procesiones por su carácter político y por los problemas que causaban al tráfico.

Si no se suspendían, al menos exigía que enarenasen las calles para evitar las caídas de las caballerías que resbalaban sobre la cera derramada.

El alcalde Lucas Parra, conciliador, le aseguró que su propósito era autorizar únicamente aquellas que tuviesen carácter tradicional. Y prometió que en lo sucesivo llevaría a las sesiones las solicitudes que se presentasen.

La corporación municipal republicana el 17 de Julio de 1932.

Por su parte Sánchez Moya recomendó enviar un delegado a los actos que se celebrasen en las iglesias para controlar la forma en que se conducían los predicadores.

El 21 de abril de 1932 el concejal Martínez Jacobo rogó al alcalde que impidiera

Los escándalos que repetidos días vienen sucediéndose en la iglesia de Santa Justa, donde se dan vivas al Rey y mueras a la República y donde se inculca a los chicos el desprecio a la autoridad constituida, con lo que se evitará que los socialistas y republicanos tengan que impedir los ataques que se les dirigen.

El alcalde prometió abrir un expediente recabando información; a lo que Martínez Jacobo respondió sugiriendo meter en la cárcel al cura para evitar mayores males.

En este clima beligerante las procesiones de Semana Santa quedaron suspendidas en 1932 y 1933; y si se celebró algún acto fue de carácter claustral.

La victoria de la CEDA en las elecciones de 1933 cambió el panorama político; y con él el ambiente municipal.

Pío XI, había declarado 1934 como año jubilar concediendo una amplia indulgencia en «momentos tan azarosos para la Iglesia».

El Obispo Javier Irastorza. Colección Javier Sánchez Portas.

Quince días antes de la Semana Santa el prelado Javier Irastorza y Loinaz organizó una auténtica demostración de fe con un solemne Vía Crucis en el que desfilaron centenares de tradicionalistas concentrados en la Plaza de Caturla.

Una espectacular marcha que terminó en San Francisco, cuya explanada quedó colapsada por los miles de asistentes. Fue un acto conmemorativo calificado como la más grande manifestación religiosa registrada en la católica Orihuela.

En marzo llegó la Semana Santa; y Orihuela, celosa de sus tradiciones, se dispuso a prepararla con más entusiasmo que nunca tras dos años de prohibición.

La comisión organizadora nombró capitán de la Centuria Romana a Baldomero Galindo y Caballero Cubierto al hijo de la marquesa de Rubalcava, Eduardo Almunia y Roca de Togores.

Ensayo general de la Centuria Romana a principios de siglo en la Glorieta. Archivo Enrique Luna Agulló.

El domingo día 5 finalizaba la novena en honor al Patrón. Por la mañana, en Santa Justa, se ofició una misa de comunión general a cargo del obispo repartiendo miles de comuniones y la bendición papal.

Por la tarde se devolvió al Patrono de la ciudad en una multitudinaria procesión que desbordó todas las previsiones de la organización.

Procesión de Nuestro Padre Jesús antes de la guerra. Archivo Emilio Bregante.

Los oriolanos estaban listos para ofrecer una grandiosa puesta en escena; la Centuria Romana estaba preparada y las Juventudes Tradicionalistas se entrenaban para llevar marcialmente «El Lavatorio» con un centenar de alumbrantes.

Los dieciséis pasos fueron decorados sin escatimar gastos.

Cuando por fin llegó el Domingo de Ramos, la procesión quedó aplazada por culpa de un inoportuno diluvio.

El lunes, acompañadas por la banda de música de Benejúzar, se lucieron las mantillas de la Cofradía de la Virgen de los Dolores gozando de buen tiempo. Pero sólo fue un respiro; a pesar del esfuerzo invertido la lluvia arruinó el resto de las procesiones.

El Ayuntamiento, enfrascado en la preparación de las fallas, se desmarcó del «Santo Entierro», que se celebraba viernes a las 5 de la tarde, haciéndose cargo de su organización la nueva Cofradía del Santo Sepulcro formada por los más destacados elementos de derechas.

Cuando llegaron a la Beneficencia en busca de la Cruz de los Labradores, singular grupo escultórico de Nicolás de Bussy alojado tradicionalmente en el Loreto, observaron con asombro que las figuras conocidas como «la muerte y la diablesa», habían sufrido graves daños.

Cruz de los labradores. «La Diablesa». Fotografía de Alfonso Bernad 1927-1929. Colección Javier Sánchez Portas.

El día 14 de abril de 1935, cuarto aniversario de la República, coincidió con el Domingo de Ramos.

La izquierda estaba indignada por las dificultades que tenía para reunirse, mientras los clericales cantaban «La Pasión» todas las noches «con la libertad y desenvoltura de huestes victoriosas en país conquistado».

Y es que las nuevas autoridades emanadas de las elecciones de 1933 permitieron celebrar de nuevo la Semana Santa con toda libertad.

Cartel Semana Santa de Orihuela 1935.

Transcribo parte del discurso del gobernador Vázquez Limón en los micrófonos de Radio Elche.

Estos festejos religiosos, de tan rancia tradición en nuestra patria, tienen para mí, sino la emoción de los que son creyentes, si en cambio, el profundo respeto que a cuantos nos preciamos de liberales, deben merecer las creencias ajenas.

No creo que nadie pueda sentirse perjudicado en sus principios, ni en sus intereses, ni en ningún orden de cosas: porque hayan unas personas que quieran exteriorizar sus sentimientos mediante las procesiones que estos días se celebran.

Por eso, sería absurdo cohibir esas manifestaciones ingenuas de una religión, para provocar una reacción sentimental de quienes se sentirían entonces injustamente agraviados. Aprendamos todos a ser transigentes y demos el ejemplo los republicanos de buena fe.

Los pasos de Semana Santa 1927/1929. Fotografías de Alfonso Bernad. Colección Javier Sánchez Portas.

Aquella tarde un grupo de republicanos alicantinos que regresaba de presenciar el partido de fútbol Murcia-Celta, al llegar a Orihuela, encontraron el tráfico interrumpido por la procesión que ocupaba las calles de paso obligado; vías que formaban parte de la carretera nacional.

Cuando la caravana superó los cincuenta vehículos y la media hora de espera comenzaron a sonar las bocinas.

Acudió la Guardia Urbana increpando a los conductores, pidiendo la documentación y formulando denuncias. Amenazaban con detener a los más airados que no comprendían que eso pudiera pasar en un país laico y democrático justo en el día de la República.

Pero la mayoría de los oriolanos estaban muy ocupados con la Semana Santa para acordarse de ningún otro aniversario.

La Centuria Romana y todas las cofradías se afanaron en los preparativos. El Perdón y El Lavatorio, adornaron sus pasos con suntuosa iluminación eléctrica. Y la sección de las Juventudes Tradicionalistas estrenó portacirios, artefactos eléctricos fabricados en Valencia que incluían la flor de lis y una artística cruz de Santiago.

El Perdón en la Plaza Nueva de Orihuela despues de la guerra. Antonio Ballester Vidal.

En este uso político de las fiestas la Semana Santa se convirtió en el marco idóneo para demostrar al pueblo el cambio sufrido en el Ayuntamiento.

La estrecha unión que los tradicionalistas consideraban entre religión y política acabó empapando las fiestas de contenido ideológico.

Cofradías, políticos conservadores y clero mantuvieron una relación estrecha haciendo de la Semana Santa un magnífico escaparate de su nueva lucha en defensa de las costumbres que habían puesto en peligro los gobernantes de izquierda.

La Semana Santa vivió un complicado periodo durante la Segunda República.

Para los conservadores las procesiones eran un elemento fundamental que reforzaba su ideología indiscutiblemente católica. Para los partidos de izquierda, la Semana Santa era cosa de las derechas.

Lo cierto es que los elementos más derechistas eran quienes protagonizaban estas celebraciones. La mayor parte de las cofradías, estaban encabezadas por personajes acomodados de la sociedad oriolana y las procesiones constituyeron un magnífico escenario para que las nuevas autoridades se exhibieran.

Al frente de la Cofradía del Pilar estaban los tradicionalistas Alejandro Roca de Togores y Juan Villaescusa Ballester.

La de El Santo Sepulcro la componían: Eusebio Escolano, Luis Almarcha, Emilio Salar Ruiz, Indalecio Cassinello y Antonio Balaguer.

Caballero Cubierto Ángel García Rogel despues de la guerra. Antonio Ballester Vidal.

Hasta los Caballeros Portaestandarte fueron claros elementos de la derecha: en 1930, Eusebio Escolano Gonzalvo, médico; en 1931, Alfonso Pardo y Manuel de Villena, marqués de Rafal; en 1934, Eduardo Almunia y Roca de Togores; en 1935, José María Quiles y Sanz, notario.

El tenso clima sociopolítico de 1936 impidió llevar a cabo la Semana Santa en Orihuela.

Pese a las adversas circunstancias, las cofradías habían pedido la preceptiva autorización al ministro de Gobernación para celebrar las procesiones.

La respuesta a esta solicitud se produjo en un comunicado del gobernador fechado el 12 de marzo, donde el ministro autorizaba la celebración, si bien no aseguraba el mantenimiento del orden público durante el transcurso de la misma.

No hubo procesiones en la Semana Santa oriolana de 1936. Manuel Penalva Fons, hermano ministro de la V.O.T., envió la correspondiente solicitud para «sacar las tradicionales procesiones del miércoles santo en la tarde y el viernes santo en la madrugada, a las horas y por los itinerarios de costumbre».

Los pasos de Semana Santa 1927/1929. Fotografías de Alfonso Bernad. Colección Javier Sánchez Portas.

La Cofradía de Nuestra Señora de los Dolores solicitó también la autorización.

Sabemos que la Cofradía del Perdón pidió permiso para celebrar una junta directiva el Miércoles Santo en la iglesia de San Gregorio.

Todo fue inútil. En aquellas complicadas fechas estaba prohibida todo tipo de manifestación pública y el Ayuntamiento no se molestó en nombrar Caballero Cubierto Portaestandarte; ni tampoco la recién nacida Cofradía del Santo Sepulcro.

Sirvan estas notas para reflejar el clima de hostilidad en el que se desarrolló la Semana Santa durante la Segunda República. Los años treinta fueron convulsos para las cofradías.

El ambiente hostil y las tensiones políticas convirtieron las procesiones en un símbolo contra el anticlericalismo; y por extensión contra las nuevas corrientes políticas que la Iglesia había repudiado.

Caballería del Perdón frente a la iglesia de San Gregorio despues de la guerra. Antonio Ballester Vidal.

Antonio José Mazón Albarracín. (Ajomalba). Publicado en la revista Oleza. 2011.

Algunos apuntes sobre la Academia LOACES de Orihuela.

Introducción.

Colegio Santo Domingo de Orihuela.

Aprobada la Constitución Española en 1931, Manuel Azaña proclamó la famosa frase «España ha dejado de ser católica».

En el nuevo estado aconfesional, la educación pública, laica, mixta y obligatoria pretendía ser uno de los pilares de la reforma republicana.

El Colegio de Santo Domingo fue incautado y la Compañía de Jesús quedó oficialmente disuelta. Ya traté este tema en el capítulo cuarto de mi libro sobre la II República en Orihuela.

Pero la burguesía oriolana no estaba dispuesta a renunciar a la educación elitista y confesional de sus hijos.  

Alumnado de Santo Domingo con el Jesuita Andrés Carrió Bertrán.

II República. Primer bienio 1931-1933.

17 de Julio de 1932. La corporación municipal republicana.

En septiembre de 1931 tenemos constancia de que se trató de abrir una academia denominada Colegio Loaces, «sin perjuicio de las instituciones oficiales».  

En la sesión del consistorio republicano oriolano celebrada un mes después, el concejal Antonio Cubí solicitó información sobre la concesión a una nueva academia de carácter laico instalada en el local del antiguo juzgado.

Sesión Supletoria. 12 de noviembre de 1931: El Sr. Cubí, recordando que se acordó desalojar el local del Juzgado, ocupado por una academia; y al saber que hoy se ha instalado una nueva, aunque le parece bien por ser laica, pide conocer la forma en que se ha hecho la concesión.

A lo que el señor Presidente contesta que, aun cuando el convenio no se ha ultimado, desde luego que ha de ser a base de que conceda una beca por cada curso de bachillerato, para que el Ayuntamiento pueda concederlas a estudiantes pobres.

Archivo Municipal de Orihuela. Legado Justo García Soriano.

Podría ser la academia llamada «Colegio Loaces»; pero me surgen varias dudas: ¿se podía consider laica anunciando como director y prefecto de estudios a dos sacerdotes?

Isidro Albert Berenguer, licenciado en Ciencias Históricas, era profesor del seminario y capellán de las agustinas de Alicante; y José Andreu Rubio era un catedrático del Seminario que había dirigido con gran éxito una academia privada en la calle de San Cayetano.

Actualidad. 4 de octubre de 1928.

En la sesión supletoria del 7 de enero de 1932, de nuevo a pregunta del señor Cubí, el presidente informó de las becas ofrecidas por la academia cuando estuviese en funcionamiento.

Sesión Supletoria. 7 de enero de 1932: Significando así mismo, a preguntas de dicho señor (Cubí), que las becas ofrecidas por la Academia que se piensa instalar en el antiguo edificio del Juzgado, deben ser seis, cuya designación puede estudiarse aun cuando no haya empezado a funcionar.

En opinión de citado concejal, el número de becas debía corresponderse con el valor del alquiler del local cedido; y una semana después se quejaba de que el Ayuntamiento estuviese supeditado a intereses particulares.

Sesión Supletoria. 14 de enero de 1932: El señor Cubí pide se fije un plazo para que comience a funcionar la Academia cuya instalación se autorizó en el antiguo local del Juzgado…

Cubí pedía una fecha concreta para la puesta en marcha o que se utilizase el local del juzgado para una escuela municipal, ahorrándose así el dinero que estaban pagando de alquiler.  

Aquí me surge otra duda ¿Hablaban del Juzgado Municipal o del Juzgado Privativo de Aguas?

Desde 1892 hasta 1922 tengo localizada la sede del Juzgado de Aguas en el Edificio de la Caridad; celebrando sus reuniones en el «Salón de Aguas».

En enero de 1917 el Ayuntamiento nombró una comisión para hacer gestiones con el Juzgado Privativo de Aguas, con el fin de conseguir que pagase alquiler por el edificio de «La Caridad» o que vieran la manera de desalojarlos.

En 1922 el Juzgado Privativo de Aguas se trasladó a la Calle de Ruiz Capdepón número 5.

II República. Calle de Fermín Galán. Colección Javier Sánchez Portas.

Otra de las razones que alimentan esta duda es que, durante la Guerra Civil, en el antiguo edificio del Juzgado de Aguas se intentó ubicar una escuela graduada. Al menos eso dice la siguiente nota fechada en 1938 que lo sitúa en Fermín Galán, la actual Alfonso XIII, la misma calle en la que, como veremos, estaba la academia en 1934.

15 de febrero de 1938. Al maestro de obras Román Sánchez, para pago de jornales en las obras del grupo escolar, en el antiguo edificio del Juzgado de Aguas, en la calle de Fermín Galán, 201 pesetas. Archivo Municipal de Orihuela.

Expuestos todos estos datos para que cada uno saque sus propias conclusiones, paso a hablar de la Sociedad Anónima L. O. A. C. E. S.

II República. Segundo bienio 1933-1936.

Ayuntamiento y Plaza de la República. Colección Javier Sánchez Portas.

En septiembre de 1933, como respuesta a la prohibición de enseñanza a las órdenes religiosas se constituyó en Orihuela una sociedad cuyo propósito era dar continuidad a los estudios que, hasta entonces habían patrocinado los jesuitas.

La Ley de Congregaciones, aprobada en junio de ese mismo año, había dinamitado los cimientos del sistema educativo católico.

Escritura de constitución de la Sociedad Anónima LOACES. 1933. Archivo Celia Senén.

El 19 de septiembre de 1933, ante el notario Luis Maseres López, se creó la Sociedad Anónima llamada «La Oriolana Asociación Cultural Elemental Superior» (L. O. A. C. E. S.) nombre del fundador del Colegio de Santo Domingo de Orihuela.

La formaban: Indalecio Casinello López, abogado. Antonio Balaguer Ruiz. Abogado. Sebastián Penalva Fons. Farmacéutico. Eusebio Escolano Gonzalvo. Médico. José María Penalva Fons. Comerciante. Manuel Penalva Fons. Abogado.

Quedó constituida con un capital inicial de veinticinco mil pesetas, divididas en quinientas acciones preferentes al portador de veinticinco pesetas cada una, y ciento veinticinco ordinarias nominativas de cien pesetas.

La sociedad tenía su domicilio social en la calle de José María Sarget número cincuenta y tres. Y quedaría disuelta automáticamente en el transcurso de diez años salvo prórroga, acuerdo de la Junta General o quiebra.

Su objeto era crear, sostener, explotar y dirigir por cuenta propia o ajena establecimientos, obras o empresas de carácter docente y cultural, singularmente escuelas, colegios, internados, residencias de estudiantes, laboratorios, centros de aprendizaje o instituciones sociales y profesionales relacionadas con la enseñanza o de carácter post-escolar en cualquiera de sus grados sin excepción.

El Consejo de Administración, designado por los firmantes, quedó compuesto por Amancio Meseguer Manresa, José María Bofill Garriga y Carlos Díe Zechini.

La Asociación de Antiguos Alumnos de Santo Domingo y la Academia LOACES.

Antiguos alumnos de Santo Domingo en 1904.

Confiscada la sede social de la Asociación de Antiguos Alumnos del Colegio Santo Domingo, radicada en dicho colegio, y perdidos todos los documentos que guardaban en ella, sus miembros se reunieron en la academia Loaces y estrenaron un nuevo libro legalizado en 1934.

Libro de actas de la Asociación de Antiguos Alumnos del Colegio Santo Domingo de Orihuela. Donado por José María Penalva a la Biblioteca Pública Fernando de Loazes y Arcchivo Histórico.

He podido afirmar que la academia estaba en la calle Alfonso XIII (entonces Fermín Galán) por esta primera acta de la asociación donde aparece claramente mencionado.

Acta de la asamblea general celebrada en julio de 1934. Asociación de Antiguos Alumnos de Santo Domingo.

Asamblea general del 17 de julio de 1934. En la ciudad de Orihuela y en el local que ocupa actualmente la academia de «L.O.A.C.E.S.» sito donde estuvo la antigua «fonda España», previamente citados todos los señores que componen la Asociación de Antiguos Alumnos del colegio de Sto. Domingo se reunieron los que al margen se expresan.

Calle Alfonso XIII. A la derecha, la fonda o Gran Hotel España. Colección Javier Sánchez Portas

De esta asamblea general y de su localización en el «local de los Colegios Loaces» quedó constancia también en la prensa alicantina.

El Día. Diario de Alicante y su provincia. 19 de junio de 1934: ORIHUELA. Asamblea de los antiguos alumnos del colegio de Santo Domingo. El domingo último celebraron la Asamblea anual los ex-alumnos del Colegio de Santo Domingo.

La Asamblea estuvo concurridísima. Los actos dieron comienzo con una misa de Comunión que se celebró a las ocho de la mañana. Seguidamente en el local de los Colegios Loaces, tuvieron lugar las deliberaciones de la Asamblea.

Estas entrañaron un gran interés, pues se trató del proyecto de fomentar en cuanto sea posible la fundación del Obispo Loaces, dando a aquella escuela la misma orientación e implantando en ella el mismo régimen de enseñanza que tuvo el antiguo Colegio de Santo Domingo.

A este efecto se reformaron Estatutos y Reglamentos, dedicándose a la institución en proyecto todas las becas subvencionadas con los fondos de aquel Colegio.

Además, se fijará una cuota mixta de cinco pesetas obligatorias y otras cinco voluntarias para atenciones de la enseñanza. A todos estos fines se constituirá una Sociedad por todos los antiguos alumnos del Colegio de Orihuela. Cerró el acto un magnífico discurso del P. Isla, S. J., en el que explicó el espíritu y organización de la Compañía de Jesús…

El último punto de capital importancia de que la Asamblea se había de ocupar, era estudiar la manera de cooperar moral y materialmente al sostenimiento del Centro docente «L.O.A.C.E.S.», fundado por una Sociedad anónima cuyos miembros son casi todos antiguos alumnos del Colegio Sto. Domingo y que se propusieron al fundarlo conservar la sólida enseñanza y cristiana educación que daban los Padres en el Colegio.   

Siendo todos antiguos alumnos de Santo Domingo, la asamblea acogió con entusiasmo la proposición de apoyo al nuevo centro y determinó que el vicepresidente de la asociación de antiguos alumnos formase parte del consejo de administración de la sociedad anónima y el presidente de dicha sociedad se integrase en la junta directiva de la asociación.

En la siguiente reunión, celebrada en agosto de 1934, la junta directiva aprobó subvencionar el curso con mil pesetas; y acordó enviar una circular a todos los antiguos alumnos que tenían localizados para invitarles a inscribirse en la asociación y a comprar acciones de la sociedad, centro de cultura que intentaba ser «continuadora de nuestro querido Colegio Santo Domingo».

En otra reunión celebrada el 15 octubre del mismo año se aprobaron diversas ayudas para hijos de antiguos alumnos.

Eran becas para el «centro docente L.O.A.C.E.S.» y otras ayudas como la destinada al hijo de Amelia Ferrer, viuda de Luis Bueno, para libros y matrículas de su hijo Luis; que comenzaba sus estudios universitarios.

Esta subvención fue retirada al año siguiente por no haber aprobado el curso. Luis Bueno Ferrer fue un destacado falangista que falleció después de la guerra en la «División Azul».

En esa misma sesión se presentó la idea de que el centro tomase la denominación «Colegio Santo Domingo de Loaces»; y designaron al Jesuita Andrés Carrió Bertrán (asesinado en 1936), a Antonio Balaguer y a Sebastián Penalva para que realizasen gestiones acerca de la junta directiva de la sociedad anónima.

Reunidos de nuevo el 31 de marzo de 1935, acordaron dar a conocer los acuerdos de la junta en la tablilla de avisos del Colegio LOACES.

En la reunión del 7 de junio se preparó la fiesta anual conocida como «Día del Colegio». El programa incluía misa en la Trinidad, desayuno en el local de la Academia Loaces y comida en el Hotel Palace.

Palace Hotel Orihuela. Colección Javier Sánchez Portas.

La vinculación entre la academia y la asociación de antiguos alumnos de Santo Domingo se mantuvo hasta su clausura.

LOACES impartió estudios de primera y segunda enseñanza bajo la atenta vigilancia de los jesuitas durante el bienio conservador; o lo que es lo mismo, durante los cursos 1933/34 y 1934/35.

Presentadas las cuentas 1934/1935 la asociación había invertido casi dos mil pesetas en donativos y becas para LOACES.

En la última reunión antes de la guerra, celebrada en septiembre de 1935, se concedieron más becas para el nuevo curso.

La Junta Directiva hizo un detenido estudio de todas las solicitudes y acordó conceder para primeras letras pensión en la academia «Loaces» a los siguientes señores: D. Sabas García, D. Manuel Aguilera, D. Fco. Javier Soto, D. Jesús Soto, D. José Bueno y D. Joaquín Carrió. Para segunda enseñanza también pensión a los señores D. José Mª. García, D. José Martínez Ros, D. Rafael Martínez Ros, D. Manuel Bueno y D. José García López a quien también costeará la asociación los libros.

En 1936, utilizando sus propias palabras, «la insurrección marxista» les obligó a cerrar. De la incautación del local quedó constancia en la prensa alicantina.

El Día. Diario de Alicante y su provincia. 13 de agosto de 1936: Ha quedado constituida en esta capital bajo la Presidencia de señor Alcalde don Lorenzo Carbonell Santacruz, como Delegado del Excmo. Sr. Gobernador Civil, la Junta Provincial que establece el decreto de 27 de Julio próximo pasado, para emitir informe sobre la capacidad, condiciones y uso a que por estar dedicados a la enseñanza en 14 de Abril de 1931 y los que aún no dedicados a ella, se encontraban desocupados en la actualidad.

En la primera sección celebrada por dicha Junta, se dio cuenta de los edificios procedentes de Congregaciones religiosas y abandonados, que han sido incautados conforme al decreto citado, cuya relación en Orihuela es la siguiente: Colegio de la Congregación de Jesús y María.— Edificio de la Academia Loaces S. A.— Edificio del Patronato de la Joven Cristiana—Colegio Menor Eclesiástico de San Miguel— Seminario de San Miguel.

La Junta provincial después de un detenido estudio de los oportunos expedientes procede a emitir el correspondiente informe proponiendo que destinen para fines de enseñanza y de instituciones culturales a que hayan de dedicarse los edificios ocupados.

Colegio de la Congregación de Jesús y María de Orihuela. Incautado también. Colección Javier Sánchez Portas.

Inicios del franquismo 1939-1940.

Petición de reconocimiento oficial. Academia LOACES. 1940. Archivo Celia Senén.

Finalizada la contienda y restituido el Colegio de Santo Domingo, la asociación de antiguos alumnos volvió a su domicilio habitual y se desvinculó del proyecto LOACES.

La última vez que se menciona en el libro de actas es en la reunión del 4 de junio de 1939, para justificar los gastos de 1935. Tan solo un apunte de 1324 pesetas empleadas en «pensiones a L.O.A.C.E.S».

La academia trató de subsistir; no solo por el deseo desinteresado de los que la fundaron sin ánimo de lucro; también por la generosa aportación económica que ofrecía la Caja de Ahorros y Socorros de Nuestra Señora de Monserrate para su funcionamiento.

Para ser aprobados por el nuevo régimen, en mayo de 1940 se confeccionó un detallado expediente que incluía treinta y seis documentos.

1.—Instancia del farmacéutico Sebastián Penalva Fons, presidente de la sociedad LOACES, solicitando la aplicación de la Base XV de la ley de septiembre de 1938. Por la que se permitía a toda persona individual o colectiva de nacionalidad española, crear Establecimientos Privados de Segunda Enseñanza.

Pinchando la imagen acceso a ley completa.

2.— Instancia de los organismos y autoridades locales al Ministro de Educación Nacional.

Caja de Ahorros y Socorro de Ntra. Sra. de Monserrate, Federación Católico Agraria, Alcaldía de Orihuela y Colegio Santo Domingo de la Compañía de Jesús.

Contaban con el apoyo de las autoridades y organizaciones locales: Ayuntamiento, Federación Católico Agraria de Cajas de Ahorro, Colegio de los padres jesuitas de Santo Domingo, Sindicato Español Universitario…

3.— Instancia de la Jefatura Local del Sindicato Español Universitario apoyando las anteriores.

4.— Estatutos de la S. A. LOACES.

Estatutos de la Sociedad Anónima LOACES. Archivo Celia Senén.

5.— Reglamento de régimen interior de LOACES.

6.— Certificado del aparejador de obras y planos del edificio. Emitido por Ignacio Sánchez Ballesta, el 20 de mayo de 1940, no consta la dirección.

La sociedad disponía de un edificio de tres plantas cuya dirección exacta no aparece en ningún documento.

Planos Academia LOACES. Archivo Celia Senén.

Ignacio Sánchez Ballesta, Aparejador Titular de Obras por la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid. CERTIFICO: que por disposición del Sr. Director de la Academia LOACES de esta ciudad, he procedido al reconocimiento y levantamiento de planos del edificio donde se encuentra instalada.

En el reconocimiento practicado he observado que los departamentos destinados a aulas, son capaces para el fin que se les destina, con buena altura de techos y ventilación. Dispone de un gran patio para recreos.Todo ello se encuentra en buenas condiciones de solidez y seguridad.

Situada de forma inconcreta en el Paseo, me surgieron dudas con la nueva ubicación. Por la singularidad de su planta, Javier Sánchez Portas la situó al final de la Carretería, en la Calle de Ruiz Capdepón. En la que fue la casa de Rufino Gea y la redacción de su periódico a finales del XIX.

Calle de Ruiz CapdepónColección Javier Sánchez Portas.

7.—Certificado Sanitario.

El certificado médico, emitido por Joaquín Santonja Silvestre, Subdelegado de Medicina del Distrito y Doctor en Medicina, solo menciona que estaba situada en el Paseo.

Certifico: Que reconocido el edificio destinado a ACADEMIA LOACES, para segunda enseñanza en esta población situada en el paseo, reúne las debidas condiciones higiénicas de cubicación, ventilación e iluminación para el fin a que se destina… 

8.—Relación de libros de texto.

Libros de texto aprobados por el Ministerio de Educación Nacional.

Lengua Española y Literatura. José Rogerio Sánchez = Lengua Española y Literatura. Narciso Alonso Cortés. = Gramática Histórica. Jaime Oliver Asín. = Latín. V. García de Diego. = Lengua Francesa. Tarsicio Seco y Marcos. = Gramática de la Lengua Inglesa. Ignacio González Cobos.

Geología. R. Ibarra y A. Cabetas. = Geografía e Historia. Antonio Bermejo de la Rica.

Matemáticas. Benigno Baratech Montes. = Nociones de Análisis Infinitesimal y Geometría Analítica. José Oñate Guillén. = Los Números Reales. Trigonometría y Números Complejos. José Oñate Guillén.

Física y Química. E. Romero Alcañiz. = Física y Química. P. Román y F. Lomana S. J. = Ciencias Físico Naturales. R. Ibarra y A. Cabetas. = Historia Natural. Salustio Alvarado. = Historia Natural. R. Ibarra y A. Cabetas.

Principios de Técnica Agrícola. R. Ibarra y A. Cabetas. = Principios de Técnica Agrícola. Soroa y Silván.

Psicología, Lógica y Ética. Calixto Terrés Garrido.

Historia de la Iglesia y Liturgia. Fray Justo Pérez de Urbel, O. S. B. y Ángeles Labrador Barrio. = Cultura Religiosa I. El Dogma, Cultura Religiosa II. La Moral, Cultura Religiosa III. La Vida Sobrenatural, y Apologética Elemental, todos del Padre jesuita Valentín Incio García.

9.—Relación de material de enseñanza.

Geografía: Quince mapas físicos, siete políticos, una colección de mapas de todas las provincias españolas, y un mapa mural de España de tres por seis metros.

Historia: una docena de mapas de prehistoria, historia antigua y moderna. Diez grabados y varias colecciones de historia del arte y dos mapas del sistema métrico.

Física: decenas de aparatos de medición (microscopios, esferómetros, dinamómetros, higrómetro, barógrafo, barómetros, termómetros…), pilas, tubos, balanzas, tornos, poleas, alambiques, estufas, tornillos, cintas métricas, reglas, escuadras, cartabones, etc.

Química: Probetas, campanas de cristal, mecheros bunsen, varillas, morteros, embudos, tubos de ensayo, cristalizadores, decantadores, frascos y diversos accesorios. Además de medio centenar de productos químicos reactivos.

Útiles de laboratorio en los años treinta del siglo pasado.

Ciencias Naturales: láminas murales del cuerpo humano, el hombre elástico, un esqueleto; y modelos para explicar el oído, el ojo, el corazón y el cerebro.

Zoología: Vitrinas con aves, mamíferos, peces y reptiles; frascos con peces y réptiles en alcohol; esqueletos de mamíferos, cajas de Entomología, esponjas, pólipos, corales, madréporas; una colección de moluscos procedentes de Filipinas y láminas de microbios.

Botánica: Láminas murales para explicar la morfología y biología de las plantas, colección de Citología y colección para explicar la floración y el fruto.

Agricultura: arados, trilladoras, prensas, frascos con semillas, colección de distitas clases de maderas y láminas para explicar terrenos, cultivos, etc.

Geología: Dos colecciones de cristalografía en madera y en alambre. Láminas de Geología y Paleontología. Una colección de minerales en vitrinas. Varias colecciones para explicar el sistema métrico decimal, para medidas de longitud y capacidad.

Para completar el material pedagógico, ciento cincuenta mesitas individuales, sillas, instalación eléctrica y servicios higiénicos y sanitarios.

10.—Cuadro de profesores y distribución del tiempo.

Horario de clases. Archivo Celia Senén.

11.—Certificado de que dichos profesores no estuvieran inhabilitados.

12.—Cuadro de profesores.

Ángel García Rogel, médico, que impartiría seis horas de Educación Física y premilitar, de ocho a nueve de la mañana.

Sebastián Penalva, farmacéutico, seis horas de Física y Química.

Eusebio Escolano, médico, seis horas de Fisiología y Ciencias Naturales.

José María Payá Tomás, farmacéutico, doce horas de Física y Química y Ciencias Naturales.

Mariano Cremades Olmos, abogado, tres horas semanales de Geografía.

Jorge Rubio González, abogado, doce horas de Historia Universal y de España.

Tomás Sánchez Pastor, licenciado en Ciencias, nueve horas de Matemáticas.

Manuel Mira Pastor, licenciado en Ciencias, nueve horas de Matemáticas.

Ignacio Sánchez Ballesta, teniente de intendencia retirado y aparejador, seis horas de Matemáticas.

Fernando Fenoll Giménez, pintor y escultor, tres horas de Dibujo y Modelado.

Vicente Segarra Roca, jesuita, doce horas de Religión.

Ramón Garriga Amat, presbítero, nueve horas de Latín.

Anatolio Rapado Trillo, tres horas de Latín.

Inocenta González Palencia, Licenciada en Filosofía y Letras y del Cuerpo de Archiveros y Bibliotecarios, nueve horas de Lengua y Literatura Española.

Severiano Balaguer Ruiz, abogado, doce horas semanales de Lengua y Literatura Española.

Y José Rodríguez de Vera, profesor de Inglés y Francés, doce horas de Idiomas.

13.— Nombramiento del profesor de Religión.

14 a 29.— Declaraciones juradas de todos los profesores.

30.—Designación y aceptación del cargo de Director técnico.

31 a 36.— Títulos de licenciados y certificados de depuración sin sanción de doña Inocenta González Palencia, Tomás Sánchez Pastor y Manuel Mira Pastor.

El proceso de selección o depuración de los enseñantes fue exhaustivo. El franquismo culpó a los maestros por haber inoculado a sus alumnos el marxismo y las ideas republicanas. 

Dejo aquí esta investigación sobre la desconocida Academia Loaces. No he conseguido saber cuánto tiempo estuvo abierta. Cualquier novedad que encuentre será inmeditamente incluida.

Antonio José Mazón Albarracín. (Ajomalba).

Mi agradecimiento a Celia Senén, Javier Sánchez Portas, Jesús García Molina y José María Penalva.

El barrio y la ermita de San Antonio Abad.

Apuntes para la historia del barrio de San Antón.

«San Sebastián fue francés
y San Roque peregrino,
y lo que tiene a los pies
San Antón es un cochino.»

En 1925, Julio López Maymon, deán de Cartagena en Murcia, publicó en prensa tres artículos dedicados al popular barrio de San Antón. La serie, subtitulada «rebusco tripartito», comenzaba así:

«Hace ya unos doscientos cincuenta años que Orihuela viene dedicando solemnidades religiosas y profanas a San Antonio Abad, austero cenobita que, con inspiración vigorosa, llevó a un memorable lienzo, el pincel ungido del maestro J. de Patinir.»

Empezando por la citada obra de Patinir, a lo largo del artículo encontraréis otras de la colección del Museo del Prado inspiradas en San Antonio Abad. Pinchando sobre cualquiera de ellas se accede a los cuadros con todo lujo de información y detalles.

 Las tentaciones de San Antonio Abad
Joachim Patinir. 1520-1524.
Enlace Museo del Prado.

¡Cuadro lleno de luz y de pintoresco interés, que en las almas oriolanas despierta aquella alborada risueña de la infancia! «El 17 de enero es el día consagrado por la tradición para que la Ciudad, jubilosa y piadosa a un tiempo mismo, afirme sus festivales en el agreste paraje solitario en el resto del año, de San Antón».

Si os parece, vamos a dar un repaso al proceso histórico que dio lugar a su formación.

La Partida de las Fuentes

Vista aérea de San Antón

En la segunda mitad del siglo XVI,  más allá de la flamante puerta de Callosa, se estaba gestando lentamente una especie de nuevo arrabal “fora del Portal, damunt lo cami que va a la Font Cuberta de ves la penya del castell”.

En «la lladera de la serra de Oriolet» creció tímidamente a base de nuevas viviendas emplazadas a lo largo del camino real que daba acceso a Orihuela a través de la “Font Cuberta”, un paraje singular dotado de varias fuentes particulares y un conjunto de «fons de la ciutat al peu de la serra del castell».

Palmeras d´Oriola (1890)
Ralph Püttner.
En Revista Ilustración Catalana. 

La proximidad de los predicadores y la posibilidad de utilizar el agua de la sierra para regar y llenar las «balsas de cocer linos y cáñamo», atrajo a determinados pobladores con ciertas necesidades profesionales. Esta circunstancia comenzó a forjar una identidad propia marcada principalmente por el espacio físico.

El denominado azarbe de las Fuentes conducía las aguas residuales de dichas fuentes al Segura desde tiempo inmemorial. Hasta que los regantes consiguieron que se mudase el desagüe por un nuevo cauce que las llevaba al azarbe de Abanilla.

La obra, mal ejecutada, acabó en un fiasco de agua empantanada, un peligroso almarjal que obligó a prohibir temporalmente el uso de las balsas de cocer linos y cáñamos.

El palmeral anegado.
Foto Ajomalba

La reapertura del azarbe con las balsas clausuradas provocó el abandono de las tareas de limpieza y conservación; las famosas mondas. El almarjal tardó poco en extenderse de nuevo por la toda zona hasta convertirse en un «entorno pernicioso para la salud humana».

La cosa se puso todavía más fea en 1642, cuando fallecieron media docena de dominicos del vecino Colegio de Predicadores. Estudiado el problema, los expertos lo achacaron a las avenidas de la rambla de Benferri, agravadas por el abandono de las mondas del mencionado azarbe de las Fuentes durante varios años.

Sin actividad laboral, los propietarios preferían perder sus tierras, antes que hacerse cargo de una limpieza que resultaba más cara que hacer un cauce nuevo. Sin otra alternativa, el Consell se hizo cargo de la obra amparado en el beneficio público. Pero aquello solo fue un parche temporal. Durante la mortífera peste de 1648 la ciudad volvió a intervenir en la zona como medida profiláctica, desecando todos los almarjales.

Dos años después, un nuevo cauce de una media legua, abocaba las aguas de nuevo en el río. Las balsas volvieron a funcionar y, en 1651, se dictaron los estatutos ordenando que las mondas del nuevo azarbe se iniciasen todos los años a primeros de agosto.

Era sólo era una victoria temporal. La salubridad de la zona llevó a la ciudad de cabeza durante siglos.  Si os interesa el tema, tratado puntualmente por Ojeda Nieto, David Bernabé Gil tiene un excelente trabajo monográfico sobre los almarjales que os dejo en la bibliografía.

Azarbe de las Fuentes.

La segunda mitad del siglo XVII fue crucial para la consolidación y desarrollo del nuevo barrio. Se cumplía un siglo desde que los dominicos se apropiaron de parte del camino real, sellando el Ravalete.

Con las aguas encauzadas mejoró notablemente la salubridad del paraje; y los nuevos aires del palmeral animaron al Cabildo de la Catedral para comprar una finca de recreo al pie de la sierra.

El Cabildo y la ermita de San Antonio Abad.

San Antonio Abad en un paisaje.
Fray Juan Bautista Maino. 1612-1614.
Enlace Museo del Prado.

Montesinos afirma que en el siglo XVI ya había en esos terrenos una ermita dedicada a San Antonio Abad; cuando Orihuela pertenecía a la diócesis de Cartagena. Y que desapareció dos años antes de conseguir el Obispado. López Maymón, que tuvo la posibilidad de «rebuscar» en el archivo diocesano, no menciona esa primitiva fundación; pero dice lo siguiente:

«Desde remota antigüedad poseía el Cabildo Catedral por haberse desamortizado, el perímetro del terreno comprendido entre el Monte Oriolet y el Castillo. Aunque la fecha se ignora, se sabe fijamente, que en el término apuntado camino en arriba, partido de las Fuentes se edificó una casa; que andando el tiempo, y como veremos vino en ruinas, que han desaparecido sin que quede de ellas más vestigios que las notas escritas…»

Siguiendo con las notas del deán, en agosto de 1657, los canónigos compraron a Luis García Espejo, dos balsas con una casa y fuentes de agua viva; con sus tendedores y tierras incultas. La parcela estaba situada entre el monte Oriolet y el Castillo, en el camino en arriba, partido de las Fuentes. El notario fue Francisco Muñoz (1643-1674); y el precio fue de 300 libras.

En junio de 1660 decidieron aliñar la casa adquirida y buscar un inquilino dispuesto a habitarla, aunque fuese de balde. Pero era muy mal momento. La crisis demográfica producida por la peste había dejado demasiados solares libres en el casco urbano para fijarse en aquel paraje solitario. Alejado de la ciudad y rodeado de balsas para cocer el cáñamo, el barrio seguía sin ser especialmente atractivo.

En tiempos difíciles, de epidemias y plagas, la protección de un santo era fundamental para la mentalidad de la época. Si las enfermedades eran consideradas como castigos divinos; resultaba razonable buscar un intercesor cualificado; un santo taumaturgo de reconocido prestigio profiláctico. Por otro lado y como ya hemos dicho muchas veces, la erección de un edificio religioso aportaba prestigio y seguridad a la zona.

El 15 de enero del año de 1665, siendo obispo de Orihuela (1660-1665), el dominico Fray Acacio March de Velasco, el Cabildo de la Catedral dio licencia y permiso a Ginés Sánchez, alpargatero y a otros devotos, para edificar una Ermita en honor a Antonio Abad, santo eremita, taumaturgo y sanador; la advocación oportuna para el barrio.

San Antonio Abad y San Pablo.
Diego de Velázquez.
Enlace Museo del Prado.

En este caso Montesinos coincide con el deán. Además da los nombres de los primeros mayordomos, encargados de levantar el edificio:

«Ginés Sanches, Espardañer; Jayme Basques, ¿Algecer?; Juan Montesinos, Labrador; Juan Pérez, ¿Calero?; y Marcos Pérez, Labrador; todos vecinos de la presente Ciudad de Orihuela.»

A los canónigos les pareció bien la propuesta; y para tal menester les cedieron la casa y solar que tenían hacia el camino de arriba.

“Sin que sea visto con esto hacer daño en los extendedores de los “brinos” (fibras) de las balsas, ni en la casa y picaderos, aunque sea con los árboles que allí planten, y reservándose el Cabildo, la superintendencia, patronato y demás derechos que le compiten por ser dentro del término de la Parroquia”.

Ermita de San Antón.

Ginés y compañía hicieron acto de obligación y reconocimiento, quedando la ermita superditada a la parroquia del Salvador. El 24 de mayo les concedieron permiso para postular limosnas. Las cantidades recogidas, destinadas a edificar la ermita, estaban controladas por el Racionero Sr. Roca.

Tenemos una nota de 1667, localizada por Ojeda Nieto, en la que Alonso Cebrían carretero de bueyes y Miguel Palomares, ambos de Oriola se comprometían a entregar a Ginés Sánchez, alpargatero, 150 carretadas de piedra para edificar la ermita de San Antonio Abad, que tiene a su cargo en la partida de las fuentes.

“Alonso Sebrian, carreter de bous y Miquel Palomares, de Oriola. Prometen y se obliguen donar y entregar a Gines Sanches espardener … e al que tendrá a carrech el fer y edificar la hermita del Sr. Sant Antoni Abat, que esta al pnt fabricant prop les fonts de la pnt Çiutat -150- carretades de pedra pera la dita fabrica de dita hermita.”

San Antonio Abad
Francisco Rizi, 1665.
Enlace Museo del Prado.

López Maymón sólo afirma que la primera misa del día de San Antonio Abad se cantó en enero de 1671. Montesinos acota la construcción entre los años 1666 y 1668; y la bendición el 15 de enero de ese mismo año. Según este cronista, la cosa fue más o menos así:

«Concluyeron la aseada, hermosa aunque mediana Hermita en 12 de Enero del año 1668, la cual bien adornada fue bendecida en 15 de los mismos por el Sr. Dr. D. Bartholome Fernandez, Cura de la Santa Iglesia Catedral con asistencia de muchos fieles devotos; a la noche siguiente, Víspera del Glorioso San Antonio, se iluminó toda la Hermita exterior e interior, hasta los vecinos árboles se colgaron de bombas (…) a la tarde hubo fiesta, Carrera de caballos, y a la noche iluminación y salidas de Fuegos artificiales. Fue nombrado Capellán por el Muy Ilustre Cabildo, para la custodia de esta Hermita D. Miguel Ruiz…»

Bendecida año arriba, año abajo, la obra no estaba ni mucho menos acabada. Además, al tiempo que la ermita, fabricaron junto a ella una vivienda para el ermitaño (o reformaron la vieja casa que venía en las escrituras). Llamado también santero, su tarea consistía en recoger las limosnas y dirigir las cuadrillas de mozos que, por Navidad, postulaban con el estandarte del santo por la ciudad, el campo y la huerta.

Otro dato que aporta Montesinos y omite López Maymón, es la solicitud del gremio de alpargateros, guiteros (cordeleros) y paleros, que tenían sede en el convento de la Trinidad, para hacerse cargo del cuidado del culto de la ermita y de la celebración de la fiesta. La nota la reprodujo «El Social», en enero de 1909:

«En 1671, el gremio de alpargateros, guiteros y paleros se estableció en la capilla de San Antonio Abad, con la obligación de celebrar la fiesta anual el 17 de Enero. De esta fecha data la celebración de la tradicional romería que tiene lugar todos los años el día del Santo, o el domingo inmediato, en las cercanías de la ermita de San Antón».

Ermita de San Antón.
José Antonio Ruiz Peñalver.

Siguiendo con las notas del deán, la construcción de casa y ermita se mantuvo muchos años. En 1682 se autorizó al Sacriste López Escobar para vender un cáliz a un platero; invirtiendo el producto en las obras de la ermita. El 4 de enero de 1683 destinaron a la obra otras 15 libras procedentes de las ventas de unas crismeras y un cáliz con pie de bronce (las crismeras las compró el obispo).

La ermita del «glorioso senct Antoni Abad», culminada a finales del XVII, creó la conciencia de barrio y le procuró el nombre que hoy conocemos: Barrio de San Antonio Abad; o sencillamente, San Antón.

Al ser considerada como capilla de la Iglesia Catedral, sin perjuicio de la jurisdicción ordinaria, el Cabildo quedó al cuidado de que no faltase el culto al Santo; nombrando los ministros necesarios para controlar la actuación de los mayordomos y del santero, encargado del mantenimiento y administración del edificio.

A principios del siglo XVIII ya se predicaba en la ermita con la solemnidad adecuada; y los obispos de Orihuela, antes de hacer su entrada oficial en la ciudad, descansaban en la casa anexa a la ermita. Montesinos documenta esta costumbre ya en el siglo XVII:

«Cabildo, 4 de noviembre de 1666. Decreverunt: Que los gastos que estarán así en los coches, lo que se dona a los cocheros, como lo que será menester para adornar la casa de las Fonts y fer el altar en la Portanova pera el día de la Entrada del Señor Bisbe, lo pague la Mayordomía.»

Ermita de San Antón. Francisco Luis Galiano Moreno.

La fecha se corresponde con la llegada del obispo José Berges (1666-1678), el sucesor del que había autorizado la fundación de la ermita. López Maymón, contando cómo el Cabildo designaba a los suyos para recibir al nuevo obispo en la casa de San Antón, ofrece un listado de los canónigos receptores con su correspondiente prelado. Su lista empieza en el año 1714:

«En 9 de Agosto de 1714, los canónigos Ruiz y Villafranca para el obispo don José de Espejo y Cisneros; en 28 de Febrero de 1718, al mencionado Ruiz para el Obispo Rodríguez de Castelblanco; en 7 de Julio de 1738, al sacrista Ordoñez Villaquirant (futuro marqués de Arneva) para el Obispo Gómez de Terán; en 19 Abril de 1761, a Monecal para el Obispo don Pedro Albornoz y Tapia; en 14 de Septiembre de 1767, a Santa Cruz y Vélez para el Obispo don José Tormo; en 22 de Marzo 1792, al canónigo Balaguer para el Obispo Despuig Dameto; y así sucesivamente hasta nuestros días».

Ermita y casa de San Antón.
José Antonio Ruiz Peñalver.

Crónica del nuevo obispo en San Antón.

En este apartado me limitaré a transcribir la crónica de la llegada de Ramón Plaza Blanco, publicada en «El obrero» el 18 de noviembre de 1913. Ilustrándola con fotografías de prelados posteriores.

«Por la tarde, por el camino que conduce a la ermita de San Antón se hace difícil el paso; pues la aglomeración de gente es enorme y el número de almas incalculable».

Obispo Goldáraz en San Antón
Antonio Ballester Vidal

«A las tres y media llegó el Ilustrísimo Sr. obispo a la citada ermita en automóvil, acompañado por varios canónigos de la Catedral. Le recibieron el Ayuntamiento y otros canónigos, encargándose de darle la bienvenida el magistral de la Catedral, quien con párrafos elocuentes, elogió la conducta del nuevo prelado. En la ermita recibió a algunas personas.»

Obispo Barrachina en San Antón
Antonio Ballester Vidal

«A las tres y cincuenta minutos se dispuso que partiera la comitiva para Orihuela y al salir el Sr. obispo por la puerta de la casa del cura de la ermita, el fotógrafo rogó a S.I. que se detuviera un poco, para hacer funcionar su aparato».

Obispo Barrachina en San Antón
Antonio Ballester Vidal

«Acto seguido se organizó el cortejo en esta forma: Rompía la marcha la banda municipal de esta Ciudad, detrás los cuatros maceros del Ayuntamiento, de gala y montados a caballos; seguidamente, el Iltmo. Señor Obispo montado en una mula, dándole escolta montados a caballo los concejales de este Ayuntamiento

Obispo Goldáraz en San Antón
Antonio Ballester Vidal

«Detrás en carruaje, el diputado por este distrito, Sr Ruiz Valarino, el Alcalde accidental y varios Concejales en carruaje; y una multitud enorme de gente que aclamaba al nuevo prelado; a lo cual contestaba el obispo con bendiciones.»

Obispo Goldáraz en San Antón
Antonio Ballester Vidal

San Antonio Abad y los antonianos.

Dice el deán que, en enero de 1728, surgieron las primeras pendencias y discusiones entre los mayordomos de San Antón; y que el Cabildo designó al canónigo Juan Timor (el que tiene la calle frente a la plaza de la Anunciación) para que pusiera orden; siendo este el primer nombramiento oficial de un canónigo con carácter de comisario.

San Antonio Abad.
Luis Tristán, siglo XVII.
Enlace Museo del Prado.

En 8 de marzo del año del Señor de 1734, el canónigo Maestre leyó al Cabildo un memorial del Abad del convento de San Antonio Abad de Valencia, solicitando permiso para fundar una cocina de su orden en la ermita de San Antón de Orihuela.

La orden de San Antonio Abad, instalada extramuros de la ciudad desde el siglo XIV, era muy popular entre los valencianos. Su condición de hospitalarios los hacía óptimos para regentar un establecimiento en el camino de Orihuela; cuidando al mismo tiempo de la ermita. Pero si hacemos caso a Montesinos, el Cabildo se resistió cuanto pudo a la ocupación.

«8 de Enero de 1735; Decreverunt: Que cometan a los Señores Chambre y Arcediano, y que vean cómo componer el que los Religiosos de San Antonio Abad, no se entrometan ni ocupen la Hermita de esta Ciudad.»

Añade el famoso cronista, que los padres de Valencia tuvieron que entrar en litigio y que el obispo, amante de la paz y opuesto a pleitos, les amparó en la posesión de la ermita. López Maymón zanja el tema de la forma más sencilla, afirmando que el Cabildo consultó con el obispo José Flores Osorio (1728-1738), y la respuesta fue favorable.

Sea como fuere, en 1736, los Padres Antonianos de Valencia montaron uno de sus establecimientos en la casa contigua a la ermita, a cosa de medio cuarto de legua de Oriola, en las faldas del monte Oriolet. Joseph Montesinos les dedica un capítulo que «refiere en él la ilustre fundación del Heremitorio Hospicio de San Antonio Abad, de Religiosos Hospitalarios del Fuego-Sacro, que magestuoso resplandecía extramuros de Orihuela.»

Armas de los padres de San Antonio Abad. Compendio Histórico Oriolano Tomo 7 cap. 1.
Joseph Montesinos.

El citado capítulo es muy extenso; pero como es habitual en Montesinos, hay que escarbar mucha paja para obtener algún dato sustancioso. Por desgracia, y a decir de López Maymón, hay poca información documental de su estancia en Orihuela.

La Orden de los Hermanos Hospitalarios de San Antonio, también conocidos como Antonianos, se fundó en la Edad Media para cuidar a los que sufrían el llamado “fuego sacro”.

Las tentaciones de San Antonio Abad.
El Bosco. 1510 – 1515. 
Enlace Museo del Prado.

El también llamado “fuego de San Antonio” producía fiebres muy altas, alucinaciones, epilepsia y necrosis de las extremidades. Esta enfermedad solía atacar a los pobres que comían pan elaborado con harina de centeno almacenado en malas condiciones y contaminado con un hongo llamado cornezuelo. Los síntomas se asociaron a las alucinaciones que sufrió el santo cuando era tentado por el demonio en el desierto.

San Antonio Abad se representa habitualmente como un anciano barbudo con un cerdo a los pies. El significado del animal que le acompaña se ha tergiversado con el paso del tiempo. Considerado animal impuro por las tres religiones monoteístas, un cerdo a los pies del santo representaba su triunfo sobre la impureza y sobre la carne.

Indultado por los cristianos, el cerdo terminó siendo el animal que se mataba públicamente en una sangrienta fiesta a la que se invitaba a todos los vecinos para demostrarles (a ellos y al inquisidor de turno) que en la familia no habían moros ni judíos.

San Antonio Abad.
Joan Reixach, 1450-1460.
Enlace Museo del Prado.

Pero no cambiemos de tema. Fundada la orden de los Antonianos, la Tau, el cerdo, los Evangelios, el fuego y las campanillas quedaron fijados como símbolos de Antonio Abad, el santo sanador y protector del ganado.

Instalados en el camino de Santiago, la hermandad hospitalaria ganó fama entre los enfermos del «fuego sacro o de San Antón», que acudían en peregrinación obteniendo gran porcentaje de curas.

Exceptuando los casos graves, en los que los antonianos amputaban los miembros necrosados, la explicación del prodigio es bastante sencilla: después de la larga caminata depuradora sin probar harina contaminada, el enfermo peregrino recibía una alimentación sana, buen pan, vino y alguna carne de cerdo. Caminata de vuelta y a casa como una rosa.

Ruinas del Monasterio de San Antonio Abad. Castrojeriz. Ruta Jacobea.

Según López Maymón, no hay constancia de la fecha exacta de su llegada a Orihuela; pero a principios de 1737 el cabildo certificó tener ocupada la ermita y su territorio por la comunidad religiosa de frailes legos o ermitaños de San Antonio Abad. Y en octubre de ese mismo año se concretó la escritura con el abad de Valencia.

Montesinos es más preciso, situando la llegada el 7 de diciembre de 1736. En dicho día, llegaron de Valencia tres frailes ejemplares de conocido celo y virtud religiosa, tomando posesión del eremitorio y hospicio con las advocaciones de San Antonio Abad y Santa Bárbara, Virgen y Mártir (no sé si tendrá relación con la vecina fábrica de tratamiento de salitre para la obtención de pólvora).

A esta reducida plantilla se unieron tres religiosos legos y un cura encargado de confesar y predicar. Instalados los antonianos en su nuevo hospicio, ampliaron la obra. He hecho un resumen con la larga descripción de Montesinos, excluyendo la iglesia con todas sus alhajas y ornamentos.

Tentaciones de San Antonio Abad.
David Teniers, 1647. 

Enlace Museo del Prado.

El eremitorio y hospicio de San Antonio Abad, estaba en el Paseo de las Alamedas de San Antón; o de la fuentes blandas, «llamadas así por la benignidad de sus pocas aguas frías en verano, y calientes en el invierno, en tanto grado, que arrojan de sí humo espeso”. Alrededor de la ermita sólo habían plantaciones, el salitre antes mencionado y las pocas casas que llamaban el Nuevo Barrio de San Antón.

Para acceder a la ermita se subía a una plazuela de sesenta y ocho palmos, a través de doce escalones de piedra negra jabalina. En dicha plazuela, adornada con palmeras, se encontraba el Hospicio a la izquierda y la Iglesia a la derecha, en su mismo piso. Y se subía a la portería por seis escalones de piedra negra.

Tau en la ermita de San Antón.
Manuel Rodríguez.

Todo el frontis exterior era muy blanco y hermoso, con un primoroso «relax de Sol». La portería era aseada, con sus poyos y dos magníficos aljibes que, una vez llenos, podían abastecer la casa por dos años. Contaban con sala de profundis, refectorio, cocina, despensa, balcón de hierro, alcobas, salas de estudio, granero y bodega.  Más un parador con cuadras, caballerizas, gallinero, palomar, cochineras y conejeras.

El deán solo añade que las relaciones entre frailes y canónigos fueron cordiales y que en abril de 1752, el superior se llamaba Fray José Berenguer, personaje dibujado por Montesinos en su obra.

Ermita de San Antón Orihuela.
Manuel Rodríguez.

Entre las limosnas en especie que buscaban la protección del santo, una de las más rentables para los antonianos eran los cerditos. Donados por los fieles, les cortaban el rabo, las orejas, y les colgaban una campanilla al cuello para ser fácilmente identificados. Convertidos de esta guisa en «cerdos de San Antón», los soltaban para que la Providencia (léase los sufridos vecinos) se encargase de su alimentación.

Una vez engordados podían venderlos, sacrificarlos para obtener la carne, o la opción más rentable: sortearlos el día de la fiesta.

Para el comedido Montesinos, muy respetuoso en el tratamiento a los religiosos, los frailes valencianos abusaban de la buena fe de los vecinos de San Antón, recaudando muchas limosnas en el barrio oriolano que acababan en las arcas de «la casa grande de San Antonio», en Valencia.

«Se sorteaba a las seis de la tarde un “serdo gordo y grande”, del valor de unos 25 o 30 pesos; del que sacarían sobre 200 (…) Los cerdos que ellos llamaban de San Antón, llevaban cortadas las orejas y el rabo por divisa; en esto tenían una ganancia soberbia, pues los criaban sin costarles un maravedí, a costa de los innumerables daños que causaban en las haciendas de los vecinos; y porque eran de los frailes, habían de callar. Lo cierto es que era una de las mayores estafas que se han visto en estos tiempos.»

Dibujo de Joseph Montesinos.

Siendo obispo Joseph Tormo, tras casi medio siglo en Orihuela, los antonianos dejaron la ermita y la casa de San Antón. Su orden quedó extinguida por bula papal de Pío VI, el 24 de agosto de 1787, a instancias del rey Carlos III.

«Deberán reunirse en pocas casas los Sacerdotes en forma de Comunidad bajo la autoridad del Ordinario con la facultad de hacer tránsito a otra Orden el que quisiere, quedando los Legos en plena libertad de tomar el estado conveniente; acudiendo a dichos religiosos en estas comunidades reunidas con el vestido, sustento y demás necesario, cumpliendo los Sacerdotes las cargas de las fundaciones mientras permanecen en las casas como sacerdotes seculares, sin otra insignias externa de su Orden…»

El establecimiento volvió a manos del Cabildo; y el santero o ermitaño, a la casa contigua. Como recuerdo, quedó el curioso sistema de financiación de los antonianos, antecedente de la famosa rifa que, según López Maymón, se viene celebrando en beneficio de la ermita desde 1840 hasta hoy.

A principios de 1792, ya de vuelta a su función de simple ermita, el Cabildo detectó algunas deficiencias en la administración de las limosnas por parte del santero; y creó el nuevo oficio de superintendente; un canónigo elegido para inspeccionar, administrar y cuidar todo lo referente a la ermita de San Antonio Abad.

Ermita de San Antón. Orihuela
Fotografía Francisco Luis Galiano Moreno

El propio Cabildo se preocupó de mantenerla con decencia, costeando algunas reparaciones; como la que tuvo lugar en 1793 por importe de 46 libras y 4 sueldos. También se encargaron de que a los vecinos no les faltase la misa todos los domingos y días festivos.

La última noticia aportada por el deán referente al siglo XVIII es el nombramiento del capellán de la ermita en 1797: el religioso Fray Vicente Sancho.

El fuerte de San Fernando y la Q.B.

Plano de Orihuela, 1811.
Ampliación Batería de San Fernando.

En los diferentes planos confeccionados durante la Guerra de la Independencia a principios del siglo XIX, se nombra de diferentes formas un mismo baluarte: “Batería de Fernando VII”, “Batería de San Fernando y finca de parapeto que apoya en la montaña”, “Batería avanzada en la punta de la saeta para defender las avenidas del Camino de Valencia y el de Callosa”.

También se menciona otra muy cercana, en el “Palomaret”, dominándola en altura. Es la que está en la peña, sobre el patio de Santo Domingo, con un Sagrado Corazón en la actualidad.

En el «Plan de Fortificación de la Ciudad de Orihuela y su Castillo», de 1811, obra de Antonio Benavides, brigadier del III Ejército acuartelado en Orihuela, se detalla la cortina defensiva entre San Fernando y la Sierra; protegiendo la posible retirada de San Antón y ofendiendo más de cerca al enemigo si intentaba pasar por los puestos del Oriolet. Tanto preparativo no sirvió de nada. Los franceses se marcharon sin que la guerra llegase a Orihuela.

Colección Javier Sánchez Portas.

En el verano de 1848, casi cuatro décadas después de su construcción, el Ayuntamiento estudiaba la forma de conservar la Batería o Fuerte de San Fernando; próxima al paraje de San Antón, en la barrera del Colegio. Pretendían evitar la lenta demolición que estaba sufriendo utilizada como estercolero.

Los munícipes tuvieron en cuenta los muchos gastos que podría ocasionar su reparación, dado el estado en que se encontraba. Pero deseaban conservarlo como “memoria del entusiasmo de este Pueblo en la Guerra de la Independencia, cuando se construyó”. Picados en el amor patrio, acordaron poner todos los medios necesarios para su reparación; ya fuese por cuenta del común, o cediéndola a cualquier propietario que se comprometiese a rehabilitar el histórico edificio. Un brindis al sol.

En la primera mitad del siglo XIX, el palmeral seguía ocupado por varias fincas dedicadas a la explotación agrícola y a la industria del cáñamo. Dos siglos después, las balsas de cocer seguían molestando a la población.

Para obtener la fibra, el cáñamo necesitaba “fermentar” sumergido en agua. Las balsas se llenaban por la mitad; y para evitar que flotase la planta, colocaban encima pesadas piedras. El agua estancada seguía siendo foco de mosquitos y enfermedades.

El Ayuntamiento prohibió primero la cocción en balsas durante los meses de verano. También exigió que los vertidos de su vaciado no acabasen en los acueductos de los que se tomaba agua para beber.

 Balsa de cocer cáñamo.
Archivo José A. Latorre.

En agosto de 1848, se estudió la posibilidad de comprar las balsas por:

“Los perjuicios que ocasionan a la salud pública y los grandes beneficios que resultarían al vecindario (inutilizadas), aprovechando las aguas en baños a que por su virtudes pueden ser aplicables, formar un lavadero bastante capaz y cómodo para todas las estaciones y por ultimo distribuyendolas en el riego de las tierras del partido del Escorratel que tan escasa se halla por la altura, pudiendo enajenarse su dotación entre los dueños de aquellas y lo cual rendiría necesariamente recursos suficientes para reintegrar los desembolsos que ocasione su adquisición y aumentando anualmente los fondos comunes.

En febrero de 1854, el Fuerte de San Fernando estaba completamente arruinado y las aguas de su foso estaban estancadas con riesgo de corromperse. Como suele pasar en este pueblo, seis años después de prometer su restauración a toda costa, el edificio estaba en estado terminal.

En el verano de 1859, el flamante obispo Pedro María Cubero, decidió construir a sus propias expensas unos lavaderos públicos situados en terreno de aprovechamiento común, en el Barrio de San Antón.

Pedro María Cubero y López de Padilla
(Doña Mencía, 1810-Orihuela, 1881)
Obispo de Orihuela

«Al haberse ausentado muchas personas acomodadas por temor del cólera morbo que nos aflige… Que para remediar este mal y deseoso de la mejora material de esta Ciudad había creído conveniente construir a sus propias expensas una fábrica que cubra los lavaderos públicos situados en terreno de aprovechamiento común en el Barrio de S. Antón».

Al año siguiente, apoyado por los regantes del Escorratel, compró tierras y seis balsas de maceración para ser destruidas; utilizando las aguas para riegos, lavaderos y baños. La finca, una de las que componían el palmeral pasó a llamarse La QB (de Cubero). Nombre rotulado en la fachada de su famosa casa de labor construida en la década de 1860.

La Q. B.
Archivo Pedro de Vicente

En 1868, el prelado ofreció mejorar y ensanchar la zona de acceso cediendo terreno junto al lavadero. El maestro municipal, Manuel García, acompañado de la comisión de Ornato, marcó la línea de casas existentes en la parte opuesta, dejando una calle de nueve metros con ochenta centímetros para facilitar el tránsito, aún en días de gran concurrencia.

La Q. B.
Archivo Pedro de Vicente

En cuanto al fuerte, el Ayuntamiento adoptó la solución de siempre: sin fondos para la reconstrucción, aprobaron demolerlo y utilizar sus escombros para rellenar el foso; dejando la explanada que antiguamente había. Los escombros restantes, pagarían los gastos de demolición.

La Q. B.
Colección Celia Senén.

Por motivos que desconozco el acuerdo no se llevó a cabo; pues a comienzos de 1873, Atanasio García Cubero, sobrino del obispo, se quejaba del espolón que formaba el baluarte, obstruyendo el paso en el camino a la ermita de San Antón. Solicitaba demolerlo, visto su mal estado, y utilizar la piedra obtenida (seguramente para mejorar el edificio de la Q.B.).

En 1880 el Fuerte de San Fernando, contiguo a la pared del huerto de los dominicos, fue demolido. El obispo Cubero falleció un año después, quedando la propiedad de la Q.B. en manos de su sobrino, Atanasio García Cubero, quien ya la administraba anteriormente.

La Q. B.
Archivo Pedro de Vicente

En cuanto a los terrenos resultantes del derribo del fuerte, pasaron a una nueva sociedad, formalizada en 1893 con el nombre de “La Luz”. Era el emplazamiento que buscaban para instalar sus generadores, alimentados por combustible. Atanasio, alcalde por esas fechas, apalabró el solar por 7000 pesetas con el presidente de la mercantil, Diego Roca de Togores.

Huerto del Colegio de Santo Domingo.
Al fondo la Fábrica de la Luz.
J. David photography, París. (1.901).
Colección Jesús R. Tejuelo.

En abril de 1894, las notas municipales dejan constancia de que la fábrica de la luz estaba ya instalada en el sitio de la Batería de San Fernando, en San Antón. Cumplida esta función, fue donado gratuitamente al Ayuntamiento en noviembre de 1927, por la sociedad Eléctrica Wandosell. Para saber más de la fábrica de la luz, pinchad la siguiente imagen.

Fábrica de insecticidas Q.I.S.A.
Enlace al artículo

La primera intención municipal, fue convertirlo en Cuartel de la Guardia Civil; pero no hubo fondos. Acabada la Guerra Civil, pasó por las manos de las monjas dominicas en una permuta municipal. Luego se convirtió en la fábrica de insecticidas QUISA (Química Insecticida Sociedad Anónima).

Su última función, mucho más lúdica, fue albergar la discoteca “Momentos” tras una profunda reforma. Demolida en los años noventa, el terreno fue absorbido por el vecino colegio en una polémica cesión municipal.

En cuanto a la finca de Cubero, con su impresionante edificio historicista, en el verano de 1898 se anunciaba como baños públicos en la prensa local:

«Nuestro respetable amigo y suscriptor D. Atanasio García Cubero, ha instalado en su finca, la Q B, situada frente a la fábrica de la luz eléctrica, un establecimiento balneario que reúne inmejorables condiciones, según verán nuestros lectores en el anuncio.»

«BAÑOS DE LA Q B. Quedarán abiertos al público desde el día 1° de julio del presente año 1898 en la finca «La Q. B.» con las aguas alumbradas por el renombrado médico D. Carlos Bianchi, en el rincón de San Antón, a los precios siguientes:

Un baño en balsa de familia y pequeña, 0,75 cénts; por abono de nueve, 6 pesetas. Un baño y ducha 1’25; por abono de nueve 10 pesetas. Los baños medicinales pagarán además lo que cuesten los ingredientes que se empleen. No se darán ninguna clase de ducha ni prepararán baños medicinales sin previa autorización de un facultativo. Los baños estarán abiertos desde la salida del sol hasta las diez de la noche. No se dará ningún baño sin la entrega del billete, que se expenderán Hostales 30 y en la finca «La Q. B.». El establecimiento pondrá carruaje a domicilio a 0’25 cénts., por asiento, ida y vuelta.»

La Q. B.
Archivo Pedro de Vicente
La Q. B.
Colección Javier Sánchez Portas.

También albergó una fábrica de cáñamo como podemos comprobar en el siguiente anuncio. Después de la Guerra Civil, la Q.B. pertenecía a Carolina García Murphy, hija de Atanasio.

Gracias a la escritura sabemos que la Q. B. estaba compuesta por treinta y seis tahúllas de tierra en blanco «aguirnaldadas» con palmeras. Con casa, cuadra, balsa de cocer cáñamo, noria, casilla, salón dedicado al baño y un lavadero, que por aquellas fechas ya estaba semirruinoso.

Contaba con riego del Azarbe de las Fuentes, por medio de acenia y aprovechamiento del agua que nacía de un manantial situado en media tahúlla que lindaba con la sierra, en el camino de San Antón, cerca de la tapia del colegio que fue convento de dominicos.

La Q. B.
Archivo Pedro de Vicente

Demolido el edificio y convertido el solar en plaza de la QB, en marzo de 1987 se colocó un busto fundido en bronce conmemorando el 45 aniversario de la muerte de Miguel Hernández.

Archivo La Verdad

Dos apuntes más del siglo XIX: En 1878, el Ayuntamiento estudiaba plantar una alameda en San Antón, buscando el sitio más adecuado para llevarla a cabo y poder hacer en ella el mercado de ganado.

En septiembre de 1890, una sociedad murciana adquirió el molino de vapor sito en el paseo de San Antón. Comenzaron moliendo pimentón; pero la sociedad, dotada de gran capital como sucursal de una fábrica establecida en Murcia, se proponía surtir de harinas a toda Orihuela y a los pueblos de la Vega. José Luciano Botá, en representación de León Marín Baldó (vecino de Murcia) solicitó construir en terreno de su propiedad, junto al citado molino, un pabellón adosado de planta baja y un piso; con fachada lateral en dirección al muro de cerramiento del huerto de Santo  Domingo.

El Balneario de San Antón.

Grabado del balneario en todo su esplendor.

El Diario de Murcia. 25 de julio 1901: Los baños de San Antón, / merced a sus propietarios, / ¡qué saludables que son! / Baños más extraordinarios, / no los hay, ni en el Cantón. / Su agua de color verdoso / semejante a la del mar, / cura el estado morboso / y la secreción biliar, /de un modo maravilloso. / También cura el herpetismo, / dispepsia, catarro crónico, / la diarrea, el reumatismo / y hasta el baile de San Mónico / o San Vito, que es lo mismo.

Para poder formarse una idea concreta de la virtud que poseen estas aguas, con aplicación a la acción terapéutica, basta leer el resultado del análisis practicado por los famosos químicos Sres. D. Manuel Ríos de la Pedraja y D. José María Sarget, los cuales clasifican dichas aguas, de acidulo-salinas, conteniendo en alto grado, sulfatos de cal, sosa y magnesia, carbonato de cal y ácido carbónico, cuyas sales, van disueltas en las aguas, sin alterar su limpidez y diafanidad, a beneficio del exceso de dicho ácido carbónico; pudiendo comprobarse su existencia por medio de la evaporación en vasijas en las que quedan por precipitación, grandes depósitos de dichas sales.

Los propietarios del establecimiento balneario a que nos referimos, no han omitido por su parte gasto ni sacrificio alguno para llegar a conseguir, como hoy lo han hecho, que aquel, resulte uno de los mejores en su clase digno de ser visitado por cuantas personas apetezcan comodidad, aseo y limpieza, sí que también por aquellas que padezcan cualquiera afección de la piel aun de las más rebeldes a todo tratamiento médico.

La tarita de precios vigente en el balneario, no puede ser más accesible y económica para todas las clases de la sociedad. Se facilita a los bañistas, carruajes propiedad de los dueños de los baños, para ir a todas las horas del día.

Diario Orcelitano
Julio de 1904

«Al salir de Orihuela por la antigua puerta de Santo Domingo, dejando a la izquierda el monumental edificio que fue Universidad, se entra, doblando a la izquierda, en la carretera, de Alicante, que bordea en unos doscientos metros el antiguo fuerte de San Fernando, a cuyo final, girando otra vez a la izquierda, por delante de la fábrica de electricidad «La Luz», se llega a la calle única de la barriada de San Antón, doblada en ángulo recto, cuyo vértice mira al Suroeste, y cuyos lados, el más corto es de 70 metros y el más largo de unos doscientos metros hasta la ermita de San Antón, se extienden por delante y a unos 6 u 8 metros de la sierra del Castillo, levantándose entre ésta y este lado del ángulo que forma la calle, principal y como al medio de la misma, el edificio de los Baños de San Antón, con una distancia total de Orihuela de 350 metros».

«Esta situación tan ventajosa del rico venero de las aguas minero-medicinales proporciona al establecimiento fresca y amplia sombra que le da la sierra del castillo, situada a su espalda, desde las primeras horas de la tarde en el estío, estación en la que casi siempre reina la suave brisa del Levante. Por estas razones el camino de los baños conviértese en paseo todas las tardes, por resultar un agradable sitio de recreo el «Balneario» separado de la carretera de Alicante por extensos bosques de palmeras».

Palmeral y baños de San Antón.
Clisé de Pablo Correu y Cama
Gentileza de Esteban Sanmartín Alonso

El texto anterior es obra del médico y escritor Justo Lafuente Esquer. Forma parte de un lujoso panfleto publicitario del balneario de San Antón, un establecimiento que revolucionó el barrio durante varios años.

Al mismo tiempo que Atanasio García abría los baños de la Q. B., los hermanos Antonio y Alberto Iborra Martínez proyectaban algo más ambicioso: un auténtico y moderno balneario de aguas medicinales.

La primera noticia de carácter municipal data del verano de 1899, cuando solicitaron al Ayuntamiento utilizar unos terrenos del común en San Antón, junto a los Baños de Hombres. Pretendían plantar unos eucaliptos a dos metros de la fachada.

«Lindando con el edificio que han construido en la Barriada de S. Antón para balneario, existe un trozo de terreno de unos setenta metros de largo por doce de ancho, al parecer, perteneciente al común de los vecinos (…) en cuyos terrenos se depositan inmundicias y materias orgánicas en descomposición que producen malos olores de que se resienta la salud pública, ofreciendo además a la vista del espectador un aspecto repugnante; y con el objeto de hacer desaparecer aquel foco de infección y hermosear en lo posible tan ameno sitio y a fin de evitar que en lo sucesivo se depositen aquellas inmundicias solicitan de la Exma. Corporación se sirva concederles a perpetuidad el mencionado trozo de terreno para llevar a efecto la mejora  que tratan de realizar en aquel sitio.»

La comisión de ornato recomendó la cesión. Consideraban la obra digna de elogio. En su informe explican que los hermanos Iborra quieren hacer un muro para cercar el terreno solicitado y convertirlo en un paseo dotado de eucaliptos y otros árboles,«para solaz y esparcimiento del público en general y de los bañistas en particular.» En la transformación de la parcela eliminaron también dos pequeñas balsas para curtir pieles.

Como ya he dicho, el proyecto era más ambicioso que unos simples baños. El concepto balneario era una notable innovación con fines curativos y profilácticos. El avance de los análisis químicos en el siglo XIX permitía conocer la composición de las aguas y, según sus características, recomendarlas para los problemas respiratorios, reumatismos, molestias gastrointestinales, enfermedades venéreas, afecciones de la piel…

«El Oriol», mayo de 1900: «Adelantan los trabajos que los hermanos Sres. Iborra están haciendo en el balneario de San Antón. Consisten estos en una amplia galería que de acceso a un baño-piscina para señoras. Es de aplaudir el empeño en que por servir a su numerosa clientela, muestran dichos señores. Mucha suerte.»

Para ayudar en el proyecto de mejora del barrio, el Ayuntamiento enviaba las ruinas de los derribos que se producían en la ciudad al camino de San Antón; pasando posteriormente «el rulo municipal». A los vecinos les pareció muy bien esta disposición; pero pidieron que la ruina no cayese dentro de sus propiedades, linderas con el camino, pues les causaba graves daños.

El Palmeral de Orihuela

«El Oriol, agosto de 1900: «El balneario de San Antón se ve cada vez más concurrido y los triunfos de sus aguas en las afecciones de la piel y reumatismos son cada día más patentes. Enhorabuena a los propietarios, Sres. Iborra Hermanos.»

«La Comarca», agosto de 1903: «Cada día aumenta el número de bañistas que acuden a probar los beneficios de las salutíferas aguas del balneario de San Antón. Dada la proximidad de dicho establecimiento, y de lo agradable que por aquellos sitios se hace un paseo, éste sigue concurridísimo por las tardes. De los pueblos cercanos acuden sin número de carruajes conduciendo bañistas.»

El balneario como tratamiento médico dio paso al baño como práctica de ocio en verano por puro placer. Los Iborra jugaban con los dos palos; aunque el asunto medicinal siempre fue el principal aliciente. Estas noticias publicitarias son todas de de 1904:

«Los Sres. Iborra han instalado tinas especiales destinadas únicamente para los señores que quieran bañarse por recreo, estando aparte las que utilizan los enfermos. Esta medida ha de resultarles muy beneficiosa.»

Las «tinas» del Balneario.
Colección Javier Sánchez Portas

«Nuestros estimados amigos los señores Iborra, dueños del balneario de San Antón, no omiten gasto ni sacrificio de ninguna clase para dar todo género de facilidades y beneficios al público que favorece diariamente su bien montado establecimiento. Dichas ventajas consisten en la rebaja que han hecho en la tarifa de precios de los baños de pila, ducha, balsa y demás servicios, lo cual hará que aumente el número de bañistas.»

«Desde el día 1º del presente mes de abril se halla abierto al público el establecimiento balneario de S. Antón de los señores Iborra hermanos. En el poco tiempo que se hallan funcionando en esta temporada estos baños, ya han realizado sus aguas tres curas maravillosas. Tres pacientes que sufrían enfermedades secretas y a los que prescribieron las antedichas aguas los facultativos D. Pedro Villalba, de Murcia, y D. Francisco Giménez, de Santomera, han marchado a sus respectivos pueblos completamente buenos.»

San Antón se había puesto de moda y la prensa no paraba de elogiar y publicitar el balneario como si se tratase de un fenómeno internacional.

«Indolentemente reclinado sobre la falda de la sierra en la que asoman sus negras bocas abandonadas minas, hállase el establecimiento balneario de aguas medicinales de S. Antón. La Naturaleza, parece que colocó expresamente en aquel sitió pintoresco, el manantial de agua curativa, para que los pacientes a la vez que con ellas encuentran la salud del cuerpo, recreen la vista con las delicias del paisaje y absortos en su contemplación, olviden por un momento sus dolores.»

El Palmeral desde el Balneario.
Colección Javier Sánchez Portas
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«Enfrente del establecimiento y al otro lado de la carretera que hay junto a la puerta, se extiende un espeso palmeral cercado. Los vientos suaves imprimen movimientos ondulantes y voluptuosos a las verdes palmas. A la izquierda y sobre una eminencia breve y respaldada por la sierra, levántase la pequeña pero blanca ermita de S. Antón.»

«A la derecha, la prolongación de la carretera que a la ciudad conduce orillada de modestas casitas y al extremo de ellas, el edificio fábrica de luz eléctrica con su chimenea en cuya boca asoma negro penacho de humo, en la hora de encender las enormes calderas. A la espalda, la montaña que semeja ciclópea pantalla que mitiga los ardores del sol de julio. A la puerta del balneario, numerosos agüistas de ambos sexos, charlan de todo, en tanto esperan se desocupe la marmórea pila en donde han de bañarse, o la ducha, o el vaporario, que han de utilizar.»

«Y este grupo, a medida que la tarde va declinando, aumenta con nuevos bañistas que llegan en numerosos carruajes o a pie, polvorientos y sudorosos, con la piel lustrosa por la transpiración, pero que al breve rato salen de los espaciosos cuartos donde se dan la ablución cotidiana, remozados, confortados y refrescados.»

«Como la nombrada curativa de aquellas aguas ha corrido en alas de la fama en vertiginosa carrera, toda la península Ibérica, y el extranjero, no es extraño, escuchar pronunciación catalana, gallega, andaluza, vascongada, valenciana etc.»

«Entre los que frecuentan el establecimiento sí que también se oye alguno que otro extranjero que chapurrea nuestro idioma para expresar en él sus ideas, y es de notar, que cuantos visitan esos baños, y toman sus aguas, a los pocos días se deshacen en elogios de sus propiedades medicinales y de la rapidez con que sienten aliviarse sus dolencias los que las sufren. Dice el refrán, que cada uno habla de la feria, según le va en ella, pero a los que toman las aguas de los baños de San Antón, a todos les va bien, y bien hablan de ellos cuantos la prueban.»

«Como que además de la virtud de curar, la temperatura del agua de los baños de los señores Iborra hermanos, tal y como sale del abundante manantial, es agradabilísima en la actual estación, son numerosísimas las personas que concurren a tomar baños de placer y en este concepto, aún resulta más agradable el estar en aquel ameno lugar, porque los encantos de la naturaleza, son realzados y en no pocas ocasiones eclipsados por la belleza de nuestras paisanas.»

«Los baños de San Antón, serán con el tiempo a no dudarlo, (y ya empiezan a serlo) un elemento de riqueza para Orihuela; por eso los oriolanos debemos de mirarlos con atención y cariño y procurar en cuanto sea posible y esté de nuestra parte ayudar a sus propietarios, para que los constantes sacrificios que realizan no sean (que no lo serán) infructuosos y pueda esta ciudad llegar a ser una estación balnearia, como las más importantes de España, ya que para ello se cuenta con los necesarios elementos.»

Baños de San Antón

En poco tiempo, el balneario de San Antón estaba consiguiendo en el barrio, un efecto parecido al que en su tiempo produjo la ermita. Así lo afirma el siguiente artículo, además de proporcionarnos una descripción de las instalaciones :

«Recordamos lo que era hace pocos años la barriada de San Antón: unas cuantas casas feas, de paredes derruidas, oscuras, estrechas, insalubres, donde se albergaban pobres gentes, desafiando toda clase de enfermedades. Después, en una de aquellas casas, junto a la falda de la montaña, se descubrió un manantial; se formó una balsa, cuyo primer poseedor la destinó a baños.»

«El agua brotaba de los peñascos en abundancia, clara, fresca, convidando en los calurosos días del estío a disfrutar de ellas, mitigando las molestias que nos causa la temperatura en la presente época, pero nada más.  ¿Quién había de decir que dichas aguas llevaban en sus componentes la salud, además, para muchos que buscan el remedio a sus males?  Y así pasó el tiempo: todos los años acudían allí las gentes, que no pueden permitirse otros lujos, y por una insignificante remuneración al dueño, entraban en la destartalada y viejísima casa, donde se refrescaban en la estrecha balsa.»

«El edificio lo formaban cinco piezas reducidísimas: una salita de descanso rodeada de puertecillas, que conducían a las tinas; a la izquierda de la entrada otra puertecilla donde se veía la herrumbrosa bomba, de que se valían para extraer el agua de la balsa general y llevarla a los aparatos de calefacción y de allí a las tinas; después la balsa o manantial resguardado por una baranda de hierro pintado de encarnado y como final, al fondo, un pasadizo con media docena de cuartos para desnudarse.»

«Esto era antes el hoy balneario de San Antón. Se notó al principio que muchos bañistas de los que tomaban por recreo aquellas aguas y que bien padecían del estómago y del bazo, úlceras varicosas y tórpidas etc. etc. notaban extraordinario y notable alivio en sus padecimientos a los pocos días de estar yendo allí. Mas luego se realizaron curas asombrosas en enfermedades de las vías urinarias, venéreas y sífilis.»

«La ciencia comprobó después por medio de detenido análisis, la virtud medicinal de aquellas aguas. Hoy aquella barriada se ha transformado. Los antiguos y modestísimos baños son un balneario con todas las exigencias, con todas las comodidades modernas que puedan encontrarse en los más renombrados de España.  Hermosa y espaciosísima balsa para baños de recreo, pilas de mármol para enfermos y para los que no estándolo quieran bañarse en agua templada, vaporarios, sala de duchas, pulverizadores, etc.»

«El paisaje donde está situado el edificio, ofrece agradable perspectiva. Se levanta en la falda oriental del monte, en cuya cumbre se conservan las ruinas del antiguo castillo romano, guardián de la vieja Orihuela.»

«La puerta del balneario está sombreada por una fila de árboles, que se extienden gran trecho, y al frente, el palmeral, hermoso bosque de palmeras. Puede irse allí sólo por disfrutar del panorama sentado a la puerta, así, a la caída de la tarde, cuando corre la brisa deliciosa embalsamada por los tomillos y florecillas del monte.»

«El balneario de San Antón tiene ya conseguida su fama: pero aún necesita más, necesita que nadie ignore, que sus aguas son extraordinariamente medicinales. Yo por mi parte, pienso nadar allí, sin calabazas.»

La cima del éxito y la fama internacional llegó en 1906 :

«Una importante casa francesa, la de Mr. Benoit, ha tomado en arriendo, por tres años, a los Sres. Iborra Hermanos, el balneario situado extramuros de esta población. Las aguas medicinales de dichos baños, son ya muy conocidas por su virtud contra las enfermedades venéreas y de la piel. Mr. Benoit piensa introducir en el Balneario de San Antón, importantísimas reformas: y hacer al mismo tiempo una propaganda activísima de dichas aguas. Orihuela está de enhorabuena.»

Balneario y manantial de San Antón.
Etiqueta destinada a Francia y Argelia.
Impreso por Pichot (París).

«Se ha presentado en el Gobierno civil de esta provincia una instancia suscrita por don Antonio y D. Alberto Iborra Martínez, solicitando obtener la declaración de utilidad pública de las aguas medicinales del balneario de San Antón, pidiendo también permiso para vender dicha agua embotellada.»

«El Gobierno acaba de reconocer por medio de una real orden la utilidad pública de estas aguas por sus asombrosas virtudes curativas. Orihuela pues cuenta con un balneario que no tardará mucho en proporcionar pingües ganancias a la industria y al comercio orcelitanos.»

“Se ha recibido en esta ciudad una expedición de 10.000 botellas, que serán llenadas inmediatamente de agua del balneario de S. Antón para remitirlas a las principales ciudades del extranjero. Figura en las etiquetas un grabado del delicioso paisaje donde se asienta el edificio del balneario, bajo el rótulo de «Orihuela, aguas mercuriales, únicas en el mundo». La concurrencia de bañistas forasteros es cada vez mayor y el crédito de tan portentosas aguas medicinales comienza a extenderse por toda Europa, con lo cual Orihuela gana mucho”.

«Los baños de San Antón situados extramuros de esta ciudad, acaban de ser declarados de utilidad pública por medio de una real orden. La noticia, como hijos de Orihuela que somos, nos complace mucho. Aquellos baños mal encerrados en un viejo y ruinoso casetón antes, se han convertido ahora en hermoso y bien servido balneario, adorno de aquel sitio amenísimo. La constancia y los desvelos de los hermanos Iborra han tenido su recompensa. Orihuela, dotada, de un clima delicioso y de una vega fecundísima, cuenta con una riqueza más para repartir entre los humildes laboriosos.»

En 1907 se reconocían unánimemente el trabajo de los hermanos Iborra, que habían convertido los antiguos baños de San Antón en un excelente balneario a la altura de los más renombrados de España. Como prueba de la categoría del barrio, en febrero de ese mismo año, el Ayuntamiento aprobó que en el llamado “Barrio de San Antón”, desde la fábrica de la luz eléctrica hasta a la ermita del santo, se titulase calle de San Antonio Abad.

Si antes he comparado la función regeneradora del balneario con la de la ermita en otro tiempo, las facultades curativas de sus aguas, a decir de los periódicos y los científicos de la época, tampoco tenían nada que envidiar al pan bendito del propio San Antonio Abad. Leed si no este increíble artículo publicado en mayo de 1911:

«EL BALNEARIO DE SAN ANTÓN. A pocos pasos de la hermosa ciudad que baña el Segura, y al pie de la sierra del castillo; existe desde tiempo inmemorial un manantial de agua de paladar ligeramente salino, al que los habitantes de la comarca atribuían propiedades extraordinarias para la curación de determinadas enfermedades.»

«Su fama, cada día más creciente, pregonada en todos los tonos por los que en dichas aguas no solo habían encontrado alivio a sus dolencias, sino completa curación, movieron a sus propietarios a aclarar las propiedades medicinales de aquellas; y prestando así un gran servicio a la humanidad doliente, y sin titubear en el éxito de la empresa, remitieron hace poco tiempo al eminente y químico y sabio profesor de la Facultad de Medicina de París doctor Pouchet, y  previas las necesarias precauciones de lacrado, taponamiento y lavado, cantidad suficiente de aguas, para verificar análisis detallados y concienzudos.

«Practicados estos, el éxito ha sido maravilloso, pues entre los elementos reconocidos «cualitativamente», se ha encontrado el mercurio y también el ácido azótico, arsénico, litio, manganeso y boro, con exclusión absoluta de cobre.»

«Este resultado, y la presencia del «radium» en cantidad suficiente para ejercer su acción terapéutica,  demuestra de modo elocuente, que las aguas minero-medicinales de San Antón, pertenecen a las cloruro sódicas, bicarbonatadas magnésicas y bicarbonatadas sódicas, de maravillosos resultados para la completa y radical curación de la sífilis, cuyo micro organismo productor, destruyen completamente,  y de gran influencia por su notable poder antiséptico en las dermatopatías de origen infeccioso y en los efectos catarrales endometríticos por su acción sobre los gonococos y en todas las afecciones del aparato digestivo y catarros intestinales, por lo que sin incurrir en exageraciones debemos proclamar como “únicas aguas mercuriales en el mundo” a las mineromedicinales de San Antón de Orihuela.»

«Tan excelente resultado que supera todas las esperanzas concebidas, ha sacado de su inacción a los propietarios del manantial, quienes han construido un sólido y confortable edificio-balneario, con todas las dependencias propias de esta clase de establecimientos, y tratan por todos los medios de darlo a conocer al público, a cuyo efecto tino de estos días pondrán en circulación y profusamente, un elegante y bien escrito folleto, que contiene entre otros detalles verdaderamente útiles, referentes al balneario, la opinión de gran número de médicos notables que relatan infinidad de casos, en que enfermos desahuciados por la ciencia, han encontrado su completa curación, usando en baños, lavado y bebida, — según los casos — las prodigiosas aguas mercuriales de San Antón.»  

«La eficacia de dichas aguas para la curación radical de las enfermedades de la piel, ha sido comprobada hace muy pocos días por uno de nuestros redactores,  que encontrándose en Orihuela padeciendo hacía tres meses, de una granulación infecciosa espantosa en cuello, piernas y brazos, que le impedía todo movimiento, consiguió su restablecimiento total, con sólo aplicar a las partes doloridas, durante tres días, algodones empapados con aquellas aguas.»  

«Este caso y muchísimos más notables y de gran resonancia, que continuamente se consiguen, y que en Orihuela y pueblos inmediatos, son del dominio público, nos mueven a recomendar a nuestros lectores con todo interés las aguas de San Antón, en la seguridad de que aquellos que padezcan enfermedades de las indicadas, y acudan al repetido Balneario, nos agradecerán haber leído estos mal hilvanados renglones, que son débil demostración de gratitud de un paciente, que a las aguas mercuriales de San Antón debe su actual y excelente estado de salud.»

Balneario y manantial de San Antón.
Etiqueta nacional

La propaganda era brutal. Aquellos jóvenes emprendedores (Antonio Iborra no había cumplido diecisiete años cuando arrancó el balneario) habían montado seguro y lucrativo negocio para ellos y una fuente de riqueza para el barrio y la ciudad.

De los hermanos Iborra Martínez, Antonio se casó con Elisa Lidón Ballesta en febrero de 1912. Dos años después falleció Alberto, en octubre de 1914, víctima de rápida y traidora enfermedad. Tenía cuarenta y nueve años.

La publicidad de la década de 1920 seguía recomendando aquellas aguas para curarlo casi todo «las enfermedades del estómago, el herpetismo, los infartos del hígado y del bazo, las úlceras varicosas y tórpidas, los catarros crónicos, y otras enfermedades que exigían el empleo de mercurio

Como nota curiosa citar que, en enero de 1919, el propio Joaquín Sorolla comió en los Baños de San Antón por cuenta del Ayuntamiento cuando visitó Orihuela. Os dejo un enlace al artículo que narra dicha visita.

Enlace a crónica de la visita de Sorolla.

Los años pasaron; las modas y los gustos cambiaron. Mediados los años veinte, coincidiendo con la Dictadura de Primo de Rivera, la gente de posibles buscaba el ocio, el sol y los baños de placer en la costa. El balneario de San Antón volvió a su función de simples baños al alcance de la gente humilde. Antonio, concejal y teniente alcalde de Orihuela, falleció en mayo de 1930, con sólo cuarenta y ocho años.

Parece ser que las propiedades salutíferas del manantial, solo funcionaron con su viuda, Elisa Lidón, quien vivió muchos años más regentando las instalaciones como «baños de San Antón» hasta los años cincuenta.

La fiesta romería de San Antón.

El Pueblo
Edición N. P. Jesús

Como en todas las ermitas, una vez popularizado el santo, la ciudad acabó acudiendo en romería a pedir sus favores una vez al año, durante su fiesta. Erradicado el “fuego de San Antón”, las virtudes del santo eremita pasaron de medicina a veterinaria; encargado de proteger y sanar a los animales.

Vamos a conocer la fiesta de San Antonio Abad dos épocas diferentes; con dos siglos de diferencia. Montesinos la describe así en el siglo XVIII, cuando estaban los antonianos:

«Todos los años se celebraba la Fiesta del Sto. Patriarca Antonio en su propio día 17 de enero por la ¿Reverenda? corta Comunidad, con asistencia del Clero de la Catedral; todo a sus expensas y de innumerables devotos que llevaban muchas ofertas de cera, aceite, harina, cerdos pequeños y dinero. Misa Mayor, que celebraba un Cura teniente, y Sermón Histórico Panegírico. A la tarde había fiesta con la música de la Cathedral…»

Romería de San Antón en 1907.
Archivo ABC

«En dicho día se sorteaba a las seis de la tarde un “serdo gordo y grande”, del valor de unos 25 o 30 pesos; del que sacarían sobre 200. En todo su recinto, por mañana y tarde, se celebraba “porrate” general (porrat: feria celebrada bajo la advocación de un santo en su ermita o santuario) en el que se vendían todas las cosas imaginables, al más delicado gusto, como eran turrones, confituras, blancos, perniles, longanizas, dátiles, uvas, cardos, naranjas, garbanzos, avellanas; había besamanos, paseo público, carreras de caballos muy bien enjaezados y compuestos; y sobre tres mil personas que concurrían a tan plausible función, a tomar el Pan bendito y a adorar la Sagrada Reliquia del Santo Glorioso, a cuyo eremitorio llevaban los molineros, arrieros y labradores sus bestias; y les daban tres vueltas por su derredor y comían el pan bendito…»

Esta otra es del «El Día» en 1888:

«La tradicional fiesta que todos los años se celebra en San Antón ha satisfecho por completo en el presente las aspiraciones de los concurrentes a tan popular romería. Un gentío inmenso invadía por completo desde las primeras horas de la mañana aquellos sitios; las crestas de elevadas rocas se veían también coronadas de gentes que en amigable consorcio habían concertado una gira en el monte, y esperaban con ansia fuese llegada la hora de devorar el suculento y bien condimentado arroz con costra, propio y exclusivo de este país».

«La pequeña ermita donde se venera y presta religioso culto a San Antonio Abad, no podía albergar más personas; aquél reducido santuario se hallaba por completo invadido de fieles que iban a escuchar de labios del eminente orador sagrado D. Andrés Die, la biografía del Santo».

«Excusamos decir que fueron infinitos los puestos que ocuparon los vendedores exponiendo al público el objeto de sus mercancías, y tenemos que consignar con satisfacción, que el laborioso e inteligente industrial D. Joaquín Reymundo, colocó un precioso kiosco, obra exclusiva de su reconocido ingenio, en donde se servían toda clase de exquisitos dulces y riquísimas pastas».

«Amenizó en la tarde tan bulliciosa fiesta la banda municipal, tocando con fruición bonitas y escogidas piezas de su repertorio. Los vendedores, según hemos oído decir a personas autorizadas, hicieron buen negocio, y la rifa del cerdo, como todos los años, alcanzó un gran contingente. Al sujeto que ha correspondido en suerte el cerdo rifado, se llama José García».

Y esta de prinncipios del siglo XX:

«Luciendo el sol a ratos se celebra la romería a la ermita de San Antón. Un gentío inmenso desfila por aquellos alrededores. Los confiteros y los dueños de carruajes de alquiler hacen su agosto en pleno enero. De los pueblos de la comarca viene bastante concurrencia».

Romería de San Antón a principios del siglo XX.

«Por la mañana dan las caballerías las tres vueltas de costumbre al santuario, después de las cuales los jinetes adquieren rollos del Santo. En las laderas del monte, numerosas familias cantan, corren y se divierten aguardando la hora de comer la clásica paella, guisada al aire libre y condimentada con las más honestas y efusivas expansiones de la alegría».

«Abajo, entre una doble fila de confiteros bien provistos de las bolas de rigor, de vendedores de dátiles, torraos, turrón de panizo y otras golosinas, avanzan los labriegos, quienes después de visitar al Santo, ponen sus cédulas para la rifa del cerdo».

«A primera hora de la tarde suena el acelerado tintineo de los carruajes de alquiler que llegan rebosantes de gente de la ciudad. La banda municipal se sitúa en la puerta de la ermita, ejecutando bonitas composiciones de su repertorio. Pasa la tarde entre música y paseos. Romeros de toda edad y categoría entregan a sus Julietas, como simbólica muestra de adhesión y constancia, las pesadas de bolas».

Romería de San Antón a principios del siglo XX. Colección Antonio Miravete.

«San Antón, las cinco y con sol, dice el refrán; y hasta las cinco no comienza el rápido desfile. Cuando el sol se pone, pliegan sus tenderetes todos los vendedores, recogen las mercancías sobrantes (que han de servir en la fiesta de San Sebastián)».

«Muchas familias pasan el día de gira en el monte y las casas de comidas que por allí cerca se establecen tienen buena venta. Al oscurecer, nadie queda en las cercanías de la Ermita, salvo un corto número de curiosos que asiste a la extracción de la cédula premiada en la rifa del cerdo. Esa es a grandes rasgos la Romería de San Antón».

Por último, vamos a terminar como empezamos, con Julio López Maymón, hablando de la romería y de la rifa, en 1925:

«Es en verdad un acontecimiento oriolano la romería del 17 de Enero, todos los años a San Antón. La Ciudad se traslada, vestida de fiesta al indicado paraje, tan triste y solitario de ordinario; allí se rinde culto a la piedad visitando la Ermita; a la tradición, apuntando la «séula», en las muchas mesas instaladas al efecto; a la costumbre comprando la pesá en los puestos, que en larga fila se extiende, dibujando el camino ligeramente encuestado, que conduce a la explanada llena de gente jubilosa.»

Romería de San Antón.
Juan Fenoll Villegas.

«Antiguamente,  junto al vallado del huerto de palmeras, vecino de la Q. B, se congregaban los carruajes y troncos de lujo. La huerta, indumentada con el vestido típico, con la «ropica» sacada del arca de madera blanca que huele a peros, concurría a oír la Misa que canta la Parroquia del Salvador y el sermón donde se predican las gloriosas «hazañerías» del Santo Cenobita; y después a que las caballerías reciban la bendición y que coman los rollicos mezclados con los piensos.»

«Cuadro de tonos de luz y ráfagas de vida. Acervo de recuerdos de edades y de seres. Día de transformaciones se oye Misa como si fuese día dominical; no se trabaja… cual si estuviésemos en Domingo…; y hasta en la casa más pobre, el yantar es típico… ha de ser; así… el arroz y costra… y las bolas… y el palmito… y el turrón de «paniso» y el de alegría….»

Programa de Fiestas 1985.
San Antón
.

«La rifa dio comienzo en el año 1840, o sea hace ochenta y cinco años; era superintendente don Tomás Veas, Racionero. Con los ingresos se blanqueó la fachada del edificio, se compusieron ornamentos sagrados y otras mejoras; sobraron 436 reales y 21 céntimos que se invirtieron en celebrar Misas al fuero de dos pesetas con cincuenta, céntimos…»

«Todos hemos puesto y seguimos poniendo nuestra «seula al cochino»; no puede concebirse esta fiesta sin esta rifa. La suerte adjudica al puerco, y con lo que rinde el ingreso de ella descontando gastos, se atiende al culto del santo y a la conservación de la casa célebre del santero, y hospedería de los frailes, y hoy habitación del Capellán, y departamento oficial para el señor de San Antón».

La cerda de San Antón.
Manuel Rodríguez.

«Rogar a Orihuela, que siga como hasta aquí, prestando su concurso a esta fiesta tradicional; que el culto a las costumbres de nuestros padres, a las tradiciones de nuestros mayores, es el culto santo a la Patria chica.»

Antonio José Mazón Albarracín (Ajomalba)

Un servidor, mi hermana
y mi prima, en San Antón

Bibliografía: «De la Fiesta de San Antón», rebusco tripartito de Julio López Maymón (1925); «Orihuela imaginada, la ciudad en los siglos XVI y XVII» de José Ojeda Nieto; «Compendio Histórico Oriolano» de Joseph Montesinos. «Insalubridad y bonificaciones de almarjales en el Bajo Segura antes de las Pías Fundaciones de Belluga», de David Bernabé Gil.

Archivo Municipal de Orihuela, Libros de Actas; Archivo Histórico de Orihuela, Protocolos; Biblioteca Virtual de Prensa Histórica: El Pueblo, El Oriol, El Diario de Orihuela, El Oriolano, La Comarca, La Crónica, El Día, La Huerta, El Diario Orcelitano, El Social, El Obrero.

Mi agradecimiento a José María Penalva y a José Manuel Dayas.

Lo Carrer de Ferrando de Loazes.

Sepulcro de Loazes. Colección Javier Sánchez Portas.

«Lo Carrer de Ferrando de Loazes».

«Quien yerra y se enmienda a Dios se encomienda». (El Quijote II parte, cap. XXVIII).

Loazes en la fachada del Colegio. Fotografía: José M. Pérez Basanta

A menudo, al escribir ensayos históricos se repiten afirmaciones de respetables autores tomándolas por verdades indubitables. El problema que plantean estos datos es saber si se basaron en fuentes documentales o si, a su vez, lo hicieron en los trabajos de otros historiadores.

Al final, sólo la investigación personal en los archivos permite esclarecer hechos mal determinados, eliminar afirmaciones equivocadas y fijar datos con la debida exactitud procurando depurar errores pasados.

Cuando comencé a trabajar en el estudio de las calles intenté apoyarme en todo lo publicado anteriormente; pronto descubrí que algunos historiadores eran más de fiar que otros; que los del XVIII y XIX eran poco rigurosos basándose muchas veces los unos en los otros sin comprobación documental; exagerando las glorias patrias y tratando de ocultar las miserias.

En abril del año 2007 publiqué un artículo en la revista «de Orihuela» núm. 10 en el que, haciéndome eco de los datos publicados por varios estudiosos del personaje, situé la calle natal del Patriarca Loazes en la actual calle de Meca.

Quiero decir públicamente que me equivoqué al aceptar que Ferrando de Loazes nació en la calle Meca obviando todos los datos que había obtenido de primera mano en los archivos locales.

Pienso que esta equivocación pudo comenzar con la recomendación emitida por la «Comisión encargada de la rotulación y numeración de las calles de esta Ciudad» en 1861, tan solo treinta años después de la llegada de las Salesas, cuyo monasterio había reducido «lo carrer appellat de Ferrando Lloases» a un miserable callejón.

El espacio que hoy se conoce con el nombre de puente nuevo, que conduce desde la antigua Calle de los Hostales, al puente de la Barrera del Matadero, puede tomar el nombre de Calle de Loaces, grato recuerdo hacia el preclaro fundador de la Universidad Literaria de esta Ciudad, a la que consagró sus talentos y sus riquezas.

Los infrascritos hubieran dado este título a la calle de Meca, en la que vivió el Ilustre Patriarca; pero de una parte la insignificancia actual de aquella; y de otra el deseo de no quitar de la misma el apellido de un distinguido linaje del País, les ha inducido a proponer lo que dejan dicho.

Y que el error quedó fijado en un trabajo premiado en los juegos florales de 1900, obra de Manuel Ferris Iváñez, periodista, farmacéutico y político.

Fue director de «El Diario de Orihuela» (1891) y de «El Independiente» (1892). En 1896 se licenció en Farmacia y un año después casó con Monserrate Lafuente, abriendo su farmacia en los Hostales (Alfonso XIII). Concejal en el Ayuntamiento de Orihuela, fue su alcalde en 1915.

La Vega del Segura. Número I. 1 de diciembre de 1904.

Su trabajo sobre Loazes fue ampliamente difundido en 1904 a modo de folletín, en el diario «la Vega del Segura». Todos los que luego han publicado sobre el Patriarca se han basado en el siguiente párrafo:

Sin duda alguna le bautizaron en la Iglesia Parroquial de Santas Justa y Rufina, puesto que la casa solariega de los Loazes en Orihuela estaba situada en la calle Meca, la primera a mano derecha conforme se entra, y que da hoy frente al Asilo de Ancianos Desamparados, de cuya casa, resta tan solo como vestigio la puerta principal sobre la cual se ve todavía grabado en piedra el escudo de armas del noble orcelitano.

Retrato de Loazes en el Colegio de los Españoles en Bolonia.

Ferris afirma que en 1900 ― cuatrocientos años después del nacimiento de Loazes― se conservaba su escudo al inicio de la calle Meca.

¿Y Gisbert cuando habla de ella a finales del XIX no lo menciona teniendo tan a la vista el escudo? ¿Nadie más vio el dichoso escudo ni habló de la casa de tan importante personaje?

Como todos, di por cierto que esa era la casa del Patriarca y por lo tanto su calle. No había porqué dudar de quien decía haberlo visto con sus propios ojos (hay una placa marcando la casa donde supuestamente había nacido).

Así pues acepté que la actual calle Meca fue la de Loazes e intenté adaptar mis investigaciones a esa premisa. Siguiendo los padrones de reparto de los siglos XVII y XVIII tenía muy claro que la calle Meca fue anteriormente la calle de los Masquefa; y en los de cumplimiento de Santa Justa comprobé que se mantenían los nombres de Loazes y Masquefa hasta mediados del XVIII.

Placa a la entrada de la calle Meca. Fotografía: José M. Pérez Basanta,

Dando por cierto lo dicho por Ferrís y teniendo seguridad de que de calle Masquefa pasó a Meca, deduje que sólo podían ser dos partes de la misma calle; no cabía otra explicación y así lo publiqué. Pero la calle Meca nunca fue la calle de Loazes y quiero ofrecer pruebas concluyentes que demuestran la inexactitud de tal afirmación.

Durante años fui acumulando pistas que complicaban esa teoría. Fueron tan solo evidencias hasta que compartí mis datos con los de Pepe Ojeda. En sus investigaciones situaba dos calles paralelas: la de Loazes y la de Masquefa, confirmando mis dudas.

Para que todo encajase nos faltaba una calle; pensamos que quizás fue ocupada por la construcción del palacio de Arneva. Pero tal posibilidad quedó eliminada sabiendo que la calle Meca era la de Masquefa, y que la de Loazes estaba situada más al sur; es decir más lejos de Santa Justa.

Busto del Patriarca. Fotografía: José M. Pérez Basanta

Volví a repasar a fondo los padrones, comparando incluso los vecinos en diferentes épocas.  Así pude comprobar con rotundidad que desde al menos el XVII hasta 1751 aparecía la calle de Masquefa; y que en el padrón de 1770 comenzaron a llamarla de Meca.  

Estos datos coincidían con el de cumplimiento de Santa Justa, del que desaparecía en 1766. Posteriormente analicé una docena de registros notariales de la segunda mitad del XVII en los que aparecía la calle de Loazes y/o la de Masquefa; notas que amablemente me brindó Ojeda Nieto y que paso a enumerar:

Representación idealizada de terreno en cuestión, obra de Pepe Sarabia.

Año 1632: casa sita la calle Loaces, que linda «ab les torres» (se entiende la Plazuela de les Torres).

Año 1639 se deslinda una casa que se halla «en la travesa que ix del carrer de Loases al carrer dels Masquefes», la traviesa se localiza al E, y al N la cochera de Eusebia Pérez, viuda de Pedro Sahavedra.

Año 1650 la casa que se deslinda se sitúa «en la plaçeta appellada del Sacriste Ferrandes ―que linda― ab lo carrer appellat de Ferrando Lloases».

Año 1653: «Frances Gilart, polvoriste», adquiere una casa en C/ Loaces que linda con dicha calle al N., al S. el río, al W. casa de los Togores (que antes era de los Masquefa) y al E. casas que fueron de los Loaces.

Año 1658 se deslinda la casa de Rocamora, sita en C/ Río y «portal del mur de altra ab carrer de Lloases, de altra ab cases de don Alfonso Rossell y de altra ab el Riu… en la part appellada de les Torres».

Año 1666: Se deslinda la casa de Vicente Ruiz y Rosell, sita «en lo carrer de les grades de Sentes Justa y Rufina eo de Pau Ruis» (La casa linda al E con esta calle).  Al W con casas de José Rosell, al S «ab lo riu, carrer de Les Torres en mig», y al N «ab carrer publich dit de Françes Pasqual eo dels Lloazes».

Año 1670: La C/ Masquefa «que es lo que esta de front la porta de la iglessia… en la de les grades de aquella». La casa tiene al E y al W casas, al S «carrer publich apellat dels Lloazes hon trahuen una porta, eo postigo, y de part de tramontana ab lo dit carrer de Masquefa».

Año 1671, para situar una casa, se dice que se halla en lo «carrer vulgarment dit dels Lloazes», al W casas de un polvorista «que huy son de la fabrica de la polvora».

Año 1671, deslinde: «en front de una de les portes… appellada de les Grades –que linda ab tres carrers… lo hu appellat de dites Grades de Sta. Justa eo dels Ruisos lo altre de Masquefa y lo altre dels Lloases».

Año 1694. Donación de solar a D. Jaume Togores, que «solia ser de la fabrica de la polvora –entre carrer de les Torres –y carrer de Loases».

Año 1696: Deslinde de un solar de casa «en lo carrer dels Masquefes» que linda al E con casa, al N ab «lo ort del convent de nostra Señora del Carme, carrer en mig dels Chincholers».

Año 1701, deslinde de casa en «lo carrer dels Masquefes», al E y W tiene casas, y al S «lo carrer dels Lloases y de tremontana ab dit carrer dels Masquefes».

Siglo XVII. Plano confección propia marcando las fechas de los registros.

Todas estas notas situadas en el plano anterior me permitieron obtener las siguientes conclusiones:

Lo carrer dels Loazes o de Ferrando Loazes estaba al sur y lindaba con la Plazuela de las Torres, situada en la curva del río junto a la muralla y la casa de la pólvora; es decir, donde ahora tenemos el convento de las Salesas. Nacía frente a una placeta que coincide con la «longeta» de Santa Justa, en la actualidad casa parroquial y plazuela de las Salesas.

La calle de los Masquefas nacía frente a la puerta de las gradas de Santa Justa; puerta que fue desplazada una vara a tramontana; es decir casi un metro al norte. Estaba cerca del huerto de los carmelitas y lindaba con Jinjoleros.

Representación idealizada con leyendas. Plano Pepe Sarabia.

Por último, quiero añadir la nota de Ernesto Gisberten su «Historia de Orihuela»:

La de Meca: Recibe el nombre de uno de nuestros apellidos ilustres. La misma, si no fue una de sus adyacentes, se denominó de la Marquesa o del Arco, aludiendo a un arco construido en 1488 entre las casas de Masquefa y Rocamora, destruido en 1771 y que dio lugar a un ruidoso pleito con los jesuitas que lo ocuparon en 1710.

La de la marquesa fue una de sus adyacentes. A principios del XVIII, entre la plaza de la Compañía y la calle Masquefa aparecía en los padrones una calle nombrada de los Togores (el padre de Fernando Loazes se llamaba Rodrigo Loazes y Togores, como queda reflejado en la luna de su escudo).

Fotografía Ajomalba

Era el callejón que a finales del XVIII llamaban de los Jesuitas: al costado de la iglesia de las Salesas, un pasaje largo y angosto ―estrechado seguramente al construir el templo― que comunicaba con la Plaza de Togores.

En la actualidad su salida a la calle Salesas permanece cerrada con fachada y puerta; y la de la plaza de Togores está condenada también.

Este callejón fosilizado es el que nombra Gisbert separando las casas de Rocamora y Masquefa. Sabemos que Juan Rocamora ―conde de la Granja y esposo de la marquesa― donó las casas a los jesuitas; y que los Masquefa tenían su morada muy cerca.

Fotografía Ajomalba.

Conclusión: Teniendo en cuenta todo lo expuesto, sostengo que ese callejón cerrado junto a las Salesas es lo que queda en la actualidad de la calle de Ferrando Loazes o de los Loazes: cercano a la plaza de las torres, frente a la plazuela y en paralelo con la calle Meca.

Llamada posteriormente de los Jesuitas y de los Togores, comunicaba con la plazuela de los Togores, señores de Jacarilla, que permanece al final de la calle Meca.

A mediados del XVIII, la calle de los Masquefas pasó a calle de los Meca por vivir en ella otra ilustre familia, los Pérez de Meca. En concreto he localizado al regidor Fernando Pérez de Meca fallecido en 1730 y posteriormente al canónigo Alejandro Pérez de Meca.

Siglo XVIII. Plano confección propia.

Al final de la misma perviven dos titulaciones antiquísimas: la de Xinxolers o Jinjoleros, y el resultado de urbanizar la orilla del río: la calle Malecón.

Las titulaciones de Loazes y Masquefa desaparecieron en el XVIII para volver al callejero oriolano a finales del XIX; pero con diferente rango: a Loazes le dedicaron la lujosamente reurbanizada bajada del Puente Nuevo.

El diario de Orihuela. 19 de septiembre 1887: Es otro de los puntos de la crónica de la semana que merece nuestra atención el acto llevado a cabo por la corporación municipal, al acordar la titulación de la nueva calle abierta en la subida del Puente Nuevo y la que pone en comunicación la calle Mayor con la de la Feria.

Sin duda alguna que nuestro Ayuntamiento ha interpretado los deseos de la población buscando dos nombres ilustres entre los más esclarecidos hijos de Orihuela. El nombre de Cardenal Loaces, honra de esta vieja ciudad y gloria de la Iglesia española, al señalar una de las calles de la población, recordará siempre una de las páginas de nuestra brillante historia.

El diario de Orihuela. 11 octubre 1887: La colocación de los rótulos en las calles nuevamente tituladas, ha sido el asunto que ha dado importancia a la semana que finó ayer. Los nombres de tres hijos ilustres de Orihuela han sido grabados en mármol y serán pronunciados al mencionar las calles que titulan por las generaciones venideras.

Placas de Masquefa y de Loazes. Fotografía Ajomalba.

Los Masquefas se tuvieron que conformar con el modesto callejón que sube a la peña desde la Plaza del Marques de Rafal.

Comisión encargada de la rotulación y numeración de las calles de esta Ciudad. 6 de febrero de 1861. La Calle sin nombre junto a la de Comedias, puede recibir el de Calle de Masquefa, recordando el apellido, casi extinguido ya, de una familia que figuró mucho en la historia del País y cuyas casas existen no lejos del mismo sitio.

Plaza y Calle de los Togores.

De los Togores, además de la citada plazuela, queda una calle que nace al costado de la Plaza de las Salesas.

Aniversario de Loazes. 1918. Colección Javier Sánchez Portas.

Antonio José Mazón Albarracín. (Ajomalba)

Publicado el la Revista de Moros y Cristianos 2015. Reformado y ampliado en 2021.
Mi agradecimiento a José Ojeda Nieto .