
Aún se conserva en Torrevieja el uso de los pregones, lo que llama poderosamente la atención del forastero.
El pregonero, por cinco modestos reales, publica en todas las esquinas del pueblo cuanto mandan las autoridades o piden los vecinos, llamando la atención con un tamboril y voceando después el anuncio.
Recién llegado oí uno sobre venta de calzado y me gustó el sistema. A veces después de expresar a qué precio se venden unas botinas o unas piezas de tela, agrega un mandato municipal, como el siguiente:
«También se anunsia—de orden— del Sr. Alcalde—que mañana—se empiesa— a pagar—la contribusión».
Pongo estos guiones, que marcan los descansos del pregonero, perfectamente estudiados para que se oiga mejor. Anteanoche gozó mucho la colonia forastera con este pregonero.
«Se ha perdido—un perrico—negro—pelado—con el pelo risado—al que lo presente —en las Casas—Consistoriales—se le pagará —el hallasgo».
La gente se reía, pero el perrico apareció a los pocos momentos. Verdaderamente, siendo tantas las personas que por desgracia nuestra no saben leer, el empleo del pregonero no puede ser más conveniente.

El texto anterior forma parte de la crónica postal del 11 de agosto de 1900, en que enviaba al diario murciano «Las Provincias de Levante», su anónimo corresponsal comunicaba el regreso temporal a Murcia para ocuparse de sus asuntos, dejando el encargo de seguir redactando las cartas, durante la temporada veraniega, en manos de un amigo.
También anunciaba la publicación de unos apuntes que había tomado sobre las industrias de Torrevieja.
Esta es la transcripción de una serie de ocho artículos publicados entre el lunes 13 y el miércoles 22 de agosto del año 1900 en el diario «Las Provincias de Levante».

Lunes 13 de agosto de 1900: Como le anunciaba en mi última carta, he procurado enterarme de cuanto se refiere a la vida de este pueblo, encontrando con mis investigaciones, datos interesantes para un periódico como LAS PROVINCIAS DE LEVANTE, que tanto trabaja por el fomento de las fuerzas productoras de esta hermosa región.
Hoy comienzo a consignar tales datos, sintiendo que mi falta de competencia en las materias de que voy a ocuparme, quiten importancia a este trabajo.
El trabajo en Torrevieja.

Las Salinas.

Esta ha sido y será siempre la principal fuente de riqueza de Torrevieja. Si en ellas se trabaja mucho, el pueblo prospera; si por el contrario se las dedica poca actividad, la miseria aparece con todas sus tristes consecuencias.
Las Salinas tienen una importancia colosal; hasta el punto de que, explotadas en grande, darían sal para abastecer al mundo entero.
Pero Torrevieja tiene la desgracia de que, al enajenar el Estado todos sus establecimientos salineros, excluyera de la venta los que son objeto de esto artículo; con el fin, según afirman los compradores de aquellos, de no perjudicar a sus adquirentes.
La actividad pública dedicada a las Salinas no era grande, y el pueblo de Torrevieja lo esperaba todo de un buen arrendamiento, porque suponía que los particulares habrían de sacarle todo su fruto a esos hermosos charcos, y con ello dar a la población extraordinaria vida.
Llegó a ser una realidad el soñado arriendo; pero ¿qué ventajas ha proporcionado? Hacer su negocio los salineros de Ibiza, que tomaron el arrendamiento, acreditando sus productos y solo vendiendo los de Torrevieja cuando no quebrantan sus intereses.
La consecuencia de esto, es elaborar poca sal en Torrevieja, con lo que multitud de familias carecen de lo más indispensable para la vida.
Tan a las claras se encuentra este funestísimo juego, que arrancando la compañía arrendataria próximamente la misma sal que el Estado, la venta actual no llega a la mitad de la cosecha extraída, siendo así que un particular debe vender mucho más que el Estado, porque otorga facilidades mercantiles que no pueden encarnar en las rigoristas prescripciones de la administración pública.
¡Cómo lamentan en Torrevieja que la sociedad de capitalistas murcianos y cartageneros, que presentó pliego en la subasta del arrendamiento, no fuera la que lo obtuviese!
De las importantes personalidades que la formaban, se podía esperar la aplicación al negocio de grandes capitales y una activa exportación, sin las miras egoístas de estos salineros.
Lo menos malo de todo lo que les ocurre y puede ocurrir a los que tienen intereses en Torrevieja, es que se rescinda el contrato actual, para lo que parece que se están poniendo los medios.
Si al pueblo le perjudica que no se extraiga sal, al Estado tampoco puede convenirle obtener tan pequeñas sumas por el tanto por ciento que le corresponde; y que es tanto menor a medida que disminuyen las ventas.
Contrasta la poca actividad desplegada en la extracción de la sal, que es el alimento de esta industria, con las obras de relativa importancia realizadas por los arrendatarios.
En efecto, han construido en las Salinas, magníficos muelles, revestidos de sillería para facilitar el almacenamiento de la sal.

Han hecho enormes eras para colocar los montones de dicho producto; han adquirido un vapor para remolcar las planchas que traen la sal a los canales de los muelles; han construido un ferrocarril de vía estrecha dotado de numeroso material móvil, para llevar en él la sal desde los montones a los embarcaderos (también aumentados y mejorados) y a la enorme fábrica de trituración y molido de sal, construida también por la Compañía, y de que me ocuparé en otro artículo.
El plan que llevan con estas obras no puede ser otro, que obtener una buena indemnización por las mismas, cuando venga la necesaria y por dichos arrendatarios deseada rescisión del contrato.
Mucho trabajo costará a Torrevieja recobrar los mercados perdidos, pero siempre obtendrá más ventajas volviendo las Salinas a la Administración pública. Su salvación seria que el Estado se decidiera a enajenar esta gran fuente de riqueza.
Industrias salineras.

Trabajan en éstas muchos centenares de hombres, ocupados en el arranque, transporte y almacenamiento de la sal. Se trabaja igualmente en las distintas operaciones que se realizan para el embarque de ese producto.
También se construyen muchos miles de sacos y de espuertas para los envases y el acarreo. Y viven algunas casas de banca, dedicadas a la consignación de los buques.
Mas no es esto solo; sino que para preparar la sal se da trabajo a multitud de obreros en las varias fábricas dedicadas a su molido. De ellas he de ocuparme en el presente artículo.
Fábrica de Catasus, Sans y Comp. Esta Sociedad tiene su domicilio en Barcelona y es la misma Compañía arrendataria de las Salinas. Han situado el edificio frente a la estación del ferro-carril de Murcia, siendo de reciento construcción.
Se compone de un gran pabellón construido de piedra y ladrillo, con cubierta de teja plana, que mide 87 metros de largo por 10 de ancho. En el espacioso salón hay instalados catorce juegos de piedras con todos sus artefactos a la moderna, y queda sitio para otros catorce.
Los vagones vendrán desde las Salinas en el ferro-carril de vía estrecha, depositando la sal en los recipientes, perfectamente cubiertos de la lluvia, instalados junto a la línea; desde ellos será elevada a los molinos, por unos ascensores, y, después de molida, caerá a los vagones de dicho ferrocarril, que entrarán dentro de la fábrica, desde donde los sacará la locomotora para llevarlos a los embarcaderos.

En pabellón aparte, de la misma construcción, al que se llega por una gran escalinata de mármol artificial, se encuentra el salón de máquinas.
Allí se admira un gran motor de vapor con dos cilindros de alta y baja presión y enorme volante, teniendo las poleas estriadas, pues en vez de usar correa plana, se hace la trasmisión por cinco cables redondos construidos con tiras de cuero.
El vapor se produce en dos grandes calderas con fuerza do 150 caballos. Tanto el motor como las calderas han sido construidos en los talleres del Nuevo Vulcano, sociedad industrial y de navegación, de Barcelona.
Finalmente, en otro pabellón, también aparte, hay un buen taller de reparaciones, al que entran por vía especial las locomotores y vagones del ferrocarril de las Salinas.
En suma, una magnífica fábrica, que no se sabe aún cuantos sacos podrá producir, pero que seguramente no bajará de 20.000 en las 24 horas, o sea igual cantidad de quintales métricos. Y todo el mundo se pregunta: ¿para qué tanto elemento, si se exporta tan poca sal?
Fábrica de D. Onofre Cava. También es de Barcelona el dueño de este establecimiento. Es así mismo espaciosísima y preparada para una gran elaboración.
Está situada junto a la playa del Cequión, construyéndose hará unos ocho años. Consta de dos juegos de piedras a los que da movimiento una máquina de vapor construida en los talleres del «Vulcano» de Valencia, sistema de Balancín, con fuerza de 60 caballos.
Debido a la excesiva fuerza para dar movimiento a esta fábrica, solo pudo trabajar un mes, presentando el triste aspecto de todo lo que está hecho para la vida y no funciona.
Fábrica de D. Manuel Ballester. Se titula «La Concepción». Su propietario es hijo de Torrevieja y se distingue por su gran actividad, siendo uno de los primeros exportadores de sal. Está situada en la calle del Loro.
Tiene dos piedras, movidas por una máquina con fuerza de 25 caballos, sistema Lyon, construida por Tomás Aznar, de Alicante, con caldera de 50 caballos, de la viuda de Claudio Geneboix, del Grao de Valencia.
Trabaja mucho, produciendo en las 24 horas, 1500 quintales métricos de sal molida. Las clases que en ella se hacen son refina, fina, y nº. 1, 2, 3 y 4. Está encargado de esta importante fabricación D. Manuel Brú, muy entendido en tales trabajos. Aquí hay la animación que da la vida.
Fábrica de D. Valentín Rodríguez. Aunque su propietario no es hijo del país, puede considerársele como tal, en razón a los lazos de sangre que en él ha establecido. También está dedicado, como el Sr. Ballester, a la exportación de sal, siendo ambos los que más vida dan a este pueblo.
La fábrica la tiene situada en la calle del Matadero. Consta de dos piedras movidas por una máquina de vapor con fuerza de 20 caballos. En las diez horas útiles que constituyen el día de trabajo, se obtiene una elaboración de 500 quintales métricos de sal.
Las clases en que trabajan son cuatro y las denominan: Refina, fina, anchoas y a medio moler. El encargado. D. Francisco Inglade, lleva con gran inteligencia la dirección de esta fabricación.

Varias industrias.
Tiene Torrevieja una buena Central Eléctrica movida a vapor, progreso que no han logrado conseguir poblaciones más importantes. Pertenece dicha instalación a la Sociedad general de Centrales Eléctricas domiciliada en Bilbao, que ya tiene instaladas catorce centrales de esta clase.
Actualmente trabaja con una máquina sistema Rustón, fuerza de 50 caballos, y dos dinamos Crompton. Su corriente es trifásica y proporciona luz a más de 800 lámparas.
Pero la Sociedad propietaria, no pudiendo satisfacer todos los pedidos de alumbrado que se le hacen, ha acometido la empresa de construir una fábrica mucho más importante, que va a ser honra de Torrevieja.
Ya tienen terminado el edificio, que es de grandes dimensiones con soberbia chimenea, e instalados en él la caldera y motor con fuerza de 150 caballos, construidos por La Maquinista Terrestre y Marítima de Barcelona.
Solo les falta la dinamo, contratada con la Industria Eléctrica de la misma ciudad que, según nos aseguró el distinguido director de esta Central, llegará de un momento a otro. Entonces podrán dar luz a más de 2.000 lámparas, número muy suficiente para las necesidades de Torrevieja.
La fábrica de abonos químicos que, en la calle de San Policarpo posee D. Manuel Bonmatí Rico, es buena prueba de la laboriosidad de este pueblo. El espacioso local donde se halla instalada esta industria, es de reciente construcción, pues sus obras terminaron el año último.
Tiene el Sr. Bonmatí máquinas para triturar y cribar las primeras materias, proponiéndose adquirir nuevos aparatos por exigirlo así el creciente favor que los agricultores le dispensan.
Prepara los abonos completos que se le encargan, aceptando las fórmulas que se le dan por el agricultor; vende también abonos completos especiales para naranjos, olivos, viñas y granados; y así mismo expende en sus almacenes excelentes primeras materias para que el cultivador pueda elaborar el abono.
Dichas materias son el sulfato de amoniaco, el nitrato de sosa, las sales de potasa, el sulfato de hierro y los superfosfatos de cal. Sus abonos especiales para el naranjo están tan bien estudiados, que impiden que la naranja mueva o se le levante la cascara; y los que dedica al granado están preparados para las condiciones del suelo de Elche, donde dicho cultivo tiene tanto desarrollo.
El Sr. Bonmatí está dedicado buen número de años a esta industria, lo que le da gran competencia en la misma, llevando las materias fertilizantes de sus abonos completos la mayor gradación posible. Así se explica que llegue a expender anualmente más de 15.000 sacos.
La Fuensanta. Fábrica de muebles de Casanova Coll y compañía. Todos los señores que componen esta Sociedad son vecinos de Torrevieja, pero nacidos en Murcia, por lo que al fundar esta notable industria se han creído obligados a dedicarla a su venerada Patrona.
También el edificio es de reciente construcción, estando situado en las proximidades de la estación del ferrocarril de los andaluces, junto a la carretera que a la misma conduce. Se hacen en ella toda clase de muebles de madera y especialmente camas, mecedoras y sillas.
En camas compite con Valencia. En sillas construye unas especiales llamadas Sansón, muy fuertes y ligeras. Tuvimos ocasión de ver la construcción de una sillería y cama Luis XV, con calados blancos, muy elegante. Trabajan con gran economía, pues esa misma cama Luis XV la venden a cinco duros.
Ya en nuestra Exposición pudieron admirarse unos preciosos marcos tallados y construidos en esta fábrica, que obtuvieron medalla de plata. Tienen 21 máquinas, entre ellas sierras de todas clases, lijadora, torno para hacer molduras, para redondear, regruesadores, cepilladoras, y cuantas exige la construcción de muebles, hasta el punto de que la labor del operario puede decirse limitada a armar.
El movimiento de todos estos aparatos se obtiene por una máquina de Balancín construida en los talleres del Vulcano de Valencia, con fuerzas de 12 caballos.
Ordinariamente trabajan en esta fábrica 32 hombres, que pueden producir un enorme número de muebles. Al frente de ella se encuentra el inteligente socio D. Enrique Salas, que demuestra los grandes conocimientos que tiene en esta industria.

Además de las importantes fábricas que vengo relatando, existen otras en Torrevieja que acreditan el amor al trabajo de sus hijos. Tales son:
La de cementos y piedras artificiales, de D. José Jiménez, situada en el barrio de los Molinos. Trabaja muy bien en portales, tableros, fregadores, escalones, mosaicos y demás artículos de esta clase.
Otra de tejidos para velas, de D. José Hernández, situada en el mismo barrio. Sus productos son muy apreciados por la gente de mar.
Otra de muebles finos, de Francisco Tuso, en la plaza de la verdura, estando muy acreditado en tales trabajos.
Otra de mecedoras y camas de madera, de D. José Valentín, establecida en la calle de Torrijos, siendo muchos los objetos que vende.
Otra también de muebles de D. Juan Balaguer en la calle de D. María de Pineda.
Y otras varias de igual clase, pues los trabajos en madera constituyen una de las especialidades de este pueblo.
Así mismo merece ser citado el maestro velero D. Agustín García, que vive en el barrio de Las Puntas, pues de bastante distancia vienen a encargarle la construcción de velas.
Los almacenes de maderas de Sala hermanos y de Antonio Tebar, situados en la Glorieta de Capdepón y barrio de Carreteros respectivamente, tienen mucha importancia.
Los bazares de Ramón Sala, calle de la Concepción; de Ramón Sempere, en la de Torrijos; y el de la calle de Orihuela, están muy bien surtidos.
Finalmente, merecen mención los almacenes de harinas de D. Vicente Castel, D. Antonio Torregrosa y de Sala hermanos.
Bellas Artes.

En este pueblo hay una extraordinaria afición a la música. Puede decirse que todos los jóvenes saben cantar y que son contadas las personas que no tocan algún instrumento.
Así son aquí tan frecuentes las misas coreadas, los conciertos en las casas particulares y las armoniosas canciones que se oyen en estas plácidas noches de verano.
Entre los músicos notables que hoy honran a este pueblo pueden contarse: al maestro Gil, director de la banda municipal, que es un artista de cuerpo entero; al excelente pianista D. Manuel Capellín, al profesor en igual instrumento, que sobresale por su gran ejecución, el distinguido abogado del Estado D. Luis Cánovas; y al notable organista y director de coros D. Antonio Capellín.
No cito las personas que se distinguen en el canto, porque habría que hacer una lista interminable.
Al hablar de Bellas Artes, hay que hacer especial mención del incomparable fotógrafo D. Alberto Darblade. No es este señor un simple industrial, que se limita a que el retrato resulte con el mayor parecido posible; es mucho más que esto; es lo que se llama un consumado artista.
Él estudia al cliente y lo coloca en la actitud y sitio que más conviene a sus condiciones, obteniendo unas fotografías que son verdaderas obras de arte.

Torrevieja está llena de sus trabajos, admirándose en todas las casas algún retrato de tamaño natural, tan perfecto y tan artístico como puede hacerlo el mejor fotógrafo.
Y su fama ha traspasado los límites locales, no habiendo hoy una familia veraneante que no so lleve trabajos de este gran artista; por esto en Murcia es tan conocido como en su país.
La escultura tiene en Torrevieja un notable representante en D. Tomás Parodi. Trabaja el mármol y la madera admirablemente, pero encerrado en ambiente tan pequeño, no ha podido dar a conocer sus raras condiciones de artista.
¡Cuan grande sería su reputación viviendo en otro centro más importante! De sus manos ha salido el panteón que tiene en Torrevieja D. Trinitario Ruiz, padre de D. Trinitario Ruiz Capdepón. Es de piedra de Novelda, consistiendo en un precioso basamento y un gran ángel encima.
También ha esculpido el de D. Obdulio Talavera, que es su mejor obra. Tiene una base rectangular y en uno de los lados el busto del difunto, de extraordinario parecido con el natural; el segundo cuerpo lo componen dos cisnes que sostienen un crespón con la inscripción funeraria; y después se destaca el friso y arquitrabe de estilo corintio, terminando este notable monumento con una cruz de estilo bizantino. Como el anterior, es así mismo de piedra de Novelda.
Ha construido otros panteones, entre ellos el de D. Ceferino Talavera y multitud de lápidas y bajo relieves.
Es así mismo obra suya el retablo del altar mayor de la iglesia parroquial. Y en sus talleres ha esculpido un sin número de trabajos que existen en casas particulares y los adornos de proa y popa que llevan los barcos de madera construidos en Torrevieja.

La Agricultura.
Los alrededores del pueblo no son muy fértiles; sin duda alguna por la proximidad al mar; pero estos laboriosos vecinos han conseguido sacarle el mayor producto posible, haciendo grandes plantaciones de viñedos y olivos.
De los frutos de este país, que son más estimados y de los cuales se hace alguna exportación, merecen citarse los melones.
No debo terminar esta sección sin elogiar como es debido al acaudalado propietario D. Pedro Casciaro, por su notable quinta, denominada «San José de los Hoyos», situada a la salida del pueblo junto a la carretera de Almoradí.
Este gran entusiasta de la agricultura, con una perseverancia digna de imitación, ha conseguido convertir en hermosa y agradable residencia de verano, lo que antes era un terreno árido y pedregoso, instalando además grandes bodegas y fábrica de alcoholes con lo que ha atendido al mismo tiempo la parte industrial.
Nuestra agricultura para levantarse necesita muchos que como el Sr. Casciaro dediquen a ella sus capitales.
La Pesca.

Como las salinas proporcionan poco trabajo, el pueblo ha tenido que dedicarse de lleno a obtener otros productos del mar. Así es que, a medida que ha disminuido sensiblemente la exportación de la sal, han aumentado los botes pescadores.
Las diferentes pesquerías que se hacen por los hijos de Torrevieja tienen una regular importancia y son muy interesantes. De ellas habré de ocuparme en el presente artículo y en los sucesivos.
El Bou.

Esta es la que también se conoce por la pareja, a causa de que son dos los barcos que la hacen. Actualmente son ocho las parejas dedicadas en Torrevieja a esta pesca, constituidas por diez y seis grandes barcas cuyo desplazamiento oscila entre 25 y 30 toneladas.
Cada barca va tripulada por once hombres. Además, cada pareja tiene a su servicio una embarcación menor que se llama la enviada, con tres hombree, que se dedica a llevar el pescado a los puertos de Alicante, Cartagena, Torrevieja y otros donde tiene venta.
En tierra están también al servicio de las parejas, varios pescadores dedicados a lavar, remendar y armar las redes. Por todo ello, puede calcularse que cada pareja sostiene a unas 27 familias.
Esta pesca empieza en los primeros días de octubre, prolongándose hasta los últimos de abril. Se hace con una red de las llamadas de «copo», que llega hasta el fondo del mar, y que arrastran desde sus extremos las dos barcas que forman la pareja.
La profundidad a la que pescan es de 80 a 90 brazas, o sea, aproximadamente 160 metros. El pescado lo sacan «chorrando» las redes, o sea levantándolas por medio de un cabrestante, y sale envuelto en sus mallas toda clase de aquel, predominando la pescadilla, el salmonete, pajel, besugo y caramel.
En esa época viene mucho pescado a Torrevieja; dando ocupación a gran número de arrieros que lo transportan a los pueblos del interior.
Los tripulantes de estos buques, vuelven por las noches al pueblo, a dormir en sus casas, excepto en los meses de enero, febrero y marzo, en los que la pesca es de noche y entonces el descanso lo tienen durante el día.
Las ganancias que obtiene cada pareja se hacen cuarenta partes y se distribuyen en la siguiente proporción:
11 para el dueño de los barcos o armador; 1 para cada tripulante de la pareja, que ya hemos visto son 22; 1 para cada tripulante de la enviada, que según he dicho son 3; 1 para el propietario de la enviada; 1 para el remendador de las redes; y 2 para el armador del arte de pescar.
Van disminuyendo sensiblemente las utilidades de esta pesca; en términos que hace seis años ganaba cada tripulante en la temporada una suma que no bajaba de 400 o 500 pesetas, y hoy es raro el año que sus beneficios llegan a 250 pesetas.
La causa de ello consiste en que las parejas van agotando el pescado, destruyendo los criaderos y la vegetación submarina donde cría y se alberga.
El mayor daño lo ocasionan estos pescadores con el uso de mallas excesivamente espesas o cerradas, en nuestro sentir prohibidas por las disposiciones legales.
Para evitar la ruina total de esta todavía productiva pesca, deben unirse todos los pescadores del Bou y acordar utilizar solo las redes claras. Así es como únicamente conservarán el filón que ahora explotan.
Las parejas, al terminar la temporada de pesquera, se trasladan casi todas al Atlántico a pescar la caballa y el bonito; llegando en sus excursiones hasta cerca de las Islas Canarias.
No debo terminar este artículo sin consignar que las parejas construidas en Torrevieja, se distinguen en toda la costa de levante por su mucho andar.
La pesca del atún.

Es, sin disputa, la más ingeniosa de todas las pescas inventadas por el hombre, al menos de las conocidas por las playas de Levante. Empieza a cobrarse el atún en los primeros días de abril y se concluye a fines de agosto.
Hay en Torrevieja 60 botes dedicados a esta pesca. Cada uno desplaza de cinco a siete toneladas y va tripulado por tres o cuatro hombres. En clase de barcos pescadores, son éstos de lo mejor que se conoce, sobresaliendo por su mucho andar y por su gran resistencia.
Allá va toscamente expuesto como se cogen estos hermosos pescados. Cada embarcación, procura calar en sus «panas» en 1º. de abril, continuando haciéndolo hasta fines de junio.
¿Que qué son las panas y su calado? Pues por panas se entiende a unas boyas flotantes, formadas con grandes trozos de corcho encerrados en una red de esparto, sujetas por larga cuerda que en su extremo (el de la cuerda) lleva un pesado pedrusco, que las hace retener al fondo.
Dicha cuerda lleva también un ramo (léase en femenino) de pino, que se queda sumergido a una profundidad de cinco brazas. Bajo este ramo se alberga el «sorel» (en casi todas partes conocido por jurel) que en el verano es un pescadillo del tamaño del boquerón, constituyendo el alimento predilecto del atún.
Las panas se colocan por lo menos en número de diez, a lo que se llama un «andanón», situándolas muy lejos de la costa, por lo que necesitan ponerles señales y relacionarlas con los puntos más visibles.
Teniendo el pescador pobladas sus panas o sea bien repletas de «sorel», empieza la pesquera. Para ello salen de Torrevieja de dos a tres de la madrugada y a vela o a remo, según el viento, se llega al lugar donde aquél tiene «caladas sus panas».
Los tripulantes cogen una de estas boyas, la elevan al barco y colocan, en la popa del mismo, el famoso ramo de pino, hasta que el sorel se cobija bajo la embarcación, en cuyo momento retiran el ramo para que este no estorbe la pesca.
El atún que, como hemos dicho, tiene preferencia por el «sorel», viene a buscarlo, defendiéndose el infeliz pescadillo bajo el casco del barco, medida en efecto previsora porque el atún no se atreve a buscarlo en ese sitio asustándose de la sombra que proyecta el bote.
Pero como el pescador ha contratado al «sorel» para que sirva de cebo al atún, tiene que sacrificar alguna parte de sus servidores, y en ese preciso momento, en que le demandan su protección formando apiñado grupo en la popa del buque mientras este corre cuanto el viento le permite, empuña el «salabre» (o sea una pequeña bolsa de red cuya boca está sujeta a un aro de madera, y del que arranca un mango de lo mismo para facilitar su manejo) lo sumerge en el mar y eleva al bote el inocente «sorelillo», incapaz de suponer que así se responderá a su quejumbrosa demanda de hospitalidad.
Rápidamente, coge el pescador el «sorel», y ¡oh necesaria inhumanidad!, lo ensarta aún vivo por el lomo en grandes anzuelos preparados al efecto, y lo lanza por la popa a grandes distancias.
El «sorel», agonizante, se mueve en el agua y como ya se encuentra lejos del barco quita el miedo al atún para comérselo, abriendo éste su boca y tragándose furiosamente el anzuelo.
En tal situación, hay necesidad de contener al atún, porque este gran pez tiene la grave tendencia a precipitarse perpendicularmente al fondo del mar, en cuya huida manda mucha fuerza.
Contenido el pescado, se iza a bordo, entre el que da la «gambalada» (o sea el aparato compuesto del anzuelo, la cuerda y una vara a la que va sujeta la cuerda) y el «ganchero», al que se llama así porque con un fuerte gancho lo coge por el cuerpo, generalmente por las aletas ventrales.
Ya en el barco, hay que librarse de los terribles coletazos que da el gran pescado al asfixiarse. En esos angustiosos momentos no conviene acercarse mucho a la víctima.
Terminada la pesca, vuelve el bote a las «panas», dejando en ellas el ramo y «el sorel»; para ello necesitan que este último se separe del barco y vuelva a la «pana», a cuyo efecto se le espanta tirándole piedras, que lleva la embarcación, porque en el mar no se encuentran las útiles «sopas de arroyo».
Desde las diez o doce millas de la costa, en que se hace esta pesca, donde el agua alcanza la profundidad de 50 a 80 brazas, ¡casi nada!, regresa ufano el pescador al puerto, si ha conseguido hacer buena pesca. Muchas veces tiene que renunciar a matar muchos más pescados, porque hay necesidad de volver a casa a buena hora para no perder la venta.
La llegada a Torrevieja de estos innumerables botes, es uno de los espectáculos más pintorescos y que en mayor grado distraen a los veraneantes.
Desde las mesas de los frescos cafés del Casino y de España se ve el mar lleno de velas, que poco a poco se van agrandando hasta ganar el puerto.

El reparto de las utilidades de esta pesca se hace en la siguiente forma: media parte para el dueño del «andanón», una parte para el armador o dueño del barco, y otra parte para cada uno de los tripulantes; de manera que se hacen cuatro o cinco partes y media.
Es una pesca bastante eventual, pues mientras a unos pescadores les produce mucho porque encuentran gran número de atunes, a otros les rinde muy poco o nada por tener mala suerte. Pero al que le da bien, le produce mucho, habiendo bote que en un solo día ha repartido 250 pesetas por cada parte, lo que, como se ve, es una gran utilidad.
El atún que se saca en dichos meses de verano procede del Mar Negro y busca su salida al Atlántico. Es de dos clases a las que se les distingue con los nombres de blanco y encarnado.
El blanco son las hembras que ya han desolado, y por consiguiente vienen con la carne blanda y poca sangre, como le pasa a toda hembra en la convalecencia del parto.
El encarnado son los machos, robustos y fuertes, con gran consistencia en la carne. Difiere mucho el precio de una clase a otra, porque el blanco hay que comerlo pronto para que no se pierda y el encarnado en cambio resiste mucho más la acción del calor.
Da de comer esta pesca a gran número de arrieros que lo llevan a los pueblos del interior. Como final do este relato debo apuntar que para pescar el atún se necesita buen viento, siendo los más favorables los levantes, tener mucho sorel en las panas y que no lo pierda la embarcación, por lo que el pescador necesita ir regulando su marcha a fin de que no sea mayor que la del grupo de los pescadillos.
Algunas veces sucede que, por alejarse el sorel del barco, se interpone el atún entre uno y otro. En este desgraciado caso el pescador ha perdido la pesquera y el atún se ha proporcionado un gran banquete.
Entre los accidentes o peligros de esta pesca figura el de herirse unos a otros con los anzuelos y el de caer al agua los tripulantes del barco por el fuerte tirón que da el atún al verse prisionero.
Este último peligro era antes mucho mayor, porque la cuerda de la «gambalada», terminaba en una gran gasa o anillo también de cuerda, por el que se metía la mano y se quedaba sujeta a la muñeca.

El «gambalero» tenía que resistir con su cuerpo la fuerza que mandaba el atún, y en ocasiones era arrastrado al mar. Conocemos un caso sucedido a un pescador de la Isla de Tabarca que pone los pelos de punta.
Dicho pescador que, arrastrado por un atún al ser enganchado en el anzuelo, haciéndole resbalar violentamente por la popa del barco, en cuya caída le rompió una costilla y sumergiéndolo después en el mar, donde no se ahogó porque tuvo la serenidad de sacar la faca que siempre lleva todo pescador y generalmente atada) y cortar con ella la cuerda de la «gambalada».
Ahora es difícil que ocurran tales accidentes, porque le llevan con un corcho que colocan entre los dedos, que al apretar mucho el atún y no poderlo resistir, lo abandonan para que se lo lleve, porque la vida es antes que la pesca.
A los que veranean en Torrevieja, se les presentan ocasión de salir con los pescadores a presenciar las interesantes operaciones de la cogida del atún.
Yo estoy muy satisfecho de haberlo hecho porque el espectáculo no puede ser más bonito. Blasco Ibáñez lo pescó hace dos veranos y de su bien cortada pluma salió un precioso artículo, que me parece recordar fue publicado por «La Correspondencia de España».
Ánimo pues, y a sacar fruto del verano. Que todo no sea palique, dominó y otros excesos.
Varias pescas.

Las principales y más constantes pesqueras que se hacen por los marinos de Torrevieja son las que dejo reseñadas en los dos artículos anteriores; pero también existen algunos dedicados al empleo de otros artes de pescar.
Los mismos atuneros, cuando no encuentran muchos comedores de «sorel», pescan la caballa, la melva y el bonito, con el ingenioso aparato llamado el «curricán», que lo forman unas plumas que, al abrirse con la marcha del barco, imitan a un pescadillo; y al querérselo comer aquellos pescados, quedan prisioneros en los anzuelos que el falso animal lleva oculto.
Esta pesquera, en cuanto a la caballa, suele algunos años revestir mucha importancia.
Hay también unos pocos «palangraneros» o que pescan con «palangres», consistente en una larga «lienza» o cuerda con muchos anzuelos, la cual se deja en el mar con una boya a cada extremo; y los «tras malleros», que cogen el pescado con redes de tres tablas; o sea, tres redes juntas, las de fuera claras y la del centro ciega o muy espesa, siendo esta más alta que las otras y formando «seno» con ellas, las cuales se «calan» en el fondo del mar y se sujetan con boyas.
«Palangraneros» y «tras malleros» son los que en la temporada de verano abastecen a la población del rico pescado blanco y de fondo.
También es pesca de verano la de la boga con «nasas». Son estas unas jaulas de junco, caladas cerca de la superficie del agua, sostenidas por boyas.
En invierno se pesca algo con «sardinales», «alacheras» y «bogueras», que son redes especiales para coger la sardina, alacha y boga respectivamente.
Para los aficionados se conoce en esta costa el «rayo», «la caña» y el «volantín», pescas que acreditan mucho de «pacientes» a los que a ellas se dedican.
En el año último han venido unos pescadores mallorquines a llevarse la gran riqueza de langostas que tenían estas aguas y que los de Torrevieja no han sabido aprovechar.
Dichos activos marineros, han descubierto a 16 o 18 millas de la costa y frente a Santapola, en un sitio conocido por los Cabezos, un enorme criadero de langostas que casi han exterminado.
Unos botes pescadores, usando nasas y redes especiales, iban despoblando los cabezos y colocándolas en viveros en las tranquilas aguas del Estacio.
Cuando ya tenían repletos los viveros venían dos pailebotes pesqueros y se las llevaban a Marsella, con lo que han obtenido una gran utilidad que realmente pertenecía a los de Torrevieja.
Esos pailebotes eran, uno de 80 toneladas, y el otro de noventa, pudiendo llevar 12 y 15 millares de langostas respectivamente. Han hecho tres viajes el primero y dos el segundo, por lo que se calcula en más de 60.000 las langostas llevadas a Marsella.
Por último, al hablar de las pescas, debo consignar que los langostinos tan grandes y gustosos que comemos en Torrevieja, están alimentados con nuestra agua, es decir, con la que discurre por el Segura, porque los cogen en la desembocadura de este río.
El aparato para aprisionarlos es el «trasmalle» antes descrito. En Guardamar hay una compañía que tiene un establecimiento pesquero para coger el langostino y exportarlo a Madrid.
La venta del pescado.

El pescado se vende en Torrevieja como en casi todos los puertos, por el sistema de la subasta. Pero esto no impide al pescador hacer la venta por su cuenta; si bien pagando los derechos de subasta.
Esta forma de venta se debe a un pacto entre todos los pescadores, sin que por consiguiente tenga carácter oficial.
Perea es el que hace la subasta, ayudado por su hijo; Catín apunta los pesos, precios y personas; y algunos otros pescadores los auxilian, formando todos sociedad, y percibiendo un real por cada duro, que los paga el pescador y que reparten entre todos los de la compañía.
Tiene mucha importancia este negocio de la venta del pescado. La subasta se hace por reales tratándose del atún y el pescado de pareja; y por pesetas en cuanto al pescado fino.
Nadie que haya pasado algunos días en Torrevieja, podrá olvidarse del pintoresco cuadro que presentan estas operaciones.
Perea (hijo) robusto joven (que lleva locas a las domésticas de los veraneantes) vocea las posturas y anima a los compradores «¡A cuarenta y sinco, a sinco y cuarenta!» ¡Hay quien dé más! ¡Que lo voy a dar! ¡Que lo doy! ¡A cuarenta y seis y medio! ¡A cuarenta y siete! ¡Medio minuto a cuarenta y siete! ¡A la una! ¡A cuarenta y ocho!
Y así sigue hasta que toca un cuerno, señal de haberlo dejado rematado. Algunas veces tiene el cuerno gran tiempo en la boca sin soplar, esperando que aun suban el precio.
La Marina.

En este pueblo se han construido magníficos buques de madera, revistiendo antiguamente esta industria mucha mayor importancia que en la actualidad. Hoy trabajan tres constructores de embarcaciones.
Son los más importantes Miguel Gutiérrez y Antonio Ripoll, que están asociados. Los otros dos maestros calafates, son Miguel González y Francisco Cegarra. Hacen toda clase de buques, habiendo en otro tiempo llegado a construirlos hasta de 300 toneladas.
Hoy casi solo hacen barcos de pesca y alguno que otro de recreo. Recientemente Miguel Gutiérrez y Antonio Ripoll, han construido un precioso pailebot de 30 toneladas llamado «Soledad», para el gran aficionado a la pesca D. Julio Casciaro.
Ya ha probado esta embarcación sus grandes condiciones marineras en la temporada de pesca, pues en la primavera última lo tuvo su dueño en aguas del Estrecho de Gibraltar.
Se distinguen las construcciones navales de Torrevieja, por su esbeltez, seguridad y mucha marcha, siendo universal su fama.
Este floreciente estado, se debe a que en Torrevieja se estudiaron mucho los barcos para que pudieran servir al activo contrabando que en otro tiempo se hiciera, en sociedad con los aljezareños.
De Torrevieja han salido y salen excelentes marinos, que honran a la marina mercante española. Merecen citarse entre los vivos: a Jaime Parodi, que manda el pailebot «Soledad Parodi», de la matrícula de Alicante; a Anastasio Ballester, capitán del bergantín-goleta «Safo», de Barcelona; a Eduardo Sala, que ha mandado varios buques; y a otros muchos.
De aquí era también D. José Solano, el intrépido almirante de la escuadra cantonal. Marinos antiguos los ha habido de primera fuerza, como Tomás Parodi, padre de los actuales Parodi, que salvó muchas tripulaciones de los barcos náufragos en Torrevieja, por lo que mereció la Cruz de Beneficencia; y Gerónimo Galiana, que realizó el acto más extraordinario que puede contarse en cosas de mar.
Salió Galiana de la Habana, mandando el bergantín-goleta «Eustaquia». A los pocos días de salir se le declaró a bordo la fiebre amarilla, muriendo uno tras otro todos los tripulantes, quedándose solo Galiana y un grumete de corta edad.
Este arrojado capitán, tuvo serenidad bastante para cuidar con esmero a los enfermos, construir a cada uno de los muertos su ataúd de madera con el que los arrojó al mar y atender a todas las maniobras que exigía la larga navegación que llevaba.
Llegó a Vigo sin ningún contratiempo; al entrar en la ría, pidió auxilio a unos pescadores para las maniobras de entrada, por ser ya más difícil e imposible realizarlas por un hombre solo.
Los pescadores al subir al «Eustaquia» se enteraron de que venía apestado y quisieron irse, pero ya Galiana había tomado la precaución de cortar el cable de la barca, que se alejó de su buque, y revólver en mano, los obligó a ayudarle a llevar el «Eustaquia» al lazareto. El Gobierno premió su valor y humanidad concediéndole una cruz.
El puerto de Torrevieja es sumamente peligroso cuando reinan con fuerza los vientos del 2º cuadrante; por lo que en su bahía se han perdido bastantes buques.

Aun se recuerdan con horror los naufragios del «Sbrigati», de nacionalidad italiana, del que se ahogaron cinco tripulantes, entre ellos el capitán; y el de la corbeta «Josefa», de la que pereció la mitad de su tripulación.
Es raro el año que no ocurre algún siniestro. Los barcos son arrastrados por el viento y las olas a la playa de Ferris, en donde encallan y son deshechos por el temporal. Hace mucha falta construir un espigón que corte los vientos de levante para dar seguridades al comercio.
Para remediar algo estos males, existe una buena estación de salvamento de náufragos, en la que figura un excelente bote salvavidas y un cañón lanza-cabos, sistema Lille.
Mucho más podría decirse de los honrados y trabajadores hijos de Torrevieja, pero sería hacer una guía general de este pueblo, impropia de publicaciones como LAS PROVINCIAS.
Yo rindo a Torrevieja, con mis modestos artículos, el tributo debido a sus progresos y uno mis votos a los suyos para que lleguen a ser un hecho sus justas aspiraciones, concretadas en estas dos sencillas palabras: Salinas y Puerto.

Antonio José Mazón Albarracín. (Ajomalba).
Transcripción de una serie de ocho artículos publicados entre el lunes 13 y el miércoles 22 de agosto del año 1900 en el diario «Las Provincias de Levante».