El Guayú, un licor capuchino

El Guayú, un licor capuchino

La composición de esta historia se gestó en San Antón, tomando unas cañas con Rafael Almagro después de una caminata por la sierra.

Allí me habló de un licor capuchino fabricado en Orihuela y me pasó un enlace a la web de la familia Coig.

Si os interesa, podéis visitarla pinchando en la siguiente imagen.

Aquella misma tarde, mi insaciable curiosidad me hizo dedicar unas horas a esta preciosa anécdota, ambientada a principios del siglo XX.

Os dejo este curioso relato, resumen del que aparece en la citada página que recopila la historia de la Familia Coig en España con añadidos propios que he ido localizado por ahí.

Orihuela. Grabado siglo XIX.

Juan Coig Rebagliato era un caballero natural de Bayona, licenciado en derecho y vecino de Orihuela.

Más que buen cristiano, don Juan era un auténtico beato. Hombre de misa diaria, amigo de frailes, de curas y obispos.

Un 4 de marzo, día de San Casimiro, después de misa en la Catedral se adentró en al Rabaloche hasta el convento de los capuchinos.

Convento de Capuchinos Orihuela. Colección Esteban Sanmartín.

Quería felicitar a Fray Casimiro de Alcira,  un anciano al que la orden había destinado en nuestra ciudad para que terminase sus días en paz después de media vida en Sudamérica como misionero.

El fraile se alegró por la visita y, agradecido, le ofreció una copita de licor.

 A don Juan le pareció un trago exquisito; y curioso, preguntó el origen de tan deliciosa bebida.

El anciano misionero le contó que la elaboraba él mismo, utilizando una receta secreta que había aprendido de los indios sudamericanos. Se llamaba Guayú.

Y el visitante tuvo una gran idea.

Las bebidas fabricadas en los conventos siempre han gozado de gran fama entre el público.

Aquellos licores destilados por frailes en alambiques de cobre desde tiempo inmemorial, se fabricaban con fórmulas trasmitidas oralmente a través de los siglos.

Del consumo conventual pasaron a la venta local, y bien entrado el siglo XIX comenzaron a comercializarse de manera industrial.

¿Por qué no hacer lo mismo con el Guayú?

Con ese sabor y fabricado por los Capuchinos de Orihuela, diestros en el manejo de las hierbas medicinales, el éxito estaba asegurado.  

Hablaron con el guardián del convento; y con el provincial de la orden; a ambos les pareció buena idea. Era el año de 1904.

Convento de Capuchinos. Colección Esteban Sanmartín.

Laureano de Masamagrell -ministro provincial de la orden capuchina-, Juan Coig Rebagliato y Francisco Bayarri firmaron un contrato para la producción y venta del Guayú en enero de 1905.

El acuerdo incluía una condición: el licor lo fabricaría siempre un religioso de la orden; reservándose los capuchinos el secreto de la fórmula. 

Como medida de seguridad adicional, dicha fórmula quedó guardada en una caja con tres llaves: una para el provincial, otra para el guardián de Orihuela y otra para los socios capitalistas.

En la contabilidad quedó constancia de como don Juan y su socio se hicieron cargo de los gastos iniciales.

638 pesetas por 437 kilos de azúcar, 512 pesetas por 652 litros de alcohol, la minuta del notario que formalizó la escritura, el registro de la marca, los libros de contabilidad, facturas, papel para cartas, recipientes de fabricación, botellas, corchos, etiquetas, jornales de producción…

El montante total en los primeros tres meses ascendió a cuatro mil cuatrocientas pesetas de principios de siglo, una inversión más que considerable.

Según cuenta su nieto Juan, esta historia la escuchó varias veces en de boca de su padre, pero nunca le dio mucho crédito.

Hasta que un día encontró los apuntes contables de su abuelo y el documento del Registro de la Propiedad Industrial del licor Guayú.

En otro de esos apuntes, figuraba un cargo de 8 pesetas con 35 céntimos, importe de unas botellas regaladas al Obispo de Santa Marta.

Este dato se corresponde con lo que cuenta el cronista oficial de Orihuela, mi buen amigo Antonio Luis Galiano, en su artículo titulado «el obispo de Equino».

Os dejo un enlace pinchando la siguiente imagen.

Enlace al artículo del cronista.

El sábado 1 de julio de ese mismo año 1905, el oriolano Francisco Simón Ródenas, obispo de Santa Marta en Colombia, regresó a Orihuela de visita y fue agasajado por el Ayuntamiento.

Al día siguiente decidió visitar La Aparecida, la pedanía donde había nacido. 

Viajó en la galera del alcalde, Pedro Ramón Mesples. Y le acompañaron su secretario y un grupo de frailes entre los que se encontraba, como no, nuestro anciano Casimiro de Alcira, quien debió regalarle las botellas.

Nunca sabremos si el sabor del Guayú oriolano se parecía al americano.  No creo que las hierbas utilizadas por Casimiro fuesen las que usaban en Sudamérica.

Lo más lógico es que en Orihuela experimentase con plantas locales. Lo que sí llevaba seguro era azafrán.

Documento original del Registro de la Propiedad Industrial y Comercial. Pertenece a Juan Coig. He añadido la etiqueta original de las Destilerías Payá que muchos recordarán en la calle de San Agustín.

Los problemas comenzaron cuando Fray Casimiro pasó a mejor vida.

Como estaba previsto, reunieron las tres llaves y abrieron la caja. La sorpresa fue mayúscula: solo encontraron un papel en blanco.

Tengo que decir, que esa parte con la caja de tres llaves me parece algo teatral. Pero lo cierto es, que se quedaron sin la fórmula.

Tenemos otra referencia a esta historia. Aparece en el libro «Las Bodas de oro de mi colegio», obra de Joaquín Belda fechada en 1923.

Archivo Ajomalba

Belda cuenta que el Guayú era una bebida fabricada por los capuchinos oriolanos con un fondo de incienso que la hacía sumamente agradable.

Y que tuvo tal aceptación en toda la región, que se creó una sociedad para explotar el negocio.

Hasta que murió el capuchino inventor de la formula secreta, provocando la disolución de la empresa.  Básicamente coincide.

Añade además, que un tal Jacobito Gómez quedó como único accionista de la sociedad con miles de litros fabricados.

El Oriol Taurino. 1907.

No encontré más datos. Desconozco lo que pasó con el licor durante cuatro décadas. Lo cierto es que volvió al mercado a mediados de los años cuarenta.

Es probable que conociendo las cantidades utilizadas de azúcar, alcohol y azafrán, encontrasen una fórmula parecida. O que utilizasen otra diferente aprendida por nuevos misioneros capuchinos.

Según reza en la etiqueta original, en junio de 1947 el Provincial de los Capuchinos de la Preciosísima Sangre de Cristo de Valencia, Fray Estanislao de Guadasuar, autorizó a las Destilerías Payá de Orihuela a elaborar el licor Guayú, utilizando una fórmula traída por los misioneros capuchinos de la Guajira.

Publicidad en Prensa. 1952.

Del maravilloso brebaje, solo ha sobrevivido el nombre. Actualmente hay una empresa que comercializa un licor llamado Guayú.

Los Wayuu son una etnia aborigen de la península de la Guajira, un territorio entre Colombia y Venezuela. Pero el licor actual no parece muy americano.

Festival de la Cultura Wayuu. Colombia. 

Lo fabrican con avellanas o con melón; pero en su publicidad siguen presumiendo de un fraile español quien a la vuelta de una de sus misiones en la Guajira, trajo consigo la fórmula de un exquisito licor para consumo conventual.

Añaden que originariamente estaba compuesto de hierbas, pero que sus artesanos investigaron nuevas fórmulas para crear licores de destilación artesanal con frutas seleccionadas.

Antonio José Mazón Albarracín. (Ajomalba)

Versión radiofónica emitida por Radio Orihuela.

Mi agradecimiento a Juan Coig por la historia, a Antonio Luis Galiano por los datos del Obispo de Santa Marta, y a Rafa Almagro por la pista.