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Callejeando 12. El Raval Roig. Territorio Franciscano.

El arrabal Roig en los siglos XVI, XVII y XVIII. Archivo Municipal de Orihuela.

En la primera mitad del siglo XV la ciudad de Oriola suspiraba por acoger un convento de franciscanos. Instalados en Murcia desde finales del siglo XIII, se les requería frecuentemente para sermonear en fechas señaladas, trabajo por el que la ciudad les pagaba generosamente…

El Raval Roig. Territorio Franciscano.

Dejamos la plaza del Raval caminando por la añeja calle de San Francisco. Dice Gisbert que la calle del Carril recibió en 1891 el título de San Francisco «por ser la más próxima al convento extramuros de Santa Ana».

Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XVII.

Acudiendo al Archivo Municipal puedo asegurar que ya se la llamaba «Carril de Sant Frances» a principios del siglo XVII. Y en protocolos del XVIII aparece citada como «del carril que va a Murcia».

Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XVII.

Como parte del camino de Murcia necesitaba ser arrecifada constantemente aplicándole grandes cantidades de grava; sobre todo en el punto donde abocaban las aguas de la calle Barranco.

El diario de Orihuela, 10 de febrero de 1888: Los vecinos de la calle del Carril nos ruegan llamemos la atención del Sr. Alcalde sobre el estado de dicha calle en el punto en que abocan a ella las aguas de la calle del Barranco, pues está el arrecife tan destruido por efecto de las últimas lluvias que hace dos o tres días volcó un carro de gran porte en dicho punto con grave riesgo del carretero que afortunadamente salió ileso.

Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XVIII.

Los artífices del bautismo oficial fueron un grupo de vecinos que, en septiembre de 1891, solicitaron al Ayuntamiento modificar el nombre que figuraba en el nomenclátor por la devoción que profesaban a San Francisco.

Que siendo el Ínclito Patriarca San Francisco uno de aquellos eminentísimos varones cuya influencia ha sido más palpable en la marcha de los siglos, como sigue siéndolo en los pueblos que por cuenta suya, le son devotos, este arrabal que le profesa vehementísima devoción, desea con deseo máximo y especialmente los exponentes como vecinos de la citada Calle del Carril, que se dé a ésta el nombre de aquel santo gloriosísimo.

Obtuvieron la autorización municipal para variar los rótulos y los pagaron de su bolsillo. De esta forma las titulaciones de las dos arterias del arrabal quedaron dedicadas a la orden franciscana. 

Ajomalba.
Colección Esteban Sanmartín.

A la derecha quedan los Capuchinos, de los que hablaremos en la siguiente entrega. Seguimos el «Carril de Murcia» por la actual Avenida de la Constitución, un tramo aburrido y empinado que es obligatorio recorrer para visitar a los franciscanos del convento de Santa Ana.

Ajomalba.
Colección Esteban Sanmartín.

Remontada la cuesta se abre ante nosotros la explanada de San Francisco; que contaba en su inicio con una cruz de término. Cuenta Gisbert que, la cruz de la Puerta de Murcia o del paseo de San Francisco, fue costeada por el municipio en el año 1713. Y la que estaba en las cercanías del Sepulcro por la Orden Tercera de San Francisco en 1733.

En 1713 la de la puerta de Murcia o paseo de San Francisco también la costeó el municipio. Sobre una columna de piedra blanca aparece la cruz con las imágenes del Señor y de Santa Bárbara.

Cruz de la Puerta de Murcia o de San Francisco. Siglo XX.

Debe tratarse, por lo menos en el caso de la de San Francisco, de reconstrucciones posteriores a la Guerra de Sucesión. Montesinos cita otra «erección» de la misma cruz a finales del XVIII.

Y la cruz con su columna de mármol que se ve al principio del camino que sube a esta iglesia viniendo de Orihuela se erigió en el de 1779 a expensas del Hermano Mayor, Manuel Martínez Arques.

En las notas recogidas por el Padre Agustín Nieto se citan los trabajos y manufacturas de dos cruces, que se habían de hacer de piedra, obra del arquitecto Juan Pierres; una en la Puerta de Murcia y otra en San Francisco; fechadas en enero de 1598 y rematadas en 200 reales castellanos.

La primera debe ser la de la plaza del Raval o de Monserrate. Queda claro que desde el siglo XVI había una cruz de término en San Francisco; cruz que se mantuvo hasta el siglo XX.

Colección Estaban Sanmartín Alonso.

En el mismo año que se dio nombre a la calle de San Francisco, los frailes de Santa Ana proyectaban recuperar el control de la explanada situada frente al convento para formar una especie de paseo ajardinado.

El diario de avisos, 11 de noviembre de 1891: Hace tiempo que vive en la mente de los Rvdos. PP. Franciscanos del convento de Santa Ana de esta ciudad, el plausible pensamiento de encargarse del arreglo del antiguo paseo que da frente a la iglesia de aquel, sin que hasta la fecha se haya pensado en hallar una fórmula hábil que concilie el buen pensamiento de los PP. y los preceptos de la vigente ley municipal. Con sujeción a esta, es indudable que la cesión de aquellos terrenos no puede hacerse. Pertenecen al común de vecinos y solo con una tramitación larguísima y mediante subasta podría llegarse a la enajenación.

Otra forma para llegar a  la realización de aquel beneficioso pensamiento, no existe como no sea bajo la base de que los frailes se encargaran de su arreglo y custodia por traslado de funciones de administración que son las que únicamente tiene el Ayuntamiento, y esto, por modo provisional y no definitivo, pues dicho se está que de la misma manera que podría hoy la Corporación municipal delegar sus atribuciones en cuanto a conservación del mencionado paseo, mañana podría también restituirse en las mismas, resultando que se realizara una vez más lo del refrán que dice: «quien da pan a perro ajeno, pierde el pan y pierde el perro».

Explanada y paseo de San Francisco en julio de 1916. Colección Javier Sánchez Portas.

Todo esto, sin embargo, es suposición acertada, la de que al encargarse a los frailes franciscanos del cuidado de los mencionados terrenos que muy pronto bajo la dirección de los mismos se convertirían en un precioso jardín con riego del mismo huerto del convento, realizando así una importante mejora en aquel abandonadísimo sitio, no se pensaría ya nunca en enajenarles las facultades concedidas, ya que con intentarla solamente se cometería una gran injusticia y un mal para la población, toda vez que, lo había de constituir el abandono a que se volvería después de hermoseada aquella entrada de la población.

Sabemos que en la mente de todos los señores concejales está el otorgar el permiso consiguiente y la delegación de facultades que los padres franciscanos desean para emprender el arreglo mencionado, y es de esperar que, en una de las próximas sesiones concejiles, se halle la manera de llegar al resultado que, sin duda alguna, verá con gusto toda la población pues con ello tendrá un lugar más de lícito recreo y esparcimiento.

Convento de Santa Ana. Víctor Sarabia Grau.

En la alameda o paseo del convento, sentados a la sombra de sus árboles, hablaremos un poco de los Franciscanos.

Los Franciscanos Observantes de Santa Ana.

Esta orden de origen italiano fue fundada por Francisco de Asís a principios del siglo XIII, cuando en la Península Ibérica, los cristianos seguían luchando contra los almohades.

Francesco era hijo de familia adinerada, lo que le permitió recibir una esmerada y políglota educación. Vestido con harapos, descalzo y sin dinero decidió entregar su vida enteramente a la pobreza apostólica renunciando al patrimonio familiar.

Convento de Santa Ana. Ajomalba.

Poco a poco fue formando un reducido grupo de discípulos con los que viajó a Roma buscando la bendición Papal. Inocencio III les obligó a elegir un superior y Francisco se convirtió formalmente en el padre de la comunidad franciscana (Pater Comunitas, de ahí la costumbre de llamar a los Franciscos, Paco).

Dicho pontífice aprobó la llamada primera regla en 1210 y Honorio III,su sucesor la segunda y definitiva regla de los frailes menores, en 1223.

Siglo XV.

MONTESINOS PÉREZ DE ORUMBELLA, Joseph; Compendio Histórico Oriolano. Caja Rural Central. Orihuela.

En la primera mitad del siglo XV la ciudad de Oriola suspiraba por acoger un convento de franciscanos. Instalados en Murcia desde finales del siglo XIII, se les requería frecuentemente para sermonear en fechas señaladas, trabajo por el que la ciudad les pagaba generosamente además de hacerse cargo de la manutención del predicador—pan, vino, pescado y confits—y de la hierba y la cebada para su mula.

Montesinos dedica un capítulo a la fundación del Convento de Santa Ana, Casa Grande de Observantes (antes recoletos) de esta Ciudad de Orihuela. Transcribo algunos párrafos.

Por los años de 1440 de nuestra humana redención, deseando los moradores, hijos y vecinos de esta Ciudad de Orihuela fundar un Convento Seráfico – Observante, a cuya Orden siempre han tenido cordialísima devoción, dieron principio a encaminar a este fin algunas diligencias; pero habiéndose atravesado algunas dificultades que no explica con particularidad la nota, no pudo tener efecto su devoto celo en esta creación.

En el año de 1449 consiguió esta nobilísima ciudad tener algunos Religiosos Observantes; aunque muy pocos en su compañía. Hicieron donación a Fr. Humberto de la Hermita de Santa Ana y San Josef, que es la misma donde después se fundó el Convento, para que fundase en ella un Heremitorio o Hospicio para dicha familia, según la costumbre y medios de aquellos tiempos.

Me resta solo el decir que su primitiva fundación según quedó ya dicho algo, se efectuó en la Hermita de la dicha Gloriosa Santa, de la cual eran patronos los Caballeros Señores de Bonanza del Apellido de Rocafull.

Convento Franciscano de Santa Ana. Orihuela.

Como él mismo reconoce, utilizó el manuscrito de Mosén Bellot, cuyas notas sobre San Francisco son mucho más escuetas:

Lo que hoy es convento de San Francisco solía ser ermita con título de Santa Ana, y en el año 1449 hizo gracia el consejo a fray Amberto, ermitaño de la ermita de Santa Ana, junto al cabezo de las Lavanderas, de una rueda que solía servir al misterio de los Reyes, para noria al huerto.

Continua con una ligera imprecisión de fechas, quizá por mala transcripción; dice ocho, pero marca cuatro años después:

Intentó el consejo de fundar en este puesto un convento de San Francisco, a quien siempre tuvo Orihuela mucha devoción, y hubo en ello algunas dificultades que no las dicen las notas.

Aquí Bellot especula con los señores de Bonanza, en cuyo término estaba la ermita, pero no está claro que fuese ya de los Rocafull en esas fechas concretas. Afirma también que el vicario general de la orden, de nombre F. Escorihuela, les negó la licencia.

Muerto el vicario, el Consell lo volvió a intentar sin éxito en 1453. Dos años después, la Ciudad mandó a un tal Juan Marín con la oferta de un solar en sitio muy principal. Y el Provincial envió primero a Fray Jaime Ibáñez, quien puso las condiciones para aceptar la fundación.

Querían escoger el sitio para el convento, que lo pertrechase el Consell, que tuviese lo necesario para celebrar, y que los frailes predicasen por la huerta a cambio de limosnas.    

El solar ofrecido formaba parte del arrabal de la puerta de Crevillente, donde había estado la última morería, en el lugar que ahora ocupa el Colegio de Santo Domingo. La oferta incluía una mezquita en la que se podían instalar doce frailes. Al no ser de su agrado, dicho solar fue vendido por 4.000 sueldos. Así lo explica Mosén Bellot.

A los moros que viniesen a vivir a Orihuela comproles sitio donde edificasen casa y mezquita, y se las ayudó a obrar, que fue el puesto donde hoy está el colegio (…) se vino a despoblar y el consejo vendió el puesto en 4.000 sueldos, y dio la mitad a San Francisco de limosna. 

1453. Les darían una iglesia acomodada, que solía ser mezquita, en la cual pueden hoy vivir doce frailes, y que con el tiempo se irían mejorando.

Los franciscanos observantes de Castilla prefirieron la apartada ermita de Santa Ana, enclavada en el otro extremo de la ciudad, en el Señorío de Bonanza. Y recibieron como limosna 2.000 sueldos, la mitad del producto de la venta del solar de la morería que serían administrados por Jaime Roca.

Aceptaron los frailes, vino el Provincial a tomar posesión y dejó a Fray Jaime Ibáñez como encargado de iniciar la obra. El convento de Santa Ana se comenzó entre los años 1456 y 1459.

Convento Franciscano de Santa Ana. Orihuela.

Montesinos transcribió «fielmente de aquel bárbaro antiguo idioma valenciano» una carta fechada en seis de diciembre de 1459 destinada al rey de Aragón, Juan II. En ella se da cuenta de haber comenzado la obra de una casa convento franciscano en la que tenían alojados a siete u ocho frailes. Y de que por mucho que habían instado y suplicado, los vicarios generales y provinciales de la orden no habían aceptado la fundación oriolana.

Pedían al rey que escribiese a Calixto III, Papa valenciano fallecido en el verano de 1458.  Persevera en el error al afirmar que Calixto III firmó la bula pontificia en 1464, cuando ya llevaba seis años bajo tierra y le había sustituido Pío II, fallecido precisamente en 1464. Bellot, siempre más preciso, atribuye la bula al Papa Pío.

Todo este proceso transcurrió mientras arreciaban las disputas en el seno franciscano. Al relajamiento de las costumbres en los llamados conventuales se enfrentaron los observantes; hermanos que querían permanecer fieles a las normas de San Francisco, con su vida de predicación itinerante y pobreza voluntaria inspirada en Jesucristo.

A finales de la centuria acabó imponiéndose el espíritu reformista del poderoso franciscano observante, Francisco Jiménez de Cisneros, confesor de la reina, arzobispo de Toledo y futuro cardenal; quien con el aval de los Reyes Católicos consiguió eliminar a los conventuales de la Provincia de Castilla, a la que pertenecía el convento de Orihuela. Esta otra nota, fechada en 1494, es también de Mosén Bellot.

Reinando Fernando el Católico obtuvieron los frailes de San Francisco cierta parte de las fábricas para obrar su convento, y el consejo obtuvo revocatoria y confirmación del privilegio de las fábricas. 

Siglo XVI

El convento de Santa Ana, situado en una zona de fácil inundación, sufrió durante el siglo XVI al menos tres reparaciones costeadas por el Consell.  Y fue reedificado totalmente en 1593, muy cerca del anterior. Así lo cuenta Montesinos.

Pocos años corrieron después de la fundación de esta seráfica ejemplar casa en que experimentaron los religiosos la destemplanza del sitio, ocasionada de la mucha humedad por haber errado el departimiento de la vivienda, la buena distribución; pues la iglesia, sacristía y algunas oficinas que habitan menos, pusieron a la falda de un monte; y las celdas y principal habitación de los seráficos religiosos, colocaron en el valle y todos expuestos a las inundaciones frecuentes y avenidas peligrosas del Río Segura, que es el que riega, fertiliza y baña la muy frondosa huerta de esta Nobilísima Ciudad.

El día 20 de Abril del año 1592 se dio principio a la fábrica y se continuó con mucha viveza, pero a distancia tan corta del antiguo sitio, que más que traslación, la pudiéramos llamar diversa colocación o distribución de las viviendas de los religiosos; pues todo el sitio que ocupaba el convento se aplicó para huerta y jardín; y otros ensanches varios y precisos; y las viviendas de los religiosos, con la nave de la Iglesia, se retiró a la falda del dicho monte, que está contiguo al Camino Real, a la distancia de unos 200 pasos; pero la bastante  para excusar las muchas humedades que eran ocasión de la referida destemplanza, y también las inundaciones del dicho Río Segura. Concedida la licencia para edificar de nuevo el convento, lo trasladaron al pie del monte, dejando el antiguo solar como parte del huerto.

Convento Franciscano de Santa Ana. Orihuela. Colección Javier Sánchez Portas

Siglos XVII y XVIII.

Dedicada la primera mitad del siglo XVII a levantar su nueva fábrica, sufrió como todos, los efectos de las epidemias de la segunda mitad. Montesinos se sorprende de cómo, a pesar de vivir de las limosnas, se pudieron permitir generosas contribuciones al rey desde su misma fundación.     

Seráfico Convento de Santa Ana de Menores Observantes. Este Religioso Seráfico convento (no obstante que según su regla se mantiene de limosnas) en el 1469 sirvió al Sr. Rey de Aragón, Don Juan II en el cerco de Perpiñán y otras plazas, con 12 carros de trigo. Mas en varias ocasiones, especialmente en tiempos de peste, como sucedió en los años 1580, 1648, 1678 y 1708, sirvió esta comunidad a los Sres. Reyes con dinero, trigo, cebada, paja y religiosos para curar a los soldados apestados, sirviendo este mismo convento de Hospital General para la Reales Tropas, en el reinado del Sr. Don Felipe V, con el motivo de las Guerras de Sucesión, en los años de 1703, 1706 y 1707.

Convento Franciscano de Santa Ana. Orihuela.

En 1792, Montesinos redactó una «Breve noticia del estado presente de la Reverenda Seráfica Comunidad del Convento de Santa Ana». El extenso listado con nombres y apellidos estaba dividido en 30 religiosos de coro, 13 legos profesos y 14 estudiantes de teología. A los que había que añadir a tres hermanos sirvientes y 21 donados.

MONTESINOS PÉREZ DE ORUMBELLA, Joseph; Compendio Histórico Oriolano. Tomo 4. Manuscrito. 1792. Caja Rural Central. Orihuela.

Los donados eran seglares que se entregaban gratuita y temporalmente al servicio del convento. Solían ser varones adultos, solteros o viudos, sin compromisos familiares, que se ocupaban principalmente de pedir limosna; pero también ayudaban en el huerto, en la cocina o haciendo recados.

Huerto del convento franciscano de Santa Ana. Orihuela.

En el último cuarto del siglo XVIII se descubrió un manantial en la falda del monte, muy cerca del convento de Santa Ana; y mientras decidían la manera de llevar el agua a Orihuela, se cedió el uso a los franciscanos.

Fuente de San Francisco.

Siglo XIX.

Durante la Guerra de Independencia, las tapias del convento se prepararon como baluarte para hacer frente a posibles invasores que nunca llegaron. Y Montesinos nos vuelve a informar del «Estado actual y presente que tiene la Reverenda y Santa Comunidad de Santa Ana de Padres Franciscos Observantes de la ciudad de Orihuela en este años de 1809».

Esta vez los dividió en 12 religiosos lectores con diversos cargos (guardián, visitador, vicario, procurador), 17 predicadores sin otro título; 8 coristas; 11 legos y 11 donados.

En el año 1835 los Franciscanos de Santa Ana fueron exclaustrados y su convento pasó a formar parte de los Bienes Nacionales. Tras ser subastado acabó en manos de un vecino de Madrid. Los oriolanos intentaron recuperar el convento organizando una cuestación cuyo producto entregaron a Matías Sorzano.

Este rico propietario había comprado el edificio en 1845. Diez años después, durante la epidemia de cólera morbo, lo prestó a la ciudad para instalar un hospital provisional. En 1878 se utilizó como hospedería para misioneros enfermos o convalecientes.

En enero de 1880, Andrés Rebagliato Pescetto, senador por Alicante y yerno de Matías, puso el convento y su huerto a disposición del padre Francisco Manuel Malo, reorganizador de la Provincia Franciscana de Cartagena. Lo hizo en nombre de todos los herederos, reservando para la familia el patronazgo. Cumplidas las formalidades, se celebró su reapertura el día 8 de Mayo de 1880.

Semanario católico, 5 de junio de 1880: El día 9 de Mayo quedó instalada una comunidad de religiosos Franciscanos en el convento de San Francisco de Orihuela, para cuyo objeto había sido reparado convenientemente. Dicho edificio había pasado a ser propiedad del Senador Sr. Rebagliato, quien lo ha cedido para tan piadoso y laudable objeto. Dios premie su buena obra. Nosotros felicitamos por este acontecimiento a la religiosa ciudad de Orihuela, que lo ha celebrado con muestras de júbilo y entusiasmo.

Convento Franciscano de Santa Ana. Orihuela. Ajomalba.

En junio de 1907 el franciscano Fr. Serafín Durán transcribió para el diario «La Huerta» una memoria sobre el acontecimiento que conservaban en el archivo del propio convento. 

Hallábase nuestro antiguo convento, titular de Santa Ana, de la ciudad de Orihuela, Provincia de Alicante, en posesión de las Sras. Doña Teresa, Doña María y Doña Filomena Rebagliato Sorzano y de los hijos de Doña Sofía Rebagliato Sorzano, nietas las cuatro de D. Matías Sorzano Nájera, quien lo redimiera al Gobierno de la arbitraria desamortización al ser subastado por el Gobierno Civil de la Provincia en 22 de Mayo de 1844.

Y como las referidas señoras propietarias del expresado convento, noble y generosamente lo ofrecieron con su espaciosa y rica huerta al M. R. P. Provincial Fr. Francisco Manuel Malo, y le fuera entregado por las mismas jurídicamente, con la única cláusula condicional de reconocimiento de patronato hacia todos los herederos sucesores de don Matías Sorzano, y la de posesionarse todo dentro del año en que se hizo la donación, que fue el de 1880, día 14 de Enero, comenzó desde luego el P. Malo a ejecutar su proyecto, habiendo obtenido al efecto Decreto especial del Rmo. P. Vic. Comº. General, Fr. Vicente Albiñara y del Excmo. Sr. Obispo de la Diócesis, D. Pedro Mª. Cubero.

En consecuencia de todo, el día 8 de Mayo del citado año llegaba el P. Malo, acompañado del R. P. Guardián del nuevo Convento Fr. Gregorio Martínez y algunos otros Religiosos a tomar posesión de la nueva Casa, siendo entusiasta el recibimiento que hicieran a aquellos hijos de San Francisco, así las Autoridades Eclesiástica y Civil, como las clases sociales todas de la noble y religiosísima ciudad de Orihuela. Al día siguiente se verificó la inauguración Oficial celebrando el incruento Sacrificio de la Misa el R. P. Guardián con asistencia del Excmo. Sr. Obispo y Clero Catedral.

El Graduador, 16 de octubre de 1880: Una noticia importantísima de «El Eco:» «Fr. Gregorio Martínez, guardián del Convento de Santa Ana de la orden de San Francisco de Orihuela, ha solicitado la devolución de dos cuadros que pertenecieron al Convento y que cuando la exclaustración pasaron a formar parte del Museo provincial. Pues que le devuelvan al guardián los cuadros, si tanta prisa le corren.

Francisco Manuel Malo y Malo, nacido en la provincia de Guadalajara en 1810, fue un importante miembro de la orden franciscana en el convulso siglo XIX. Escritor y editor, montó su propia imprenta en el convento de Orihuela. Como nota curiosa, la maquinaria y utillaje tipográfico de la «Imprenta Santa Ana» fue adquirida a los herederos de José Zerón en 1882. Y luego fue vendida a Luis Zerón en torno a 1885.

El Padre Malo falleció en Santa Catalina del Monte, Murcia, en 1892. Quince años después, sus restos fueron trasladados a Orihuela por deseo de los franciscanos. Hubo otro con el mismo apellido, Fray Agustín Malo, que fue Guardián hasta 1897.

La Correspondencia Alicantina, 10 de febrero de 1897: Escriben de Orihuela que en la segunda mitad del próximo mes de marzo, serán trasladados desde la iglesia del eremitorio de Santa Catalina del Monte (Murcia), al nuevo panteón que los religiosos observantes menores del Convento de Santa Ana de esta ciudad han hecho construir en su propiedad de este cementerio, los restos mortales del M. R. P. Fray Francisco Manuel Malo, que falleció al amanecer del martes 15 de marzo del año 1892, cuando contaba ochenta y un años, tres meses y trece días de edad, y a los sesenta y seis años, cinco meses y veintiocho días de religión.

El P. Malo era definidor General de la Orden de San Francisco, Lector de Sagrada Teología, Ex rector del Colegio de Misioneros de Santiago, etc., etc. y durante toda su vida llena de merecimientos apostólicos y de persecuciones que soportó con cristiana resignación y verdadero heroísmo, se distinguió entre los demás religiosos de la orden a que pertenecía por su incansable laboriosidad, por su encantadora sencillez y demás bellas cualidades que forman la corona de sus merecimientos acá en la tierra, en donde la reputación del P. Malo era tan universalmente reconocida por su virtud, sabiduría y elocuencia…

El edificio anexo es la capilla de la Venerable Orden Tercera (VOT), construida en 1893 y recientemente restaurada.

El alicantino, 29 de julio de 1893: Han comenzado y se encuentran ya bastante adelantadas las obras del local que la V. O. T. de San Francisco de Orihuela está construyendo junto al convento de Santa Ana para depositar los pasos de Semana Santa.

Convento Franciscano de Santa Ana. Orihuela. Reformas en la VOT. Ajomalba.
Convento Franciscano de Santa Ana. Orihuela. Reformas en la VOT. Ajomalba.

La Correspondencia Alicantina, 8 de noviembre de 1897. Escriben de Orihuela: Ha sido nombrado vicario del convento de Santa Ana, el ilustrado franciscano Fray Miguel Villalba. También ha sido nombrado guardián del referido convento el muy Reverendo P. Antonio Velasco, virtuoso y docto religioso de la Observancia de San Francisco.

Utilizado como seminario para religiosos franciscanos y como centro de estudios teológicos, el convento no reunió las condiciones necesarias hasta bien entrado el siglo XX.  

Siglo XX.

Convento Franciscano de Santa Ana. Orihuela. José Antonio Ruiz Peñalver.

En 1913 Fr. Antonio Martiu, provincial de la orden, decidió levantar un nuevo piso sobre los amplios muros del convento. Con esta obra el edificio quedó dotado de un hermoso oratorio, salón de estudios, cuarenta y cinco celdas y otras dependencias. Se inauguró el 14 de julio de 1914 festividad de San Buenaventura.

La correspondencia de Orihuela, 6 de febrero de 1914: En breve quedarán terminadas las grandes obras que se están verificando en este Convento de Santa Ana, en donde ha de fundarse un seminario franciscano, para los religiosos de esta provincia seráfica de Cartagena.

Convento Franciscano de Santa Ana. Orihuela. Ajomalba.

La vega, 23 de julio de 1916: El próximo día 26, tendrá lugar la tradicional romería al convenio de PP. Franciscanos (extramuros de la ciudad), en cuya Iglesia se venera la gloriosa imagen de la bendita Santa Ana. Por la tarde, tendrá lugar por la alameda del convento la procesión con la nueva imagen de dicha santa, regalo de la piadosa Sra. Doña Ana Cano Manuel de Soto, amenizando el acto la banda municipal.

Procesión celebrada el 26 de julio de 1916. A la izquierda el carruaje de doña Ana Cano Manuel. Colección Javier Sánchez Portas.

El Día de Alicante, 14 de diciembre de 1934: En el convento de Santa Ana de Orihuela y bajo la presidencia del Reverendo Padre José Moya, delegado del Generalísimo de la Orden, fue celebrado ayer Capítulo de la Provincia Seráfica de Cartagena.

Convento Franciscano de Santa Ana. Orihuela. Ajomalba.

En él ha sido elegido Provincial el Rvdo. P. Juan José Gómez, Licenciado en Sagradas Escrituras y catedrático de dicha asignatura y hebreo en el Seminario Conciliar y Convento de Padres Franciscanos. El Capítulo prosigue sus reuniones para nombrar guardianes de Conventos y superiores de Residencias provinciales.

Convento Franciscano de Santa Ana. Orihuela. José Antonio Ruiz Peñalver.

En el verano de 1936, a media noche, un grupo de milicianos asaltó el convento. Las imágenes de la Cena, la Oración en el Huerto, la Samaritana, la Negación de San Pedro, Los Azotes, la Verónica, San Juan, Nuestro Padre Jesús “el abuelo” y la Virgen de la Soledad, acabaron convertidas en una enorme pira. En esos turbulentos años de contienda fue utilizado por la aviación con el nombre de «Cuartel Madrid».

El Nazareno desaparecido. Los pasos de Semana Santa en 1927-1929. Fotografías de Alfonso Bernad. Colección Javier Sánchez Portas.

Acabada la Guerra Civil, los franciscanos regresaron. El 20 de marzo de 1940 a las 7 de la tarde, salió de la iglesia una procesión con la imagen del Cristo de la Agonía.

El 18 de octubre de 1940 el padre guardián y una comisión de miembros de la VOT marcharon a Murcia para recoger una nueva imagen del «abuelo», obra de José Sánchez Lozano.

Antonio Ballester Vidal.

Al día siguiente, «la copia más exacta de la antigua, destruida por los rojos, el funesto año 1936», fue bendecida por el Vicario General de la diócesis, Luis Almarcha, entre muestras de fervor popular y en presencia del Ayuntamiento en pleno vestido de gala.

Convento Franciscano de Santa Ana. Orihuela. José Antonio Ruiz Peñalver.
Convento Franciscano de Santa Ana. Orihuela. J. María Pérez Basanta

Vía Crucis de San Francisco.

Abandonamos la alameda del convento y dejando a la izquierda la carretera de Murcia, subimos por la empinada cuesta del Calvario rememorando el antiguo Vía Crucis que partiendo de la iglesia conventual, tras recorrer la explanada, emprendía la subida hasta la ermita.

De esta representación religiosa proviene el nombre de la calle del Calvario, por la que accederemos para llegar a la ermita del Santo Sepulcro, la última estación. Así lo describe Montesinos en 1792.

En el año 1678, transcurridos solo doce después de su fundación se construyeron los pasos antiguos del Vía Crucis que duraron hasta el año 1759, que por gustos motivos se demolieron e hicieron los modernos, estaban repartidos en lo más interior del desierto propio para penitencias.

Siendo Hermano Mayor D. Manuel Martínez Arques, con su autoridad, agencias, y muchos dineros suyos, todo el Camino y parte de la Calzada del monte en el de 1772 se hallanó, adornó, empedró  y circuyó de poyos de piedra y de varios árboles de terebintos, chopos y olivos para que se viese de más perfecto paso, comodidad y alivio de los que cada día suben a visitar este deboto santuario y heremitorio.

El presente adorno de las imágenes del Santo Vía Crucis, que es de hermosos Manises de la Fábrica de Valencia, se estrenó el día 4 de Octubre, propio del Padre San Francisco del próximo año pasado de 1791…

Está claro que, en la segunda mitad del XVIII, se empedró y embelleció, con la plantación de varios árboles, el camino y la calzada que subían a la ermita franciscana jalonados por las catorce capillas. Así lo cita Gisbert.

El Vía-Crucis de San Francisco principia en la alameda o paseo de este convento, junto a su iglesia, y termina en la ermita del Santo Sepulcro que es su última estación.

Los antiguos pasos eran a modo de capillas con altares en que se solía celebrar misa; muchos de ellos con lámparas y provistos de puertas. La incuria de los tiempos comenzó a destruirlos y en 1763 la Orden Tercera de San Francisco los demolió y fabricó de nuevo en la forma que han llegado a nuestros días.

A la derecha, las capillas del Vía Crucis a principios del siglo XX. Colección Javier Sánchez Portas.

El eco del Segura, 30 de marzo de 1898: En la tarde del próximo viernes Santo, a las cuatro, el P. Guardián y comunidad de PP. Franciscanos harán solemnemente el Santo Ejercicio del Vía-Crucis; en el que se halla instalado delante de la ermita del Sepulcro, frente al Convento de dichos Padres. El P. Guardián invita a tan piadoso acto, a todas las personas devotas de la Pasión de Cristo; pero muy especialmente a todas las que forman parte y son hermanos de la Venerable Orden Tercera de Penitencia de S. Francisco, establecida en el convento de Sta. Ana.

Ante nuestros ojos se muestra la ermita del Sepulcro alzada sobre una escalinata de acceso con grandes lajas de piedra que sirven para salvar el desnivel que existe entre el añejo edificio y la calle.

Ermita del Santo Sepulcro.

MONTESINOS PÉREZ DE ORUMBELLA, Joseph; Compendio Histórico Oriolano. Libro 4. Caja Rural Central. Orihuela.

Comienzo transcribiendo algunos párrafos del texto que Montesinos le dedicó en su cuarto tomo.

La devoción del Vía Crucis, tan digna de nuestra memoria y de que todos la practiquemos, ha florecido siempre mucho en esta Ciudad de Orihuela, siendo numerosos sus concursos de gentes de todos los estados que visitan las estaciones que componen el sagrado camino, y desiertos de la Cruz en términos, y desiertos del Seráfico Convento de Santa Ana.

Da este su feliz principio junto a la Alhameda y subida de la propuesta Hermita, y finaliza a las faldas de un monte a la parte occidental. Es uno de los más celebrados y debotos que goza el Reyno, y en lo antiguo se llamó Monte de los Penitentes, por los muchos que se ocultaban en sus cuevas y malezas.

Esta Hermita del Santo Sepulcro, última de las Estaciones, está muy cerca del Convento de Santa Ana, en un sitio muy divertido, aunque entre cerros y obeliscos de piedras, fue dedicada desde su fundación al Sepulcro o Entierro de Jesuchristo, y a Nuestra Señora de la Soledad.

Fundada por su devoción, zelo y piedad en el año de 1666 con ayuda y asistencia de los Hermanos de la V. Orden Tercera Seráfica, existente en el referido Convento de Santa Ana, el Magnífico y Muy Ilustre Señor Don Juan Bautista Cascante García de Lassa, natural de esta Oriolana Ciudad, Caballero del abito de Santiago, Coronel de los Reales Exercitos, Governador Militar y Politico de esta Ciudad y Hermano Mayor que fue por muchos años de la referida Orden Tercera, por cuya muerte quedó ésta en legítima posesión de dicha hermita, como hasta el presente la gobierna y poseé.

Ermita del Santo Sepulcro. Colección Javier Sánchez Portas.

La iglesia es muy capaz y está rodeada de varias hermitillas del Vía Crucis, ocupando el lucidísimo tercio del monte, de la más hermosa planicie que formó el Articife Supremo, Criador  de Cielos y Tierra, en las faldas o cimientos del Monte de la Penitencia, a la que sirven de valla, guarneciéndole del Poniente, Tremontana y Zierzo, cuatro hermosas Casillas o Estaciones que son la X, XI, XII y XIII, adornando a esta planicie, varios e innumerables árboles, como son terebintos, almendros, albercoqueros, alhamos, olmos, higueras, algodones, rosales, jasmines y claveles, con innumerables higueras de higos chumbos o de pala, de los que se paga un crecido arrendamiento, con algunos medianos olivos y algarrobos.      

Cruz de Término y Vía Crucis. Colección Javier Sánchez Portas.

Montesinos precisa el año 1666 como fecha de construcción. He comprobado la identidad del personaje que cita como benefactor y Hermano Mayor — Juan Cascante García de Laza — y era Lugarteniente de Orihuela en 1656.

Regentada por la VOT de los franciscanos de Santa Ana, las primeras noticias datan de finales del siglo XVII; como por ejemplo un robo sacrílego en 1693, cuando el Cristo del Sepulcro fue despojado de sus vestiduras; o el suceso fechado en 1694, cuando los ratones se comieron su sábana.

Fue reedificada completamente en la década de 1720; y en 1733 se concedió licencia al hermano Juan Pacheco para edificar una casita a sus espaldas donde hacer vida solitaria y penitente. En 1755 se le despidió, sustituyéndole por el hermano Pascual Marco, encargado de mantener limpia la ermita y su plazuela, evitar bailes y otros actos profanos y adecentar anualmente el Vía Crucis antes del viernes primero de cuaresma.

Su portada, de principios del XVIII, se realizó en piedra labrada destacando sobre el dintel de la puerta el escudo de armas de la VOT colocado en el año 1762, que muestra bajo qué tutela fue construida esta ermita. Montesinos afirma que se puso el escudo con las seráficas armas franciscanas en una noche, para evitar que la Parroquia de Santiago se apropiase de ella.

En el año de 1762, siendo Hermano Mayor Don Pedro Miravete de Moreno, reblanqueó esta hermita, se pavimentó, compusieron sus texados, se hicieron las gradas de piedra negra y pusieron las armas de la Tercera Orden sobre la puerta.

Ermita del Santo Sepulcro. Dibujo de Montesinos y escudo original. Fotografía Ajomalba.

El edificio presenta tres estructuras bien diferenciadas: la iglesia y dos casas adosadas a ambos lados que son de época posterior. A su izquierda encontramos una recóndita plazuela que lleva el nombre de este añejo edificio que se mantuvo en pie de puro milagro.

La ventana central debió servir para iluminar la estancia y, como es típico en estas ermitas, la fachada se cierra con una espadaña donde estuvo colocada la desaparecida campana original; que, según Montesinos, mostraba la siguiente inscripción: «Maria Josepha. Se hizo en el año 1764. Jesús».

Ermita del Santo Sepulcro. Colección Javier Sánchez Portas.

Sigo transcribiendo a Montesinos hablando de la urna funeraria y el Cristo difunto.

Lo que se lleva en este sitio todas las atenciones catholicas es el hermoso simulacro del Santo Sepulcro y debotisima imagen de Jesús Difunto y Sepultado a quien está dedicada esta hermita.

Es el imán más poderoso de todos los corazones que debotamente le miran, llevándoles como de la mano a la contemplación de su divino prototipo. La urna o sepulcro, que es de finos cristales y de delicada talla es cosa grande, y el divino St. que difunto yace en su primorosa cama es de inestimable valor.

Su hechura es del celebrado escultor Pablo Bucci, Francés de nación, vecino de Murcia; y desde dicha ciudad hasta esta de Orihuela, cuya distancia es de cuatro leguas, vino esta sagrada urna con 100 luces, y en ombros de 12 Hermanos Terceros acompañados de algunos exemplares sacerdotes de Orihuela.  

Santo Sepulcro. Colección Javier Sánchez Portas

En sus inmediaciones se escenificaba un desenclavamiento que fue prohibido por el obispo Tormo a finales del siglo XVIII. Y a punto estuvo, por esas fechas, de convertirse en cementerio.

Según cita el Dean de Cartagena, Julio López Maymón, en uno de sus «rebuscos» publicado en «El pueblo» el 26 de noviembre de 1928, cuando Carlos III mandó que se enterrase fuera de las ciudades, el Cabildo acordó crear un cementerio utilizando para ello la capilla del Santo Sepulcro.

El 31 de enero de 1790 escogieron un trozo de terreno con algunos olivos, próximo a la sierra, entre el camino real y la bajada del Vía Crucis a San Francisco, Cruz del Calvario y Pozo. Pero el proyecto planteaba demasiadas complicaciones, especialmente con la Tercera Orden de S. Francisco. Después de largas y encendidas discusiones, se acordó hacer el cementerio donde hoy se encuentra.

El 20 de junio de 1920 la VOT acordó reparar la cúpula amenazada de ruina; pero doce años después, durante la II República, a propuesta del concejal socialista Cubí, el Consistorio decidió derribarla. Evidentemente, por motivos que desconocemos, la demolición no se llevó a cabo.

AMO. Libro de Actas, 6 de septiembre de 1932: El Sr. Cubí denuncia el estado ruinoso en que se encuentra el edificio llamado el Sepulcro y las constantes denuncias que le formulan los vecinos de aquel paraje por el peligro que amenaza.

Se aprueba por unanimidad que previo informe de la comisión de ornato y del maestro de obras del ayuntamiento se lleve a efecto la demolición, cediendo el derribo al maestro de obras por si con ello pudiera cobrar algo de lo perdido con el derribo del arco de la Corredera.

Ermita del Santo Sepulcro. Colección Javier Sánchez Portas.

Durante la Guerra Civil fue saqueada quedando la ermita y las capillas del Vía Crucis en deplorable estado. El patrimonio de la VOT resultó muy maltrecho pero, a pesar de la penuria económica de la posguerra, se restauraron las capillas y con grandes dificultades se intentó hacer frente a las costosas reparaciones que necesitaba el edificio.

En las décadas de los 40 y 50 se emprendieron diversas obras que a menudo fueron suspendidas por falta de fondos. Su estado exigía más medios económicos de los que la VOT podía afrontar a pesar de todos sus esfuerzos.

Ermita del Santo Sepulcro. Juan Fenoll Villegas.

Las capillas desaparecieron para siempre en los años 70 y la iglesia fue vendida a la Comparsa Caballeros del Rey Fernando. A punto de desplomarse, fue rehabilitada e inaugurada en octubre de 2010 como “Centro Cultural Santo Sepulcro”, destinado a exposiciones, conciertos y otras manifestaciones culturales.

Ermita del Santo Sepulcro. Turismo Orihuela.

Antonio José Mazón Albarracín.

Extracto actualizado del artículo “El Raval Roig, un territorio históricamente singular”, publicado en “Cuadernos de historia y patrimonio cultural del Bajo Segura”.  A su vez era un resumen, actualizado y ampliado de otros artículos que he dedicado a este histórico barrio de Orihuela. Mi agradecimiento a Javier Sánchez Portas por las fotografías.

Pinchad aquí para acceder al programa de radio.

Callejeando 11. La plaza del Raval Roig y la calle Torreta.

El arrabal Roig en los siglos XVI, XVII y XVIII. Archivo Municipal de Orihuela.

La plaza del Raval y la Mare de Déu de Montserrat.

Colección Javier Sánchez Portas.

La plaza del «Raval Roig», formada en el espacio de seguridad que quedó entre la Puerta de Murcia y las primeras casas del citado arrabal, tomó el nombre del santuario erigido en el solar que ocupaba una pobre ermita de reducidas dimensiones.

Antes de hablar del templo y de la plaza de Monserrate, haremos un breve repaso de la conocida leyenda.

La Leyenda.

Dice la tradición que, tras la reconquista, los cristianos de Orihuela buscaron incansablemente la imagen de una virgen que se veneraba en la hipotética Iglesia de San Julián; imagen que escondieron los godos cuando los musulmanes llegaron a la península en el siglo VIII.

Javier Sánchez Portas lo sintetizó así en su «Informe para la declaración de Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento del Santuario de Nuestra Señora de Monserrate de Orihuela».

El Santuario de Nuestra Señora de Monserrate de Orihuela tiene su origen en un suceso ocurrido, según la tradición, en 1306, cuando el sonido de una campana durante tres noches consecutivas en la falda de la montaña, junto a la zona occidental del recinto amurallado, en la parte baja hacia el río Segura.

El sonido escuchado hizo que los fieles cristianos que habitaban el lugar abrieran la peña, hallando una pequeña cueva donde se encontraba una imagen de la Virgen debajo de una campana.

Montesinos trató el tema varias veces en su «Compendio Oriolano». Así lo contó en el primer tomo, llamándola «Ntra. Sra. de la Puerta».

Esta Ciudad estuvo en poder de los Moros sin que los Christianos, que estaban en el Arrabal Roig, menoscabasen la Sta. Ley de Jesuchristo 532 años, conservando siempre en dicho Arrabal la Sta. Igla. de Sn. Julián Mártir, y la invocación de Ntra. Sra. de la Puerta, la qual es una imagen pequeña de olivo incorrupto, que se tiene en esta Ciud. con tanta veneración, que es su patrona por ser tan antigua.

Los Christianos Godos la escondieron, sacándola de su Capilla, quando se alzaron contra los Moros, y ganaron el castillo, baxo la campana que tenía la dicha Igla. de Sn. Julián; porque como refieren Carrillo y Esplugues; y sabemos por la tradición de Padres a Hijos, esta Soberana Imagen de halló baxo de una mediana sonora campana enfrente del mismo sitio y lugar que hoy día se venera, que es el que antes era el Altar Mayor; y luego que la hallaron, que fue cerca de los años (o en el mismo, según afirma Carrillo) de 1306…

En el volumen cuarto afirma copiar el capítulo V de un libro titulado «Orihuela Ilustrada»; obra de la «elocuente pluma» de Francisco Martínez Paterna, presbítero y muy devoto de la «Soberana Madre de Monserrate». 

Redactado en la primera mitad del siglo XVII, del manuscrito titulado «Orihuela ilustrada en cinco libros de Historia» solo se conservan copias parciales. Para distinguir ambos textos voy a utilizar dos tonos; el más oscuro corresponde a la transcripción de Martínez Paterna.

Asentadas todas las casa con el orden y requisito para vivir como Repúblicos, en virtud y conformidad, determinaron los que tenían memoria de la tradición de la Imagen de Ntra. Sra. de Monserrate, que en tiempo de los Moros tenían en la Iglesia del Arrabal Roig, en la Parroquial de San Julián, donde moraron los Christianos, al fin de 500 años, conservando la Fe de Christo.

Por miedo de los Moros, que querían pasar a cuchillo a los Oriolanos, en el de 819 enterraron baxo tierra con muchas lágrimas, la preciosa Imagen de Ntra. Sra. de Monserrate, para que así no se atrevieran a ultrajar dicha Sta. Imagen, a quien tanto amaban, y de quien tanto esperaban.

En cuyo sitio estuvo por más de 500 años, por esto que en Orihuela no estaban aun asentadas las cosas de los Repartimientos de las tierras, que con ser muchas, causaron muchas revoluciones, pues el modo de repartirlas no se hizo como se debía…

Y los que quedaron en el Arrabal Roig, con las viudas más principales, acordándose de la Imagen de Ntra. Sra. de Monserrate que estaba enterrada en la Iglesia de San Julián baxo la campana, según la tradición de sus mayores; a costa de rogativas, de diligencias, y varias excavaciones, hallaron el sitio.

Y hicieron que la desenterrasen, y sacasen de donde estaba y le hiciesen una buena Iglesia encorporando en ella aquella parte en donde estuvo en aquellos años pasados…  

Grabado con los símbolos de la leyenda y fotografía del Ministerio de Cultura.

El origen de las advocaciones marianas de toda España varía en cada caso; pero siempre se inician con hechos extraordinarios y milagrosos.

El Concilio de Trento impulsó el culto y la veneración a la Virgen María; y cada población escogió una imagen que acabó haciendo suya de manera visceral dándole una advocación específica acompañada de su correspondiente leyenda.

Los cronistas de los siglos XVII, XVIII y XIX se encargaron de enriquecerlas y embellecerlas hasta que se consolidaron definitivamente; convirtiéndose para muchos en historia real. Y ésta se transmitió de generación en generación hasta formar parte indisoluble de la cultura de dichos pueblos.

Los lugares de los hallazgos o de las apariciones fueron ensalzados como sitios de culto que pasaron a formar parte del escenario religioso de la ciudad y también de su folclore.

En el caso de Monserrate adaptaron la leyenda del descubrimiento de la Mare de Déu de Montserrat, la popular advocación catalana conocida como «la moreneta».

Dicha leyenda cuenta como, ante la invasión de los moros, la imagen fue escondida en una cueva de la montaña de Montserrat y milagrosamente hallada en los primeros tiempos de la Reconquista. Unos pastores la descubrieron en medio de un misterioso resplandor y cantos angelicales. 

El intento de entroncarla con los godos también es muy similar. Algunos cronistas trasnochados la llevan incluso a épocas anteriores; y se refieren a un discípulo del apóstol Santiago como portador de la imagen.

La fecha atribuida al descubrimiento milagroso de la de Oriola, el año 1306, tampoco es casual. Coincide con la incorporación definitiva a la Corona de Aragón con la firma de los tratados de Torrellas en 1304 y de Elche en 1305.

El texto de Martinez Paterna describe la imagen «encontrada»; y, al parecer, no sólo aguantó el paso de medio milenio la incorruptible madera de olivo; también su policromía.

Es una imagen antiquísima, formada de madera de olivo incorruptible, del tamaño de dos palmos, asentada en una silleta, con un Niño en su mano derecha, el cual tiene un paxarito en sus dedos, su rostro es muy hermoso, y pequeño a proporción del cuerpo, y el vestido es de color encarnado, y el manto azul…

Continuando con la tradición, se dice que la advocación de la Virgen fue decidida por sorteo al no existir acuerdo sobre la nominación que debía titular a la imagen.

Las provincias de Alicante y Murcia fueron repobladas por aragoneses, valencianos y catalanes; por eso la tradición menciona advocaciones arraigadas en cada una de las tres procedencias: Montserrat para los catalanes, Pilar para los aragoneses, y Orito o Loreto para los valencianos.

Hasta ahora sólo había leído que desecharon las del Pilar y Orito. Pero el relato de Martinez Paterna, transcrito por Montesinos y el del propio Montesinos, eliminan la de Orito y añaden las de Guadalupe y la de Rija (supuesta advocación de la que no he conseguido encontrar ningún dato).

Y como los vecinos de Orihuela unos eran Valencianos, otros Aragoneses, otros Catalanes, y otros Castellanos y Andaluces, determinaron en el año de 1306 (que fue el de su invención) de darle título a esta Sta. Imagen; y unos querían que se llamase la Virgen del Pilar; otros la Virgen de Rija; otros la Virgen de Guadalupe; y otros la Virgen de Monserrate.

Y como no concordaron, procuraron el que se sacase por suertes el nombre titular que había de tener; y así en unas quatro sedulitas asentaron en cada una su nombre de los que estaban escritos; y sacándose por suerte, salió la Cédula que decía la Virgen de Monserrate, y así se quedó con este nombre; y la Iglesia se llamó siempre de la Virgen de Monserrate.

Montesinos, aunque da clara preeminencia a los «Cathalanes», utiliza las mismas advocaciones para las «sedulitas» del sorteo, citando a numerosos autores como fuente.

Y como la mayor parte de aquellos que poblaron esta Muy Noble Ciud. de Orih. en tiempos del Sr. Rey de Castilla Don Alonso X el Sabio, eran Cathalanes (por haber venido en compañía del Serenísimo Dn. Jayme I de Aragón, el Conquistador, el año 1265 según diré mas adelante) huvo grandes altercados entre los Christianos sobre la imbocación que le pondrían.

Pero siendo los Cathalanes muy devotos de María Sma. de Monserrate, procuraron con mucho esfuerzo que tuviera este título tan dulce y amable. Unidos y venidos a botar, contradiciéndolo otros, que no eran de la Nación Cathalana, determinaron (para asegurar la paz) poner escritas en unas sedulitas, las Imbocaciones que querían que tuviesen unos y otros, que según mi Ve. Dr. Montesinos; Ramírez; Gallego; Lozano; y Esplugues; fueron quatro, a saber; Monserrate, Pilar, Guadalupe y Rija.

Determinados todos (como interesados por su afectuosa devoción) que la primera imbocación que saliese por suerte, con ella se había de saludar la Sta. Imagen, y su Iglesia; y saliendo por suerte y Voluntad Divina, la primera Sedulita, hallaron escrito en ella el amoroso Nombre y título de Ntra. Sra. de Monserrate, con los que se quedó y permanece con la mayor ostentación y devoción en los amantes Corazones Oriolanos, que la veneran como su amante Madre, Reyna, Protectora y Patrona.

Efectivamente en Oriola, los catalanes, tuvieron preeminencia; y el culto a la Mare de Déu de Montserrat se había popularizado en Cataluña entre los siglos XII y XIII.

No es casualidad que el primer convento erigido al integrarse la ciudad en la Corona de Aragón fuese el de los mercedarios, orden fundada en Barcelona; y bajo la advocación de Santa Eulalia, la patrona de la «Ciudad Condal».

En cuanto a «famoso pleito» con los benedictinos, forma también parte de la tradición. Las advocaciones marianas se repiten por toda España sin problemas de exclusividad.

Sobre este título hubo diferencias con los Padres del Convento de Monserrate, que está en Cataluña, junto a Barcelona, los cuales enviaron un procurador a Orihuela para intimarles de que no hubiese en la Iglesia título de Ntra. Sra. de Monserrate, porque en España solo la casa que estos Padres de la Orden de Sn. Benito tienen en Cataluña, tienen este nombre.

Para lo cual hubieron de enviar a Roma un Canónigo de la Colegial llamado Mosén Juan Vicente para que alcanzase el privilegio; y éste alcanzó del Santo Papa Sixto IV, año 1483, a 12 de Agosto para que esta Iglesia quedase con este título de la Virgen de Monserrate.    

Lo que el Papa Sixto IV aprobó, en bula de 12 de octubre de 1482, fue la erección de la «Confraria de Nostra Senyora de Monserrat» de Oriola; en castellano la Cofradía de Nuestra Señora de Monserrate de Orihuela.

La Patrona.

Virgen de Monserrate. Imagen desaparecida en la Guerra Civil. Belda Novedades Fotográficas. Años 20. Procede de un cliché de cristal de la Colección Javier Sánchez Portas.

A esta Soberana amantísima Sra. baxo el especioso título de Monserrate, la venera y tiene esta Oriolana Ciud. por su especial Patrona y Protectora, celebrando anualmente, en su Culto y Honor en el 8 de Septiembre fiesta y muy lucido Novenario, en la Sta. Iglesia Cathedral; a donde se lleva desde su primorosa Hermita el día 7 por su tarde…

¿Cómo obtuvo el patronazgo de Oriola esta humilde advocación localizada en el extremo de la ciudad?

Durante mucho tiempo la elección de los santos y sus patronazgos fue cuestión municipal. Los miembros del Consell orientaban las preferencias de los devotos dependiendo de las necesidades de cada momento: riadas, sequías, epidemias, guerras…

Así el pueblo relegaba a unos santos y ensalzaba a otros estableciendo con ellos nuevas fiestas, ermitas, romerías, procesiones, etc.

Esa potestad pasó a manos del Cabildo a partir de la creación del Obispado. Y varios siglos después ¿Qué mejor forma de hacer popular una devoción entre una población con mayoría de campesinos que darle el control de la lluvia?

En Oriola San Gregorio taumaturgo fue escogido e impuesto por el Consell para la fundación de los Alcantarinos a comienzos del XVII. Si os apetece, pinchad la siguiente imagen para acceder al artículo sobre los Alcantarinos en San Gregorio.

San Gregorio imaginado por Montesinos. Pinchad la imagen.

La ciudad lo estuvo invocando como intercesor ante las riadas hasta que un supuesto fracaso, en 1672, dio paso al milagro del ramo en el puente, circunstancia que potenció la devoción de la Virgen de Monserrate y consolidó su leyenda representada en múltiples obras de arte.

El cambio supuso un claro beneficio económico para el Cabildo. Centralizando la devoción en la Virgen de Monserrate se hizo con el control de numerosas donaciones y limosnas que antes recibía el clero regular.

Algo parecido pasó en Murcia en 1694: como era costumbre, se utilizó la imagen de la Virgen de la Arrixaca, secular patrona, para celebrar rogativas por la sequía. Ésta fracasó y entró en acción la de la Fuensanta, cuyo patronato ejercía, casualmente, el Cabildo Catedralicio de Murcia.

Grabado siglo XIX y fotografía del Ministerio de Cultura.

Volviendo a Orihuela: en ese mismo año de 1672 tenemos constancia de que los mayordomos de la cofradía comunicaron al Cabildo Catedralicio la imposibilidad de celebrar la fiesta en la ermita por causa de las obras, y los grandes gastos que tenían que sufragar.

Recurro de nuevo a Javier Sánchez Portas y su «Informe para la declaración de Bien de Interés Cultural…».

El aumento de la devoción por esta imagen durante el siglo XVII hace que se amplíe su capilla en 1672 y se coloque un buen retablo barroco de tres calles con columnas salomónicas que se concluye por Antonio Caro «el viejo» en 1675 y que es dorado y policromado en 1677 por Francisco Heredia.

Este gran retablo que todavía pervive en la capilla del hallazgo tiene adosado un camarín poligonal con vidrios pintados que se realiza por el escultor José Rufete en 1690, según consta en la inscripción que rodea la cornisa del perímetro exterior del camarín situado en la estancia trasera del retablo, gran sala cuadrada y abovedada donde una gran ventana orientada al poniente jugaría un extraordinario efecto barroco al iluminar el camarín con la imagen de la Virgen a través de los cristales.

Las fechas de estas obras de ampliación y mejora coinciden con el suceso del ramo, hecho milagroso que propagó su culto. Que cada uno saque sus propias conclusiones.

Nuestra Señora de Monserrate. Santuario de Nuestra Señora de Monserrate en Orihuela. Lienzo «mutilado» atribuido a Bartolomé Albert, a finales del siglo XVII. Fotografía Leticia Pertegal.

El Oriolano. 9 de febrero de 1886: El sábado por la noche se produjo un mayúsculo alboroto en el Arrabal Roig. No se sabe quién hizo rodar la bola de que los ladrones habían intentado penetrar en el templo de la Virgen de Monserrate. Decirle esto a los del Arrabal y salir todos armados de palos, chuzos, escopetas y demás instrumentos, análogos fue obra de un segundo.

¡Bonito genio tienen ellos para tolerar desacatos a la Patrona de Orihuela! Con seguridad que si cogen entre manos a cualquiera de los presuntos cacos, el pedazo más grande que de él hacen es una oreja….

La ermita de la Mare de Deu de Montserrat.

Colección Javier Sánchez Portas.

Se estableció una ermita a la «Mare de Déu de Montserrat» probablemente en el siglo XIV; y no fue en un sitio accidental. Estaba en la puerta de Murcia; advirtiendo a los viajeros de que habían dejado el Reino de Castilla y entraban en la Corona de Aragón.

Hasta el siglo XVII pasó sin pena ni gloria; una modesta y paupérrima ermita; una de las tantas establecidas en territorio oriolano.

Vamos a comenzar con José Ojeda Nieto en su obra: «El Raval Roig, origen y formación de un espacio urbano en la Orihuela foral».

Se halla a mano derecha, lindando con la muralla, a la salida de la ciudad por la Puerta de Murcia. Su fábrica, en sus orígenes muy sencilla, sufriría diversas ampliaciones e incluso cambios de orientación, hasta dar con la actual, que procede de fines del siglo XVIII, mirando a la Plaza.

Arrabal siglo XVI. Dibujo de Mario Gómez sobre un boceto de Ojeda Nieto.

Vuelvo a transcribir a Ojeda Nieto, concretamente su obra «La advocación de Ntra. Sra. de Monserrate en los siglos XVI y XVII».

Porque el edificio de aquel entonces —siglos XVI y XVII— era una pobre ermita levantada en el arrabal—Raval Roig— más pobre de la ciudad. Un arrabal escasamente poblado a la altura de 1540, año en el que todavía los vecinos no figuran desglosados de la «collación de San Jaume». 

Hay que recurrir a las crónicas y a las fuentes indirectas para no dudar de su existencia, porque los notarios del Consell no se molestan en dar fe de los allí residentes.

De hecho, en julio de 1537 Cabildo y Consell cedieron el edificio a la orden del Carmen para fundar un convento, empresa que, a diferencia de lo que ocurrió con las del Socorro, de Santa Ana o la de San Sebastián, no llegó a buen puerto; pues contó con la «consideración» de iglesia.

Tres décadas después, una de las torres defensivas del muro cayó sobre ella destrozando la capilla.

Que la ermita se halla, si no apoyada, próxima a la muralla y a las torres que de trecho en trecho fortalecen el muro, en esa zona donde la muralla requiebra para ascender por la sierra, lo prueba el testimonio del suceso que obligará a una de las reparaciones que habrían de hacerse en la ermita en el último tercio del Quinientos, pues en 1567 una de las torres cayó y destrozó toda la capilla.

La reparación de estos años sirvió seguramente para ampliar la ermita, aprovechando el destrozo de la muralla. Pero si no fue así, si sólo fue reparación, en los inicios del XVII se llevaría a cabo una ampliación más completa, que sirvió a la postre para perfilar el trazado de la incipiente calle de Monserrate.

Arrabal siglo XVII. Dibujo de Mario Gómez sobre un boceto de Ojeda Nieto.

Que se ignore todo de la ermita hay que achacarlo a la privacidad de la Cofradía y a la pobreza del barrio, ya se sabe que los pobres no generan historia. Ermita pues, sencilla y pobre, como pobres eran los ornamentos. Andando el tiempo, cuando las circunstancias cambien, documentación y fábrica, ornamentos y liturgia cambiarán también.

A mediados del siglo XVIII, popularizada y extendida su devoción, el templo fue demolido parcialmente y reedificado a instancias del obispo Gómez de Terán. Así lo reflejó Montesinos en el tomo cuarto de su compendio.

Esta iglesia duró hasta el año de 1748 en que, por injuria de los tiempos vino a tierra; desde cuyo tiempo se llevó Ntra. Sra. de Monserrate a la Sta. Iglesia Cathedral en cuyo Altar Mayor se colocó con licencia del Iltmo. Sr. Obispo Oriolano Dn. Juan Elías Gomez de Teran.

Haviendo venido a tierra por los referidos años de 1748 esta Hermita de Ntra. Sra. de Monserrate, en el mismo año, día 15 de Octubre, se dio principio a la Fábrica de la que hoy (a Dios gracias) vemos concluida, que es de las mejores y mayores de esta Ciud. en planta, en aseo, en hermosura, y en disposición. Esta situada a la falda de una proporcionada Montaña, frontera a una grande Plazuela, llamada en lo antiguo de la Baca, y ahora de Monserrate.  

La Anunciación. Santuario de Nuestra Señora de Monserrate en Orihuela. Lienzo atribuido a Bartolomé Albert, a finales del siglo XVII. Fotografía Leticia Pertegal.

Este prelado transformó totalmente el espacio del santuario con una gran ampliación y una nueva distribución de sus estructuras. En el mismo tomo, Montesinos incluye una amplia descripción del interior del templo: capillas, ornamentos, enterramientos, etc.

Siguiendo el formato de paseo que utilizo en esta serie titulada «Callejeando», me limito a transcribir lo que se puede ver desde el exterior.

Frontero al Altar Mayor, esta la Puerta principal, compuesta de dos hojas dadas de verde, con las Armas de Ntra. Sra. que es una Sierra puesta sobre un Monte elevado; la fachada de ella es de lo más magnífico y primoroso que hay en esta Ciudad de Oriha. (añadido con otra letra) la que se concluyó Miércoles día 18 de Febrero del año próximo pasado 1789.

Construida toda ella de piedras de varios colores, con tres cuerpos, columnas, pirámides, relieves, y en medio un grande medallón, que ostenta con magestad a María Sma. Ntra. Sra. de Monserrate, en ademán de favorecer a sus amados hijos los Oriolanos; cuya Portada moderna (por haberse demolido la otra, que amenazaba ruina) se principió en 10 de Enero del año anterior 1788.  

La Visitación. Santuario de Nuestra Señora de Monserrate en Orihuela. Lienzo atribuido a Bartolomé Albert, a finales del siglo XVII. Fotografía Leticia Pertegal.

Así reza en el informe de Javier Sánchez Portas.

En 1749 se producen los primeros derribos de casas cercanas a Monserrate, para realizar el nuevo templo barroco y en 1750 la imagen de la Virgen es trasladada a la Catedral donde permanecerá hasta 1775 en que regresa a su nueva iglesia.

A mediados del siglo XVIII el obispo de Orihuela, Juan Elías Gómez de Terán construye entre 1743 y 1745 una modesta casa de Misericordia, que sitúa cerca de la capilla de Monserrate.

Pasados unos años proyecta su ampliación, encargando al fraile, pintor y arquitecto Antonio Villanueva el diseño de una gran casa de Misericordia cuya construcción se contrataría el 26 de junio de 1756 con Pedro Pardo y Miguel Francia ante el notario Rafael Medina, en cuyo protocolo se conservan los planos de planta y alzado originales formados por Villanueva, a quien nombran como «matemático», según ha publicado recientemente Mazón Albarracín.

La coincidencia cronológica en la ejecución de ambos edificios, las características estilísticas de las portadas y otras concomitancias nos inclinan a atribuir el diseño del actual Santuario de Monserrate a fray Antonio Villanueva, aunque por el momento no conozcamos testimonios documentales que prueben este aserto.

La capilla del hallazgo pasó a ocupar un lugar secundario dentro de la nueva edificación y la antigua ermita ocupó aproximadamente el espacio comprendido entre dicha capilla y la que hoy día es puerta lateral, hasta entonces portada principal.

Interior de Monserrate. 1931. Ministerio de Cultura.

En noviembre de 1934, cuando en otros pueblos ardían los templos, Ignacio Sánchez Ballesta se dirigió al consistorio para solicitar permiso, como contratista de las obras proyectadas en las torres y fachada, adjuntando el siguiente plano.

Archivo Municipal de Orihuela.

El medallón central de su fachada muestra el anagrama y los símbolos del legendario hallazgo de la Virgen.

En los años ochenta del siglo pasado fue restaurada de nuevo como podemos comprobar en la siguiente fotografía.

Restauración en los años ochenta del siglo XX. Archivo Rafael Almira.

La Plaza de Raval Roig.

Fotografías José Antonio Ruiz Peñalver y Ajomalba.

Comienzo, como es habitual, con lo dicho por Gisbert en sus apuntes sobre calles y plazas.

La (plaza) de Monserrate en la que existe el santuario de nuestra Patrona y que en otro tiempo se llamó de la Baca, así lo escribe Montesinos, es céntrica teniendo a su M. los finales de las calles de Santiago y del Hospital; y al N. los comienzos de las de Capuchinos y el Carril.

Ya he transcrito el texto donde menciona la supuesta titulación de «Plazuela de la Baca»; y sólo se me ocurre que pueda tener relación con las corridas de toros y vacas que se celebraron en esta plaza antes de abrir la Nueva. Veamos lo que dice Montesinos de la propia plaza.

La Plaza de Ntra. Sra. de Monserrate, que está situada en el centro del Arrabal Roig, es grande, cuadrada, hermosa, aunque no de sitio igual, cosa que la hace desagradable. En ella se hace el cargamento (por cuenta de la Real Hacienda) de la Sal para Orihuela, y lugares de su Gobernación.

Colección Esteban Sanmartín.

El cronista menciona dos accesos o portales en esta parte de la ciudad; y, con su habitual osadía para las fechas, nos habla de sus arreglos y reconstrucciones. El primero debía ser un portillo abierto para dar acceso a la calle de Santiago.

Portal de San Julián: se fundó en el año 1501 (según refiere el Pe. Esplugues). Vino a tierra y se reedificó levemente, con poca hermosura y menos obra, en el año 1704. Está junto a la Plaza de Ntra. Sra. de Monserrate; en cuyo lado hay una pública Carnicería.

El otro la propia Puerta de Murcia, más cerca del río.

El último portal que se llamaba la Puerta de Murcia por estar en el camino por donde se va a dicha murciana ciudad. La fundaron los Moros, junto a la torre que hay cercana al Río Segura, a la salida de Orihuela en el año 853.

Ganada la Ciudad por los Christianos, reedificaron estos dicho Portal en 1384, al lado de dicha Torre llamada de Oblouquí Alí por su fundador. Es toda de calcina y tapias; y, aunque algo desmoronada, se conserva (por acuerdo de la Muy Iltre. Ciudad).

Servía a los Moros de defenza y atalaya. Dicho portal tuvo segunda renovación en el año 1513; pero en el de 1678 (que fue el de la peste general) se demolió para hacer más ancha y clara la entrada de la Ciudad.

Antes de existir la plaza como tal, el espacio entre la muralla y las primeras casas estaba orientado hacia el río y el «camino de las Cinco Alquerías» (nombre antiguo de la actual población de Alquerías).

Llamado también «camino viejo de Murcia» o «camino de en medio», su cruz de término era la «Cruz del río», mencionada en el capítulo anterior. También contaba con una horca estable, de piedra picada, un patíbulo que advertía al forastero de que llegaba a una ciudad que castigaba el delito con dureza.

Reedificada en 1542 para darle más amplitud y facilitar el trasiego de carruajes, Pepe Ojeda la describe así.

La Puerta de Murcia, que se abre a la ciudad, con los escudos —de Aragón y el Oriol—, que la adornan, y la cruz enfrente, añaden una nota de vistosidad a la zona que el viajero procedente de Murcia, viniendo por la margen izquierda del río, vería al entrar en la ciudad tras haber atravesado un barrio todavía algo deslavazado.

La plaza del Raval Roig quedó ligada estrechamente a la «Confraria de Nostra Senyora de Monserrat o de la Mare de Déu de Montserrat de Oriola»; en castellano, la Cofradía de Nuestra Señora de Monserrate de Orihuela. Aprobada a finales del siglo XV, sus mayordomos han sido generalmente los encargados de adecentarla.

En el año 1599, ante el desorden urbanístico y la proliferación de establecimientos molestos e inconvenientes para la vecindad, los cofrades proyectaron aplanar y reformar la explanada apoyados tímidamente por el Consell que, seis años después, contribuyó poniendo orden en las construcciones de una plaza, óptima para instalar el mercado o celebrar cualquier fiesta.

En cuanto a rotulación, durante el siglo XVII aparece en los padrones de Sal y Muro como la Plaza del Raval Roig.

Plasa del Raval Roig. (Patro de els vehins 1651). Placa de Raval Roig eo lo que resta de aquella. (Patro de Sal y Mur 1654). Archivo Municipal de Orihuela.

En la primera mitad del XVIII era la Plaza del Rabal Roche (la denominación que acabó derivando en Rabaloche).

Plaza del Raval/Rabal Roche. Repartos de Equivalente 1717 y 1718. Archivo Municipal de Orihuela.

A partir de los repartos de 1770, figura ya siempre como Plaza de Monserrate.

Fotografía Ajomalba.

La estatua del caballero con levita que la preside recuerda a José María Muñoz y Bajo de Mengibar, trasladado aquí en 1900 desde la Plaza Nueva. Pinchando la fotografía podréis acceder a su historia.

Enlace a la biografía de José María Muñoz y Bajo de Mengibar 

El ajardinamiento de su explanada, al igual que el de la Plaza Nueva, fue fruto de una actuación realizada en la década de 1920 por el Consistorio que encabezaba Francisco Díe, mayordomo y presidente de la citada cofradía. La última remodelación de la plaza de Monserrate data de 2007.

La Plaza en el siglo XXI. José María Pérez Basanta.

La Calle Torreta y el Barranco.

Rótulos antiguo y moderno.
Plaza de Monserrate y Calle Torreta. Archivo Mariano Pedrera.

Vamos a terminar esta entrega visitando un precioso rincón al pie de la sierra, a espaldas del Santuario de Monserrate.

Es la calle Torreta, cuya titulación aparece en la segunda mitad del siglo XVIII y queda evidenciada por los restos que se mantienen en pie dando fe del antiguo perímetro defensivo.

Reparto Equivalentes de 1770. Archivo Municipal de Orihuela.

Este conjunto de torreones, de origen almohade, conectaban la muralla con el castillo y con la Puerta de Murcia.

Calle Torreta. José Antonio Ruiz Peñalver.

Al igual que el muro, se fabricaron empleando el sistema conocido como tapial, por lo que conservan los orificios redondos, huellas evidentes del citado proceso constructivo.

Calle Torreta. José Antonio Ruiz Peñalver.

Declarados Bien de Interés Cultural en 1949, en el año 2008 fueron restaurados por el Ayuntamiento.

Calle Torreta. José Antonio Ruiz Peñalver.

Y su entorno, antes descuidado, fue embellecido por la Hermandad del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, que tiene allí su sede social y una capilla exterior en honor a su patrón.

Calle Torreta. Damars y José Antonio Ruiz Peñalver.
Vista desde las traseras del santuario de Monserrate. José Antonio Ruiz Peñalver.

El arrabal llegó al siglo XVII pobre y escasamente poblado por un vecindario conflictivo y disperso que, sin control municipal, creció rebasando el barranco que canaliza las aguas procedentes de la sierra en dirección al río, una defensa natural a modo de foso que hoy conocemos como calle Barranco.

Poco a poco la población se fue extendiendo con una mejor ocupación del terreno en torno a ellas; pero los tradicionales problemas urbanísticos no desaparecieron en este núcleo de población de crecimiento anárquico, con una disposición a acoger industrias molestas para el casco.

El Arrabal Roig. Colección Javier Sánchez Portas.

Estos profesionales ocupaban la calle siguiendo las costumbres de una sociedad sin noción clara de lo que era espacio público y privado, violando las normas urbanísticas más elementales y tolerados por la dejadez de sus vecinos.

Para la actual concepción de la higiene pública son inimaginables las condiciones de insalubridad en las que se desenvolvían los curtidores o los salitreros.

La complejidad de los procesos y la necesidad de espacio para desarrollarlos provocaba numerosas quejas, por lo que los jurados se veían obligados a retirar de la plaza calderas, secaderos y otros utensilios propios de estos oficios.

De la explanada partían dos caminos que acabaron siendo calles principales: la del Carril o San Francisco y la de Capuchinos. Estudiaremos ambas en los dos próximos capítulos.

Antonio José Mazón Albarracín. (Ajomalba).

Extracto actualizado del artículo «El Raval Roig, un territorio históricamente singular», publicado en «Cuadernos de historia y patrimonio cultural del Bajo Segura». A su vez era un resumen, actualizado y ampliado de otros artículos que he dedicado a este histórico barrio de Orihuela. Bibliografía:

Sánchez Portas, Javier «Informe para la declaración de Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento para el Santuario de Nuestra Señora de Monserrate de Orihuela». En prensa.

Ojeda Nieto, José. «La advocación de Ntra. Sra. de Monserrate en los siglos XVI y XVII». Orihuela 2006. Asociación Amigos de Orihuela. Y «El Raval Roig, origen y formación de un espacio urbano en la Orihuela foral». Orihuela 2010. Patronato Histórico Artístico de la Ciudad de Orihuela.

Montesinos Pérez de Orumbella, Joseph. «Compendio Histórico Oriolano». Manuscrito. 1792. Caja Rural Central. Orihuela.

Gisbert y Ballesteros, Ernesto. «Historia de Orihuela». Orihuela 1903. Tomo III.

Ferris Ibáñez, Manuel. «Bosquejo histórico de la imagen y Santuario de María de Monserrate, Patrona de la Ciudad de Orihuela». Orihuela, Imprenta de Luis Zerón García, 1900. Facsímil año 2.000.

Mazón Albarracín, Antonio José «La iglesia y el convento de los mercedarios». Publicado en la revista de Moros y Cristianos, Orihuela, 2012.

Mazón Albarracín, Antonio José «San Gregorio y los Descalzos Alcantarinos». Publicado en la revista de Moros y Cristianos, Orihuela, 2013.

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Callejeando 10. La Torre y la Cruz del Río.

Plaza de Santiago y Calle del Hospital. Colección Mariano Pedrera.

Salida al Río y «Lugar del Piejo».

Siguiendo por la calle del Hospital dejamos a la derecha la Plaza de Santiago, de la que hablaremos a la vuelta. Rebasada dicha plaza, encontramos dos callejuelas a la derecha y tres a la izquierda.

Fragmento plano de Francisco Coello en 1859.

Como podemos comprobar en el plano de Coello de 1859, los callejones en el siglo XIX eran tres a la derecha y cuatro a la izquierda.

Pero el que unía la plaza con el río, y el que prolongaba la calle de la Gloria hasta la de Santiago desaparecieron. Este último continuaba entre la Misericordia y Monserrate hasta unir el río con la peña.

Las que se conservan a la derecha se llaman Calle de la Espada y Travesía de Santiago.

La primera no figura en ningún padrón o reparto; pero existe al menos desde el siglo XIX. La mencionan en los trabajos del nomenclátor de 1861. También aparece en la prensa de final de siglo gracias a una taberna de mala reputación.

El Thader. 8 de octubre 1895: No hay que pensar en denunciar hechos que ocurran en el Arrabal Roig. Uno de los asiduos concurrentes a la taberna de la calle de la Espada, nos dijo anoche. ¿Señorito: Vd. es el «redator» que ha puesto eso de la calle de la Espada?

Nosotros contestamos asintiendo para ver lo que se le ofrecía. Pero nada, con la mayor cachaba del mundo nos dijo que no nos cansáramos en escribir sobre el particular porque han de seguir jugando en dicha calle, así como bebiendo tinto después de las diez de la noche.

La otra titulación es la forma más simple para nombrar calles modestas en la redacción de padrones y callejeros: se escribía el título de la calle principal, y al resto traviesas o travesías.

Fotografía Ajomalba.

La comisión para el arreglo del nomenclátor, en 1861, trató de unificarla con la primera de la izquierda, la llamada Salida al Río (en el plano, los números 1 y 2). Y para titularla escogieron el nombre de uno de los heroicos defensores del castillo durante la reconquista. Pero la propuesta no prosperó.

La Calleja que desde la Casa de Expósitos conduce a la Calle del Hospital, y de ésta a la Cruz del Río, llamada hoy Salida del Río, se nombrará Calle Ibáñez de Oriol.

Como su nombre indica, daba acceso al Segura a través de un portillo cuyos restos conservan las guías talladas en piedra para protegerse de las crecidas.

Fotografía Ajomalba.

Tenemos un documento de fecha 3 de noviembre de 1800, anexo al libro de actas, que cita el Portillo de la Calle de la Gloria, localizado entre la barrera de la Cruz del Río y el Portillo del Barrio del Piojo.

Normas que hay que observar para la construcción de tapias, las barreras y portillos de esta ciudad. Las cuales deberán ser de piedra y yeso con el grueso de palmo y medio y quince de elevación desde la superficie de la tierra, su bordo y el «simiento» correspondiente...

11. Barrera de la Cruz del Río; 12 Portillo de la Calle de la Gloria, con su albellón y palos de olivera; 13. Portillo del Barrio llamado del Piojo, desde la esquina de la última casa a la de Ros por la espalda, con su albellón y palos de olivera.

Portillo con salida al río. Fotografía de Juan Fenoll Villegas. Archivo Mariano Pedrera

El barrio o «lugar del Piojo» aparece en los padrones de primeros del siglo XIX. He localizado «barrios del Piojo» en localidades de Murcia, Albacete, Teruel, Toledo…

Antes de leer lo del portillo, su ubicación en varios repartos me despistó un poco. Como podéis comprobar, en el de 1803 aparece entre la Plaza de Monserrate y la Calle Torreta.

Reparto 1803. Archivo Municipal de Orihuela.

Y en el índice de 1811, entre la Plaza de Monserrate y Capuchinos.

Reparto 1811. Archivo Municipal de Orihuela.

Sin embargo, en repartos posteriores, lo anotaron junto a las calles del Hospital y de la Gloria.

Repartos siglo XIX. Archivo Municipal de Orihuela.

Si tenía un portillo cercano a la Cruz del Río y a las casas de Ros, podría ser la zona que, la comisión del nomenclátor en 1861, llamaba «Espaldas de Ros».

El sitio llamado Espaldas de Ros y antes Barrio de Rocafull, en memoria del célebre D. Guillén, cuyo retrato se conserva en la Casa Consistorial, se denominará Calle de Rocafull.

La sugerencia de dedicar una calle a los Rocafull, muy presentes en la zona como luego veremos, no se tuvo en cuenta; pero sí tenemos una calle dedicada al tal Ros.

Fotografía Ajomalba

La «Cruz del Río».

La Cruz del Río.

El lugar llamado «Cruz del río» o «Rebalso» era un idílico paraje del que sólo perduran fotografías. En el apartado «Cruces extramuros», Gisbert dice lo siguiente:

En cuanto a la cruz llamada del Río, en la margen izquierda de éste, junto al antiguo camino de Murcia y al torreón de Embergoñes, no podemos acotar el año de su fabricación; pero sí asegurar que es muy posterior a las otras seis, como que Montesinos no habla de ella al hacerlo de éstas.

Es cual jalón para medir la altura en las grandes avenidas del Segura, y decimos esto porque en la columna que le sirve de sostén aparecen señaladas las fechas de las riadas más memorables, con las alturas que alcanzaron; y en más de una ocasión ha sido derribada por la corriente.

Cruz había al menos desde el siglo XV, como en todos los caminos que llegaban a Orihuela. José Ojeda Nieto da cuenta de unos arreglos de cruces en la primera mitad del siglo XVI, concretamente en 1529.  

P[er] obrar les creus de la porta de Murçia y d[e] camy de Cinch Alqueries que están totes gastades.

Cuando hablan de obrar la cruz del camino de las Cinco Alquerías (nombre antiguo de la actual población de Alquerías), se refieren al camino viejo de Murcia o «camino de enmedio», cuya cruz de término era la del río. Como bien dice Gisbert, dicha cruz fue «derribada por la corriente» varias veces.  

Montesinos no la incluye entre las que se atribuyen a San Vicente Ferrer; tampoco entre las que se levantaron a principios del siglo XVIII; pero en otro apartado sí afirma que, durante la visita de Fray Diego de Cádiz en marzo de 1787, se colocaron varias «cruces labradas» en Orihuela.

Se colocaron en los caminos, términos y lugares públicos, hermosas cruces labradas con los jeroglíficos de la Pasión de Ntro. Redentor Jesús; y hermosos lienzos de la Santísima Trinidad, todos dotados de indulgencias por rezar con devoción un Credo en su presencia...

Esto coincide con lo dicho en un artículo de prensa que podéis leer a continuación. Lo redactaron cuando la corriente derribó la cruz por enésima vez y estaba sepultada en el fango, a finales del XIX. Y se la atribuyen a unos padres capuchinos que la levantaron estando en Orihuela el famoso fraile gaditano.

Colección Javier Sánchez Portas.

Dicha cruz servía para medir las frecuentes avenidas del Segura. En su base se marcaban fechas y altura del agua. A consecuencia de una de esas inundaciones, probablemente durante la «Riada de la Feria» ocurrida en septiembre de 1888, cayó derribada y quedó sepultada en el fango.

El orcelitano, 7 de abril de 1889: ¿Qué delito ha cometido la tradicional cruz del río para que permanezca sepultada entre las arenas, ni más ni menos que si estuviera cumpliendo alguna condena impuesta? ¿La tendrán castigada por haber sido la causa de la última inundación? O por que no supo sostenerse guardando el equilibrio para que las aguas no la derribasen?

Podrá en tal caso haber algo de lo segundo, pero no es causa suficiente para imponerle tan tremendo castigo. Si la hubieran asegurado, observando que se desmoronaba, no hubiera venido en tierra. ¿Y cómo había de ser cómplice de la inundación, cuando es un centinela que siempre se hallaba arma al brazo marcando de una manera indefectible los grados que alcanzan las aguas, cuando se inician síntomas de avenidas?

Mire V. que estas gentes son terribles; no respetan ni aun siquiera la antigüedad. Basta ya de castigo. Disponga V. S. señor Alcalde, levanten del fango en que yace la tradicional cruz, y tengamos los hijos de Orihuela el gusto de verla colocada en el mismo sitio, conservándola para recuerdo de las futuras generaciones de este país.

La Cruz del Río.

Es en el siguiente artículo donde mencionan a los capuchinos y a fray Diego José de Cádiz.


El orcelitano, 5 de mayo de 1889: El viernes, día de la Cruz, creímos recibir una sorpresa preparada por el Alcalde; pero nos encontramos chasqueados. Hace días llamamos la atención de aquella autoridad para que dispusiera la colocación de la tradicional cruz del río, que yace sumida en el fango sin consideración a su antigüedad, y sin tener en cuenta que es un recuerdo de feliz memoria para Orihuela.

Tan respetable y tradicional Cruz fue erigida por unos frailes capuchinos que vinieron a esta ciudad a celebrar las correspondientes misiones; y coincidió su colocación, encontrándose también en ésta para la predicación de aquellas, el virtuosísimo Padre Fray Diego de Cádiz.

Colección Javier Sánchez Portas.

En el verano de 1891, la prensa seguía reclamando la colocación de la derribada cruz del río. En julio, el Ayuntamiento presentó dos presupuestos y pidió algo de ayuda a los modestos vecinos, provocando la siguiente respuesta crítica.  

El diario de Orihuela. 27 de julio 1891: La Cruz del río. En la mañana de ayer y previamente convocados por el teniente alcalde Sr. Bueno se reunieron en casa de dicho señor algunos vecinos de la Puerta de Murcia con el objeto de estudiar la forma de hallar fondos para levantar la Cruz del río.

El Sr. Bueno expuso el objeto de la reunión y excitó para que dieran algo los vecinos a dicho fin, terminando con presentación de dos presupuestos; uno de 50 pesetas y otro de 75. El Sr. Ruiz que tomó después la palabra dijo que los labradores están mejor para tomar que para dar, y después dijo:

— Yo voy también a presentar otro presupuesto si se puede hablar. El Sr. Bueno — Hable usted. El Sr. Ruiz. — Pues allá voy: Para levantar el pilar: Doce capazos de cal a 15 céntimos 1,80 pesetas. Dos carros de grava menuda para el cemento 5,50. Mano de obra por gratificación al maestro Morato 5. Por arreglar la cruz el maestro Zarra que es muy devoto 00. Total 12,30 pesetas. Restando ahora de la cantidad de usted a la mía se verá que va nada.

Colección Esteban Sanmartín.

En esa especie de playa fluvial, las mujeres lavaban, los hombres pescaban y los chiquillos nadaban; aunque todo estuviese prohibido.

El independiente. 27 de julio 1892: El Alcalde multó ayer con un día de su haber, a la pareja de municipales que presta servicio en el Arrabal-Roig, por permitir que laven las mujeres en la «Cruz del Río» siendo así, que se les dio la orden terminante de que no se lave en el río, ni en aquellos puntos donde algunos vecinos se surten de agua para su consumo ordinario.

El diario orcelitano. 17 de marzo 1904: Se nos dice que en el Segura y por más arriba del lugar denominado la «Cruz del Río», se dedican algunos sujetos en ejercer la pesca; pero no con caña, sino usando las «mangas» y los «rayos»; con lo cual contravienen la vigente ley de caza y pesca.

En la «Cruz del Río» muchos oriolanos dejaron su vida aprendiendo a nadar.

El Independiente. 20 de mayo de 1892: A las 12 de esta mañana y en el sitio denominado «La Cruz del Río» ha sido extraído el cadáver del niño que pereció ahogado hace tres días.

El Independiente. 26 de julio de 1892: El sábado en la tarde había un enjambre de chiquillos nadando en el sitio denominado «La Cruz del río»; y ni la pareja de servicio del arrabal ni nadie, evitó que continuaran haciendo ejercicios de natación. Prevemos que como no se lleve a debido efecto la prohibición, es posible que algún padre de familia tenga que lamentar alguna desgracia.

El Independiente. 22 de julio de 1893: A las tres y media de la tarde de ayer pereció ahogándose en el río, en el sitio denominado «La Cruz del Río» un muchacho de unos 17 años que había ido a bañarse a aquel punto. Son dos ya con ésta, las desgracias que en breves días tenemos que lamentar.

Durante muchos años contó con una caseta de consumos o fielato para el control de acceso de mercancías por el camino viejo de Murcia. Bueno, decir caseta era mucho, al menos en 1892.

El Independiente. 22 de julio de 1892: Damos las más expresivas gracias al Presidente de la comisión de consumos en nombre de los empleados del resguardo por atender en cuanto vale la excitación que le hicimos, para que dispusiera la colocación de un sombraje o cobertizo en el fielato de la cruz del río, a fin de que los empleados puedan preservarse de los abrasadores rayos del sol. Pues le apreciaremos no se demore la colocación del susodicho sombraje o sombrajo.

El diario. 1 de abril 1914: Aconsejamos al administrador de consumos que haga vigilar más los fielatos, y particularmente los días que maten en Bonanza. Digo esto, porque el otro día vi a tres mujeres del Arrabal Roig que, con grandes cestas, pasaron por el fielato de la «Cruz del Río», y los guardias, o se hicieron el distraído, o no las vieron…

Toda esa zona, completamente remodelada por la canalización del río, está ocupada ahora por un centro comercial y sus aparcamientos.

«Panorama rechter teil» («Panorámica parte derecha»). Otto Wunderlich (1886-1975). Año 1923. Instituto del Patrimonio Cultural de España.
Evaristo Duréndez Rodríguez.

Por la calle de la Gloria, volvemos a la del Hospital y, a partir de aquí, saldríamos extramuros, al verdadero Raval Roig.

Pero antes vamos a hablar de una plazuela desaparecida que ya cité en el capítulo dedicado al Carmen: la conocida como Carmen Viejo por la ubicación del primer convento carmelita.

Dibujo Mario Gómez. Texto Ajomalba.

Su desaparición en algunos listados del siglo XVIII y la breve aparición de la Plaza de Pedro de Castilla, me llevan a pensar que son la misma, un ensanche interior para servicio de la muralla, que desapareció con ésta.

Reparto del Equivalente 1717. Archivo Municipal de Orihuela.
Reparto del Equivalente 1718. Archivo Municipal de Orihuela.

En cuanto al personaje que la tituló brevemente, tras mucho buscar, conseguí localizarlo en dos protocolos notariales de la época. Se llamaba Pedro de Castilla de la Cueva Benavides, fallecido en el primer cuarto del siglo XVIII.

Su viuda, llamada  Antonia March García de Espejo, aparece en un poder de 1723. Y su hijo, de nombre Diego de Castilla, en otra escritura de 1734. 

No puedo aportar más datos; pero por las fechas parece estar relacionado con la Guerra de Sucesión y la llegada de los Borbones. Sin más preámbulos, salimos al arrabal.

El arrabal extramuros.

Arrabal siglo XVI. Dibujo de Mario Gómez sobre un boceto de Ojeda Nieto.

A través de los siglos, el estatus social de un oriolano, más allá de su oficio o de su nivel de ingresos, podía adivinarse por la zona en la que residía.

El tradicional casco de Orihuela ocupaba el escaso terreno disponible entre el monte de San Miguel y el río Segura, un espacio amurallado y a salvo de riadas que pronto se vio desbordado por la construcción de numerosos edificios destinados a la función pública, al clero, a la nobleza y a la burguesía acomodada, originando diversos núcleos de población extramuros, arracimados junto a sus puertas.

Modestas viviendas estructuradas en torno a caminos que progresivamente se transformaron en calles; arrabales que, con mejor o peor fortuna se fueron integrando en una población que optó por desplazar su centro al otro lado del río.

En todas las ciudades hay un arrabal que tradicionalmente permanece relegado, mal dotado de servicios y urbanizado anárquicamente, un escenario donde se concentran los problemas de desigualdad y exclusión social. En Orihuela se llama «Rabaloche».

Es la castellanización del topónimo Raval Roig o Raval Roche. Montesinos, traduciendo literalmente, atribuye el nombre al color de la tierra utilizada por los alfareros o cantareros. Pero las dos cantarerías nombradas en Orihuela (en el Rodeo y en una traviesa de la Corredera) estuvieron emplazadas, precisamente, en los otros dos arrabales.

Se hallan en Orihuela tres Arrabales que están fuera de los muros de la Ciudad; el primero de estos es el que llamamos en valenciano el Arrabal Roig, nombre puesto por los antiguos moradores de Orihuela después que fuera ganada de los moros; cuyo nombre le dieron porque aquí fundaron la Cantarería los alfareros que trabajaban en la obra de tierra.

Y como esta era roja y colorada, la que traían de lo más alto de la Sierra del Mártir San Cristóbal, y con ella labraban ollas, cazuelas, cántaros y búcaros, para el servicio de los vecinos de esta Ciudad, tuvo de aquí su denominación de llamarse el Arrabal Roig.

Enclavado en una zona privilegiada y libre de inundaciones, este añejo asentamiento urbano es sin embargo un interesante ejemplo de marginalidad histórica, de barrio popular poblado por familias modestas que han conservado gran parte de sus tradiciones a pesar de vivir en un territorio condicionado por la diversidad de culturas, por ser foco de atracción para los grupos más desfavorecidos.

Más allá de cualquier división administrativa o territorial, el «Rabaloche» mantiene unas características propias que, para lo bueno y para lo malo, le confieren cierta personalidad, siendo escenario predilecto para las leyendas más conocidas de nuestra ciudad.

En el Rabaloche se sitúan fantásticas narraciones que han calado hondo entre los oriolanos a través de los siglos. Estas leyendas forman parte inseparable del patrimonio de Orihuela y aceptarlas como tradiciones, como elementos que enriquecen su folclore no impide que se intente dar una explicación más histórica a los hechos.

Popularmente se asocia a la zona de influencia de la parroquia de Sant Jaume o Santiago, llamada despectivamente «la pila de los bordes» por ser la encargada de acoger y cristianizar a los huérfanos de la cercana Misericordia.

Se consideran «rabalocheros» los oriolanos nacidos entre la «esquina del pavo» y el convento de San Francisco. Pero en puridad, el Raval Roch comenzaba al otro lado de la muralla, en la explanada contigua a la Puerta de Murcia, un territorio con fuerte presencia franciscana.

No en vano esta orden mendicante fue propietaria de tres de los cuatro edificios destacables: el convento de Santa Ana, el de Capuchinos y la ermita del Sepulcro. El cuarto, construido a mediados del XVIII, fue el Cuartel de Caballería.

San Francisco y Plano del Cuartel. Colección Esteban Sanmartín.

Para salir al verdadero arrabal, había que traspasar la muralla medieval que, bajando de la sierra, giraba por la zona próxima a la iglesia de Monserrate.

La Torre «Ochavada»

Este espacio de especial protección estaba salpicado de pequeñas torres que reforzaban el muro hasta llegar a la de Embergoñes, milenaria y singular construcción hexagonal que culminaba el perímetro defensivo de la ciudad islámica en su punto más al oeste.

Las primeras referencias documentales datan del siglo XIV, aunque su origen es claramente anterior; islámico y más concretamente del periodo almohade, fabricada entre los siglos XII y XIII.

La torre a principios del siglo XX. Colección Javier Sánchez Portas.

Realizada en tongadas de tapial alternadas con hiladas de piedras de diverso tamaño, la altura de esta torre debió de ser espectacular, una sensacional atalaya junto al cauce del río, óptima para vigilar las posibles incursiones enemigas y las periódicas crecidas del Segura.

En los preparativos para la defensa de la ciudad durante la Guerra de los Dos Pedros, concretamente en 1359, encomendaron la torre a Bernardo Torner «en homenaje». Así lo afirma Mosén Bellot en sus anales. Pero este caballero murió en ese mismo año.

1359. Murió estos días Bernat Torner, que tenía la torre de En Bergonés con homenaje a uso de España. Esta era una gran torre que se cayó en tiempos de nuestros abuelos, al lado de la cual abrieron nuevamente la puerta de Murcia por honra del obispo don Alfonso de Medina, la primera vez que vino a Orihuela antes de esta guerra.

Y Pedro Torner, su hermano, puso escritura en consejo requiriendo absolviesen a su hermano del homenaje hecho y que él entregaba las llaves de dicha torre.

El Consejo mandó ir a los jurados a reconocer el cuerpo del difunto, y pidieron con juramento de dos testigos si era aquel el cuerpo de Bernat Torner, y respondieron que sí, y entonces lo absolvieron del juramento y la entregaron a Paulo de Godés, y prestó homenaje de manos y boca a los jurados en nombre del Consejo.  

Medio siglo después, ante una nueva amenaza, el consejo  destinó a cuatro personas honradas para instalarse en el llamado «postigo de don Ramón», entre torre hexagonal y la puerta de Murcia.

Se refiere a Ramón de Rocafull, rico personaje del siglo XIV propietario de doce caballos, que fue procurador General de Orihuela y por dos veces Capitán General. Gisbert habla de ese postigo como de D. Ramón o de D. Onofre Rocafull.

Arrabal siglo XVII. Dibujo de Mario Gómez sobre un boceto de Ojeda Nieto.

A mediados del siglo XVI la llamaban «la Torre Grosa de don Pedro Rocafull» o «torre ochavada».

Y a finales de esa misma centuria, los carmelitas se metieron a la casa vulgarmente llamada «el Palacio», cuyo dueño era el Magnífico D. Joan de Rocafull.

Los Rocafull, primero señores y luego condes de Albatera, tuvieron varios solares e inmuebles en la zona próxima a la torre y la muralla. Tras la expulsión de los judíos les cedieron su cementerio, situado extramuros cerca de la torre de Embergoñes, para utilizarlo como huerto.

En este mismo artículo hemos hablado de cuando la comisión del nomenclátor quiso bautizar «el sitio llamado Espaldas de Ros y antes Barrio de Rocafull» como calle de Rocafull, en memoria de Guillén de Rocafull, cuyo retrato conservaban en la Casa Consistorial.

A pesar de estar catalogada con el primer grado de protección, los restos de tan importante monumento medieval, sufrieron muchos años de abandono, ocultos bajo la vegetación y soportando un depósito de agua con el que coronaron la torre en la década de 1920.

La Torre con el depósito.

Una serie de actuaciones arqueológicas efectuadas por la concejalía de Patrimonio Histórico en 2017,  han revelado que la vetusta torre conserva dos metros y medio de estructura en el subsuelo, en buen estado de conservación.

La torre en la actualidad. «Reconstruida» por José Antonio Ruiz Peñalver.

Pinchando la siguiente imagen se accede a un vídeo en el que Matías Ruiz Peñalver, miembro del equipo redactor del Plan director del castillo y las murallas de Orihuela, cuenta la Historia de la Torre de Embergoñes.

Fotografía Ajomalba. Enlace a vídeo.

Todas estas construcciones defensivas comenzaron a perder importancia al remitir las disputas con Castilla y las temidas incursiones granadinas.

La artillería moderna y el desarrollo urbano las hicieron obsoletas e incómodas hasta provocar su desaparición.

Antonio José Mazón Albarracín. Ajomalba

Este capítulo, corregido y aumentado, forma parte del trabajo «El Raval Roig, un territorio históricamente singular», publicado en «Cuadernos de Historia y Patrimonio Cultural del Bajo Segura».  A su vez era un resumen actualizado y ampliado de otros artículos que he dedicado a este histórico barrio de Orihuela.