De Tudmir a Oriola 50.
Perpiñan, en el año del Señor de 1267.
Jaime volvía de una visita a Montpelier. De camino a Barcelona se detuvo en Perpiñan, donde recibió una grata sorpresa. Emisarios del khan de los tártaros, los mongoles de Persia, le esperaban para manifestar su gran amor y respeto por el Conquistador.
El bisnieto del legendario Gengis Khan le proponía encabezar una cruzada contra los mamelucos, antiguos esclavos islamizados, que habían derrotado y hecho prisionero en Egipto al rey San Luis de Francia, durante la séptima cruzada.
Sorprendido e interesado por la propuesta, el monarca envió como embajador al mercader Jaime Alarrich, una especie de Marco Polo catalán que regresó con ellos para tratar el asunto más a fondo.
Después de siete cruzadas, las campañas en Tierra Santa no tenían la repercusión de otros tiempos. Con más de sesenta años, pocos volvían de ese penoso viaje.
Pero sin territorios que conquistar en la península, Jerusalén podía ser una fantástica opción para su última gesta: el Conquistador, educado por los Templarios, convertido en paladín de la Cristiandad.
Una escuadra formada por más de treinta naves estaba preparada para zarpar en el puerto de Barcelona. Más de dos mil tripulantes entre caballeros, peones, almogávares y miembros de las órdenes militares con sus maestres a la cabeza, esperaban a Jaime I para soltar amarras con destino a Tierra Santa….