Convertida en Seminario la ermita de San Miguel en el siglo XVIII, en la centuria posterior los vecinos del Barrio homónimo levantaron una nueva ermita dedicada al arcángel.
Estaba situada en parte del solar que ocupa el actual Colegio Diocesano Oratorio Festivo de San Miguel.
Para ello utilizaron dos casas donadas por la viuda de un tal Mariano Casanovas y sufragaron su construcción con ayuda de rifas y limosnas.
Por último compraron una imagen de San Miguel, bendecida por el obispo Victoriano Guisásola en 1878.
En 1918, el sacerdote Juan Torres Silva, colocó en la ya deteriorada ermita una imagen de María Auxiliadora y comenzó a construir aulas.
Así nacía el Oratorio Festivo, al que la antigua ermita sirvió de capilla hasta el 10 de mayo de 1925.
Juan Torres fue trasladado a Sevilla en el verano de 1927. Oficialmente por motivos de salud. Pero nunca quedó claro.
El siguiente texto es obra de José Ruiz Cases «Sesca»:
Juan Torres Silva llegó a Orihuela con su madre. Y subió a la Peña, cobijo de los «Cararrajadas» de Miró, de la pobreza extrema instalada en casuchas y covachas.
Puso orden en la paridera de la sierra, estableció familias y matrimonios. Y se puso a construir el Oratorio. Escuela y pan. Banda de cornetas, imprenta… vivir y filosofar.
Lo primero el pan… y el otro pan, que no solo de pan vive el hombre. Diez años después de su llegada, don Juan era gente en Orihuela.
El cura era apuesto, culto. No tenía demasiados problemas para concitar la simpatía de las mujeres pudientes.
El dinero de éstas iba a la olla grande de su vocación. Acudía a su casa gente de otros lugares. Nadie salía sin comer.
Su comportamiento dejaba en evidencia a cierto clero pegado a privilegios y canonjías. Celos y envidias. El hacha no tardó en llegar.
El obispado desterró a don Juan. Lo impidió la gente, pese a los culatazos de la Guardia Civil.
El segundo intento se produjo de madrugada. «El Día» de Alicante insertó este anuncio:
En Orihuela, un sacerdote ejemplar, digno émulo de su padre don Bosco, ha salido a deshora de la ciudad.
Los hijos de la desgracia, los favorecidos por el amor del hombre bueno, fueron en manifestación al Palacio episcopal pidiendo la vuelta del sacerdote.
El pueblo dice que se ha cometido con él una injusticia. Vox populi, vox dei.
Volviendo al edificio, en 1929 el estado ruinoso de la capilla obligó a demolerla por el peligro que ofrecía. Su imagen original desapareció durante la Guerra Civil.
Al acabar la contienda, dos religiosos de sobra conocidos se encargaron de reedificar y ampliar el modesto edificio derribando algunas casas: su presidente, el futuro obispo de León, Luis Almarcha Hernández; y su director, Antonio Roda López.
De Luis Almarcha tenemos una biografía a la que se accede pinchando su fotografía.
En cuanto a don Antonio Roda, dejaré sólo unas pinceladas.
Antonio Roda López nació el 21 de Mayo de 1909. Cursó sus estudios en el Seminario de Orihuela.
Ordenado en Valencia en abril de 1933, ese mismo lo nombraron subdirector del Oratorio Festivo. En octubre de 1934 fue ascendido a director.
Durante la Guerra Civil permaneció oculto. Acabada la contienda, Antonio Roda hizo del Oratorio el motivo de su vida.
Creó su banda de música, la escuela de imprenta y encuadernación, fundó y dirigió la Tuna Oriol.
Nombrado canónigo de la Catedral, concejal honorario, arcipreste e hijo predilecto.
Los oriolanos de cierta edad, recuerdan el dicho «pides más que Don Antonio Roda».
A fuerza de donativos consolidó esta auténtica institución educativa por la que pasaron varias generaciones de oriolanos, cuyo nombre permanece en el moderno colegio que ocupa su lugar, inaugurado en noviembre de 2004.
Falleció el 26 de marzo de 1984 a los 74 años de edad.