
De Rocas y Pizanas.
El Palacio de Tudemir, hoy convertido en hotel monumento, es un claro ejemplo de palacio nobiliario oriolano del siglo XVIII con su planta baja destinada a caballerizas y acceso de carruajes, la planta noble o principal y las falsas.
Según se cita en la concordia firmada ante el escribano J. Ramón de Rufete en el año 1747, Luís Roca de Togores y Moncada señor de Benejúzar comenzó a edificar una casa principal, en el sitio que estaban emplazadas unas casas pertenecientes a su mayorazgo.

Estas quedaban extramuros, junto a una de las antiguas puertas de la ciudad y fronterizas con las del mayorazgo de Gerónimo Pizana y Ruiz, posada incluida.
Con el propósito de hermosear el frontis y dar línea recta al edificio, Luis Roca pidió licencia al Ayuntamiento y comenzó los cimientos de la fachada.
Pero Pizana “salió en justicia poniendo denunciación de nueva obra”, alegando que perjudicaba a sus casas.

Para evitar “costosos litigios, inquietudes y enemistades más dignas de reparo entre personas ilustres de tan cercano parentesco”, firmaron una concordia ante el escribano Juan Ramón de Rufete.
En ella, Jerónimo aceptó retirar la demanda; permitiendo continuar la obra “sin embarazo alguno”.
A cambio Don Luis, demolió una pequeña casa de su propiedad, sita al costado de levante de las de Pizana, quedando el solar a beneficio de ambas partes.

Además, Gerónimo Pizana se comprometió de por vida a no elevar obra alguna por encima de la alzada que entonces tenía, a fin de no impedir las vistas de la nueva y preciosa casa, conocida sucesivamente como palacio del señor de Benejúzar, de los condes de Luna, de los duques de Béjar o de la condesa de Oliva, títulos que fueron ostentando sus propietarios.
Perdida su primigenia función aristocrática, a partir del siglo XX el edificio albergó en sus accesorias diferentes establecimientos, como la imprenta Zerón o el comercio “el Globo”. También el Instituto Nacional de Previsión y la Comisaría de Policía.


Su último y definitivo nombre -Palacio de Teodomiro-, se lo otorgó el Patronato Artístico, que lo arrendó al acabar la Guerra Civil, adaptándolo para la instalación de un museo, la Biblioteca Pública Fernando de Loazes y el Archivo Histórico. Fue desalojado en 1992 y la biblioteca se trasladó al Palacio de Pinohermoso.

Tras una compleja y costosa rehabilitación, se le anexionó un edificio de nueva planta construido en el solar de otro palacio, convirtiéndose en el Hotel Palacio de Tudemir, el primero catalogado como hotel-monumento por la administración turística de la Comunidad Valenciana.




Como he dicho, la acera izquierda frente al palacio pertenecía al mayorazgo de los Pizana, propietarios también de la antigua y famosa posada que llevaba su nombre.
A comienzos del siglo XIX, dicho mayorazgo estaba en manos del oriolano Gerónimo Pizana y Muñoz, Coronel de los Ejércitos Nacionales fallecido en 1820.

Le sucedió en el vínculo Luis Manuel Pizana Ramírez, vecino de Madrid, heredando entre otras propiedades, la añeja posada y las casas números 2, 4 y 6 de la calle de los Hostales.
En diciembre de 1840, compró a un cura de Lorca dos casas anexas a las suyas. El religioso actuaba como albacea testamentario de Francisca J. Molina Muro, viuda de Gerónimo García de Espejo, antes Pizana y Avellán.
La primera casa esquinaba con el callejón y la segunda, muy descuidada estaba dentro del mismo. Así que a mediados de siglo, la manzana comprendida entre la calle de los Hostales, la del Puente Nuevo y el callejón del molino pertenecían a Luis Manuel Pizana.

Fallecido este en 1875 el mayorazgo pasó a manos de su única hija, María del Carmen Pizana del Castillo, la misma que vendió la posada para construir el actual Casino Orcelitano.
© Antonio José Mazón Albarracín