Salida al Río y «Lugar del Piejo».
Siguiendo por la calle del Hospital dejamos a la derecha la Plaza de Santiago, de la que hablaremos a la vuelta. Rebasada dicha plaza, encontramos dos callejuelas a la derecha y tres a la izquierda.
Como podemos comprobar en el plano de Coello de 1859, los callejones en el siglo XIX eran tres a la derecha y cuatro a la izquierda.
Pero el que unía la plaza con el río, y el que prolongaba la calle de la Gloria hasta la de Santiago desaparecieron. Este último continuaba entre la Misericordia y Monserrate hasta unir el río con la peña.
Las que se conservan a la derecha se llaman Calle de la Espada y Travesía de Santiago.
La primera no figura en ningún padrón o reparto; pero existe al menos desde el siglo XIX. La mencionan en los trabajos del nomenclátor de 1861. También aparece en la prensa de final de siglo gracias a una taberna de mala reputación.
El Thader. 8 de octubre 1895: No hay que pensar en denunciar hechos que ocurran en el Arrabal Roig. Uno de los asiduos concurrentes a la taberna de la calle de la Espada, nos dijo anoche. ¿Señorito: Vd. es el «redator» que ha puesto eso de la calle de la Espada?
Nosotros contestamos asintiendo para ver lo que se le ofrecía. Pero nada, con la mayor cachaba del mundo nos dijo que no nos cansáramos en escribir sobre el particular porque han de seguir jugando en dicha calle, así como bebiendo tinto después de las diez de la noche.
La otra titulación es la forma más simple para nombrar calles modestas en la redacción de padrones y callejeros: se escribía el título de la calle principal, y al resto traviesas o travesías.
La comisión para el arreglo del nomenclátor, en 1861, trató de unificarla con la primera de la izquierda, la llamada Salida al Río (en el plano, los números 1 y 2). Y para titularla escogieron el nombre de uno de los heroicos defensores del castillo durante la reconquista. Pero la propuesta no prosperó.
La Calleja que desde la Casa de Expósitos conduce a la Calle del Hospital, y de ésta a la Cruz del Río, llamada hoy Salida del Río, se nombrará Calle Ibáñez de Oriol.
Como su nombre indica, daba acceso al Segura a través de un portillo cuyos restos conservan las guías talladas en piedra para protegerse de las crecidas.
Tenemos un documento de fecha 3 de noviembre de 1800, anexo al libro de actas, que cita el Portillo de la Calle de la Gloria, localizado entre la barrera de la Cruz del Río y el Portillo del Barrio del Piojo.
Normas que hay que observar para la construcción de tapias, las barreras y portillos de esta ciudad. Las cuales deberán ser de piedra y yeso con el grueso de palmo y medio y quince de elevación desde la superficie de la tierra, su bordo y el «simiento» correspondiente...
11. Barrera de la Cruz del Río; 12 Portillo de la Calle de la Gloria, con su albellón y palos de olivera; 13. Portillo del Barrio llamado del Piojo, desde la esquina de la última casa a la de Ros por la espalda, con su albellón y palos de olivera.
El barrio o «lugar del Piojo» aparece en los padrones de primeros del siglo XIX. He localizado «barrios del Piojo» en localidades de Murcia, Albacete, Teruel, Toledo…
Antes de leer lo del portillo, su ubicación en varios repartos me despistó un poco. Como podéis comprobar, en el de 1803 aparece entre la Plaza de Monserrate y la Calle Torreta.
Y en el índice de 1811, entre la Plaza de Monserrate y Capuchinos.
Sin embargo, en repartos posteriores, lo anotaron junto a las calles del Hospital y de la Gloria.
Si tenía un portillo cercano a la Cruz del Río y a las casas de Ros, podría ser la zona que, la comisión del nomenclátor en 1861, llamaba «Espaldas de Ros».
El sitio llamado Espaldas de Ros y antes Barrio de Rocafull, en memoria del célebre D. Guillén, cuyo retrato se conserva en la Casa Consistorial, se denominará Calle de Rocafull.
La sugerencia de dedicar una calle a los Rocafull, muy presentes en la zona como luego veremos, no se tuvo en cuenta; pero sí tenemos una calle dedicada al tal Ros.
La «Cruz del Río».
El lugar llamado «Cruz del río» o «Rebalso» era un idílico paraje del que sólo perduran fotografías. En el apartado «Cruces extramuros», Gisbert dice lo siguiente:
En cuanto a la cruz llamada del Río, en la margen izquierda de éste, junto al antiguo camino de Murcia y al torreón de Embergoñes, no podemos acotar el año de su fabricación; pero sí asegurar que es muy posterior a las otras seis, como que Montesinos no habla de ella al hacerlo de éstas.
Es cual jalón para medir la altura en las grandes avenidas del Segura, y decimos esto porque en la columna que le sirve de sostén aparecen señaladas las fechas de las riadas más memorables, con las alturas que alcanzaron; y en más de una ocasión ha sido derribada por la corriente.
Cruz había al menos desde el siglo XV, como en todos los caminos que llegaban a Orihuela. José Ojeda Nieto da cuenta de unos arreglos de cruces en la primera mitad del siglo XVI, concretamente en 1529.
P[er] obrar les creus de la porta de Murçia y d[e] camy de Cinch Alqueries que están totes gastades.
Cuando hablan de obrar la cruz del camino de las Cinco Alquerías (nombre antiguo de la actual población de Alquerías), se refieren al camino viejo de Murcia o «camino de enmedio», cuya cruz de término era la del río. Como bien dice Gisbert, dicha cruz fue «derribada por la corriente» varias veces.
Montesinos no la incluye entre las que se atribuyen a San Vicente Ferrer; tampoco entre las que se levantaron a principios del siglo XVIII; pero en otro apartado sí afirma que, durante la visita de Fray Diego de Cádiz en marzo de 1787, se colocaron varias «cruces labradas» en Orihuela.
Se colocaron en los caminos, términos y lugares públicos, hermosas cruces labradas con los jeroglíficos de la Pasión de Ntro. Redentor Jesús; y hermosos lienzos de la Santísima Trinidad, todos dotados de indulgencias por rezar con devoción un Credo en su presencia...
Esto coincide con lo dicho en un artículo de prensa que podéis leer a continuación. Lo redactaron cuando la corriente derribó la cruz por enésima vez y estaba sepultada en el fango, a finales del XIX. Y se la atribuyen a unos padres capuchinos que la levantaron estando en Orihuela el famoso fraile gaditano.
Dicha cruz servía para medir las frecuentes avenidas del Segura. En su base se marcaban fechas y altura del agua. A consecuencia de una de esas inundaciones, probablemente durante la «Riada de la Feria» ocurrida en septiembre de 1888, cayó derribada y quedó sepultada en el fango.
El orcelitano, 7 de abril de 1889: ¿Qué delito ha cometido la tradicional cruz del río para que permanezca sepultada entre las arenas, ni más ni menos que si estuviera cumpliendo alguna condena impuesta? ¿La tendrán castigada por haber sido la causa de la última inundación? O por que no supo sostenerse guardando el equilibrio para que las aguas no la derribasen?
Podrá en tal caso haber algo de lo segundo, pero no es causa suficiente para imponerle tan tremendo castigo. Si la hubieran asegurado, observando que se desmoronaba, no hubiera venido en tierra. ¿Y cómo había de ser cómplice de la inundación, cuando es un centinela que siempre se hallaba arma al brazo marcando de una manera indefectible los grados que alcanzan las aguas, cuando se inician síntomas de avenidas?
Mire V. que estas gentes son terribles; no respetan ni aun siquiera la antigüedad. Basta ya de castigo. Disponga V. S. señor Alcalde, levanten del fango en que yace la tradicional cruz, y tengamos los hijos de Orihuela el gusto de verla colocada en el mismo sitio, conservándola para recuerdo de las futuras generaciones de este país.
Es en el siguiente artículo donde mencionan a los capuchinos y a fray Diego José de Cádiz.
El orcelitano, 5 de mayo de 1889: El viernes, día de la Cruz, creímos recibir una sorpresa preparada por el Alcalde; pero nos encontramos chasqueados. Hace días llamamos la atención de aquella autoridad para que dispusiera la colocación de la tradicional cruz del río, que yace sumida en el fango sin consideración a su antigüedad, y sin tener en cuenta que es un recuerdo de feliz memoria para Orihuela.
Tan respetable y tradicional Cruz fue erigida por unos frailes capuchinos que vinieron a esta ciudad a celebrar las correspondientes misiones; y coincidió su colocación, encontrándose también en ésta para la predicación de aquellas, el virtuosísimo Padre Fray Diego de Cádiz.
En el verano de 1891, la prensa seguía reclamando la colocación de la derribada cruz del río. En julio, el Ayuntamiento presentó dos presupuestos y pidió algo de ayuda a los modestos vecinos, provocando la siguiente respuesta crítica.
El diario de Orihuela. 27 de julio 1891: La Cruz del río. En la mañana de ayer y previamente convocados por el teniente alcalde Sr. Bueno se reunieron en casa de dicho señor algunos vecinos de la Puerta de Murcia con el objeto de estudiar la forma de hallar fondos para levantar la Cruz del río.
El Sr. Bueno expuso el objeto de la reunión y excitó para que dieran algo los vecinos a dicho fin, terminando con presentación de dos presupuestos; uno de 50 pesetas y otro de 75. El Sr. Ruiz que tomó después la palabra dijo que los labradores están mejor para tomar que para dar, y después dijo:
— Yo voy también a presentar otro presupuesto si se puede hablar. El Sr. Bueno — Hable usted. El Sr. Ruiz. — Pues allá voy: Para levantar el pilar: Doce capazos de cal a 15 céntimos 1,80 pesetas. Dos carros de grava menuda para el cemento 5,50. Mano de obra por gratificación al maestro Morato 5. Por arreglar la cruz el maestro Zarra que es muy devoto 00. Total 12,30 pesetas. Restando ahora de la cantidad de usted a la mía se verá que va nada.
En esa especie de playa fluvial, las mujeres lavaban, los hombres pescaban y los chiquillos nadaban; aunque todo estuviese prohibido.
El independiente. 27 de julio 1892: El Alcalde multó ayer con un día de su haber, a la pareja de municipales que presta servicio en el Arrabal-Roig, por permitir que laven las mujeres en la «Cruz del Río» siendo así, que se les dio la orden terminante de que no se lave en el río, ni en aquellos puntos donde algunos vecinos se surten de agua para su consumo ordinario.
El diario orcelitano. 17 de marzo 1904: Se nos dice que en el Segura y por más arriba del lugar denominado la «Cruz del Río», se dedican algunos sujetos en ejercer la pesca; pero no con caña, sino usando las «mangas» y los «rayos»; con lo cual contravienen la vigente ley de caza y pesca.
En la «Cruz del Río» muchos oriolanos dejaron su vida aprendiendo a nadar.
El Independiente. 20 de mayo de 1892: A las 12 de esta mañana y en el sitio denominado «La Cruz del Río» ha sido extraído el cadáver del niño que pereció ahogado hace tres días.
El Independiente. 26 de julio de 1892: El sábado en la tarde había un enjambre de chiquillos nadando en el sitio denominado «La Cruz del río»; y ni la pareja de servicio del arrabal ni nadie, evitó que continuaran haciendo ejercicios de natación. Prevemos que como no se lleve a debido efecto la prohibición, es posible que algún padre de familia tenga que lamentar alguna desgracia.
El Independiente. 22 de julio de 1893: A las tres y media de la tarde de ayer pereció ahogándose en el río, en el sitio denominado «La Cruz del Río» un muchacho de unos 17 años que había ido a bañarse a aquel punto. Son dos ya con ésta, las desgracias que en breves días tenemos que lamentar.
Durante muchos años contó con una caseta de consumos o fielato para el control de acceso de mercancías por el camino viejo de Murcia. Bueno, decir caseta era mucho, al menos en 1892.
El Independiente. 22 de julio de 1892: Damos las más expresivas gracias al Presidente de la comisión de consumos en nombre de los empleados del resguardo por atender en cuanto vale la excitación que le hicimos, para que dispusiera la colocación de un sombraje o cobertizo en el fielato de la cruz del río, a fin de que los empleados puedan preservarse de los abrasadores rayos del sol. Pues le apreciaremos no se demore la colocación del susodicho sombraje o sombrajo.
El diario. 1 de abril 1914: Aconsejamos al administrador de consumos que haga vigilar más los fielatos, y particularmente los días que maten en Bonanza. Digo esto, porque el otro día vi a tres mujeres del Arrabal Roig que, con grandes cestas, pasaron por el fielato de la «Cruz del Río», y los guardias, o se hicieron el distraído, o no las vieron…
Toda esa zona, completamente remodelada por la canalización del río, está ocupada ahora por un centro comercial y sus aparcamientos.
Por la calle de la Gloria, volvemos a la del Hospital y, a partir de aquí, saldríamos extramuros, al verdadero Raval Roig.
Pero antes vamos a hablar de una plazuela desaparecida que ya cité en el capítulo dedicado al Carmen: la conocida como Carmen Viejo por la ubicación del primer convento carmelita.
Su desaparición en algunos listados del siglo XVIII y la breve aparición de la Plaza de Pedro de Castilla, me llevan a pensar que son la misma, un ensanche interior para servicio de la muralla, que desapareció con ésta.
En cuanto al personaje que la tituló brevemente, tras mucho buscar, conseguí localizarlo en dos protocolos notariales de la época. Se llamaba Pedro de Castilla de la Cueva Benavides, fallecido en el primer cuarto del siglo XVIII.
Su viuda, llamada Antonia March García de Espejo, aparece en un poder de 1723. Y su hijo, de nombre Diego de Castilla, en otra escritura de 1734.
No puedo aportar más datos; pero por las fechas parece estar relacionado con la Guerra de Sucesión y la llegada de los Borbones. Sin más preámbulos, salimos al arrabal.
El arrabal extramuros.
A través de los siglos, el estatus social de un oriolano, más allá de su oficio o de su nivel de ingresos, podía adivinarse por la zona en la que residía.
El tradicional casco de Orihuela ocupaba el escaso terreno disponible entre el monte de San Miguel y el río Segura, un espacio amurallado y a salvo de riadas que pronto se vio desbordado por la construcción de numerosos edificios destinados a la función pública, al clero, a la nobleza y a la burguesía acomodada, originando diversos núcleos de población extramuros, arracimados junto a sus puertas.
Modestas viviendas estructuradas en torno a caminos que progresivamente se transformaron en calles; arrabales que, con mejor o peor fortuna se fueron integrando en una población que optó por desplazar su centro al otro lado del río.
En todas las ciudades hay un arrabal que tradicionalmente permanece relegado, mal dotado de servicios y urbanizado anárquicamente, un escenario donde se concentran los problemas de desigualdad y exclusión social. En Orihuela se llama «Rabaloche».
Es la castellanización del topónimo Raval Roig o Raval Roche. Montesinos, traduciendo literalmente, atribuye el nombre al color de la tierra utilizada por los alfareros o cantareros. Pero las dos cantarerías nombradas en Orihuela (en el Rodeo y en una traviesa de la Corredera) estuvieron emplazadas, precisamente, en los otros dos arrabales.
Se hallan en Orihuela tres Arrabales que están fuera de los muros de la Ciudad; el primero de estos es el que llamamos en valenciano el Arrabal Roig, nombre puesto por los antiguos moradores de Orihuela después que fuera ganada de los moros; cuyo nombre le dieron porque aquí fundaron la Cantarería los alfareros que trabajaban en la obra de tierra.
Y como esta era roja y colorada, la que traían de lo más alto de la Sierra del Mártir San Cristóbal, y con ella labraban ollas, cazuelas, cántaros y búcaros, para el servicio de los vecinos de esta Ciudad, tuvo de aquí su denominación de llamarse el Arrabal Roig.
Enclavado en una zona privilegiada y libre de inundaciones, este añejo asentamiento urbano es sin embargo un interesante ejemplo de marginalidad histórica, de barrio popular poblado por familias modestas que han conservado gran parte de sus tradiciones a pesar de vivir en un territorio condicionado por la diversidad de culturas, por ser foco de atracción para los grupos más desfavorecidos.
Más allá de cualquier división administrativa o territorial, el «Rabaloche» mantiene unas características propias que, para lo bueno y para lo malo, le confieren cierta personalidad, siendo escenario predilecto para las leyendas más conocidas de nuestra ciudad.
En el Rabaloche se sitúan fantásticas narraciones que han calado hondo entre los oriolanos a través de los siglos. Estas leyendas forman parte inseparable del patrimonio de Orihuela y aceptarlas como tradiciones, como elementos que enriquecen su folclore no impide que se intente dar una explicación más histórica a los hechos.
Popularmente se asocia a la zona de influencia de la parroquia de Sant Jaume o Santiago, llamada despectivamente «la pila de los bordes» por ser la encargada de acoger y cristianizar a los huérfanos de la cercana Misericordia.
Se consideran «rabalocheros» los oriolanos nacidos entre la «esquina del pavo» y el convento de San Francisco. Pero en puridad, el Raval Roch comenzaba al otro lado de la muralla, en la explanada contigua a la Puerta de Murcia, un territorio con fuerte presencia franciscana.
No en vano esta orden mendicante fue propietaria de tres de los cuatro edificios destacables: el convento de Santa Ana, el de Capuchinos y la ermita del Sepulcro. El cuarto, construido a mediados del XVIII, fue el Cuartel de Caballería.
Para salir al verdadero arrabal, había que traspasar la muralla medieval que, bajando de la sierra, giraba por la zona próxima a la iglesia de Monserrate.
La Torre «Ochavada»
Este espacio de especial protección estaba salpicado de pequeñas torres que reforzaban el muro hasta llegar a la de Embergoñes, milenaria y singular construcción hexagonal que culminaba el perímetro defensivo de la ciudad islámica en su punto más al oeste.
Las primeras referencias documentales datan del siglo XIV, aunque su origen es claramente anterior; islámico y más concretamente del periodo almohade, fabricada entre los siglos XII y XIII.
Realizada en tongadas de tapial alternadas con hiladas de piedras de diverso tamaño, la altura de esta torre debió de ser espectacular, una sensacional atalaya junto al cauce del río, óptima para vigilar las posibles incursiones enemigas y las periódicas crecidas del Segura.
En los preparativos para la defensa de la ciudad durante la Guerra de los Dos Pedros, concretamente en 1359, encomendaron la torre a Bernardo Torner «en homenaje». Así lo afirma Mosén Bellot en sus anales. Pero este caballero murió en ese mismo año.
1359. Murió estos días Bernat Torner, que tenía la torre de En Bergonés con homenaje a uso de España. Esta era una gran torre que se cayó en tiempos de nuestros abuelos, al lado de la cual abrieron nuevamente la puerta de Murcia por honra del obispo don Alfonso de Medina, la primera vez que vino a Orihuela antes de esta guerra.
Y Pedro Torner, su hermano, puso escritura en consejo requiriendo absolviesen a su hermano del homenaje hecho y que él entregaba las llaves de dicha torre.
El Consejo mandó ir a los jurados a reconocer el cuerpo del difunto, y pidieron con juramento de dos testigos si era aquel el cuerpo de Bernat Torner, y respondieron que sí, y entonces lo absolvieron del juramento y la entregaron a Paulo de Godés, y prestó homenaje de manos y boca a los jurados en nombre del Consejo.
Medio siglo después, ante una nueva amenaza, el consejo destinó a cuatro personas honradas para instalarse en el llamado «postigo de don Ramón», entre torre hexagonal y la puerta de Murcia.
Se refiere a Ramón de Rocafull, rico personaje del siglo XIV propietario de doce caballos, que fue procurador General de Orihuela y por dos veces Capitán General. Gisbert habla de ese postigo como de D. Ramón o de D. Onofre Rocafull.
A mediados del siglo XVI la llamaban «la Torre Grosa de don Pedro Rocafull» o «torre ochavada».
Y a finales de esa misma centuria, los carmelitas se metieron a la casa vulgarmente llamada «el Palacio», cuyo dueño era el Magnífico D. Joan de Rocafull.
Los Rocafull, primero señores y luego condes de Albatera, tuvieron varios solares e inmuebles en la zona próxima a la torre y la muralla. Tras la expulsión de los judíos les cedieron su cementerio, situado extramuros cerca de la torre de Embergoñes, para utilizarlo como huerto.
En este mismo artículo hemos hablado de cuando la comisión del nomenclátor quiso bautizar «el sitio llamado Espaldas de Ros y antes Barrio de Rocafull» como calle de Rocafull, en memoria de Guillén de Rocafull, cuyo retrato conservaban en la Casa Consistorial.
A pesar de estar catalogada con el primer grado de protección, los restos de tan importante monumento medieval, sufrieron muchos años de abandono, ocultos bajo la vegetación y soportando un depósito de agua con el que coronaron la torre en la década de 1920.
Una serie de actuaciones arqueológicas efectuadas por la concejalía de Patrimonio Histórico en 2017, han revelado que la vetusta torre conserva dos metros y medio de estructura en el subsuelo, en buen estado de conservación.
Pinchando la siguiente imagen se accede a un vídeo en el que Matías Ruiz Peñalver, miembro del equipo redactor del Plan director del castillo y las murallas de Orihuela, cuenta la Historia de la Torre de Embergoñes.
Todas estas construcciones defensivas comenzaron a perder importancia al remitir las disputas con Castilla y las temidas incursiones granadinas.
La artillería moderna y el desarrollo urbano las hicieron obsoletas e incómodas hasta provocar su desaparición.
Antonio José Mazón Albarracín. Ajomalba
Este capítulo, corregido y aumentado, forma parte del trabajo «El Raval Roig, un territorio históricamente singular», publicado en «Cuadernos de Historia y Patrimonio Cultural del Bajo Segura». A su vez era un resumen actualizado y ampliado de otros artículos que he dedicado a este histórico barrio de Orihuela.