Hacía varios años que un grupo de amigos rumiaban la idea de organizar una multitudinaria concentración de antiguos alumnos en el Colegio de Santo Domingo de Orihuela. En mayo de 1904, una junta nombrada para tal efecto, se reunió en casa de Carlos Coig.
Y escogieron el quincuagésimo aniversario de la definición dogmática de la Purísima Concepción para juntar a cuantos alumnos pudieran; estrechando los vínculos de unión y fraternidad para recordar la infancia y adolescencia que habían compartido en los que consideraban los años más hermosos de su vida. El ambicioso proyecto, señalado para el 13 de noviembre, estaba dirigido a más de ochocientas personas distribuidas por toda España.
Acudieron cerca de doscientos; y el diario católico alicantino «La Voz de Alicante» relató con todo lujo de detalles lo que pasó aquel día en dos número consecutivos.
Noviembre de 1904.
La voz de Alicante. Número 232 – 14 de noviembre de 1904: Para contribuir al esplendor con que la cristiandad celebra el año jubilar de la concepción a María Inmaculada y al propio tiempo para rendir testimonio de respeto a sus antiguos profesores y estrechar los lazos de la amistad y del compañerismo, algunos antiguos alumnos del Colegio de Santo Domingo, constituidos en junta, y con la aquiescencia de los Padres de la Compañía de Jesús, idearon invitar a todos los que fueron sus compañeros desde la fundación.
La empresa era atrevida, pues que lanzados al torbellino de la vida todos los que de aquel santo recinto salieron hechos hombres, habiendo entrado niños, pudiera temerse que, al influjo de las glaciales influencias que en el orden religioso hoy se experimentan, se hubieran amortiguado los sentimientos de piedad que allí se despertaron y los lazos de antiguo compañerismo.
Pero como hemos dicho, el resultado obtenido ha sido felicísimo, superando a las esperanzas que se habían cifrado, respondiendo en número crecidísimo los antiguos discípulos a la cariñosa invitación de la Junta organizadora del acto; y demostrando que no tan fácilmente se borran de los corazones de los niños que en el Colegio de Santo Domingo se instruyen, las sabias y cristianas enseñanzas que inculcan tan celosos maestros y virtuosos religiosos.
A doscientos asciende el número de alumnos adheridos a tan agradable fiesta. El relato muy sucinto que permite la premura con que estas líneas se escriben para que alcancen al próximo número de LA VOZ, dará idea algo aproximada de la importancia de los actos realizados.
De muy distintas partes de España llegaron a Orihuela en los últimos días de la semana pasada numerosísimos antiguos alumnos, a los que recibió la Comisión de los mismos encargada de la organización de las fiestas, que ha demostrado gran celo, actividad y entusiasmo, mereciendo un sincero aplauso por su acertada gestión, especialmente su distinguido secretario, el Ilustrísimo Sr. D. Carlos de Coig.
Dicha Comisión, que había previsto las muchas dificultades con que se había de tropezar, tenía dispuestos alojamientos para los visitantes en las fondas de la ciudad y en los domicilios de las más conocidas familias de la misma; que gustosas se prestaron a ayudar en su empresa a los organizadores.
COMUNIÓN GENERAL. En Valencia se había impreso el programa resultando un delicado trabajo de Tipografía; y dicho programa fue repartido de antemano entre los antiguos alumnos y familias invitadas. En él figuraba, como primer número, la misa de Comunión general, que celebró el antiguo profesor y rector del Colegio que hoy desempeña un alto cargo en la Compañía de Jesús, R. P. Francisco Tena, administrando el pan de los Ángeles a los que fueron sus antiguos discípulos y alumnos, a los actuales colegiales e incontables fieles, todos congregados al pie de la hermosísima Imagen de María Inmaculada y llenando por completo las anchurosas naves de la grandiosa y artística iglesia del Colegio.
La ceremonia resultó por demás tierna y conmovedora; demostración patente de que la devoción a la Concepción Inmaculada de María, que constituye un padrón de gloria en las tradicionales costumbres peculiares de nuestro patrio suelo, lejos de desaparecer, cada día se manifiesta de manera más espontánea y potente.
MISA SOLEMNE. A las diez y con asistencia de nuestro venerable y querido prelado, que ocupó un rico dosel colocado en sitio preferente del templo, dio comienzo solemne función religiosa cantándose una inspiradísima misa coral, original del R. P. Palau, de la Compañía de Jesús con acompañamiento de órgano, bajo la inteligente batuta del P. Sauret. (…) El sagrado recinto estaba esplendente; raudales de luz brotaban de los artísticos ramilletes, formados por una profusión de luces; ricas colgaduras ornaban paredes y columnas …
En el centro de la nave principal, presidiendo la reunión de antiguos alumnos del colegio, se hallaba la junta directiva compuesta de los señores conde de Retamoso, duque de Arévalo del Rey, marqués de Rafal, D. Juan Antonio Perea, Don Manuel Senante y D. Carlos de Coig.
Celebró el santo sacrificio de la misa D. Vicente Martínez Gay; oficiando de diácono D. Luciano Pérez y de subdiácono Mario Pérez Marco, todos ex colegiales, así como el orador sagrado que ocupó la cátedra del Espíritu Santo, José María Villalobos y Gallardo.
LA ORACIÓN SAGRADA. El discurso pronunciado por el señor Villalobos puede enorgullecerle por ser una de sus mejores composiciones, que son muchas y muy elogiadas, en Almería, Granada, Madrid y otras ciudades de España. Hora y media ocupó la atención del público el joven presbítero con su elocuente oración que fue oída sin cansancio después de las frases de salutación al ilustrísimo señor obispo, que ya regía esta diócesis cuando él era colegial, de adhesión a la Rda. Comunidad que tan provechosas enseñanzas le inculcara y de entrañable amistad para todos los que vivieron bajo el mismo techo, así como los loes que dirigió a María Inmaculada panegirizando las privilegiadas cualidades que la adornaron, y los conceptos teológicos en que abundó su oración salían de sus labios con tal fluidez y cadencia que recreaban el oído, hacían sentir al corazón y elevaban el espíritu.
EL BANQUETE. A las doce y media, en el mismo amplísimo y grandioso comedor del colegio en que tantas veces se sentaron los antiguos colegiales, tuvo lugar el banquete espléndido con el que el R. P. Rector del Colegio agasajaba a sus huéspedes. Teniendo en cuenta la franca expansión y buen humor entre los concurrentes, aún jóvenes en su mayoría, había de reinar como hijos de la verdadera e íntima amistad.
El «Menú» fue el siguiente: Arroz con pollo a la Orcelitana. —Malas lenguas al laurel. — Pepitoria a la Royal de Inocentes. —Chuletas de Toisón a la Codina. —Petits pois en gelatina a la Llompart. —Peces de colores (no vale reír) del Segura en Mayonesa. —Pollos en canal a la Canalda. —Ensalada Ruso-Japonesa. —Flin Flan. —Postres. —Entremeses variados. —Café y licores.
Durante la comida, la laureada banda municipal de Novelda, que tantos éxitos ha conquistado bajo la batuta del notable profesor D. José Ramis, ejecutó con gran maestría el siguiente programa: «Lohengrín», fantasía, Wagner. «Sansón y Dalila», Saint Saëns. «Pan y Toros», Barbieri. «Sensitiva», gavota, Roig. «Mercedes», mazurka, Ramis. «Visión», vals Boston, Javaloyes.
Como detalle que demuestra el buen humor de los allí reunidos, haremos constar que los antiguos alumnos, entre el regocijo de los que hoy lo son, entraron en el comedor formados en dos filas figurando a la cabeza de ellas como jefes con su galón plateado en la bocamanga dos de los más pequeños, casi émulos de Goliat.
Actuaba de inspector el R. P. Manuel Pérez Jorge, primer prefecto de estudios del Colegio y que desde Sevilla ha venido para asistir a la fiesta. Terminado el banquete leyéronse multitud de cartas y telegramas de adhesión, todos entusiastas de profesores y compañeros que no han podido asistir, y por iniciativa de uno de los compañeros presentes, se hizo una colecta para los pobres de Orihuela que alcanzó a muy cerca de mil pesetas.
CERTAMEN LITERARIO. A la hora en que escribo estas cuartillas, comienza el Certamen a cargo también de antiguos colegiales, que promete ser brillante y solemnísimo. Como quiero que estas líneas alcancen el correo, termino prometiendo a los lectores de La Voz hacer mañana sucinta crónica de este hermosísimo acto y del precioso, severo y artístico decorado del magnífico patio de la Universidad, en donde tiene lugar. Un detalle: el conocido fotógrafo alicantino, Sr. Cantos, sacó preciosas vistas de la fiesta.
La voz de Alicante. Número 233 – 15 de noviembre de 1904: Cuando lean estas líneas nuestros lectores, será ya conocida en todas partes la solemnidad de la hermosa y cultísima fiesta celebrada en el Colegio de los RR. PP. Jesuitas de Orihuela en la tarde del domingo último, por haber sido telegrafiada por los corresponsales a los periódicos de gran circulación de España, y que nosotros por no alargar más la información que ayer dimos, reservamos para hoy por conservar aún actualidad e interés los detalles que recogimos.
El hecho de que de un acto público celebrado en una casa religiosa se haya ocupado la prensa rotativa, expresa ya por si solo la importancia, mérito e interés que tendría. Pocas veces se verán reunidos la grandiosidad, el buen gusto, la inspiración y el sentimiento como en el acto que nos ocupa.
El amplio patio rodeado por dos cuerpos de artísticas arcadas que forman en cuadro dos pisos de claustros espaciosos y alegres, en los que están las antiguas aulas de la que fue Universidad, donde enseñaron y aprendieron varones eminentes; local que considerado como primor del arte, constituye un modelo acabado de arquitectura del siglo XVII, anteayer aparecía vestido de fiesta, adornadas las soberbias balaustradas de piedra labrada con reposteros, colgaduras, inscripciones y los nombres artísticamente combinados de los ocho Rectores habidos en los años que los religiosos de la ínclita Compañía de Jesús habitan aquel edificio: RR. PP. Sureda, Jacas, Roses, Requesens, Membrado, Martínez, Tena y Arboua.
Las paredes ostentando entre palmas y guirnaldas, grandes carteles reflejando en su estructura el gusto de ornamentación de cada país correspondiente a los 21 idiomas en que se habían escrito loores a María: árabe, chino, griego, germano, latino, eslavo, sajón, euskaro, hispano, francés, inglés, etc. etc. y revistiendo el resto del recinto tapices valiosísimos, guirnaldas de flores y medallones con los anagramas de Jesús y de María.
En el lado que da a Oriente se había levantado un anchuroso estrado, al que servían de fondo seis grandes y magníficos tapices, representando al Salvador, a su Santísima Madre y escenas de la vida de San Luis Gonzaga y San Estanislao y entre estos tapices se levantaban gigantescos macizos de flores, que en su centro ostentaban también los anagramas de Jesús y María.
Remataba este hermoso cuadro un magnífico dosel de terciopelo rojo, bordado en oro y sostenido por grandes alabardas, apareciendo en el frontis del dosel el nombre de Jesús en el centro y distribuidas a ambos lados las iniciales del lema que el patriarca de Loyola escogió para su compañía: «Ad Mayorem Dei Gloriam»; y sobre el dosel las armas de los tres grandes pontífices Pío IX, León XIII y Pío X. Bajo el dosel aparecía como Reina de aquella deliciosa fiesta, la hermosísima Imagen de la Inmaculada, que se venera en la iglesia del Colegio.
Espléndida iluminación eléctrica dio al conjunto desde el adormecer, aspecto fantástico y hermosísimo. A las cuatro de la tarde dio comienzo al acto la brillante banda de música de Novelda, interpretando de modo magistral la preciosa sinfonía de la ópera «Dinorah», de Meyerbeer. Entre tanto, el espacioso local llenose por completo de miles de personas, que constituían un público distinguido y selecto.
El torneo literario fue presidido por el Rvdo. Padre Provincial de la Compañía de Jesús que tenía a su derecha al conde de Retamoso, antiguo colegial y vicepresidente de la junta organizadora del acto, a su izquierda al alcalde de Orihuela, ocupando los demás sitios del estrado otras personas distinguidas en número considerable, y entre ellas algunos señores canónigos de la catedral y los superiores de las Comunidades de Franciscanos y Capuchinos.
El discurso preliminar, a cargo de nuestro queridísimo amigo y compañero D. Manuel Senante y Martínez, fue una exteriorización sincera, franca y entusiasta de nobles sentimientos hacia todo lo que con el acto que se celebraba pudiera relacionarse, motivo, lugar, compañía, recuerdos, satisfacción y alegría.
Su inspirada oratoria es bien conocida en Alicante para que tratemos de copiar sus reflejos, cosa que nos veda razones de compañerismo y cariño. Solo sí diremos que refrescados sus labios por la linfa de tan puras y mágicas fuentes brotaron de ellos espontáneos conceptos felicísimos que arrancaron de los presentes atronadores y continuados aplausos.
Los trabajos que a continuación describiremos a la ligera, lamentando muchísimo disponer para ello de tan corto espacio, fueron escritos y por esa causa hemos de felicitarnos, pues más adelante, podremos ofrecerlos a nuestros lectores.
A continuación ocupó la mesa del orador un ilustre prócer, también antiguo colegial como todos los demás que usaron de la palabra aquella tarde, El Duque de Arévalo del Rey se inspiró en la salutación del arcángel ¡Ave María Purísima! y empapando su claro talento en la dulzura de tan hermosas palabras, se extendió en oportunísimas y sentidas consideraciones, siendo su trabajo muy celebrado y aplaudido. «Potuit, decuit, ergo fecit» fue el tema de la labor profundísima del Sr. D. Carlos Coig.
El famoso argumento del venerable y muy sabio filósofo y teólogo franciscano Scoto sirvió al señor de Coig para hacer gala de su extensa cultura e ilustración, siendo también objeto su trabajo de innumerables elogios y felicitaciones. Modesto Hernández Villaescusa, el galano escritor, eminente publicista y ameno periodista tan conocido en el mundo de las letras, aportó también para la solemnidad que describimos una de sus más delicadas producciones.
Su discurso fue largo, pero pareció corto, lejos de cansar, las frescas y sentidas palabras de Villaescusa las recogía el oído con avidez, temiendo perder alguna, confirmando a su autor la justa reputación de que goza.
Innecesario es decir que los aplausos ahogaron muchas veces la voz del disertante, y que se prolongaron largo rato cuando hubo concluido. En el primer descanso, la banda de música ejecutó una difícil fantasía del «Tannhäuser» de Wagner, siguiendo el notable trabajo del distinguido letrado almeriense D. Juan Pérez de Guipúzcoa Ibarra, que tituló «Bellezas de la Creación, símbolo de María».
Seríamos interminables si nos detuviéramos a detallar los primores que como esfuerzo de las inteligencias formadas en aquel mismo centro de enseñanza, tejieron la corona de siemprevivas que se dedicó a María, pues siempre vivirán como flores gratísimas en el recuerdo de los concurrentes los notables trabajos y sentidas producciones que en aquel certamen del arte literario se leyeron. Fueron éstas, además de las dichas, un precioso soneto titulado «San Ildefonso, capellán de la Inmaculada», original del señor conde de Cedilla y leído por D. José Martínez Arenas; «Matronas Bíblicas, vislumbre de María», hermosa composición poética, en versos alejandrinos, original de D. Julio de Ugarte, declamada por un colegial.
«María, fuente de inspiración para las artes», composición eruditísima del señor marqués de Rafal, que fue muy aplaudida; «María Inmaculada y España», oda compuesta y declamada por D. José Martínez Arenas; «A María Inmaculada», sentidísima plegaria, de D. Miguel Torres Carrión; «El voto de los reyes católicos», concienzudo y muy acabado trabajo histórico, con innumerables citas y sentidísimas consideraciones, de don Lorenzo Prytz, y «Las cántigas del rey Sabio», que es un estudio completo de estas interesantísimas y tiernas composiciones poéticas, hecho por D. Ceferino Pérez Marín, catedrático del Instituto de Murcia, que puso de relieve sus profundos estudios y sus conocimientos literarios, al propio tiempo que sus aptitudes de escritor; pues no se sabe que admirar más en su trabajo, si la galanura de la forma o el estudio acabadísimo y completo de la materia tratada.
Llamó poderosamente la atención y fue muy celebrado, «Un recuerdo» y que en efecto lo es tiernísimo y conmovedor del inolvidable P. Hermenegildo Jacas, fundador del Colegio. El autor de esta bellísima y oportunísima composición, D. Juan de Coig, ha puesto en ella todos los delicados acentos del sentimiento de la gratitud y del cariño y esto con un arte admirable y con tanta verdad y entusiasmo, que arrancó lágrimas a cuantos conocieron a aquel venerable maestro que hace algunos años nos arrebató la muerte.
Como final de fiesta declamaron un precioso y muy oportuno diálogo titulado «ayer y hoy», los jóvenes actuales alumnos Ginés Muñoz, Manuel Marín, Carlos Coig, Salvador Magro y Santos Marín, todos hijos de antiguos colegiales. Terminó acto tan solemne de imborrable recuerdo, con un himno cantado por los alumnos del Colegio.
Poco antes de terminar tan hermosa velada, se recibieron dos telegramas. Uno del Emmo. Cardenal Merry del Val, en nombre de S. S. Pío X y otro del reverendo P. Martín, general de la Compañía de Jesús, contestación a los de adhesión que le dirigieron los ex colegiales congregados. A ellos dio lectura D. Carlos de Coig, escuchándola todos puestos en pie y prorrumpiendo en entusiastas aplausos.
POR LOS MUERTOS. Como recuerdo tributado a los profesores y compañeros fallecidos y en sufragio de sus almas, celebráronse ayer en la Iglesia del Colegio solemnes funerales. La capilla de música del colegio interpretó una sentida misa de réquiem a grande orquesta en la que ofició el antiguo prefecto P. Pérez Jorje, asistido por los ex colegiales Sres. Villalobos y Pérez Marco.
La oración fúnebre corría a cargo de otro antiguo alumno del Colegio, el doctor D. José Mª Rosal y Serra, pero no habiendo podido emprender el viaje se encargó de sustituirle el presbítero y también antiguo compañero de colegio D. Luciano Pérez, quien pronunció una oración fúnebre muy elocuente y sentida, por la que recibió muchas y justas felicitaciones.
VISITA A MONSERRATE. Como recuerdo de la piadosa costumbre que de muy antiguo tienen los colegiales de Santo Domingo y como tributo de amor a la excelsa patrona de Orihuela, la Virgen de Monserrate, a las tres de la tarde de ayer se dirigieron los antiguos colegiales en compañía de los actuales, de la Rvda. Comunidad del Colegio y de muchas familias al templo en que se venera aquella devota imagen; y allí se cantó la Letanía lauretana a dos coros con acompañamiento de órgano y luego una solemne salve por los alumnos del Colegio.
FIN DE FIESTA. A las siete de la noche, en el patio de la Universidad del Colegio, se dio remate a las grandiosas y espléndidas fiestas celebradas con el disparo de un variado y vistosísimo castillo de fuegos artificiales que llamó la atención y mereció muchos aplausos, porque saliéndose de lo ordinario ofreció novedad y expresó ingenio, trabajo y habilidad de los pirotécnicos que lo confeccionaron. La velada fue amenizada por la banda de música local de Santa Cecilia.
DETALLES. La brillante y aplaudida banda de música de Novelda, que ha contribuido al esplendor de la fiesta, por acuerdo de la Junta organizadora de ésta, dio una serenata a nuestro muy amado señor Obispo, en la noche del sábado. El precioso motete «O Salutaris hostia» que se cantó a grande orquesta durante la Misa de Comunión del domingo es original de D. Lorenzo Prytz y le acredita de compositor inspiradísimo.
A todos los antiguos alumnos hemos oído ponderar la amabilidad y cortesía con que en Orihuela han sido recibidos por todos, cosa en verdad nada extraña, pues conocido y proverbial es el carácter hospitalario y cariñoso de los habitantes de aquella hermosa ciudad. En toda la fiesta ha reinado la más franca alegría y cordial amistad, sin registrarse el menor incidente desagradable.
Los Reverendos Padres, se afanaban por atender y agasajar a los alumnos antiguos; éstos han quedado encantados y complacidos del acto, y a todos he oído frases de satisfacción y de encomio. A todos, profesores y alumnos, nuestra enhorabuena, pero muy especial al R. P. Vicente Prosper y a D. Carlos de Coig, a quienes en primer término se debe el éxito alcanzado; y como acabó su discurso el Sr. Senante, acabo yo esta crónica deseando que todo redunde a la mayor gloria de Dios y de su benditísima Madre. Un detalle: el conocido fotógrafo alicantino Sr. Cantos, sacó preciosas vistas de la fiesta.
Me ha parecido interesante añadir la opinión de un ex alumno del Colegio, que no asistió a la reunión. Luis Antón del Olmet era un famoso periodista vasco que, aunque vivía en Madrid, estaba unido a la prensa oriolana a través de su amigo y condiscípulo Justo García Soriano. Este es el artículo que escribió días después en el semanario republicano de Orihuela.
Unión republicana. Número 65 – 26 de noviembre de 1904: PENAS AL AIRE. Venid a mí … (Palabras de Cristo) …Y no es que yo les tenga odio, no; me inspiran solamente un gran desprecio, asco en ocasiones y a veces, cuando vienen a mí noticias que me cuentan un triunfo, que me gritan la invasión creciente de su propaganda, entonces se me crispan los nervios, se me anudan las arterías y siento impulsos vanos, estériles de luchas y peleas.
Pero esto pasa, y el olvido y el desprecio que siento hacía ellos, me invade nuevamente. Y hoy han vuelto a encenderse las cenizas, se ha animado el cadáver y he cogido la pluma avaramente para dar al aire mis sentimientos, mis ironías y mis risas. Sé que mi lucha será estéril; que será denotado, que mi voz no pasará de los oídos, que no logrará arrancar un grito de vergüenza ni un prosélito a sus filas. ¿Qué me importa?
Yo he tenido un sueño. Soñé que asistía a unas fiestas religiosas, medio profanas, en las cuales se comía cerdo y se rezaban rosarios. El sueño me llevó a Orihuela. La mansión de los P. P. Jesuitas es un edificio sombrío que se alza en una callejuela estrecha con olores de pudrideros. Tiene, el palacio ese sello tristón y melancólico peculiar de los conventos y de las cárceles. Hay corredores amplios, callados, que nos devuelven nuestras voces y nuestras pisadas en eco lúgubre.
Hay claustros tristes que parecen muertos, claustros inertes en los cuales se siente miedo de soledad y cuyo ambiente lleva al alma sombras misteriosas de venganzas de confesonarios. Hay muchas cruces, profusión de cuadros religiosos, estatuitas de la virgen, pendones con la imagen de S. Ignacio de Loyola.
Y hay también cierto lujo, cierto buen gusto, cierto rebuscamiento elegante en el mobiliario del salón de visitas, que se lleva muy bien con las personas que frecuentan la casa. He llegado a la portería y un lego alto, limpio, bien afeitado, de sotana crujiente y fulgurantes zapatos, se ha adelantado a mí. Le he dicho mi nombre y mis antecedentes y ha resplandecido su semblante.
Tras de hacerme mil preguntas curiosas, subió a avisarle al P. Jones, al P. Sánchez o al P. Rodríguez. El P. Pérez hizo su entrada. Es un hombrecillo chiquitín, que camina a saltitos, pulcro, atildado; un curita aristocrático que habla francés, toca el piano, pinta y da lecciones de botánica, un hombre sumamente interesante. Gran orador, eminente filósofo y químico notable. En el Colegio se le llama «inteligente».
Me acogió con gran cariño protector. Se interesó por mi familia, por mis estudios y finalmente me dijo que no me recordaba. Sí Padre. Estuve aquí dos cursos. El primero de la segunda brigada y el segundo en la primera. Hay Antón… —Sí, sí: Antón, Antón, ¿cómo vamos hijo? –Pues bien, P. ¿y V.? —Yo bien, gracias a Dios sigo bien; Después me dijo: — ¿V. vendrá a las fiestas? Y me hizo mil ofrecimientos, mil cortesías y mil amabilidades.
Luego me invitó a recorrer el edificio. Me lo estuvo enseñando con gran detenimiento, esforzándose por hacerme comprender las historias de puertas, corredores y capillas. Me habló del beato Pedro, del beato Juan y del beato Crispín, eminentes jesuitas que florecieron y que ya no se recuerdan. Y fue desenterrando sus virtudes y sus heroísmos religiosos. Hablaba con fruición, como si tuviera complicidad en los espasmos místicos de aquellos varones ilustres.
Dos o tres P. P., me saludaron y aunque no se acordaban de mí, me hicieron mil protestas de amistad. Eran curas redondos, gozosos, placenteros, en cuyas caras molletudas brillaban ojos sonrientes. Yo salí encantado diciendo: — ¡Qué padrecitos tan amables!
En el pueblo tropecé con un antiguo compañero que fue externo en mi clase. Y me habló de Santo Domingo, me dijo que los P. P., a pesar de ser seguidores de Cristo hacían distinciones entre pobres y ricos y que solo estos últimos se sentaban a su mesa. Que vendrían después, condes, barones, banqueros, millonarios y que el ruido de la vajilla y el masticar de las viandas sonaría en todo el pueblo.
Y que en Orihuela, en la ciudad acribillada de conventos y casas de religión, en la ciudad en que hay iglesias en todas las esquinas, los hijos en Cristo de los frailes que llenan esos conventos, los habitantes de esas casas que rodean las iglesias a modo de grey, los vecinos del pueblo que fueron educados de los hijos de Loyola, verían invadidas sus calles y sus plazas por señoritos ricos que irían a comer en compañía de sus antiguos maestros.
Y yo pensé que era mentira; no, imposible. Ese P. Regulez, tan bondadoso, y ese P. Congríes, tan fino, tan exquisito, tan inteligente; ese P. tan galante con las damas, tan suelto, tan hombre a lo mundano…
No; no lo creí. En el P. Regulez sería una crueldad y suponer cruel al P. Regulez sería lo mismo que suponer virgen a Mesalina y tonto al P. Congríes igual que suponer ladrón a Sievola. En mi sueño leí en un diario esta noticia: «En Santo Domingo se celebrará una gran fiesta en conmemoración de no sé qué aniversario. Se comenta desfavorablemente el hecho de haber sido invitados con exclusión de los externos los antiguos alumnos del Colegio».
Y mil ideas confusas se atorbellinaron a mi cabeza. En medio de una baraúnda de pensamientos que chocaban entre sí, como a través de una neblina, apenas embozados, vi al Padre Regulez apaleando a un alumno externo y al P. Congríes dándose un vulgar atracón de magras rociadas con Jerez. Y he creído que vivimos en un mundo maravilloso, en el cual hasta los sacerdotes ni tienen fe ni la practican.
Y ahora una aclaración: Yo no creo nada de esto. Fue mi sueño vano. Sigo amando a los P. P. jesuitas como los amé siempre. Son para mí un coro de curitas cariñosos, afables, cándidos, sencillos, de frase acariciadora, ojos dulces y continente modesto, pobres, honrados, castos, que se desvelan por la salvación de las almas, que darían la vida por la inversión de un pecador y que quieren mucho a los alumnos pobres. Y que este suceso del banquete es una mala interpretación de los periódicos, y si es cierto, sus razones tendrán. Cristo no fue comprendido por su pueblo. Luis de Antón del Olmet. Ex-alumno interno del Colegio de Santo Domingo de Orihuela. Madrid Noviembre 1904.
Antonio José Mazón Albarracín. (Ajomalba).
Mi agradecimiento a Jesús García Molina, Javier Sánchez Portas y J. M. Dayas.