Campos de Trabajo. Albatera.

Campo de Trabajo de Albatera. Biblioteca Digital Hispánica. BNE.

Campos de Trabajo. Albatera.

En el otoño de 1937, llegaban a la estación de Albatera medio centenar de detenidos. Su destino era el nuevo campo de trabajo que aún estaba por terminar.

A medio kilómetro de dicha estación encontraron unos saladares y en ellos un cuadrilátero rodeado de dos filas de alambradas y vigilado mediante torres provistas de ametralladoras.

Este penal se había construido bajo la tutela de los ingenieros agrónomos Miguel Cavero y Ángel Rodríguez y, de momento, solamente contaba con un barracón de madera con techo de uralita, un almacén y el edificio que hacía la función de despacho del director.

Sin luz ni agua corriente, la primera tarea asignada a los internos fue la construcción de nuevos barracones.

El domingo 24 de octubre de 1937 fue oficialmente inaugurado por el ministro de Justicia Manuel Irujo y por el director de Prisiones Vicente Sol, que llegaron acompañados de numerosas personalidades.

Campo de Trabajo de Albatera. Biblioteca Digital Hispánica. BNE.

Así lo describió la prensa:

La obra de dignificación social en los campos de trabajo. El de Albatera. El penado hacia su redención. Van llegando a Albatera (provincia de Alicante), los primeros grupos de presos políticos destinados a este Campo de Trabajo, que dentro de poco será oficialmente inaugurado”.

Con sus camisas de color kaki y sus pantalones claros, ofrecen estos penados la apariencia de cuadrillas de colonos que arriban a las tierras que van a ser para ellos objeto de laboreo”.

El fundamento moral que inspiró la creación de estos campos para penados es el de incorporar a la vida de trabajo, a los que hasta ahora habían vivido la existencia parasitaria de verdaderos convidados sociales, los privilegiados económicamente que nada hacían por injustificar su situación de haraganería”.

En el campo de trabajo de Albatera, se está iniciando una obra de utilidad pública de magnitud extraordinaria: más de cuarenta mil hectáreas de terreno baldío serán convertidas en tierras de cultivo”.

El Luchador. Diario Republicano de Alicante, 16 octubre de 1937, núm. 8.970.

Emplazado en lo que ahora es el municipio de San Isidro y concebido para descongestionar las prisiones alicantinas con una capacidad de 3.000 reclusos, el nuevo campo albergó a falangistas, religiosos y otros desafectos al Frente Popular condenados a trabajos forzados por los Tribunales Populares.

Uno de sus primeros visitantes, fue el sacerdote oriolano, Saturnino Ortuño Pomares, que llegó cuatro días antes de su inauguración trasladado del Reformatorio de Adultos de Alicante.

Los guardianes eran individuos hartos de dar paseos. El que a mí me cacheó me preguntó reiteradamente si llevaba medallas encima. Al principio se trabajaba de verdad, y cuando alguien se sentaba, recibía la frase de sus guardianes, proverbial: o te levantas o te tumbo de un tiro. 

En el campo no había comodidad alguna. En los primeros días estábamos amontonados en los barracones de madera y uralita, y también en tiendas de campaña; no había lavabos ni retretes.

Quienes trabajábamos en tierras cercanas a arroyos, nos lavábamos allí. A los guardianes del campo se les llamaba viriatos y gozaban de muy mala fe. 

La alimentación de Albatera fue pésima, casi siempre se servía a los internados una especie de caldo negro, con unas lentejas o judías negras bailando una zarabanda de risa y miseria”.

Campo de Trabajo de Albatera. Biblioteca Digital Hispánica. BNE.

Don Saturnino se quejaba de las malas condiciones, quizás porque en los primeros meses, los internos se vieron obligados a soportar bastantes incomodidades. Pero cuando las obras estuvieron culminadas y los propios presos se dedicaron a cubrir los servicios de mantenimiento del campo, las condiciones mejoraron bastante.

También afirmaba que “no había más jornal que la comida y la paja”, y eso no es cierto; los documentos demuestran que los presos recibían pequeñas gratificaciones económicas por sus servicios.

La población reclusa se mantuvo entorno al millar de presos, muy por debajo de su capacidad, y el trabajo se distribuía en razón de su capacidad y estado físico. La jornada de trabajo duraba ocho horas distribuidas en cinco por la mañana y tres por la tarde.

Campo de Trabajo de Albatera. Biblioteca Digital Hispánica. BNE.

El proyecto inicial pretendía continuar la antigua iniciativa del cardenal Belluga, transformando un paraje insalubre en fértiles tierras de cultivo donde se instalarían miles de familias, pero la cosa quedó en la apertura de cuatro zanjas.

Los reclusos fueron utilizados para construir carreteras, efectuar labores agrícolas y defensivas. El campo contaba con una plantilla de ocho barberos, doce lavanderos y dos encargados de limpieza.

También con una enfermería o policlínica regida por los internos dotada de laboratorio y botiquín, cuyas medicinas eran repuestas mensualmente dentro de las restricciones propias de una guerra.

Sólo los enfermos más graves o de carácter infeccioso, eran enviados al Hospital Provincial. Bronquitis, reuma, lumbago, urticaria, anemia, hemorroides, glucemia, eran tratadas por los médicos y sanitarios presos, que asistían a los enfermos de dentro y fuera del campo, llegando a pasar consulta en el vecino pueblo de Albatera.

Campo de Trabajo de Albatera. Biblioteca Digital Hispánica. BNE.

Don Saturnino, que sobrevivió a la contienda falleciendo en 1944 como párroco de Almoradí, parece que exageró un poco al describir su cautiverio.

Tampoco vamos a creer la propaganda republicana que pregonaba lo felices que eran los reclusos fuera de las cárceles, al aire libre, con labores adaptadas a su edad y condiciones, con amables funcionarios que lejos de obligar a los presos a trabajar, sólo se encargaban de evitar evasiones.

Según los datos adquiridos, el trato recibido por los presos “desafectos a la República” en el penal de Albatera no fue comparable a lo que el bando vencedor deparó a sus inquilinos a partir de abril de 1939.

De hecho, el director del campo en el periplo republicano, Alfredo Estrella Coronado, continuó su carrera y fue ascendido por el régimen franquista a jefe superior de Administración Civil del Cuerpo Especial de Prisiones, en 1956.

Las instalaciones que había construido la República en 1937 fueron utilizadas por las autoridades franquistas como campo de concentración y clasificación de prisioneros.

Aquí hay que señalar que el tratamiento aplicado a los reclusos fue muy diferente; hacinados y vigilados por tropas norteafricanas -los temibles “moros de Franco»-, sin las mínimas condiciones de higiene y con una alimentación limitada a pan y sardinas. 

Campo de Trabajo de Albatera. Biblioteca Digital Hispánica. BNE.

Gran parte de los prisioneros republicanos que quedaron en manos de las tropas italianas, concentrados en el campo provisional conocido como “Los Almendros”, atravesaron Alicante increpados por la población hasta llegar a la Estación de Murcia, desde donde salieron transportados en vagones de mercancías hasta Albatera.

El Penal de Albatera acogió en principio a gran parte del personal masculino capturado en el puerto de Alicante y posteriormente se fue nutriendo con los detenidos en las poblaciones cercanas.

Adosando otro cuadrilátero de alambre de espino para apartar a los que consideraban más peligrosos, los presos alojados en unas instalaciones diseñadas para 2.000 personas, se cifraron oficialmente en cerca de 7.000, aunque algunos informes los calculan en más del doble.

Periódicamente aparecían grupos llegados de localidades cercanas en busca de sus enemigos políticos. Implacables denunciantes escoltados por grupos de falangistas se presentaban en los penales.

Solían ser hermanos, padres o hijos de las víctimas, o simplemente ciudadanos maltratados por los comités locales que buscaban el desquite. Una vez seleccionados, los prisioneros quedaban a su merced para que efectuasen los más atroces ajustes de cuentas. Fue una masa anónima que desapareció en las primeras semanas sin juicio ni sentencia.

De aquellas palizas, torturas y ejecuciones incontroladas cometidas en los primeros momentos no quedó rastro.

Solar Campo de Trabajo de Albatera.


Además de las citadas sacas, gran parte de los muertos lo fueron por el debilitamiento físico provocado por el hambre, y la sed a los que se unieron la disentería, las diarreas y estreñimientos, el acoso de los parásitos (piojos, pulgas y chinches) y el de los mosquitos que abundaban en aquel paraje insalubre. Un proceso lento e inexorable, aderezado con falsos fusilamientos, torturas y otras vejaciones.
El fin del conflicto armado fue el pistoletazo de salida a una ola de represión desmedida por parte de los vencedores y un nuevo terror, al estilo de 1936, sacudió la comarca.

Archivo Municipal de Orihuela.

A las fuerzas de seguridad se unieron las actuaciones de las escuadras falangistas que peinaron la comarca deteniendo, apaleando y ejecutando arbitrariamente con el consentimiento de las autoridades locales.

La guerra había propiciado la incorporación a Falange de numerosos neófitos que, a diferencia de los “camisas viejas” (afiliados antes del 18 de julio de 1936), lo tenían todo por demostrar……

 

Otro Campo famoso.

Los terrenos de la Cartuja de Porta Coeli, desamortizada y subastada en el siglo XIX, fueron escogidos por los vencedores para instalar un campo de concentración provisional dependiente de la Jefatura de Campos de Concentración y Batallones Disciplinarios.

Situado en el término municipal de Serra (Valencia), se instaló en los alrededores de un sanatorio antituberculoso edificado por la administración republicana cuya obra quedó interrumpida por la guerra (ya había sido granja-sanatorio para tuberculosos durante el siglo XIX).

Su función inicial era la redistribución de presos a otros centros. En 1941, de campo de concentración pasó a sanatorio penitenciario, el mismo donde pensaban trasladar a Miguel Hernández pocos días antes de su muerte.

Más de cuatro mil presos pasaron por estas instalaciones, de los que aproximadamente la mitad murieron fusilados o víctimas de la enfermedad y el hambre.

Mayo de 1939. Archivo Municipal de Orihuela.

Antonio José Mazón Albarracín.

Extractos del libro «La II República y la Guerra Civil en Orihuela, Vistas desde el Puente de Rusia.