Archivo de la etiqueta: Franciscanos

Callejeando 12. El Raval Roig. Territorio Franciscano.

El arrabal Roig en los siglos XVI, XVII y XVIII. Archivo Municipal de Orihuela.

En la primera mitad del siglo XV la ciudad de Oriola suspiraba por acoger un convento de franciscanos. Instalados en Murcia desde finales del siglo XIII, se les requería frecuentemente para sermonear en fechas señaladas, trabajo por el que la ciudad les pagaba generosamente…

El Raval Roig. Territorio Franciscano.

Dejamos la plaza del Raval caminando por la añeja calle de San Francisco. Dice Gisbert que la calle del Carril recibió en 1891 el título de San Francisco «por ser la más próxima al convento extramuros de Santa Ana».

Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XVII.

Acudiendo al Archivo Municipal puedo asegurar que ya se la llamaba «Carril de Sant Frances» a principios del siglo XVII. Y en protocolos del XVIII aparece citada como «del carril que va a Murcia».

Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XVII.

Como parte del camino de Murcia necesitaba ser arrecifada constantemente aplicándole grandes cantidades de grava; sobre todo en el punto donde abocaban las aguas de la calle Barranco.

El diario de Orihuela, 10 de febrero de 1888: Los vecinos de la calle del Carril nos ruegan llamemos la atención del Sr. Alcalde sobre el estado de dicha calle en el punto en que abocan a ella las aguas de la calle del Barranco, pues está el arrecife tan destruido por efecto de las últimas lluvias que hace dos o tres días volcó un carro de gran porte en dicho punto con grave riesgo del carretero que afortunadamente salió ileso.

Archivo Municipal de Orihuela. Siglo XVIII.

Los artífices del bautismo oficial fueron un grupo de vecinos que, en septiembre de 1891, solicitaron al Ayuntamiento modificar el nombre que figuraba en el nomenclátor por la devoción que profesaban a San Francisco.

Que siendo el Ínclito Patriarca San Francisco uno de aquellos eminentísimos varones cuya influencia ha sido más palpable en la marcha de los siglos, como sigue siéndolo en los pueblos que por cuenta suya, le son devotos, este arrabal que le profesa vehementísima devoción, desea con deseo máximo y especialmente los exponentes como vecinos de la citada Calle del Carril, que se dé a ésta el nombre de aquel santo gloriosísimo.

Obtuvieron la autorización municipal para variar los rótulos y los pagaron de su bolsillo. De esta forma las titulaciones de las dos arterias del arrabal quedaron dedicadas a la orden franciscana. 

Ajomalba.
Colección Esteban Sanmartín.

A la derecha quedan los Capuchinos, de los que hablaremos en la siguiente entrega. Seguimos el «Carril de Murcia» por la actual Avenida de la Constitución, un tramo aburrido y empinado que es obligatorio recorrer para visitar a los franciscanos del convento de Santa Ana.

Ajomalba.
Colección Esteban Sanmartín.

Remontada la cuesta se abre ante nosotros la explanada de San Francisco; que contaba en su inicio con una cruz de término. Cuenta Gisbert que, la cruz de la Puerta de Murcia o del paseo de San Francisco, fue costeada por el municipio en el año 1713. Y la que estaba en las cercanías del Sepulcro por la Orden Tercera de San Francisco en 1733.

En 1713 la de la puerta de Murcia o paseo de San Francisco también la costeó el municipio. Sobre una columna de piedra blanca aparece la cruz con las imágenes del Señor y de Santa Bárbara.

Cruz de la Puerta de Murcia o de San Francisco. Siglo XX.

Debe tratarse, por lo menos en el caso de la de San Francisco, de reconstrucciones posteriores a la Guerra de Sucesión. Montesinos cita otra «erección» de la misma cruz a finales del XVIII.

Y la cruz con su columna de mármol que se ve al principio del camino que sube a esta iglesia viniendo de Orihuela se erigió en el de 1779 a expensas del Hermano Mayor, Manuel Martínez Arques.

En las notas recogidas por el Padre Agustín Nieto se citan los trabajos y manufacturas de dos cruces, que se habían de hacer de piedra, obra del arquitecto Juan Pierres; una en la Puerta de Murcia y otra en San Francisco; fechadas en enero de 1598 y rematadas en 200 reales castellanos.

La primera debe ser la de la plaza del Raval o de Monserrate. Queda claro que desde el siglo XVI había una cruz de término en San Francisco; cruz que se mantuvo hasta el siglo XX.

Colección Estaban Sanmartín Alonso.

En el mismo año que se dio nombre a la calle de San Francisco, los frailes de Santa Ana proyectaban recuperar el control de la explanada situada frente al convento para formar una especie de paseo ajardinado.

El diario de avisos, 11 de noviembre de 1891: Hace tiempo que vive en la mente de los Rvdos. PP. Franciscanos del convento de Santa Ana de esta ciudad, el plausible pensamiento de encargarse del arreglo del antiguo paseo que da frente a la iglesia de aquel, sin que hasta la fecha se haya pensado en hallar una fórmula hábil que concilie el buen pensamiento de los PP. y los preceptos de la vigente ley municipal. Con sujeción a esta, es indudable que la cesión de aquellos terrenos no puede hacerse. Pertenecen al común de vecinos y solo con una tramitación larguísima y mediante subasta podría llegarse a la enajenación.

Otra forma para llegar a  la realización de aquel beneficioso pensamiento, no existe como no sea bajo la base de que los frailes se encargaran de su arreglo y custodia por traslado de funciones de administración que son las que únicamente tiene el Ayuntamiento, y esto, por modo provisional y no definitivo, pues dicho se está que de la misma manera que podría hoy la Corporación municipal delegar sus atribuciones en cuanto a conservación del mencionado paseo, mañana podría también restituirse en las mismas, resultando que se realizara una vez más lo del refrán que dice: «quien da pan a perro ajeno, pierde el pan y pierde el perro».

Explanada y paseo de San Francisco en julio de 1916. Colección Javier Sánchez Portas.

Todo esto, sin embargo, es suposición acertada, la de que al encargarse a los frailes franciscanos del cuidado de los mencionados terrenos que muy pronto bajo la dirección de los mismos se convertirían en un precioso jardín con riego del mismo huerto del convento, realizando así una importante mejora en aquel abandonadísimo sitio, no se pensaría ya nunca en enajenarles las facultades concedidas, ya que con intentarla solamente se cometería una gran injusticia y un mal para la población, toda vez que, lo había de constituir el abandono a que se volvería después de hermoseada aquella entrada de la población.

Sabemos que en la mente de todos los señores concejales está el otorgar el permiso consiguiente y la delegación de facultades que los padres franciscanos desean para emprender el arreglo mencionado, y es de esperar que, en una de las próximas sesiones concejiles, se halle la manera de llegar al resultado que, sin duda alguna, verá con gusto toda la población pues con ello tendrá un lugar más de lícito recreo y esparcimiento.

Convento de Santa Ana. Víctor Sarabia Grau.

En la alameda o paseo del convento, sentados a la sombra de sus árboles, hablaremos un poco de los Franciscanos.

Los Franciscanos Observantes de Santa Ana.

Esta orden de origen italiano fue fundada por Francisco de Asís a principios del siglo XIII, cuando en la Península Ibérica, los cristianos seguían luchando contra los almohades.

Francesco era hijo de familia adinerada, lo que le permitió recibir una esmerada y políglota educación. Vestido con harapos, descalzo y sin dinero decidió entregar su vida enteramente a la pobreza apostólica renunciando al patrimonio familiar.

Convento de Santa Ana. Ajomalba.

Poco a poco fue formando un reducido grupo de discípulos con los que viajó a Roma buscando la bendición Papal. Inocencio III les obligó a elegir un superior y Francisco se convirtió formalmente en el padre de la comunidad franciscana (Pater Comunitas, de ahí la costumbre de llamar a los Franciscos, Paco).

Dicho pontífice aprobó la llamada primera regla en 1210 y Honorio III,su sucesor la segunda y definitiva regla de los frailes menores, en 1223.

Siglo XV.

MONTESINOS PÉREZ DE ORUMBELLA, Joseph; Compendio Histórico Oriolano. Caja Rural Central. Orihuela.

En la primera mitad del siglo XV la ciudad de Oriola suspiraba por acoger un convento de franciscanos. Instalados en Murcia desde finales del siglo XIII, se les requería frecuentemente para sermonear en fechas señaladas, trabajo por el que la ciudad les pagaba generosamente además de hacerse cargo de la manutención del predicador—pan, vino, pescado y confits—y de la hierba y la cebada para su mula.

Montesinos dedica un capítulo a la fundación del Convento de Santa Ana, Casa Grande de Observantes (antes recoletos) de esta Ciudad de Orihuela. Transcribo algunos párrafos.

Por los años de 1440 de nuestra humana redención, deseando los moradores, hijos y vecinos de esta Ciudad de Orihuela fundar un Convento Seráfico – Observante, a cuya Orden siempre han tenido cordialísima devoción, dieron principio a encaminar a este fin algunas diligencias; pero habiéndose atravesado algunas dificultades que no explica con particularidad la nota, no pudo tener efecto su devoto celo en esta creación.

En el año de 1449 consiguió esta nobilísima ciudad tener algunos Religiosos Observantes; aunque muy pocos en su compañía. Hicieron donación a Fr. Humberto de la Hermita de Santa Ana y San Josef, que es la misma donde después se fundó el Convento, para que fundase en ella un Heremitorio o Hospicio para dicha familia, según la costumbre y medios de aquellos tiempos.

Me resta solo el decir que su primitiva fundación según quedó ya dicho algo, se efectuó en la Hermita de la dicha Gloriosa Santa, de la cual eran patronos los Caballeros Señores de Bonanza del Apellido de Rocafull.

Convento Franciscano de Santa Ana. Orihuela.

Como él mismo reconoce, utilizó el manuscrito de Mosén Bellot, cuyas notas sobre San Francisco son mucho más escuetas:

Lo que hoy es convento de San Francisco solía ser ermita con título de Santa Ana, y en el año 1449 hizo gracia el consejo a fray Amberto, ermitaño de la ermita de Santa Ana, junto al cabezo de las Lavanderas, de una rueda que solía servir al misterio de los Reyes, para noria al huerto.

Continua con una ligera imprecisión de fechas, quizá por mala transcripción; dice ocho, pero marca cuatro años después:

Intentó el consejo de fundar en este puesto un convento de San Francisco, a quien siempre tuvo Orihuela mucha devoción, y hubo en ello algunas dificultades que no las dicen las notas.

Aquí Bellot especula con los señores de Bonanza, en cuyo término estaba la ermita, pero no está claro que fuese ya de los Rocafull en esas fechas concretas. Afirma también que el vicario general de la orden, de nombre F. Escorihuela, les negó la licencia.

Muerto el vicario, el Consell lo volvió a intentar sin éxito en 1453. Dos años después, la Ciudad mandó a un tal Juan Marín con la oferta de un solar en sitio muy principal. Y el Provincial envió primero a Fray Jaime Ibáñez, quien puso las condiciones para aceptar la fundación.

Querían escoger el sitio para el convento, que lo pertrechase el Consell, que tuviese lo necesario para celebrar, y que los frailes predicasen por la huerta a cambio de limosnas.    

El solar ofrecido formaba parte del arrabal de la puerta de Crevillente, donde había estado la última morería, en el lugar que ahora ocupa el Colegio de Santo Domingo. La oferta incluía una mezquita en la que se podían instalar doce frailes. Al no ser de su agrado, dicho solar fue vendido por 4.000 sueldos. Así lo explica Mosén Bellot.

A los moros que viniesen a vivir a Orihuela comproles sitio donde edificasen casa y mezquita, y se las ayudó a obrar, que fue el puesto donde hoy está el colegio (…) se vino a despoblar y el consejo vendió el puesto en 4.000 sueldos, y dio la mitad a San Francisco de limosna. 

1453. Les darían una iglesia acomodada, que solía ser mezquita, en la cual pueden hoy vivir doce frailes, y que con el tiempo se irían mejorando.

Los franciscanos observantes de Castilla prefirieron la apartada ermita de Santa Ana, enclavada en el otro extremo de la ciudad, en el Señorío de Bonanza. Y recibieron como limosna 2.000 sueldos, la mitad del producto de la venta del solar de la morería que serían administrados por Jaime Roca.

Aceptaron los frailes, vino el Provincial a tomar posesión y dejó a Fray Jaime Ibáñez como encargado de iniciar la obra. El convento de Santa Ana se comenzó entre los años 1456 y 1459.

Convento Franciscano de Santa Ana. Orihuela.

Montesinos transcribió «fielmente de aquel bárbaro antiguo idioma valenciano» una carta fechada en seis de diciembre de 1459 destinada al rey de Aragón, Juan II. En ella se da cuenta de haber comenzado la obra de una casa convento franciscano en la que tenían alojados a siete u ocho frailes. Y de que por mucho que habían instado y suplicado, los vicarios generales y provinciales de la orden no habían aceptado la fundación oriolana.

Pedían al rey que escribiese a Calixto III, Papa valenciano fallecido en el verano de 1458.  Persevera en el error al afirmar que Calixto III firmó la bula pontificia en 1464, cuando ya llevaba seis años bajo tierra y le había sustituido Pío II, fallecido precisamente en 1464. Bellot, siempre más preciso, atribuye la bula al Papa Pío.

Todo este proceso transcurrió mientras arreciaban las disputas en el seno franciscano. Al relajamiento de las costumbres en los llamados conventuales se enfrentaron los observantes; hermanos que querían permanecer fieles a las normas de San Francisco, con su vida de predicación itinerante y pobreza voluntaria inspirada en Jesucristo.

A finales de la centuria acabó imponiéndose el espíritu reformista del poderoso franciscano observante, Francisco Jiménez de Cisneros, confesor de la reina, arzobispo de Toledo y futuro cardenal; quien con el aval de los Reyes Católicos consiguió eliminar a los conventuales de la Provincia de Castilla, a la que pertenecía el convento de Orihuela. Esta otra nota, fechada en 1494, es también de Mosén Bellot.

Reinando Fernando el Católico obtuvieron los frailes de San Francisco cierta parte de las fábricas para obrar su convento, y el consejo obtuvo revocatoria y confirmación del privilegio de las fábricas. 

Siglo XVI

El convento de Santa Ana, situado en una zona de fácil inundación, sufrió durante el siglo XVI al menos tres reparaciones costeadas por el Consell.  Y fue reedificado totalmente en 1593, muy cerca del anterior. Así lo cuenta Montesinos.

Pocos años corrieron después de la fundación de esta seráfica ejemplar casa en que experimentaron los religiosos la destemplanza del sitio, ocasionada de la mucha humedad por haber errado el departimiento de la vivienda, la buena distribución; pues la iglesia, sacristía y algunas oficinas que habitan menos, pusieron a la falda de un monte; y las celdas y principal habitación de los seráficos religiosos, colocaron en el valle y todos expuestos a las inundaciones frecuentes y avenidas peligrosas del Río Segura, que es el que riega, fertiliza y baña la muy frondosa huerta de esta Nobilísima Ciudad.

El día 20 de Abril del año 1592 se dio principio a la fábrica y se continuó con mucha viveza, pero a distancia tan corta del antiguo sitio, que más que traslación, la pudiéramos llamar diversa colocación o distribución de las viviendas de los religiosos; pues todo el sitio que ocupaba el convento se aplicó para huerta y jardín; y otros ensanches varios y precisos; y las viviendas de los religiosos, con la nave de la Iglesia, se retiró a la falda del dicho monte, que está contiguo al Camino Real, a la distancia de unos 200 pasos; pero la bastante  para excusar las muchas humedades que eran ocasión de la referida destemplanza, y también las inundaciones del dicho Río Segura. Concedida la licencia para edificar de nuevo el convento, lo trasladaron al pie del monte, dejando el antiguo solar como parte del huerto.

Convento Franciscano de Santa Ana. Orihuela. Colección Javier Sánchez Portas

Siglos XVII y XVIII.

Dedicada la primera mitad del siglo XVII a levantar su nueva fábrica, sufrió como todos, los efectos de las epidemias de la segunda mitad. Montesinos se sorprende de cómo, a pesar de vivir de las limosnas, se pudieron permitir generosas contribuciones al rey desde su misma fundación.     

Seráfico Convento de Santa Ana de Menores Observantes. Este Religioso Seráfico convento (no obstante que según su regla se mantiene de limosnas) en el 1469 sirvió al Sr. Rey de Aragón, Don Juan II en el cerco de Perpiñán y otras plazas, con 12 carros de trigo. Mas en varias ocasiones, especialmente en tiempos de peste, como sucedió en los años 1580, 1648, 1678 y 1708, sirvió esta comunidad a los Sres. Reyes con dinero, trigo, cebada, paja y religiosos para curar a los soldados apestados, sirviendo este mismo convento de Hospital General para la Reales Tropas, en el reinado del Sr. Don Felipe V, con el motivo de las Guerras de Sucesión, en los años de 1703, 1706 y 1707.

Convento Franciscano de Santa Ana. Orihuela.

En 1792, Montesinos redactó una «Breve noticia del estado presente de la Reverenda Seráfica Comunidad del Convento de Santa Ana». El extenso listado con nombres y apellidos estaba dividido en 30 religiosos de coro, 13 legos profesos y 14 estudiantes de teología. A los que había que añadir a tres hermanos sirvientes y 21 donados.

MONTESINOS PÉREZ DE ORUMBELLA, Joseph; Compendio Histórico Oriolano. Tomo 4. Manuscrito. 1792. Caja Rural Central. Orihuela.

Los donados eran seglares que se entregaban gratuita y temporalmente al servicio del convento. Solían ser varones adultos, solteros o viudos, sin compromisos familiares, que se ocupaban principalmente de pedir limosna; pero también ayudaban en el huerto, en la cocina o haciendo recados.

Huerto del convento franciscano de Santa Ana. Orihuela.

En el último cuarto del siglo XVIII se descubrió un manantial en la falda del monte, muy cerca del convento de Santa Ana; y mientras decidían la manera de llevar el agua a Orihuela, se cedió el uso a los franciscanos.

Fuente de San Francisco.

Siglo XIX.

Durante la Guerra de Independencia, las tapias del convento se prepararon como baluarte para hacer frente a posibles invasores que nunca llegaron. Y Montesinos nos vuelve a informar del «Estado actual y presente que tiene la Reverenda y Santa Comunidad de Santa Ana de Padres Franciscos Observantes de la ciudad de Orihuela en este años de 1809».

Esta vez los dividió en 12 religiosos lectores con diversos cargos (guardián, visitador, vicario, procurador), 17 predicadores sin otro título; 8 coristas; 11 legos y 11 donados.

En el año 1835 los Franciscanos de Santa Ana fueron exclaustrados y su convento pasó a formar parte de los Bienes Nacionales. Tras ser subastado acabó en manos de un vecino de Madrid. Los oriolanos intentaron recuperar el convento organizando una cuestación cuyo producto entregaron a Matías Sorzano.

Este rico propietario había comprado el edificio en 1845. Diez años después, durante la epidemia de cólera morbo, lo prestó a la ciudad para instalar un hospital provisional. En 1878 se utilizó como hospedería para misioneros enfermos o convalecientes.

En enero de 1880, Andrés Rebagliato Pescetto, senador por Alicante y yerno de Matías, puso el convento y su huerto a disposición del padre Francisco Manuel Malo, reorganizador de la Provincia Franciscana de Cartagena. Lo hizo en nombre de todos los herederos, reservando para la familia el patronazgo. Cumplidas las formalidades, se celebró su reapertura el día 8 de Mayo de 1880.

Semanario católico, 5 de junio de 1880: El día 9 de Mayo quedó instalada una comunidad de religiosos Franciscanos en el convento de San Francisco de Orihuela, para cuyo objeto había sido reparado convenientemente. Dicho edificio había pasado a ser propiedad del Senador Sr. Rebagliato, quien lo ha cedido para tan piadoso y laudable objeto. Dios premie su buena obra. Nosotros felicitamos por este acontecimiento a la religiosa ciudad de Orihuela, que lo ha celebrado con muestras de júbilo y entusiasmo.

Convento Franciscano de Santa Ana. Orihuela. Ajomalba.

En junio de 1907 el franciscano Fr. Serafín Durán transcribió para el diario «La Huerta» una memoria sobre el acontecimiento que conservaban en el archivo del propio convento. 

Hallábase nuestro antiguo convento, titular de Santa Ana, de la ciudad de Orihuela, Provincia de Alicante, en posesión de las Sras. Doña Teresa, Doña María y Doña Filomena Rebagliato Sorzano y de los hijos de Doña Sofía Rebagliato Sorzano, nietas las cuatro de D. Matías Sorzano Nájera, quien lo redimiera al Gobierno de la arbitraria desamortización al ser subastado por el Gobierno Civil de la Provincia en 22 de Mayo de 1844.

Y como las referidas señoras propietarias del expresado convento, noble y generosamente lo ofrecieron con su espaciosa y rica huerta al M. R. P. Provincial Fr. Francisco Manuel Malo, y le fuera entregado por las mismas jurídicamente, con la única cláusula condicional de reconocimiento de patronato hacia todos los herederos sucesores de don Matías Sorzano, y la de posesionarse todo dentro del año en que se hizo la donación, que fue el de 1880, día 14 de Enero, comenzó desde luego el P. Malo a ejecutar su proyecto, habiendo obtenido al efecto Decreto especial del Rmo. P. Vic. Comº. General, Fr. Vicente Albiñara y del Excmo. Sr. Obispo de la Diócesis, D. Pedro Mª. Cubero.

En consecuencia de todo, el día 8 de Mayo del citado año llegaba el P. Malo, acompañado del R. P. Guardián del nuevo Convento Fr. Gregorio Martínez y algunos otros Religiosos a tomar posesión de la nueva Casa, siendo entusiasta el recibimiento que hicieran a aquellos hijos de San Francisco, así las Autoridades Eclesiástica y Civil, como las clases sociales todas de la noble y religiosísima ciudad de Orihuela. Al día siguiente se verificó la inauguración Oficial celebrando el incruento Sacrificio de la Misa el R. P. Guardián con asistencia del Excmo. Sr. Obispo y Clero Catedral.

El Graduador, 16 de octubre de 1880: Una noticia importantísima de «El Eco:» «Fr. Gregorio Martínez, guardián del Convento de Santa Ana de la orden de San Francisco de Orihuela, ha solicitado la devolución de dos cuadros que pertenecieron al Convento y que cuando la exclaustración pasaron a formar parte del Museo provincial. Pues que le devuelvan al guardián los cuadros, si tanta prisa le corren.

Francisco Manuel Malo y Malo, nacido en la provincia de Guadalajara en 1810, fue un importante miembro de la orden franciscana en el convulso siglo XIX. Escritor y editor, montó su propia imprenta en el convento de Orihuela. Como nota curiosa, la maquinaria y utillaje tipográfico de la «Imprenta Santa Ana» fue adquirida a los herederos de José Zerón en 1882. Y luego fue vendida a Luis Zerón en torno a 1885.

El Padre Malo falleció en Santa Catalina del Monte, Murcia, en 1892. Quince años después, sus restos fueron trasladados a Orihuela por deseo de los franciscanos. Hubo otro con el mismo apellido, Fray Agustín Malo, que fue Guardián hasta 1897.

La Correspondencia Alicantina, 10 de febrero de 1897: Escriben de Orihuela que en la segunda mitad del próximo mes de marzo, serán trasladados desde la iglesia del eremitorio de Santa Catalina del Monte (Murcia), al nuevo panteón que los religiosos observantes menores del Convento de Santa Ana de esta ciudad han hecho construir en su propiedad de este cementerio, los restos mortales del M. R. P. Fray Francisco Manuel Malo, que falleció al amanecer del martes 15 de marzo del año 1892, cuando contaba ochenta y un años, tres meses y trece días de edad, y a los sesenta y seis años, cinco meses y veintiocho días de religión.

El P. Malo era definidor General de la Orden de San Francisco, Lector de Sagrada Teología, Ex rector del Colegio de Misioneros de Santiago, etc., etc. y durante toda su vida llena de merecimientos apostólicos y de persecuciones que soportó con cristiana resignación y verdadero heroísmo, se distinguió entre los demás religiosos de la orden a que pertenecía por su incansable laboriosidad, por su encantadora sencillez y demás bellas cualidades que forman la corona de sus merecimientos acá en la tierra, en donde la reputación del P. Malo era tan universalmente reconocida por su virtud, sabiduría y elocuencia…

El edificio anexo es la capilla de la Venerable Orden Tercera (VOT), construida en 1893 y recientemente restaurada.

El alicantino, 29 de julio de 1893: Han comenzado y se encuentran ya bastante adelantadas las obras del local que la V. O. T. de San Francisco de Orihuela está construyendo junto al convento de Santa Ana para depositar los pasos de Semana Santa.

Convento Franciscano de Santa Ana. Orihuela. Reformas en la VOT. Ajomalba.
Convento Franciscano de Santa Ana. Orihuela. Reformas en la VOT. Ajomalba.

La Correspondencia Alicantina, 8 de noviembre de 1897. Escriben de Orihuela: Ha sido nombrado vicario del convento de Santa Ana, el ilustrado franciscano Fray Miguel Villalba. También ha sido nombrado guardián del referido convento el muy Reverendo P. Antonio Velasco, virtuoso y docto religioso de la Observancia de San Francisco.

Utilizado como seminario para religiosos franciscanos y como centro de estudios teológicos, el convento no reunió las condiciones necesarias hasta bien entrado el siglo XX.  

Siglo XX.

Convento Franciscano de Santa Ana. Orihuela. José Antonio Ruiz Peñalver.

En 1913 Fr. Antonio Martiu, provincial de la orden, decidió levantar un nuevo piso sobre los amplios muros del convento. Con esta obra el edificio quedó dotado de un hermoso oratorio, salón de estudios, cuarenta y cinco celdas y otras dependencias. Se inauguró el 14 de julio de 1914 festividad de San Buenaventura.

La correspondencia de Orihuela, 6 de febrero de 1914: En breve quedarán terminadas las grandes obras que se están verificando en este Convento de Santa Ana, en donde ha de fundarse un seminario franciscano, para los religiosos de esta provincia seráfica de Cartagena.

Convento Franciscano de Santa Ana. Orihuela. Ajomalba.

La vega, 23 de julio de 1916: El próximo día 26, tendrá lugar la tradicional romería al convenio de PP. Franciscanos (extramuros de la ciudad), en cuya Iglesia se venera la gloriosa imagen de la bendita Santa Ana. Por la tarde, tendrá lugar por la alameda del convento la procesión con la nueva imagen de dicha santa, regalo de la piadosa Sra. Doña Ana Cano Manuel de Soto, amenizando el acto la banda municipal.

Procesión celebrada el 26 de julio de 1916. A la izquierda el carruaje de doña Ana Cano Manuel. Colección Javier Sánchez Portas.

El Día de Alicante, 14 de diciembre de 1934: En el convento de Santa Ana de Orihuela y bajo la presidencia del Reverendo Padre José Moya, delegado del Generalísimo de la Orden, fue celebrado ayer Capítulo de la Provincia Seráfica de Cartagena.

Convento Franciscano de Santa Ana. Orihuela. Ajomalba.

En él ha sido elegido Provincial el Rvdo. P. Juan José Gómez, Licenciado en Sagradas Escrituras y catedrático de dicha asignatura y hebreo en el Seminario Conciliar y Convento de Padres Franciscanos. El Capítulo prosigue sus reuniones para nombrar guardianes de Conventos y superiores de Residencias provinciales.

Convento Franciscano de Santa Ana. Orihuela. José Antonio Ruiz Peñalver.

En el verano de 1936, a media noche, un grupo de milicianos asaltó el convento. Las imágenes de la Cena, la Oración en el Huerto, la Samaritana, la Negación de San Pedro, Los Azotes, la Verónica, San Juan, Nuestro Padre Jesús “el abuelo” y la Virgen de la Soledad, acabaron convertidas en una enorme pira. En esos turbulentos años de contienda fue utilizado por la aviación con el nombre de «Cuartel Madrid».

El Nazareno desaparecido. Los pasos de Semana Santa en 1927-1929. Fotografías de Alfonso Bernad. Colección Javier Sánchez Portas.

Acabada la Guerra Civil, los franciscanos regresaron. El 20 de marzo de 1940 a las 7 de la tarde, salió de la iglesia una procesión con la imagen del Cristo de la Agonía.

El 18 de octubre de 1940 el padre guardián y una comisión de miembros de la VOT marcharon a Murcia para recoger una nueva imagen del «abuelo», obra de José Sánchez Lozano.

Antonio Ballester Vidal.

Al día siguiente, «la copia más exacta de la antigua, destruida por los rojos, el funesto año 1936», fue bendecida por el Vicario General de la diócesis, Luis Almarcha, entre muestras de fervor popular y en presencia del Ayuntamiento en pleno vestido de gala.

Convento Franciscano de Santa Ana. Orihuela. José Antonio Ruiz Peñalver.
Convento Franciscano de Santa Ana. Orihuela. J. María Pérez Basanta

Vía Crucis de San Francisco.

Abandonamos la alameda del convento y dejando a la izquierda la carretera de Murcia, subimos por la empinada cuesta del Calvario rememorando el antiguo Vía Crucis que partiendo de la iglesia conventual, tras recorrer la explanada, emprendía la subida hasta la ermita.

De esta representación religiosa proviene el nombre de la calle del Calvario, por la que accederemos para llegar a la ermita del Santo Sepulcro, la última estación. Así lo describe Montesinos en 1792.

En el año 1678, transcurridos solo doce después de su fundación se construyeron los pasos antiguos del Vía Crucis que duraron hasta el año 1759, que por gustos motivos se demolieron e hicieron los modernos, estaban repartidos en lo más interior del desierto propio para penitencias.

Siendo Hermano Mayor D. Manuel Martínez Arques, con su autoridad, agencias, y muchos dineros suyos, todo el Camino y parte de la Calzada del monte en el de 1772 se hallanó, adornó, empedró  y circuyó de poyos de piedra y de varios árboles de terebintos, chopos y olivos para que se viese de más perfecto paso, comodidad y alivio de los que cada día suben a visitar este deboto santuario y heremitorio.

El presente adorno de las imágenes del Santo Vía Crucis, que es de hermosos Manises de la Fábrica de Valencia, se estrenó el día 4 de Octubre, propio del Padre San Francisco del próximo año pasado de 1791…

Está claro que, en la segunda mitad del XVIII, se empedró y embelleció, con la plantación de varios árboles, el camino y la calzada que subían a la ermita franciscana jalonados por las catorce capillas. Así lo cita Gisbert.

El Vía-Crucis de San Francisco principia en la alameda o paseo de este convento, junto a su iglesia, y termina en la ermita del Santo Sepulcro que es su última estación.

Los antiguos pasos eran a modo de capillas con altares en que se solía celebrar misa; muchos de ellos con lámparas y provistos de puertas. La incuria de los tiempos comenzó a destruirlos y en 1763 la Orden Tercera de San Francisco los demolió y fabricó de nuevo en la forma que han llegado a nuestros días.

A la derecha, las capillas del Vía Crucis a principios del siglo XX. Colección Javier Sánchez Portas.

El eco del Segura, 30 de marzo de 1898: En la tarde del próximo viernes Santo, a las cuatro, el P. Guardián y comunidad de PP. Franciscanos harán solemnemente el Santo Ejercicio del Vía-Crucis; en el que se halla instalado delante de la ermita del Sepulcro, frente al Convento de dichos Padres. El P. Guardián invita a tan piadoso acto, a todas las personas devotas de la Pasión de Cristo; pero muy especialmente a todas las que forman parte y son hermanos de la Venerable Orden Tercera de Penitencia de S. Francisco, establecida en el convento de Sta. Ana.

Ante nuestros ojos se muestra la ermita del Sepulcro alzada sobre una escalinata de acceso con grandes lajas de piedra que sirven para salvar el desnivel que existe entre el añejo edificio y la calle.

Ermita del Santo Sepulcro.

MONTESINOS PÉREZ DE ORUMBELLA, Joseph; Compendio Histórico Oriolano. Libro 4. Caja Rural Central. Orihuela.

Comienzo transcribiendo algunos párrafos del texto que Montesinos le dedicó en su cuarto tomo.

La devoción del Vía Crucis, tan digna de nuestra memoria y de que todos la practiquemos, ha florecido siempre mucho en esta Ciudad de Orihuela, siendo numerosos sus concursos de gentes de todos los estados que visitan las estaciones que componen el sagrado camino, y desiertos de la Cruz en términos, y desiertos del Seráfico Convento de Santa Ana.

Da este su feliz principio junto a la Alhameda y subida de la propuesta Hermita, y finaliza a las faldas de un monte a la parte occidental. Es uno de los más celebrados y debotos que goza el Reyno, y en lo antiguo se llamó Monte de los Penitentes, por los muchos que se ocultaban en sus cuevas y malezas.

Esta Hermita del Santo Sepulcro, última de las Estaciones, está muy cerca del Convento de Santa Ana, en un sitio muy divertido, aunque entre cerros y obeliscos de piedras, fue dedicada desde su fundación al Sepulcro o Entierro de Jesuchristo, y a Nuestra Señora de la Soledad.

Fundada por su devoción, zelo y piedad en el año de 1666 con ayuda y asistencia de los Hermanos de la V. Orden Tercera Seráfica, existente en el referido Convento de Santa Ana, el Magnífico y Muy Ilustre Señor Don Juan Bautista Cascante García de Lassa, natural de esta Oriolana Ciudad, Caballero del abito de Santiago, Coronel de los Reales Exercitos, Governador Militar y Politico de esta Ciudad y Hermano Mayor que fue por muchos años de la referida Orden Tercera, por cuya muerte quedó ésta en legítima posesión de dicha hermita, como hasta el presente la gobierna y poseé.

Ermita del Santo Sepulcro. Colección Javier Sánchez Portas.

La iglesia es muy capaz y está rodeada de varias hermitillas del Vía Crucis, ocupando el lucidísimo tercio del monte, de la más hermosa planicie que formó el Articife Supremo, Criador  de Cielos y Tierra, en las faldas o cimientos del Monte de la Penitencia, a la que sirven de valla, guarneciéndole del Poniente, Tremontana y Zierzo, cuatro hermosas Casillas o Estaciones que son la X, XI, XII y XIII, adornando a esta planicie, varios e innumerables árboles, como son terebintos, almendros, albercoqueros, alhamos, olmos, higueras, algodones, rosales, jasmines y claveles, con innumerables higueras de higos chumbos o de pala, de los que se paga un crecido arrendamiento, con algunos medianos olivos y algarrobos.      

Cruz de Término y Vía Crucis. Colección Javier Sánchez Portas.

Montesinos precisa el año 1666 como fecha de construcción. He comprobado la identidad del personaje que cita como benefactor y Hermano Mayor — Juan Cascante García de Laza — y era Lugarteniente de Orihuela en 1656.

Regentada por la VOT de los franciscanos de Santa Ana, las primeras noticias datan de finales del siglo XVII; como por ejemplo un robo sacrílego en 1693, cuando el Cristo del Sepulcro fue despojado de sus vestiduras; o el suceso fechado en 1694, cuando los ratones se comieron su sábana.

Fue reedificada completamente en la década de 1720; y en 1733 se concedió licencia al hermano Juan Pacheco para edificar una casita a sus espaldas donde hacer vida solitaria y penitente. En 1755 se le despidió, sustituyéndole por el hermano Pascual Marco, encargado de mantener limpia la ermita y su plazuela, evitar bailes y otros actos profanos y adecentar anualmente el Vía Crucis antes del viernes primero de cuaresma.

Su portada, de principios del XVIII, se realizó en piedra labrada destacando sobre el dintel de la puerta el escudo de armas de la VOT colocado en el año 1762, que muestra bajo qué tutela fue construida esta ermita. Montesinos afirma que se puso el escudo con las seráficas armas franciscanas en una noche, para evitar que la Parroquia de Santiago se apropiase de ella.

En el año de 1762, siendo Hermano Mayor Don Pedro Miravete de Moreno, reblanqueó esta hermita, se pavimentó, compusieron sus texados, se hicieron las gradas de piedra negra y pusieron las armas de la Tercera Orden sobre la puerta.

Ermita del Santo Sepulcro. Dibujo de Montesinos y escudo original. Fotografía Ajomalba.

El edificio presenta tres estructuras bien diferenciadas: la iglesia y dos casas adosadas a ambos lados que son de época posterior. A su izquierda encontramos una recóndita plazuela que lleva el nombre de este añejo edificio que se mantuvo en pie de puro milagro.

La ventana central debió servir para iluminar la estancia y, como es típico en estas ermitas, la fachada se cierra con una espadaña donde estuvo colocada la desaparecida campana original; que, según Montesinos, mostraba la siguiente inscripción: «Maria Josepha. Se hizo en el año 1764. Jesús».

Ermita del Santo Sepulcro. Colección Javier Sánchez Portas.

Sigo transcribiendo a Montesinos hablando de la urna funeraria y el Cristo difunto.

Lo que se lleva en este sitio todas las atenciones catholicas es el hermoso simulacro del Santo Sepulcro y debotisima imagen de Jesús Difunto y Sepultado a quien está dedicada esta hermita.

Es el imán más poderoso de todos los corazones que debotamente le miran, llevándoles como de la mano a la contemplación de su divino prototipo. La urna o sepulcro, que es de finos cristales y de delicada talla es cosa grande, y el divino St. que difunto yace en su primorosa cama es de inestimable valor.

Su hechura es del celebrado escultor Pablo Bucci, Francés de nación, vecino de Murcia; y desde dicha ciudad hasta esta de Orihuela, cuya distancia es de cuatro leguas, vino esta sagrada urna con 100 luces, y en ombros de 12 Hermanos Terceros acompañados de algunos exemplares sacerdotes de Orihuela.  

Santo Sepulcro. Colección Javier Sánchez Portas

En sus inmediaciones se escenificaba un desenclavamiento que fue prohibido por el obispo Tormo a finales del siglo XVIII. Y a punto estuvo, por esas fechas, de convertirse en cementerio.

Según cita el Dean de Cartagena, Julio López Maymón, en uno de sus «rebuscos» publicado en «El pueblo» el 26 de noviembre de 1928, cuando Carlos III mandó que se enterrase fuera de las ciudades, el Cabildo acordó crear un cementerio utilizando para ello la capilla del Santo Sepulcro.

El 31 de enero de 1790 escogieron un trozo de terreno con algunos olivos, próximo a la sierra, entre el camino real y la bajada del Vía Crucis a San Francisco, Cruz del Calvario y Pozo. Pero el proyecto planteaba demasiadas complicaciones, especialmente con la Tercera Orden de S. Francisco. Después de largas y encendidas discusiones, se acordó hacer el cementerio donde hoy se encuentra.

El 20 de junio de 1920 la VOT acordó reparar la cúpula amenazada de ruina; pero doce años después, durante la II República, a propuesta del concejal socialista Cubí, el Consistorio decidió derribarla. Evidentemente, por motivos que desconocemos, la demolición no se llevó a cabo.

AMO. Libro de Actas, 6 de septiembre de 1932: El Sr. Cubí denuncia el estado ruinoso en que se encuentra el edificio llamado el Sepulcro y las constantes denuncias que le formulan los vecinos de aquel paraje por el peligro que amenaza.

Se aprueba por unanimidad que previo informe de la comisión de ornato y del maestro de obras del ayuntamiento se lleve a efecto la demolición, cediendo el derribo al maestro de obras por si con ello pudiera cobrar algo de lo perdido con el derribo del arco de la Corredera.

Ermita del Santo Sepulcro. Colección Javier Sánchez Portas.

Durante la Guerra Civil fue saqueada quedando la ermita y las capillas del Vía Crucis en deplorable estado. El patrimonio de la VOT resultó muy maltrecho pero, a pesar de la penuria económica de la posguerra, se restauraron las capillas y con grandes dificultades se intentó hacer frente a las costosas reparaciones que necesitaba el edificio.

En las décadas de los 40 y 50 se emprendieron diversas obras que a menudo fueron suspendidas por falta de fondos. Su estado exigía más medios económicos de los que la VOT podía afrontar a pesar de todos sus esfuerzos.

Ermita del Santo Sepulcro. Juan Fenoll Villegas.

Las capillas desaparecieron para siempre en los años 70 y la iglesia fue vendida a la Comparsa Caballeros del Rey Fernando. A punto de desplomarse, fue rehabilitada e inaugurada en octubre de 2010 como “Centro Cultural Santo Sepulcro”, destinado a exposiciones, conciertos y otras manifestaciones culturales.

Ermita del Santo Sepulcro. Turismo Orihuela.

Antonio José Mazón Albarracín.

Extracto actualizado del artículo “El Raval Roig, un territorio históricamente singular”, publicado en “Cuadernos de historia y patrimonio cultural del Bajo Segura”.  A su vez era un resumen, actualizado y ampliado de otros artículos que he dedicado a este histórico barrio de Orihuela. Mi agradecimiento a Javier Sánchez Portas por las fotografías.

Pinchad aquí para acceder al programa de radio.