Archivo de la categoría: Justo García Soriano

Justo García Soriano 2. (1894-1901).

Justo García Soriano. Traseras de Santo Domingo. Montaje Ajomalba.

Nací hace treinta y cinco años en Orihuela de una familia burguesa poco acomodada. Mi buen padre era perito agrónomo y empleado de aquel Ayuntamiento. Me complazco en apuntar mi modesto origen, porque si yo fuera capaz de sentir orgullo, esta humildad nativa sería mi mayor motivo de vanagloria: lo poco que soy y lo nada que valgo lo debo a mi constancia y a mi propio y exclusivo esfuerzo.

Noticia crítica y auto-biográfica. AMO LJGS.

En este país del nepotismo y del tanto tienes, en el que cualquier hidalguete de gotera desciende de don Pelayo y en el que todo se suele esperar de la herencia o de la lotería, del padre alcalde, de la mano y de las aldabas del padrino o de la diosa casualidad, no es poco el poder ufanarse uno, aun siendo insignificante, de ser hijo de sus obras…  

Justo García Soriano. «Noticia crítica y autobiográfica».

Justo García en el Colegio de Santo Domingo.

Colegio Santo Domingo en 1863. Colección Javier Sánchez Portas.

Exclaustrados los dominicos en 1836, su impresionante edificio quedó en manos del Estado hasta que fue cedido al Obispado de Orihuela en marzo de 1864. Cuatro años después, tras varios tira y afloja, la junta provincial autorizó las reformas pertinentes y el prelado Pedro María Cubero y López de Padilla puso en marcha un colegio de jesuitas en el edificio de Santo Domingo bajo la advocación de San Estanislao de Kotska.

Aún estaban organizando las primeras clases cuando estalló «la Gloriosa». El colegio quedó disuelto y los jesuitas se marcharon, con gran disgusto de la población. En 1872 regresaron para refundar el colegio diocesano de Santo Domingo, camuflando a la comunidad jesuita bajo el amparo de la mitra. El 15 de noviembre de 1873 volvieron a ser expulsados del edificio. Pero esta vez la expulsión duró apenas diez días y regresaron muy fortalecidos, casi como héroes. Si os interesa conocer más a fondo este tema, pinchad en la siguiente imagen.

Enlace al artículo monográfico sobre el Colegio de Santo Domingo

A partir de 1874 los jesuitas, ya sin tapujos, regentaron un colegio autorizado para impartir la Segunda Enseñanza que fue ganando en prestigio año a año; generando una selección económica y social entre su alumnado interno.

Semanario católico. 25 de julio de 1874: En el colegio de segunda enseñanza de Santo Domingo de Orihuela se hizo solemne distribución de premios el día 21 de Junio, con asistencia del Ilmo. Señor Obispo, Ayuntamiento y un inmenso concurso. En este colegio, dirigido por ilustrados y piadosos Sacerdotes, que solo cuenta dos años de existencia y hasta ahora no ha enseñado sino los tres primeros años de segunda enseñanza, hubo en el último curso 69 colegiales y unos 100 alumnos externos, y sabemos que para el curso próximo está pedido ya el número 97 para colegiales internos. El nuevo curso se abrirá el día 16 de Setiembre, debiendo los alumnos internos estar en el colegio el día 15 antes de las siete de la tarde. Lo recomendamos.

En los primeros cursos los alumnos externos procedentes de la clase media oriolana superaban ampliamente a los internos. El creciente elitismo del colegio quedó patente en el progresivo avance del internado. Pocas familias podían permitirse pagar los 3.000 reales al año en concepto de enseñanza y manutención; más 50 reales para el gasto ordinario de papel, tinta y plumas. Gracias a un prospecto descubierto por Manuel Revuelta González, nos podemos hacer una idea de la exigencia económica comprobando el equipamiento que solicitaban para los internos en 1872.

El equipo de los alumnos consiste en una levita de paño azul turquí, con cuello derecho y al borde galón estrecho de oro fino, abrochada con botones dorados, pantalón negro de paño fino, sombrero negro de castor con galón estrecho de oro fino, y faja de punto de seda azul celeste —una chaqueta o levita, según la estatura del alumno, pantalón y chaleco, todo de paño de color marrón—. Dos pares de pantalones de paño o lana gris, tres blusas, un cinturón de charol, un gorro de terciopelo azul, dos corbatas de seda negra, tres pares de botitos o zapatos—.

Las demás prendas son: diez camisas, ocho pañuelos, ocho pares de medias, ocho cuellos de camisa derechos, el abrigo interior que gusten, tres pares de sábanas, cuatro fundas, cuatro toallas, cuatro servilletas, dos colchones de lana de una arroba cada uno, de un metro y sesenta y cinco centímetros de largo, y ochenta y cinco centímetros de ancho, una almohada, dos sobrecamas blancas, una manta de lana y otra de algodón, dos sacos para la ropa del lavado y peines, cepillos, tijeras, etc. Además, presentarán todos a su entrada una cama de hierro, según el modelo del Colegio, un cubierto de plata, un anillo para la servilleta, y una alfombra para el pie de la cama.

Comedor del Colegio. Colección Javier Sánchez Portas.

La crónica. 13 de octubre de 1887: A los alumnos externos del Colegio de Santo Domingo de esta ciudad, se les ha concedido recientemente el uso de una gorra uniforme que los diferencia de los internos por las divisas y los distingue de los otros estudiantes de los otros centros de instrucción. Dicha prenda es de paño color tina oscuro, con visera de charol, y lleva dos esterillas de plata y un escudete de hilo del mismo metal con las iniciales C. S. D. Nos parece muy bien la disposición adoptada por el señor Rector del referido Colegio, como siempre nos ha parecido perfectamente todo lo que tiende a distinguir y estimular a la juventud estudiosa.

Alumnos del Colegio Santo Domingo. Colección Tejuelo.

El artículo siguiente, fruto de una crítica al comentario que sobre Orihuela publicó «El Liberal» dentro de su campaña «un viaje por España», nos informa de la proporción entre internos y externos, coincidiendo en la fecha con la entrada de Justo a Santo Domingo: doscientos pensionados llegados de varias provincias frente a un centenar de oriolanos que recibían enseñanza gratuita del Bachillerato; bueno, casi gratuita.

El Independiente. 28 de noviembre de 1894: Es indudable que al enumerar las iglesias de la población no hubiera ascendido su número a veinte y dos, sin que contara algunas ermitas de su término municipal, bastante extenso (…) No hubiera pasado tan de ligero por el centro docente de Santo Domingo mirándolo por encima de la cúpula; y hubiera considerado que allí se da la enseñanza gratuita del Bachillerato a otro centenar de muchachos, aparte de unos doscientos internos de las provincias limítrofes, y hasta de la Corte. Y entrando en el edificio de la antigua Universidad, habría podido admirar alguna joya arquitectónica, y la Biblioteca Provincial instalada en dicho edificio…

«El Oriolano»: Colegio de Santo Domingo de Orihuela. Se pone en conocimiento de los alumnos externos que hubieren de continuar sus cursos académicos, en el de 1885 a 1886 o ingresar en este colegio, que desde el día cinco del actual hasta el quince ambos inclusive, estará abierta la Secretaría todos los días no feriados, de nueve y media a once por la mañana y de tres y media a cinco por la tarde, para el pago de los derechos de matrícula; y que en los mismos días y horas se hallará constituido el tribunal para los exámenes de ingreso. Orihuela, 30 de Septiembre 1885.

Recibo matrícula curso 1895/1896. AMO. LJGS.

En realidad, el de Alicante era el único Instituto de Enseñanza Secundaria que existía en la provincia. Pero tenía agregados numerosos centros religiosos privados como el de Santo Domingo. Todos los años a mediados de junio, llegaba a Orihuela una comisión de profesores del instituto provincial que, durante una semana evaluaba a los alumnos. Concluidos los exámenes se daba por terminado el curso académico con una solemne distribución de premios; y la comisión de profesores volvía a Alicante.

Notas de los cursos 1895-1900. AMO. LJGS.

Justo García Soriano fue uno de esos alumnos externos procedente de la clase media que, con poco dinero pero sobrado de méritos, se formó duramente con los jesuitas. Según cuenta su hijo, ya había destacado por sus conocimientos gramaticales en el colegio del maestro Monera, donde recibió su primera enseñanza. El siguiente párrafo proviene de las notas biográficas de Justo García Morales.

Realizó al menos el estudio de las primeras letras con un excelente maestro «normal», según entonces se decía, don Antonio Molera, periodista, literato y pensador, además de músico y aficionado a hacer charadas. Mi padre refería que en las clases de cualquier materia, pero en especial de Gramática, preguntaba primero a los alumnos mayores; y cuando no contestaban, se dirigía a él, que era el benjamín, con esta frase estereotipada: —Canta, pajarico, canta—y casi nunca solía defraudarle...

Si de algo se sintió orgulloso fue de su educación. Nadie le regaló nunca nada; y a pesar de las dificultades, privaciones y carencias, llegó siempre hasta donde se propuso y de manera holgada. Él mismo contó su experiencia como «colero» muchos años después, en una revista de antiguos alumnos del colegio de 1925.

Colección Javier Sánchez Portas.

Cierro los ojos y, como en sueños, me veo niño, de diez años, vestido de marino, con una guerrera de lanilla gris. Estoy en un aula de Santo Domingo, puesto de pie con los brazos cruzados y la cabeza caída sobre el pecho. Sollozo por lo bajo y no oso levantar la vista. Todos mis compañeros me miran desdeñosos y burlones: ¡El “colero”!  

—Es la quinta vez que damos los pretéritos y supinos. Si tuvieran oídos esas paredes los repetirían ya de coro. ¡Y usted aún no sabe de ellos ni jota! Esta tarde, señor García, se quedará usted castigado. Y como su desaplicación no tiene enmienda, el castigo será ejemplar: se pondrá usted de rodillas en el pozo del claustro cuando salgan los alumnos de todas las clases ¡y caigan sobre usted el escarnio y el baldón de todo el colegio!

De nada me sirven mis súplicas, ni mi llanto. El castigo se cumple al pie de la letra. Suena alegre la campana anunciando la hora de terminar las clases; y yo, puesto de hinojos sobre la férrea tapa del brocal que en el centro del claustro hay, tapándome la cara con la Gramática latina abierta por los pretéritos y supinos, turbado y casi desvanecido de pena y de vergüenza, soy el blanco de todas las miradas y risas de todos los alumnos que desfilan por los pórticos…

Colegio Santo Domingo. Colección Javier Sánchez Portas.

Destacó como alumno ejemplar entre los años 1894 y 1901. Y, al contrario que Gabriel Miró, alabó públicamente la severidad, exigencia y calidad de la segunda enseñanza recibida entre esos añejos muros; especialmente en la asignatura de latín. Pero nunca olvidó como los jesuitas le atormentaron en su infancia, marcando para siempre su personalidad; envejeciéndolo prematuramente.

A los PP. Jesuitas del Colegio de Santo Domingo de Orihuela debo una sólida instrucción en la 2ª Enseñanza, sobre todo en los estudios literarios, para los cuales supieron despertar eficazmente mis medianas aptitudes y mi vocación fervorosa. El latín que aprendí en el colegio me bastó para hacer luego con éxito mis estudios facultativos de Letras, y a su fundamental y metódico aprendizaje atribuyo mis modestos éxitos humanísticos…

Colegio de Santo Domingo. Colección Tejuelo.

Creo sinceramente que sin los firmes cimientos literarios adquiridos por mí en el Colegio de Santo Domingo de Orihuela, no me hubiera sido posible luego hacer con relativa facilidad mis estudios de Humanidades, ni menos ponerme en condiciones de escribir un libro que mereciera una honrosa aunque benévola distinción de la Real Academia Española.

En el colegio de jesuitas de Orihuela estudié el bachillerato. Con mucho latín y mucho escolasticismo, rigorismo y machaconería de rancios dómines, aquellos buenos padres echaron unas bases sólidas a mi cultura literaria; lástima que a la vez entristecieran mi infancia sonriente y jubilosa con muchos ejercicios espirituales, con la lectura del Kempis y del libro de la oración del P. Granada y con diarias meditaciones sobre la vanidad de todas las cosas del mundo, sobre la brevedad de la vida y la inminencia de la muerte.

Alumnos de Santo Domingo en 1901. Colección Tejuelo.

Aquellas lúgubres reflexiones cotidianas ensombrecieron mi puericia y me dieron una seriedad prematura, haciéndome un adolescente formalito y triste, romántico y desilusionado, y dejando en mi vivir una terrible huella de hastío y melancolía que ya no he podido disipar nunca. Mi obsesión continua ha sido desde entonces la sombra de la Muerte y la tristeza por todo lo efímero, por todo lo que pasa y se esfuma en el tiempo. Mi afición a los estudios históricos nació de este estado psíquico, de un ansia grande de resucitar todo lo desaparecido y todo lo muerto, de arrebatar al pasado todo lo que esconde entre el polvo y las sombras del olvido…  

Mucho antes de terminarse aquel curso, yo, el colero, había logrado escalar, a fuerza de desafíos, uno de los primeros puestos de la clase: ¡llegué a cónsul romano, nada menos! Pero mi especialidad y mi fuerte eran los ejercicios escritos que llamábamos “composiciones”. (…) Si logré hacer progresos en Latín, no los hice menores en la Retórica y poética (…) en dos concertaciones o certámenes del curso de Retórica obtuve el premio de poesía: el primero por una composición en redondillas que titulé La Providencia y el otro por Un diálogo entre la A y la U, apólogo escrito en endechas.

Colegio Santo Domingo. Colección Javier Sánchez Portas.

Con 17 años cumplidos, el joven García Soriano superaba la Reválida del Bachillerato en Alicante y su familia tuvo muy claro que, a pesar de la escasez de recursos económicos, Justo cursaría una carrera. Y escogió la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid. 

AMO. LJGS.

1899-1901: Primeras publicaciones.

En su etapa de estudiante se había enamorado de la Literatura; y la palabra se convirtió en su mejor herramienta. Además de bordar el latín, destacó especialmente en retórica y poética; escribiendo sus primeros versos con sólo doce años.

Mi primera vocación literaria se manifestó en la Poesía. Desde los doce años comencé a escribir versos con relativa facilidad. Mi primera composición poética que vio la luz pública apareció en el Diario de Murcia allá por 1897. El ingenuo soneto amoroso de todos los principiantes.

Muy pronto logró hacerse un hueco en una prensa que vivía momentos de gloria durante la Restauración. Comenzó con quince años (él dice que fue antes). Las primeras publicaciones que yo he localizado son de mayo y julio de 1899; una poesía y un cuento publicados en «Miniaturas» y en «La Mariposa».

Las Provincias de Levante. 4 de mayo de 1899: ORIHUELA. Sabemos que el próximo sábado 6 del actual, empezará a publicarse en esta localidad una revista ilustrada que constará de 16 páginas, en las cuales irán alternando con bonitas Ilustraciones en colores, artículos literarios, poesías, pasatiempos, etc. y la tirada se hará en elegante papel satinado, dispuesto de manera que pueda ser encuadernado y del agrado de los lectores; lo cual creemos conseguirán, pues su índole es puramente literaria, y una revista ilustrada no recordamos se haya publicado nunca en Orihuela. Se titulará Miniaturas y les individuos que forman la redacción, no se proponen otra cosa al darlo a luz, que volver por la cultura de su pueblo, a quien demuestran con esto querer en gran manera.

No se nos oculta el sacrificio que hacen, pero creemos lograrán captarse las simpatías del público, pues a todo son acreedores por su desinterés y buena voluntad. La redacción la componen los ilustrados y aventajados jóvenes de esta ciudad D. Gratiniano Baches Romero (Director), D. Nazario Martínez Limorte, D. Enrique Luis Cárceles y D. Justo García Soriano, (estos dos últimos redactores artísticos). Aparecerá los días 6, 13, 21 y 28 de cada mes y el precio de la suscripción será 0’60 ptas. en la localidad cada mes, y fuera 2 ptas. el trimestre. Por anticipado le deseamos larga vida, mucha aceptación y prosperidad.

Miniaturas. Número 1 – 6 de mayo de 1899.

Mi pobre padre conservó hasta su muerte, entre sus papeles predilectos, una de aquellas primeras composiciones mías, al pie de la cual, el P. Carbonell había escrito con lápiz azul, la siguiente censura: “¡Ánimo y adelante, señor García! con un poco más de cuidado hará usted composiciones lindísimas”.    

La Mariposa, revista semanal. Alicante, 23 de julio de 1899. La Pilara (Cuento huertano)

La carta que transcribo a continuación, proviene de un borrador encontrado en una de sus libretas. Utiliza como título la epístola de Horacio a los Pisones, un cásico de la poesía latina. Está dirigida a la redacción de «La Mariposa»; en concreto a Nazario Martínez Limorte, su redactor jefe.

Cuando cita a “Baches” se refiere a Gratiniano Baches Romero, director de la citada revista y de «Miniaturas». Era hijo de un maestro del Pilar de la Horadada que acabó desempeñando la misma profesión que su padre. Era también poeta aficionado que, entre 1898 y 1900, publicó en El Eco del Segura, Miniaturas, La Mariposa y en el Oriol. Es impresionante la erudición y el tono que emplea Justo con sólo quince años.

EPÍSTOLA A LOS PISONES. De Quinto Horacio. Amigo (¿) Nazario: Recibí la esquela que por conducto de mi padre me mandaste. Lo que en ella me decías y lo que mi padre me contó no me hizo la menor extrañeza; al contrario, confirmó mi acertada sospecha de ese Baches, de ese tan íntimo amigo tuyo. Antes de querer probarte que mi composición no era tan mala como ese necio maleducado ha creído (o ha fingido creer), te daré algunos juicios (no solamente míos) sobre algunas de las poesías que habéis insertado en ese periodicucho, tan lleno de necedades, y para que con su comparación veas que si no son peores que mi soneto (no sonsonete) son por lo menos iguales.

Primeramente tropiezo en el primer número (página 4ª si no mal me acuerdo) con un solemne tropezón; y aquel tropezón no era solamente una sencilla errata de escritura, ni una licencia poética, ni una metáfora, ni siquiera comparación, porque Horacio dijo en su Epístola ad Pisones: “Sed non ut placidis coean inpuitia; Serpentes avibus geminentur; tigribus agni”. (Que traducido viene a decir: no mezclar con lo áspero lo suave, con la serpiente el ave, o con tigre feroz manso cordero).

Sino un disparate que redundaba sobre el mismo común sentido, que repugna a su naturaleza, sí, aquello es muy gracioso: y después … con amargura, una y otra se alejaron (las florecillas) silenciosas y ocultaron la fuerza de su dolor. ¡Hombre, no sabía yo que las florecillas tenían también vida locomotiva; es decir, que podían alejarse de un lado a otro!… ¡¡¡viviendo y aprendiendo!!! Ese señor de Elías Miguel tendrá muy leída la Psicología: ¡ya se ve! Pero veamos otros más gordos. Luego, el sapientísimo Baches me pone también en la palma del desierto. ¡Otra cosa que no sabía yo!

¡Yo creía que los desiertos no producían vegetales! Porque yo he estudiado en la escuela que desierto era un terreno arenisco, seco y sin producción vegetal ninguna. Pero, en fin, lo dicen así algunos sabios, forzoso es creerlo y tragarla, aunque sea una rueda de molino. Seguía a esta una composición de mujer; bastaba leer la firma. ¡Cuántas camisas tendrían en su casa sin remendar!…

Amigo mío, ahora me dirijo a ti también, yo creía que al volar no se daban pasos. Eso está en tus bellezas, en la octava real primera. (Número primero) Poco más abajo leo: “Y que alumbréis mi oscura mente con mil rayos de luz inspiradores”. ¡Yo, chico, creía también que todos los rayos que alumbraban, eran de luz! Y veo que ahí lo determinas. ¡Y nunca había pensado que los nombres tuvieran color sonrosado, o del que sea! ¡Unos más sonados que otros… vaya, eso tiene pase! Ya sabemos que tu mente tiene mucho esplendor… ¡ja!… y engalanado. Y todo eso lo has escrito tú. ¡El Director jefe de la “Mariposa”! ¡Muy amigo mío! Es decir…

Luego tu amigo Reynel, en su Presupuestos y colores, en lo que debía haber sido un romance con los versos pares del mismo asonante. Me clava una rima distinta en cada cuatro versos, haciendo unos verdaderos trovos o cantares, que el tío Pavano, el célebre cantaor de esta huerta, los haría mejor. Pero con todo eso, no se podían comparar con mi poesía, porque mi poesía tenía el terrible disparate de poner magullido por magullado (Disparate que el Director-Jefe no se tomó la molestia de corregir a pesar de ser esa su obligación), disparate que, como licencia, lo han puesto mil veces en forma semejante Cervantes, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Ruiz Alarcón; pero si es que los dignos redactores del “Mari Posa” no los conocen, sepan que son los mejores de nuestra habla, sepan que son los que debía leer mucho sus obras, pues les hace falta; sepan que Espronceda ni Zorrilla no servían ni para mojarles la pluma.

Aunque ¿para qué quiero disculpar mi soneto si tenía una horrible falta? Pero no es la de magullido, es otra mayor, es otra tres veces más atroz, una espantosa, la de no cumplir la regla de Calderón de la Barca: “Puesto que lo paga el vulgo, es justo hablar en necio para darle gusto”.

Nazario, se conoce que a mi innoble crítico (tan conocido por ti como por mí) le picó aquello de ignorante. ¡Claro! Y al que le pica se rasca. Ya te iré comunicando más despacio la recua de disparates que habéis insertado en esos papeluchos; que “han deshonrado mi firma” (como me ha dicho un amigo mío con más barbas que vosotros y sin duda con más experiencia y ciencia). No os ofendáis por esto, solo es una lección, que os enseña a corregir antes vuestras grandes faltas que las del prójimo; porque en verdad, estáis viciando la gramática y la retórica, y sólo dando a conocer al público la mala prosa y poesía con innumerables errores, que si se consideran filosóficamente, van encaminadas contra la misma esencia de las cosas. Por lo demás, siempre amigo tuyo. JUSTO GARCÍA.

Si te dignas contestarme, aunque no soy amigo de explicaciones, haz el favor de aclararme la frase esa de: “Te diría Andreu algo de Justo García”; (Baches) te daría los versos ¿verdad? Juzga tú si tengo razón de sobra”. ¡Leal amigo… verdadero amigo! ¡¡¡Falsedad de la vida! ¡ja!…¡ja!…

En cuanto al «Diario de Murcia», donde afirma que debutó, he repasado su sección poética y, hasta finales de 1899, el único García Soriano que figura es Maximiliano. No he encontrado nada de Justo hasta el 30 de diciembre de 1899; fecha en la que le publican «En tu cara». Podría haber utilizado un seudónimo; pero me parece raro que un crío de trece años ocultase su nombre. Es más, recordando sus inicios, escribió estas líneas en la revista que él mismo fundó:

Oróspeda. 15 de febrero de 1917: Mi primera o una de mis primeras poesías infantiles, como las de otros muchos jóvenes que hoy son eminentes literatos de esta tierra, apareció en la Sección Amena de «El Diario de Murcia». Todos los que escriben y han publicado algo, saben la íntima exaltación que en el alma ingenua de un principiante produce el ver por primera vez en letras de molde, estas sugestivas y voraces letras de molde, su nombre y apellidos bajo unos párrafos o unas estrofas que han salido de nuestra cabeza. Desde aquel fausto día de mi oscuro debut literario, yo amé y admiró a Tornel con toda mi efusión de niño. Vosotros, los que habéis pasado por este mismo trance, lo comprenderéis perfectamente. Aquello fue por el año 1898 o 1899….

Como quiera que “hecho un cesto se hacen cientos”, cometido mi primer atentado contra las Musas reincidí a diario y publiqué en los periódicos regionales numerosas poesías. Mis modelos eran principalmente los clásicos y algunos románticos; de los contemporáneos solo influyeron en mí por entonces Campoamor, Núñez de Arce, Salvador Rueda y Vicente Medina. Los Aires Murcianos de este último estaban a la sazón muy en boga; y quise ser también uno de los cultivadores de la poesía regional seria: no me gustaba lo panocho.

El Diario de Murcia 1899-1900

A partir del poema «En tu cara», sus publicaciones adquieren cierta regularidad en el diario murciano. Sólo en 1900 he encontrado 22 con los títulos siguientes separados por meses: En enero «Soneto» (con la errata García Serrano). En febrero “Claveles”y “Fúnebre”. En abril «De Flores silvestres (Yo no soy la mesma)”, «Soneto», «Flores silvestres (To es así en la vida), «A una flor marchita» y «Celos».

En mayo «Carita de cielo» (publicado dos veces). En junio «Sensaciones», “Flores silvestres (Solica)», «Mensajero de amor (Soneto)» y «La Flor y la Abeja (dedicada a la linda y distinguida niña, Conchita Echeverría Carvajal)».

En julio «El Arroyo (Balada)». En agosto «Naufragio», «Epigramas» y “Al Tader». En septiembre «Veneciana». En octubre «Lluvia». En noviembre «A la Virgen de Monserrate» y en diciembre “Soneto”.

Diario de Murcia. Noviembre de 1900

En 1901 continuó su fructífera relación con «El Diario de Murcia». En la sección «Amena», localizada en la contraportada, le publicaron medio centenar de poemas breves. En enero: “Amorosas” (soneto I), “Amorosas” (soneto II) y “Rasgos de Amor” (soneto III). En febrero: “Ausencia” y “Variaciones”.  

Justo sufrió muy pronto la censura; los sonetos que aparecieron titulados como «Amorosas», en realidad querían ser «Eróticas», como explica la siguiente carta del veterano periodista murciano, José Martínez Tornel.

AMO LJGS. 1901

Sr. D. Justo García Soriano. Muy Sr. mío y estimado amigo: No tengo inconveniente en publicarle a vd. los sonetos que me indica en la suya del 3 del corriente; pero quitándoles desde luego el título de «Eróticas» que es de ¿suyo? deshonesto y alarmante, bastando ponerles «Amorosas» y autorizándome desde luego para corregirlos y suprimir el que no pueda ser corregido. Suyo afto. s.s. q. b. s. m. José María Tornel. 5 de enero de 1901.

El Diario de Murcia enero y febrero de 1901.

En marzo se multiplicó la frecuencia llegando a la docena: «La Mañana», «La Tarde», «La Noche», «La Paloma», «La Gloria», «Reflexión», «Sin Ideal», «La Barquilla», «El Despertar de la Rosa», «La Muerte del Soldado», «El Río» y «El Caballo». En abril de quedó en ocho: «El Amor de la Rosa», «La Guirnalda», «La Primavera», «Una Lágrima», «El Rocío», «Las Rosas Amarillas», «El Ruiseñor» y «El Día». En mayo solo he encontrado «El Recuerdo y la Esperanza». En junio le publican «La Guerra» y las dos primeras entregas de «Sensaciones»; completadas a principios de julio con otras dos entregas homónimas.

El Diario de Murcia junio y julio de 1901.

En agosto fueron cinco: “La Vida y la Muerte (Lo que no es sueño)”, “La Última Trova”, “La Azucena”, el soneto “Envidia” y “Tardes Estivales”. En septiembre sólo tres: “Hastío”, “Otoño” y “El Espejo”. Octubre otros cuatro: La extensa balada “Ariadna”, “El Aire”, “A un Vate” y más “Sensaciones”. Cuatro más en noviembre, antes de salir para Madrid: “Tristeza”, “Lluvia”, “Temor” y “Nostalgia”.

Con toda esa experiencia acumulada «Justico» se embarcó en su primera publicación propia; y recibió sus primeros elogios tanto en la prensa local como en la murciana. Era un poema titulado “Esperanza”, editado en la imprenta de Luis Zerón de Orihuela. Y estaba dedicado a su querido tío Filomeno, jefe de Telégrafos de Murcia, quien además de quedarse ciego, había perdido a un niño con una inteligencia muy precoz; un primo de Justo que falleció de meningitis.

Mis trabajos poéticos de más extensión y de más empeño fueron los poemas de La Orcelia del que publique dos o tres cantos en un periódico de Orihuela y dejé sin concluir; y Esperanza (1901), mi primer libro, canto filosófico de resignación y consuelo dedicado a mi tío don Filomeno García Sánchez, “nuevo Hípocles” y “nuevo Job” como yo le llamaba, que había perdido todos sus hijos y había quedado sin vista.

Publicación original de “Esperanza”. Colección Javier Sánchez Portas.

El labrador, 7 de noviembre de 1901: Esperanza tiene por título un hermoso poema debido a la pluma del novel e inspirado poeta don Justo García Soriano. También Orihuela tiene hijos a quien las musas se emplacen en favorecer con las grandezas de inspiración que lo hicieron en la mente de nuestros más insignes vates. Con este, primer ensayo literario se propone el joven poeta consolar de hondos pesares a un ser amado para él a quien recientes pérdidas de familia han sumido en el abatimiento.

El asunto elegido es apropiado, y  seguramente habrá conseguido con el poema su deseo. La versificación es fácil y valiente; propia del rudo marinero que se retrata luchando con las olas del tempestuoso Océano. Por nuestra parte le felicitamos muy cordialmente, deseando no abandone el rumbo emprendido y no olvide nuestras columnas, que en la lectura de sus versos el público tendrá una verdadera complacencia. Deseámosle un  feliz viaje a la corte para donde ha salido y perseverancia en su aplicación.

El Diario de Murcia, 14 de noviembre de 1901: Ayer llegó a esta ciudad procedente de Orihuela, el ilustrado joven poeta don Justo García Soriano, a quien tuvimos el gusto de saludar. Nuestro joven colaborador y amigo ha publicado, muy bien editado en Orihuela, un poema titulado “Esperanzas” en el que su autor demuestra el aprovechamiento y la perseverancia con que viene cultivando sus aficiones literarias. Por lo que hemos visto al hojear la obrita, el Sr. García Soriano ha estado en ella muy afortunado y merece por ello los plácemes de los que vemos con gusto sus progresos y aplicación. El poema está dedicado a D. Filomeno García Sánchez, tío del autor.

Certificado de empadronamiento y buena conducta, solicitado seguramente para empadronarse en Madrid. (AMO. LJGS.)

Certifico que en el padrón de cédulas personales de esta ciudad correspondiente al año 1901, aparece inscrito al nº 3981, Justo García Soriano, domiciliado en la Calle de Colón, de diez y siete años de edad, natural de Orihuela, provincia de Alicante, de estado soltero, estudiante, con cédula personal de clase 11ª (…) Igualmente certifico que el ante dicho Justo García Soriano, ha venido observando continuamente buena conducta. Orihuela a seis de Noviembre de 1901.

Como bien anunciaba «El Labrador», el 15 de noviembre de 1901 Justo marchó a «la Corte» para comenzar con retraso sus estudios de Filosofía y Letras en la Universidad Central de Madrid. Permitidme pues cortar aquí y comenzar el próximo capítulo con su aventura en la capital. Se accede a él pinchando en la siguiente imagen.

Enlace al siguiente capítulo.

Antonio José Mazón Albarracín (Ajomalba).

Mi agradecimiento a Javier Sánchez Portas, a Jesús García Molina y a José Manuel Dayas.

Justo García Soriano 1. (1884-1893).

«Escríbame pronto dándome noticias de Orihuela, que bien sabe usted lo mucho que me intereso por nuestro pueblo y cuánto he trabajado y sufrido estos aciagos años por conservar sus cosas. No dudo que tengo en usted un decidido defensor que me pondrá a salvo de acechanzas y calumnias».

Prefacio.

El párrafo anterior pertenece a una carta escrita de puño y letra por Justo García Soriano en mayo de 1939 «año de la victoria». Está dirigida a Antonio Penalva; de quien solicitaba ayuda y respaldo intuyendo lo que se le venía encima.

De nada sirvió buscar apoyo entre sus conocidos de Orihuela. Justo se había declarado republicano muchas veces; y eso no se lo iban a perdonar nunca. Incluso se había atrevido a dar el «paseillo» a la Armengola asegurando que era sólo un mito sin fundamento histórico. Desposeído de su condición de funcionario, un hombre bueno y honrado fue procesado, encarcelado y desterrado.

En el año 2013 emprendimos una inútil campaña para conseguir que se hiciese justicia con uno de los más notables personajes de la historia de este pueblo ingrato con sus hijos. Sólo sirvió para que Justo García Soriano, oriolano, bibliotecario de la Real Academia de la Historia, funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, investigador y protector del patrimonio local durante la Guerra Civil como responsable de la Junta Central del Tesoro Artístico, tenga una pequeña sala en la biblioteca municipal de Orihuela, llamada María Moliner en recuerdo de una gran mujer, aragonesa y represaliada como Justo, funcionaria del mismo cuerpo, autora del famoso y meritorio diccionario por el que ha sido homenajeada en múltiples bibliotecas, colegios e institutos de toda España.

María Moliner.

Y la biblioteca de Orihuela perdió la oportunidad de llamarse Justo García Soriano como nuestro eminente bibliotecario merecía. Algunas fotografías de él y de su familia que encontraréis en esta especie de biografía, proceden del legado documental que su hijo, Justo García Morales, donó en 2005 a esa misma biblioteca y archivo municipal.

Valga este trabajo como mi particular homenaje a uno de los oriolanos más insignes y peor tratados de nuestra historia. Un hombre culto, moderno y comprometido que fue represaliado por haber sido leal al Gobierno de una República en la que creía firmemente. Un hombre sabio que buscó la verdad de nuestra historia y luchó por conservar el patrimonio de Orihuela y de Murcia durante la Guerra Civil, sin pensar en su propia subsistencia. Y que por ello murió enfermo, humillado y olvidado, lejos de la tierra que tanto quería y que nunca le quiso lo suficiente.

En principio contamos con tres textos autobiográficos. Dos son manuscritos de puño y letra de Justo, procedentes del legado; el tercero un artículo publicado en la revista de antiguos alumnos del Colegio Santo Domingo recordando su periplo con los jesuitas.

En las «Memorias de Juan Oriol», el trasunto literario de Justo nos cuenta su nacimiento y algunas historias de su más tierna infancia. La «Noticia crítica y autobiográfica», escrita cuando tenía treinta y cinco años, nos habla más de su carrera, de sus logros personales en una vida de continuo esfuerzo. Estos textos en los que habla el propio Justo los he marcado en rojo; los que proceden de prensa o de documentos, aparecen en gris.

Dar una pequeña muestra de nuestra labor artística o intelectual, está al alcance de la mano más corta y perezosa; pero desnudarse coram populo (delante del pueblo) fría y honradamente, confesarse ingenuamente ante los lectores es acto temible y dificilísimo; porque el pudor y la vanidad impiden descorrer del todo, sin rebozo o disimulo, el velo que envuelve nuestra vida íntima y nuestros recatados pensamientos.

Si es arduo, casi imposible el exacto conocimiento y juicio propios, es de mucha mayor dificultad el hablar uno de sí mismo con toda verdad e ingenua franqueza. Se me pide ahora que lo haga, y he de procurarlo con la sinceridad algo ruda de que he hecho gala siempre. Justo García Soriano. 1920.

Justo García Soriano. 1. Infancia. (1884-1893).

Memorias de Juan Oriol. Recuerdos de la Infancia. AMO LJGS.

Justo nació en Orihuela un lunes de Pascua Florida de 1884. Escogió la simbólica fecha del 14 de abril para venir al mundo en la Corredera; muy cerca del arco que daba fin y singularidad a esta calle tradicional. No podía imaginar que un día compartiría cumpleaños con la II República: el compromiso que le marcó de por vida.

Yo nací en Orihuela, en la calle de la Corredera, en una casa de planta baja y dos pisos, que la ocupaban toda mis padres. Estaba situada casi al final de la rúa, larga y recta, cerca del arco que había entonces, por donde se salía a la barrera y a la huerta y donde parte el camino de Almoradí. Sobre el arco había un amplio balcón con un altar, en que se daba culto a la Virgen de la Salud, y se decía misa los domingos.

El arco de la Corredera.
Colección Javier Sánchez Portas.

En los dos ángulos que las casas formaban con la fachada del arco había dos talleres: uno de aperador, el que había a la izquierda, y el otro, a la derecha, de un herrero que se apellidaba Sarra. La herrería de Sarra tenía otra puerta por la barrera, frente a la senia o noria que regaba los huertos próximos  y estaba  siempre frecuentada por los parroquianos, huertanos y campesinos  que le encargaban el arreglo de sus legones y de las rejas de sus arados…

El lunes, 14 de abril de 1884, cerca de las diez de la noche, mi señora madre tuvo a bien darme a luz. La asistió una comadrona y mi tío Pepe, médico cirujano que vivía frontero a la casa de mis padres. Uno de los primeros vecinos que acudieron al saber la novedad fue Sarra, el herrero. Mi padre me lo refirió muchas veces, Sarra, al contemplarme desnudito y lloroso, agitándome sobre las ropas de la cuna, dijo a mi madre: —Ramona, este chico necesita ya zapatos.

Era el quinto del los seis hijos que bautizaron en la Catedral el matrimonio formado en 1870 por Justo García Sánchez y Ramona Soriano Moreno. Y le impusieron los nombres de Justo, Ángel y Tiburcio.

Sobre el borde de la pila de mármol rojo me desnudaron la cabeza y recibí en el occipucio el agua bautismal que me administró el licenciado Lidón. Me acristianó mi tía Antonia, hermana de mi padre. Fue el padrino mi primo Pedro, médico homeópata de Murcia.

La Corredera. Colección Javier Sánchez Portas.

Fue mi bateo rumboso. Acudieron a la puerta de casa todos los chiquillos de la Corredera. El padrino les arrojó varios duros en calderilla; y a los invitados se les sirvió la chocolatada de rigor, dulces, aperitivos, licores y, sobre todo, las monas de pascua propias de aquellos días. Este pormenor de los que asistieron a mi bautizo me lo recordó muchas veces mi madre, porque luego han sido siempre mi manjar predilecto estos bollos tan típicamente levantinos.

Sus hermanos fueron: Abelardo (1871), Mª del Milagro (1875), Abelardo (1879), Beatriz (1880) y Ángel (1887). Aparte de Justo, sólo sobrevivió Milagros; casada en 1905 con un maestro de instrucción pública llamado José Linares Aliaga.

Transcripción Registro Civil. AMO LJGS

Fueron sus abuelos paternos Ángel García García, cirujano, natural de Prádena del Rincón (Madrid) y María del Rosario Sánchez Santacruz, natural de Orihuela y sobrina del famoso político del siglo XIX al que dedicaron la calle que une el Barrio Nuevo con Santa Lucía.

Don Ángel estudió Medicina en Madrid a comienzos del siglo XIX. Al terminar la carrera, con España invadida por los franceses, ingresó en el cuerpo de Sanidad Militar y fue destinado al Regimiento de Caballería Lusitania. Participó en la batalla de Bailén y posteriormente su regimiento se instaló en el Cuartel de Caballería de Orihuela. Allí conoció a la oriolana María del Rosario Sánchez.

El regimiento de Lusitania se quedó de guarnición en Orihuela, y mi abuelo, soltero y en estado de merecer, conoció en esta ciudad a una linda doncella de quince abriles que le echó las redes y el anzuelo. Se enamoró de modo fulminante con la tremenda complicidad del clima del país levantino, tan propicio en estas explosiones pasionales.

Cuartel de Caballería Rehabilitado. Colección Javier Sánchez Portas.

Pero el padre se opuso a la relación con un militar de paso en plena Guerra de Independencia. Era el año 1811 y la fiebre amarilla comenzaba a hacer estragos. Nuestro médico se contagió cumpliendo con su deber y, aunque quedó desahuciado en un hospital, acabó sanando y pidió el retiro y una plaza de médico en Guardamar. Consintió entonces el padre; y Ángel se casó con María del Rosario; domiciliados en la calle de la Puerta Nueva (el actual Paseo). 

Calle de la Puerta Nueva. Colección Javier Sánchez Portas.

Era provervial en Orihuela la fecundidad matrimonial del médico don Ángel. Un hijo cada año hasta el número de veintidós. Ocurrió que un año se detuvo el abono; pero el siguiente se compensó con el nacimiento de dos niñas gemelas. El menor de los hijos, mi padre, fue a la vez amamantado por la que le trajo al mundo, y por su hermana mayor, Pepita, ya casada.

El día en que nació mi progenitor a mi abuelo le tocó el premio grande de la Lotería, dicho en lenguaje directo, no translaticio. Y en unas notas que escribió y conservó, lo comentó así: «limosna que Dios me envía para ayuda de criarle». Don Ángel tuvo la satisfacción de sentar a su dilatada mesa a dieciocho hijos, nueve hembras y nueve varones, ya adultos.

El último de aquella inmensa prole fue su padre; llamado Justo por haber venido al mundo el 17 de Julio de 1841 conmemoración de las santas Justa y Rufina. Justo García Sánchez era perito agrónomo de profesión. Trabajó para la Compañía de Ferrocarriles Andaluces durante el periodo de la construcción de la vía férrea.

En 1890 era «temporero» en el Ayuntamiento de Orihuela gracias a «la credencial que le proporcionó su sobrino carnal, el alcalde de Orihuela don Francisco López García» .  

Justo García Sánchez. AMO Legado JGS. 

Mi padre era perito agrónomo, y por su profesión era muy conocido de los huertanos y de los labradores de todos los pueblos de la comarca (…) por los años que yo nací mi padre trabajaba con destino fijo, en las obras del trazado del ferrocarril de Alicante a Murcia: hacía los peritajes de los terrenos que se expropiaban por la Compañía de Andaluces. Era entonces director de esta el Marqués de Loring, quien estimaba mucho la hombría de bien y la laboriosidad de mi progenitor.

El diario de Orihuela. Número 1058 – 27 de febrero de 1890: Ayer se remitió por esta Administración subalterna a la de propiedades de la provincia, el acta de medición y tasación del terreno que ya conocen nuestros lectores situado en la falda de la sierra titulada «Cruz de la Muela» en su parte Oeste, cuyas operaciones se han llevado a efecto por los peritos agrónomos D. Enrique Tormo y D. Justo García Sánchez, nombrados por el Sr. Delegado de Hacienda y el Síndico de este Ayuntamiento respectivamente.

De los abuelos maternos tenemos menos detalles. José Miguel Soriano Vicente era un carpintero natural de Daya Nueva que se casó con la oriolana Ramona Moreno Sánchez y se instalaron en la Barrera de la Corredera de Orihuela. Transcribo la descripción que hizo de ella su nieto Justo García Morales.

Gran tipo de mujer el de mi abuela Ramona. Enérgica y voluntariosa, realizaba el milagro cotidiano de estirar el dinero, atender la casa, y cortar y coser cuando hacía falta, cualquier género de ropas y vestidos, sin que pueda olvidarse su primor en la cocina y repostería típica oriolana.

Así contribuyó a sacar adelante a su familia formada por su marido y por ella, los hijos Milagro y Justico, por una cuñada sordomuda, la tía Rosa, así como por algún deudo más que solía agregarse. Hijos tuvo muchos más: dos llamados Abelardo, que fueron muriendo sucesivamente; Beatriz, fallecida en 1883; Ángel, estrellado al caerse en la Glorieta la niñera que le llevaba en sus brazos…

Ramona Soriano Moreno. AMO. LJGS.

Milagros, única hija que no se malogró. Le pusieron ese nombre por la forma en que vino al mundo: cuando se encontraba doña Ramona fuera de cuentas, cayó al Río Segura o a una de sus acequias desde la parte del edificio en que se encontraba, envuelta en cascotes.

Con lo poco que sabía nadar llegó a una de las orillas y se afianzó a un cañaveral, aguardando que, a su petición, le trajeran una larga escalera que ella sabía que se guardaba en una iglesia próxima, subiendo por su pie y dando a luz felizmente a los pocos días. Mujer muy piadosa, de familia carlista, nunca se perdía la primera misa, la del alba en la parroquia; en los pocos ratos libres con que contaba, gustaba de releer el devocionario…  

El 11 de mayo de 1884 se inauguraba la nueva línea de ferrocarril con la asistencia del presidente del Consejo de Ministros y del obispo Victoriano Guisasola Rodríguez, quien bendijo las locomotoras y carruajes que recorrieron la población jaleados por la multitud. Cuatro días después, se acordó denominar al paseo en construcción como del marqués de Casa Loring, en honor a Jorge Enrique Loring Oyarzábal, fundador de la Compañía de Ferrocarriles Andaluces que había establecido la línea Murcia-Alicante. Justo hace una descripción de su madre y de sí mismo aquel día:

Paseo de la Estación. Colección Javier Sánchez Portas.

Al mes de nacer yo se inauguró el ferrocarril de Murcia a Alicante. El acto se verificó con la mayor solemnidad. Concurrió don Antonio Cánovas del Castillo, oriundo de Orihuela y a la sazón presidente del Consejo de Ministros. Arcos de follaje, guirnaldas, gallardetes y banderas adornaban la estación. Al aparecer y silbar la locomotora del primer tren que circuló por Orihuela, la muchedumbre que llenaba la estación y sus alrededores lanzó vítores y gritos de alborozo, a la vez que una banda de música prorrumpió entonando los acordes de la marcha real.

En sitio preferente se hallaba mi familia, contemplando el acto de la inauguración férrea. Al lado de mi madre, una niñera endomingada llevaba un niño chiquitín, con un trajecito emperifollado lleno de encajes y cintas de seda azul, y tocado con una gorrita de bebé. El pequeño era muy blanquito y tenía los ojos claros. La mamá, en cambio, era morena, un poco chata, y con ojos y pelo muy negros. Como se infiere, aquel niño había de escribir muchos años después estas líneas.

“El Graduador” Alicante, 14 de mayo de 1884: Inauguración del Ferro-Carril de Alicante a Murcia: Eran las 9,18 de la mañana, cuando llegamos a la estación de Callosa de Segura, también engalanada y también recibiéndonos con música y con regocijo. El corto trayecto que nos separaba de la ciudad episcopal lo recorrimos en muy breves instantes; y no sin bastante calor y ambicionando algún momento de reposo. A las 9,35 abandonábamos el monstruo de hierro en la estación de Orihuela.

Ceremonias: ¿Queréis tener una idea de cómo pasaron los primeros instantes para los expedicionarios en la estación de la ciudad diocesana? Pues figuraos un gentío inmenso amontonándose apiñado sobre vosotros; y música, mucha música, y ruido, mucho ruido, y calor, mucho calor, y polvo, mucho polvo, y comisión que viene por aquí, y representantes de este o del otro pueblo que llegan por allá, y el recibimiento al Sr. Obispo que acaba de entrar en el andén, y todos esos mil detalles que enojan, cuando se espera algo que tarda (ese algo era el descanso que todos necesitábamos) y se espera puestos de frac y guante blanco, con el guarda polvo al hombro, de pie y sin atrevernos a separarnos del sitio de la concurrencia.

Y gracias a que los instantes de espera, fueron dulcificados con la vista muy agradable de algunas hermosas orcelitanas. Y no nos referimos solamente a las muchísimas que se agolpaban en las tribunas levantadas al efecto, no; junto a nosotros, en el andén, había una docena de muchachas acicaladas a la usanza del país, dignas representantes del pueblo de Orihuela, con canastillos de frutas y flores en las manos (…). Una de ellas llevaba en un papel escrito, el saludo que, en nombre de todas había de dirigir al Sr. Cánovas.

A las diez y cuarto próximamente llegaban el Presidente del Consejo de Ministros y sus acompañantes (Director de Obras públicas, D.  Emilio Cánovas, hermano del Presidente, D. Luis Silvela, hermano del ministro de Gracia y Justicia, algunos periodistas de Madrid y Murcia, y las autoridades y comisiones de esta ciudad) y después de las presentaciones, ofrecimientos, música y vítores oficiales, se llevó a cabo la ceremonia de bendición de la locomotora con arreglo a lo que prescribe el ritual romano.

Estación de ferrocarril de Orihuela

Pronto empezaron los contratiempos en su vida. En el verano de 1885, cuando contaba poco más de un año, arreció en el Levante una de las peores epidemias de cólera del siglo XIX. La enfermedad se había propagado rápidamente por toda España y los muertos se contaban por miles.

El pánico se desató especialmente en las ciudades. Los que podían trataron de huir hacia zonas despobladas como único remedio. El padre de Justo, asustado por lo que leía en la prensa, se trasladó a La Murada con toda la familia; incluida la niñera de Justo, de nombre Elisa. Os dejo un extracto del contenido del periódico «El Oriolano» entre los meses de junio y julio de 1885:

El Oriolano, junio de 1885.

Tenemos el cólera en puertas; mas lo cierto es que hasta la fecha nos encontramos libres de tan terrible huésped, si bien se ha esparcido alguna alarma por las noticias que se reciben de Murcia. (…) Orihuela sufre, Orihuela padece la más horrible y temida de las calamidades con que la Providencia divina castiga o pone a prueba a la humanidad. (…) Hace ocho días que oficialmente se hospeda en Orihuela el cólera morbo asiático, sembrando luto y horrores entre sus habitantes.

Los más poderosos, los que en día de calma daban vida, animación y trabajo a las clases menesterosas huyeron aterrados a los primeros síntomas de la enfermedad. Entre estos se cuentan desgraciadamente algunos individuos del ayuntamiento y empleados de la misma corporación. Así es que el ayuntamiento no celebra sesiones cuando constantemente debiera hallarse reunido para hacer frente a la calamidad que nos aflige y al hambre que nos amenaza.

PARTE SANITARIO. Día 24. Invasiones, 28; defunciones, 10. Día 25. Invasiones, 29; defunciones, 14. Día 26. Invasiones, 25; defunciones, 10. Desde la declaración oficial del cólera han ocurrido 158 invasiones y 74 defunciones.

Esta situación es desesperante, abrumadora. El cólera que crece, la mortandad que aumenta, el hambre que cada día se ceba con mayor crueldad en las clases más desamparadas; un ayuntamiento que huyó cobardemente abandonándonos a nuestra propia iniciativa.

Mientras el pueblo de Orihuela sufre horriblemente, mientras el cólera y el hambre siembran la desolación y la muerte en esta desventurada ciudad, ellos gozan tranquilamente de las delicias del campo. Así han interpretado sus deberes los individuos del ayuntamiento, esos nuevos concejales que Orihuela eligió para la administración de sus intereses y cuyos nombres debiéramos escribir en gruesos caracteres para su propia vergüenza.

Mi padre era hombre muy aprensivo y temeroso de la muerte. Cuando leía en los periódicos los estragos de la epidemia, palidecía de temor y perdía las ganas de comer, en particular frutas y verduras. Dejó de beber agua y, aunque no era aficionado a las bebidas alcohólicas, tomaba algunas copitas de ron o de coñac.

Cuando oía la campanilla del Viático y el doblar a muerto se metía en la cama con gran congoja cada vez más aterrado por la epidemia que iba rápidamente en crecimiento, resolvió trasladarse con la familia a una casa de campo en La Murada. Apresuradamente preparó el viaje, y un día de mediados de septiembre muy temprano cargó todas las personas de la familia en una galera. Y las camas y algunos muebles se llevaron en un carro.

Justo García Sánchez. AMO LJGS. 

Pasaron el otoño instalados en un cortijo propiedad de su tía «doña María Josefa», a ocho kilómetros de Orihuela. El caso de su tía Pepita, la más rica de la familia, fue muy curioso: hermana mayor de su padre (tanto como para darle de mamar en su infancia) además del cortijo de la Murada tenía un caserón antiguo con fachada «dieciochesca» y un mirador del siglo XIX en la calle del Molino número 11.

Calle del Molino.

En su infancia había sido adoptada por dos ricas señoras sin hijos; pacientes de su padre que acabaron casándola con el único pariente que tenían; un guapo mozo estudiante de derecho; y haciéndola heredera universal de todos sus bienes. Aunque Pepita no se distinguió nunca por la generosidad para con sus hermanos, ella siempre dijo que había sido «el paño de lágrimas de la familia«.

En aquella estancia en La Murada, el pequeño Justo aprendió a andar entre animales domésticos y toda la familia conoció de primera mano la vida rural en aquella granja y casa de labor que «durante la temporada otoñal parecía una colmena. Gañanes, pastores, vendimiadores, cogedores de oliva, trabajadores de la bodega y de la almazara constituían la numerosa colonia«.

Tanto como a Elisa, mi niñera, tomé pronto cariño a Antoñona, una de las hijas de Pepe el labrador. Ella se encargaba de darme las sopas de leche por las noches y de dormirme catando rústicas canciones de cuna. Era una muchachita fuerte; cejijunta y cariancha, de abultados carrillos y amplios senos. Quedó coja al caer de una higuera siendo chiquilla; pero, a pesar de su defecto, trabajaba como un aracán. Trajinaba en la casa y en el campo; y todos los días iba con una burra a traer agua del aljibe que estaba distante.

Una vez se le ocurrió llevarme montado en las aguaderas, entre los cántaros, a disgusto de mi padre. Me agradó el paseo del aljibe y quise que me llevara siempre. Cuando no podía con la borrica, cargaba conmigo y con el cántaro; pero iba por el camino profiriendo una larga letanía de palabrotas y maldiciones que salpicaba  con frases de cariño y con besuqueos. ¡Inolvidable Antoñona! Eras áspera y dulce como las níspolas maduras que solías darme...

Pero la estancia fue breve: llegaron en septiembre y, a mediados de diciembre con el cólera casi extinguido, volvieron a Orihuela en la galera del tío Pepe, cargados de regalos y provisiones para la Navidad. He transcrito su imaginaria descripción de la Nochebuena de 1885, a través de los ojos de un niño de la Corredera:

Se dispuso el viaje de regreso en la misma forma que el de ida. Regresamos en la galera de mi tío Pepe, que conducía el cochero Pellús. Para el equipaje fue preciso un carro grande, porque traíamos una considerable cantidad de regalos y provisiones para las fiestas: un barril de vino, dos zafras de aceite, varios cofines de higos secos, orzas de manteca y aceitunas, embutidos y jamones. Y casi el arca de Noe: pavos, capones, gallinas, algunos conejos y un recental que me regaló al salir Eusebio el pastor.

La Corredera en el siglo XIX.

En Nochebuena yo me veo subido sobre el asiento de una silla, en un ángulo del balcón de mi casa, de bruces sobre la baranda contemplando la calle. La niñera cuida de mí y me llama la atención sobre el vario espectáculo que el tránsito ofrece. —Mira, mira, Juanito, qué manada de pavos. Mira, qué carro de coles. Mira que tabla de toñas sacan de la tahona. Mira que capazo de cascaruja lleva aquella mujer, y que cajas de moladas.

Mira por dónde viene, por la puerta de la calle la hermandad de la Virgen tocando el aguinaldo. Venían por el centro de la vía pública, recta y amplia, una comparsa de huertanos, ataviados con sus trajes domingueros. Les precedía un jinete sobre una hermosa yegua enjaezada. Portaba un estandarte del que pendían pañuelos de seda, un jamón y algunos chorizos y salchichones.

Eran las ofrendas que iban recogiendo. Dos peatones recibían en sendas bandejas, monedas de plata y cobre. Detrás, en unas andas, llevaban una pequeña imagen de la patrona de Orihuela; y finalmente una orquesta de guitarras, bandurrias y violines que acompañaban a los cantores de villancicos. El tenor cantaba la copla: Mírala por dónde viene/ mírala por dónde va/ la Virgen de Monserrate/patrona de esta ciudad…

La Corredera. Colección Javier Sánchez Portas.

La Iglesia consideraba entonces la Nochebuena vigilia de Pascua, con abstinencia de carnes. Fue la cena frugal; aunque nos acompañaron a la mesa mi abuelita y algunas de mis tías. Sonaban por la calle panderos, zambombas, latas y almireces. Y algunas voces entonaban villancicos. Mi familia se puso a jugar a la lotería y yo me dormí en brazos de mi madre. Me despertó, ya en la cama, el ruido de la puerta de la escalera y los cuchicheos de mis padres, de mi hermanita y de mis tías, que regresaban de oír la misa de gallo en Santo Domingo.

El capítulo XIV de las Memorias de Juan Oriol, se titula “La senda de los molinos”. En él, Justo y su padre pasean desde la puerta de la Corredera hasta el barrio de San Pedro. Os dejo un extracto:

Empieza la senda de los molinos en el ejido del arco de la Corredera, frente al postigo de la herrería de Sarra y junto a la noria, más conocida con el nombre local de senia. Bordéanla dos filas de plantones de morera y bardizas de caña que encierran bancales de hortalizas y huertos de naranjos. Como nidos amorosos, entre el ramaje, se ven barracas de techo de albardín y modestas casitas de labradores.  Había llegado la primavera. Los naranjales en flor aparecían nevados con los copos del azahar que perfumaban el ambiente. Entre la fronda verde oscura pendían los frutos de oro de las naranjas.

Molino y Barrio de San Pedro. Colección Javier Sánchez Portas.

Tuerce y se ensancha la senda al llegar al primer molino, el de la Trinidad, junto a una calle de acequias y de tapias húmedas y musgosas. Las trepadoras saltan por encima de los tapiales y quedan colgando las ramas de campanillas azules, los jazmineros con sus estrellitas blancas bien olientes y las madreselvas. (…) Saluda mi padre a los molineros y proseguimos el paseo en dirección al segundo molino, el de Jofré. En este trayecto se ensancha la senda hasta adquirir la amplitud de camino real. Cercan los huertos setos vivos de espinos y aromos, que ostentan las áureas esferitas de perfumado terciopelo. Sigue el camino por una calle de casitas uniformes, del barrio obrero de San Pedro…

En 1887 nacía su hermano Ángel; al que Justó dedicó un capítulo de sus memorias. Un episodio feliz hasta que se vio truncado por la enfermedad y la muerte; cuando los dos hermanos se contagiaron de sarampión.

Memorias de Juan Oriol. AMO LJGS.

El primer acontecimiento de trascendencia familiar que afectó mi vida fue el nacimiento de un hermanito, cuando yo apenas tenía dos años. Se le puso el nombre de Ángel, por mi abuelo paterno. Su llegada tuvo para mí la emoción de un enigma inquietante. Y además despertó en mi almita los sentimientos propios de la concurrencia vital: los celos y la envidia. Yo había sido hasta entonces el benjamín, el chiquitín de la casa, a quien se dedicaban todos los mimos y atenciones. En lo sucesivo otro venía a suplantarme en este exclusivismo o predilección.

Mis celos fueron terribles. Perdí el apetito y las ganas de jugar. Palidecí y me puse ñoño. Ni un momento quería separarme de mi madre. Tenía esta que acostarse entre los dos, y aun volví a pedir teta y a mamar de sus pechos, con la protesta cariñosa de mi papa que (esto no lo comprendía yo bien) era también el papá del otro. A veces, cuando mi hermano estaba lactando en el regazo de mi madre, iba yo y lo separaba violentamente de la teta y en su puesto me ponía yo a mamar.

Él me miraba bondadosamente y, en vez de llorar, sonreía con cariño. Esta bondad de mi hermanito acabó por vencerme y despertar mi amor. Le quise luego mucho y nos besábamos y abrazábamos efusivamente, con la alegría de nuestros padres, a quienes se les caía la baba de vernos tan cariñosos. Dormíamos en la misma camita y eran comunes para ambos los juguetes que nos regalaban.

Tengo que hacer un gran esfuerzo de memoria para evocarle. Veo, entre nieblas de olvido, su carita linda y graciosa, sus grandes ojos oscuros, su boca con los promeros dientes y los dos hoyitos que se formaban en sus mejillas al reir. Recuerdo algunos pormenores y prendas de su indumentaria: su gorrita con un madroño de seda roja, su vestido escoces y sus zapatitos de charol; sus primeros zapatos que luego conservó mi padre como una sagrada reliquia. Apenas acababa de aprender a andar cuando murió mi hermanito.

Justo superó la enfermedad rápidamente; disfrutando golosamente de la convalecencia a base de jarabe de granada. Pero Angelito fue empeorando hasta degenerar en una pulmonía. Durante una larga semana se fue consumiendo abrasado por la fiebre.

Convento de Capuchinos. Carretera de Murcia. Colección Esteban Sanmartín.

Su padre, que ya había perdido demasiados hijos, hizo una desesperada promesa, un voto de penitencia a Nuestro Padre Jesús: recorrer de rodillas el kilómetro de la carretera de Murcia que separaba la salida de la ciudad y el convento de franciscanos de Santa Ana para postrarse ante la imagen del Nazareno. Justo narró de oídas la impactante escena:

Para cumplir el voto, se puso unos pantalones de paño recio y unas rodilleras de cartón fuerte. Acompañado de su cuñado Trinitario y de su amigo Carlos Sarra, se dirigió poco antes de atardecer a la puerta de Capuchinos, de donde parte la carretera de Murcia, al poniente de Orihuela. Junto al fielato don Juan se hincó de hinojos apoyándose en los brazos de sus acompañantes. De aquella forma emprendió la marcha hacia San Francisco. Mi tío, hombre cenceño de negras barbas fraileras, iba rezando a media voz el rosario.

Explanada de San Francisco y Vía Crucis. Colección Javier Sánchez Portas.

Tuvieron que hacer frecuentes paradas porque, destrozadas las rodilleras de cartón y rotos sus pantalones y calzoncillos, mi padre posaba en el suelo, la carne viva de sus rodillas desolladas y sangrientas. Era un verdadero camino del calvario, en que al pobre de don Juan ayudaban a soportar su martirio dos Cirineos. Con dos brasas de dolor y sangre llegó el devoto al atrio de San Francisco. Mi padre y sus acompañantes se arrodillaron ante el altar, rezaron en voz alta un credo y mi tío entonó algunas antífonas del Miserere.

Don Juan no pudo reprimir los sollozos. Inclinó la cabeza sobre el pecho y le tomó una angustiosa congoja. Apoyado en los hombros de sus cirineos salió de la iglesia. Ante el atrio esperaba mi tío Pepe con su galera. Al observar el estado de mi padre le condujo hasta la fuente que hay frente al convento y tiene su manantial en la próxima sierra y de ella se proveé de agua casi toda la ciudad. Muchos aguadores, con sus carritos, esperaban turno para llenar sus cántaros. Mi tío Pepe hizo a mi padre beber en uno de los cristalinos caños. La frescura del agua le reanimó.

Fuente de San Francisco.

Subieron al carruaje y regresaron a casa. Ya era de noche cuando llegó don Juan al domicilio. La temida noticia le salió al paso. El niño acababa de entrar en agonía. Mi madre, mi hermana y mis tías lloraban en silencio. En el patio gruñía el perro. Sentí sueño y me acostaron enseguida en la cama de mi tía Rosa, que estaba en el piso segundo. La niñera y mi hermana me acompañaban. A media noche me desperté sobresaltado al oír gemidos y lloros. Yo lloré también muy asustado. La niñera me contó algunos cuentos y me volví a dormir.

A la mañana siguiente mi abuelita vino para llevarme a su casa. Al descender la escalera quise ver a mi mamá. En un descuido penetré en el gabinete del primer piso y ante mis ojos se presentó una escena que me aterrorizó mucho: en el suelo, entre un montón de flores, había una cajita blanca y dentro de ella mi hermanito, que me pareció dormido.

Tenía los ojos cerrados, la boquita entreabierta y la cara muy amarilla, cubierta con un tul. Sus manos, cruzadas sobre el pecho, parecían de cera. Sus pies, cubiertos por unos calcetines azules, asomaban muy rígidos por los extremos de su mortaja. Salí corriendo y llorando a gritos, presa de terrible emoción. Tuvieron que darme una taza de tila con azahar y llevarme a casa de mi abuela.

Enlace al siguiente capítulo.

Antonio José Mazón Albarracín (Ajomalba).

Mi agradecimiento a Javier Sánchez Portas, a Jesús García Molina y a José Manuel Dayas.

Justo García Soriano. La Feria.

Los días 16 y 17 de agosto de 1904, «El diario orcelitano» en sus números 154 y 155 publicó un trabajo de Justo García Soriano sobre la Feria de Orihuela dividido en dos partes. Tres años después, del 27 de agosto al 5 de septiembre de 1907, «La iberia» en sus números del 57 al 65 publicó un nuevo estudio sobre el mismo tema más amplio y completo. He fusionado ambos trabajos teniendo en cuenta que, en la segunda parte, falta el número 63, que no está en la hemeroteca.entrega.

Justo García Soriano. AMO. LJGS.

La Feria de Orihuela. Historia de su origen y de las modificaciones más notables que ha sufrido.

Como tema de actualidad en estos días clásicos para los oriolanos, apuntaremos al correr de la pluma y limitándonos al reducido espacio de que disponemos, el origen o punto de partida de nuestra feria, la que a través de seiscientos treinta y dos años que cuenta de duración, llegó a alcanzar considerable importancia proporcionando a este vecindario medios de pingües utilidades y horas de solaz y esparcimiento; si bien, desgraciadamente, cruza ahora por un período de desanimación y decadencia que, inspirados en espontáneos sentimientos de patriotismo, no podemos menos de lamentar al tiempo que apetecemos recobre en breve su prístino esplendor.

Aún hendía los espacios el eco de las armas de nuestros valientes libertadores y manchaba los aceros la sangre húmeda de los esforzados adalides de nuestra reconquista, cuando entre la consiguiente confusión de la pasada guerra y sus anejas circunstancias, Alfonso el Castellano, uno de los pocos monarcas de la interminable serie de reyes ineptos que llenan nuestra historia que merecen benignas censuras de la crítica sensata e imparcial, poco después de haber visitado a Orihuela, se apresuró a organizarla políticamente, instituyendo su Concejo con las prerrogativas propias de aquella época; otorgándole fueros, franquezas o inmunidades; señalando los límites jurisdiccionales de su término; privilegiando a los próceres de su corte y a los que más se habían distinguido en la guerra con un reparto general de los ricos latifundios de nuestra huerta y de las extensas heredades y vicos de nuestros campos.

Dictando disposiciones acertadas para la mejor urbanización de la villa y su régimen interior, como también un admirable código de riego u ordenanzas de aguas, para que éstas vengan “sin embargo neguno, assi como venía en tempo de moros”; y terminando, un año antes de su muerte, con la concesión de una amnistía para todos sus ingratos súbditos, reos de deslealtad o rebeldía, “viniendo ellos a la nuestra merced e mostrando que lo fizieron por fuerza o por enganyo en que los metieron”.

Comenzaba a transcurrir el año 1272. Los todavía escasos vecinos de nuestro pueblo, acomodados al nuevo estado de cosas, después de luengos y recios años de revueltas, desolación, inquietudes, muertes y lutos continuos, iban a disfrutar prósperos días de descanso en el seguro recinto de sus hogares con la posesión de los óptimos tratos que les reportara su gloriosa reconquista. Cada cristiano había sido un héroe en aquella obra magna de independencia, que duró cinco siglos y medio; y cuando llegara la hora feliz tan largamente deseada, en que una nueva era de paz y prosperidades tuviese comienzo para los adoradores de Cristo, en que las simbólicas puertas de Jano se hubieran de cerrar tras de tantas centurias de persistente lucha, ¿qué fiesta, qué solemnidad, qué apoteosis fueran bastantes para celebrar debidamente acontecimiento tan fausto?

Todavía se hallaban presentes el adalid Ferrando de Marfa, el judío Jacob Avendino, Iñigo Darún, Juan Jove, Ibáñez de Oriol, Gil y Andreu Lobet, Jaime de Groño, Jaime de Tormeo, Bernardo Crespo, Fortún de Úgara, García Navarro, Juan Pérez de Tudela, Bernardo de Parage, Pedro Zapatero, Domingo Muñoz, Calviello Peligero, Pedro de Benayos, Pons de Granana, Antonio de Pugcerdán, En Barceló, Pedro Roca, Bg. nee Olivars, y estaba fresca la memoria de los malaventurados Ramón Serrador, Domingo de Tona, Esteban Pérez de Alcántara, Pedro González y Ñuño, los bravos defensores del castillo contra la perfidia agarena.

Edificaron su raval o Morería los musulmanes sumisos en la parte S.O. de Orihuela; y a su vez ensanchábase la villa con los nuevos pobladores venidos a la conquista en los ejércitos castellanos y aragoneses, por el raval de la Puerta de Elche, que ocupaba el perímetro de lo que se ha llamado después Barrio Nuevo. Formaban aquel año el Consejo los alcaldes Ramón Vidal y Pedro de Esperandeu, vecinos de la colación de Santiago, y los jurados García Garcés, Pedro Samatán, Miguel García y Pedro Rosell.

Esta era, pintada desaliñadamente y a grandes rasgos, la situación de Orihuela, cuando Alfonso X le otorgó, con fecha 8 de Abril, autorización para celebrar una feria anual, que había de tener principio el 16 de Agosto, otro día después de sancta María, y durar hasta el 18 inclusive del mismo mes. Además concedía franquicias y salvoconductos, eximiendo les del pago de toda tributación o derecho, a los concurrentes a dicho festival emporio, con objeto de proporcionarle toda clase de facilidades, porque la villa se pueble mejor: la concesión tenía este fin utilitario, norma de todas las disposiciones de aquel relevante monarca.

Transcribiremos seguidamente, literal e integro, el documento en que se contiene esta gracia y que se ha hallado inédito hasta hoy, día del aniversario de la inauguración de la primera feria:

Sepan quantos esta carta vieren como nos don Alfonso por la gracia de Dios Rey de Castella, de Toledo, de León, de Galicia, de Seuilla, de Cordoua, de Murcia, de Jaén, e del Algarue. Por fazer bien e merced, al Concejo de horihuela a los que agora y son e seran de aquí adelante e porque ayan más e valan mas o porque la villa se pueble mejor damoslos e otorgárnoslos que ayan feria una vez cada Anyo en Orihuela. E esta feria que comience otro día después de sancta María de mediado Agosto e que dure tres días. E todos los que a esta feria vinieren que vengan salvos e seguros con todo lo suyo e que sean francos que non den portazgo nyn otro derecho nynguno de lo que compraren e vendieren en Orihuela quanto la feria durare e mandamos e defendemos que nenguno non sea osado de yr contra esto nyn degelo enbargar. E a qualquier que lo fiziese a él o a quanto ouiesse nos tornariamos por ello e porque esto sea más firme e non venga en dubda diemos vos ende esta nuestra carta seellada con nuestro seello de cera colgado fecha la carta en Murcia viernes ocho días de Abril. Era de mill e trecientos e diez Anyos. Yo García Domínguez notario del Rey en la andalucia la fiz escreuir por mandado del Rey.

Dos años más tarde, acaso por motivo de la estación, plena canícula, o por otras causas o circunstancias difíciles de precisar por carencia de datos que las corroboren, a petición y ruego del Concejo expidió el rey Sabio un nuevo privilegio otorgando la traslación y permuta de la fecha para la celebración de la feria, del 16 de Agosto al 1º de Noviembre, festividad de Todos Santos, y en el ratificaba las mismas garantías y exenciones a los concurrentes y feriantes, por tantos días como son aquellos que vienen a la de Murcia, assy como es fuero é costumbre de feria. Hállase datado este otorgamiento en Burgos a catorce de Marzo, año 1274 de J. C, cuyo texto no se había dado todavía a la luz pública.  Dice así:

Sepan quantos esta carta vieren como yo don Alfonso por la gra. de Dios Rey de Castella, de Toledo, de Leon, de Galicia, de Seuilla, de Cordoua, de Murcia, de Jaén, e del Algarbe. Por Ruego del Concejo de Orihuela e por les fazer merced tengo por bien que la feria que les yo otorgué que iziesen en su villa cada anyo por la sancta María de agosto que la fagan en la fiesta de todos sanctos. E mando que aquellos que a esta feria vinieren que sean francos de entrada e de salida por tantos días como son aquellos que vienen a la de Murcia. E que pueden venir o estar o tornar sanos e seguros con todo lo suyo assy como es fuero e costumbre de feria. E porque esto non venga en dubda doles ende esta my carta abierta seellada con myo seello. Dada en Burgos, XIIII  días de Marzo. Era de mil CCC e XII. Anyos. Yo bon amic la escreuí por mandado del Rey.

Después volvió a realizarse en la primitiva época por motivos que también desconocemos; y así ha continuado, con pequeñas alteraciones, hasta el presente. Tal fue el origen y fundación de nuestra antiquísima feria, y al cerrar estos cortos y pobres apuntes, reiteramos la expresión de nuestro deseo excitando a todos los bueno oriolanos para que, poniendo cada cual de su parte el empeño que esté al alcance de sus fuerzas, podamos en el año próximo celebrarla con la solemnidad, animación y pompa, de que nuestra ciudad es digna, con lo que todos saldremos beneficiados, e iremos perpetuando tradición tan ventajosa y plausible.

Justo García Soriano. Orihuela, 16 agosto de 1904.

1907. En «La Iberia»: La Feria de Orihuela. Historia de su origen y de las modificaciones más notables que ha sufrido.

Una variación más tenemos que añadir este año a nuestra feria sobre las muchas vicisitudes y alternativas, experimentadas a través de los seis siglos y siete lustros, que desde su origen o instauración acá median. Las guerras, las pestes, las inundaciones, la inopia, todas las calamidades y otros diversos motivos determinaron multitud de veces su suspensión y otras el cambio de la fecha y hasta del lugar en que debía celebrarse. Sería labor costosa y larga redactar su historial completo, siguiendo año por año su relato minucioso, lo cual bien pudiera ser objeto de una extensa y curiosa monografía.

No intentamos hoy hacerla nosotros en este volandero artículo de actualidad, por las proporciones que obligados venimos a darle y, además, porque no disponemos en esta ocasión de cuantos datos aportarse pudieran; pero sí ordenaremos en unas pocas cuartillas sus más culminantes accidentes, a fin de, satisfacer al curioso lector en estos días oportunos.

En un breve trabajo que escribimos nosotros con el título de «Protohistoria de nuestra feria» y publicó «El Diario Orcelitano» los días 16 y 17 de Agosto de 1904, apuntamos algunas interesantes noticias acerca de su fundación, las cuales habremos de reproducir ahora para aumentarlas seguidamente con la reseña de otros acontecimientos posteriores que a ella se refieren.

Veintinueve años justos habían transcurridos desde el homenaje prestado por el arráez do Orihuela Abenassam a Alfonso X de Castilla, y sólo diez u once desde que aquella plaza quedó definitivamente sometida a la dominación cristiana, cuando el mencionado rey le otorgó, en privilegio expedido en Murcia, el 8 de Abril de 1272, autorización a su Concejo para celebrar la primera Feria, la que había de comenzar el «otro día después de sancta María de mediado Agosto e que dure tres días»; es decir, había de comprender los días 16, 17 y 18 del mes referido, durante los cuales se concedía a los que a la feria concurrieran, salvoconducto y franquicias eximiéndoles del portazgo y de cualquier otro derecho que pudiera gravar lo que en ella compraren o vendieren.

El curioso documento por el que estas gracias se conceden, estuvo inédito pues sólo había sido inventariado por Ascensio de Morales («Colección de escrituras y privilegios de las iglesias de España», tomo XII, núm. 305), hasta que nosotros lo publicamos por primera vez en el artículo a que antes hemos hecho referencia. Sin embargo, dada su extraordinaria importancia para nuestro objeto, creemos conveniente volverlo a insertar en estas columnas.

Nota: Este documento ya está publicado en 1904.

Sepan quantos esta carta vieren como nos don Alfonso por la gracia de Dios Rey de Castella, de Toledo, de León, de Galicia, de Seuilla, de Cordoua, de Murcia, de Jaén, e del Algarue. Por fazer bien e merced, al Concejo de horihuela a los que agora y son e seran de aquí adelante e porque ayan más e valan mas o porque la villa se pueble mejor damoslos e otorgárnoslos que ayan feria una vez cada Anyo en Orihuela. E esta feria que comience otro día después de sancta María de mediado Agosto e que dure tres días. E todos los que a esta feria vinieren que vengan salvos e seguros con todo lo suyo e que sean francos que non den portazgo nyn otro derecho nynguno de lo que compraren e vendieren en Orihuela quanto la feria durare e mandamos e defendemos que nenguno non sea osado de yr contra esto nyn degelo enbargar. E a qualquier que lo fiziese a él o a quanto ouiesse nos tornariamos por ello e porque esto sea más firme e non venga en dubda diemos vos ende esta nuestra carta seellada con nuestro seello de cera colgado fecha la carta en Murcia viernes ocho días de Abril. Era de mill e trecientos e diez Anyos. Yo García Domínguez notario del Rey en la andalucia la fiz escreuir por mandado del Rey.

Alfonso el Sabio que, como la Crónica de su reinado (Cap. XVI) dice: señaladamente facía mucho por poblar de cristianos la villa de Orihuela, por la cual sintió siempre especial predilección, la prodigaba sin descanso favores, leyes y exenciones, tendiendo siempre a su buen régimen, prosperidad y acrecentamiento.

Además del privilegio que hemos transcrito, por el que otorgaba a Orihuela la celebración de una feria anual, concedióla en este mismo año de 1272 otros muchos, porque sus moradores sean más ricos e más abondados e porque hayan más e vallan más, según la expresión consagrada que en todos ellos se consigna.

Confirmábase mientras tanto el tercero y último de los repartimientos de las casas, solares y heredades de Orihuela, con arreglo al ordenamiento de D. Enrique Pérez, Adelantado Mayor en el reino de Murcia, refrendado por García Domínguez, notario del Rey en el Andaluzia, y por Johan García, escriuano del Rey. Formaban a la sazón el Concejo los alcaldes Ramón Vidal y Pero de Esperandeu, vecinos de la colación de Santiago, con los jurados de villa García Garcés, Pedro Samatán, Miguel García y Pedro Rosell.

Habían entonces las mismas parroquias que en la actualidad, teniendo la primacía la del Salvador, que había sido en tiempo de moros cabeza de las otras mezquitas. En ella celebraba sus reuniones públicas y solemnes el Concejo, para deliberar y resolver en todos los asuntos relacionados con el gobierno de la villa, hasta que poco después fue construida la Sala sobre el puente de Poniente, o Viejo, el único que existía en aquel tiempo.

Era, no obstante, la colación de Santa Justa la más céntrica, populosa y aristocrática de las tres: en ella estaba la plaza mayor (hoy de la Fruta) con algunos edificios públicos, la carnicería y la lonja. La judería o barrio israelita comprendía todas las callejuelas que se extienden al pie del monte, desde el Churripel hasta la espalda do Santiago, constituyendo su núcleo principal lo que todavía se llama barrio de Triana.

Las puertas principales que daban acceso a la población eran la de Murcia (en la parte S. E. de la plaza de Monserrate), entrando por la partida de Beniaçan (hoy de Bonanza); la de Emborgoñes (en la Cruz del Rio); la del Puente o de la Sala; el Postigo de Elche (en la Soledad), y la de Crevillente, en el barrio Nuevo, ensanche que se hizo después de la reconquista. La morería se hallaba extramuros, en lo que actualmente ocupa la barriada de San Agustín, y en ella estaban el burdel o mancebía pública y algún tiempo después el Pósito.

En lo antiguo se instalaba la feria siempre en la calle que por este motivo aún conserva aquel nombre, y allí sin duda debió celebrarse la primera de todas, aunque no consta este detalle. En los portales y entradas de las casas de esta rua tortuosa y estrecha, acomodaban sus tenduchos y mostradores los feriantes y mercaderes do ropas, baratijas, utensilios, golosinas y vituallas, en abigarrada y heterogénea promiscuidad que mareaba a la vista.

Otras tiendecillas y barracones menos pretenciosos, pero no menos llamativos, llenaban e invadían la plaza del Salvador y la de Santa Justa, el zoco moruno. Por este concepto, muchas casas de la calle de la Feria, que pertenecían a la corona, hicieron fadigas o recargos por enfiteusis, al patrimonio real hasta bien entrado el siglo XVIII.

El alma de las ferias hubieron de ser en aquellos primeros tiempos los moros y los judíos, traficantes y mercachifles, nómadas del comercio, que convivían entonces con los cristianos, como después lo fueron los genoveses y los buhoneros catalanes.

Para contribuir al esplendor y engrandecimiento de tráfagos tan provechosos al bien de la república, se verificaban simultáneamente festejos populares y religiosos, aquellos que estaban más en armonía, uso y boga, según las distintas épocas. Se jugaban cañas con estafermos y otras divertidas invenciones; se hacían zambras, torneos y justas; se corrían y azotaban toros, y se organizaban tiros de ballesta, los juegos conocidos con los nombres locales de la palometa, la tafureria y otros, farsas y mimos con titereros y juglares, danzas, mojigangas y demás regocijantes excesos.

Con algunas dificultades o desventajas de monta tropezarían nuestros antepasados, cuando dos años después de efectuada la primera feria, hubieron de recurrir en súplica a su rey a fin de que les mudara la fecha marcada para su celebración anual, de modo que el emporio, en vez de comenzar en la Virgen de Agosto, como estaba establecido, principiara en la fiesta de Todos los Santos, en primero de Noviembre.

No constan los motivos que movieran al Concejo a apetecer esta variación, aunque a nuestro parecer fueron evitar los excesivos ardores de la canícula. Habremos de limitarnos a copiar otro privilegio del mismo monarca, datado en Burgos en 14 de Marzo de 1274, por el cual autorizaba el cambio pedido y confirmaba, ratificaba y aumentaba las franquicias en el anterior concedidas, haciéndolas iguales a las otorgadas en pro de los asistentes a la feria de Murcia, así como los días de su duración.

Nota: Este documento ya está publicado en 1904.

Sepan quantos esta carta vieren como yo don Alfonso por la gra. de Dios Rey de Castella, de Toledo, de Leon, de Galicia, de Seuilla, de Cordoua, de Murcia, de Jaén, e del Algarbe. Por Ruego del Concejo de Orihuela e por les fazer merced tengo por bien que la feria que les yo otorgué que iziesen en su villa cada anyo por la sancta María de agosto que la fagan en la fiesta de todos sanctos. E mando que aquellos que a esta feria vinieren que sean francos de entrada e de salida por tantos días como son aquellos que vienen a la de Murcia. E que pueden venir o estar o tornar sanos e seguros con todo lo suyo assy como es fuero e costumbre de feria. E porque esto non venga en dubda doles ende esta my carta abierta seellada con myo seello. Dada en Burgos, XIIII  días de Marzo. Era de mil CCC e XII. Anyos. Yo bon amic la escreuí por mandado del Rey.

La fiesta de Todos los Santos parecía ya la fecha indicada a perpetuidad para comenzar nuestras ferias. Sólo transcurrió un periodo de veintiún años hasta dejar de ser así. Ya había muerto, tras un largo reinado tan pródigo en hechos gloriosos como en agitaciones y desasosiegos, Alfonso X de Castilla, aquel monarca sabio y previsor que hubo de enaltecer a Orihuela con el código admirable de todos sus numerosos privilegios, disposiciones y pragmáticas.

Era la feria de Murcia a quinze días después de sant Miguel, o sea el 14 de Octubre. De modo que desde su terminación hasta el comienzo de la feria de Orihuela mediaba un intervalo que, a muchos feriantes que venían de pueblos lejanos dispuestos a concurrir a ambas ferias, les obligaba a detenerse aquí con perjuicio de sus intereses o a regresar a sus tierras sin llegar a la nuestra.

Percatado el Concejo de esta causa que aminoraba la animación y concurrencia de nuestra feria, pensó sin pérdida de tiempo en obviar el obstáculo, para lo que se apresuró a pedir a Fernando IV el Emplazado que acababa de subir al trono de Castilla por muerte de su padre Sancho IV el Bravo, la merced de que le autorizara el hacer la feria de Orihuela en cuanto finalizare la de Murcia.

Muy propicios andaban los tutores del niño rey en acceder a cuantas solicitudes les elevaban los pueblos, con el ánimo de sumar adictos en el partido del monarca, inseguro en aquellos tiempos de divisiones y revueltas; cuanto más habían de estarlo en probar la pretensión de Orihuela que era justa, razonable e insignificante. Seguidamente insertamos el documento que contiene esta gracia.

Sepan quantos esta carta vieren como yo don Fernando por la gra. de Dios Rey de Castiella, de Toledo, de Leon, de Galicia, de Seuilla, de Cordoua, de Murcia, de Jaén, e del Algarue, e Senior de Molina. Por fazer bien e merced al Concejo de Orihuela, e porque me embiaron pedir por merced. Tengo por bien que la feria que les el Rey don Alfonso mio Auelo otorgó que isziessen en su villa cada año por la fiesta de todos sanctos, que la fagan cada año quando salieren de la feria de Murcia que es a quinze días después de sant Miguel. E mando que todos aquellos que a esta feria vernan, que vengan saluos e seguros e francos con todas sus cosas según dize en la otra carta que ellos tienen del Rey don Alfonso myo Auelo en Razón de esta feria e que vsen de ella asy como vsaron en el su tiempo o del Rey don Sancho myo padre fasta aquí. E defiendo firmemente que nenguno non sea osado de los pasar contra esta merced que yo fago. E aqualquier que lo fiziesse peyar meya en pena mili marauedis de la moneda nueva. E al Concejo o a quien su voz toniesse todo el danio doblado. E de esto les mando dar esta my carta abierta sellada con myo sello colgado de cera. Dada en Medina del Campo veinte e quatro días andados del mes de nouiembre. Era de mill e trezientos e treinta e tres años. Gil Gutiérrez, Justicia maior de la cassa del Rey e amo del Infante don Pedro, llamando fazer por mandado del infante don Enrique su tío e su tutor e guarda de los sus Reynos.

Los motivos y circunstancias que originaron el nuevo cambio de fechas establecido por el privilegio precedente fueron cesando y desapareciendo poco a poco; hasta volver a ser la festividad de Todos los Santos el día inicial de la feria; lo cual perduró, tomando carta de naturaleza hasta el siglo XVIII en que fue preferida la primitiva fecha de Agosto. La costumbre que todavía existe en Orihuela de celebrar el día de Todos los Santos con algunas comidas características y clásicas como las gachas, especie de puches, son los únicos vestigios que ha guardado la tradición de cuando la feria se hacía a primeros de Noviembre.

Tanta importancia llegó a alcanzar la feria andando el tiempo, que el municipio se vio en la precisión de formar un estatuto, el cual fue confirmado en un privilegio cuyo texto y data desconocemos, y por el que se regía Orihuela para nombrar anualmente con el título de alcaldes de feria, a dos funcionarios con el encargo de intervenir y conocer en todos los asuntos con ella relacionados. Mosén Pedro Bellot registra en su Compendio los nombres de algunos que fueron elegidos alcaldes de feria en diferentes años: en el año 1485 lo fueron Jaime Desprats y J. Guilabert; y en el 1493 M. And. Ruis y N. Peres.

El Rector de Catral, el mismo diligente y puntual cronista, nos refiere en su obra citada (Tomo 11, cap. XXV.) una importante cuestión promovida por la cobranza de tributos a los que acudieron a la feria del año 1498.

El almojarife o colector general, especie de recaudador de contribuciones que había sido designado por la diputación del reino de Valencia, sin ningún género de contemplaciones, con grave perjuicio de los intereses de Orihuela y contraviniendo todos sus fueros e inmunidades, osó cobrar durante los días de feria del año predicho, diez sueldos de portazgo a la entrada y a la salida, por cada uno de los esclavos que en su compañía llevaran los feriantes y haciéndoles pagar también por los paños y otras mercancías aunque no se vendieran.

Ante tamaño descomedimiento y desafuero, no pudo menos el Concejo, celoso siempre cuando de guardar escrupulosamente sus prerrogativas se trataba, de adoptar una enérgica actitud de protesta, alzándose contra la conducta del colector; lo cual patentiza el hidalgo espíritu de independencia que animaba a nuestros antepasados hasta obligar o imponer a los más altos poderes el respeto a sus derechos, con un valor cívico y una abnegación de las que en los actuales tiempos con alardes de libertad y democracia, no se encuentran ejemplos parecidos, y evidenciando a la vez el rebajamiento moral de una raza que decae.

Véase en la siguiente carta que el municipio dirigió a su mensajero en corte Jaime Ruiz, en réplica a una misiva de éste; el tono enérgico, el valiente desenfado y la altura de miras con que hizo ostensible su protesta y salió a la defensa de sus privilegios. El texto catalán dice así:

Molt mag. Sr. Ab. Mateu, criat e de la casa del mag. Fr. Masquefa y vra. hauem rebut una vra. lletra. E jat sia hauem vist una lletra del Mag. Baile gral. feta al mag. P. Desprats son lloch hauem vist lo poc es quart que los SS. Diputats de aquest Regne han vers aquesta ciut lo que fer no deurien porque lo preu ab que compraren nres. priuilegis fon la vida y sanch de predecessors axi en lo temps que eren de Castella per deffendre la terra dels enemigs de la Sta. Fe Cath.ª com en lo temps que som estats del Regne de Val.ª en deffendre la vida y estat de tots los Valencians e poblats en dit regne. Y lo preu que vres. nos predecessors donaren obtenir los delliberam donar per deffendres. Es tam certs que la Magd. real nos tendra en Justª. E lo Ext. Sr. Infant lloch gural. E ab aquesta querella delliberen morir puix tan por recort tenen aquexos SS. del que deves. E deuriense recordar que si som units el regne de y.a ab nres, priuilegis axi podrat y concordat quels nos han aservar e que hui tenim temps disposicis iao séruant nos cap. de sus, com som units procurarn que han reduit a prouincia per si puix som de un Rey y Sr. E serem Heu res de las Vexacions que dels Valenciaus tots jorns rebem. E deurien considerar aquexos S.S. que en nra, ma estala justicia de aquest fet liara es pronuncie eufauor nra. o en contra. Per que no usant del privilegi de la fira questa en nra. ma cesaran estes alteracions, ett.

Lo que traducido libremente viene a ser: Muy magnífico señor: Con Mateu, criado de la casa del magnífico Francisco Masquefa y vuestra, habernos recibido una carta vuestra. Y así mismo hemos visto una carta del Magnífico Baile general dirigida al magnífico Pedro Desprats, su lugarteniente, por las cuales vemos la poca consideración y respeto que los señores diputados de este Reino tienen para con esta ciudad, lo que no deberían hacer, porque el precio a que compraron nuestros predecesores nuestros privilegios fue con el de su vida y su sangre, así en el tiempo que eran de Castilla por defender la tierra contra los enemigos de la Santa Fe Católica, como en el tiempo que estamos perteneciendo al reino de Valencia, defendiendo la vida y estado de todos los valencianos y pobladores de dicho reino.

Y la deuda que vuestros predecesores reclamamos pudieran por libertarnos, la pagamos con creces defendiéndolos en muchos peligros. Estamos seguros que la Majestad real y su lugarteniente general el muy alto señor Infante, nos sabrán hacer la justicia a que en tan legítima demanda tenemos derecho y que, olvidando sus deberes, han hollado esos señores. Y si tratan de demostrarnos con nuestros privilegios que somos súbditos de Valencia y que a ella hemos de estar sometidos, los propios testifican nuestros fueros, que nos eximen de cualquier otro vasallaje que  no sea el que todos hemos de rendir a un mismo Rey y Señor.

Y quedaremos libres de las vejaciones que de los valencianos todos los días recibimos. Deberían considerar esos señores que ha de correspondemos siempre la justicia, tanto si se pronunciare en nuestro favor como si se declarare en nuestra contra; y sólo permitiéndonos el uso de las exenciones y franquicias que nuestros privilegios nos conceden, cesarán estos altercados.

No salió en el 61 y 62 por exceso de original urgente. Falta en la hemeroteca el número 63 que puede contener una entrega. El número 64 comienza con la frase: Dice así el memorial a que nos referimos:

Excmo. Señor: El señor rey D. Alfonso el Sabio, con su real privilegio dado en Burgos a 14 de Marzo, era de 1312, otorgó a esta ciudad facultad de celebrar feria, franca de todos derechos, desde el primer día hasta el quince de noviembre, el cual, de tiempo tan antiquísimo está observando sin contradicción alguna, eligiendo la ciudad a su arbitrio el punto más acomodado para el comercio de la feria.

En lo antiguo se practicaba ejecutarla en la calle (quizás por esto) llamada de la Feria, que termina en la plaza de Sta. Justa, donde está esta parroquia y todos los tribunales de esta ciudad, hasta que con los repetidos contratiempos de avenidas de río y contagios que padeció este común, por la falta de moradores y pobreza de los vecinos, se extinguió el comercio, y con ello la frecuencia de feria, de forma que está muchos años suspensa y dormida su celebración, sin que de ella se hiciera conmemoración alguna.

Ha sido Dios servido restablecer la población (que no experimentó menores estos contratiempos) no sólo a su antiguo estado, sino también a mayor número de vecinos que hoy goza, y con el aumento de los frutos y cultivo de los términos, han crecido también los comercios, cuyo motivo le ofreció a nuestros antecesores, años hace, a acordar la práctica de su antiguo privilegio, por lo que el concurso de comerciantes en la feria nobilita los tratos; y reconociendo (lo que antiguamente jamás se experimentaba) que concurrían tratantes, no sólo de géneros y mercancías de ropas y vituallas, sino también de ganados, principalmente mayores, que es de lo que más este público necesita por lo dilatado de sus huertas y campos; y que para este efecto era sobradamente estrecha la calle de la Feria por serlo toda ella tanto que no permite lugar para pasar dos coches si se encuentran; y que a la bajada del Puente viejo toma principio (después de un espaciosísimo ámbito) la plaza Nueva, capaz de tener cómodamente muchos ganados, la calle de la Mancebería, bastantemente espaciosa, y la de S. Agustín que baja derecha desde el puente, que toma su principio de la Sala del concejo de esta ciudad y termina en las eras de S. Sebastián, donde hay una dilatadísima y anchurosa plaza extramuros.

Y como la aptitud del punto era lo más tratable y menos lejos a cualquiera distancia de la ciudad y sus arrabales, acordaron que en él se celebrase la feria, como con efecto se ejecutó por muchos años consecutivos, sin que en todos ellos se ofreciera el menor reparo ni a los magistrados que firmaron los pregones, ni a los vecinos de la ciudad, y en especial a los de la calle de la Feria.

Con esta subseguida observancia sin alteración ni novedad, se continuó en el referido puesto la feria, hasta el año pasado de 1704 en que se volvió a hacer, como se hizo en dicha calle; pero luego se experimentaron los inconvenientes de la estrechez del punto y copia del concurso, pues aquella estorbaba a este de forma que se vio la ciudad precisada a hacer teatro de tiendas y mercaderías, no sólo las paredes de la iglesia catedral, con que se perturba el culto de los divinos oficios con el estruendo y bullicio de la gente, sino también la lonja donde caen algunos tribunales y toda la plaza en que se venden los mantenimientos comunes de carnes, pescado y frutas, para minorar el concurso de la calle, lo que no es sobrado decente a este común.

En vista de las facultades que hallamos establecidas y de la más cómoda situación del puesto para la feria, hemos acordado en el día de hoy se celebre en el Puente viejo, plazas y calles a él confinantes; y habiendo llevado a firmar el pregón a Don Carlos Ruiz, teniente de gobernador de esta ciudad, por medio de nuestro sub síndico, en la forma acostumbrada, hemos hallado la novedad de no haberle querido firmar con motivo de haberle insinuado el fiscal, don José Roca, ser en perjuicio de las regalías y real patrimonio de S.M. (q. D. g.).

Motiva el interés del real patrimonio en que por razón de la feria, todas las casas de la calle de la Feria hacen fadiga al rey, y que así carecían sus enfiteutas de esta utilidad; y que siendo la costumbre en lo antiguo inmemorial, tratándose de privilegio de la real hacienda, era necesaria otra contraria posesión centenaria o inmemorial que destruyera la primera.

Eficaz parece el argumento mirado por la contera, a no tener pronta la satisfacción, siendo incierta la primera suposición; porque el ánimo vidito de la fadiga ni se aumenta ni decrece a S. M. porque haya o no haya feria, se haga o no en dicha calle, redundando sólo en provecho del vecino el gaje que pudiera percibir de dar en su casa al feriante territorio, y no en aumento del patrimonio del rey. 

No consta que las fadigas se hagan al rey por razón de la feria, ni sitio de la calle, pues de ser esto regalía, se inferiría que toda la calle estaría de ipso afecta a esta infeudación, como lo están molinos, hornos y demás propios. No todas las casas de esta calle hacen fadiga al rey, sí sólo algunas, muchas le corresponden al cabildo eclesiástico, otras a diferentes comunidades y conventos, y otras son francas, sin hacer fadiga alguna. Y de aquí es el no poderse decir que por razón del sitio tienen las casas el gravamen de la enfiteusis al rey, pues a no tener alguna casa el procurador fiscal de S. M. en esta calle, aseguramos a V. E. serian menos las instancias, pues con el pretexto del celo del interés patrimonial, se celan otros de particulares que motivan las novedades que el teniente de gobernador introduce.

Esta es, señor, la realidad del hecho, en el que la ciudad no interesa otro que el beneficio del público, mayormente cuando el gobernador no concurre a la firma de pregones como parte principal en quien reside jurisdicción sobre elección de punto, si sólo por el aseguro que se concedo a algunos por delitos, y así se aseguran bajo palabra real.

El deseo de que V. E. quede enterado de la genuina verdad, nos obliga a despachar este expreso, suplicando à V. E. con el mayor rendimiento se sirva atender a que nuestra operación se mantenga, que entendemos ajustada a la facultad real, en virtud de la cual obramos. — Dios etc. Orihuela y octubre 20 de 1705.»

No pudieron surtir efecto ni adoptarse la solución y fallo emitidos por el virrey en este litigio, pues, como dice el Sr. Gea en su mencionada obra, «la feria no se celebró aquel año, ni en la calle de su nombre, ni en el barrio de S. Agustín, porque lo impidió la discordia que en los ánimos más esforzados y serenos introduce la guerra cuando esta funesta diversión se hace entre ciudadanos de una misma república». Era esta la guerra de sucesión, que había comenzado a arder con gran ímpetu y se corría rápidamente por todos los ámbitos de España.

Más tarde, sin que tampoco hayamos podido acotar la fecha, se mudó el tiempo de celebración de la feria, como insinuado tenemos, adoptándose la primitiva época, o sea la de la Virgen de Agosto. El lugar de la instalación fue definitivamente, en adelante, el barrio de San Agustín, siendo su principal asiento el amplio espacio de la plaza Nueva.

No hemos de descender a otros pormenores, ni a reseñar alguna otra pequeña variación de lugar y tiempo introducida posteriormente. Al comenzar estos mal hilvanados apuntes, hacíamos notar que no aspirábamos a redactar un historial completo de nuestra feria, pues se salía de nuestro objeto, el cual no ha sido otro que el de reunir los hechos y las vicisitudes más culminantes porque ha atravesado, disponiendo y ordenando estos modestos datos que pueden servir de base a una detallada monografía, labor que brindamos muy gustosos a nuestros eruditos cronistas locales.

Justo García Soriano. Transcripción: Antonio José Mazón Albarracín.