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De Tudmir a Oriola XVI-XVIII.

«De Tudmir a Oriola». Serie de programa emitidos por Radio Orihuela Ser. Guion, locución y efectos: Antonio José Mazón Albarracín. Presentación y montaje: Alfonso Herrero López.

De Tudmir a Oriola XVI.

Por fin había llegado el momento de asestar el golpe decisivo. Alfonso envió mensajeros a la tierra de los francos convocando a todas las naciones cristianas para ayudarle en su empresa.

Y las gentes de estos países, contestando a su llamada, se congregaron bajo su estandarte como enjambres de langostas y hormigas.

Pronto se encontró a la cabeza de innumerables fuerzas con las que acampó ante Zaragoza, que fue sometida tras largos meses de asedio en diciembre de 1118.  

Y en el decimoquinto día de las calendas de julio de 1120, el conde Guillermo de Potiers, el duque de los aquitanos y el rey de Aragón, lucharon con Ibrahim y otros cuatro reyes de las Españas en el campo de Cutanda.

Vencieron completamente, matando a 15.000 mahometanos y haciendo numerosos prisioneros. Se apoderaron de dos mil camellos, de otras bestias sin número y sometieron muchos castillos.

Alfonso el Batallador alcanzó el trono en plena ofensiva almorávide. El destino le había entregado la corona para continuar la tarea de sus predecesores. El siguiente objetivo era muy ambicioso: nada menos que Zaragoza, la Cesar Augusta con su muralla romana, la cabeza del valle del Ebro.

Después de Córdoba, sólo Toledo podía rivalizar con la capital de la marca superior. Sin dudarlo un segundo comenzó a conquistar importantes plazas y consolidó fortalezas para preparar la campaña. Pero un contratiempo cambió radicalmente sus planes.

Muerto Yusuf, el emir de los Almorávides, su hijo Alí propinó un duro golpe a los castellanos en 1108; derrotándolos en Uclés. En aquella batalla, Alfonso VI de León y Castilla perdió a su hijo Sancho, aún adolescente, su único heredero varón.

Había nacido de su relación con la mora Zaida. Ahora, su hija Urraca, viuda y con un hijo de tres años, era la heredera de su extenso reino. Proclamada en Toledo poco antes de morir su padre, la obligó a casarse con el Batallador.

Sólo él tenía suficiente autoridad para evitar las disputas entre leoneses y castellanos; y capacidad militar para protegerlos de la amenaza almorávide.

El matrimonio tuvo lugar en 1109. Y aquella maldita y descomulgada boda que, como ya dijimos podría haber anticipado la unidad peninsular en varios siglos, tuvo el efecto contrario: provocó un conflicto en los territorios castellano leoneses que duró casi dos décadas.

De fuerte carácter, Alfonso quiso controlar los reinos de su esposa a su manera: en lo militar, en lo religioso y en lo diplomático; proclamándose emperador de Hispania.

Pero la nobleza, sobre todo la gallega, no estaba dispuesta a perder sus privilegios y se aferraron a los derechos del hijo de Urraca, Alfonso Raimúndez, todavía muy niño. La rebelión estalló en Galicia y el Batallador derrotó fácilmente a los sublevados.

Poco a poco se fue extendiendo hasta convertirse en una auténtica guerra civil a la que  respondió con extrema dureza. Alfonso no dudó en someter las ciudades levantiscas a hierro y fuego. El avance de Aragón se detuvo, el Batallador, olvidando a los musulmanes, se dedicó a pelear encarnizadamente contra sus nuevos súbditos.

Alfonso I El Batallador. Francisco Pradilla Ortiz. / Urraca I de León. Carlos Múgica Pérez.

El matrimonio fue tortuoso; educado para la guerra, misógino y violento, mantuvo una relación muy difícil con Urraca, apodada «la temeraria». La Historia Compostelana, puso en boca de la primera reina de Castilla:

«Cuáles y cuántas deshonras, dolores y tormentos padecí mientras estuve con él. El cruel, fantástico y tirano rey de Aragón, no solo me deshonraba continuamente con torpes palabras; muchas veces mi rostro fue manchado con sus sucias manos y fui golpeada con su pie».

Mientras tanto, Almustain, rey de Zaragoza, aprovechó los problemas internos del batallador para marcarse un tanto ante los almorávides, que le acusaban de traidor por sus alianzas con los cristianos.

En el 1110 encabezó personalmente una campaña para invadir el reino de Pamplona. Consiguió rendir la plaza de Olite; pero a su regreso fue interceptado por tropas aragonesas y cayó muerto en Valtierra.

En la confusión que produjo la muerte del rey, Alfonso ocupó varias plazas. Este hecho determinó la intervención almorávide. Zaragoza, ante la amenaza aragonesa, abrió las puertas a los africanos que entraron jaleados por buena parte de la población y tomaron el control de la taifa.

Abd el Malik, el hijo y heredero, huyó con sus fieles. La marea almorávide amenazaba toda la línea del Ebro mientras los cristianos seguían perdiendo el tiempo en disputas internas.

Aquella guerra civil, repleta de traiciones y cambios de bando, se fue enquistando. Los opositores a Alfonso se sacaron de la manga el argumento de la consanguinidad, a pesar de que el parentesco era muy remoto: ambos eran biznietos de Sancho el Mayor. Pero triunfó.

Sin descendientes, el matrimonio fue declarado nulo. En 1114 se produjo la separación canónica y el rey aragonés volvió a las tareas de conquista y repoblación sin ceder el control de extensas zonas de Castilla que le eran favorables.

Su objetivo volvía a ser Zaragoza, pero ahora estaba en manos de los almorávides y no iba a ser empresa fácil. El empuje necesario llegó gracias a un concilio celebrado en Toulouse que concedió beneficios de cruzada a cuantos acudiesen a conquistar la capital musulmana.

Como hemos contado al principio, un numeroso ejército se concentró para la campaña cerca de Zaragoza.

Aragón contaba en sus filas con gran número de caballeros cristianos del otro lado de los Pirineos, entre ellos Gastón de Bearne, viejo amigo de Alfonso que había destacado en la primera cruzada de Jerusalén por su experiencia en máquinas de asedio.

Gastón, afincado en Aragón, lideró a los caballeros francos aportando catapultas y torres móviles. A finales de mayo los cruzados estaban a las puertas de la ciudad y comenzó el largo y prolongado asedio que duró hasta diciembre.

Una vez rendida, el batallador permitió a los moros instalarse en los arrabales y seguir cultivando sus tierras.

Luego desmanteló la región tomando las ciudades y fortalezas que estaban en poder de los almorávides. La toma de Zaragoza supuso la sumisión de prácticamente todo su reino taifa.

Los almorávides habían subestimado a Alfonso. Cuando llegaron las noticias a Marruecos, el emir Ali Ben Yusuf proclamó la Guerra Santa y encargó a su hermano Ibrahim que organizase un ejército capaz de detener a los cruzados. Junto él se reunieron las tropas de Murcia, Granada, Valencia, Lérida; y miles de voluntarios al reclamo de la Yihad.

Enterado el Batallador, lejos de rehuir el combate, levantó el asedio que mantenía sobre Calatayud y salió a su encuentro acompañado por el conde de Poitiers, el duque de Aquitania y multitud de caballeros francos y normandos.

En los alrededores de Cutanda aguardaron la llegada del grueso de las fuerzas almorávides y cayeron sobre ellos, aniquilando el contingente musulmán.

No llegarían a quince mil, como escribió la crónica franca que he leído al principio, pero fue una carnicería con miles de muertos que dejó para la historia una expresión popular en Aragón: peor fue la de Cutanda.

Aprovechando la debacle musulmana, Alfonso entró en Calatayud y se apoderó de un sinfín de plazas. Su siguiente objetivo era Lérida; pero una curiosa carta recibida, dio lugar a una increíble aventura que le hizo llegar hasta los muros de Uryula y amenazar nada menos que Granada.

Pero eso, lo contaremos en el próximo episodio.

Programa 16.
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De Tudmir a Oriola XVII.

Granada, en el año del Señor de 1125. Mi Señor: Esta generosa vega produce copiosas cosechas de trigo, de cebada, de lino. Abunda la seda, las viñas, los olivares y toda clase de frutos.

Goza de muchas fuentes y arroyos, y de una fortísima alcazaba que os servirá de plaza fuerte para las siguientes conquistas. En Granada os esperamos doce mil combatientes, sin contar ancianos ni adolescentes. Este número es bastante y los puntos flacos del país son visibles.

Entre nosotros hay orden y disposición; y cuando asomen los estandartes de Aragón con el rey a la cabeza, se descubrirán y se unirán a vos en su totalidad.

No era la primera carta que Alfonso recibía de las comunidades mozárabes andalusíes. Desde la llegada de los almorávides su situación era desesperada por el acoso de los fanáticos alfaquíes, empeñados en exterminarlos.

Liberar a aquellas gentes podía ser la última gesta del rey de Aragón: atravesar la península de norte a sur para crear un principado cristiano en Granada; en el mismo corazón de Al-Ándalus.

Sólo dos locos podían acometer tal empresa: el Batallador y su viejo amigo Gastón de Bearn, el héroe de Jerusalén que tanto le había ayudado en la toma de Zaragoza. Los preparativos se mantuvieron en secreto; y en el otoño de aquel mismo año, estos dos aventureros, ya cincuentones, salieron de Zaragoza junto a tres obispos, cuatro mil caballeros escogidos y quince mil infantes, no sin antes juramentarse entre ellos.

Lo natural para llegar a Granada era bajar en línea recta, pasando por Toledo. Pero no podían pisar Castilla, con la que seguían enemistados desde aquella maldita boda. Así pues, harían el trayecto más difícil: íntegramente por territorio almorávide.

Al llegar a Valencia sostuvieron la primera escaramuza. En sus planes no entraba el asedio. Mientras la guarnición se entretenía con los atacantes, saqueaban huertos, talaban bosques y miles de mozárabes salieron de todas partes para unirse a la hueste aragonesa.

Repitieron el procedimiento en Alcira, en Denia, en Játiva. Por el camino iban asolando territorios musulmanes y liberando a más y más cristianos que les servían de guía en aquellos parajes desconocidos. Pasaron por Uryula, por Mursya y Almería; y por Baza llegaron a Guadix. 

Allí se detuvieron para enviar mensajeros a los emboscados. Mientras, celebraron la Navidad con gran gozo y abastecimiento de viandas que los mozárabes traían de todas partes.

Por fin, en enero del 1126, acamparon cerca de Granada. Desde las atalayas avistaron aquella inmensa muchedumbre y en la ciudad cundió el pánico. Durante varios días esperó a los doce mil combatientes que facilitarían su entrada en la ciudad.

Pero nunca llegaron. El lento avance de aquella hueste dio tiempo a preparar la movilización general almorávide. Bajo el mando del gobernador de Granada, hermano del emir, formaron un ejército con tropas de Marruecos, de Sevilla, de Granada y de Mursya y, por supuesto, con contingentes de Uryula.

En cuanto a los refuerzos mozárabes, estos contestaron al rey reprochándole su tardanza. Advertidos los almorávides de su llegada se había anulado el factor sorpresa; y, una vez descubiertos, lo habían perdido todo. Los que no habían huido de la ciudad a tiempo estaban ya neutralizados.

Alfonso no venía preparado para el asedio; y el invierno no era buen aliado para el combate. Así pues, decidió practicar incursiones por el rico valle del Guadalquivir, buscando víveres y leña para aquella inmensa multitud a la que seguían uniéndose más y más cristianos con sus familias. Algunas crónicas hablan de cincuenta mil; pero como siempre, son cifras exageradas. 

El ejército almorávide se dedicó a hostigar a los aragoneses hasta que consiguió rodearlos cerca de Puente Genil; habían caído en una ratonera. Alfonso respondió a su manera: se colocó la armadura, dividió sus tropas en cuatro cuerpos con cuatro banderas y cargaron contra los sarracenos en todas las direcciones, rompiendo el cerco y poniendo en fuga a los almorávides.

De allí se fue a Motril, donde se adentró en el mar y comió pescado. Los cronistas musulmanes se preguntaban si aquello era una promesa o simplemente una provocación para que hablasen de él. No voy a extenderme más en esta aventura: cargados de botín, de mujeres y niños; asolados por el cansancio y la peste; y hostigados por los almorávides, volvieron por el mismo camino.  

Al llegar a su reino, Alfonso concedió tierras y privilegios en el nuevo sur de Aragón a los miles de cristianos rescatados. Esta gesta quedó para la historia plasmada en varias crónicas árabes, peninsulares y francas.

Los mozárabes que no consiguieron huir sufrieron las represalias; muchos acabaron asesinados o deportados a África, donde su destino fue la esclavitud o engrosar los ejércitos que luchaban contra los almohades.

Alfonso había puesto de manifiesto la fragilidad almorávide; un imperio en decadencia que no podía mantener tantos frentes. Les obligó a reforzar las defensas de las ciudades, empezando por Granada, con la consiguiente subida de impuestos.

Entre los emigrados al norte y los deportados al sur, Al Ándalus se fue quedando sin aquellos contribuyentes forzosos, traspasando sus cargas fiscales a los musulmanes andalusíes que no tardaron en rebelarse aprovechando la debilidad de sus opresores.

Al llegar los almorávides, Uryula, Mursya y todo el reino de Denia fueron conquistados por el prestigioso general Aysa, un hijo del emir Yusuf. «Justo en sus juicios, honrado y continente», durante su gobierno la provincia siguió prosperando en base a su riqueza agraria; especialmente Mursya, capital de distrito donde construyeron una nueva Mezquita Aljama.

Vencedor en Aledo y en Uclés, Aysa quedó ciego y perdió el juicio tras una derrota cerca de Martorell. Fue sucedido por su hermano o cuñado Abu Bark, oscuro personaje cuya carrera militar terminó con la derrota de Cutanda, donde pereció mucha gente de Mursya y Uryula, entre ellos un famoso maestro en el Corán.

En ambas ciudades había florecido la cultura entre la burguesía, surgiendo una generación de poetas y eruditos islámicos. Ricos propietarios agrícolas que debieron sufrir un buen golpe cuando el Batallador asoló la comarca llevándose a gran número de mozárabes, la mano de obra de los campos.

Pero si en algo destacaron realmente los almorávides fue en la construcción de defensas. Sus alarifes reforzaron las fortalezas de la región con la sólida técnica del tapial. Ya contamos que Orihuela les debe los emblemáticos tres torreones que se mantienen en el castillo.

Durante el levantamiento general contra los opresores africanos, las murallas de Uryula se convirtieron en bastión almorávide, acogiendo a contingentes dispersos que se agruparon formando un pequeño ejército que ponía en riesgo la seguridad de la vecina Mursya.

El dominio almorávide no pudo aguantar el acoso simultáneo de los almohades en África, de los reyes cristianos en la península, y de una población sometida y descontenta que acabó por exterminarlos. Tras una larga agonía se hundieron definitivamente en 1147 con la pérdida de Marrakés.

Sus despojos en la península quedaron repartidos entre los antiguos poderes locales que emergieron rápidamente, comenzando las segundas taifas; un confuso periodo que se mantuvo hasta que los almohades tomaron el control.

De todo esto hablaremos en la próxima entrega.

Programa 17.
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De Tudmir a Oriola XVIII.

Al amanecer del martes 17 de julio de 1134 los centinelas avistaron un ejército musulmán que se acercaba a Fraga.

Inmediatamente alertaron al Batallador y sin tiempo para reaccionar, cayó sobre los sitiadores una lluvia de lanzas, saetas, dardos y piedras, matando a buen número de hombres y bestias.

Y viendo que no podían sostener la batalla en el campamento salieron a pelear a campo abierto. Mientras derrotaban a los que tenían de frente, una tropa más numerosa atacó por la espalda provocando el pánico y la derrota.

El día de las Santas Justa y Rufina, hubo una gran y terrible matanza de cristianos en Fraga. Casi todos perecieron por la espada; salvo unos pocos que, desarmados, huyeron con el rey.

El largo conflicto con Castilla provocado por aquella fallida boda terminó en el Pacto de Tamara. Alfonso el Batallador renunció al título de emperador en favor del hijo de Urraca.

Con casi sesenta años, el monarca aragonés seguía peleando incansable a ambos lados de los Pirineos. Sus dos grandes amigos, Esteban, obispo de Huesca y Gastón de Bearn, señor de Zaragoza cayeron en una escaramuza cerca de Valencia.

La cabeza de Gastón, clavada en una pica, viajó a Granada, donde fue paseada por zocos y calles acompañada de redobles de tambor. La muerte de sus compañeros de armas fue un duro golpe.

Aquel mismo año, mientras asediaba Bayona, Alfonso redacto su testamento, que fue jurado por todos sus oficiales. Antes de morir quería culminar su tarea tomando las plazas de Tortosa y Lérida, deseadas también por el Condado de Barcelona.

Para dominar la ribera del Ebro hasta Tortosa, utilizó una táctica novedosa. Sus hombres talaron bosques hasta formar una pequeña flota fluvial que partiendo de Zaragoza descendió por el caudaloso río.

Con gran astucia, Alí Ben Yusuf, el emir de los almorávides, negoció un pago de 12.000 dinares anuales con el conde de Barcelona. De esta forma, aseguraba la frontera y se quitaba de en medio a un enemigo.

Este pacto enfureció a Alfonso, que juró solemnemente añadir los territorios a su reino arrebatando el provecho al habilidoso barcelonés. En el verano de 1133 inició el asedio a Fraga.   

Su carácter se había endurecido con los años.  Cuando los defensores le ofrecieron una rendición pactada, la rechazó. Hizo traer las reliquias más preciadas de su capilla; y ante lo más granado de sus jefes militares juró e hizo jurar que no se apartarían hasta ocupar la plaza; que ninguno de sus defensores saldría con vida; y que reduciría al cautiverio a sus mujeres e hijos.

Desesperados, los de Fraga pidieron ayuda a todas las ciudades almorávides; y se formó un ejército de socorro con tropas de Córdoba, Lérida, Valencia y Murcia.

Tras más de un año de asedio, las tropas aragonesas se habían relajado y muchos nobles estaban ausentes temporalmente, dispensados por el rey para arreglar los asuntos de sus dominios.

El ataque les pilló desprevenidos; y el resultado lo hemos narrado al principio: un desastre sin paliativos del que Alfonso  escapó de milagro. Hundido moral y físicamente, no aguantó ni un mes. Realizó sus últimas disposiciones, ratificó su testamento y nombró obispo de Roda a Ramiro, su único hermano.

El 7 de septiembre moría Alfonso I el Batallador tras treinta años de lucha que habían puesto Aragón en el mapa. Desautorizado su hermano y sin hijos que defendieran lo conseguido, su singular testamento dejó el reino a tres órdenes militares: Los Templarios, Los Hospitalarios y los caballeros del Santo Sepulcro de Jerusalén.

Este legado abría una profunda crisis en Aragón. Los nobles no aceptaron esa locura idealista y sin perder tiempo elevaron al trono a Ramiro, el hermano de Alfonso; tan rápido que durante un tiempo fue a la vez obispo y rey.  

Aprovechando la confusión, los de Navarra abandonaron Aragón eligiendo rey a García Ramírez, superviviente de la Batalla de Fraga que pasó a la historia como el Restaurador.

Los castellanos se lanzaron a rebañar las fronteras y los almorávides, contraatacaron recuperando algunas zonas conquistadas por Alfonso.

Menudo legado le había caído encima a Ramiro II, el monje. En el norte de África, los almohades seguían reclutado a miles de bereberes y cada día estaban más cerca de la capital.   

Los almorávides no tenían más remedio que seguir traspasando efectivos a Marruecos. Esta retirada de la península dejó las guarniciones en precario. 

A pesar de la debilidad almorávide, Alfonso de León y Castilla, el hijo de Urraca, sabía que no podía someter Al-Ándalus por la fuerza; necesitaba un líder musulmán autóctono, un enemigo de los almorávides que pudiese controlar fácilmente.

¿Os acordáis del rey de Zaragoza? ¿Aquel que pactó con el batallador y abandonó la capital al llegar los almorávides?

Su hijo, el último de los Banu Hud, vivía en su señorío de Rueda de Jalón, protegido por el emperador. Se llamaba Saif al Dawla, Zafadola para los cristianos.

Sus agentes hicieron campaña por toda la península incitando a la rebelión contra los almorávides. Simultáneamente, en Córdoba y en el Algarbe se postularon otros dos candidatos. Las sublevaciones se extendieron surgiendo multitud de poderes territoriales; familias locales que ansiaban librarse de los malditos africanos.

Los del Algarve pidieron ayuda a los almohades, que de momento estaban entretenidos en Marruecos. En poco tiempo Al-ándalus se había convertido de nuevo en un avispero.

El gobierno de Valencia y el de Mursya estuvieron en las mismas manos durante la etapa almorávide; y su suerte siguió pareja durante los tres años de anarquía que siguieron a la sublevación contra los africanos, un periodo caótico en el que se sucedían proclamaciones y derrocamientos.

Cuando el gobernador almorávide se trasladó a Córdoba, los de Valencia entregaron el mando a su cadí Ben Abdelazid, apoyado por el jefe militar Abdalá Ben Mardanix un personaje importante para nuestra futura historia.

Los de Murcia encumbraron a Ben Chafar un lorquino, cuyo gobierno asociado a Córdoba duró menos de un mes. Zafadola envió a Abdalá el Zegrí, caudillo militar que se hizo dueño de Murcia en su nombre, dejando a Ben Chafar como Cadí.

Solo en Uryula resistían los almorávides; y el de Lorca reunió un ejército para desalojarlos. Se habían fortificado bien. Encerrados en la alcazaba con sus mujeres y niños, estaban dispuestos a vender caras sus vidas.

No fue necesario. Tras un corto asedio pactaron una rendición ventajosa que no se cumplió. Los almorávides fueron traicionados y murieron acuchillados arrebatándoles sus bienes y sus mujeres.

Dueño de Uryula, Ben Chafar regresó a Murcia, depuso al Zegrí y se hizo reconocer como emir bajo la autoridad de Zafadola.

Luego intentó continuar su campaña anti almorávide en Játiva, pero se topó con el valenciano, quien rápidamente consiguió extender sus dominios hasta Alicante.

Fracasado el intento, acudió a Granada en socorro de Zafadola con un nutrido ejército; y perdió la vida en una emboscada que propició una humillante derrota.

Cuando llegó la noticia de su muerte, los de Mursya entregaron el mando a Muhamad Banu Tahir, miembro de la vieja y prestigiosa familia que ya había reinado en Murcia durante las primeras taifas, un hombre culto, erudito y aficionado a la poesía.

Pero su poder se limitó a la capital y duró poco más de un mes.  El Gobernador de Uryula, lugarteniente del fallecido Ben Chafar pidió ayuda a Ben Abdelazid, el líder valenciano.

Este se instaló en Medina Uryula y fue acogiendo a todos los opositores hasta organizar un ejército que se presentó en Mursya y la tomó sin lucha en nombre de Zafadola.

Ben Tahir recogió sus cosas, dejó la alcazaba y volvió a casa, donde lo dejaron vivir en paz. Zafadola era rey de Valencia y Mursya haciendo su entrada triunfal en la capital y visitando Madina Uryula, donde fue agasajado durante varios días.

De lo que aconteció con Ramiro II el Monje y con el rey moro Zafadola, hablaremos en la próxima entrega.

Programa 18.
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Enlace al siguiente capítulo.

De Tudmir a Oriola XIII-XV.

«De Tudmir a Oriola». Serie de programa emitidos por Radio Orihuela Ser. Guion, locución y efectos: Antonio José Mazón Albarracín. Presentación y montaje: Alfonso Herrero López.

De Tudmir a Oriola XIII

Dice una crónica del siglo XIII: «No pienso que galera, bajel o barco alguno intente navegar por el mar sin salvoconducto del rey de Aragón. Tampoco que pez alguno pueda surcar agua marina sin llevar en su cola el escudo con sus barras».

Esas legendarias barras son las que pueblan nuestras iglesias y monumentos como recuerdo de una época en la que fuimos el último baluarte de Aragón, un humilde condado habitado por pastores que consiguió liderar un reino.

Y con el natural empecinamiento de sus gentes, ese reino fue bajando hacia el sur como una flecha; cuya punta, tras desgajarse del reino de Murcia, fue nuestra ciudad: Oriola.

En los últimos episodios han ido apareciendo nuevos personajes: Pedro I, Alfonso el Batallador, los condes de Barcelona…. 

Quiero recordar que esta serie de programas son un homenaje al 750 aniversario de la llegada de Jaume I al reino de Murcia; y no podríamos entender al personaje y sus circunstancias sin conocer la historia de Aragón.

Hasta ahora habíamos centrado nuestro relato en el sureste peninsular; la vieja Cora de Tudmir y los territorios cercanos, Murcia, Denia, Jaén, Valencia. Pero mientras Uryula pasaba de taifa en taifa, en el Pirineo nacía un reino emancipado del dominio pamplonés.  

Antes de terminar con los almorávides y pasar a los almohades, vamos a interrumpir la narración cronológica, para hacer una especie de flash-back, comentando muy de pasada como se formó la Corona de Aragón, de la que fuimos frontera y baluarte.

Volvemos pues a la decisiva batalla de Poitiers, donde comenzamos este relato hace ya doce programas.

Carlos Martel. Batalla de Poitiers. Año 732. Charles de Steuben.

En el año 732 la fulminante invasión musulmana fue detenida cerca de París por Carlos Martel, el caudillo militar abuelo de Carlomagno. Tras aquella trascendental victoria, los francos emplearon casi medio siglo en expulsar a los invasores al otro lado de los Pirineos.

Pero eso no impedía las frecuentes incursiones de saqueo.  Para asegurar la frontera sur, los francos debían penetrar en la Hispania musulmana. Y dicen que la ocasión la pintan calva.

En el año 777 el gobernador musulmán de Zaragoza encabezó una embajada que se presentó ante Carlomagno con una tentadora oferta: la marca superior de Al-Andalus, en plena revuelta contra el primer Abderramán, se ponía bajo su obediencia a cambio de protección.

El rey de los francos no se lo pensó dos veces. La dimensión del ejército que movilizó demuestra que su objetivo era algo más que un simple apoyo a los sublevados, una conquista en toda regla.

Al llegar la primavera, acompañado de sus mejores caballeros y de miles de soldados atravesó los Pirineos y a su paso por Pamplona recibió la sumisión de los vascones. Desde allí, solo tenían que seguir la antigua vía romana que unía Pamplona con Zaragoza.  

Las mesnadas francas pensaban realizar una fácil campaña con ayuda de sus nuevos aliados; pero en Zaragoza les cerraron las puertas y optaron por sitiar la ciudad.

Cuando el cerco se fue alargando, Carlomagno, resignado y con asuntos pendientes en su reino, ordenó la retirada. Ya de vuelta, los francos asolaron cuanto encontraron a su paso y destruyeron las murallas de Pamplona.

Pero en un desfiladero de Roncesvalles, la retaguardia de su ejército fue atacada de forma sorpresiva por vascones emboscados en las montañas.  

Fue seguramente en represalia por los estragos que un ejército de esas dimensiones dejó a su paso.  Algunos historiadores dicen que fue cosa de los moros; otros que de moros y vascones; y que no fue en Roncesvalles…  

Lo cierto es que en aquel combate murieron destacados nobles francos, el más famoso: el duque Roldán, lugarteniente y sobrino del rey.  Esta derrota supuso un duro golpe para Carlomagno, quedando para siempre en el recuerdo gracias al cantar de Roldan, el poema más importante de la épica medieval francesa.

Tras aquella dolorosa experiencia los francos cambiaron de estrategia. Durante más de veinte años fueron avanzando palmo a palmo, siguiendo el litoral mediterráneo a través de las calzadas romanas; arrebatando pedazos de terreno a los musulmanes y organizándolos políticamente en condados, como el resto del imperio carolingio.

Estos núcleos quedaban a cargo de un conde o jefe militar nombrado y controlado por los francos. Así se fueron formando: Gerona, Osona, Urgel, Pallars…

La última gran conquista hacia el sur fue Barcelona en el 801.  Luego avanzaron hacia el oeste y así nacieron, Sobrarbe, Ribagorza y Aragón. Para completar la marca o cordón defensivo solo les faltaba Pamplona.  Pero los vascones eran duros de roer.

Los moros decían de ellos que eran masas desharrapadas e incivilizadas que atacaban en manadas, como bestias de carga.   Sublevados constantemente, los vascones nunca llegaron a estar completamente sometidos.

El primer Abderramán logró conquistar Pamplona; pero en el 799 los vascones mataron al gobernador musulmán y se colocaron bajo la protección de Carlomagno.

Así, a comienzos del siglo IX, los francos controlaban toda la frontera al otro lado de los pirineos. Aragón, Sobrarbe, Ribagorza y todos los futuros condados catalanes eran gobernados por condes francos o impuestos por los francos.

El primer conde de Aragón se cita indistintamente como Oriol o Aureolo, nombres, curiosamente muy parecidos a los de nuestra ciudad. Aurariola para los godos; Oriola para los aragoneses.

En el 812 los francos sometieron a la levantisca Pamplona; y doce años después enviaron una nueva expedición con el mismo propósito; pero esta vez fueron derrotados por un conde llamado Iñigo Arista, que fue proclamado rey, naciendo así el reino de Pamplona.

Tras esta derrota, se desató una sublevación general contra los francos en los condados de la marca hispánica.  A diferencia del resultado en los territorios del oeste, los condados catalanes fueron duramente reprimidos, sustituyendo a todos los condes autóctonos por caballeros puramente francos.

Aragón sí consiguió una relativa independencia, pero carecía de infraestructura para sobrevivir por sí solo y pronto pasó a la órbita de Pamplona, reino al que quedó anexionado definitivamente en el 929, gracias al matrimonio de Sancho I con la condesa de Aragón.

Tras el periodo de terror protagonizado por Almanzor, llegó al trono Sancho III, apodado el mayor. Coincidiendo con la descomposición del califato el tercer Sancho se convirtió en el rey cristiano más poderoso de la toda la península, acuñando moneda con el título de Imperator.  

Pero de acuerdo con el derecho pamplonés, a su muerte dividió sus posesiones. Dejó el reino de Pamplona a García, su hijo primogénito; el condado de Castilla a Fernando; Gonzalo recibió Sobrarbe y Ribagorza; y por último Ramiro, hijo natural, recibió el condado de Aragón.

Cada hermano comenzó a actuar como régulo, es decir como hijo de rey. Los dos reinos que se crearon a partir de esta herencia, Castilla y Aragón,  con el paso de los siglos se unieron para conquistar medio mundo.  

Es muy posible que, de no haberse producido esta división, la Historia de España habría cambiado completamente.

En el 1045, Gonzalo falleció asesinado y Ramiro se anexionó Sobrarbe y Ribagorza, fundiendo los tres territorios en el nuevo reino de Aragón.

Programa 10.
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De Tudmir a Oriola XIV.

Aquel moro al que llamaban Sádaba, vecino de la frontera, vestía al modo de los cristianos y hablaba muy bien su lengua. Fue así como pudo infiltrase en sus ejércitos y acercarse a Ramiro, quien forrado de hierro de pies a cabeza y con la visera bajada, apenas dejaba ver sus ojos. 

Pero el traidor buscó la ocasión propicia y cuando estaba junto al rey, se arrojó contra él hincándole su lanza en un ojo. Ramiro, hijo de Sancho, cayó de bruces a tierra y el asesino gritó en lengua romance: ¡el Rey ha muerto, el Rey ha muerto!  Y las tropas de Aragón se dispersaron. 

Cuenta la tradición que así murió Ramiro, considerado el primer rey de Aragón. Primogénito de Sancho el Mayor, nació en fecha desconocida entre los años 1006 y 1013.

Hombre ambicioso, quedó apartado de la sucesión a la corona por su condición de hijo natural. En aquella polémica herencia que deshizo el reino de Pamplona tuvo que conformarse con el condado de Aragón, un conjunto de estrechos valles en el Pirineo, aislados y sin zonas de cultivo.

Desde el primer momento tuvo claro que solo tenía dos opciones: conquistar o ser conquistado. Necesitaba expandirse hacia el sur, llegar a la tierra llana y fértil que dominaba la poderosa taifa de Zaragoza, pero la empresa no era sencilla.

Primero buscó esposa, y está fue Ermesinda, hija del conde franco Bernardo Roger, iniciando así la costumbre de establecer alianzas familiares entre el reino aragonés y los condados del otro lado de los Pirineos. De este matrimonio nació su sucesor Sancho Ramírez en el 1043.

Ramiro nunca se tituló así mismo como rey, pero así fue considerado por sus vasallos, recibiendo la fidelidad de los nobles. Tras estructurar y repoblar su territorio, reafirmó la figura del obispo de Aragón otorgándole un monasterio y cuantiosas riquezas que le hicieron ganar el favor de una iglesia que comenzó a titularlo como «cristianísimo rey Ramiro».

Una vez organizados sus dominios, debía decidir a quien se enfrentaba para expandir su reino: a los moros o a su propio hermanastro. Y escogió la segunda opción.

En el año 1043, Ramiro atacó a García, rey de Pamplona. Para ello se alió con los musulmanes de Zaragoza y de Lérida.  Aunque acabó completamente derrotado, perdiendo hasta el caballo en la batalla de Tafalla.

En los pactos firmados con Pamplona obtuvo un conjunto de fortalezas fronterizas con Huesca. Dos años después, muerto su hermanastro Gonzalo, se anexionó los condados de Sobrarbe y Ribagorza, apropiación permitida por su hermanastro García, quien prefería tenerlo como aliado en las luchas que sostenía con su otro hermano, convertido ahora en rey de León.

Esto necesita una pequeña explicación: García rey de Pamplona, había ayudado a su hermano Fernando, heredero de Castilla, en su lucha contra Bermudo de León, su cuñado. Juntos derrotaron al monarca leones que murió en la batalla de Tamarón.

Años después, los hermanos se enfrentaron por el condado de Castilla; y el rey de Pamplona murió en la batalla de Atapuerca.  Así, con las muertes de su cuñado y de su hermano, Fernando I de León y de Castilla, pasó a ser el monarca más poderoso de la península, sometiendo Zaragoza a su protectorado a cambio de generosas parias.  

Por su parte Ramiro, que había multiplicado el territorio de Aragón, frenó el empuje del Conde Ramón Berenguer de Barcelona con un doble matrimonio con el Condado de Urgell: el de su hija Sancha con el conde Ermengol III; y el de su primogénito Sancho con Isabel, la hija del citado conde.  

De este modo el Condado de Urgell y el Reino de Aragón establecieron una sólida alianza que permitió a Ramiro la toma de varias fortalezas musulmanas. Envalentonado por sus éxitos, planifico el asedio de Graus, un bastión situado en la confluencia de dos ríos.  

Para la defensa de esta importante plaza acudió el propio rey moro de Zaragoza al frente de un ejército reforzado por contingentes de tropas castellanas a las que pagaba por su defensa. Formando parte de aquella mesnada, luchó un desconocido y adolescente caballero llamado Rodrigo Díaz de Vivar. 

Y en el año 1063 Ramiro murió en esta empresa, fruto de la traición que hemos narrado al comienzo. La muerte del Ramiro paralizó temporalmente el avance de los aragoneses.

Pero su hijo y sucesor Sancho Ramírez, apoyado por su suegro Ermengol III de Urgel, continuó con el proyecto emprendido por su padre. Sancho era consciente de que el apoyo castellano obstaculizaba su expansión hacia el valle del Ebro.

Sin fuerzas para doblegar militarmente a Castilla tuvo una gran idea: acudió al Papa para que condenase la ayuda cristiana a los musulmanes. En 1063, el pontífice Alejandro II llamó a los europeos a la que pasó a la Historia como primera cruzada; anterior a las de Oriente, la cruzada de Aragón.

Amparados en la bula y neutralizados los castellanos, el ejército aragonés, reforzado por caballeros aquitanos, normandos, borgoñones y los catalanes del conde Ermengol, tomaron la inexpugnable fortaleza de Barbastro; pero aquellos cruzados solo la aguantaron un año, volviendo a poder de Zaragoza de la misma forma.

El rey de Zaragoza invocó la yihad o guerra Santa. Mientras, el astuto Sancho abandonó Barbastro y en el revuelo se apropió de la fortaleza de Alquezar, plaza clave para posteriores conquistas. Muerto Fernando I dos años después, comenzó la guerra de los tres Sanchos: Sancho I de Aragón y Sancho IV de Navarra se enfrentaron a Sancho II de Castilla.

En esta breve campaña que terminó sin claro vencedor estallaron todas las tensiones acumuladas en la complicada herencia de Sancho el mayor, abuelo paterno de los tres contendientes.

El rey de Aragón siguió cimentando su autoridad moral y política declarándose vasallo del Papa y soldado de San Pedro. Viajó a Roma y a su regreso suprimió los ritos mozárabes, aplicando la reforma gregoriana y los usos romanos; asumiendo además un pago anual de 500 mancusos de oro al sumo pontífice.

Se casó dos veces y fue padre de tres reyes. La primera con Isabel de Urgel que murió al dar a luz al infante Pedro. La segunda con Felicia, biznieta del rey de Francia, de la que nacieron Fernando, Alfonso y Ramiro.

Esta dama fue la encargada de modernizar el reino con los usos y costumbres europeas. En el 1076 su primo Sancho Garcés, rey de Pamplona fue asesinado y Sancho Ramírez accedió al trono navarro reducido ahora al antiguo condado.

Como rey de Aragón y Pamplona, necesitaba una corte digna. Y escogió la ciudad más importante del condado de Aragón, Jaca. Esta sería su capital, bien comunicada con los Pirineos y en pleno camino de Santiago.

Para potenciarla estimuló la instalación de artesanos francos, aplicando exenciones fiscales para ellos y para los peregrinos que, pasando por Jaca y Pamplona, propiciaron el comercio en su reino.

Fortalecido política, económica y culturalmente, Sancho continuó sus conquistas, tomando las fortalezas de Graus y Monzón, que le abrieron el camino hacia Lérida y Tortosa.

En su avance hacia el Mediterráneo se topó de nuevo con el Cid. Enemigo hasta que la amenaza almorávide y su destierro de Castilla unió a estos antiguos adversarios.

Con su nuevo aliado Sancho llegó hasta la actual provincia de Tarragona. El objetivo siguiente fue Huesca con tres lienzos de muralla y más de ochenta torres; pero haciendo honor a su padre, murió durante el asedio, en junio del 1094, a la cabeza de sus tropas.

Sancho Ramírez revisaba la muralla de Huesca calculando por donde podía penetrarla cuando vio flaco un lugar en el muro; y subido en su caballo, señaló con el índice de la mano diestra diciendo: Por aquí se puede entrar.

La manga de su loriga se abrió lo justo para que un moro ballestero que estaba atento le hiriese en el costado con una saeta. Sancho no dijo nada; se fue a por la hueste e hizo jurar a su hijo Pedro por rey.

Y una vez jurado, le hizo prometer que no levantaría el sitio hasta que no tuviese Huesca en su mano. Animando a sus desoladas tropas, se hizo sacar la saeta y allí mismo murió. 

De su hijo Pedro I, hablaremos en la próxima entrega.

Programa 14.
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De Tudmir a Oriola XV.

Cuenta la leyenda que en el llano de Alcoraz, San Jorge bajó del cielo a lomos de su caballo portando una cruz de color rojo para motivar a los de Aragón en su lucha contra los sarracenos.

Pocos días después de aquella tremenda batalla campal contra las huestes del rey de Zaragoza, los aragoneses entraron en Huesca tras meses de asedio.

Y mandó el rey don Pedro labrar una iglesia en honra del gran mártir y en memoria de aquella gloriosa victoria.

La devoción que tenían a Santiago en el Oeste fue creciendo hacia San Jorge en el Este; y con el paso del tiempo lo adoptaron como patrón, como abogado al que rezar en sus batallas.

Aquella legendaria cruz permanece hoy día en el escudo de Aragón, rodeada de cuatro cabezas de moro.

Pedro I de Aragón y Pamplona nació entre los años 1068 y 1069. Primogénito de Sancho Ramírez, fue el único hijo de su matrimonio con Isabel de Urgel.

Siendo aún quinceañero lo nombraron régulo; compartiendo con su padre las tareas de gobierno y sus campañas militares. Protegiendo la frontera con Lérida adquirió gran destreza militar y con poco más de veinte años, Sancho creó para él el reino de Monzón.

Casó en Jaca, con Inés de Aquitania, de la que nacieron los infantes Pedro e Isabel.  Ignorando la costumbre de Pamplona, al morir su padre en el sitio de Huesca, recibió la herencia completa: rey de Aragón y de Pamplona en el año 1094.

Con la obstinación de sus predecesores, sin prisa pero sin pausa, siguió conquistando plazas fuertes con sus ejércitos reforzados por caballeros francos y normandos. No hubo año que no aumentase sus territorios.

Dos tardó en cumplir la promesa hecha a su padre ante los muros de Huesca; pero antes tuvo que derrotar a los musulmanes en la batalla de Alcoraz, la que hemos mencionado al principio.

Y quedó escrito:  Así, vencido el rey moro de Zaragoza junto con sus numerosos sarracenos y una multitud de falsos cristianos, muertos unos cuarenta mil de ellos, conquistamos la ínclita y famosísima ciudad de Huesca en el año del Señor de 1096.  

El número de muertos es una exageración propia de la época; pero aquella fue una batalla decisiva que le permitió por fin tomar Huesca. La mención a falsos cristianos, se refiere a los castellanos, aliados de Zaragoza que pagaba parias por su defensa. La relación de Castilla con Aragón era complicada: enemigos frente a Zaragoza y aliados contra los almorávides.

Cumplido su primer objetivo, recibió una petición de ayuda del Campeador. Recordemos que Rodrigo era aliado de su padre desde que fue desterrado de Castilla. Los enemigos de mis enemigos, son mis amigos.

Pedro marchó hacia Valencia acompañado de su hermanastro Alfonso y una numerosa hueste que unida a las tropas del Cid derrotaron a los almorávides.

En estas correrías junto al Campeador, con él que quedó ligado al casar al infante con su hija María, aprovechó para hacerse con el dominio de toda la actual provincia de Castellón, cumpliendo otro de sus empeños, llegar al mar.

Pero estas posesiones aragonesas se perdieron en 1103, cuando muerto el Cid, los almorávides se apoderaron de Valencia.

Muerto el infante Pedro Pérez sin alcanzar el trono, María Rodríguez se casó con el Conde de Barcelona.

En el 1099 Pedro inició el cerco de Barbastro, aquella fortaleza conquistada por los cruzados en tiempos de su padre y recuperada por Zaragoza, un bastión estratégico famoso por sus defensas y sus ricas huertas que tomó tras meses de asedio.  

Hay que recordar que, en ese año, Jerusalén caía en manos de los cruzados y todo caballero cristiano soñaba con participar en aquellas gestas.  

Pedro había heredado la religiosidad y el espíritu cruzado de sus antecesores. Como no podía viajar a Tierra Santa, montó su propia cruzada contra Zaragoza.

Para preparar el asedio a la plaza más importante de la marca norte, creó una posición militar a la que llamó «Deus lo vol», el grito de guerra de los cruzados que significaba «Dios lo quiere». Hoy en día es un municipio situado a cinco kilómetros de Zaragoza llamado Juslibol.

Pedro falleció en el 1104, durante un viaje por el valle de Arán, con poco más de treinta y cinco años. Sus hijos habían muerto poco antes.  Solo estuvo diez en el trono pero dejó Aragón situado a un paso de Zaragoza y de las ricas tierras del valle del Ebro.

Pocos reyes han hecho tanto honor al sobrenombre que le asignó la tradición como nuestro siguiente personaje. Con él enlazaremos en el punto donde dejamos nuestra narración cronológica hace ya varios programas, la época de los almorávides. Pero para narrar sus hazañas necesitaremos más de una entrega. 

El que pasó a la historia como Alfonso el Batallador nació en el año 1073 del segundo matrimonio del rey Sancho Ramírez con Felicia de Roucy, dama relacionada familiarmente con toda la nobleza franca desde los Pirineos a París.

Como segundón de la segunda rama, su acceso al trono era improbable; y su destino fue formarse en letras y en artes militares para convertirse en señor feudal. Educado en un monasterio bajo la tutela de los agustinos, creció influenciado por la religión, el espíritu cruzado de los caballeros francos y el propio ambiente de cruzada que se respiraba en Aragón.

Esta educación marcó su vida con un solo propósito: la guerra contra el infiel para ampliar su reino sirviendo a la cristiandad en la lucha sin cuartel contra los almorávides. 

Su sueño, al igual que el de su predecesor, era liberar las tierras de sarracenos hasta llegar a la costa, preparando el viaje a Jerusalén por mar, para participar en las Cruzadas. 

Alfonso Sánchez, varón dotado de gran valor y animosidad, no estaba destinado a ser rey; y por ironías del destino llegó a ser titular de tres reinos: Los de Navarra y Aragón por natura; y el de Castilla por matrimonio.

Es más, llegó a tomar el título de emperador que ostentaba su suegro. De haber tenido descendencia se habrían unido bajo la misma persona los reinos de Castilla, Aragón y Pamplona cuatro siglos antes de los Reyes católicos.

Alfonso fue quien sacó de una vez su reino de los Pirineos, configurando el Aragón histórico, culminando así la tarea de sus predecesores al conquistar la tierra llana regada por el Ebro que tanto necesitaban para desarrollar la agricultura.

En pocos años arrebató a los musulmanes más de veinticinco mil kilómetros cuadrados de terreno. Para llegar al trono, tuvo que morir su hermano mayor, su hermanastro y su sobrino.

Tan alejado estaba de la línea sucesoria que a los treinta años no se había casado. Se ha especulado mucho con su odio hacia las mujeres, incluso se le ha tildado de homosexual sin fundamento. Seguramente por estas palabras que le dedicó un cronista árabe:

Ningún rey cristiano tuvo más valor, ni más energía para combatir a los musulmanes. Dormía con su coraza puesta y sin colchón. Cuando una vez le preguntaron por qué no se acostaba con las hijas de los jefes musulmanes vencidos, respondió: un verdadero soldado debe vivir entre hombres, no con mujeres.

Monumento Alfonso I el Batallador. Cabezo de Buena Vista. Zaragoza.

Anécdotas aparte, experiencia para la corona no le faltaba. Su padre lo había involucrado en tareas militares y de gobierno desde la adolescencia, y su hermanastro contó con él en sus campañas bélicas, participando en la toma de Huesca y en la expedición de ayuda al Cid, donde aprendió a luchar contra los Almorávides.

Contactos internacionales tampoco le faltaban, al estar emparentado con la nobleza del otro lado de los Pirineos a través de la familia de su madre. Todo esto hizo de Alfonso un gobernante y un caudillo militar experimentado desde el principio de su reinado. 

Su ascenso al trono supuso la continuación de las políticas expansionistas de sus predecesores. En Aragón, cada monarca asumía lo hecho por el anterior y arrancaba desde allí marchando siempre a la cabeza; muriendo en el empeño si era necesario.

Y junto al rey marchaban la nobleza y el clero. Los obispos aragoneses participaban en las campañas; bien con apoyo económico o directamente con su presencia encabezando una mesnada.

Dando sentido de cruzada a sus empresas militares, Alfonso contó también con la ayuda de numerosos nobles del otro lado de los Pirineos, la mayoría parientes o vasallos suyos.

Si unimos a todo esto la debilidad militar de los almorávides en el Valle del Ebro, muy alejados de sus bases en Córdoba. Todo estaba a favor de Alfonso; y lo aprovechó, vaya si lo aprovecho, como veremos en la próxima entrega.

Programa 15.
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Callejeando 21. La calle de la Feria y traviesas 2.

José María Pérez Basanta.

La calle de la Feria. Traviesas de la Plaza Caturla a la «Pedrera de Matías».

Archivo Municipal de Orihuela.

La influencia del Cabildo, cuyos miembros ansiaban residir cerca de la Catedral, determinó durante siglos la titulación de muchas traviesas de la calle de la Feria.

En la entrega anterior hablé de la Plazuela del Deán, de la del Maestre Escuela; de las calles del Vicario y del Canónigo Angulo. En esta entrega veremos la del Racionero Mirón, la  del Canónigo Timor, la de Mosén Sans, la de los Clérigos…

José María Pérez Basanta.

Rebasada la calle de Colón en dirección a la Catedral, la primera calle a la derecha está rotulada actualmente como del Capitán Grifol. Veamos que dice Gisbert en su «Historia de Orihuela».

No tiene denominación la callejuela que parte desde el centro de la calle Mayor hacia la de la Feria. En otro tiempo se denominó de Mirón, recordando uno de los preclaros apellidos oriolanos y hoy se llama del capitán Grifol recordando a un oriolano que dio su vida por la patria en la guerra de África de 1860.

José María Pérez Basanta.

Efectivamente, en el plano confeccionado para la erección de la nueva Catedral, a medidos del siglo XVIII, figura como calle de Mirón. Si hablamos de apellidos esa afirmación es completamente cierta: los Mirón aparecen en el libro del Repartiment y fueron propietarios del lugar de Redován hasta que se lo vendieron a Jaime Santangel.

Pero yo he buscado al personaje concreto, al que acabó titulando la calle. En un principio se la atribuí a Phelipe Mirón Martí de Leiva, caballero y regidor de Oriola entre los siglos XVII y XVIII. Casado con Josefa Gascón, fue Jurado por el estamento militar en 1699;  camarero y almotacén en 1701; y clavario en 1704.

José María Pérez Basanta.

Felipe participó en la Guerra de Sucesión del lado de su tocayo Felipe V, el primer Borbón español. Mandaba una compañía de milicianos pagada de su propio bolsillo. Pero al proclamarse Orihuela a favor del Archiduque recibió, según varios testigos, numerosas afrentas.

Le hicieron muchos ultrajes, señalando las puertas de su casa con flores de lis y los miqueletes enemigos saquearon sus bienes y de dichos sustos se le murió un hijo de once años.

Archivo Catedral de Orihuela.

Derrotada la sublevación oriolana, en atención a sus méritos recuperó el cargo de regidor. Y el mariscal de campo, Pedro Ronquillo, le nombró capitán de una compañía de milicias.

En los padrones del XVIII aparece domiciliado en el inicio de la calle de la Feria, hacia donde supuse que daba la puerta principal de su casa. Pero no; el Reparto Equivalente de 1731 lo sitúa concretamente en el callejón de Timor.

Archivo Municipal de Orihuela.

Felipe falleció en 1736. Con todos estos datos puedo afirmar que la titulación se debe a su hijo Francisco Bruno Mirón Gascón, diácono y racionero de la Catedral nacido en octubre de 1708.

Partida de nacimiento de Francisco Mirón. Archivo Catedral Orihuela.

No se si el padre llegó a vivir en esta traviesa; pero sí sus herederos. Aunque Francisco no aparezca en los padrones fiscales por estar los clérigos exentos de pago, en el listado figuran los «Herederos seglares de Phpe. Mirón».

Archivo Municipal de Orihuela.

También sabemos por Gisbert que Francisco Mirón, racionero entero de la Catedral, colocó un lienzo de San Pascual Bailón en la calle de la Feria, en 1730. Imagino que sería en la puerta de su casa. Francisco falleció en diciembre de 1767 y la titulación del callejón desapareció con él.

Apuntes sobre un plano del siglo XVIII. Archivo Catedral de Orihuela.

Para comprender la importancia de esta modesta callejuela hay que recordar que hasta finales del XIX no existía conexión con la calle Mayor, desde la Plaza de la Fruta, situada junto a Santa Justa, hasta la Catedral.

Por poner un ejemplo: durante todo el siglo XIX el callejón formó parte del trayecto de la procesión del Corpus; y no recibió la autorización del Obispo para variar su itinerario hasta 1894; cuando se desvió a la nueva calle de Colón.

El independiente. 3 de junio 1893: Algunos vecinos de las calles Mayor y de la Feria, nos ruegan supliquemos al M. I. Cabildo Catedral que se sirva acordar que la procesión de octava de Corpus que el jueves próximo debe celebrarse, pase por la nueva calle de Colón en vez de por la del Capitán Grifol, con lo que resalta mayor recorrido para la procesión citada sin salir del término de la Catedral. Confiamos en que el M. I. Cabildo Catedral tomará en consideración el ruego que por nuestro conducto le dirigen los antedichos vecinos.

En septiembre de 1886 decidieron adoquinar la calle Mayor; y proyectaron hacer lo mismo con el callejón «sin nombre» llamado vulgarmente «de Cuartero».

El diario de Orihuela. 1 de septiembre 1886: Tiene pensamiento la corporación municipal de adoquinar el callejón sin nombre que pone en comunicación a la calle Mayor y de la Feria, con el adoquín levantado en la calle de Hostales.

El diario de Orihuela. 2 de septiembre 1886: El llamado vulgarmente callejón de Cuartero, que es el que dijimos ayer que se trata de adoquinar, está convertido en vertedero de aguas sucias y depósito de basura e inmundicias.

Calle Capitán Grifol. Pedro Díaz Molíns.

El diario de Orihuela. 9 de diciembre 1886: Ayuntamiento. Sesión del día 9 de Diciembre de 1886. Se acordó empedrar la plaza de la Fruta, cuya mejora será realizada con la mayor brevedad posible sin ocasionar gasto alguno extraordinario, así como también adoquinar con el adoquín sobrante de otras calles el callejón llamado de Cuartero o de Illa.

En pocos días, el «callejón sin nombre» tenía ya dos: Illa y Cuartero. Estas titulaciones del siglo XIX no las he podido documentar; debieron ser breves y de ámbito popular. El propio Ernesto Gisbert, coetáneo, obvió mencionarlas en su trabajo sobre las calles.

El diario de Orihuela. 18 de enero 1887: Por un documento antiguo se sabe que el callejón de Cuartero y de Illa fue también en otro tiempo denominado de Miró. Bueno sería que se le diera un nombre definitivo para saber a qué atenernos y evitar confusiones.

Como ya he dicho, se referían al plano del siglo XVIII depositado en la Catedral. Pero el apellido era Mirón.

El diario de Orihuela. 6 de septiembre 1887: Parece que la calle que hoy indistintamente se la llama de Cuartero o Illa se denominará «Calle del Capitán Grifol». Según nuestros informes en una de las próximas sesiones del Ayuntamiento tendrá confirmación esta noticia.

En la sesión municipal del 19 de septiembre el consistorio otorgó el nombre del Capitán Grifol a la calle llamada hasta entonces de Illa. Recordando a Domingo Grifol.

Ilustre hijo de esta ciudad muerto en el campo del honor por defender la integridad de la Patria en la última guerra que España sostuvo con el imperio Agareno.

El diario de Orihuela. 19 de septiembre 1887: El nombre del capitán Grifol, grabado con caracteres indelebles en los gloriosos anales del ejército español, traerá eternamente a la memoria que Orihuela envió también sus hijos a la gloriosa guerra de África, en la cual, el capitán Grifol, con valerosa bizarría, contribuyó muriendo en el campo de batalla a lavar con su sangre generosa la ofensa inferida al pabellón nacional.

Lápida de mármol blanco de Macael. Fotografía Ajomalba.

Orihuela. 6 octubre 1887: Ya están terminados los rótulos de las calles del Cardenal Loaces, Capitán Grifol y Santacruz. Los títulos en caracteres negros están grabados en tableros de mármol blanco de Macael.

Pinchando sobre su retrato podéis acceder a un artículo sobre Grifol y la Guerra de África.

Retrato de Domingo Grifol. Antonio Ruidavets Lledó (1861). Enlace a artículo.
Archivo Municipal de Orihuela.
Archivo Rafael Almira.

La siguiente traviesa a la izquierda es la calle de la Rosa, un callejón escalonado que coincide con el que llamaban «escalera estrecha», «escalera vieja», «escalera de San Miguel» o «Traviesa de San Miguel», el acceso principal al barrio homónimo que ya mencioné en la anterior entrega.

El diario de Orihuela. 29 septiembre 1887: Hoy celebran los vecinos de la calle llamada Escalera de San Miguel la fiesta con que todos los años obsequian a su celestial Patrono.

Archivo Municipal de Orihuela.

La noticia diaria. 17 de diciembre 1894: Escenas domésticas. Es triste, y acusa de poco culta a nuestra ciudad, el mal género de castigo que ciertos maridos han adoptado para atormentar a sus infelices esposas.

Anoche daba lástima transitar por la calle de la Feria, desde donde se escuchaban los lamentos que daba una recién casada, habitante en la escalera de San Miguel la cual, según nos han manifestado, es víctima cada día de los más graves insultos y palizas. Ponemos estos hechos en conocimiento de quien corresponda, para que, si es posible, se eviten estos abusos tan generalizados en la localidad.

Archivo Municipal de Orihuela.

En cuanto a su moderna titulación, del siglo XX, no tengo ni idea. Agradecería cualquier dato sobre el motivo por el que la llamaron «calle de la Rosa».

Fotografía Ajomalba.
Archivo Municipal de Orihuela.
Archivo Mariano Pedrera.

A la derecha, tenemos la plaza del Salvador, que toma el nombre de la Santa Iglesia Catedral del Salvador y Santa María de Orihuela,  que tiene en ella su acceso principal.

Hasta mediados del siglo XIX no era más que un estrecho callejón conocido popularmente como traviesa de la Torre o callejón del Obispo.

José María Pérez Basanta.

En marzo de 1844 el Síndico denunció el estado ruinoso de una casa en la calle de la Feria propiedad de José Tornera, cura Párroco de Santiago. Sobre todo de la pared que lindaba por levante con la traviesa que se dirigía al Palacio Episcopal.

Recomendaba al Consistorio la demolición y posterior reconstrucción de la citada pared y de todo cuanto se observase ruinoso en el expresado edificio.

Un mes después, ya iniciado el derribo, se decidió expropiar la casa trasera para conseguir «el correspondiente y debido desahogo», formando una plazuela frente al Palacio y la Catedral.

Fotografía Ajomalba.

Demolido el segundo edificio y formada la plaza, el propietario de la casa esquina con la calle Mayor solicitó permiso en marzo de 1851 para abrir una puerta a levante, a la que ya se llamaba Plaza del Salvador para evitar que se orinase y ensuciase tan cerca de la Catedral.

Dicho permiso le fue concedido el 15 de mayo «por contribuir al ornato público del sitio mas importante de esta ciudad».

Fotografía Ajomalba.

En 1879, para celebrar la visita real, motivada por la Riada de Santa Teresa, se tituló Plaza de Alfonso XII.

Alfonso XII.

En las reformas efectuadas en 1943 bajo el proyecto de Serrano Peral se modificaron las rasantes cortando el acceso de vehículos con un muro de mampostería y escalones de piedra de La Romana.

Archivo Municipal de Orihuela.
Archivo Municipal de Orihuela.

Para completar la obra se ornamentó, pavimentándola con un hermoso mosaico del escudo de Orihuela realizado en canto rodado, «para convertirla en un sitio de reposo, artística alfombra puesta a los pies de la Catedral y a la puerta de Palacio».

El proyecto inicial se completó casi medio siglo después con una barandilla de hierro forjado.

José María Pérez Basanta.
Francisco Luis Galiano Moreno

Al costado de la Catedral, en su puerta Norte o de los Perdones, se encuentra la llamada Plaza de la Anunciación, cuyo nombre actual deriva de dicho misterio mariano representado magistralmente sobre el arco de su portada renacentista. Es obra de Juan Anglés, a finales del siglo XVI.

Fotografía Ajomalba.

La plazuela que entonces se llamaba de los Maza fue retranqueada en la primera mitad del siglo XVII por Martín Maza. A finales del XVIII Marcelo Miravete cuenta que aun se veían restos de los cimientos de las antiguas casas que delimitaban la estrecha calle, que algunos notarios llamaban «de la puerta de los Perdones».

Ministerio de Cultura.

Al coincidir aproximadamente en el tiempo con la consagración de la Catedral del flamante obispado año 1598,  en algunos documentos Capitulares también se cita como puerta de la Consagración.

Diccionarios Históricos de Acuerdos Capitulares. Marcelo Miravete (1783). A.C.O.
José María Pérez Basanta.

Martín Maza emprendió un pleito con el Cabildo ante su negativa de permitirle abrir puerta en su casa de mayorazgo.

Diccionarios Históricos de Acuerdos Capitulares. Marcelo Miravete (1783). A.C.O.

A mediados del XVIII figuraba concretamente la casa de Pedro Maza de Lisana, y según los lindes, estaba situada junto a la calle de los Clérigos a la que daban sus traseras. En la actualidad solo un callejón junto a la Plaza Nueva recuerda los Maza.

Archivo Municipal de Orihuela.

Y es que el espacio a la izquierda de la plaza, ocupado actualmente por la entrada a un edificio, formaba parte de la calle o callejón de los Clérigos, «que estaba frente a la sacristía de la catedral y subía de la calle principal a la de la peña».

Archivo Municipal de Orihuela.

En algunos listados, aparece como «de los Capellanes».

Archivo Municipal de Orihuela.

En ella vivía por ejemplo el Canónigo José Maestre. Ya hemos dicho que el clero y, especialmente los miembros del Cabildo, intentaban residir lo más cerca posible de su lugar de trabajo, evitando así ensuciarse las ropas y zapatos transitando por calles cubiertas de polvo o barro.

Manuel Rodríguez.

A finales del siglo XIX se construyeron frente a la Catedral dos casas de nueva planta que pertenecieron a la familia Zechini y a Eusebio Escolano, médico y presidente de la vecina Federación Agrícola.

Derribadas en el último cuarto del siglo XX sin las preceptivas excavaciones arqueológicas, se levantó un solo edificio que permanece en la actualidad.

José María Pérez Basanta.

En la última remodelación de la plazuela, incluyeron una estatua en recuerdo de Antonio Roda López, fallecido en marzo de 1984.

Archivo Municipal de Orihuela.
José María Pérez Basanta.
Apuntes sobre un plano del siglo XVIII. Archivo Catedral de Orihuela.

La titulación calle de Timor, del Dr. Timor, de Juan Timor o del Canónigo Timor (de todas estas formas aparece en protocolos del siglo XVIII), recuerda a Juan Timor de Cabrero y Martínez Martel, Canónigo de la Catedral, Familiar y Comisario del Santo Oficio de la Inquisición de la ciudad de Murcia.

José María Pérez Basanta. Archivo Municipal de Orihuela.

Devoto del Arcángel San Miguel, costeó la reparación de su antigua ermita de la peña. En su testamento, redactado en 1740, estableció un vínculo que legó a su sobrino Joaquín Timor. Falleció el 3 de noviembre de 1748.

Archivo Catedral de Orihuela.

Con el tiempo, su sobrino Joaquín se convirtió en regidor y noble. Muerto este y sus descendientes, dicho legado debía pasar a la ermita de San Miguel, o al Seminario que se estaba construyendo «en el caso de haber erigida alguna fundación de seminario de clérigos misionistas como hay en Madrid y en otras partes, sirva la renta para mayor aumento de dicho seminario».

José María Pérez Basanta.

En el siglo XVII este callejón hacia la peña se llamó calle de Don Pablo, en referencia a Pablo Rocamora Togores, hijo de Francisco Rocamora Rosell, personaje de finales del XVI que casó con una Togores.

Archivo Municipal de Orihuela.

También la llamaron del Capitán Limiñana.  En la siguiente imagen podemos comprobar que ambos vivían en la misma calle.

Archivo Municipal de Orihuela.

La que fue casa de Juan Timor pasó a formar parte del palacio de Portillo. Los corrales, que salían a la calle de Comedias, se convirtieron en patio y jardín del mismo. Su lugar lo ocupa en la actualidad el almacén trasero de la Caja Rural Central.

José María Pérez Basanta.

Otro famoso vecino de la calle fue Marcelo Miravete.  En 1846, uno de sus herederos, el Medio Racionero Pedro Miravete, costeó el traslado de la Virgen de las Mercedes que había permanecido más de ocho años en su casa, hasta la restaurada iglesia de la Merced. Para ello alfombró el suelo de su callizo con enramada de murta al estilo valenciano.

Al describir la ceremonia, Alburquerque certifica que «la casa de Miravete está situada en el estrecho callizo llamado de Timor, que sale a la plazuela que hay frente a la puerta de la catedral titulada de los Perdones».

Palacio de Portillo.

La Federación de Sindicatos Agrícolas Católicos, nacida en 1919 y transformada en Caja Rural Central, es la propietaria del edificio que ocupa la fachada entre las calles de Timor y Comedias.

En origen eran dos casas: la primera,  conocida como de Portillo, sustituye a otra del Mayorazgo de Benejúzar y fue construida a finales del siglo XVIII.

En 1847 albergaba al Gobernador Eclesiástico Tomás Pastor Sánchez, doctor en Teología y cura de la Parroquia del Salvador de Elche.

También se hospedó el Obispo Félix Herrero Valverde a la vuelta de su destierro, ya que sus aposentos del Palacio Episcopal habían sido demolidos tras la riada de 1834 para utilizar los materiales en el nuevo Ayuntamiento.

Félix Herrero Valverde

Así lo cuenta Juan Alfonso de Alburquerque en sus memorias:

Terminado el acto, el Sr. Obispo salió de la Catedral por la puerta de los perdones y en el mismo coche que había entrado fue a hospedarse por aquella noche en la casa inmediata del gobernador Ecco. D. Tomás Pastor, que es propia de D. Joaquín Portillo.

Lo cierto es que en el último tercio del siglo XIX las casas número 51 de la calle de la Feria y la número 1 de la Plaza de Comedias la de Timor, formaban el llamado Palacio de Portillo con una superficie de más de mil metros cuadrados.

Ministerio de Cultura.

Pertenecían a Joaquín del Portillo y Chacón.  De este personaje, hemos encontrado información en las páginas del Ayuntamiento de Villanueva del Río Segura:

Uno de los principales propietarios de la huerta, que durante la construcción de la iglesia de Ntra. Sra. de la Asunción, se dirigió al Alcalde y al cura, solicitando costear el retablo del altar Mayor y adquirir una imagen de la titular del templo, con tabernáculo, sagrario, mesa del altar, candelabros y sacras en 1881.

Encargó la labra a Felipe Farinós, de Valencia.  El Ayuntamiento de dicha localidad, agradecido, pagó una lápida en su memoria, colocada en la Sacristía. En 1888, legó las casas a su hijo Pedro Portillo y Ortega viudo de Luisa Rovira y Rovira. La única hija de este matrimonio, María de las Virtudes Portillo y Rovira, las heredó en 1896.

El 14 de mayo de 1920 su marido, Antonio Lamo de Espinosa y de la Cárcel futuro Conde de Noroñalas vendió a la Federación de Sindicatos Agrícolas Católicos por 26.750 pesetas. Diez años después la Federación adquirió a Francisco Lucas Lucas la número 49, fusionándola con la de Portillo.

Esta casa pertenecía en la primera mitad del siglo XVIII a Francisco Guillem de Matarredonda, presbítero, Racionero y Prevendado de la Catedral (en el plano aparece como del cura Guillem). Natural de Ibi, testó ante Luís Limiñana en 1755.

Como su hermano Carlos, Canónigo Magistral, había fallecido en 1735, la casa pasó a su sobrino Tomás Guillén de Matarredonda, vecino de Elche, doctor en Leyes y capitán de milicias;  y de éste a su hija Francisca.

Alberto Navarro Carretero

El edificio resultante posee una fachada de líneas muy sencillas. Al ampliarse, siguió rigurosamente la estética del resto del edificio, decorando la esquina con un balcón corrido de hierro.

La entrada se hace por una amplia portada adintelada que conserva sus puertas de madera originales. A través de la misma se accede a un zaguán, cubierto al igual que otros palacios coetáneos con vigas de madera.

Carlos Carrillo Cerezuela

Destaca el gran arco de piedra de medio punto que da paso a la escalera noble, con peldaños de piedra y baranda de hierro forjado y madera. 

Como detalle curioso citar el pequeño león tallado finamente en mármol sobre el pedestal del arranque de la escalera. Restaurado a mediados del siglo XX, este bello edificio necesita una profunda actuación.

Miguel Ángel Navarro Zoroa

A partir de aquí encontramos un palacio reedificado y una gran plaza. Pero antes subiremos por la Calle Comedias, situada entre estos dos palacios que la comprimen en su principio para desembocar en una especie de plazuela.

José María Pérez Basanta.

En el plano del proyecto para la construcción de la nueva Catedral en 1750 aparece dividida en dos partes: la parte estrecha llamada de Sans y el ensanche de la Pedrera. Gisbert le dedica un buen párrafo en su «Historia de Orihuela»; pero sólo menciona dos titulaciones.

La de Comedias concluye por ensancharse constituyendo la plazuela de su nombre. Llamóse antes de la Fábrica Mayor de San Salvador por radicar en ella este edificio o de la Pedrera de Matías, en razón a un gran corte que se hizo en la peña para sacar piedra destinada a edificaciones por un tal Matías a quien la ciudad se lo concedió y en donde en 1761 se descubrió una fuente: así lo dice Montesinos al relatar la colocación de un lienzo de Ntra. Sra. De las Angustias, en la fachada de la casa de D. Joaquín Rodríguez de Munera, hoy de la familia Carrió.    

El granero de la Catedral lo trataremos en la Plaza de la Pía; de «Mathías Alonso», el de la pedrera, hablaremos en breve.

La «pedrera de Matías» sin la casa. Jorge Belmonte Bas.

El Padre Agustín Nieto recoge un documento que detalla la intención de compra por parte del Cabildo de una casa a ser posible en la calle de la Feria. Se la compran a Rita Alvadalejo «en la calle llamada de Rosell, luego de las Brujas y ahora de Sans o Matías».

Esta calle como otras muchas fue adoptando en cada momento el nombre de sus moradores. El título de Rosell utilizado a comienzos del siglo XVII, tiene su explicación en las casas que flanquean el acceso, pues ambas pertenecían al Mayorazgo de Benejúzar, y la casa de Rosell ostentaba el título de dicho señorío, no en vano su escudo fue adoptado por dicha localidad.

Archivo Municipal de Orihuela.

El de Sans, es de la segunda mitad de dicha centuria y se debe a Joseph Sans, Capellán del Patronato Real de la Catedral fallecido en 1672.

Archivo Catedral de Orihuela. Archivo Municipal de Orihuela.

El de las Brujas, es una mala interpretación del título que aparece en los padrones del XVII «carrer de les Bruxes» es decir de los Bruges, como bien cita Ojeda Nieto. Se refiere a un apellido cuyo propietario no puedo concretar por el momento.

Archivo Municipal de Orihuela.
Archivo Municipal de Orihuela.

Tampoco he conseguido documentar el de Comedias a pesar de su reciente titulación. Parece ser que a comienzos del XIX, época en la que adquirió ese nombre, se utilizó como corral de comedias.

Fotografía Ajomalba.

A espaldas de la casa de Portillo, encontramos la que fue casa de Timor, con puerta a las dos calles. La siguiente es un solar que tan sólo conservaba  un valioso arco gótico rectificado en el XVIII.

Fotografía Ajomalba.

En la primera mitad del XIX, albergó a Tomás de Vea, Chantre de la catedral. Fallecido este pasó al notario Ramón Amat Sempere, en copropiedad con sus hermanos Justo y Caralampio. En la actualidad las tres fincas pertenecen a la Caja Rural Central.

A la derecha, rebasada la trasera del palacio de Pinohermoso, figuraban dos casas que en la primera mitad del XIX pertenecían a Matías Sorzano. La que linda con el callejón fue reedificada a comienzos del siglo XX.

La otra se convirtió en un moderno edificio de oficinas, propiedad de la misma entidad oriolana. A fondo a la izquierda, junto a la peña, existía una callejuela actualmente cegada. Nombrada como Pedrera de Viol, daba paso a la calle de Timor.

Fotografía Ajomalba.
Archivo Municipal de Orihuela.

Aquí vivió Matías Alonso, el de la «Pedrera de Matías«. La imagen anterior es de un reparto de 1731.

Casa Carrió.

En el hueco del corte que propició dicha pedrera, se edificó una casa. En 1763, Joaquín Rodríguez Múnera, contador de la ciudad, cedió la casa recién construida a la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad con opción de compra, para que instalasen en ella un hospital.

Archivo Municipal de Orihuela.

Segregado del de San Juan de Dios, su estancia fue breve. Al no llegar a un acuerdo económico se trasladaron al Barrio Nuevo y allí se emplazó el llamado Hospital de la Caridad.

A partir del siglo XIX, la casa de Rodríguez Múnera pasó a ser conocida como casa Carrió, por ser sus propietarios el médico Juan Carrió Grifoll y sus descendientes.

Archivo Municipal de Orihuela.
Coque Celdrán Sánchez.
Jorge Belmonte Bas.

Por caprichos del destino,  la reedificaron en 2007 para que dos siglos y medio después albergase de nuevo la llamada «Casa de la Caridad».

La hornacina que conserva, nos recuerda que el citado Rodríguez Múnera, colocó en ella un lienzo de Nuestra Señora de las Angustias.

Ajomalba. Jorge Belmonte Bas.

A la derecha tenemos la travesía y calle de Masquefa. En marzo de 1861, la comisión nombrada para el arreglo del nomenclátor, numeración de casas y rotulación de calles, encontró tres calles que carecía de nombre; y creyó muy oportuno dárselo para que en lo sucesivo se les designase con nombre propio en documentos públicos y estadísticos.

La que había en el cuartel del centro, en lo que se llama espaldas de la calle Comedias, que se le denominase Calle de Masquefa «por ser nombre muy reputable y antiguo en la población».

Fotografía Ajomalba.

Hasta el siglo XVIII, la calle que recordaba a este poderoso linaje cuyo máximo exponente fue Jaume Masquefa, señor de La Daya, era como ya citamos en su momento la actual calle Meca; junto a Santa Justa. La nueva ubicación, pegada a la sierra, era algo más problemática.

En mayo de 1917, la prensa integrista calificaba como «lupanar al aire libre» el callejoncito que unía la calle de Masquefa con la de Comedias, al lado de la Caja de Socorros de Nuestra Señora de Monserrate; «un retrete al descubierto».

José María Pérez Basanta.

Y así terminamos con la calle de la Feria y sus numerosas traviesas.

Fin de la Calle de la Feria.

Antonio José Mazón Albarracín. (Ajomalba).

Mi agradecimiento a Jorge Belmonte. Publicado en 2006. Ampliado en 2008. Ampliado en 2018. Adaptado en 2022.

El Oratorio Festivo de San Miguel.

Archivo Oratorio Festivo.

El Oratorio Festivo de San Miguel.

Convertida en Seminario la ermita de San Miguel en el siglo XVIII, en la centuria posterior los vecinos del Barrio homónimo levantaron una nueva ermita dedicada al arcángel.

Estaba situada en parte del solar que ocupa el actual Colegio Diocesano Oratorio Festivo de San Miguel.

Para ello utilizaron dos casas donadas por la viuda de un tal Mariano Casanovas y sufragaron su construcción con ayuda de rifas y limosnas.

Por último compraron una imagen de San Miguel, bendecida por el obispo Victoriano Guisásola en 1878.

En 1918, el sacerdote Juan Torres Silva, colocó en la ya deteriorada ermita una imagen de María Auxiliadora y comenzó a construir aulas.

Antigua Ermita de San Miguel de la Peña en 1919. Archivo Oratorio Festivo.

Así nacía el Oratorio Festivo, al que la antigua ermita sirvió de capilla hasta el 10 de mayo de 1925.

Profesores del Oratorio Festivo con el fundador, Juan Torres Silva en 1920.

Juan Torres fue trasladado a Sevilla en el verano de 1927. Oficialmente por motivos de salud. Pero nunca quedó claro.

El siguiente texto es obra de José Ruiz Cases «Sesca»:

Juan Torres Silva llegó a Orihuela con su madre. Y subió a la Peña, cobijo de los «Cararrajadas» de Miró, de la pobreza extrema instalada en casuchas y covachas.

Puso orden en la paridera de la sierra, estableció familias y matrimonios. Y se puso a construir el Oratorio. Escuela y pan. Banda de cornetas, imprenta… vivir y filosofar.

Lo primero el pan… y el otro pan, que no solo de pan vive el hombre. Diez años después de su llegada, don Juan era gente en Orihuela.

El cura era apuesto, culto. No tenía demasiados problemas para concitar la simpatía de las mujeres pudientes.

El dinero de éstas iba a la olla grande de su vocación. Acudía a su casa gente de otros lugares. Nadie salía sin comer.

Su comportamiento dejaba en evidencia a cierto clero pegado a privilegios y canonjías. Celos y envidias. El hacha no tardó en llegar.

El obispado desterró a don Juan. Lo impidió la gente,  pese a los culatazos de la Guardia Civil.

Juan Torres Silva y la primitiva banda del Oratorio.

El segundo intento se produjo de madrugada. «El Día» de Alicante insertó este anuncio:

En Orihuela, un sacerdote ejemplar, digno émulo de su padre don Bosco, ha salido a deshora de la ciudad.

Los hijos de la desgracia, los favorecidos por el amor del hombre bueno, fueron en manifestación al Palacio episcopal pidiendo la vuelta del sacerdote.

El pueblo dice que se ha cometido con él una injusticia. Vox populi, vox dei.

Juan Torres Silva junto a sus antiguos alumnos del Oratorio.

Volviendo al edificio, en 1929 el estado ruinoso de la capilla obligó a demolerla por el peligro que ofrecía. Su imagen original desapareció durante la Guerra Civil.

Alumnado del Oratorio Festivo durante la Segunda República. Mi agradecimiento a María Genovés Cánovas
Alumnado y profesor del Oratorio durante la II República. Archivo Oratorio Festivo.
Colección Javier Sánchez Portas

Al acabar la contienda, dos religiosos de sobra conocidos se encargaron de reedificar y ampliar el modesto edificio derribando algunas casas: su presidente, el futuro obispo de León, Luis Almarcha Hernández; y su director,  Antonio Roda López.

Profesores y alumnado Curso 1940-41. Archivo Oratorio Festivo.
El Oratorio en construcción. Archivo Mariano Pedrera.
Archivo Oratorio Festivo.

De Luis Almarcha tenemos una biografía a la que se accede pinchando su fotografía.

Luis Almarcha Hernández. Enlace a biografía.

En cuanto a don Antonio Roda, dejaré sólo unas pinceladas.

Antonio Roda López. Colección Esteban Sanmartín Alonso.

Antonio Roda López nació el 21 de Mayo de 1909. Cursó sus estudios en el Seminario de Orihuela. 

Ordenado en Valencia en abril de 1933, ese mismo lo nombraron subdirector del Oratorio Festivo. En octubre de 1934 fue ascendido a director.

Antonio Roda.

Durante la Guerra Civil permaneció oculto. Acabada la contienda, Antonio Roda hizo del Oratorio el motivo de su vida.

Creó su banda de música, la escuela de imprenta y encuadernación, fundó y dirigió la Tuna Oriol.

Don Antonio Roda y su banda.
Don Antonio Roda. Detrás, de izquierda a derecha: Don Tomás, Don José María y Don Jaime. Colección Esteban Sanmartín Alonso.
Festejos y actos con motivo de la inauguración de la Iglesia de María Auxiliadora del Oratorio Festivo finales de Abril de 1960. Fotografía: Juan Fenoll Villegas. Archivo: Oratorio Festivo.

Nombrado canónigo de la Catedral, concejal honorario, arcipreste e hijo predilecto.

Los oriolanos de cierta edad, recuerdan el dicho «pides más que Don Antonio Roda».

Archivo Familia Zerón Huguet.

A fuerza de donativos consolidó esta auténtica institución educativa por la que pasaron varias generaciones de oriolanos, cuyo nombre permanece en el moderno colegio que ocupa su lugar, inaugurado en noviembre de 2004.

Oratorio Festivo. 15 de marzo de 1985. Archivo Daniel Abellán Felices.

Falleció el 26 de marzo de 1984 a los 74 años de edad.

Monumento a Antonio Roda. Víctor Sarabia Grau

Antonio José Mazón Albarracín. (Ajomalba)

Galería fotográfica del Oratorio Festivo.

Salón de actos y cine del Oratorio Festivo de Orihuela. Antonio Guzmán Colomina Riquelme.
Comedor. Archivo Oratorio Festivo.
Alumnado del Oratorio en los años 50.
Inauguración pistas San José Obrero. Colección Esteban Sanmartín Alonso
18 de marzo de 1977. Falla en el Oratorio Festivo y claustro de profesores. Fotografía: Emilio Luis Gil Soto, Archivo: Francisco Cordones Navarrete. En Fotos antiguas de Orihuela.
Claustro del Oratorio Festivo: de izquierda a derecha y de arriba a abajo: Francisco Pérez, Carmelo Illescas, Francisco Gas, Jaime Barber (hijo), Esteban Sanmartín Alonso, Jaime Barber (padre), Francisco Martínez, Carmelo Sánchez Costa, Francisco Cordones, Manuel Mortes Casanova, Jaime Verdú, Jose Antonio Muñoz Grau, José Botella y Antonio García Miralles. Los curas: Manuel Cagigal y Antonio Roda. Colección Esteban Sanmartín Alonso
Año 1979/80. De izquierda a derecha. Sentados: Francisco Soler, Carmelo Illescas, Jaime Barber (padre), Don Antonio Roda, Francisco Cordones, José Botella y Francisco Pérez. De pie: Esteban Sanmartín, Antonio García, Manuel Mortes, Jaime Verdú, Francisco Martínez, Carmelo Sánchez, José Antonio Muñoz Grau, Jaime Barber (hijo) y Pepe, el conserje. Arcivo José Manuel Dayas. 
Curso 1980-1981 Oratorio Festivo. Colección José Antonio Muñoz Grau
Curso 1981-1982. Archivo Oratorio Festivo.
En el comedor. Archivo Oratorio Festivo.
Claustro del Oratorio frente a la famosa cueva en 1985 aproximadamente. Gentileza de Luis Mirete
Antonio Roda con alumnos Oratorio Festivo años 80. Don Francisco Gas y el «incombustible» Don Carmelo Illescas. Archivo Oratorio Festivo.
Antonio Roda con alumnos Oratorio Festivo años 80. Colección José Jaime Verdú Simón
Archivo Oratorio Festivo.
1993. Alumnos Oratorio Festivo 5° EGB. Susi Celdrán Sánchez
Banda Auxilium y Unión Lirica Orcelitana en la Semana Santa de 1966. Colección Esteban Sanmartín Alonso
Patio del Oratorio Festivo. Banda de Cornetas y Tambores «Domingo Savio». Colección Alberto Zerón Huguet .
Banda de Cornetas y Tuna del Oratorio Festivo en la puerta de Monserrate, 1964.
Banda Auxilium y ULO en el puente de Poniente 1966. Fotografía Juan Fenoll. Colección Esteban Sanmartín Alonso
Banda Auxilium y ULO en el puente de Poniente 1966. Fotografía Juan Fenoll. Colección Esteban Sanmartín Alonso
Colección Javier Sánchez Portas
Colección Javier Sánchez Portas
Colección Javier Sánchez Portas
Colección Javier Sánchez Portas
Colección Javier Sánchez Portas
Colección Javier Sánchez Portas
Colección Javier Sánchez Portas
Colección Javier Sánchez Portas
Colección Javier Sánchez Portas
Colección Javier Sánchez Portas
Colección Javier Sánchez Portas
Colección Javier Sánchez Portas
Colección Javier Sánchez Portas
Colección Javier Sánchez Portas
Banda Auxilium del Oratorio Festivo de Orihuela. Roberto Almansa Vives

La Calle de Colón.

Ajomalba. 2017.

La calle de Colón.

La calle de Colón desde el Puente de Poniente. Colección Javier Sánchez Portas.

En cada aniversario de la llegada de Colón a América, una de nuestras calles cumple años: la que lleva su nombre, la calle de Colón.

Inaugurada el 16 de octubre de 1892, cuando todavía no existía, las circunstancias de este bautizo nonato demuestran que la imprevisión y falta de recursos de nuestro Ayuntamiento es un mal que arrastramos desde tiempos inmemoriales.

Hasta entonces, la bajada del Puente de Poniente era lo que hoy llamaríamos un punto negro en la circulación. En una zona tan transitada, la pronunciada pendiente combinada con el violento giro hacia la calle del Ángel provocaba frecuentes accidentes entre carruajes y algún que otro atropello a los peatones.

Anotaciones sobre Plano Villanueva.

Tratando de solucionar de una vez el problema y mejorar el ornato público en una zona tan sensible, el Ayuntamiento adquirió dos casas en la calle Mayor y otra en la de la Feria para ser derribadas abriendo un acceso directo a la de la Feria, la vía que formaba parte de la carretera Alicante-Murcia.

La cercanía del cuarto centenario del descubrimiento de América puso en bandeja a las autoridades municipales oriolanas una ocasión para dar brillo especial a esta apertura. La llamarían Calle de Colón y así lo anunciaron públicamente.

El independiente. 10 de octubre 1892: AYUNTAMIENTO. Sesión del 9 de octubre de 1892. Autorizar al Sr. Presidente para que solemnice en la forma que tenga por conveniente la fecha del IV centenario del descubrimiento de América, y que la calle que ha de abrirse desde la calle Mayor a la plaza de Caturla, se denomine de Colón en memoria de aquel grande acontecimiento.

El sábado quedó definitivamente convenido el precio que se le ha de dar al señor Candela por la casa en la que se ha de producir la reforma que tanta falta hace para el ensanche de la calle, y para que los carruajes puedan transitar con más facilidad. Según nuestras noticias muy pronto empezará el derribo.

A pesar de las penurias económicas de aquellos años, por todo el país se celebraron eventos relacionados con la gesta de Colón: publicaciones, congresos, conferencias, exposiciones, etc.

Carteles IV Centenario del descubrimiento de América.

Para conocer de primera mano lo que pasó durante aquellos días en Orihuela, usaremos principalmente «El Independiente», diario local muy critico con el Ayuntamiento que circulaban por aquellas fechas. Y también alguna noticia del semanario «El Pueblo», mucho más favorable al Consistorio.

El martes, víspera de la Virgen del Pilar, «El Independiente» dedicó un amplio artículo a Colón y su histórica gesta; mencionando que Murcia también había dedicado al insigne marino la antigua calle de la Alameda.

El independiente. 11 de octubre de 1892.

Orihuela no podía ser menos. Para conmemorar el cuarto centenario del descubrimiento, ensalzado por el Papa León XIII en una encíclica, el obispo invitó al Ayuntamiento a una gran ceremonia que celebrarían el domingo 16 de octubre en la Catedral.

El Consistorio se unió a la celebración aportando la banda municipal e invitando al vecindario para que mostrase colgaduras e iluminaciones en sus balcones.

La calle de Colón desde la calle del Ángel. Colección Javier Sánchez Portas.

A dos días del evento, la calle de Colón seguía siendo un proyecto en fase de derribo. De las casas adquiridas para formarla, una se mantenía todavía en pie por impago al propietario.

Tras muchas prórrogas y con ayuda económica de los vecinos que mejoraban sus propiedades, el viernes 14 anunciaron un acuerdo con el señor Candela para demoler su vivienda.

Un redactor de «El Independiente» apodado «Armengolito» comenzó a sembrar dudas y denunció que, en la urgencia, habían destinado a la calle de Colón unos adoquines adquiridos para la del Ángel.

El independiente. 15 de octubre 1892: Cartas municipales. Mi querido: D. Atanasio: Me han asegurado que tiene V. en proyecto grandes mejoras, entre las que entra la apertura de la futura calle de Colón, por más que todos aguardábamos el miércoles pasado con verdadera ansiedad, esperando ver confirmado el rumor de que la demoledora piqueta comenzaría ese día a derribar los edificios llamados a desaparecer para la apertura de la referida vía, y estamos ya en sábado y no solo continúan en pie sino que comienza a susurrarse que no hay nada de lo dicho por más que yo no lo creo…

También me han contado algo relacionado con unos adoquines que ahora después de traídos a nuestra ciudad, resulta que se quedan, no en el aire por que se caerían, pero sí sin ser colocados en la calle del Ángel para cuyo adoquinado parece se ordenaron traer. Pero yo no he creído esto, o todo lo más, caso de ser cierto, supongo que esa mejora la reserva V. para una vez conseguido tenga Colón una calle en nuestra ciudad. ¿Verdad que he acertado y que lo demás son solo habladurías? Su affmo. «Armengolito».

No había tiempo material ni para adecentar el terreno; pero, a pesar de todo, el sábado se publicó el programa de fiestas del centenario y éste incluía la inauguración de la calle de Colón por parte del obispo. Le acompañaría el Ayuntamiento entero, el Cabildo de la Catedral, autoridades civiles y militares, diputados provinciales, representantes de la prensa y demás invitados a la ceremonia.

El independiente. 15 de octubre 1892: FIESTAS DEL CENTENARIO EN ORIHUELA. La comisión encargada de las fiestas del Centenario en nuestra ciudad, nos ha facilitado el siguiente programa de las mismas que tendrán lugar en el día de mañana.

1º Al amanecer, diana por la banda de música municipal. 2º A las 10, se trasladará el Ayuntamiento, precedido de la banda municipal, desde las Casas Consistoriales, a la Santa Iglesia Catedral para asistir a los solemnes cultos con que el Cabildo Catedral conmemora aquella gloriosa fecha, pronunciando la oración sagrada el M. I. Sr. Canónigo Magistral D. Francisco Cotau; terminando tan solemne acto religioso con un «Te Deum» a grande orquesta.

3º A las 11 y media, el Ayuntamiento acompañado del Ilmo. Sr. Obispo de la diócesis, Cabildo Catedral, autoridades civiles y militares, diputados provinciales, representantes de la prensa y demás invitados, se trasladará desde la Santa Iglesia Catedral, a la calle del Ángel, con objeto de descubrir la lápida de la calle que ha de llevar el nombre del insigne marino genovés, operación que ejecutará nuestro ilustrísimo Prelado, amenizando el acto la banda municipal.

4º A las 12, comidas a los enfermos del Hospital, a los que se servirá el siguiente menú: Sopa cubierta, Cocido, Pavo en pepitoria, Arroz con leche. 5º A las 12 y media, comida a los asilados de la Casa de Beneficencia, a los que se servirá el siguiente menú: Sopa, Cocido, Guisado de pava, Frutas y dulces. A todos estos actos concurrirá nuestro Ilmo. Prelado, disolviéndose la comitiva terminados que sean estos, en la puerta del Palacio Episcopal.

«El Independiente» advirtió de lo ridículo que podría resultar descubrir con tanta pompa la lápida de Colón en un solar indecente, entre escombros y restos de las casas derribadas. Pero el Ayuntamiento siguió adelante.

El independiente. 15 de octubre 1892: Pero como habrán notado nuestros lectores, lo que verdaderamente es monumental, excepcional y archi notable es aquello de descubrir la lápida de la calle de Colón. Rompe cabezas, ¿Dónde está la calle?

Porque no creemos quiera hacérsenos pasar por tal el solar feo e indecente que existe en el sitio que ocuparon las casas de Candela y Portillo. Vamos hombre, que la cosa resulta de lo más chusco que darse puede. Y para tal acto se ha invitado a nuestro Ilmo. Prelado, al Cabildo Catedral, a las autoridades civiles y militares, a los diputados provinciales por esta circunscripción, y por poco por poco no invitan hasta a nuestro diputado a Cortes, al gobernador de la provincia y al presidente del Consejo de ministros.

Después de todo, empeñados en hacer una plancha, han hecho bien, cuanto más grande mejor. Aunque francamente bien mirada la cosa, no merece calificarse de plancha. Sino de una humorada en la que los invitantes parece como si quisiesen tomar el pelo o quedarse con los invitados. Porque resulta aquello de bautizar la criatura antes que nazca.

¿No podría haberse suprimido este número del programa, aunque solo sea porque si entre nosotros hay aquel día algún forastero no lleve que contar tales cosas de Orihuela? Válganos Dios Señor, y qué ocurrencias más desdichadas tienen algunos hombres. Pero es lo que se habrán dicho. Para algo somos notables. Poner nombre a una calle que exista lo hace cualquiera. Y nosotros no podemos hacer vulgaridades.

La Calle de Colón. Colección Javier Sánchez Portas

El domingo 16 numeroso gentío ocupaba la calle del Ángel y la bajada del puente para presenciar el acto de inauguración de una calle que nadie veía. En el centro del solar lleno de ruinas habían colocado unos palos vestidos con telas sosteniendo un cuadro cubierto por unas cortinas.

Acabada la ceremonia religiosa en la Catedral, autoridades e invitados precedidos por la banda municipal se trasladaron al solar para descubrir una lápida que llevaría para siempre el nombre del «insigne marino Genovés». Para no hacer mucho el ridículo la ceremonia fue muy breve; sin aplausos ni palabras oficiales; «un triste homenaje a Colón».

El independiente. 17 de octubre 1892: Las fiestas del Centenario en nuestra ciudad fueron tal y como las supusimos después de enterados del programa. Lo único bueno que hubo fue la fiesta religiosa preparada por nuestro muy ilustre Cabildo Catedral.

Numeroso gentío ocupaba desde las 11 de la mañana parte de la calle del Ángel, y hasta la mitad del puente de la calle Mayor con objeto de presenciar el acto de la inauguración de lo que con el tiempo y si Dios quiere será calle de Colón.

Dos palos vestidos de tela azul y blanca y ostentando gallardetes y escudos se destacaban en el centro del solar de la casa de Candela, sosteniendo un cuadro de cerca de un metro de ancho con esta inscripción: «Calle de Colón», cubierto por unas cortinas.

Al llegar la comitiva frente a este «tambalache», la banda municipal batió la marcha real y el Sr. Cubero puso en manos de nuestro Ilmo. Prelado el cordón que descubría el cuadro que arriba describimos, continuando la comitiva, una vez descubierto el antedicho cuadro, su marcha en dirección al Hospital.

El público sin duda aguardaba algo más de tan solemne inauguración, puesto que quedó frío… tan frío casi como nuestro alcalde que se circunscribió a tocar el cordón descubridor. Ni un aplauso, ni una muestra de asentimiento, ni una palabra oficial. ¡Pobre Colón!

Decididamente, hubiese resultado más la cosa si se hubiese suprimido del programa, siguiendo nuestro consejo, esta inauguración que ha resultado no solo extemporánea e intempestiva, sino ridícula.

El lunes «El Independiente» se mofó a placer de la esperpéntica ceremonia, afirmando que la calle de Colón había existido ocho o diez horas en un letrero; y se preguntaban cuánto tardaría en nacer la criatura bautizada.

El independiente. 17 de octubre 1892: La nota dominante del día fue ayer las fiestas del Centenario. Por más que ya de ellas nos ocupamos, aunque a la ligera en otro lugar, la inauguración de la nonnata calle de Colón merece párrafo aparte. Porque bien es verdad que desde el primer momento predijimos que la cosa resultaría un desastre, pero la realidad superó nuestras predicciones.

Entre dos grandes montones procedentes del derribo de las casas de Candela y Portillo, estaba colocado el cuadro con el título de la calle que, aunque todavía no ha nacido, existe en la mente de nuestro accidental alcalde el cual la dará a luz lo antes posible sin duda alguna, porque después de bautizada, no debe ya caberle en la cabeza.

Numeroso público acudió a presenciar el acto, y antes de que se descorriesen las cortinas nos preguntaba un forastero: Escuche V. señor mío ¿Qué hay detrás de esa cortina? ¿Acaso algún anuncio para la venta de todos esos materiales al rededor amontonados? Pero una vez descorrido el velo, se dio mi buen hombre a buscar la calle que le anunciaban y que no veía por ninguna parte; y fue a dar con un cuartito bastante escusado que en pie ha quedado de los derribos hechos…

¡Valiente calle han dedicado a Colón! —Es que la calle han de abrirla todavía, le dijimos nosotros. — Pues bien podían haber, para después de abierta, guardado la dedicatoria, porque por ahora esto no es calle es una porquería. La calle de Colón ha existido ocho o diez horas en letrero. Veremos ahora cuánto tarda en existir de hecho, en nacer o sea la con tanta anticipación bautizada criatura.

Durante toda la semana el asunto continuó apareciendo en la prensa para escarnio del Ayuntamiento.

El independiente. 19 de octubre 1892: Hace cuatro días que se inauguró oficialmente la futura imperfecta calle de Colón y todavía no han comenzado los derribos para abrirla ni se sabe cuándo comenzarán. ¿Verdad que tendría muchísima gracia que después de inaugurada la calle y haber hecho la ceremonia de descubrir el cuadro resultase que se quedaba la calle en proyecto? Pues de menos nos hizo Dios.

El independiente. 20 de octubre 1892: Hace unos días que tenemos en Orihuela oficialmente inaugurada una nueva calle. Calle que, aunque se vuelva uno mico, es imposible que pueda dar con ella, sino se la busca en la cabeza de nuestro alcalde accidental…

Todo el mundo esperaba, y así se nos aseguró a nosotros que, al día siguiente de la inauguración, comenzaría la apertura, pero pasan días y más días; las cosas continúan «in statu quo», el ridículo crece y la calle de Colón inaugurada con tanta precipitación y cuya apertura nadie ve tal vez posible en mucho tiempo, se convierte en la fábula del día y es el tema cómico de todas las conversaciones…

La derribada casa de Candela costó al municipio cinco mil pesetas; y la que queda en pie está ajustada, si nuestros informes son verídicos, por cuatro mil… Con estas nueve mil pesetas, tendremos aquel trozo de calle del Ángel, metido a la línea de la calle Mayor y nada más; falta todavía dinero para expropiar una casa de la calle de la Feria, pagar el solar de la de Portillo, y dos o tres trozos de otras casas que es necesario derribar para que la proyectada calle quede formada…

Colección Jesús Rodríguez Tejuelo.

Por fin, a mediados de noviembre, procedieron a trazar la línea a la que había de sujetarse la nueva calle, que fue alineada en anchura y dirección con la de San Agustín. Y buscando el equilibrio, trataron de formar una plaza análoga a la de Cubero en la margen izquierda del Segura.

El independiente. 17/18 de noviembre 1892: Ayer, con asistencia del Sr. Alcalde accidental, bastante número de concejales y grande de curiosos, se procedió a trazar la línea a que ha de sujetarse la nueva calle de Colón. La calle resultará de 7’80 metros de ancha y en su alineación se ha tenido en cuenta la de la calle de San Agustín.

En la tarde del miércoles se reunieron frente al solar de lo que fueron casas de Candela y Portillo, con objeto de trazar la línea definitiva a que ha de sujetarse la futura calle de Colon… Se hizo un trazado lógico, tomándose como punto de partida la anchura y dirección de la calle de San Agustín.

De esta manera, más tarde o más temprano, cuando haya ocasión para ello, con solo meter hasta metro y medio la casa del Sr. Cartagena, será la nueva vía continuación de la calle de San Agustín, formándose a la margen izquierda del Segura, junto al puente viejo, una plaza análoga a la plaza de Cubero.

Las protestas de «El Independiente» continuaron a cuenta del estorbo que producía el derribo en la calle de la Feria y de la arbitraria venta de los materiales sin mediar subasta.

El independiente. 23 de noviembre 1892: La plaza de Caturla está convertida en almacén del maderamen y herraje procedente del derribo de la casa que por cuenta del ayuntamiento se derriba en la calle de la Feria para la apertura de calle de Colón. Quien ha de dar luz, da humo. ¿Tiene acaso el ayuntamiento más derecho que un particular a interceptar la vía pública con estos chismes?

Con motivo de la venta de los materiales procedentes de los derribos de la casa de Candela propiedad del Ayuntamiento, parece que tuvo el alcalde un altercado ayer con un vecino que deseaba adquirir parte de aquellos al celebrarse la oportuna subasta, y se encontró con que los materiales se los llevaban (sin haber mediado subasta y sin otra razón que estimarlo oportuno el alcalde) el regidor Síndico y otros particulares, sin que él, que tenía derecho a ellos con su dinero como otro cualquiera, pudiese aprovechar la ocasión que la venta de los materiales referidos podía ofrecerle de comprarlos baratos para una obra que proyecta…

El semanario «El Pueblo», más benevolente con el alcalde, hacía hincapié en el ornato de las fachadas que deberían observar los vecinos de la nueva calle.

El pueblo. 28 de noviembre 1892: Felicitamos sinceramente a D. Atanasio G. Cubero por haber adquirido una casa de la calle de la Feria cuyo derribo parcial es necesario para la apertura de la calle de Colón.

El anterior dueño de la finca de referencia tenía ofrecido el trozo de ella que fuese necesario para la citada vía y a última hora presentaba dificultades para cumplir sus espontáneos ofrecimientos. El Sr. Cubero, dueño actual de la mencionada casa, cede al municipio lo que necesita para trazar la futura calle…

A propósito: ¿No se va a obligar a los propietarios de las casas de la calle de Colón que construyan fachadas, al menos cuando lleven a cabo en aquellas algunas reparaciones? Lo preguntamos porque como hemos visto que se están poniendo balcones y rejas en espaldas (hoy pechos enlucidos) de casas que se están burlando del ornato…

Años después construyeron los dos preciosos edificios que la flanqueaban; de los que sólo uno se conserva: el de Juan Villaescusa, edificado en 1914.

Edificio Villaescusa en los años 30 del siglo XX. Archivo Ajomalba.

En la actualidad Colón no tiene rótulo; he ahí la paradoja; nació como un rótulo sin calle y ahora es una calle sin rótulo. Sirva esta historia, extraída, adaptada y ampliada de uno de mis artículos publicado en 2006, para reivindicar una placa decente para la Calle de Colón; aunque no la descubra el obispo.

Como anexo final, me ha parecido curioso una especie de programa de fiestas que, en tono de humor, imaginó un redactor de «El Pueblo» quince días antes de la celebración.

Antonio José Mazón Albarracín. (Ajomalba 2017).

«El Pueblo». 1 de octubre de 1892.

El pueblo. 1 de octubre 1892: FESTEJOS. Celebrados el día 16 de los corrientes por el Excmo. Ayuntamiento con motivo del IV Centenario del descubrimiento de América. A la una de la mañana. Todos los serenos cantan la hora y en las arcas municipales entran y salen las ratas como Pedro por su casa.

A las dos. El simpático «Colasillo» da la séptima vuelta por los puentes. Repetición del coro de serenos. A las tres. D. Atanasio le da un repaso a la perorata que ha de pronunciar más tarde al bautizar a un solar con el nombre de calle de Colón. A las cuatro. El alcalde da una cabezada y el sereno del barrio entona un himno al genovés que empieza: «¡Ave María Purísima!» y termina: «¡Sereno!». El concejal de semana va a la plaza, a ver si se pesca alguna falta, teniendo en cuenta la grandeza del hecho que se conmemora y contra su costumbre.

A las cinco. Repique de campanas, misas en varias iglesias, escasa gente por las calles y solemne salida del sol. A las seis. Mozas de servicio dirigiéndose a lo que llamamos plaza de Abastos. Echan su parrafito sobre el zarandeado D. Cristóbal. A éste, unas lo hacen fraile, otras «monjo» y las más le llaman inventor del cacao y del café. A las siete. Dan los relojes esta hora y el número de domésticas «transeúntas» va en aumento. El sol también alumbra a esta hora, con más fuerza que en las anteriores.

A las ocho. Empieza a verse por los balcones alguna colgadura. A las nueve. Las colgaduras aumentan un poco y Colón corre de boca en boca dando ocasión a que se digan muchas tonterías por algunos sabios. Un concejal dice muy formal que en 1492 era capitán general de la isla de Cuba Martínez Campos y que vino a Orihuela a proponer un ayuntamiento de notables. Varios concejales se prueban el frac y por estarles estrecho no van a ninguna parte.

A las diez. El alcalde, cuatro concejales y el secretario municipal se dirigen a la Catedral con acompañamiento de guindillas, maceros, músicos y curiosos. Gran función religiosa que resulta la única solemnidad que ha tenido lugar en honor de Colón. A las once «Te Deum» en él citado templo del cual sale una procesión cívica que se dirige a los establecimientos benéficos para asistir a las comidas que se dan a los recogidos en ellos.

Al pasar por una obra, el alcalde pone en manos del Ilmo. Sr. Obispo un cordón después de dedicar sentidas (y no sentidas) palabras al pueblo allí presente para mayor gloria del héroe que se festeja. Nuestro queridísimo prelado, descubre un cuadro que dice: «Calle de Colón». Por el pequeño tamaño del marco no se ha podido colocar en él esta otra inscripción: «Aquí se va a construir una calle que cuando se termine será bautizada con el glorioso nombre de Colón».

A las doce, repique en todas las iglesias como de ordinario. Comida a los enfermos del Hospital. El sol está alto para mejor alumbrar, según ha dispuesto el Excmo. Ayuntamiento. Comida a los asilados en la Casa de Beneficencia. A la comisión del ramo se le abre la boca de apetito. Comprendida la indirecta por los concurrentes al acto, se va cada uno a su casa. A la una de la tarde. Gran comida general. La Corporación municipal dispone, por falta de un local capaz, que cada vecino coma en su propia casa. Hay excepciones.

A las dos. Hace un poco de calor atmosférico para que no falte calor del otro a estos festejos. A las tres. Colón suda el quilo al ver nuestro entusiasmo. A las cuatro. Paseo. El que quiere compra una «perrica» de torraos. A las cinco. Continúa el paseo. Llega el tren. procedente de Murcia. En la estación ferroviaria, los andenes que a ella conducen y la Glorieta, poca animación. A las seis. Sigue el paseo. Llega el tren de Alicante. Anochece. Se enciende el petróleo público.

A las siete. Partida de billar en el Casino jugada por dos individuos que no saben ya qué hacer para honrar a Colón. En algunos balcones, pocos, aparecen faroles del tiempo de Colón. A las ocho, cena siguiendo los mismos trámites que en la comida. Debut de una pésima compañía infantil en nuestro teatro. A las nueve. Los que están en el teatro pierden la poca afición que tienen por esta clase de diversiones.

A la diez. Aburrimiento general y salida de los serenos. Algunos beodos aparecen por las calles. A las once. Los del teatro se «divierten». Se acuerda por unanimidad que cada cual se marche a su cama. A las doce. Terminación de estas fiestas.