Todas las entradas de: admin

Apuntes biográficos: Juan Maura y Gelabert.

Juan Maura Gelabert

Juan Maura y Gelabert.

Nacido en la ciudad de Palma de Mallorca el 12 de mayo de 1841, era hijo de Gabriel Maura Gelabert y Catalina Gelabert Samsol.

Huérfano en edad muy temprana, sus tíos Bartolomé Maura Gelabert y Margarita Montaner, padres de diez hijos, se encargaron de su educación.

Bartolomé regentaba una fábrica de curtidos heredada de su padre, Gabriel Maura Sancho, el abuelo de nuestro biografiado.

En los bajos del edificio tenía los obradores donde se curtían y trabajaban las pieles; y en el piso superior vivía con su numerosa familia.

Juan se crio entre sus primos; en un ambiente de amor por las letras y la cultura en general.

Los cinco varones de la familia Maura Montaner destacaron en diversas facetas: Gabriel, escritor y poeta; Miguel, Rector del Seminario de San Pedro de Palma de Mallorca; Bartolomé, pintor, grabador y medallista; Antonio, famoso político presidente del Gobierno; y Francisco, pintor y dibujante.

Retrato autógrafo de Juan Maura y Gelabert, Madrid, 1887. Grabado realizado por su primo Bartolomé Maura.

Como su primo Miguel, nuestro biografiado optó por la religión ingresando en el Seminario de San Pedro de Mallorca.

En calidad de alumno externo cursó los estudios de Humanidades, Filosofía, Teología y Derecho Canónico.

Ordenado presbítero el 10 de junio de 1865, su primer destino fue la humilde parroquia de Biniamar, una aldea del municipio mallorquín de Selva.

Licenciado en Sagrada Teología en el Seminario Central de Valencia, alternó sus ocupaciones con la predicación en Palma, dándose a conocer como destacado orador de verbo florido y rico lenguaje.

En 1868, por acuerdo de la Diputación Provincial de Baleares, fue nombrado director del Hospital Civil de la Provincia y prior de la iglesia de dicho establecimiento.

Durante la Revolución de 1868 conocida como «La Gloriosa» fue castigado por las autoridades al negarse a jurar la Constitución de 1869.

La Crónica. Junio de 1886: Notas Biográficas: Fue nombrado por la Excma. Diputación Provincial, Director del Hospital civil de las Baleares; pero el que había sabido conquistarse el cariño de los sencillos habitantes de Biniamar, que aun hoy le llaman su Vicario, no supo conquistarse la buena voluntad de los ilustrados patricios que por aquellos días gobernaban la cosa pública.

El Sr. Maura fue una víctima de la intransigencia revolucionaria; se le puso en la alternativa de jurar la Constitución del 69 o de perder el cargo que era su único medio de subsistencia; el sabio sacerdote optó por la miseria y no juró: de nada le valieron los servicios prestados, ni los méritos que le adornaban, ni las protestas de la opinión pública: la Diputación Provincial le declaró cesante.

Justa reparación de esta arbitraria medida, tan justa como aplaudida, fue su nombramiento para regentar la cátedra de Teología Moral en el Seminario conciliar de S. Pedro …

En 1871 pasó a ocupar una cátedra de Teología Moral y en 1876 obtuvo la canonjía lectoral de la Iglesia de Mallorca, simultaneando su anterior cátedra con la de Instituciones Bíblicas hasta que fue designado profesor de Teología Dogmática.

Destacado orador y escritor, antes de entrar en el cabildo, se encargó de la predicación cuaresmal obteniendo mucho éxito; por lo que sus discursos fueron publicados.

La Crónica. Junio de 1886: Notas Biográficas: Bastan para inmortalizar su nombre las Conferencias predicadas en la Santa Iglesia Catedral de Palma durante la cuaresma de 1874, que son un acabado, modelo de buen decir y de elocuencia cristiana.

Y el opúsculo titulado «Santa Teresa de Jesús y la crítica racionalista», obra premiada en el certamen celebrado en Salamanca el 15 de octubre de 1882 con motivo del tercer centenario de la muerte de la Seráfica Doctora, y que ha valido a su autor los sinceros plácemes de ingenios tan sobresalientes como el P. Miguel Mir S. J., y el insigne Menéndez Pelayo, orgullo de la ciencia española.

Santa Teresa de Jesús y la crítica racionalista. 1883. Maura y Gelabert, Juan. Obra premiada en el Certamen celebrado en Salamanca en 15 de octubre de 1882 con motivo del Tercer Centenario de la muerte de la Santa.

La Crónica. Junio de 1886: Notas Biográficas: Los mismos incrédulos y racionalistas que no dejan de acudir siempre y en gran número a los sermones del Sr. Maura, al oír rebatir desde el pulpito, con frase limpia y correcta, con poderosa y contundente lógica, los errores del filosofismo moderno, han tenido que confesarse vencidos por la irresistible fuerza de la argumentación que en manos del sabio y elocuente orador sagrado, destruye, y pulveriza los aparatosos sofismas de la impiedad, y no le deja ni siquiera un débil reducto en que guarecerse.

Y no ha sido el pulpito el único campo de los triunfos del Sr. Maura; la prensa católica lo cuenta como uno de sus más entendidos y valientes campeones.

Propagandista católico y autor de una gran obra intelectual colaboró también en algunas revistas como «La Unidad Católica».

Más filósofo que teólogo y dotado de una amplia cultura, en sus escritos trató de armonizar Ciencia y Religión.

En 1882 recibió el doctorado en Sagrada Teología y la licenciatura en Derecho Canónico en el Seminario Central de Toledo.

Fallecido el Obispo de Mallorca, en febrero de 1886 fue elegido Vicario Capitular de la Diócesis en Sede Vacante.

Tres meses después se rumoreaba su presentación para la sede de oriolana.

El Oriolano. 18 de mayo 1886: Ayer mañana marchó a Roma el señor Obispo de la Diócesis acompañado del señor secretario de Cámara del Obispado y del Ilmo. señor Marqués de Lacy.

La noticia de su traslado al arzobispado de Santiago, si bien no confirmada todavía de un modo oficial, se acentúa cada día más, indicándose para sucederle el señor Maura, canónigo lectoral de Palma de Mallorca (Baleares).

Las noticias particulares que se tienen de este señor convienen en que es persona de mucha ilustración autor de algunas obras filosóficas y de grandes dotes y merecimientos para el gobierno de una diócesis.

El Oriolano. 29 de mayo 1886: La Gaceta ha publicado el día 26 el nombramiento del señor D. Juan Maura Gilabert, canónigo lectoral de Palma de Mallorca (Baleares), para la silla episcopal de Orihuela.

El nuevo prelado es muy digno por sus virtudes y talentos de la alta dignidad de que ha sido investido, será preconizado tal vez en el próximo mes de junio y hasta el siguiente es probable que no se posesione de su diócesis.

El Oriolano. 1 de junio 1886: El nuevo prelado de Orihuela, señor don Juan Maura, ha dirigido un telegrama a los directores de los periódicos locales agradeciéndoles con expresivas frases la cariñosa felicitación de que fue objeto por parte de la prensa local.

La Crónica. 3 de junio 1886: El nuevo Obispo. Los periódicos de Madrid recibidos aquí el viernes último, nos dieron la noticia del nombramiento del señor D. Juan Maura Gelaber, canónigo lectoral de la Catedral de Mallorca, para ocupar la silla episcopal de esta Diócesis; nombramiento que será probablemente confirmado por Su Santidad en el próximo consistorio.

El Sr. Alcalde en nombre del excelentísimo ayuntamiento, dirigió un telegrama de felicitación al electo Obispo de Orihuela; y otro tanto hicieron los directores de los periódicos locales, recibiendo todos cumplida e inmediata contestación en los términos más afectuosos y corteses.

Preconizado en junio de 1886, fue consagrado en Madrid el 21 de septiembre.

El Oriolano. 11 de septiembre 1886: Ha salido de Mallorca con dirección a Madrid donde ha de ser consagrado del 15 al 20 del actual el señor Maura Gelabert, Obispo de esta diócesis. El señor Maura hará su entrada solemne en Orihuela a mediados de octubre próximo.

En el tren correo de hoy llega a Madrid el Obispo de esta diócesis señor Maura, a quien esperará en la estación el diputado por este distrito señor Capdepón.

La Crónica. 23 de septiembre 1886: Anteanoche se recibió aquí por telégrafo la noticia de haber sido consagrado el Obispo de esta Diócesis D. Juan Maura Gelabert, y ayer por la mañana se anunció al vecindario tan grata nueva con un repique general de campanas.

La Crónica. 30 de septiembre 1886: Como ya saben nuestros lectores, el martes 2 1 del actual se verificó en Madrid la consagración del limo. Sr. Obispo de Orihuela, D. Juan Maura y Gelabert.

La ceremonia se celebró en la iglesia de la Presentación con la solemnidad acostumbrada y con gran esplendidez y magnificencia ante una numerosa y escogida concurrencia, compuesta en su mayor parte de mallorquines y oriolanos.

Los puestos de distinción estaban ocupados por el Excmo. señor Ministro de Ultramar, padrino del señor Obispo; el Excmo. señor Subsecretario de Gracia y Justicia, Excmo. señor D. Antonio Maura, vicepresidente del Congreso, el señor Diputado a Cortes por Palma y los comisionados que de aquí fueron en representación del limo. Cabildo Catedral y del Excmo. Ayuntamiento.

Fue prelado consagrante el Nuncio de S.S. y asistentes los señores Obispos de Madrid y de Sigüenza.

Tomó posesión del obispado el 2 de octubre, en la persona del Deán de la catedral de Orihuela, Antonio Begué y Diego, haciendo su entrada en la diócesis el 17 de octubre.

El Diario de Orihuela. 18 de octubre 1886: Para hacer una pintura fiel y exacta del recibimiento dispensado ayer por Orihuela al Ilmo. Sr. D. Juan Maura y Gelabert, nuevo y dignísimo obispo de la diócesis, preciso fuera tomar tintas a la aurora, matices a las flores, luces al día y como claro oscuro del imposible cuadro, transformar en psíquicas condensaciones de apropiados colores los afectos del corazón y las emociones del alma.

Es más que las estruendosas aclamaciones de un pueblo y los vítores de la muchedumbre; algo más que el agitar del pañuelo de la linajuda dama y el sencillo saludo del rudo campesino que descubre la honrada cabeza, y algo más aún que las aparatosas fórmulas de las demostraciones del júbilo oficial y el bullicio de la populosa ciudad que se atavía y se engalana en sus grandes festivales.

En el apeadero. El público ansiaba ver a nuestro dignísimo Prelado y una hora antes que el tren especial llegara, ya una nube de gente bullía en los alrededores, en cuyo sitio por primera vez el Obispo de Orihuela iba a pisar el suelo de la Diócesis.

Una comisión de Callosa, compuesta por el Ayuntamiento y el Sr. Cura, otra de Redován también con el Ayuntamiento y Ecónomo, y dos individuos en nombre del ayuntamiento de Orihuela esperaban la llegada de S. I. A las 11 y 20 minutos llegó el tren especial que conducía a nuestro Ilmo.

Prelado y demás personas que le acompañaban; al apearse del coche, la muchedumbre prorrumpió en vítores y aclamaciones que se iban aumentando al paso qué el coche que lo conducía a la Mallorquina hallaba más nutridas y numerosas muchedumbres.

Orihuela, 17 de octubre de 1886. La calle de los Hostales engalanada para recibir al obispo Maura. Colección Antonio Luis Galiano Pérez.

En la Mallorquina. Galantemente invitados por el señor García Cubero, pudimos ver la belleza y gusto con que estaba adornada la deliciosa quinta que posee dicho señor, pues allí era el sitio designado donde debía ser recibido por el Ayuntamiento de Orihuela y demás corporaciones y comisiones, el dignó Prelado.

Además de los señores de la casa, tuvimos el gusto de ver a las señoras y señoritas de Javaloy, Germán, señora de Moreno (D. José) e hijas, Turón (D. Antonio) e hija, señora de D. Matías García y primas, señora y sobrina de D. Vicente López, señoritas de Lafuente, señora de D. Federico Torres, señoritas de Garriga, (D. José) y otras muchas que involuntariamente omitimos por no recordar.

A las once y media por el movimiento de la concurrencia y los acordes de la música se comprendía que la comitiva se acercaba, los vivas y las aclamaciones hasta el delirio, hasta el momento de aparecer el Sr. Obispo.

Después de dar a besar el anillo a las comisiones, subió a la tribuna en donde escuchó el discurso del Sr. Javaloy, síndico del ayuntamiento, el cual no lo podemos reproducir por no disponer de espacio suficiente; a dicho discurso contestó S. I. con elocuente y fácil palabra, pero altamente emocionado demostrando lo agradecido que estaba al pueblo orcelitano, del recibimiento que se le hacía, y que procuraría correspondemos con cariñosa gratitud.

Terminado dicho discurso, se dieron innumerables vivas al Obispo de Orihuela, y al señor Capdepón, y en aquel momento la comitiva se puso en marcha para la ermita de San Antón, donde debía comer y esperar el momento de la entrada el Prelado.

En el coche de S. I. tomaron también asiento el diputado á cortes por este distrito, señor Capdepón, el gobernador de Murcia y el señor Ballesteros, detrás seguían multitud de coches donde iban los concejales y comisiones, y un sin número de particulares; alrededor del coche en donde iba el señor Obispo le seguían unos cien jinetes aproximadamente; durante el trayecto a San Antón, hubo multitud de vivas y aclamaciones.

Orihuela, 17 de octubre de 1886. El Paseo y la calle del Colegio preparados preparado para recibir al obispo Maura.
Colección Antonio Luis Galiano Pérez.

En San Antón. Esperaban al señor Obispo una comisión del Cabildo Eclesiástico, la banda municipal, y un gentío inmenso; llegó la comitiva y una vez que se hubo apeado del coche el Prelado, entraron a la Ermita, y luego a la habitación del señor de San Antón saliendo al balcón a dar la bendición al pueblo, donde fue recibido con grandes muestras de júbilo y alegría; acto seguido el alcalde señor Ballesteros, presentó a los individuos del Ayuntamiento y demás comisiones, retirándose después estas, quedando solo las comisiones del Ayuntamiento y del Cabildo, invitadas a comer con el Sr. Obispo.

La entrada. Era imposible dar un paso por las calles de la carrera; cuanto dijéramos sobre la inmensa multitud que en revuelta confusión se extendía desde la Puerta del Colegio hasta la Catedral seria pálido; jamás Orihuela presenció festival tan grandioso, júbilo tan inmenso, entusiasmo tan indescriptible.

Terrados, ventanas, improvisados tablados árboles, verjas, todo estaba cubierto de gente; la guardia civil difícilmente abría paso echando los caballos sobre la muchedumbre.

De cuando en cuando, la multitud se inquietaba simulando en sus movimientos impetuosas oleadas a las que seguían gritos de angustia y la alegre algazara producida por los dichos picarescos de los chuscos.

A las tres y cuarenta y cinco, apareció la cabalgata concejil en busca del Prelado, regresando de San Antón a las cuatro y quince en el orden siguiente: guardia civil, guardia municipal vestida al uso de la época de Carlos IV, maceros del ayuntamiento, el Prelado en una bien enjaezada mula conducida del diestro por el pertiguero vestido con los usuales hábitos y el Alcalde y demás individuos de la corporación municipal.

Al presentarle la mula a S. I. en San Antón, manifestó que no era buen jinete pero que procuraría sostenerse.

Todas las casas desde la ermita y el camino hasta llegar al molino del Sr. Belda estaban llenas de gente; en la carretera los muchachos encaramados en los árboles y subidos sobre las almenas del fuerte, aclamaban a S. I. sin cesar agitando al aire las gorras y los sombreros.

Conforme iba caminándola comitiva seguíanle los que atrás quedaban, formando un mar de humanos seres de donde surgían sin interrupción entusiastas vivas.

El júbilo iba aumentando por momentos, siendo ya imposible a nuestra pluma trazar el cuadro que nos proponíamos, desde el momento de entrar en la calle del Colegio.

Orihuela, 17 de octubre de 1886. El obispo Maura haciendo su entrada por la calle del Colegio. Colección Antonio Luis Galiano Pérez.

Desde esta calle el rumor producido por las aclamaciones aumenta progresivamente; no hay ya un alma que no esté agitada de férvido entusiasmo, una lengua que permanezca en calma, una mano que asiendo el vario sombrero o el blanco pañuelo, no se agite al aire saludando al nuevo Pastor.

Al mediar la calle se abre una caprichosa y áurea granada y da libertad a innumerables pájaros y palomas. En el arco final seis niñas primorosamente engalanadas arrojan á S. I. flores y poesías. Ya en el paseo resuena un viva y millares de almas lo repiten llenas de júbilo.

Se apea el Sr. Obispo y los concejales, siendo recibidos primeramente por el Sr. Capdepón, Gobernador civil de Murcia, Presidente y Fiscal de la Audiencia de dicha ciudad y por el Sr. Esquer, Presidente de la de Cartagena.

En el paseo se eleva un magnífico altar; todas las corporaciones están allí representadas; comunidades de religiosos, superiores y alumnos del Colegio de Santo Domingo y Seminario, clero catedral y parroquial, espera a S. I. quién vivamente emocionado por las pruebas de amor del pueblo oriolano se declara vencido ante el gozo inefable que inunda su paternal corazón y deja escapar de sus ojos el mal reprimido llanto.

Bendito una y mil veces el que sabiendo llorar vierte ante la faz de un pueblo raudales de agradecidas lágrimas. Imposible nos es continuar la relación emprendida; la emoción ahoga también nuestro espíritu y de nuestros ojos pugnan por escaparlas lágrimas.

Aun haciendo grandes esfuerzos de voluntad para reprimir el júbilo que rebosa en el corazón, apenas si podremos agregar algunos ligeros detalles.

En el arco levantado por La Sociedad Cooperativa, doce niñas lujosamente vestidas, arrojaron poesías, flores, palomas y pájaros, entrando inmediatamente después la comitiva en la Catedral donde se cantó un solemne Tedeum terminando el acto en el Palacio episcopal donde se despidieron del Sr. Obispo de Orihuela, Ilmo. Sr. D. Juan Maura, las comisiones y corporaciones, saliendo después el Prelado al balcón, otorgando su bendición al pueblo que prorrumpió en nuevas aclamaciones.

Lo que anteriormente dejamos trazado, da una idea pálida y deficiente de la brillantísima recepción dispensada por Orihuela al nuevo Obispo.

El 10 de noviembre de ese mismo año dirigió a sus nuevos feligreses la primera Carta Pastoral. Pinchando en la siguiente imagen se accede a una de sus últimas pastorales, publicada en 1909.

Carta pastoral de D. Juan Maura y Gelabert Obispo de Orihuela al clero de su diócesis y alumnos de su seminario sobre el Modernismo. Orihuela, 15 de diciembre de 1909. Enlace a documento.

En la legislatura 1893-1894 fue elegido senador del reino por el Arzobispado de Valencia.

Falleció en Orihuela el 24 de enero de 1910.

El Eco de Orihuela. 27 de enero de 1910: El Entierro del Obispo de Orihuela: Grandiosa e imponente por todos conceptos ha sido la manifestación de duelo que el pueblo de Orihuela ha realizado hoy en sus calles y plazas, ante el cadáver de su ilustre prelado D. Juan Maura y Gelabert.

Desde las nueve de la mañana cerró sus establecimientos todo el comercio de la localidad, ofreciendo nuestra ciudad, a causa del inmenso gentío que transitaba por sus calles, el mismo aspecto de las grandes solemnidades de la Semana Santa.

27 de enero de 1910. Entierro del Obispo Juan Maura. Calle Alfonso XIII. Colección Javier Sánchez Portas.

De Murcia, Alicante y de todos los pueblos de la vega ha acudido hoy un concurse numerosísimo de personas de todas las clases de la sociedad, haciéndose en muchos sitios imposible el tránsito a consecuencia de la aglomeración.

A las diez y media en punto, comenzó al acto del entierro, teniendo lugar el imponente desfile para la conducción del cadáver al sitio de su enterramiento y sufragios por su alma.

Abrían la marcha los niños acogidos en la Casa de Beneficencia, siguiéndoles los ancianos de las Hermanitas de los pobres, llevando cirios encendidos. A continuación, iban los alumnos internos del colegio de Sto. Domingo con el profesorado y los de San José.

Después las comunidades religiosas de PP. Capuchinos y Franciscanos, cleros parroquiales con cruces alzadas. Seminario de San Miguel, señores Beneficiades, comisión del cabildo colegial de Alicante y cabildo Catedral.

El cadáver era llevado en hombros por varios sacerdotes, discípulos del finado; vestidos de dalmáticas violadas, los cuales se iban relevando durante la carrera, que ha sido la misma de la procesión del Corpus. Todos los balcones los ocupaban bellas señoritas y distinguidas damas.

Detrás del féretro iban los obispos de Murcia y Ávila y a continuación el arzobispo de Valencia que oficiaba de pontifical, asistiendo de todo el personal que exigen para estos casos las rúbricas de la Iglesia. Iban presidiendo el duelo, el ex- presidente del Consejo de ministros D. Antonio Maura, su señor hermano D. Francisco, el beneficiado, D. Rómulo Hevia Maura, el diputado a Cortes por este distrito señor Marqués de Rafal y el reverendo padre guardián de Capuchinos, confesor del finado.

A continuación, iba el Ayuntamiento bajo mazas, presidido por el alcalde D. José Ferrer Lafuente. Detrás de la corporación popular, seguía un acompañamiento numerosísimo, en el que iban todas las autoridades civiles, militares y judiciales, representaciones de todas las sociedades y centros de la población, colegio de abogados, procuradores y periodistas, el comercio en masa y todo cuanto de notable encierra y contiene esta ciudad…

27 de enero de 1910. Entierro del Obispo Juan Maura. Calle del Ángel. Archivo ABC.

La Actualidad. Barcelona. 1 de febrero de 1910: La muerte se muestra estos días implacablemente devoradora. Ha fallecido en Orihuela el prelado de aquella diócesis, Ilmo. D. Juan Maura Gelabert, primo hermano del ex presidente del Consejo de Ministros y varón de claro talento y esclarecidas virtudes.

La Actualidad. Barcelona. 1 de febrero de 1910.

Callejeando 35. Arrabal de San Agustín 1.

Fragmento plano de 1748, obra de Fray Antonio Villanueva: 1. Plaza del Puente. 2. Calle de San Agustín. 3. Calle de la Mancebería. 4. Plaza Nueva. 5. Calle del Molino Grande. 6. Calle de San Pascual.  7. Puerta de Magastre. 8. Calle del Bao. 9. Calle de la Acequia. 10. Calle de María de Pau. 11. Plazuela de San Agustín. 12. Convento de San Agustín. 13. Huerto de San Agustín. 14. Rodeo. 15. Alameda. 16. Camino de Hurchillo. 17. Camino de Cartagena desde la Puerta del Burdel. 18. Alameda. 19. Huertos. 20. Puerta del Burdel.

Arrabal de San Agustín, primera parte: introducción, Plaza del Puente, Mancebería y Camino de Beniel.

Por la estrecha franja entre el Monte de San Miguel y el Río Segura circulaba el camino principal entre Valencia y Murcia.

Atravesando el frágil puente de barcas de la Uryula musulmana, sus habitantes se plantaban en un cruce de caminos: al sur el de Cartagena; a Levante el de la Costa; y a Poniente un itinerario alternativo para llegar a Murcia por la otra orilla del río.

Esos tres caminos, una vez urbanizados, se convirtieron en las calles de San Agustín, San Pascual y Mancebería, con nuevas puertas en cada uno de sus extremos: la de San Agustín, la de Magastre y la del Burdel.

El Arrabal de San Agustín, Mayor, del Puente o Cuartel Sur. Introducción.

Lo Raval del Pont 1540-1549. Archivo Municipal de Orihuela.

En el siglo XII, bajo dominio almohade y en el apogeo del famoso «rey lobo» de Murcia, la ciudad fue reforzada con nuevas murallas y torres.

Cercana a la corte y con mucha tierra fértil regada por el Segura, en Uryula se instalaron oligarcas murcianos y multitud de nuevos colonos.

La población del casco amurallado se multiplicó notablemente y propició un primer intento de poblar el otro lado del río; sobre todo a base de pequeñas alquerías con explotaciones agrícolas. Se estaba formado un arrabal al inicio del camino de Cartagena.

Imagen idealizada del arrabal. Acrílico de José Domingo Sarabia Simón.

Pero hubo que esperar hasta la segunda mitad del siglo XIII; cuando expulsados los musulmanes del casco, se instalaron masivamente formando la primera morería de Orihuela.

Y cuando ellos (los cristianos) se la quitaron a los moros (la ciudad) les dejaron poblar en parte del rabal, que antes de que se fundase el convento de San Agustín, se decía mayor.

La cita anterior pertenece a Mosén Pedro Bellot. En sus «Anales de Orihuela» dejó clara la fecha de amurallamiento del arrabal Mayor: en la segunda mitad del siglo XIV, coincidiendo con el inicio de la Guerra de los dos Pedros.

1357. El rabal mayor (se decía a San Agustín y contorno) no tenía muralla ni defensa alguna y estaba a peligro de poder ser saqueado una noche, lo cual refirieron en consejo Martín Rocamora y Juan de Oteo, los cuales encarecieron tanto el peligro, que de continente mandaron hacer muralla y barreras y puertas, y todo fue acabado en diez días.

Montesinos se extendió un poco más hablando de sus orígenes. Os dejo algunos párrafos del primer libro del «Compendio histórico geográfico de la fundación de la ciudad de Orihuela».

El segundo arrabal es el que llaman de San Agustín, el que se fundó después de que los Christianos ganaron a los Moros Orihuela; en cuyo sitio mandó después situar el mismo infante Don Alonso a los Moros que quisieron quedarse en Orihuela…

Los moros en este arrabal edificaron muchos jardines, granjas y casas para su habitación; y viéndose maltratados de los Christianos cuando la Sacra Augusta Majestad del Señor Emperador y Rey de España Don Carlos V de Austria y I de Castilla mandó bautizar a todos los Moros de sus españoles dominios, se pasaron a los Lugares de Redován, Cox, Albatera, Catral, Callosa, Abanilla, Fortuna, Almoradí y Crevillente, donde permanecieron hasta el año de 1609…

Después, los Christianos oriolanos, ampliaron y hermosearon este Arrabal, con fundar en él más de 600 casas habitadas por Christianos viejos nada sospechosos y por ricos labradores honrados.

Lo Raval de Sant Agusti. Siglo XVI. Archivo Municipal de Orihuela.

Por último transcribo a Ernesto Gisbert en su «Historia de Orihuela»:

Arrabal del S. o de San Agustín. Según Bellot se llamó en un principio del Puente, después de la Morería desde 1272 hasta 1431.

Más adelante tomó la denominación de Mayor debido únicamente a su mucha extensión comparado con los demás arrabales de la población, y por fin ha quedado con el nombre de San Agustín.

Linda por tres vientos con la huerta, estando por el N. separado de la ciudad por sólo el río.

La morería oriolana se despobló durante la Guerra de los dos Pedros «sujeta al ímpetu del enemigo». Y terminada la contienda, los vecinos cristianos se hicieron con el codiciado terreno.

Aunque intentaron instalar a los musulmanes cerca de la puerta de Callosa, éstos optaron por repartirse entre los lugares de la comarca y vivir más discretamente.

Como ya he dicho, a partir de la segunda mitad del siglo XIV, el arrabal dispuso de su propio muro protector y de un convento cristiano que acabó dándole nombre.

Así lo cita Bellot.

El segundo convento en antigüedad es el de San Agustín. En el año 1400 estaba ya fundado con «malas tapias y peores fundamentos», «a peligro de caer y matar a mucha gente».

Acudieron al Consell en busca de ayuda y éste les dio cincuenta florines y permiso para pedir limosna.

No es disparatado aventurar que, antes del convento de San Agustín, hubiese algún establecimiento religioso para ofrecer asistencia espiritual a los musulmanes.

No voy a extenderme hablando del convento. Pinchando sobre el plano reflejado en la siguiente imagen, se accede a un artículo monográfico sobre los agustinos y Jesús María, colegio que ocupa su lugar en la actualidad.

Convento de San Agustín. Fragmento plano de 1748, obra de Fray Antonio Villanueva. Enlace a artículo.

Volvemos al primer libro del «Compendio histórico geográfico de la fundación de la ciudad de Orihuela»

El Arrabal de Sn. Agustin, llamado antes de Sn. Jayme; y despues de Sn. Agustin, por haber fundado en él su combento dichos Padres, es grande, rico y hermoso; de la Ciudad se pasa a él por dos magníficos Puentes, llamados Viejo y Nuevo, sobre el Rio Segura.

En él estan comprehendidas las Sigtes. Iglesias; y comunidades: Combento de los Padres Agustinos Calzados; Monasterio de Religiosas Agustinas con el titulo de Sn. Sebastian; Combento de Religiosos Franciscos Menores Descalzos de la Regular y mas estrecha Observancia; El Real Contraste de Sedas, Peso de Arina, y Romana de Carbon; el Publico Matadero de la Ciud. q. fuera mejor estuviera bien extra Muros; con las Sigtes. Calles:      

Montesinos cita también las calles que consideraba más importantes a finales del siglo XVIII.

Plaza Nueva que es magnífica, grande y cuadrada, como diré más adelante; Mancebería; de los Gitanos; de Pamies; del Rodeo; de San Agustín; Plazuela del mismo; del Puente Viejo; de San Isidro; de María Pau; de la Acequia; del Bao; del Sol; del Pilar; del Matadero; de Molins; del Puente Nuevo; Barrio Nuevo de la Marquesa; de San Pascual; del Molino; y de los/las Chruces.

En los primeros capítulos vamos a estudiar el núcleo original del arrabal; el terreno que aparece en la siguiente imagen, comprendido entre las tres puertas anteriormente citadas.

Cuartel Sud, del Sur o Arrabal de San Agustín. Plano de Orihuela. Francisco Coello (1859). Atlas de España y sus posesiones de Ultramar. 

Posteriormente trataremos la espectacular ampliación que propició la construcción de la estación del ferrocarril.

La Plaza del Pont Vell.

El amplio y estratégico espacio entre la puerta de la ciudad y el inicio de la morería dio paso a la plasa del Pont Vell; de donde salieron al sur lo Carrer de Sent Augusti, a Levante lo Carrer del moli y la Plasa Nova; y a Poniente lo Carrer del Partit o del Bordell.

Raval de Sent Agosti y plaça del pont vell. Siglo XVII. Archivo Municipal de Orihuela.

Para hablar de la Plaza del Puente, vamos a comenzar con algunos párrafos extraídos de la «Orihuela imaginada, la Ciudad en los Siglos XVI y XVII» de José Ojeda Nieto.

A principios del Quinientos, la Plaza del Puente era el centro neurálgico del arrabal. Su importancia la viene arrastrando desde las centurias anteriores, desde épocas medievales, cuando se formó el barrio.

Es evidente que siendo la Puerta del Puente la más importante de la ciudad, a su vera, extramuros, se adosaran obradores.

El arrabal surgiría (explican los medievalistas) como espacio adonde fueron alojados los mudéjares tras la reconquista de Orihuela en 1264-5, y no parece razonable que se les dejase asentar lindando con la misma muralla.

La Plaza, pues, tiene un origen estratégico (controlar el puente) y una función comercial. Con el tiempo, pasado el peligro, la primera misión se pierde, revalorizándose la segunda, por lo que terminó por convertirse en lugar económico-social del arrabal.

Durante el Cuatrocientos acentuaría esta importancia, manteniéndola y aun fortaleciéndola hasta el último tercio del siglo.

Colección Javier Sánchez Portas.

Considerando las estrecheces que sufrían en el casco, sin posibilidad de poder disfrutar siquiera de una Plaza Mayor en condiciones, el espacio «a la baxada del Pont Vell», frente a la puerta de la ciudad y la Casa Consistorial, tuvo múltiples utilidades: militares, religiosas, civiles, festivas…

Podemos destacar la ceremonia de elección de cargos y dignidades municipales. Que se desplegaba «a la entrada del barrio de San Agustín, frente a la casa de la ciudad».

Los candidatos se presentaban armados y a caballo, vistiendo sus mejores galas. Formaban tres grupos separados, el brazo mayor o militar, los caballeros o brazo menor y los ciudadanos.

El escribano del Consejo, en presencia del Justicia y de los Jurados salientes, introducía en tres sacos, uno para cada clase, los nombres de los candidatos en trozos de pergamino.

Allí se celebraban también las fiestas de la reconquista, desde principios del siglo XV. El día 17 de julio, a la salida del sol, en el plano del puente viejo se conmemoraba la toma de la ciudad con un simulacro de batalla.

Los moros, oriolanos disfrazados al igual que ahora, esperaban la acometida de los cristianos. Y entrando por el portal de San Agustín llevaban a los vencidos hasta la Catedral.

Desarmados y maniatados eran conducidos en procesión hasta la iglesia de Santa Justa. Allí se daban gracias a Dios y a las Santas patronas por la victoria.

La plaza de Cubero en la fiesta de la Reconquista.

En 1492 el rey Fernando escribió a Orihuela anunciando su victoria contra el rey de los moros de Granada. Y entre otros actos festivos, el Consejo oriolano mando celebrarlo con un espectáculo taurino en el arrabal del Puente.

Que el domingo después de comer sean azotados toros en el rabal del Puente, y que nadie tire garrocha a pena de 60 sueldos y de estar tres días preso; y azotados los toros, que todos los hombres de honor que tengan cabalgaduras acompañen a los oficiales a caballo…  

Plaza de Cubero. Puente Poniente. Coronación canónica de la Virgen de Monserrate. Mayo de 1920. Colección Javier Sánchez Portas.

Otro uso menos festivo era el de las ejecuciones públicas. Gracias a un protocolo del escribano José Bruña, redactado en febrero 1732, sabemos que un labrador que vivía en la bajada del puente, junto al Pósito de la ciudad, autorizó a los Mayordomos de la cofradía de Nuestra Señora de los Desamparados a colocar, bien visible, una imagen mariana en su fachada para consolar a los condenados a la pena capital, cuyo suplicio se ejecutaba frente a su casa.

En la Ciudad de Orihuela a cattorze días de el mes de febrero de mil setecientos treinta y dos años. Ante mí el escribano público testigos, pareció Roque García Contival labrador vecino de ella y dixo: es dueño posehedor de una casa de habitación y morada, en la población de esta dicha Ciudad, Raval de San Agustín, en la bajada del Puente viexo, con quien alinda por parte de Tramontana, por la de levante con el Real Pósito de esta dicha Ciudad …

… Y que en la referida su casa de su echo, consentimiento y autoridad propia, havía consentido a los Mayordomos de nuestra señora de los Desamparados, colocar en visible nicho esta Santa imagen para extender esta devoción y consolar a los condenados a pena capital cuyo suplicio se ejecuta a su frente, en la misma bajada de el nominado Puente viejo.

Dos imágenes de la hornacina de la Virgen de los Desamparados en la bajada del puente. Fotografías del primer cuarto del siglo XX. Colección Javier Sánchez Portas.

En marzo de 1869 varios concejales denunciaron a José Tolmos, dueño por aquel entonces de la casa en cuya frontera se hallaba colocada la efigie de Nuestra Señora de los Desamparados. Había reformado sin permiso la puertecita del camarín, haciendo desaparecer un rótulo que declaraba las indulgencias concedidas por Obispos.

El Ayuntamiento le anunció una visita de la comisión de Ornato y le obligó a restituir el rótulo, dejando a la virgen y su camarín en el estado en que los encontró al comprar la casa; ya que dicho camarín era propiedad municipal.

Perdida la situación estratégica y con sus funciones trasladadas a la Plaza Nueva, la edificación de su entorno la fue reduciendo hasta quedar en una «plaseta». Aún así, los concejales oriolanos la catalogaron como plaza de primera clase y se la dedicaron al obispo que gobernaba la diócesis en aquel momento.

En marzo de 1861 la comisión para el arreglo del nomenclátor decidió mostrar su gratitud a Pedro María Cubero y López de Padilla, vigésimo séptimo obispo de Orihuela,

El sitio llamado bajada del Puente viejo, uno de los más concurridos y mejor situados en este arrabal, puede titularse Plaza de Cubero, así el Ayuntamiento tributará un homenaje de respeto, amor y gratitud al actual dignísimo Prelado de esta Diócesis. 1ª Clase.

Fotografía Ajomalba.
El diario de Orihuela. Campaña 1886-1887.

Si os interesa saber más de este obispo, pinchando la siguiente imagen se accede a un artículo.

Pedro María Cubero y López de Padilla, Obispo de Orihuela. Enlace.

La crónica. 1 de abril 1886: El otro día, según costumbre antiquísima de la localidad, vinieron algunos jornaleros y se situaron en la Plaza de Cubero, donde como siempre esperan que los labradores les busquen para ir a trabajar a la huerta, y en aquel día, según se nos dijo, no encontraron quien les diera ocupación y se volvieron, llenos de pena, a sus casas.

Herrería en la Mancebería. Al fondo la Plaza de Cubero y la Calle del Molino. Antonio Ballester Vidal.

La Mancebería.

Contribución Equivalente año 1717. Archivo Municipal de Orihuela. Raval de San Agustín. Manseveria y Rodeo.

La prostitución siempre fue tolerada como un mal necesario; pero llegó un momento en el que las autoridades pasaron a considerarla como un auténtico servicio público que institucionalizaron y fiscalizaron, limitando su actuación a espacios acotados dentro del recinto urbano.

De nuevo recurro a la «Orihuela imaginada, la Ciudad en los Siglos XVI y XVII» de José Ojeda Nieto.

Muy próxima, tan próximo que hacen esquina, se halla la calle del «Bordell», sometida al influjo fabril de los alfareros y al comercial de la Plaza del Puente.

Su nombre, en todo caso, lo debe a la casa de las meretrices. A mediados del siglo XVI, los dueños (o sea, casa y negocio) eran los Rocafull, que la arrendaban a un «pare de les putes».

Dos calles que de por sí generaban ya movimiento: nos referimos, por un lado, a la Cantarería y, por el otro, a la calle «La Nau olim Mancevería o Bordell, Partit o Putería», que con todos estos nombres es conocida documentalmente.

La Mancebería a principios de siglo.

Para evitar escándalos, los burdeles municipales se circunscribían a determinadas calles situadas en las afueras. Estos lugares eran llamados mancebías, burdeles o calles del Partido.

A pesar de la voluntad de relegarlo a una zona alejada del núcleo, con la progresiva expansión del arrabal de San Agustín, acabó muy próximo al nuevo centro de la ciudad.

La mancebía protegía el orden público y evitaba el adulterio, canalizando las bajas pasiones masculinas. Este es el origen del nombre de la calle de la Mancebería.

Patro del mur y sal any 1636. Archivo Municipal de Orihuela. Raval de St. Agostí. Carrer de la nau y Canterería.

Mancebería es un eufemismo de Mancebía. He localizado también: La Nau, del Partit y Mansevía. Pepe Ojeda añade también del Publich; y en referencias documentales del Bordell o Putería.

El nombré caló hasta el punto que la puerta que tenía en su final no era la de Beniel; sino la «Porta del Bordell».

Calle que da salida a la ciudad hacia Beniel y que cuenta con una de las puertas de la ciudad: la «Puerta del Partit o del Bordell».

Archivo Municipal de Orihuela. 1636-1660. Carrer Manceberia y Carrer de la mansevia.

José Rufino Gea Martínez lo describe así en su «Historia de los oriolanos».

El antiguo burdel estaba situado en la antigua calle que se llamó de la Mancebía o Mancebería y hoy de Muñoz, esquina al callejón del Rodeo.

Las pecadoras tenían obligación de usar prendas de vestir que las distinguieran de las mujeres honradas, y no podían concurrir a las iglesias con manto, sino con mantilla precisamente de tres palmos; estaban sujetas a reglamento, y a la que faltaba a sus disposiciones o escandalizaba públicamente, era emplumada en la plaza mayor o se le daba una carrera de azotes.

Las dejaban en pelota, las embadurnaban la piel de engrudo o cola y las echaban a un largo cajón lleno de plumas, en donde las revolcaban para que les cubriesen todo el cuerpo, obligándolas después a recorrer la plaza y calles, con gran regocijo de la multitud que alborotada las seguía

Herrería en la Mancebería. Al Fondo el coche de línea que realizaba el trayecto de Orihuela a Murcia por Beniel y la Calle del Molino. Antonio Ballester Vidal.

En marzo de 1880, se rotuló la Mancebería como «calle de Muñoz» por la generosa contribución en la riada de Santa Teresa de José María Muñoz y Bajo de Mengíbar, nombrado hijo adoptivo de Orihuela en octubre de 1879.  

El Constitucional. 25 de marzo 1880: … Después de la ceremonia, irá la comitiva a la calle de Mancebería, una de las principales y más perjudicadas por la inundación, para descubrir los rótulos de su nuevo nombre, calle de Muñoz, y bendecirla; y estará adornada con colgaduras, como toda la ciudad, con ramos, flores y arcos, iluminación y fuegos artificiales…

No me extiendo mucho. Pinchando la siguiente imagen, se accede a su biografía en esta misma web.

José María Muñoz y Bajo. Colección Javier Sánchez Portas. Enlace a su biografía.

La Correspondencia de España. 31 de marzo 1880: Se ha solemnizado con gran pompa el acto de coronar al Sr. Muñoz, asistiendo el gobernador civil de la provincia, el obispo de la diócesis, las autoridades, corporaciones y un gentío inmenso.

Seguidamente, con entusiasmo indescriptible, descubriose la lápida de la calle de «Muñoz», cuyos vecinos pobres fueron socorridos con dinero contratando la reconstrucción de seis casas, arruinadas por la inundación en dicha calle, nombrando una junta para las obras y dejando fondos para ellas.

Anoche hubo sorprendentes fuegos artificiales y otros festejos en honor del ilustre filántropo Sr. Muñoz, que sale mañana para Murcia siguiendo su cuarta expedición caritativa.

Fotografía Ajomalba.

La penúltima titulación de la Mancebería recayó sobre Luis de Rojas García, nacido en Valencia el 9 de abril de 1903. Segundo hijo del Marques de Algorfa, estudió Derecho en Deusto.

El conquistador. 16 de septiembre 1916: Procedente de Algorfa, hemos tenido el gusto de saludar al Sr. D. Luis de Rojas, hijo de nuestro ilustre correligionario el Excmo. Sr. Marqués de Algorfa.

En sus estancias en Algorfa, conoció a Mercedes Brotons Fraile, hija de un próspero comerciante oriolano, que veraneaba en Montesinos.

El pueblo. 11 de abril 1927:  Por el Excmo. Sr. Marqués de Algorfa y para su hijo, D. Luis de Rojas, abogado, ha sido pedida la mano de la bellísima y gentil señorita Mercedes Brotons Fraile, hija de nuestro respetable amigo D. Antonio, jefe de la Subalterna de la Renta de Tabacos en esta ciudad. La boda se ha concertado para muy en breve.

Se casaron en 1927 y tras un corto periodo en Alicante se domiciliaron en Orihuela, donde fue nombrado jefe local de los requetés (milicias carlistas).

El pueblo. 20 de julio 1927: Boda aristocrática. En la tarde del domingo último, se celebró el enlace matrimonial de la bella y gentil Srta. Mercedes Brotons, hija de nuestro respetable y distinguido amigo don Antonio, con el culto abogado don Luis de Rojas, hijo de los Excmos. Marqueses de Algorfa.

La ceremonia tuvo lugar en la mansión de los Sres. de Brotons uno de cuyos salones engalanado con ricos tapices y artísticas plantas, se habilitó para oratorio. (…) Los nuevos esposos, a quienes felicitamos, marcharon a  la hermosa finca del Señorío del Algorfa, desde donde emprenderán un viaje para diversas poblaciones de Francia, Italia y Suiza.

Luis de Rojas. Fotografías facilitadas por su hija.

El matrimonio tuvo dos hijas; una de las cuales tuve el gusto de conocer en un viaje a Campello con Jorge Belmonte.

Actualidad. 17 de mayo 1928: El domingo recibió las regeneradoras aguas del bautismo, de manos del joven sacerdote D. Ramón Garriga, la preciosa niña que recientemente dio a luz doña Mercedes Brotons Fraile, esposa de don Luis de Rojas. Actuaron de padrinos el Excmo. Sr. Marqués de Algorfa y doña María Brotons Guillén, abuelo y tía de la bautizada.

El pueblo. 20 de enero 1930: El pasado día 19 dio a luz con toda felicidad una preciosa niña doña Mercedes Brotons Fraile esposa de don Luis de Rojas. Reciban tan venturosos padres nuestra cordial felicitación.

Residió inicialmente en la Plaza Caturla, trasladándose pronto a la calle Mayor, concretamente al edificio cuyos bajos albergan actualmente la ferretería de Mateo Gil. Aficionado a la historia y la heráldica, apenas ejerció como abogado.

El 30 de agosto de 1936 fue detenido en Alicante por una partida de milicianos en una finca llamada «Jardín del Conde», propiedad de su padre. Secuestrado en un vehículo de la UGT, su cuerpo apareció tiroteado y quemado con gasolina en un paraje situado en la partida del Molar (Elche).

El 15 de octubre de 1940 se acordó llamar a la calle de Muñoz, Luis de Rojas, dentro del paquete de los «caídos por Dios y por España».

Y así se mantuvo oficialmente hasta 2012, fecha en la que la Memoria Histórica recuperó su nombre tradicional: la Mancebería.

Fotografía Ajomalba.

Cantarería o Rodeo.

Patro de els vehins de 1651. Archivo Municipal de Orihuela. Carrer de la Canterería y Carrer del Partit.

La calle Cantarería, paralela y al occidente de la de San Agustín, a espaldas del convento, linda con el muro del arrabal. Su nombre lo debe a que allí se ubica la «cantareria» del Consell, que se arrendaba 1570, no a que todos los alfareros se concentrasen en este lugar, aunque sí la mayoría.

Los hornos, con su enorme consumo de leña, de la que siempre anduvo escasa Orihuela, imponían la concentración. En 1605 la casa de la alfarería del consell se vendió, pero el nombre estaba ya lo suficientemente arraigado.

A partir del XVIII adoptó un curioso nombre nacido del ingenio popular, pues este callejón era la entrada oficiosa utilizada por los que se recataban para acudir al Burdel y llegando hasta la iglesia de San Agustín daban un rodeo por la Cantarería, evitando así ser vistos en tan comprometida situación.

Fotografía Ajomalba.

El 16 de enero de 1727, ante el escribano Bautista Ramón, se firmó la venta de una casa solar en la población de esta Ciudad, Parroquia de Santa Justa, Raval de San Agustín, en la calle nombrada de «la Canterería eo el Rodeo». Lindes por delante con la Plazuela del Rodeo, por poniente con descubierto del convento de San Agustín…

En la prensa local de finales del XIX se anunciaban riñas de gallos en el circo de la calle del Rodeo.

Segundo tramo de la Mancebería.

Francisco Luis Galiano Moreno.

Los últimos metros de la calle a la izquierda fueron vendidos por los agustinos en 1729, al escribano Joseph Bruña para que fabricase ocho casitas con puertas a la «Mansevería».

Cinco años después, ante el incumplimiento del promotor que seguía sin comenzar la construcción, decidieron recuperar su terreno ante el escribano Bautista Alemán. Por curiosidad, voy a transcribir el comienzo de la escritura.

En la Ciudad de Orihuela, a siete días del mes de enero de mil setecientos treinta y quatro años, estando en la Selda prioral del Convento de Religiosos del Muy Grande Señor San Agustín de ésta, lugar acostumbrado para tratar y conferir las cosas tocantes al Beneficio de dicho Convento, convocados a son de campana tañida, como lo han de uso y costumbre los Muy Reverendos Padres (18 nombres de frailes que no he transcrito), confesando ser la mayor parte de sus conventuales, por sí y en nombre de los ausentes y a los que en adelante fueren, por quienes prestaron voz y canción de Rato en forma, de una parte.

Y de otra Joseph Bruña, Escribano del Número de ésta, y dixeron, dicho Joseph Bruña que en el día seis de febrero del año pasado, mil settecientos veinte y nueve, ante Joseph Santa Cruz Escribano de los Reynos, también vecino de la misma, compró de dicha Reverenda Comunidad Setenta palmos de tierra de longitud, parte del huerto de dicho convento, que recae por la parte de Tramontana a la calle de la Mansevería y alinda con ésta, por la parte de Levante con una casilla derruyda y con corrales de otras que caen a dicho huerto, con la de poniente con las tapias del huerto y Camino de Cartagena…  

Y lo vendieron al año siguiente; ya en parcelas escrituradas individualmente para hacer casas, con la condición de que entre todos rehiciesen la pared del huerto (que quedaría detrás); y que sus aguas vertieran hacia la «Manseveria».

Los segregaron de su huerto, terminando de urbanizar la calle de la Mancebería hasta el Camino de Cartagena, hoy calle Ocarasa.

Estas casitas debían ser muy estrechas para caber ocho en poco más de 15 metros lineales, equvalentes a setenta palmos valencianos. Lo cierto es que, herederas de esas casas, en la actualidad la Mancebería termina con un grupo de viviendas de fachadas muy estrechas.  

Colección Javier Sánchez Portas.

Este último tramo cuenta con una hornacina de la Virgen de Monserrate. Colocada el sábado, día 28 de diciembre de 1799, según reza en el Libro 15 de Montesinos.

En esta noche, en punto de las seis, con las licencias necesarias del Sr. D. Luis Exarque, Provisor y Vicario General, se colocó en la Mancebería, al salir de dicha calle hacia la huerta, en la sera izquierda en primoroso camarín, la Imagen de Ntra. Sra. de Monserrate, con grande golpe de música, enramadas y costoso disparo de morteretes, todo a expensas de sus vecinos.

Francisco Luis Galiano Moreno.

Más allá de la Puerta del Burdel.

La Ocarasa en los años sesenta del siglo pasado. Colección Antonio Agulló Mateo.

En 1735 el regidor Antonio Meca quedó comisariado por la Ciudad para buscar el sitio más conveniente y erigir una cruz de término que tenían acordada a la salida de la Mancebería.

El Señor Dn. Antº. Meca expuso a la Ciudad q habiendose informado deel citio quees mas conveniente, para que se erija la Cruz que tiene acordada la Ciudad se hiciera a la salida de la Manceveria, y encargado a su Cuidado dha Obra, es de pareser se forme a la parte de abaxo del Puente de las Piedras camino de Cartagena por ser puesto mas capaz que el de la salida de la Manceveria para dho fin; y la Ciudad Acordó que dho Sr. Meca su Comissario mande formar los Capítulos y Diseño para la fábrica de dha Obra, y quese coloque la expresada Cruz a la parte de abaxo de dho puente en el lugar mas desente y acomodado que hubiere…

No dicen nada de sustituirla; pero tenemos la certeza de una cruz anterior en la puerta del Burdel, como en todas las entradas de Orihuela.

Quizá se arruinó; o por la fecha bien pudieron destrozarla los castellanos en la Guerra de Sucesión y había llegado el momento de reponerla. Lo cierto es que don Antonio expuso la conveniencia de formarla a la parte de abajo del puente llamado «de las piedras» en el Camino de Cartagena, por ser «puesto más capaz» que el de la salida de la Mancebería.

La ciudad aceptó la propuesta del comisario y le facultó para que mandase formar los capítulos y diseño de la obra en el lugar más «desente y acomodado».

Una vez formados los capítulos se dieron «al pregón» por el tiempo acostumbrado, haciéndose el remate de la obra de una «Crus toda de piedra» en presencia de dicho Antonio Meca.

Ese puente de piedra era el que sorteaba la acequia del Chorro; por lo que más o menos coincide con el lugar donde está situada actualmente una moderna cruz, en el inicio del viejo Camino de Cartagena.

Fotografía Ajomalba. Archivo Municipal de Orihuela. A189. Año 1735.

Pepe Ojeda señala el comienzo del siglo XVIII como el inicio de la urbanización más allá de los límites del arrabal de San Agustín; en una nueva calle, la del Sol, por parte del Convento de la Merced, con el establecimiento de otros ocho «sitios de casa».

1703. Establiment de huit sitis de cassa… a Juan Rambal taverner de nacio frances … en lo carrer apelat del Sol que ve a estar al cap del carrer de la manseveria…

En 1730, un matrimonio de labradores vendió ante el escribano Bautista Ramón una de esas casas de habitación y morada bajo el señorío directo del convento de la Merced.

Archivo Histórico de Orihuela. Año 1730.

Estaba en «El Rabal de San Agustín, al cabo de la calle nombrada de la mansevería, junto a la calle del Sol y el camino de Veniel». El comprador de la casa era Juan Montoya, gitano (así figura en la escritura).

Como podéis comprobar en los planos adjuntos, en el siglo XVIII sólo había un callejón en el «Rabal de San Agustín, al cabo de la calle nombrada de la mansevería».

Planos siglos XVIII, XIX, XX. 1 Gitanos. 2 Callejón del Sol. 3 Salitre.

Cuando se confeccionó el primer nomenclátor, a mediados del XIX, figuraban tres: el «de los Gitanos», conectado por la trasera con el «Callejón del Sol»; y el lugar «del Salitre», junto a la fábrica donde luego se construyó la cárcel.

El diario de Orihuela. 17 de junio de 1887: Dos o tres trozos malos de camino hay en el de Beniel; y con poco trabajo y coste quedarían arreglados. Uno de ellos está en las puertas mismas de Orihuela desde la calle de Muñoz hasta las últimas casas del Salitre.

En agosto de 1914 los vecinos de la «calle de los Gitanos» presentaron instancia en el Ayuntamiento pidiendo que variasen el nombrecito «en vista de los escándalos que daban los gitanos posesionándose de ella». La corporación accedió a la petición, dándole el nombre de «Calle de la Huerta».

En abril de 1936, en uno de sus paquetes de cambios de titulación, el Consistorio republicano incluyó la «calle de Gitanos», a la que otorgó el atractivo y cultural nombre de «Calle del Libro», titulación que anuló la gestora franquista en 1939, al terminar la Guerra Civil.

En todo este trasiego la primera calle se quedó con «del Libro»; y «de Gitanos» pasó a la segunda. En 1970, de nuevo a petición de sus vecinos, dicho título se cambió por «Calle de los Monteros»; la actual «Calle Montero».  

El 18 de julio de 1925, durante la Dictadura de Primo de Rivera, el Ayuntamiento acordó adquirir terrenos para construir una flamante cárcel.

La marquesa de Rubalcava se ofreció a enajenar unas tierras que poseía en la salida de la calle de Muñoz, donde estuvo ubicada una de las dos fábricas de salitre de Orihuela.

El pueblo. 19 de abril 1926: Un nuevo edificio para Prisión Preventiva. El día 15 del corriente se verificó en Madrid, la subasta previo concurso para la construcción de un nuevo local celular en nuestra ciudad. Este será construido en los terrenos antes propiedad de la Excma. señora Marquesa de Rubalcava, y hoy cedidos por nuestro Excmo. Ayuntamiento.

El proyecto del nuevo edificio, fue encomendado al Sr. Arquitecto de la Dirección General D. Vicente Agustí, quien con acertada inspiración ha presentado el 21 del pasado Marzo los planos y memorias descriptivas que fueron aprobados por R. O. del 31 del mismo mes, y cuyas copias hemos tenido el gusto de admirar.

Con objeto de adelantar a nuestros lectores, una ligera idea de lo que será la nueva cárcel, cuyo plazo de construcción según las bases fijadas, es de tres meses; a continuación, reseñamos los principales datos descriptivos de la memoria presentada.

El edificio se emplazará en el solar cedido para este objeto por el Excmo. Ayuntamiento de Orihuela, teniendo su fachada principal a la carretera de Beniel y completamente aislado de toda edificación. La superficie que se ocupará será de forma rectangular de 36 m. por 32 m., lo que supone 1.125 metros cuadrados, de los que se destinan a patios 560 metros, es decir el 50 por ciento, aproximadamente.

Consta el edificio de cuatro celdas y dos departamentos de aglomeración para hombres, y una celda con patio de aglomeración para mujeres, lo que supone una población reclusa de 22 individuos; y en casos especiales puede ampliarse considerablemente.

Nuevo edificio de la cárcel. Años treinta del siglo pasado.

Estará en planta baja, elevado sobre el rasante del terreno para evitar los efectos de la humedad. En el vestíbulo se encuentra el acceso al locutorio del público, a la galería de ingreso, a los despachos del Juez, Jefe de la Prisión y oficinas, a la vivienda de un empleado y, al fondo, el primer rastrillo.

Pasando éste hay un segundo vestíbulo que da entrada al departamento de mujeres y a las celdas para comunicación con el público; al fondo un segundo rastrillo aísla los departamentos de hombres, en tal forma dispuestos que hace imposible toda comunicación con el de mujeres. La dimensión de las celdas es 5’00 x 2’00 x 4’25 =42’50 m2, muy superior a los 30 m2. reglamentarios.

El pavimento será de cemento continuo sobre hormigón, suelos y techos redondeados para evitar depósitos de polvo. El alcantarillado se establecerá perfectamente acometiéndole al río Segura que pasa por la espalda del edificio.

Cuantos entendidos han visto los planos han opinado unánimemente que será una obra de arte moderno. Desde estas columnas, enviamos nuestra felicitación al Sr. arquitecto y muy especialmente a nuestro ilustre paisano, el Jefe de Administración de la Dirección General de Prisiones, Ilustrísimo Sr. D. José Picazo a cuyo celo e interés se debe esta gran mejora, y por la cual ha trabajado incansablemente.

Una vez construida la cárcel, la antigua «Calle del Salitre» pasó a llamarse «Travesía Cárcel».

En el año 1944 , entre el camino de Beniel y la Ocarasa, se construyó el campo de «La Mancebería» . Allí jugó un equipo denominado «Orihuela Club de Fútbol». 

Campo de fútbol de la Mancebería en 1944. Colección Cánovas Saavedra.

Antonio José Mazón Albarracín (Ajomalba).

El barrio y la ermita de San Antonio Abad.

Apuntes para la historia del barrio de San Antón.

«San Sebastián fue francés
y San Roque peregrino,
y lo que tiene a los pies
San Antón es un cochino.»

En 1925, Julio López Maymon, deán de Cartagena en Murcia, publicó en prensa tres artículos dedicados al popular barrio de San Antón. La serie, subtitulada «rebusco tripartito», comenzaba así:

«Hace ya unos doscientos cincuenta años que Orihuela viene dedicando solemnidades religiosas y profanas a San Antonio Abad, austero cenobita que, con inspiración vigorosa, llevó a un memorable lienzo, el pincel ungido del maestro J. de Patinir.»

Empezando por la citada obra de Patinir, a lo largo del artículo encontraréis otras de la colección del Museo del Prado inspiradas en San Antonio Abad. Pinchando sobre cualquiera de ellas se accede a los cuadros con todo lujo de información y detalles.

 Las tentaciones de San Antonio Abad
Joachim Patinir. 1520-1524.
Enlace Museo del Prado.

¡Cuadro lleno de luz y de pintoresco interés, que en las almas oriolanas despierta aquella alborada risueña de la infancia! «El 17 de enero es el día consagrado por la tradición para que la Ciudad, jubilosa y piadosa a un tiempo mismo, afirme sus festivales en el agreste paraje solitario en el resto del año, de San Antón».

Si os parece, vamos a dar un repaso al proceso histórico que dio lugar a su formación.

La Partida de las Fuentes

Vista aérea de San Antón

En la segunda mitad del siglo XVI,  más allá de la flamante puerta de Callosa, se estaba gestando lentamente una especie de nuevo arrabal “fora del Portal, damunt lo cami que va a la Font Cuberta de ves la penya del castell”.

En «la lladera de la serra de Oriolet» creció tímidamente a base de nuevas viviendas emplazadas a lo largo del camino real que daba acceso a Orihuela a través de la “Font Cuberta”, un paraje singular dotado de varias fuentes particulares y un conjunto de «fons de la ciutat al peu de la serra del castell».

Palmeras d´Oriola (1890)
Ralph Püttner.
En Revista Ilustración Catalana. 

La proximidad de los predicadores y la posibilidad de utilizar el agua de la sierra para regar y llenar las «balsas de cocer linos y cáñamo», atrajo a determinados pobladores con ciertas necesidades profesionales. Esta circunstancia comenzó a forjar una identidad propia marcada principalmente por el espacio físico.

El denominado azarbe de las Fuentes conducía las aguas residuales de dichas fuentes al Segura desde tiempo inmemorial. Hasta que los regantes consiguieron que se mudase el desagüe por un nuevo cauce que las llevaba al azarbe de Abanilla.

La obra, mal ejecutada, acabó en un fiasco de agua empantanada, un peligroso almarjal que obligó a prohibir temporalmente el uso de las balsas de cocer linos y cáñamos.

El palmeral anegado.
Foto Ajomalba

La reapertura del azarbe con las balsas clausuradas provocó el abandono de las tareas de limpieza y conservación; las famosas mondas. El almarjal tardó poco en extenderse de nuevo por la toda zona hasta convertirse en un «entorno pernicioso para la salud humana».

La cosa se puso todavía más fea en 1642, cuando fallecieron media docena de dominicos del vecino Colegio de Predicadores. Estudiado el problema, los expertos lo achacaron a las avenidas de la rambla de Benferri, agravadas por el abandono de las mondas del mencionado azarbe de las Fuentes durante varios años.

Sin actividad laboral, los propietarios preferían perder sus tierras, antes que hacerse cargo de una limpieza que resultaba más cara que hacer un cauce nuevo. Sin otra alternativa, el Consell se hizo cargo de la obra amparado en el beneficio público. Pero aquello solo fue un parche temporal. Durante la mortífera peste de 1648 la ciudad volvió a intervenir en la zona como medida profiláctica, desecando todos los almarjales.

Dos años después, un nuevo cauce de una media legua, abocaba las aguas de nuevo en el río. Las balsas volvieron a funcionar y, en 1651, se dictaron los estatutos ordenando que las mondas del nuevo azarbe se iniciasen todos los años a primeros de agosto.

Era sólo era una victoria temporal. La salubridad de la zona llevó a la ciudad de cabeza durante siglos.  Si os interesa el tema, tratado puntualmente por Ojeda Nieto, David Bernabé Gil tiene un excelente trabajo monográfico sobre los almarjales que os dejo en la bibliografía.

Azarbe de las Fuentes.

La segunda mitad del siglo XVII fue crucial para la consolidación y desarrollo del nuevo barrio. Se cumplía un siglo desde que los dominicos se apropiaron de parte del camino real, sellando el Ravalete.

Con las aguas encauzadas mejoró notablemente la salubridad del paraje; y los nuevos aires del palmeral animaron al Cabildo de la Catedral para comprar una finca de recreo al pie de la sierra.

El Cabildo y la ermita de San Antonio Abad.

San Antonio Abad en un paisaje.
Fray Juan Bautista Maino. 1612-1614.
Enlace Museo del Prado.

Montesinos afirma que en el siglo XVI ya había en esos terrenos una ermita dedicada a San Antonio Abad; cuando Orihuela pertenecía a la diócesis de Cartagena. Y que desapareció dos años antes de conseguir el Obispado. López Maymón, que tuvo la posibilidad de «rebuscar» en el archivo diocesano, no menciona esa primitiva fundación; pero dice lo siguiente:

«Desde remota antigüedad poseía el Cabildo Catedral por haberse desamortizado, el perímetro del terreno comprendido entre el Monte Oriolet y el Castillo. Aunque la fecha se ignora, se sabe fijamente, que en el término apuntado camino en arriba, partido de las Fuentes se edificó una casa; que andando el tiempo, y como veremos vino en ruinas, que han desaparecido sin que quede de ellas más vestigios que las notas escritas…»

Siguiendo con las notas del deán, en agosto de 1657, los canónigos compraron a Luis García Espejo, dos balsas con una casa y fuentes de agua viva; con sus tendedores y tierras incultas. La parcela estaba situada entre el monte Oriolet y el Castillo, en el camino en arriba, partido de las Fuentes. El notario fue Francisco Muñoz (1643-1674); y el precio fue de 300 libras.

En junio de 1660 decidieron aliñar la casa adquirida y buscar un inquilino dispuesto a habitarla, aunque fuese de balde. Pero era muy mal momento. La crisis demográfica producida por la peste había dejado demasiados solares libres en el casco urbano para fijarse en aquel paraje solitario. Alejado de la ciudad y rodeado de balsas para cocer el cáñamo, el barrio seguía sin ser especialmente atractivo.

En tiempos difíciles, de epidemias y plagas, la protección de un santo era fundamental para la mentalidad de la época. Si las enfermedades eran consideradas como castigos divinos; resultaba razonable buscar un intercesor cualificado; un santo taumaturgo de reconocido prestigio profiláctico. Por otro lado y como ya hemos dicho muchas veces, la erección de un edificio religioso aportaba prestigio y seguridad a la zona.

El 15 de enero del año de 1665, siendo obispo de Orihuela (1660-1665), el dominico Fray Acacio March de Velasco, el Cabildo de la Catedral dio licencia y permiso a Ginés Sánchez, alpargatero y a otros devotos, para edificar una Ermita en honor a Antonio Abad, santo eremita, taumaturgo y sanador; la advocación oportuna para el barrio.

San Antonio Abad y San Pablo.
Diego de Velázquez.
Enlace Museo del Prado.

En este caso Montesinos coincide con el deán. Además da los nombres de los primeros mayordomos, encargados de levantar el edificio:

«Ginés Sanches, Espardañer; Jayme Basques, ¿Algecer?; Juan Montesinos, Labrador; Juan Pérez, ¿Calero?; y Marcos Pérez, Labrador; todos vecinos de la presente Ciudad de Orihuela.»

A los canónigos les pareció bien la propuesta; y para tal menester les cedieron la casa y solar que tenían hacia el camino de arriba.

“Sin que sea visto con esto hacer daño en los extendedores de los “brinos” (fibras) de las balsas, ni en la casa y picaderos, aunque sea con los árboles que allí planten, y reservándose el Cabildo, la superintendencia, patronato y demás derechos que le compiten por ser dentro del término de la Parroquia”.

Ermita de San Antón.

Ginés y compañía hicieron acto de obligación y reconocimiento, quedando la ermita superditada a la parroquia del Salvador. El 24 de mayo les concedieron permiso para postular limosnas. Las cantidades recogidas, destinadas a edificar la ermita, estaban controladas por el Racionero Sr. Roca.

Tenemos una nota de 1667, localizada por Ojeda Nieto, en la que Alonso Cebrían carretero de bueyes y Miguel Palomares, ambos de Oriola se comprometían a entregar a Ginés Sánchez, alpargatero, 150 carretadas de piedra para edificar la ermita de San Antonio Abad, que tiene a su cargo en la partida de las fuentes.

“Alonso Sebrian, carreter de bous y Miquel Palomares, de Oriola. Prometen y se obliguen donar y entregar a Gines Sanches espardener … e al que tendrá a carrech el fer y edificar la hermita del Sr. Sant Antoni Abat, que esta al pnt fabricant prop les fonts de la pnt Çiutat -150- carretades de pedra pera la dita fabrica de dita hermita.”

San Antonio Abad
Francisco Rizi, 1665.
Enlace Museo del Prado.

López Maymón sólo afirma que la primera misa del día de San Antonio Abad se cantó en enero de 1671. Montesinos acota la construcción entre los años 1666 y 1668; y la bendición el 15 de enero de ese mismo año. Según este cronista, la cosa fue más o menos así:

«Concluyeron la aseada, hermosa aunque mediana Hermita en 12 de Enero del año 1668, la cual bien adornada fue bendecida en 15 de los mismos por el Sr. Dr. D. Bartholome Fernandez, Cura de la Santa Iglesia Catedral con asistencia de muchos fieles devotos; a la noche siguiente, Víspera del Glorioso San Antonio, se iluminó toda la Hermita exterior e interior, hasta los vecinos árboles se colgaron de bombas (…) a la tarde hubo fiesta, Carrera de caballos, y a la noche iluminación y salidas de Fuegos artificiales. Fue nombrado Capellán por el Muy Ilustre Cabildo, para la custodia de esta Hermita D. Miguel Ruiz…»

Bendecida año arriba, año abajo, la obra no estaba ni mucho menos acabada. Además, al tiempo que la ermita, fabricaron junto a ella una vivienda para el ermitaño (o reformaron la vieja casa que venía en las escrituras). Llamado también santero, su tarea consistía en recoger las limosnas y dirigir las cuadrillas de mozos que, por Navidad, postulaban con el estandarte del santo por la ciudad, el campo y la huerta.

Otro dato que aporta Montesinos y omite López Maymón, es la solicitud del gremio de alpargateros, guiteros (cordeleros) y paleros, que tenían sede en el convento de la Trinidad, para hacerse cargo del cuidado del culto de la ermita y de la celebración de la fiesta. La nota la reprodujo «El Social», en enero de 1909:

«En 1671, el gremio de alpargateros, guiteros y paleros se estableció en la capilla de San Antonio Abad, con la obligación de celebrar la fiesta anual el 17 de Enero. De esta fecha data la celebración de la tradicional romería que tiene lugar todos los años el día del Santo, o el domingo inmediato, en las cercanías de la ermita de San Antón».

Ermita de San Antón.
José Antonio Ruiz Peñalver.

Siguiendo con las notas del deán, la construcción de casa y ermita se mantuvo muchos años. En 1682 se autorizó al Sacriste López Escobar para vender un cáliz a un platero; invirtiendo el producto en las obras de la ermita. El 4 de enero de 1683 destinaron a la obra otras 15 libras procedentes de las ventas de unas crismeras y un cáliz con pie de bronce (las crismeras las compró el obispo).

La ermita del «glorioso senct Antoni Abad», culminada a finales del XVII, creó la conciencia de barrio y le procuró el nombre que hoy conocemos: Barrio de San Antonio Abad; o sencillamente, San Antón.

Al ser considerada como capilla de la Iglesia Catedral, sin perjuicio de la jurisdicción ordinaria, el Cabildo quedó al cuidado de que no faltase el culto al Santo; nombrando los ministros necesarios para controlar la actuación de los mayordomos y del santero, encargado del mantenimiento y administración del edificio.

A principios del siglo XVIII ya se predicaba en la ermita con la solemnidad adecuada; y los obispos de Orihuela, antes de hacer su entrada oficial en la ciudad, descansaban en la casa anexa a la ermita. Montesinos documenta esta costumbre ya en el siglo XVII:

«Cabildo, 4 de noviembre de 1666. Decreverunt: Que los gastos que estarán así en los coches, lo que se dona a los cocheros, como lo que será menester para adornar la casa de las Fonts y fer el altar en la Portanova pera el día de la Entrada del Señor Bisbe, lo pague la Mayordomía.»

Ermita de San Antón. Francisco Luis Galiano Moreno.

La fecha se corresponde con la llegada del obispo José Berges (1666-1678), el sucesor del que había autorizado la fundación de la ermita. López Maymón, contando cómo el Cabildo designaba a los suyos para recibir al nuevo obispo en la casa de San Antón, ofrece un listado de los canónigos receptores con su correspondiente prelado. Su lista empieza en el año 1714:

«En 9 de Agosto de 1714, los canónigos Ruiz y Villafranca para el obispo don José de Espejo y Cisneros; en 28 de Febrero de 1718, al mencionado Ruiz para el Obispo Rodríguez de Castelblanco; en 7 de Julio de 1738, al sacrista Ordoñez Villaquirant (futuro marqués de Arneva) para el Obispo Gómez de Terán; en 19 Abril de 1761, a Monecal para el Obispo don Pedro Albornoz y Tapia; en 14 de Septiembre de 1767, a Santa Cruz y Vélez para el Obispo don José Tormo; en 22 de Marzo 1792, al canónigo Balaguer para el Obispo Despuig Dameto; y así sucesivamente hasta nuestros días».

Ermita y casa de San Antón.
José Antonio Ruiz Peñalver.

Crónica del nuevo obispo en San Antón.

En este apartado me limitaré a transcribir la crónica de la llegada de Ramón Plaza Blanco, publicada en «El obrero» el 18 de noviembre de 1913. Ilustrándola con fotografías de prelados posteriores.

«Por la tarde, por el camino que conduce a la ermita de San Antón se hace difícil el paso; pues la aglomeración de gente es enorme y el número de almas incalculable».

Obispo Goldáraz en San Antón
Antonio Ballester Vidal

«A las tres y media llegó el Ilustrísimo Sr. obispo a la citada ermita en automóvil, acompañado por varios canónigos de la Catedral. Le recibieron el Ayuntamiento y otros canónigos, encargándose de darle la bienvenida el magistral de la Catedral, quien con párrafos elocuentes, elogió la conducta del nuevo prelado. En la ermita recibió a algunas personas.»

Obispo Barrachina en San Antón
Antonio Ballester Vidal

«A las tres y cincuenta minutos se dispuso que partiera la comitiva para Orihuela y al salir el Sr. obispo por la puerta de la casa del cura de la ermita, el fotógrafo rogó a S.I. que se detuviera un poco, para hacer funcionar su aparato».

Obispo Barrachina en San Antón
Antonio Ballester Vidal

«Acto seguido se organizó el cortejo en esta forma: Rompía la marcha la banda municipal de esta Ciudad, detrás los cuatros maceros del Ayuntamiento, de gala y montados a caballos; seguidamente, el Iltmo. Señor Obispo montado en una mula, dándole escolta montados a caballo los concejales de este Ayuntamiento

Obispo Goldáraz en San Antón
Antonio Ballester Vidal

«Detrás en carruaje, el diputado por este distrito, Sr Ruiz Valarino, el Alcalde accidental y varios Concejales en carruaje; y una multitud enorme de gente que aclamaba al nuevo prelado; a lo cual contestaba el obispo con bendiciones.»

Obispo Goldáraz en San Antón
Antonio Ballester Vidal

San Antonio Abad y los antonianos.

Dice el deán que, en enero de 1728, surgieron las primeras pendencias y discusiones entre los mayordomos de San Antón; y que el Cabildo designó al canónigo Juan Timor (el que tiene la calle frente a la plaza de la Anunciación) para que pusiera orden; siendo este el primer nombramiento oficial de un canónigo con carácter de comisario.

San Antonio Abad.
Luis Tristán, siglo XVII.
Enlace Museo del Prado.

En 8 de marzo del año del Señor de 1734, el canónigo Maestre leyó al Cabildo un memorial del Abad del convento de San Antonio Abad de Valencia, solicitando permiso para fundar una cocina de su orden en la ermita de San Antón de Orihuela.

La orden de San Antonio Abad, instalada extramuros de la ciudad desde el siglo XIV, era muy popular entre los valencianos. Su condición de hospitalarios los hacía óptimos para regentar un establecimiento en el camino de Orihuela; cuidando al mismo tiempo de la ermita. Pero si hacemos caso a Montesinos, el Cabildo se resistió cuanto pudo a la ocupación.

«8 de Enero de 1735; Decreverunt: Que cometan a los Señores Chambre y Arcediano, y que vean cómo componer el que los Religiosos de San Antonio Abad, no se entrometan ni ocupen la Hermita de esta Ciudad.»

Añade el famoso cronista, que los padres de Valencia tuvieron que entrar en litigio y que el obispo, amante de la paz y opuesto a pleitos, les amparó en la posesión de la ermita. López Maymón zanja el tema de la forma más sencilla, afirmando que el Cabildo consultó con el obispo José Flores Osorio (1728-1738), y la respuesta fue favorable.

Sea como fuere, en 1736, los Padres Antonianos de Valencia montaron uno de sus establecimientos en la casa contigua a la ermita, a cosa de medio cuarto de legua de Oriola, en las faldas del monte Oriolet. Joseph Montesinos les dedica un capítulo que «refiere en él la ilustre fundación del Heremitorio Hospicio de San Antonio Abad, de Religiosos Hospitalarios del Fuego-Sacro, que magestuoso resplandecía extramuros de Orihuela.»

Armas de los padres de San Antonio Abad. Compendio Histórico Oriolano Tomo 7 cap. 1.
Joseph Montesinos.

El citado capítulo es muy extenso; pero como es habitual en Montesinos, hay que escarbar mucha paja para obtener algún dato sustancioso. Por desgracia, y a decir de López Maymón, hay poca información documental de su estancia en Orihuela.

La Orden de los Hermanos Hospitalarios de San Antonio, también conocidos como Antonianos, se fundó en la Edad Media para cuidar a los que sufrían el llamado “fuego sacro”.

Las tentaciones de San Antonio Abad.
El Bosco. 1510 – 1515. 
Enlace Museo del Prado.

El también llamado “fuego de San Antonio” producía fiebres muy altas, alucinaciones, epilepsia y necrosis de las extremidades. Esta enfermedad solía atacar a los pobres que comían pan elaborado con harina de centeno almacenado en malas condiciones y contaminado con un hongo llamado cornezuelo. Los síntomas se asociaron a las alucinaciones que sufrió el santo cuando era tentado por el demonio en el desierto.

San Antonio Abad se representa habitualmente como un anciano barbudo con un cerdo a los pies. El significado del animal que le acompaña se ha tergiversado con el paso del tiempo. Considerado animal impuro por las tres religiones monoteístas, un cerdo a los pies del santo representaba su triunfo sobre la impureza y sobre la carne.

Indultado por los cristianos, el cerdo terminó siendo el animal que se mataba públicamente en una sangrienta fiesta a la que se invitaba a todos los vecinos para demostrarles (a ellos y al inquisidor de turno) que en la familia no habían moros ni judíos.

San Antonio Abad.
Joan Reixach, 1450-1460.
Enlace Museo del Prado.

Pero no cambiemos de tema. Fundada la orden de los Antonianos, la Tau, el cerdo, los Evangelios, el fuego y las campanillas quedaron fijados como símbolos de Antonio Abad, el santo sanador y protector del ganado.

Instalados en el camino de Santiago, la hermandad hospitalaria ganó fama entre los enfermos del «fuego sacro o de San Antón», que acudían en peregrinación obteniendo gran porcentaje de curas.

Exceptuando los casos graves, en los que los antonianos amputaban los miembros necrosados, la explicación del prodigio es bastante sencilla: después de la larga caminata depuradora sin probar harina contaminada, el enfermo peregrino recibía una alimentación sana, buen pan, vino y alguna carne de cerdo. Caminata de vuelta y a casa como una rosa.

Ruinas del Monasterio de San Antonio Abad. Castrojeriz. Ruta Jacobea.

Según López Maymón, no hay constancia de la fecha exacta de su llegada a Orihuela; pero a principios de 1737 el cabildo certificó tener ocupada la ermita y su territorio por la comunidad religiosa de frailes legos o ermitaños de San Antonio Abad. Y en octubre de ese mismo año se concretó la escritura con el abad de Valencia.

Montesinos es más preciso, situando la llegada el 7 de diciembre de 1736. En dicho día, llegaron de Valencia tres frailes ejemplares de conocido celo y virtud religiosa, tomando posesión del eremitorio y hospicio con las advocaciones de San Antonio Abad y Santa Bárbara, Virgen y Mártir (no sé si tendrá relación con la vecina fábrica de tratamiento de salitre para la obtención de pólvora).

A esta reducida plantilla se unieron tres religiosos legos y un cura encargado de confesar y predicar. Instalados los antonianos en su nuevo hospicio, ampliaron la obra. He hecho un resumen con la larga descripción de Montesinos, excluyendo la iglesia con todas sus alhajas y ornamentos.

Tentaciones de San Antonio Abad.
David Teniers, 1647. 

Enlace Museo del Prado.

El eremitorio y hospicio de San Antonio Abad, estaba en el Paseo de las Alamedas de San Antón; o de la fuentes blandas, «llamadas así por la benignidad de sus pocas aguas frías en verano, y calientes en el invierno, en tanto grado, que arrojan de sí humo espeso”. Alrededor de la ermita sólo habían plantaciones, el salitre antes mencionado y las pocas casas que llamaban el Nuevo Barrio de San Antón.

Para acceder a la ermita se subía a una plazuela de sesenta y ocho palmos, a través de doce escalones de piedra negra jabalina. En dicha plazuela, adornada con palmeras, se encontraba el Hospicio a la izquierda y la Iglesia a la derecha, en su mismo piso. Y se subía a la portería por seis escalones de piedra negra.

Tau en la ermita de San Antón.
Manuel Rodríguez.

Todo el frontis exterior era muy blanco y hermoso, con un primoroso «relax de Sol». La portería era aseada, con sus poyos y dos magníficos aljibes que, una vez llenos, podían abastecer la casa por dos años. Contaban con sala de profundis, refectorio, cocina, despensa, balcón de hierro, alcobas, salas de estudio, granero y bodega.  Más un parador con cuadras, caballerizas, gallinero, palomar, cochineras y conejeras.

El deán solo añade que las relaciones entre frailes y canónigos fueron cordiales y que en abril de 1752, el superior se llamaba Fray José Berenguer, personaje dibujado por Montesinos en su obra.

Ermita de San Antón Orihuela.
Manuel Rodríguez.

Entre las limosnas en especie que buscaban la protección del santo, una de las más rentables para los antonianos eran los cerditos. Donados por los fieles, les cortaban el rabo, las orejas, y les colgaban una campanilla al cuello para ser fácilmente identificados. Convertidos de esta guisa en «cerdos de San Antón», los soltaban para que la Providencia (léase los sufridos vecinos) se encargase de su alimentación.

Una vez engordados podían venderlos, sacrificarlos para obtener la carne, o la opción más rentable: sortearlos el día de la fiesta.

Para el comedido Montesinos, muy respetuoso en el tratamiento a los religiosos, los frailes valencianos abusaban de la buena fe de los vecinos de San Antón, recaudando muchas limosnas en el barrio oriolano que acababan en las arcas de «la casa grande de San Antonio», en Valencia.

«Se sorteaba a las seis de la tarde un “serdo gordo y grande”, del valor de unos 25 o 30 pesos; del que sacarían sobre 200 (…) Los cerdos que ellos llamaban de San Antón, llevaban cortadas las orejas y el rabo por divisa; en esto tenían una ganancia soberbia, pues los criaban sin costarles un maravedí, a costa de los innumerables daños que causaban en las haciendas de los vecinos; y porque eran de los frailes, habían de callar. Lo cierto es que era una de las mayores estafas que se han visto en estos tiempos.»

Dibujo de Joseph Montesinos.

Siendo obispo Joseph Tormo, tras casi medio siglo en Orihuela, los antonianos dejaron la ermita y la casa de San Antón. Su orden quedó extinguida por bula papal de Pío VI, el 24 de agosto de 1787, a instancias del rey Carlos III.

«Deberán reunirse en pocas casas los Sacerdotes en forma de Comunidad bajo la autoridad del Ordinario con la facultad de hacer tránsito a otra Orden el que quisiere, quedando los Legos en plena libertad de tomar el estado conveniente; acudiendo a dichos religiosos en estas comunidades reunidas con el vestido, sustento y demás necesario, cumpliendo los Sacerdotes las cargas de las fundaciones mientras permanecen en las casas como sacerdotes seculares, sin otra insignias externa de su Orden…»

El establecimiento volvió a manos del Cabildo; y el santero o ermitaño, a la casa contigua. Como recuerdo, quedó el curioso sistema de financiación de los antonianos, antecedente de la famosa rifa que, según López Maymón, se viene celebrando en beneficio de la ermita desde 1840 hasta hoy.

A principios de 1792, ya de vuelta a su función de simple ermita, el Cabildo detectó algunas deficiencias en la administración de las limosnas por parte del santero; y creó el nuevo oficio de superintendente; un canónigo elegido para inspeccionar, administrar y cuidar todo lo referente a la ermita de San Antonio Abad.

Ermita de San Antón. Orihuela
Fotografía Francisco Luis Galiano Moreno

El propio Cabildo se preocupó de mantenerla con decencia, costeando algunas reparaciones; como la que tuvo lugar en 1793 por importe de 46 libras y 4 sueldos. También se encargaron de que a los vecinos no les faltase la misa todos los domingos y días festivos.

La última noticia aportada por el deán referente al siglo XVIII es el nombramiento del capellán de la ermita en 1797: el religioso Fray Vicente Sancho.

El fuerte de San Fernando y la Q.B.

Plano de Orihuela, 1811.
Ampliación Batería de San Fernando.

En los diferentes planos confeccionados durante la Guerra de la Independencia a principios del siglo XIX, se nombra de diferentes formas un mismo baluarte: “Batería de Fernando VII”, “Batería de San Fernando y finca de parapeto que apoya en la montaña”, “Batería avanzada en la punta de la saeta para defender las avenidas del Camino de Valencia y el de Callosa”.

También se menciona otra muy cercana, en el “Palomaret”, dominándola en altura. Es la que está en la peña, sobre el patio de Santo Domingo, con un Sagrado Corazón en la actualidad.

En el «Plan de Fortificación de la Ciudad de Orihuela y su Castillo», de 1811, obra de Antonio Benavides, brigadier del III Ejército acuartelado en Orihuela, se detalla la cortina defensiva entre San Fernando y la Sierra; protegiendo la posible retirada de San Antón y ofendiendo más de cerca al enemigo si intentaba pasar por los puestos del Oriolet. Tanto preparativo no sirvió de nada. Los franceses se marcharon sin que la guerra llegase a Orihuela.

Colección Javier Sánchez Portas.

En el verano de 1848, casi cuatro décadas después de su construcción, el Ayuntamiento estudiaba la forma de conservar la Batería o Fuerte de San Fernando; próxima al paraje de San Antón, en la barrera del Colegio. Pretendían evitar la lenta demolición que estaba sufriendo utilizada como estercolero.

Los munícipes tuvieron en cuenta los muchos gastos que podría ocasionar su reparación, dado el estado en que se encontraba. Pero deseaban conservarlo como “memoria del entusiasmo de este Pueblo en la Guerra de la Independencia, cuando se construyó”. Picados en el amor patrio, acordaron poner todos los medios necesarios para su reparación; ya fuese por cuenta del común, o cediéndola a cualquier propietario que se comprometiese a rehabilitar el histórico edificio. Un brindis al sol.

En la primera mitad del siglo XIX, el palmeral seguía ocupado por varias fincas dedicadas a la explotación agrícola y a la industria del cáñamo. Dos siglos después, las balsas de cocer seguían molestando a la población.

Para obtener la fibra, el cáñamo necesitaba “fermentar” sumergido en agua. Las balsas se llenaban por la mitad; y para evitar que flotase la planta, colocaban encima pesadas piedras. El agua estancada seguía siendo foco de mosquitos y enfermedades.

El Ayuntamiento prohibió primero la cocción en balsas durante los meses de verano. También exigió que los vertidos de su vaciado no acabasen en los acueductos de los que se tomaba agua para beber.

 Balsa de cocer cáñamo.
Archivo José A. Latorre.

En agosto de 1848, se estudió la posibilidad de comprar las balsas por:

“Los perjuicios que ocasionan a la salud pública y los grandes beneficios que resultarían al vecindario (inutilizadas), aprovechando las aguas en baños a que por su virtudes pueden ser aplicables, formar un lavadero bastante capaz y cómodo para todas las estaciones y por ultimo distribuyendolas en el riego de las tierras del partido del Escorratel que tan escasa se halla por la altura, pudiendo enajenarse su dotación entre los dueños de aquellas y lo cual rendiría necesariamente recursos suficientes para reintegrar los desembolsos que ocasione su adquisición y aumentando anualmente los fondos comunes.

En febrero de 1854, el Fuerte de San Fernando estaba completamente arruinado y las aguas de su foso estaban estancadas con riesgo de corromperse. Como suele pasar en este pueblo, seis años después de prometer su restauración a toda costa, el edificio estaba en estado terminal.

En el verano de 1859, el flamante obispo Pedro María Cubero, decidió construir a sus propias expensas unos lavaderos públicos situados en terreno de aprovechamiento común, en el Barrio de San Antón.

Pedro María Cubero y López de Padilla
(Doña Mencía, 1810-Orihuela, 1881)
Obispo de Orihuela

«Al haberse ausentado muchas personas acomodadas por temor del cólera morbo que nos aflige… Que para remediar este mal y deseoso de la mejora material de esta Ciudad había creído conveniente construir a sus propias expensas una fábrica que cubra los lavaderos públicos situados en terreno de aprovechamiento común en el Barrio de S. Antón».

Al año siguiente, apoyado por los regantes del Escorratel, compró tierras y seis balsas de maceración para ser destruidas; utilizando las aguas para riegos, lavaderos y baños. La finca, una de las que componían el palmeral pasó a llamarse La QB (de Cubero). Nombre rotulado en la fachada de su famosa casa de labor construida en la década de 1860.

La Q. B.
Archivo Pedro de Vicente

En 1868, el prelado ofreció mejorar y ensanchar la zona de acceso cediendo terreno junto al lavadero. El maestro municipal, Manuel García, acompañado de la comisión de Ornato, marcó la línea de casas existentes en la parte opuesta, dejando una calle de nueve metros con ochenta centímetros para facilitar el tránsito, aún en días de gran concurrencia.

La Q. B.
Archivo Pedro de Vicente

En cuanto al fuerte, el Ayuntamiento adoptó la solución de siempre: sin fondos para la reconstrucción, aprobaron demolerlo y utilizar sus escombros para rellenar el foso; dejando la explanada que antiguamente había. Los escombros restantes, pagarían los gastos de demolición.

La Q. B.
Colección Celia Senén.

Por motivos que desconozco el acuerdo no se llevó a cabo; pues a comienzos de 1873, Atanasio García Cubero, sobrino del obispo, se quejaba del espolón que formaba el baluarte, obstruyendo el paso en el camino a la ermita de San Antón. Solicitaba demolerlo, visto su mal estado, y utilizar la piedra obtenida (seguramente para mejorar el edificio de la Q.B.).

En 1880 el Fuerte de San Fernando, contiguo a la pared del huerto de los dominicos, fue demolido. El obispo Cubero falleció un año después, quedando la propiedad de la Q.B. en manos de su sobrino, Atanasio García Cubero, quien ya la administraba anteriormente.

La Q. B.
Archivo Pedro de Vicente

En cuanto a los terrenos resultantes del derribo del fuerte, pasaron a una nueva sociedad, formalizada en 1893 con el nombre de “La Luz”. Era el emplazamiento que buscaban para instalar sus generadores, alimentados por combustible. Atanasio, alcalde por esas fechas, apalabró el solar por 7000 pesetas con el presidente de la mercantil, Diego Roca de Togores.

Huerto del Colegio de Santo Domingo.
Al fondo la Fábrica de la Luz.
J. David photography, París. (1.901).
Colección Jesús R. Tejuelo.

En abril de 1894, las notas municipales dejan constancia de que la fábrica de la luz estaba ya instalada en el sitio de la Batería de San Fernando, en San Antón. Cumplida esta función, fue donado gratuitamente al Ayuntamiento en noviembre de 1927, por la sociedad Eléctrica Wandosell. Para saber más de la fábrica de la luz, pinchad la siguiente imagen.

Fábrica de insecticidas Q.I.S.A.
Enlace al artículo

La primera intención municipal, fue convertirlo en Cuartel de la Guardia Civil; pero no hubo fondos. Acabada la Guerra Civil, pasó por las manos de las monjas dominicas en una permuta municipal. Luego se convirtió en la fábrica de insecticidas QUISA (Química Insecticida Sociedad Anónima).

Su última función, mucho más lúdica, fue albergar la discoteca “Momentos” tras una profunda reforma. Demolida en los años noventa, el terreno fue absorbido por el vecino colegio en una polémica cesión municipal.

En cuanto a la finca de Cubero, con su impresionante edificio historicista, en el verano de 1898 se anunciaba como baños públicos en la prensa local:

«Nuestro respetable amigo y suscriptor D. Atanasio García Cubero, ha instalado en su finca, la Q B, situada frente a la fábrica de la luz eléctrica, un establecimiento balneario que reúne inmejorables condiciones, según verán nuestros lectores en el anuncio.»

«BAÑOS DE LA Q B. Quedarán abiertos al público desde el día 1° de julio del presente año 1898 en la finca «La Q. B.» con las aguas alumbradas por el renombrado médico D. Carlos Bianchi, en el rincón de San Antón, a los precios siguientes:

Un baño en balsa de familia y pequeña, 0,75 cénts; por abono de nueve, 6 pesetas. Un baño y ducha 1’25; por abono de nueve 10 pesetas. Los baños medicinales pagarán además lo que cuesten los ingredientes que se empleen. No se darán ninguna clase de ducha ni prepararán baños medicinales sin previa autorización de un facultativo. Los baños estarán abiertos desde la salida del sol hasta las diez de la noche. No se dará ningún baño sin la entrega del billete, que se expenderán Hostales 30 y en la finca «La Q. B.». El establecimiento pondrá carruaje a domicilio a 0’25 cénts., por asiento, ida y vuelta.»

La Q. B.
Archivo Pedro de Vicente
La Q. B.
Colección Javier Sánchez Portas.

También albergó una fábrica de cáñamo como podemos comprobar en el siguiente anuncio. Después de la Guerra Civil, la Q.B. pertenecía a Carolina García Murphy, hija de Atanasio.

Gracias a la escritura sabemos que la Q. B. estaba compuesta por treinta y seis tahúllas de tierra en blanco «aguirnaldadas» con palmeras. Con casa, cuadra, balsa de cocer cáñamo, noria, casilla, salón dedicado al baño y un lavadero, que por aquellas fechas ya estaba semirruinoso.

Contaba con riego del Azarbe de las Fuentes, por medio de acenia y aprovechamiento del agua que nacía de un manantial situado en media tahúlla que lindaba con la sierra, en el camino de San Antón, cerca de la tapia del colegio que fue convento de dominicos.

La Q. B.
Archivo Pedro de Vicente

Demolido el edificio y convertido el solar en plaza de la QB, en marzo de 1987 se colocó un busto fundido en bronce conmemorando el 45 aniversario de la muerte de Miguel Hernández.

Archivo La Verdad

Dos apuntes más del siglo XIX: En 1878, el Ayuntamiento estudiaba plantar una alameda en San Antón, buscando el sitio más adecuado para llevarla a cabo y poder hacer en ella el mercado de ganado.

En septiembre de 1890, una sociedad murciana adquirió el molino de vapor sito en el paseo de San Antón. Comenzaron moliendo pimentón; pero la sociedad, dotada de gran capital como sucursal de una fábrica establecida en Murcia, se proponía surtir de harinas a toda Orihuela y a los pueblos de la Vega. José Luciano Botá, en representación de León Marín Baldó (vecino de Murcia) solicitó construir en terreno de su propiedad, junto al citado molino, un pabellón adosado de planta baja y un piso; con fachada lateral en dirección al muro de cerramiento del huerto de Santo  Domingo.

El Balneario de San Antón.

Grabado del balneario en todo su esplendor.

El Diario de Murcia. 25 de julio 1901: Los baños de San Antón, / merced a sus propietarios, / ¡qué saludables que son! / Baños más extraordinarios, / no los hay, ni en el Cantón. / Su agua de color verdoso / semejante a la del mar, / cura el estado morboso / y la secreción biliar, /de un modo maravilloso. / También cura el herpetismo, / dispepsia, catarro crónico, / la diarrea, el reumatismo / y hasta el baile de San Mónico / o San Vito, que es lo mismo.

Para poder formarse una idea concreta de la virtud que poseen estas aguas, con aplicación a la acción terapéutica, basta leer el resultado del análisis practicado por los famosos químicos Sres. D. Manuel Ríos de la Pedraja y D. José María Sarget, los cuales clasifican dichas aguas, de acidulo-salinas, conteniendo en alto grado, sulfatos de cal, sosa y magnesia, carbonato de cal y ácido carbónico, cuyas sales, van disueltas en las aguas, sin alterar su limpidez y diafanidad, a beneficio del exceso de dicho ácido carbónico; pudiendo comprobarse su existencia por medio de la evaporación en vasijas en las que quedan por precipitación, grandes depósitos de dichas sales.

Los propietarios del establecimiento balneario a que nos referimos, no han omitido por su parte gasto ni sacrificio alguno para llegar a conseguir, como hoy lo han hecho, que aquel, resulte uno de los mejores en su clase digno de ser visitado por cuantas personas apetezcan comodidad, aseo y limpieza, sí que también por aquellas que padezcan cualquiera afección de la piel aun de las más rebeldes a todo tratamiento médico.

La tarita de precios vigente en el balneario, no puede ser más accesible y económica para todas las clases de la sociedad. Se facilita a los bañistas, carruajes propiedad de los dueños de los baños, para ir a todas las horas del día.

Diario Orcelitano
Julio de 1904

«Al salir de Orihuela por la antigua puerta de Santo Domingo, dejando a la izquierda el monumental edificio que fue Universidad, se entra, doblando a la izquierda, en la carretera, de Alicante, que bordea en unos doscientos metros el antiguo fuerte de San Fernando, a cuyo final, girando otra vez a la izquierda, por delante de la fábrica de electricidad «La Luz», se llega a la calle única de la barriada de San Antón, doblada en ángulo recto, cuyo vértice mira al Suroeste, y cuyos lados, el más corto es de 70 metros y el más largo de unos doscientos metros hasta la ermita de San Antón, se extienden por delante y a unos 6 u 8 metros de la sierra del Castillo, levantándose entre ésta y este lado del ángulo que forma la calle, principal y como al medio de la misma, el edificio de los Baños de San Antón, con una distancia total de Orihuela de 350 metros».

«Esta situación tan ventajosa del rico venero de las aguas minero-medicinales proporciona al establecimiento fresca y amplia sombra que le da la sierra del castillo, situada a su espalda, desde las primeras horas de la tarde en el estío, estación en la que casi siempre reina la suave brisa del Levante. Por estas razones el camino de los baños conviértese en paseo todas las tardes, por resultar un agradable sitio de recreo el «Balneario» separado de la carretera de Alicante por extensos bosques de palmeras».

Palmeral y baños de San Antón.
Clisé de Pablo Correu y Cama
Gentileza de Esteban Sanmartín Alonso

El texto anterior es obra del médico y escritor Justo Lafuente Esquer. Forma parte de un lujoso panfleto publicitario del balneario de San Antón, un establecimiento que revolucionó el barrio durante varios años.

Al mismo tiempo que Atanasio García abría los baños de la Q. B., los hermanos Antonio y Alberto Iborra Martínez proyectaban algo más ambicioso: un auténtico y moderno balneario de aguas medicinales.

La primera noticia de carácter municipal data del verano de 1899, cuando solicitaron al Ayuntamiento utilizar unos terrenos del común en San Antón, junto a los Baños de Hombres. Pretendían plantar unos eucaliptos a dos metros de la fachada.

«Lindando con el edificio que han construido en la Barriada de S. Antón para balneario, existe un trozo de terreno de unos setenta metros de largo por doce de ancho, al parecer, perteneciente al común de los vecinos (…) en cuyos terrenos se depositan inmundicias y materias orgánicas en descomposición que producen malos olores de que se resienta la salud pública, ofreciendo además a la vista del espectador un aspecto repugnante; y con el objeto de hacer desaparecer aquel foco de infección y hermosear en lo posible tan ameno sitio y a fin de evitar que en lo sucesivo se depositen aquellas inmundicias solicitan de la Exma. Corporación se sirva concederles a perpetuidad el mencionado trozo de terreno para llevar a efecto la mejora  que tratan de realizar en aquel sitio.»

La comisión de ornato recomendó la cesión. Consideraban la obra digna de elogio. En su informe explican que los hermanos Iborra quieren hacer un muro para cercar el terreno solicitado y convertirlo en un paseo dotado de eucaliptos y otros árboles,«para solaz y esparcimiento del público en general y de los bañistas en particular.» En la transformación de la parcela eliminaron también dos pequeñas balsas para curtir pieles.

Como ya he dicho, el proyecto era más ambicioso que unos simples baños. El concepto balneario era una notable innovación con fines curativos y profilácticos. El avance de los análisis químicos en el siglo XIX permitía conocer la composición de las aguas y, según sus características, recomendarlas para los problemas respiratorios, reumatismos, molestias gastrointestinales, enfermedades venéreas, afecciones de la piel…

«El Oriol», mayo de 1900: «Adelantan los trabajos que los hermanos Sres. Iborra están haciendo en el balneario de San Antón. Consisten estos en una amplia galería que de acceso a un baño-piscina para señoras. Es de aplaudir el empeño en que por servir a su numerosa clientela, muestran dichos señores. Mucha suerte.»

Para ayudar en el proyecto de mejora del barrio, el Ayuntamiento enviaba las ruinas de los derribos que se producían en la ciudad al camino de San Antón; pasando posteriormente «el rulo municipal». A los vecinos les pareció muy bien esta disposición; pero pidieron que la ruina no cayese dentro de sus propiedades, linderas con el camino, pues les causaba graves daños.

El Palmeral de Orihuela

«El Oriol, agosto de 1900: «El balneario de San Antón se ve cada vez más concurrido y los triunfos de sus aguas en las afecciones de la piel y reumatismos son cada día más patentes. Enhorabuena a los propietarios, Sres. Iborra Hermanos.»

«La Comarca», agosto de 1903: «Cada día aumenta el número de bañistas que acuden a probar los beneficios de las salutíferas aguas del balneario de San Antón. Dada la proximidad de dicho establecimiento, y de lo agradable que por aquellos sitios se hace un paseo, éste sigue concurridísimo por las tardes. De los pueblos cercanos acuden sin número de carruajes conduciendo bañistas.»

El balneario como tratamiento médico dio paso al baño como práctica de ocio en verano por puro placer. Los Iborra jugaban con los dos palos; aunque el asunto medicinal siempre fue el principal aliciente. Estas noticias publicitarias son todas de de 1904:

«Los Sres. Iborra han instalado tinas especiales destinadas únicamente para los señores que quieran bañarse por recreo, estando aparte las que utilizan los enfermos. Esta medida ha de resultarles muy beneficiosa.»

Las «tinas» del Balneario.
Colección Javier Sánchez Portas

«Nuestros estimados amigos los señores Iborra, dueños del balneario de San Antón, no omiten gasto ni sacrificio de ninguna clase para dar todo género de facilidades y beneficios al público que favorece diariamente su bien montado establecimiento. Dichas ventajas consisten en la rebaja que han hecho en la tarifa de precios de los baños de pila, ducha, balsa y demás servicios, lo cual hará que aumente el número de bañistas.»

«Desde el día 1º del presente mes de abril se halla abierto al público el establecimiento balneario de S. Antón de los señores Iborra hermanos. En el poco tiempo que se hallan funcionando en esta temporada estos baños, ya han realizado sus aguas tres curas maravillosas. Tres pacientes que sufrían enfermedades secretas y a los que prescribieron las antedichas aguas los facultativos D. Pedro Villalba, de Murcia, y D. Francisco Giménez, de Santomera, han marchado a sus respectivos pueblos completamente buenos.»

San Antón se había puesto de moda y la prensa no paraba de elogiar y publicitar el balneario como si se tratase de un fenómeno internacional.

«Indolentemente reclinado sobre la falda de la sierra en la que asoman sus negras bocas abandonadas minas, hállase el establecimiento balneario de aguas medicinales de S. Antón. La Naturaleza, parece que colocó expresamente en aquel sitió pintoresco, el manantial de agua curativa, para que los pacientes a la vez que con ellas encuentran la salud del cuerpo, recreen la vista con las delicias del paisaje y absortos en su contemplación, olviden por un momento sus dolores.»

El Palmeral desde el Balneario.
Colección Javier Sánchez Portas
.

«Enfrente del establecimiento y al otro lado de la carretera que hay junto a la puerta, se extiende un espeso palmeral cercado. Los vientos suaves imprimen movimientos ondulantes y voluptuosos a las verdes palmas. A la izquierda y sobre una eminencia breve y respaldada por la sierra, levántase la pequeña pero blanca ermita de S. Antón.»

«A la derecha, la prolongación de la carretera que a la ciudad conduce orillada de modestas casitas y al extremo de ellas, el edificio fábrica de luz eléctrica con su chimenea en cuya boca asoma negro penacho de humo, en la hora de encender las enormes calderas. A la espalda, la montaña que semeja ciclópea pantalla que mitiga los ardores del sol de julio. A la puerta del balneario, numerosos agüistas de ambos sexos, charlan de todo, en tanto esperan se desocupe la marmórea pila en donde han de bañarse, o la ducha, o el vaporario, que han de utilizar.»

«Y este grupo, a medida que la tarde va declinando, aumenta con nuevos bañistas que llegan en numerosos carruajes o a pie, polvorientos y sudorosos, con la piel lustrosa por la transpiración, pero que al breve rato salen de los espaciosos cuartos donde se dan la ablución cotidiana, remozados, confortados y refrescados.»

«Como la nombrada curativa de aquellas aguas ha corrido en alas de la fama en vertiginosa carrera, toda la península Ibérica, y el extranjero, no es extraño, escuchar pronunciación catalana, gallega, andaluza, vascongada, valenciana etc.»

«Entre los que frecuentan el establecimiento sí que también se oye alguno que otro extranjero que chapurrea nuestro idioma para expresar en él sus ideas, y es de notar, que cuantos visitan esos baños, y toman sus aguas, a los pocos días se deshacen en elogios de sus propiedades medicinales y de la rapidez con que sienten aliviarse sus dolencias los que las sufren. Dice el refrán, que cada uno habla de la feria, según le va en ella, pero a los que toman las aguas de los baños de San Antón, a todos les va bien, y bien hablan de ellos cuantos la prueban.»

«Como que además de la virtud de curar, la temperatura del agua de los baños de los señores Iborra hermanos, tal y como sale del abundante manantial, es agradabilísima en la actual estación, son numerosísimas las personas que concurren a tomar baños de placer y en este concepto, aún resulta más agradable el estar en aquel ameno lugar, porque los encantos de la naturaleza, son realzados y en no pocas ocasiones eclipsados por la belleza de nuestras paisanas.»

«Los baños de San Antón, serán con el tiempo a no dudarlo, (y ya empiezan a serlo) un elemento de riqueza para Orihuela; por eso los oriolanos debemos de mirarlos con atención y cariño y procurar en cuanto sea posible y esté de nuestra parte ayudar a sus propietarios, para que los constantes sacrificios que realizan no sean (que no lo serán) infructuosos y pueda esta ciudad llegar a ser una estación balnearia, como las más importantes de España, ya que para ello se cuenta con los necesarios elementos.»

Baños de San Antón

En poco tiempo, el balneario de San Antón estaba consiguiendo en el barrio, un efecto parecido al que en su tiempo produjo la ermita. Así lo afirma el siguiente artículo, además de proporcionarnos una descripción de las instalaciones :

«Recordamos lo que era hace pocos años la barriada de San Antón: unas cuantas casas feas, de paredes derruidas, oscuras, estrechas, insalubres, donde se albergaban pobres gentes, desafiando toda clase de enfermedades. Después, en una de aquellas casas, junto a la falda de la montaña, se descubrió un manantial; se formó una balsa, cuyo primer poseedor la destinó a baños.»

«El agua brotaba de los peñascos en abundancia, clara, fresca, convidando en los calurosos días del estío a disfrutar de ellas, mitigando las molestias que nos causa la temperatura en la presente época, pero nada más.  ¿Quién había de decir que dichas aguas llevaban en sus componentes la salud, además, para muchos que buscan el remedio a sus males?  Y así pasó el tiempo: todos los años acudían allí las gentes, que no pueden permitirse otros lujos, y por una insignificante remuneración al dueño, entraban en la destartalada y viejísima casa, donde se refrescaban en la estrecha balsa.»

«El edificio lo formaban cinco piezas reducidísimas: una salita de descanso rodeada de puertecillas, que conducían a las tinas; a la izquierda de la entrada otra puertecilla donde se veía la herrumbrosa bomba, de que se valían para extraer el agua de la balsa general y llevarla a los aparatos de calefacción y de allí a las tinas; después la balsa o manantial resguardado por una baranda de hierro pintado de encarnado y como final, al fondo, un pasadizo con media docena de cuartos para desnudarse.»

«Esto era antes el hoy balneario de San Antón. Se notó al principio que muchos bañistas de los que tomaban por recreo aquellas aguas y que bien padecían del estómago y del bazo, úlceras varicosas y tórpidas etc. etc. notaban extraordinario y notable alivio en sus padecimientos a los pocos días de estar yendo allí. Mas luego se realizaron curas asombrosas en enfermedades de las vías urinarias, venéreas y sífilis.»

«La ciencia comprobó después por medio de detenido análisis, la virtud medicinal de aquellas aguas. Hoy aquella barriada se ha transformado. Los antiguos y modestísimos baños son un balneario con todas las exigencias, con todas las comodidades modernas que puedan encontrarse en los más renombrados de España.  Hermosa y espaciosísima balsa para baños de recreo, pilas de mármol para enfermos y para los que no estándolo quieran bañarse en agua templada, vaporarios, sala de duchas, pulverizadores, etc.»

«El paisaje donde está situado el edificio, ofrece agradable perspectiva. Se levanta en la falda oriental del monte, en cuya cumbre se conservan las ruinas del antiguo castillo romano, guardián de la vieja Orihuela.»

«La puerta del balneario está sombreada por una fila de árboles, que se extienden gran trecho, y al frente, el palmeral, hermoso bosque de palmeras. Puede irse allí sólo por disfrutar del panorama sentado a la puerta, así, a la caída de la tarde, cuando corre la brisa deliciosa embalsamada por los tomillos y florecillas del monte.»

«El balneario de San Antón tiene ya conseguida su fama: pero aún necesita más, necesita que nadie ignore, que sus aguas son extraordinariamente medicinales. Yo por mi parte, pienso nadar allí, sin calabazas.»

La cima del éxito y la fama internacional llegó en 1906 :

«Una importante casa francesa, la de Mr. Benoit, ha tomado en arriendo, por tres años, a los Sres. Iborra Hermanos, el balneario situado extramuros de esta población. Las aguas medicinales de dichos baños, son ya muy conocidas por su virtud contra las enfermedades venéreas y de la piel. Mr. Benoit piensa introducir en el Balneario de San Antón, importantísimas reformas: y hacer al mismo tiempo una propaganda activísima de dichas aguas. Orihuela está de enhorabuena.»

Balneario y manantial de San Antón.
Etiqueta destinada a Francia y Argelia.
Impreso por Pichot (París).

«Se ha presentado en el Gobierno civil de esta provincia una instancia suscrita por don Antonio y D. Alberto Iborra Martínez, solicitando obtener la declaración de utilidad pública de las aguas medicinales del balneario de San Antón, pidiendo también permiso para vender dicha agua embotellada.»

«El Gobierno acaba de reconocer por medio de una real orden la utilidad pública de estas aguas por sus asombrosas virtudes curativas. Orihuela pues cuenta con un balneario que no tardará mucho en proporcionar pingües ganancias a la industria y al comercio orcelitanos.»

“Se ha recibido en esta ciudad una expedición de 10.000 botellas, que serán llenadas inmediatamente de agua del balneario de S. Antón para remitirlas a las principales ciudades del extranjero. Figura en las etiquetas un grabado del delicioso paisaje donde se asienta el edificio del balneario, bajo el rótulo de «Orihuela, aguas mercuriales, únicas en el mundo». La concurrencia de bañistas forasteros es cada vez mayor y el crédito de tan portentosas aguas medicinales comienza a extenderse por toda Europa, con lo cual Orihuela gana mucho”.

«Los baños de San Antón situados extramuros de esta ciudad, acaban de ser declarados de utilidad pública por medio de una real orden. La noticia, como hijos de Orihuela que somos, nos complace mucho. Aquellos baños mal encerrados en un viejo y ruinoso casetón antes, se han convertido ahora en hermoso y bien servido balneario, adorno de aquel sitio amenísimo. La constancia y los desvelos de los hermanos Iborra han tenido su recompensa. Orihuela, dotada, de un clima delicioso y de una vega fecundísima, cuenta con una riqueza más para repartir entre los humildes laboriosos.»

En 1907 se reconocían unánimemente el trabajo de los hermanos Iborra, que habían convertido los antiguos baños de San Antón en un excelente balneario a la altura de los más renombrados de España. Como prueba de la categoría del barrio, en febrero de ese mismo año, el Ayuntamiento aprobó que en el llamado “Barrio de San Antón”, desde la fábrica de la luz eléctrica hasta a la ermita del santo, se titulase calle de San Antonio Abad.

Si antes he comparado la función regeneradora del balneario con la de la ermita en otro tiempo, las facultades curativas de sus aguas, a decir de los periódicos y los científicos de la época, tampoco tenían nada que envidiar al pan bendito del propio San Antonio Abad. Leed si no este increíble artículo publicado en mayo de 1911:

«EL BALNEARIO DE SAN ANTÓN. A pocos pasos de la hermosa ciudad que baña el Segura, y al pie de la sierra del castillo; existe desde tiempo inmemorial un manantial de agua de paladar ligeramente salino, al que los habitantes de la comarca atribuían propiedades extraordinarias para la curación de determinadas enfermedades.»

«Su fama, cada día más creciente, pregonada en todos los tonos por los que en dichas aguas no solo habían encontrado alivio a sus dolencias, sino completa curación, movieron a sus propietarios a aclarar las propiedades medicinales de aquellas; y prestando así un gran servicio a la humanidad doliente, y sin titubear en el éxito de la empresa, remitieron hace poco tiempo al eminente y químico y sabio profesor de la Facultad de Medicina de París doctor Pouchet, y  previas las necesarias precauciones de lacrado, taponamiento y lavado, cantidad suficiente de aguas, para verificar análisis detallados y concienzudos.

«Practicados estos, el éxito ha sido maravilloso, pues entre los elementos reconocidos «cualitativamente», se ha encontrado el mercurio y también el ácido azótico, arsénico, litio, manganeso y boro, con exclusión absoluta de cobre.»

«Este resultado, y la presencia del «radium» en cantidad suficiente para ejercer su acción terapéutica,  demuestra de modo elocuente, que las aguas minero-medicinales de San Antón, pertenecen a las cloruro sódicas, bicarbonatadas magnésicas y bicarbonatadas sódicas, de maravillosos resultados para la completa y radical curación de la sífilis, cuyo micro organismo productor, destruyen completamente,  y de gran influencia por su notable poder antiséptico en las dermatopatías de origen infeccioso y en los efectos catarrales endometríticos por su acción sobre los gonococos y en todas las afecciones del aparato digestivo y catarros intestinales, por lo que sin incurrir en exageraciones debemos proclamar como “únicas aguas mercuriales en el mundo” a las mineromedicinales de San Antón de Orihuela.»

«Tan excelente resultado que supera todas las esperanzas concebidas, ha sacado de su inacción a los propietarios del manantial, quienes han construido un sólido y confortable edificio-balneario, con todas las dependencias propias de esta clase de establecimientos, y tratan por todos los medios de darlo a conocer al público, a cuyo efecto tino de estos días pondrán en circulación y profusamente, un elegante y bien escrito folleto, que contiene entre otros detalles verdaderamente útiles, referentes al balneario, la opinión de gran número de médicos notables que relatan infinidad de casos, en que enfermos desahuciados por la ciencia, han encontrado su completa curación, usando en baños, lavado y bebida, — según los casos — las prodigiosas aguas mercuriales de San Antón.»  

«La eficacia de dichas aguas para la curación radical de las enfermedades de la piel, ha sido comprobada hace muy pocos días por uno de nuestros redactores,  que encontrándose en Orihuela padeciendo hacía tres meses, de una granulación infecciosa espantosa en cuello, piernas y brazos, que le impedía todo movimiento, consiguió su restablecimiento total, con sólo aplicar a las partes doloridas, durante tres días, algodones empapados con aquellas aguas.»  

«Este caso y muchísimos más notables y de gran resonancia, que continuamente se consiguen, y que en Orihuela y pueblos inmediatos, son del dominio público, nos mueven a recomendar a nuestros lectores con todo interés las aguas de San Antón, en la seguridad de que aquellos que padezcan enfermedades de las indicadas, y acudan al repetido Balneario, nos agradecerán haber leído estos mal hilvanados renglones, que son débil demostración de gratitud de un paciente, que a las aguas mercuriales de San Antón debe su actual y excelente estado de salud.»

Balneario y manantial de San Antón.
Etiqueta nacional

La propaganda era brutal. Aquellos jóvenes emprendedores (Antonio Iborra no había cumplido diecisiete años cuando arrancó el balneario) habían montado seguro y lucrativo negocio para ellos y una fuente de riqueza para el barrio y la ciudad.

De los hermanos Iborra Martínez, Antonio se casó con Elisa Lidón Ballesta en febrero de 1912. Dos años después falleció Alberto, en octubre de 1914, víctima de rápida y traidora enfermedad. Tenía cuarenta y nueve años.

La publicidad de la década de 1920 seguía recomendando aquellas aguas para curarlo casi todo «las enfermedades del estómago, el herpetismo, los infartos del hígado y del bazo, las úlceras varicosas y tórpidas, los catarros crónicos, y otras enfermedades que exigían el empleo de mercurio

Como nota curiosa citar que, en enero de 1919, el propio Joaquín Sorolla comió en los Baños de San Antón por cuenta del Ayuntamiento cuando visitó Orihuela. Os dejo un enlace al artículo que narra dicha visita.

Enlace a crónica de la visita de Sorolla.

Los años pasaron; las modas y los gustos cambiaron. Mediados los años veinte, coincidiendo con la Dictadura de Primo de Rivera, la gente de posibles buscaba el ocio, el sol y los baños de placer en la costa. El balneario de San Antón volvió a su función de simples baños al alcance de la gente humilde. Antonio, concejal y teniente alcalde de Orihuela, falleció en mayo de 1930, con sólo cuarenta y ocho años.

Parece ser que las propiedades salutíferas del manantial, solo funcionaron con su viuda, Elisa Lidón, quien vivió muchos años más regentando las instalaciones como «baños de San Antón» hasta los años cincuenta.

La fiesta romería de San Antón.

El Pueblo
Edición N. P. Jesús

Como en todas las ermitas, una vez popularizado el santo, la ciudad acabó acudiendo en romería a pedir sus favores una vez al año, durante su fiesta. Erradicado el “fuego de San Antón”, las virtudes del santo eremita pasaron de medicina a veterinaria; encargado de proteger y sanar a los animales.

Vamos a conocer la fiesta de San Antonio Abad dos épocas diferentes; con dos siglos de diferencia. Montesinos la describe así en el siglo XVIII, cuando estaban los antonianos:

«Todos los años se celebraba la Fiesta del Sto. Patriarca Antonio en su propio día 17 de enero por la ¿Reverenda? corta Comunidad, con asistencia del Clero de la Catedral; todo a sus expensas y de innumerables devotos que llevaban muchas ofertas de cera, aceite, harina, cerdos pequeños y dinero. Misa Mayor, que celebraba un Cura teniente, y Sermón Histórico Panegírico. A la tarde había fiesta con la música de la Cathedral…»

Romería de San Antón en 1907.
Archivo ABC

«En dicho día se sorteaba a las seis de la tarde un “serdo gordo y grande”, del valor de unos 25 o 30 pesos; del que sacarían sobre 200. En todo su recinto, por mañana y tarde, se celebraba “porrate” general (porrat: feria celebrada bajo la advocación de un santo en su ermita o santuario) en el que se vendían todas las cosas imaginables, al más delicado gusto, como eran turrones, confituras, blancos, perniles, longanizas, dátiles, uvas, cardos, naranjas, garbanzos, avellanas; había besamanos, paseo público, carreras de caballos muy bien enjaezados y compuestos; y sobre tres mil personas que concurrían a tan plausible función, a tomar el Pan bendito y a adorar la Sagrada Reliquia del Santo Glorioso, a cuyo eremitorio llevaban los molineros, arrieros y labradores sus bestias; y les daban tres vueltas por su derredor y comían el pan bendito…»

Esta otra es del «El Día» en 1888:

«La tradicional fiesta que todos los años se celebra en San Antón ha satisfecho por completo en el presente las aspiraciones de los concurrentes a tan popular romería. Un gentío inmenso invadía por completo desde las primeras horas de la mañana aquellos sitios; las crestas de elevadas rocas se veían también coronadas de gentes que en amigable consorcio habían concertado una gira en el monte, y esperaban con ansia fuese llegada la hora de devorar el suculento y bien condimentado arroz con costra, propio y exclusivo de este país».

«La pequeña ermita donde se venera y presta religioso culto a San Antonio Abad, no podía albergar más personas; aquél reducido santuario se hallaba por completo invadido de fieles que iban a escuchar de labios del eminente orador sagrado D. Andrés Die, la biografía del Santo».

«Excusamos decir que fueron infinitos los puestos que ocuparon los vendedores exponiendo al público el objeto de sus mercancías, y tenemos que consignar con satisfacción, que el laborioso e inteligente industrial D. Joaquín Reymundo, colocó un precioso kiosco, obra exclusiva de su reconocido ingenio, en donde se servían toda clase de exquisitos dulces y riquísimas pastas».

«Amenizó en la tarde tan bulliciosa fiesta la banda municipal, tocando con fruición bonitas y escogidas piezas de su repertorio. Los vendedores, según hemos oído decir a personas autorizadas, hicieron buen negocio, y la rifa del cerdo, como todos los años, alcanzó un gran contingente. Al sujeto que ha correspondido en suerte el cerdo rifado, se llama José García».

Y esta de prinncipios del siglo XX:

«Luciendo el sol a ratos se celebra la romería a la ermita de San Antón. Un gentío inmenso desfila por aquellos alrededores. Los confiteros y los dueños de carruajes de alquiler hacen su agosto en pleno enero. De los pueblos de la comarca viene bastante concurrencia».

Romería de San Antón a principios del siglo XX.

«Por la mañana dan las caballerías las tres vueltas de costumbre al santuario, después de las cuales los jinetes adquieren rollos del Santo. En las laderas del monte, numerosas familias cantan, corren y se divierten aguardando la hora de comer la clásica paella, guisada al aire libre y condimentada con las más honestas y efusivas expansiones de la alegría».

«Abajo, entre una doble fila de confiteros bien provistos de las bolas de rigor, de vendedores de dátiles, torraos, turrón de panizo y otras golosinas, avanzan los labriegos, quienes después de visitar al Santo, ponen sus cédulas para la rifa del cerdo».

«A primera hora de la tarde suena el acelerado tintineo de los carruajes de alquiler que llegan rebosantes de gente de la ciudad. La banda municipal se sitúa en la puerta de la ermita, ejecutando bonitas composiciones de su repertorio. Pasa la tarde entre música y paseos. Romeros de toda edad y categoría entregan a sus Julietas, como simbólica muestra de adhesión y constancia, las pesadas de bolas».

Romería de San Antón a principios del siglo XX. Colección Antonio Miravete.

«San Antón, las cinco y con sol, dice el refrán; y hasta las cinco no comienza el rápido desfile. Cuando el sol se pone, pliegan sus tenderetes todos los vendedores, recogen las mercancías sobrantes (que han de servir en la fiesta de San Sebastián)».

«Muchas familias pasan el día de gira en el monte y las casas de comidas que por allí cerca se establecen tienen buena venta. Al oscurecer, nadie queda en las cercanías de la Ermita, salvo un corto número de curiosos que asiste a la extracción de la cédula premiada en la rifa del cerdo. Esa es a grandes rasgos la Romería de San Antón».

Por último, vamos a terminar como empezamos, con Julio López Maymón, hablando de la romería y de la rifa, en 1925:

«Es en verdad un acontecimiento oriolano la romería del 17 de Enero, todos los años a San Antón. La Ciudad se traslada, vestida de fiesta al indicado paraje, tan triste y solitario de ordinario; allí se rinde culto a la piedad visitando la Ermita; a la tradición, apuntando la «séula», en las muchas mesas instaladas al efecto; a la costumbre comprando la pesá en los puestos, que en larga fila se extiende, dibujando el camino ligeramente encuestado, que conduce a la explanada llena de gente jubilosa.»

Romería de San Antón.
Juan Fenoll Villegas.

«Antiguamente,  junto al vallado del huerto de palmeras, vecino de la Q. B, se congregaban los carruajes y troncos de lujo. La huerta, indumentada con el vestido típico, con la «ropica» sacada del arca de madera blanca que huele a peros, concurría a oír la Misa que canta la Parroquia del Salvador y el sermón donde se predican las gloriosas «hazañerías» del Santo Cenobita; y después a que las caballerías reciban la bendición y que coman los rollicos mezclados con los piensos.»

«Cuadro de tonos de luz y ráfagas de vida. Acervo de recuerdos de edades y de seres. Día de transformaciones se oye Misa como si fuese día dominical; no se trabaja… cual si estuviésemos en Domingo…; y hasta en la casa más pobre, el yantar es típico… ha de ser; así… el arroz y costra… y las bolas… y el palmito… y el turrón de «paniso» y el de alegría….»

Programa de Fiestas 1985.
San Antón
.

«La rifa dio comienzo en el año 1840, o sea hace ochenta y cinco años; era superintendente don Tomás Veas, Racionero. Con los ingresos se blanqueó la fachada del edificio, se compusieron ornamentos sagrados y otras mejoras; sobraron 436 reales y 21 céntimos que se invirtieron en celebrar Misas al fuero de dos pesetas con cincuenta, céntimos…»

«Todos hemos puesto y seguimos poniendo nuestra «seula al cochino»; no puede concebirse esta fiesta sin esta rifa. La suerte adjudica al puerco, y con lo que rinde el ingreso de ella descontando gastos, se atiende al culto del santo y a la conservación de la casa célebre del santero, y hospedería de los frailes, y hoy habitación del Capellán, y departamento oficial para el señor de San Antón».

La cerda de San Antón.
Manuel Rodríguez.

«Rogar a Orihuela, que siga como hasta aquí, prestando su concurso a esta fiesta tradicional; que el culto a las costumbres de nuestros padres, a las tradiciones de nuestros mayores, es el culto santo a la Patria chica.»

Antonio José Mazón Albarracín (Ajomalba)

Un servidor, mi hermana
y mi prima, en San Antón

Bibliografía: «De la Fiesta de San Antón», rebusco tripartito de Julio López Maymón (1925); «Orihuela imaginada, la ciudad en los siglos XVI y XVII» de José Ojeda Nieto; «Compendio Histórico Oriolano» de Joseph Montesinos. «Insalubridad y bonificaciones de almarjales en el Bajo Segura antes de las Pías Fundaciones de Belluga», de David Bernabé Gil.

Archivo Municipal de Orihuela, Libros de Actas; Archivo Histórico de Orihuela, Protocolos; Biblioteca Virtual de Prensa Histórica: El Pueblo, El Oriol, El Diario de Orihuela, El Oriolano, La Comarca, La Crónica, El Día, La Huerta, El Diario Orcelitano, El Social, El Obrero.

Mi agradecimiento a José María Penalva y a José Manuel Dayas.

Lo Carrer de Ferrando de Loazes.

Sepulcro de Loazes. Colección Javier Sánchez Portas.

«Lo Carrer de Ferrando de Loazes».

«Quien yerra y se enmienda a Dios se encomienda». (El Quijote II parte, cap. XXVIII).

Loazes en la fachada del Colegio. Fotografía: José M. Pérez Basanta

A menudo, al escribir ensayos históricos se repiten afirmaciones de respetables autores tomándolas por verdades indubitables. El problema que plantean estos datos es saber si se basaron en fuentes documentales o si, a su vez, lo hicieron en los trabajos de otros historiadores.

Al final, sólo la investigación personal en los archivos permite esclarecer hechos mal determinados, eliminar afirmaciones equivocadas y fijar datos con la debida exactitud procurando depurar errores pasados.

Cuando comencé a trabajar en el estudio de las calles intenté apoyarme en todo lo publicado anteriormente; pronto descubrí que algunos historiadores eran más de fiar que otros; que los del XVIII y XIX eran poco rigurosos basándose muchas veces los unos en los otros sin comprobación documental; exagerando las glorias patrias y tratando de ocultar las miserias.

En abril del año 2007 publiqué un artículo en la revista «de Orihuela» núm. 10 en el que, haciéndome eco de los datos publicados por varios estudiosos del personaje, situé la calle natal del Patriarca Loazes en la actual calle de Meca.

Quiero decir públicamente que me equivoqué al aceptar que Ferrando de Loazes nació en la calle Meca obviando todos los datos que había obtenido de primera mano en los archivos locales.

Pienso que esta equivocación pudo comenzar con la recomendación emitida por la «Comisión encargada de la rotulación y numeración de las calles de esta Ciudad» en 1861, tan solo treinta años después de la llegada de las Salesas, cuyo monasterio había reducido «lo carrer appellat de Ferrando Lloases» a un miserable callejón.

El espacio que hoy se conoce con el nombre de puente nuevo, que conduce desde la antigua Calle de los Hostales, al puente de la Barrera del Matadero, puede tomar el nombre de Calle de Loaces, grato recuerdo hacia el preclaro fundador de la Universidad Literaria de esta Ciudad, a la que consagró sus talentos y sus riquezas.

Los infrascritos hubieran dado este título a la calle de Meca, en la que vivió el Ilustre Patriarca; pero de una parte la insignificancia actual de aquella; y de otra el deseo de no quitar de la misma el apellido de un distinguido linaje del País, les ha inducido a proponer lo que dejan dicho.

Y que el error quedó fijado en un trabajo premiado en los juegos florales de 1900, obra de Manuel Ferris Iváñez, periodista, farmacéutico y político.

Fue director de «El Diario de Orihuela» (1891) y de «El Independiente» (1892). En 1896 se licenció en Farmacia y un año después casó con Monserrate Lafuente, abriendo su farmacia en los Hostales (Alfonso XIII). Concejal en el Ayuntamiento de Orihuela, fue su alcalde en 1915.

La Vega del Segura. Número I. 1 de diciembre de 1904.

Su trabajo sobre Loazes fue ampliamente difundido en 1904 a modo de folletín, en el diario «la Vega del Segura». Todos los que luego han publicado sobre el Patriarca se han basado en el siguiente párrafo:

Sin duda alguna le bautizaron en la Iglesia Parroquial de Santas Justa y Rufina, puesto que la casa solariega de los Loazes en Orihuela estaba situada en la calle Meca, la primera a mano derecha conforme se entra, y que da hoy frente al Asilo de Ancianos Desamparados, de cuya casa, resta tan solo como vestigio la puerta principal sobre la cual se ve todavía grabado en piedra el escudo de armas del noble orcelitano.

Retrato de Loazes en el Colegio de los Españoles en Bolonia.

Ferris afirma que en 1900 ― cuatrocientos años después del nacimiento de Loazes― se conservaba su escudo al inicio de la calle Meca.

¿Y Gisbert cuando habla de ella a finales del XIX no lo menciona teniendo tan a la vista el escudo? ¿Nadie más vio el dichoso escudo ni habló de la casa de tan importante personaje?

Como todos, di por cierto que esa era la casa del Patriarca y por lo tanto su calle. No había porqué dudar de quien decía haberlo visto con sus propios ojos (hay una placa marcando la casa donde supuestamente había nacido).

Así pues acepté que la actual calle Meca fue la de Loazes e intenté adaptar mis investigaciones a esa premisa. Siguiendo los padrones de reparto de los siglos XVII y XVIII tenía muy claro que la calle Meca fue anteriormente la calle de los Masquefa; y en los de cumplimiento de Santa Justa comprobé que se mantenían los nombres de Loazes y Masquefa hasta mediados del XVIII.

Placa a la entrada de la calle Meca. Fotografía: José M. Pérez Basanta,

Dando por cierto lo dicho por Ferrís y teniendo seguridad de que de calle Masquefa pasó a Meca, deduje que sólo podían ser dos partes de la misma calle; no cabía otra explicación y así lo publiqué. Pero la calle Meca nunca fue la calle de Loazes y quiero ofrecer pruebas concluyentes que demuestran la inexactitud de tal afirmación.

Durante años fui acumulando pistas que complicaban esa teoría. Fueron tan solo evidencias hasta que compartí mis datos con los de Pepe Ojeda. En sus investigaciones situaba dos calles paralelas: la de Loazes y la de Masquefa, confirmando mis dudas.

Para que todo encajase nos faltaba una calle; pensamos que quizás fue ocupada por la construcción del palacio de Arneva. Pero tal posibilidad quedó eliminada sabiendo que la calle Meca era la de Masquefa, y que la de Loazes estaba situada más al sur; es decir más lejos de Santa Justa.

Busto del Patriarca. Fotografía: José M. Pérez Basanta

Volví a repasar a fondo los padrones, comparando incluso los vecinos en diferentes épocas.  Así pude comprobar con rotundidad que desde al menos el XVII hasta 1751 aparecía la calle de Masquefa; y que en el padrón de 1770 comenzaron a llamarla de Meca.  

Estos datos coincidían con el de cumplimiento de Santa Justa, del que desaparecía en 1766. Posteriormente analicé una docena de registros notariales de la segunda mitad del XVII en los que aparecía la calle de Loazes y/o la de Masquefa; notas que amablemente me brindó Ojeda Nieto y que paso a enumerar:

Representación idealizada de terreno en cuestión, obra de Pepe Sarabia.

Año 1632: casa sita la calle Loaces, que linda «ab les torres» (se entiende la Plazuela de les Torres).

Año 1639 se deslinda una casa que se halla «en la travesa que ix del carrer de Loases al carrer dels Masquefes», la traviesa se localiza al E, y al N la cochera de Eusebia Pérez, viuda de Pedro Sahavedra.

Año 1650 la casa que se deslinda se sitúa «en la plaçeta appellada del Sacriste Ferrandes ―que linda― ab lo carrer appellat de Ferrando Lloases».

Año 1653: «Frances Gilart, polvoriste», adquiere una casa en C/ Loaces que linda con dicha calle al N., al S. el río, al W. casa de los Togores (que antes era de los Masquefa) y al E. casas que fueron de los Loaces.

Año 1658 se deslinda la casa de Rocamora, sita en C/ Río y «portal del mur de altra ab carrer de Lloases, de altra ab cases de don Alfonso Rossell y de altra ab el Riu… en la part appellada de les Torres».

Año 1666: Se deslinda la casa de Vicente Ruiz y Rosell, sita «en lo carrer de les grades de Sentes Justa y Rufina eo de Pau Ruis» (La casa linda al E con esta calle).  Al W con casas de José Rosell, al S «ab lo riu, carrer de Les Torres en mig», y al N «ab carrer publich dit de Françes Pasqual eo dels Lloazes».

Año 1670: La C/ Masquefa «que es lo que esta de front la porta de la iglessia… en la de les grades de aquella». La casa tiene al E y al W casas, al S «carrer publich apellat dels Lloazes hon trahuen una porta, eo postigo, y de part de tramontana ab lo dit carrer de Masquefa».

Año 1671, para situar una casa, se dice que se halla en lo «carrer vulgarment dit dels Lloazes», al W casas de un polvorista «que huy son de la fabrica de la polvora».

Año 1671, deslinde: «en front de una de les portes… appellada de les Grades –que linda ab tres carrers… lo hu appellat de dites Grades de Sta. Justa eo dels Ruisos lo altre de Masquefa y lo altre dels Lloases».

Año 1694. Donación de solar a D. Jaume Togores, que «solia ser de la fabrica de la polvora –entre carrer de les Torres –y carrer de Loases».

Año 1696: Deslinde de un solar de casa «en lo carrer dels Masquefes» que linda al E con casa, al N ab «lo ort del convent de nostra Señora del Carme, carrer en mig dels Chincholers».

Año 1701, deslinde de casa en «lo carrer dels Masquefes», al E y W tiene casas, y al S «lo carrer dels Lloases y de tremontana ab dit carrer dels Masquefes».

Siglo XVII. Plano confección propia marcando las fechas de los registros.

Todas estas notas situadas en el plano anterior me permitieron obtener las siguientes conclusiones:

Lo carrer dels Loazes o de Ferrando Loazes estaba al sur y lindaba con la Plazuela de las Torres, situada en la curva del río junto a la muralla y la casa de la pólvora; es decir, donde ahora tenemos el convento de las Salesas. Nacía frente a una placeta que coincide con la «longeta» de Santa Justa, en la actualidad casa parroquial y plazuela de las Salesas.

La calle de los Masquefas nacía frente a la puerta de las gradas de Santa Justa; puerta que fue desplazada una vara a tramontana; es decir casi un metro al norte. Estaba cerca del huerto de los carmelitas y lindaba con Jinjoleros.

Representación idealizada con leyendas. Plano Pepe Sarabia.

Por último, quiero añadir la nota de Ernesto Gisbert en su «Historia de Orihuela»:

La de Meca: Recibe el nombre de uno de nuestros apellidos ilustres. La misma, si no fue una de sus adyacentes, se denominó de la Marquesa o del Arco, aludiendo a un arco construido en 1488 entre las casas de Masquefa y Rocamora, destruido en 1771 y que dio lugar a un ruidoso pleito con los jesuitas que lo ocuparon en 1710.

La de la marquesa fue una de sus adyacentes. A principios del XVIII, entre la plaza de la Compañía y la calle Masquefa aparecía en los padrones una calle nombrada de los Togores (el padre de Fernando Loazes se llamaba Rodrigo Loazes y Togores, como queda reflejado en la luna de su escudo).

Fotografía Ajomalba

Era el callejón que a finales del XVIII llamaban de los Jesuitas: al costado de la iglesia de las Salesas, un pasaje largo y angosto ―estrechado seguramente al construir el templo― que comunicaba con la Plaza de Togores.

En la actualidad su salida a la calle Salesas permanece cerrada con fachada y puerta; y la de la plaza de Togores está condenada también.

Este callejón fosilizado es el que nombra Gisbert separando las casas de Rocamora y Masquefa. Sabemos que Juan Rocamora ―conde de la Granja y esposo de la marquesa― donó las casas a los jesuitas; y que los Masquefa tenían su morada muy cerca.

Fotografía Ajomalba.

Conclusión: Teniendo en cuenta todo lo expuesto, sostengo que ese callejón cerrado junto a las Salesas es lo que queda en la actualidad de la calle de Ferrando Loazes o de los Loazes: cercano a la plaza de las torres, frente a la plazuela y en paralelo con la calle Meca.

Llamada posteriormente de los Jesuitas y de los Togores, comunicaba con la plazuela de los Togores, señores de Jacarilla, que permanece al final de la calle Meca.

A mediados del XVIII, la calle de los Masquefas pasó a calle de los Meca por vivir en ella otra ilustre familia, los Pérez de Meca. En concreto he localizado al regidor Fernando Pérez de Meca fallecido en 1730 y posteriormente al canónigo Alejandro Pérez de Meca.

Siglo XVIII. Plano confección propia.

Al final de la misma perviven dos titulaciones antiquísimas: la de Xinxolers o Jinjoleros, y el resultado de urbanizar la orilla del río: la calle Malecón.

Las titulaciones de Loazes y Masquefa desaparecieron en el XVIII para volver al callejero oriolano a finales del XIX; pero con diferente rango: a Loazes le dedicaron la lujosamente reurbanizada bajada del Puente Nuevo.

El diario de Orihuela. 19 de septiembre 1887: Es otro de los puntos de la crónica de la semana que merece nuestra atención el acto llevado a cabo por la corporación municipal, al acordar la titulación de la nueva calle abierta en la subida del Puente Nuevo y la que pone en comunicación la calle Mayor con la de la Feria.

Sin duda alguna que nuestro Ayuntamiento ha interpretado los deseos de la población buscando dos nombres ilustres entre los más esclarecidos hijos de Orihuela. El nombre de Cardenal Loaces, honra de esta vieja ciudad y gloria de la Iglesia española, al señalar una de las calles de la población, recordará siempre una de las páginas de nuestra brillante historia.

El diario de Orihuela. 11 octubre 1887: La colocación de los rótulos en las calles nuevamente tituladas, ha sido el asunto que ha dado importancia a la semana que finó ayer. Los nombres de tres hijos ilustres de Orihuela han sido grabados en mármol y serán pronunciados al mencionar las calles que titulan por las generaciones venideras.

Placas de Masquefa y de Loazes. Fotografía Ajomalba.

Los Masquefas se tuvieron que conformar con el modesto callejón que sube a la peña desde la Plaza del Marques de Rafal.

Comisión encargada de la rotulación y numeración de las calles de esta Ciudad. 6 de febrero de 1861. La Calle sin nombre junto a la de Comedias, puede recibir el de Calle de Masquefa, recordando el apellido, casi extinguido ya, de una familia que figuró mucho en la historia del País y cuyas casas existen no lejos del mismo sitio.

Plaza y Calle de los Togores.

De los Togores, además de la citada plazuela, queda una calle que nace al costado de la Plaza de las Salesas.

Aniversario de Loazes. 1918. Colección Javier Sánchez Portas.

Antonio José Mazón Albarracín. (Ajomalba)

Publicado el la Revista de Moros y Cristianos 2015. Reformado y ampliado en 2021. Mi agradecimiento a José Ojeda Nieto .