Callejeando 35. Arrabal de San Agustín 1.

Fragmento plano de 1748, obra de Fray Antonio Villanueva: 1. Plaza del Puente. 2. Calle de San Agustín. 3. Calle de la Mancebería. 4. Plaza Nueva. 5. Calle del Molino Grande. 6. Calle de San Pascual.  7. Puerta de Magastre. 8. Calle del Bao. 9. Calle de la Acequia. 10. Calle de María de Pau. 11. Plazuela de San Agustín. 12. Convento de San Agustín. 13. Huerto de San Agustín. 14. Rodeo. 15. Alameda. 16. Camino de Hurchillo. 17. Camino de Cartagena desde la Puerta del Burdel. 18. Alameda. 19. Huertos. 20. Puerta del Burdel.

Arrabal de San Agustín, primera parte: introducción, Plaza del Puente, Mancebería y Camino de Beniel.

Por la estrecha franja entre el Monte de San Miguel y el Río Segura circulaba el camino principal entre Valencia y Murcia.

Atravesando el frágil puente de barcas de la Uryula musulmana, sus habitantes se plantaban en un cruce de caminos: al sur el de Cartagena; a Levante el de la Costa; y a Poniente un itinerario alternativo para llegar a Murcia por la otra orilla del río.

Esos tres caminos, una vez urbanizados, se convirtieron en las calles de San Agustín, San Pascual y Mancebería, con nuevas puertas en cada uno de sus extremos: la de San Agustín, la de Magastre y la del Burdel.

El Arrabal de San Agustín, Mayor, del Puente o Cuartel Sur. Introducción.

Lo Raval del Pont 1540-1549. Archivo Municipal de Orihuela.

En el siglo XII, bajo dominio almohade y en el apogeo del famoso «rey lobo» de Murcia, la ciudad fue reforzada con nuevas murallas y torres.

Cercana a la corte y con mucha tierra fértil regada por el Segura, en Uryula se instalaron oligarcas murcianos y multitud de nuevos colonos.

La población del casco amurallado se multiplicó notablemente y propició un primer intento de poblar el otro lado del río; sobre todo a base de pequeñas alquerías con explotaciones agrícolas. Se estaba formado un arrabal al inicio del camino de Cartagena.

Imagen idealizada del arrabal. Acrílico de José Domingo Sarabia Simón.

Pero hubo que esperar hasta la segunda mitad del siglo XIII; cuando expulsados los musulmanes del casco, se instalaron masivamente formando la primera morería de Orihuela.

Y cuando ellos (los cristianos) se la quitaron a los moros (la ciudad) les dejaron poblar en parte del rabal, que antes de que se fundase el convento de San Agustín, se decía mayor.

La cita anterior pertenece a Mosén Pedro Bellot. En sus «Anales de Orihuela» dejó clara la fecha de amurallamiento del arrabal Mayor: en la segunda mitad del siglo XIV, coincidiendo con el inicio de la Guerra de los dos Pedros.

1357. El rabal mayor (se decía a San Agustín y contorno) no tenía muralla ni defensa alguna y estaba a peligro de poder ser saqueado una noche, lo cual refirieron en consejo Martín Rocamora y Juan de Oteo, los cuales encarecieron tanto el peligro, que de continente mandaron hacer muralla y barreras y puertas, y todo fue acabado en diez días.

Montesinos se extendió un poco más hablando de sus orígenes. Os dejo algunos párrafos del primer libro del «Compendio histórico geográfico de la fundación de la ciudad de Orihuela».

El segundo arrabal es el que llaman de San Agustín, el que se fundó después de que los Christianos ganaron a los Moros Orihuela; en cuyo sitio mandó después situar el mismo infante Don Alonso a los Moros que quisieron quedarse en Orihuela…

Los moros en este arrabal edificaron muchos jardines, granjas y casas para su habitación; y viéndose maltratados de los Christianos cuando la Sacra Augusta Majestad del Señor Emperador y Rey de España Don Carlos V de Austria y I de Castilla mandó bautizar a todos los Moros de sus españoles dominios, se pasaron a los Lugares de Redován, Cox, Albatera, Catral, Callosa, Abanilla, Fortuna, Almoradí y Crevillente, donde permanecieron hasta el año de 1609…

Después, los Christianos oriolanos, ampliaron y hermosearon este Arrabal, con fundar en él más de 600 casas habitadas por Christianos viejos nada sospechosos y por ricos labradores honrados.

Lo Raval de Sant Agusti. Siglo XVI. Archivo Municipal de Orihuela.

Por último transcribo a Ernesto Gisbert en su «Historia de Orihuela»:

Arrabal del S. o de San Agustín. Según Bellot se llamó en un principio del Puente, después de la Morería desde 1272 hasta 1431.

Más adelante tomó la denominación de Mayor debido únicamente a su mucha extensión comparado con los demás arrabales de la población, y por fin ha quedado con el nombre de San Agustín.

Linda por tres vientos con la huerta, estando por el N. separado de la ciudad por sólo el río.

La morería oriolana se despobló durante la Guerra de los dos Pedros «sujeta al ímpetu del enemigo». Y terminada la contienda, los vecinos cristianos se hicieron con el codiciado terreno.

Aunque intentaron instalar a los musulmanes cerca de la puerta de Callosa, éstos optaron por repartirse entre los lugares de la comarca y vivir más discretamente.

Como ya he dicho, a partir de la segunda mitad del siglo XIV, el arrabal dispuso de su propio muro protector y de un convento cristiano que acabó dándole nombre.

Así lo cita Bellot.

El segundo convento en antigüedad es el de San Agustín. En el año 1400 estaba ya fundado con «malas tapias y peores fundamentos», «a peligro de caer y matar a mucha gente».

Acudieron al Consell en busca de ayuda y éste les dio cincuenta florines y permiso para pedir limosna.

No es disparatado aventurar que, antes del convento de San Agustín, hubiese algún establecimiento religioso para ofrecer asistencia espiritual a los musulmanes.

No voy a extenderme hablando del convento. Pinchando sobre el plano reflejado en la siguiente imagen, se accede a un artículo monográfico sobre los agustinos y Jesús María, colegio que ocupa su lugar en la actualidad.

Convento de San Agustín. Fragmento plano de 1748, obra de Fray Antonio Villanueva. Enlace a artículo.

Volvemos al primer libro del «Compendio histórico geográfico de la fundación de la ciudad de Orihuela»

El Arrabal de Sn. Agustin, llamado antes de Sn. Jayme; y despues de Sn. Agustin, por haber fundado en él su combento dichos Padres, es grande, rico y hermoso; de la Ciudad se pasa a él por dos magníficos Puentes, llamados Viejo y Nuevo, sobre el Rio Segura.

En él estan comprehendidas las Sigtes. Iglesias; y comunidades: Combento de los Padres Agustinos Calzados; Monasterio de Religiosas Agustinas con el titulo de Sn. Sebastian; Combento de Religiosos Franciscos Menores Descalzos de la Regular y mas estrecha Observancia; El Real Contraste de Sedas, Peso de Arina, y Romana de Carbon; el Publico Matadero de la Ciud. q. fuera mejor estuviera bien extra Muros; con las Sigtes. Calles:      

Montesinos cita también las calles que consideraba más importantes a finales del siglo XVIII.

Plaza Nueva que es magnífica, grande y cuadrada, como diré más adelante; Mancebería; de los Gitanos; de Pamies; del Rodeo; de San Agustín; Plazuela del mismo; del Puente Viejo; de San Isidro; de María Pau; de la Acequia; del Bao; del Sol; del Pilar; del Matadero; de Molins; del Puente Nuevo; Barrio Nuevo de la Marquesa; de San Pascual; del Molino; y de los/las Chruces.

En los primeros capítulos vamos a estudiar el núcleo original del arrabal; el terreno que aparece en la siguiente imagen, comprendido entre las tres puertas anteriormente citadas.

Cuartel Sud, del Sur o Arrabal de San Agustín. Plano de Orihuela. Francisco Coello (1859). Atlas de España y sus posesiones de Ultramar. 

Posteriormente trataremos la espectacular ampliación que propició la construcción de la estación del ferrocarril.

La Plaza del Pont Vell.

El amplio y estratégico espacio entre la puerta de la ciudad y el inicio de la morería dio paso a la plasa del Pont Vell; de donde salieron al sur lo Carrer de Sent Augusti, a Levante lo Carrer del moli y la Plasa Nova; y a Poniente lo Carrer del Partit o del Bordell.

Raval de Sent Agosti y plaça del pont vell. Siglo XVII. Archivo Municipal de Orihuela.

Para hablar de la Plaza del Puente, vamos a comenzar con algunos párrafos extraídos de la «Orihuela imaginada, la Ciudad en los Siglos XVI y XVII» de José Ojeda Nieto.

A principios del Quinientos, la Plaza del Puente era el centro neurálgico del arrabal. Su importancia la viene arrastrando desde las centurias anteriores, desde épocas medievales, cuando se formó el barrio.

Es evidente que siendo la Puerta del Puente la más importante de la ciudad, a su vera, extramuros, se adosaran obradores.

El arrabal surgiría (explican los medievalistas) como espacio adonde fueron alojados los mudéjares tras la reconquista de Orihuela en 1264-5, y no parece razonable que se les dejase asentar lindando con la misma muralla.

La Plaza, pues, tiene un origen estratégico (controlar el puente) y una función comercial. Con el tiempo, pasado el peligro, la primera misión se pierde, revalorizándose la segunda, por lo que terminó por convertirse en lugar económico-social del arrabal.

Durante el Cuatrocientos acentuaría esta importancia, manteniéndola y aun fortaleciéndola hasta el último tercio del siglo.

Colección Javier Sánchez Portas.

Considerando las estrecheces que sufrían en el casco, sin posibilidad de poder disfrutar siquiera de una Plaza Mayor en condiciones, el espacio «a la baxada del Pont Vell», frente a la puerta de la ciudad y la Casa Consistorial, tuvo múltiples utilidades: militares, religiosas, civiles, festivas…

Podemos destacar la ceremonia de elección de cargos y dignidades municipales. Que se desplegaba «a la entrada del barrio de San Agustín, frente a la casa de la ciudad».

Los candidatos se presentaban armados y a caballo, vistiendo sus mejores galas. Formaban tres grupos separados, el brazo mayor o militar, los caballeros o brazo menor y los ciudadanos.

El escribano del Consejo, en presencia del Justicia y de los Jurados salientes, introducía en tres sacos, uno para cada clase, los nombres de los candidatos en trozos de pergamino.

Allí se celebraban también las fiestas de la reconquista, desde principios del siglo XV. El día 17 de julio, a la salida del sol, en el plano del puente viejo se conmemoraba la toma de la ciudad con un simulacro de batalla.

Los moros, oriolanos disfrazados al igual que ahora, esperaban la acometida de los cristianos. Y entrando por el portal de San Agustín llevaban a los vencidos hasta la Catedral.

Desarmados y maniatados eran conducidos en procesión hasta la iglesia de Santa Justa. Allí se daban gracias a Dios y a las Santas patronas por la victoria.

La plaza de Cubero en la fiesta de la Reconquista.

En 1492 el rey Fernando escribió a Orihuela anunciando su victoria contra el rey de los moros de Granada. Y entre otros actos festivos, el Consejo oriolano mando celebrarlo con un espectáculo taurino en el arrabal del Puente.

Que el domingo después de comer sean azotados toros en el rabal del Puente, y que nadie tire garrocha a pena de 60 sueldos y de estar tres días preso; y azotados los toros, que todos los hombres de honor que tengan cabalgaduras acompañen a los oficiales a caballo…  

Plaza de Cubero. Puente Poniente. Coronación canónica de la Virgen de Monserrate. Mayo de 1920. Colección Javier Sánchez Portas.

Otro uso menos festivo era el de las ejecuciones públicas. Gracias a un protocolo del escribano José Bruña, redactado en febrero 1732, sabemos que un labrador que vivía en la bajada del puente, junto al Pósito de la ciudad, autorizó a los Mayordomos de la cofradía de Nuestra Señora de los Desamparados a colocar, bien visible, una imagen mariana en su fachada para consolar a los condenados a la pena capital, cuyo suplicio se ejecutaba frente a su casa.

En la Ciudad de Orihuela a cattorze días de el mes de febrero de mil setecientos treinta y dos años. Ante mí el escribano público testigos, pareció Roque García Contival labrador vecino de ella y dixo: es dueño posehedor de una casa de habitación y morada, en la población de esta dicha Ciudad, Raval de San Agustín, en la bajada del Puente viexo, con quien alinda por parte de Tramontana, por la de levante con el Real Pósito de esta dicha Ciudad …

… Y que en la referida su casa de su echo, consentimiento y autoridad propia, havía consentido a los Mayordomos de nuestra señora de los Desamparados, colocar en visible nicho esta Santa imagen para extender esta devoción y consolar a los condenados a pena capital cuyo suplicio se ejecuta a su frente, en la misma bajada de el nominado Puente viejo.

Dos imágenes de la hornacina de la Virgen de los Desamparados en la bajada del puente. Fotografías del primer cuarto del siglo XX. Colección Javier Sánchez Portas.

En marzo de 1869 varios concejales denunciaron a José Tolmos, dueño por aquel entonces de la casa en cuya frontera se hallaba colocada la efigie de Nuestra Señora de los Desamparados. Había reformado sin permiso la puertecita del camarín, haciendo desaparecer un rótulo que declaraba las indulgencias concedidas por Obispos.

El Ayuntamiento le anunció una visita de la comisión de Ornato y le obligó a restituir el rótulo, dejando a la virgen y su camarín en el estado en que los encontró al comprar la casa; ya que dicho camarín era propiedad municipal.

Perdida la situación estratégica y con sus funciones trasladadas a la Plaza Nueva, la edificación de su entorno la fue reduciendo hasta quedar en una «plaseta». Aún así, los concejales oriolanos la catalogaron como plaza de primera clase y se la dedicaron al obispo que gobernaba la diócesis en aquel momento.

En marzo de 1861 la comisión para el arreglo del nomenclátor decidió mostrar su gratitud a Pedro María Cubero y López de Padilla, vigésimo séptimo obispo de Orihuela,

El sitio llamado bajada del Puente viejo, uno de los más concurridos y mejor situados en este arrabal, puede titularse Plaza de Cubero, así el Ayuntamiento tributará un homenaje de respeto, amor y gratitud al actual dignísimo Prelado de esta Diócesis. 1ª Clase.

Fotografía Ajomalba.
El diario de Orihuela. Campaña 1886-1887.

Si os interesa saber más de este obispo, pinchando la siguiente imagen se accede a un artículo.

Pedro María Cubero y López de Padilla, Obispo de Orihuela. Enlace.

La crónica. 1 de abril 1886: El otro día, según costumbre antiquísima de la localidad, vinieron algunos jornaleros y se situaron en la Plaza de Cubero, donde como siempre esperan que los labradores les busquen para ir a trabajar a la huerta, y en aquel día, según se nos dijo, no encontraron quien les diera ocupación y se volvieron, llenos de pena, a sus casas.

Herrería en la Mancebería. Al fondo la Plaza de Cubero y la Calle del Molino. Antonio Ballester Vidal.

La Mancebería.

Contribución Equivalente año 1717. Archivo Municipal de Orihuela. Raval de San Agustín. Manseveria y Rodeo.

La prostitución siempre fue tolerada como un mal necesario; pero llegó un momento en el que las autoridades pasaron a considerarla como un auténtico servicio público que institucionalizaron y fiscalizaron, limitando su actuación a espacios acotados dentro del recinto urbano.

De nuevo recurro a la «Orihuela imaginada, la Ciudad en los Siglos XVI y XVII» de José Ojeda Nieto.

Muy próxima, tan próximo que hacen esquina, se halla la calle del «Bordell», sometida al influjo fabril de los alfareros y al comercial de la Plaza del Puente.

Su nombre, en todo caso, lo debe a la casa de las meretrices. A mediados del siglo XVI, los dueños (o sea, casa y negocio) eran los Rocafull, que la arrendaban a un «pare de les putes».

Dos calles que de por sí generaban ya movimiento: nos referimos, por un lado, a la Cantarería y, por el otro, a la calle «La Nau olim Mancevería o Bordell, Partit o Putería», que con todos estos nombres es conocida documentalmente.

La Mancebería a principios de siglo.

Para evitar escándalos, los burdeles municipales se circunscribían a determinadas calles situadas en las afueras. Estos lugares eran llamados mancebías, burdeles o calles del Partido.

A pesar de la voluntad de relegarlo a una zona alejada del núcleo, con la progresiva expansión del arrabal de San Agustín, acabó muy próximo al nuevo centro de la ciudad.

La mancebía protegía el orden público y evitaba el adulterio, canalizando las bajas pasiones masculinas. Este es el origen del nombre de la calle de la Mancebería.

Patro del mur y sal any 1636. Archivo Municipal de Orihuela. Raval de St. Agostí. Carrer de la nau y Canterería.

Mancebería es un eufemismo de Mancebía. He localizado también: La Nau, del Partit y Mansevía. Pepe Ojeda añade también del Publich; y en referencias documentales del Bordell o Putería.

El nombré caló hasta el punto que la puerta que tenía en su final no era la de Beniel; sino la «Porta del Bordell».

Calle que da salida a la ciudad hacia Beniel y que cuenta con una de las puertas de la ciudad: la «Puerta del Partit o del Bordell».

Archivo Municipal de Orihuela. 1636-1660. Carrer Manceberia y Carrer de la mansevia.

José Rufino Gea Martínez lo describe así en su «Historia de los oriolanos».

El antiguo burdel estaba situado en la antigua calle que se llamó de la Mancebía o Mancebería y hoy de Muñoz, esquina al callejón del Rodeo.

Las pecadoras tenían obligación de usar prendas de vestir que las distinguieran de las mujeres honradas, y no podían concurrir a las iglesias con manto, sino con mantilla precisamente de tres palmos; estaban sujetas a reglamento, y a la que faltaba a sus disposiciones o escandalizaba públicamente, era emplumada en la plaza mayor o se le daba una carrera de azotes.

Las dejaban en pelota, las embadurnaban la piel de engrudo o cola y las echaban a un largo cajón lleno de plumas, en donde las revolcaban para que les cubriesen todo el cuerpo, obligándolas después a recorrer la plaza y calles, con gran regocijo de la multitud que alborotada las seguía

Herrería en la Mancebería. Al Fondo el coche de línea que realizaba el trayecto de Orihuela a Murcia por Beniel y la Calle del Molino. Antonio Ballester Vidal.

En marzo de 1880, se rotuló la Mancebería como «calle de Muñoz» por la generosa contribución en la riada de Santa Teresa de José María Muñoz y Bajo de Mengíbar, nombrado hijo adoptivo de Orihuela en octubre de 1879.  

El Constitucional. 25 de marzo 1880: … Después de la ceremonia, irá la comitiva a la calle de Mancebería, una de las principales y más perjudicadas por la inundación, para descubrir los rótulos de su nuevo nombre, calle de Muñoz, y bendecirla; y estará adornada con colgaduras, como toda la ciudad, con ramos, flores y arcos, iluminación y fuegos artificiales…

No me extiendo mucho. Pinchando la siguiente imagen, se accede a su biografía en esta misma web.

José María Muñoz y Bajo. Colección Javier Sánchez Portas. Enlace a su biografía.

La Correspondencia de España. 31 de marzo 1880: Se ha solemnizado con gran pompa el acto de coronar al Sr. Muñoz, asistiendo el gobernador civil de la provincia, el obispo de la diócesis, las autoridades, corporaciones y un gentío inmenso.

Seguidamente, con entusiasmo indescriptible, descubriose la lápida de la calle de «Muñoz», cuyos vecinos pobres fueron socorridos con dinero contratando la reconstrucción de seis casas, arruinadas por la inundación en dicha calle, nombrando una junta para las obras y dejando fondos para ellas.

Anoche hubo sorprendentes fuegos artificiales y otros festejos en honor del ilustre filántropo Sr. Muñoz, que sale mañana para Murcia siguiendo su cuarta expedición caritativa.

Fotografía Ajomalba.

La penúltima titulación de la Mancebería recayó sobre Luis de Rojas García, nacido en Valencia el 9 de abril de 1903. Segundo hijo del Marques de Algorfa, estudió Derecho en Deusto.

El conquistador. 16 de septiembre 1916: Procedente de Algorfa, hemos tenido el gusto de saludar al Sr. D. Luis de Rojas, hijo de nuestro ilustre correligionario el Excmo. Sr. Marqués de Algorfa.

En sus estancias en Algorfa, conoció a Mercedes Brotons Fraile, hija de un próspero comerciante oriolano, que veraneaba en Montesinos.

El pueblo. 11 de abril 1927:  Por el Excmo. Sr. Marqués de Algorfa y para su hijo, D. Luis de Rojas, abogado, ha sido pedida la mano de la bellísima y gentil señorita Mercedes Brotons Fraile, hija de nuestro respetable amigo D. Antonio, jefe de la Subalterna de la Renta de Tabacos en esta ciudad. La boda se ha concertado para muy en breve.

Se casaron en 1927 y tras un corto periodo en Alicante se domiciliaron en Orihuela, donde fue nombrado jefe local de los requetés (milicias carlistas).

El pueblo. 20 de julio 1927: Boda aristocrática. En la tarde del domingo último, se celebró el enlace matrimonial de la bella y gentil Srta. Mercedes Brotons, hija de nuestro respetable y distinguido amigo don Antonio, con el culto abogado don Luis de Rojas, hijo de los Excmos. Marqueses de Algorfa.

La ceremonia tuvo lugar en la mansión de los Sres. de Brotons uno de cuyos salones engalanado con ricos tapices y artísticas plantas, se habilitó para oratorio. (…) Los nuevos esposos, a quienes felicitamos, marcharon a  la hermosa finca del Señorío del Algorfa, desde donde emprenderán un viaje para diversas poblaciones de Francia, Italia y Suiza.

Luis de Rojas. Fotografías facilitadas por su hija.

El matrimonio tuvo dos hijas; una de las cuales tuve el gusto de conocer en un viaje a Campello con Jorge Belmonte.

Actualidad. 17 de mayo 1928: El domingo recibió las regeneradoras aguas del bautismo, de manos del joven sacerdote D. Ramón Garriga, la preciosa niña que recientemente dio a luz doña Mercedes Brotons Fraile, esposa de don Luis de Rojas. Actuaron de padrinos el Excmo. Sr. Marqués de Algorfa y doña María Brotons Guillén, abuelo y tía de la bautizada.

El pueblo. 20 de enero 1930: El pasado día 19 dio a luz con toda felicidad una preciosa niña doña Mercedes Brotons Fraile esposa de don Luis de Rojas. Reciban tan venturosos padres nuestra cordial felicitación.

Residió inicialmente en la Plaza Caturla, trasladándose pronto a la calle Mayor, concretamente al edificio cuyos bajos albergan actualmente la ferretería de Mateo Gil. Aficionado a la historia y la heráldica, apenas ejerció como abogado.

El 30 de agosto de 1936 fue detenido en Alicante por una partida de milicianos en una finca llamada «Jardín del Conde», propiedad de su padre. Secuestrado en un vehículo de la UGT, su cuerpo apareció tiroteado y quemado con gasolina en un paraje situado en la partida del Molar (Elche).

El 15 de octubre de 1940 se acordó llamar a la calle de Muñoz, Luis de Rojas, dentro del paquete de los «caídos por Dios y por España».

Y así se mantuvo oficialmente hasta 2012, fecha en la que la Memoria Histórica recuperó su nombre tradicional: la Mancebería.

Fotografía Ajomalba.

Cantarería o Rodeo.

Patro de els vehins de 1651. Archivo Municipal de Orihuela. Carrer de la Canterería y Carrer del Partit.

La calle Cantarería, paralela y al occidente de la de San Agustín, a espaldas del convento, linda con el muro del arrabal. Su nombre lo debe a que allí se ubica la «cantareria» del Consell, que se arrendaba 1570, no a que todos los alfareros se concentrasen en este lugar, aunque sí la mayoría.

Los hornos, con su enorme consumo de leña, de la que siempre anduvo escasa Orihuela, imponían la concentración. En 1605 la casa de la alfarería del consell se vendió, pero el nombre estaba ya lo suficientemente arraigado.

A partir del XVIII adoptó un curioso nombre nacido del ingenio popular, pues este callejón era la entrada oficiosa utilizada por los que se recataban para acudir al Burdel y llegando hasta la iglesia de San Agustín daban un rodeo por la Cantarería, evitando así ser vistos en tan comprometida situación.

Fotografía Ajomalba.

El 16 de enero de 1727, ante el escribano Bautista Ramón, se firmó la venta de una casa solar en la población de esta Ciudad, Parroquia de Santa Justa, Raval de San Agustín, en la calle nombrada de «la Canterería eo el Rodeo». Lindes por delante con la Plazuela del Rodeo, por poniente con descubierto del convento de San Agustín…

En la prensa local de finales del XIX se anunciaban riñas de gallos en el circo de la calle del Rodeo.

Segundo tramo de la Mancebería.

Francisco Luis Galiano Moreno.

Los últimos metros de la calle a la izquierda fueron vendidos por los agustinos en 1729, al escribano Joseph Bruña para que fabricase ocho casitas con puertas a la «Mansevería».

Cinco años después, ante el incumplimiento del promotor que seguía sin comenzar la construcción, decidieron recuperar su terreno ante el escribano Bautista Alemán. Por curiosidad, voy a transcribir el comienzo de la escritura.

En la Ciudad de Orihuela, a siete días del mes de enero de mil setecientos treinta y quatro años, estando en la Selda prioral del Convento de Religiosos del Muy Grande Señor San Agustín de ésta, lugar acostumbrado para tratar y conferir las cosas tocantes al Beneficio de dicho Convento, convocados a son de campana tañida, como lo han de uso y costumbre los Muy Reverendos Padres (18 nombres de frailes que no he transcrito), confesando ser la mayor parte de sus conventuales, por sí y en nombre de los ausentes y a los que en adelante fueren, por quienes prestaron voz y canción de Rato en forma, de una parte.

Y de otra Joseph Bruña, Escribano del Número de ésta, y dixeron, dicho Joseph Bruña que en el día seis de febrero del año pasado, mil settecientos veinte y nueve, ante Joseph Santa Cruz Escribano de los Reynos, también vecino de la misma, compró de dicha Reverenda Comunidad Setenta palmos de tierra de longitud, parte del huerto de dicho convento, que recae por la parte de Tramontana a la calle de la Mansevería y alinda con ésta, por la parte de Levante con una casilla derruyda y con corrales de otras que caen a dicho huerto, con la de poniente con las tapias del huerto y Camino de Cartagena…  

Y lo vendieron al año siguiente; ya en parcelas escrituradas individualmente para hacer casas, con la condición de que entre todos rehiciesen la pared del huerto (que quedaría detrás); y que sus aguas vertieran hacia la «Manseveria».

Los segregaron de su huerto, terminando de urbanizar la calle de la Mancebería hasta el Camino de Cartagena, hoy calle Ocarasa.

Estas casitas debían ser muy estrechas para caber ocho en poco más de 15 metros lineales, equvalentes a setenta palmos valencianos. Lo cierto es que, herederas de esas casas, en la actualidad la Mancebería termina con un grupo de viviendas de fachadas muy estrechas.  

Colección Javier Sánchez Portas.

Este último tramo cuenta con una hornacina de la Virgen de Monserrate. Colocada el sábado, día 28 de diciembre de 1799, según reza en el Libro 15 de Montesinos.

En esta noche, en punto de las seis, con las licencias necesarias del Sr. D. Luis Exarque, Provisor y Vicario General, se colocó en la Mancebería, al salir de dicha calle hacia la huerta, en la sera izquierda en primoroso camarín, la Imagen de Ntra. Sra. de Monserrate, con grande golpe de música, enramadas y costoso disparo de morteretes, todo a expensas de sus vecinos.

Francisco Luis Galiano Moreno.

Más allá de la Puerta del Burdel.

La Ocarasa en los años sesenta del siglo pasado. Colección Antonio Agulló Mateo.

En 1735 el regidor Antonio Meca quedó comisariado por la Ciudad para buscar el sitio más conveniente y erigir una cruz de término que tenían acordada a la salida de la Mancebería.

El Señor Dn. Antº. Meca expuso a la Ciudad q habiendose informado deel citio quees mas conveniente, para que se erija la Cruz que tiene acordada la Ciudad se hiciera a la salida de la Manceveria, y encargado a su Cuidado dha Obra, es de pareser se forme a la parte de abaxo del Puente de las Piedras camino de Cartagena por ser puesto mas capaz que el de la salida de la Manceveria para dho fin; y la Ciudad Acordó que dho Sr. Meca su Comissario mande formar los Capítulos y Diseño para la fábrica de dha Obra, y quese coloque la expresada Cruz a la parte de abaxo de dho puente en el lugar mas desente y acomodado que hubiere…

No dicen nada de sustituirla; pero tenemos la certeza de una cruz anterior en la puerta del Burdel, como en todas las entradas de Orihuela.

Quizá se arruinó; o por la fecha bien pudieron destrozarla los castellanos en la Guerra de Sucesión y había llegado el momento de reponerla. Lo cierto es que don Antonio expuso la conveniencia de formarla a la parte de abajo del puente llamado «de las piedras» en el Camino de Cartagena, por ser «puesto más capaz» que el de la salida de la Mancebería.

La ciudad aceptó la propuesta del comisario y le facultó para que mandase formar los capítulos y diseño de la obra en el lugar más «desente y acomodado».

Una vez formados los capítulos se dieron «al pregón» por el tiempo acostumbrado, haciéndose el remate de la obra de una «Crus toda de piedra» en presencia de dicho Antonio Meca.

Ese puente de piedra era el que sorteaba la acequia del Chorro; por lo que más o menos coincide con el lugar donde está situada actualmente una moderna cruz, en el inicio del viejo Camino de Cartagena.

Fotografía Ajomalba. Archivo Municipal de Orihuela. A189. Año 1735.

Pepe Ojeda señala el comienzo del siglo XVIII como el inicio de la urbanización más allá de los límites del arrabal de San Agustín; en una nueva calle, la del Sol, por parte del Convento de la Merced, con el establecimiento de otros ocho «sitios de casa».

1703. Establiment de huit sitis de cassa… a Juan Rambal taverner de nacio frances … en lo carrer apelat del Sol que ve a estar al cap del carrer de la manseveria…

En 1730, un matrimonio de labradores vendió ante el escribano Bautista Ramón una de esas casas de habitación y morada bajo el señorío directo del convento de la Merced.

Archivo Histórico de Orihuela. Año 1730.

Estaba en «El Rabal de San Agustín, al cabo de la calle nombrada de la mansevería, junto a la calle del Sol y el camino de Veniel». El comprador de la casa era Juan Montoya, gitano (así figura en la escritura).

En agosto de 1914 los vecinos de la calle de Gitanos presentaron instancia en el Ayuntamiento pidiendo que variasen el nombrecito «en vista de los escándalos que daban los gitanos posesionándose de ella». La corporación accedió a la petición de los vecinos dándole el nombre de Calle de la Huerta. Pero este acuerdo no debió surtir efecto.

En abril de 1936 en uno de sus paquetes de cambios de titulación, el Consistorio republicano incluyó la calle de Gitanos, a la que otorgó el atractivo y cultural nombre de Calle del Libro.

Acabada la Guerra Civil, la Gestora franquista anuló todos los cambios republicanos. Pero, por alguna razón, esta calle mantuvo el nombre de «Calle del Libro», el mismo que ostenta en la actualidad.

Y sigue estando al cabo de la Mancebería, en la calle del Sol, junto al camino de Beniel.

A mediados del siglo XIX, además de Gitanos, se formó la traviesa del Sol y el lugar llamado «el Salitre».

El diario de Orihuela. 17 de junio de 1887: Dos o tres trozos malos de camino hay en el de Beniel; y con poco trabajo y coste quedarían arreglados. Uno de ellos está en las puertas mismas de Orihuela desde la calle de Muñoz hasta las últimas casas del Salitre.

Planos siglos XVIII, XIX, XX. 1 Gitanos. 2 Callejón del Sol. 3 Salitre.

El 18 de julio de 1925, durante la Dictadura de Primo de Rivera, el Ayuntamiento acordó adquirir terrenos para construir una flamante cárcel.

La marquesa de Rubalcava se ofreció a enajenar unas tierras que poseía en la salida de la calle de Muñoz, donde estuvo ubicada una de las dos fábricas de salitre de Orihuela.

El pueblo. 19 de abril 1926: Un nuevo edificio para Prisión Preventiva. El día 15 del corriente se verificó en Madrid, la subasta previo concurso para la construcción de un nuevo local celular en nuestra ciudad. Este será construido en los terrenos antes propiedad de la Excma. señora Marquesa de Rubalcava, y hoy cedidos por nuestro Excmo. Ayuntamiento.

El proyecto del nuevo edificio, fue encomendado al Sr. Arquitecto de la Dirección General D. Vicente Agustí, quien con acertada inspiración ha presentado el 21 del pasado Marzo los planos y memorias descriptivas que fueron aprobados por R. O. del 31 del mismo mes, y cuyas copias hemos tenido el gusto de admirar.

Con objeto de adelantar a nuestros lectores, una ligera idea de lo que será la nueva cárcel, cuyo plazo de construcción según las bases fijadas, es de tres meses; a continuación, reseñamos los principales datos descriptivos de la memoria presentada.

El edificio se emplazará en el solar cedido para este objeto por el Excmo. Ayuntamiento de Orihuela, teniendo su fachada principal a la carretera de Beniel y completamente aislado de toda edificación. La superficie que se ocupará será de forma rectangular de 36 m. por 32 m., lo que supone 1.125 metros cuadrados, de los que se destinan a patios 560 metros, es decir el 50 por ciento, aproximadamente.

Consta el edificio de cuatro celdas y dos departamentos de aglomeración para hombres, y una celda con patio de aglomeración para mujeres, lo que supone una población reclusa de 22 individuos; y en casos especiales puede ampliarse considerablemente.

Nuevo edificio de la cárcel. Años treinta del siglo pasado.

Estará en planta baja, elevado sobre el rasante del terreno para evitar los efectos de la humedad. En el vestíbulo se encuentra el acceso al locutorio del público, a la galería de ingreso, a los despachos del Juez, Jefe de la Prisión y oficinas, a la vivienda de un empleado y, al fondo, el primer rastrillo.

Pasando éste hay un segundo vestíbulo que da entrada al departamento de mujeres y a las celdas para comunicación con el público; al fondo un segundo rastrillo aísla los departamentos de hombres, en tal forma dispuestos que hace imposible toda comunicación con el de mujeres. La dimensión de las celdas es 5’00 x 2’00 x 4’25 =42’50 m2, muy superior a los 30 m2. reglamentarios.

El pavimento será de cemento continuo sobre hormigón, suelos y techos redondeados para evitar depósitos de polvo. El alcantarillado se establecerá perfectamente acometiéndole al río Segura que pasa por la espalda del edificio.

Cuantos entendidos han visto los planos han opinado unánimemente que será una obra de arte moderno. Desde estas columnas, enviamos nuestra felicitación al Sr. arquitecto y muy especialmente a nuestro ilustre paisano, el Jefe de Administración de la Dirección General de Prisiones, Ilustrísimo Sr. D. José Picazo a cuyo celo e interés se debe esta gran mejora, y por la cual ha trabajado incansablemente.

En el año 1944 , entre el camino de Beniel y la Ocarasa, se construyó el campo de «La Mancebería» . Allí jugó un equipo denominado «Orihuela Club de Fútbol». 

Campo de fútbol de la Mancebería en 1944. Colección Cánovas Saavedra.

Antonio José Mazón Albarracín (Ajomalba).

El barrio y la ermita de San Antonio Abad.

Apuntes para la historia del barrio de San Antón.

«San Sebastián fue francés
y San Roque peregrino,
y lo que tiene a los pies
San Antón es un cochino.»

En 1925, Julio López Maymon, deán de Cartagena en Murcia, publicó en prensa tres artículos dedicados al popular barrio de San Antón. La serie, subtitulada «rebusco tripartito», comenzaba así:

«Hace ya unos doscientos cincuenta años que Orihuela viene dedicando solemnidades religiosas y profanas a San Antonio Abad, austero cenobita que, con inspiración vigorosa, llevó a un memorable lienzo, el pincel ungido del maestro J. de Patinir.»

Empezando por la citada obra de Patinir, a lo largo del artículo encontraréis otras de la colección del Museo del Prado inspiradas en San Antonio Abad. Pinchando sobre cualquiera de ellas se accede a los cuadros con todo lujo de información y detalles.

 Las tentaciones de San Antonio Abad
Joachim Patinir. 1520-1524.
Enlace Museo del Prado.

¡Cuadro lleno de luz y de pintoresco interés, que en las almas oriolanas despierta aquella alborada risueña de la infancia! «El 17 de enero es el día consagrado por la tradición para que la Ciudad, jubilosa y piadosa a un tiempo mismo, afirme sus festivales en el agreste paraje solitario en el resto del año, de San Antón».

Si os parece, vamos a dar un repaso al proceso histórico que dio lugar a su formación.

La Partida de las Fuentes

Vista aérea de San Antón

En la segunda mitad del siglo XVI,  más allá de la flamante puerta de Callosa, se estaba gestando lentamente una especie de nuevo arrabal “fora del Portal, damunt lo cami que va a la Font Cuberta de ves la penya del castell”.

En «la lladera de la serra de Oriolet» creció tímidamente a base de nuevas viviendas emplazadas a lo largo del camino real que daba acceso a Orihuela a través de la “Font Cuberta”, un paraje singular dotado de varias fuentes particulares y un conjunto de «fons de la ciutat al peu de la serra del castell».

Palmeras d´Oriola (1890)
Ralph Püttner.
En Revista Ilustración Catalana. 

La proximidad de los predicadores y la posibilidad de utilizar el agua de la sierra para regar y llenar las «balsas de cocer linos y cáñamo», atrajo a determinados pobladores con ciertas necesidades profesionales. Esta circunstancia comenzó a forjar una identidad propia marcada principalmente por el espacio físico.

El denominado azarbe de las Fuentes conducía las aguas residuales de dichas fuentes al Segura desde tiempo inmemorial. Hasta que los regantes consiguieron que se mudase el desagüe por un nuevo cauce que las llevaba al azarbe de Abanilla.

La obra, mal ejecutada, acabó en un fiasco de agua empantanada, un peligroso almarjal que obligó a prohibir temporalmente el uso de las balsas de cocer linos y cáñamos.

El palmeral anegado.
Foto Ajomalba

La reapertura del azarbe con las balsas clausuradas provocó el abandono de las tareas de limpieza y conservación; las famosas mondas. El almarjal tardó poco en extenderse de nuevo por la toda zona hasta convertirse en un «entorno pernicioso para la salud humana».

La cosa se puso todavía más fea en 1642, cuando fallecieron media docena de dominicos del vecino Colegio de Predicadores. Estudiado el problema, los expertos lo achacaron a las avenidas de la rambla de Benferri, agravadas por el abandono de las mondas del mencionado azarbe de las Fuentes durante varios años.

Sin actividad laboral, los propietarios preferían perder sus tierras, antes que hacerse cargo de una limpieza que resultaba más cara que hacer un cauce nuevo. Sin otra alternativa, el Consell se hizo cargo de la obra amparado en el beneficio público. Pero aquello solo fue un parche temporal. Durante la mortífera peste de 1648 la ciudad volvió a intervenir en la zona como medida profiláctica, desecando todos los almarjales.

Dos años después, un nuevo cauce de una media legua, abocaba las aguas de nuevo en el río. Las balsas volvieron a funcionar y, en 1651, se dictaron los estatutos ordenando que las mondas del nuevo azarbe se iniciasen todos los años a primeros de agosto.

Era sólo era una victoria temporal. La salubridad de la zona llevó a la ciudad de cabeza durante siglos.  Si os interesa el tema, tratado puntualmente por Ojeda Nieto, David Bernabé Gil tiene un excelente trabajo monográfico sobre los almarjales que os dejo en la bibliografía.

Azarbe de las Fuentes.

La segunda mitad del siglo XVII fue crucial para la consolidación y desarrollo del nuevo barrio. Se cumplía un siglo desde que los dominicos se apropiaron de parte del camino real, sellando el Ravalete.

Con las aguas encauzadas mejoró notablemente la salubridad del paraje; y los nuevos aires del palmeral animaron al Cabildo de la Catedral para comprar una finca de recreo al pie de la sierra.

El Cabildo y la ermita de San Antonio Abad.

San Antonio Abad en un paisaje.
Fray Juan Bautista Maino. 1612-1614.
Enlace Museo del Prado.

Montesinos afirma que en el siglo XVI ya había en esos terrenos una ermita dedicada a San Antonio Abad; cuando Orihuela pertenecía a la diócesis de Cartagena. Y que desapareció dos años antes de conseguir el Obispado. López Maymón, que tuvo la posibilidad de «rebuscar» en el archivo diocesano, no menciona esa primitiva fundación; pero dice lo siguiente:

«Desde remota antigüedad poseía el Cabildo Catedral por haberse desamortizado, el perímetro del terreno comprendido entre el Monte Oriolet y el Castillo. Aunque la fecha se ignora, se sabe fijamente, que en el término apuntado camino en arriba, partido de las Fuentes se edificó una casa; que andando el tiempo, y como veremos vino en ruinas, que han desaparecido sin que quede de ellas más vestigios que las notas escritas…»

Siguiendo con las notas del deán, en agosto de 1657, los canónigos compraron a Luis García Espejo, dos balsas con una casa y fuentes de agua viva; con sus tendedores y tierras incultas. La parcela estaba situada entre el monte Oriolet y el Castillo, en el camino en arriba, partido de las Fuentes. El notario fue Francisco Muñoz (1643-1674); y el precio fue de 300 libras.

En junio de 1660 decidieron aliñar la casa adquirida y buscar un inquilino dispuesto a habitarla, aunque fuese de balde. Pero era muy mal momento. La crisis demográfica producida por la peste había dejado demasiados solares libres en el casco urbano para fijarse en aquel paraje solitario. Alejado de la ciudad y rodeado de balsas para cocer el cáñamo, el barrio seguía sin ser especialmente atractivo.

En tiempos difíciles, de epidemias y plagas, la protección de un santo era fundamental para la mentalidad de la época. Si las enfermedades eran consideradas como castigos divinos; resultaba razonable buscar un intercesor cualificado; un santo taumaturgo de reconocido prestigio profiláctico. Por otro lado y como ya hemos dicho muchas veces, la erección de un edificio religioso aportaba prestigio y seguridad a la zona.

El 15 de enero del año de 1665, siendo obispo de Orihuela (1660-1665), el dominico Fray Acacio March de Velasco, el Cabildo de la Catedral dio licencia y permiso a Ginés Sánchez, alpargatero y a otros devotos, para edificar una Ermita en honor a Antonio Abad, santo eremita, taumaturgo y sanador; la advocación oportuna para el barrio.

San Antonio Abad y San Pablo.
Diego de Velázquez.
Enlace Museo del Prado.

En este caso Montesinos coincide con el deán. Además da los nombres de los primeros mayordomos, encargados de levantar el edificio:

«Ginés Sanches, Espardañer; Jayme Basques, ¿Algecer?; Juan Montesinos, Labrador; Juan Pérez, ¿Calero?; y Marcos Pérez, Labrador; todos vecinos de la presente Ciudad de Orihuela.»

A los canónigos les pareció bien la propuesta; y para tal menester les cedieron la casa y solar que tenían hacia el camino de arriba.

“Sin que sea visto con esto hacer daño en los extendedores de los “brinos” (fibras) de las balsas, ni en la casa y picaderos, aunque sea con los árboles que allí planten, y reservándose el Cabildo, la superintendencia, patronato y demás derechos que le compiten por ser dentro del término de la Parroquia”.

Ermita de San Antón.

Ginés y compañía hicieron acto de obligación y reconocimiento, quedando la ermita superditada a la parroquia del Salvador. El 24 de mayo les concedieron permiso para postular limosnas. Las cantidades recogidas, destinadas a edificar la ermita, estaban controladas por el Racionero Sr. Roca.

Tenemos una nota de 1667, localizada por Ojeda Nieto, en la que Alonso Cebrían carretero de bueyes y Miguel Palomares, ambos de Oriola se comprometían a entregar a Ginés Sánchez, alpargatero, 150 carretadas de piedra para edificar la ermita de San Antonio Abad, que tiene a su cargo en la partida de las fuentes.

“Alonso Sebrian, carreter de bous y Miquel Palomares, de Oriola. Prometen y se obliguen donar y entregar a Gines Sanches espardener … e al que tendrá a carrech el fer y edificar la hermita del Sr. Sant Antoni Abat, que esta al pnt fabricant prop les fonts de la pnt Çiutat -150- carretades de pedra pera la dita fabrica de dita hermita.”

San Antonio Abad
Francisco Rizi, 1665.
Enlace Museo del Prado.

López Maymón sólo afirma que la primera misa del día de San Antonio Abad se cantó en enero de 1671. Montesinos acota la construcción entre los años 1666 y 1668; y la bendición el 15 de enero de ese mismo año. Según este cronista, la cosa fue más o menos así:

«Concluyeron la aseada, hermosa aunque mediana Hermita en 12 de Enero del año 1668, la cual bien adornada fue bendecida en 15 de los mismos por el Sr. Dr. D. Bartholome Fernandez, Cura de la Santa Iglesia Catedral con asistencia de muchos fieles devotos; a la noche siguiente, Víspera del Glorioso San Antonio, se iluminó toda la Hermita exterior e interior, hasta los vecinos árboles se colgaron de bombas (…) a la tarde hubo fiesta, Carrera de caballos, y a la noche iluminación y salidas de Fuegos artificiales. Fue nombrado Capellán por el Muy Ilustre Cabildo, para la custodia de esta Hermita D. Miguel Ruiz…»

Bendecida año arriba, año abajo, la obra no estaba ni mucho menos acabada. Además, al tiempo que la ermita, fabricaron junto a ella una vivienda para el ermitaño (o reformaron la vieja casa que venía en las escrituras). Llamado también santero, su tarea consistía en recoger las limosnas y dirigir las cuadrillas de mozos que, por Navidad, postulaban con el estandarte del santo por la ciudad, el campo y la huerta.

Otro dato que aporta Montesinos y omite López Maymón, es la solicitud del gremio de alpargateros, guiteros (cordeleros) y paleros, que tenían sede en el convento de la Trinidad, para hacerse cargo del cuidado del culto de la ermita y de la celebración de la fiesta. La nota la reprodujo «El Social», en enero de 1909:

«En 1671, el gremio de alpargateros, guiteros y paleros se estableció en la capilla de San Antonio Abad, con la obligación de celebrar la fiesta anual el 17 de Enero. De esta fecha data la celebración de la tradicional romería que tiene lugar todos los años el día del Santo, o el domingo inmediato, en las cercanías de la ermita de San Antón».

Ermita de San Antón.
José Antonio Ruiz Peñalver.

Siguiendo con las notas del deán, la construcción de casa y ermita se mantuvo muchos años. En 1682 se autorizó al Sacriste López Escobar para vender un cáliz a un platero; invirtiendo el producto en las obras de la ermita. El 4 de enero de 1683 destinaron a la obra otras 15 libras procedentes de las ventas de unas crismeras y un cáliz con pie de bronce (las crismeras las compró el obispo).

La ermita del «glorioso senct Antoni Abad», culminada a finales del XVII, creó la conciencia de barrio y le procuró el nombre que hoy conocemos: Barrio de San Antonio Abad; o sencillamente, San Antón.

Al ser considerada como capilla de la Iglesia Catedral, sin perjuicio de la jurisdicción ordinaria, el Cabildo quedó al cuidado de que no faltase el culto al Santo; nombrando los ministros necesarios para controlar la actuación de los mayordomos y del santero, encargado del mantenimiento y administración del edificio.

A principios del siglo XVIII ya se predicaba en la ermita con la solemnidad adecuada; y los obispos de Orihuela, antes de hacer su entrada oficial en la ciudad, descansaban en la casa anexa a la ermita. Montesinos documenta esta costumbre ya en el siglo XVII:

«Cabildo, 4 de noviembre de 1666. Decreverunt: Que los gastos que estarán así en los coches, lo que se dona a los cocheros, como lo que será menester para adornar la casa de las Fonts y fer el altar en la Portanova pera el día de la Entrada del Señor Bisbe, lo pague la Mayordomía.»

Ermita de San Antón. Francisco Luis Galiano Moreno.

La fecha se corresponde con la llegada del obispo José Berges (1666-1678), el sucesor del que había autorizado la fundación de la ermita. López Maymón, contando cómo el Cabildo designaba a los suyos para recibir al nuevo obispo en la casa de San Antón, ofrece un listado de los canónigos receptores con su correspondiente prelado. Su lista empieza en el año 1714:

«En 9 de Agosto de 1714, los canónigos Ruiz y Villafranca para el obispo don José de Espejo y Cisneros; en 28 de Febrero de 1718, al mencionado Ruiz para el Obispo Rodríguez de Castelblanco; en 7 de Julio de 1738, al sacrista Ordoñez Villaquirant (futuro marqués de Arneva) para el Obispo Gómez de Terán; en 19 Abril de 1761, a Monecal para el Obispo don Pedro Albornoz y Tapia; en 14 de Septiembre de 1767, a Santa Cruz y Vélez para el Obispo don José Tormo; en 22 de Marzo 1792, al canónigo Balaguer para el Obispo Despuig Dameto; y así sucesivamente hasta nuestros días».

Ermita y casa de San Antón.
José Antonio Ruiz Peñalver.

Crónica del nuevo obispo en San Antón.

En este apartado me limitaré a transcribir la crónica de la llegada de Ramón Plaza Blanco, publicada en «El obrero» el 18 de noviembre de 1913. Ilustrándola con fotografías de prelados posteriores.

«Por la tarde, por el camino que conduce a la ermita de San Antón se hace difícil el paso; pues la aglomeración de gente es enorme y el número de almas incalculable».

Obispo Goldáraz en San Antón
Antonio Ballester Vidal

«A las tres y media llegó el Ilustrísimo Sr. obispo a la citada ermita en automóvil, acompañado por varios canónigos de la Catedral. Le recibieron el Ayuntamiento y otros canónigos, encargándose de darle la bienvenida el magistral de la Catedral, quien con párrafos elocuentes, elogió la conducta del nuevo prelado. En la ermita recibió a algunas personas.»

Obispo Barrachina en San Antón
Antonio Ballester Vidal

«A las tres y cincuenta minutos se dispuso que partiera la comitiva para Orihuela y al salir el Sr. obispo por la puerta de la casa del cura de la ermita, el fotógrafo rogó a S.I. que se detuviera un poco, para hacer funcionar su aparato».

Obispo Barrachina en San Antón
Antonio Ballester Vidal

«Acto seguido se organizó el cortejo en esta forma: Rompía la marcha la banda municipal de esta Ciudad, detrás los cuatros maceros del Ayuntamiento, de gala y montados a caballos; seguidamente, el Iltmo. Señor Obispo montado en una mula, dándole escolta montados a caballo los concejales de este Ayuntamiento

Obispo Goldáraz en San Antón
Antonio Ballester Vidal

«Detrás en carruaje, el diputado por este distrito, Sr Ruiz Valarino, el Alcalde accidental y varios Concejales en carruaje; y una multitud enorme de gente que aclamaba al nuevo prelado; a lo cual contestaba el obispo con bendiciones.»

Obispo Goldáraz en San Antón
Antonio Ballester Vidal

San Antonio Abad y los antonianos.

Dice el deán que, en enero de 1728, surgieron las primeras pendencias y discusiones entre los mayordomos de San Antón; y que el Cabildo designó al canónigo Juan Timor (el que tiene la calle frente a la plaza de la Anunciación) para que pusiera orden; siendo este el primer nombramiento oficial de un canónigo con carácter de comisario.

San Antonio Abad.
Luis Tristán, siglo XVII.
Enlace Museo del Prado.

En 8 de marzo del año del Señor de 1734, el canónigo Maestre leyó al Cabildo un memorial del Abad del convento de San Antonio Abad de Valencia, solicitando permiso para fundar una cocina de su orden en la ermita de San Antón de Orihuela.

La orden de San Antonio Abad, instalada extramuros de la ciudad desde el siglo XIV, era muy popular entre los valencianos. Su condición de hospitalarios los hacía óptimos para regentar un establecimiento en el camino de Orihuela; cuidando al mismo tiempo de la ermita. Pero si hacemos caso a Montesinos, el Cabildo se resistió cuanto pudo a la ocupación.

«8 de Enero de 1735; Decreverunt: Que cometan a los Señores Chambre y Arcediano, y que vean cómo componer el que los Religiosos de San Antonio Abad, no se entrometan ni ocupen la Hermita de esta Ciudad.»

Añade el famoso cronista, que los padres de Valencia tuvieron que entrar en litigio y que el obispo, amante de la paz y opuesto a pleitos, les amparó en la posesión de la ermita. López Maymón zanja el tema de la forma más sencilla, afirmando que el Cabildo consultó con el obispo José Flores Osorio (1728-1738), y la respuesta fue favorable.

Sea como fuere, en 1736, los Padres Antonianos de Valencia montaron uno de sus establecimientos en la casa contigua a la ermita, a cosa de medio cuarto de legua de Oriola, en las faldas del monte Oriolet. Joseph Montesinos les dedica un capítulo que «refiere en él la ilustre fundación del Heremitorio Hospicio de San Antonio Abad, de Religiosos Hospitalarios del Fuego-Sacro, que magestuoso resplandecía extramuros de Orihuela.»

Armas de los padres de San Antonio Abad. Compendio Histórico Oriolano Tomo 7 cap. 1.
Joseph Montesinos.

El citado capítulo es muy extenso; pero como es habitual en Montesinos, hay que escarbar mucha paja para obtener algún dato sustancioso. Por desgracia, y a decir de López Maymón, hay poca información documental de su estancia en Orihuela.

La Orden de los Hermanos Hospitalarios de San Antonio, también conocidos como Antonianos, se fundó en la Edad Media para cuidar a los que sufrían el llamado “fuego sacro”.

Las tentaciones de San Antonio Abad.
El Bosco. 1510 – 1515. 
Enlace Museo del Prado.

El también llamado “fuego de San Antonio” producía fiebres muy altas, alucinaciones, epilepsia y necrosis de las extremidades. Esta enfermedad solía atacar a los pobres que comían pan elaborado con harina de centeno almacenado en malas condiciones y contaminado con un hongo llamado cornezuelo. Los síntomas se asociaron a las alucinaciones que sufrió el santo cuando era tentado por el demonio en el desierto.

San Antonio Abad se representa habitualmente como un anciano barbudo con un cerdo a los pies. El significado del animal que le acompaña se ha tergiversado con el paso del tiempo. Considerado animal impuro por las tres religiones monoteístas, un cerdo a los pies del santo representaba su triunfo sobre la impureza y sobre la carne.

Indultado por los cristianos, el cerdo terminó siendo el animal que se mataba públicamente en una sangrienta fiesta a la que se invitaba a todos los vecinos para demostrarles (a ellos y al inquisidor de turno) que en la familia no habían moros ni judíos.

San Antonio Abad.
Joan Reixach, 1450-1460.
Enlace Museo del Prado.

Pero no cambiemos de tema. Fundada la orden de los Antonianos, la Tau, el cerdo, los Evangelios, el fuego y las campanillas quedaron fijados como símbolos de Antonio Abad, el santo sanador y protector del ganado.

Instalados en el camino de Santiago, la hermandad hospitalaria ganó fama entre los enfermos del «fuego sacro o de San Antón», que acudían en peregrinación obteniendo gran porcentaje de curas.

Exceptuando los casos graves, en los que los antonianos amputaban los miembros necrosados, la explicación del prodigio es bastante sencilla: después de la larga caminata depuradora sin probar harina contaminada, el enfermo peregrino recibía una alimentación sana, buen pan, vino y alguna carne de cerdo. Caminata de vuelta y a casa como una rosa.

Ruinas del Monasterio de San Antonio Abad. Castrojeriz. Ruta Jacobea.

Según López Maymón, no hay constancia de la fecha exacta de su llegada a Orihuela; pero a principios de 1737 el cabildo certificó tener ocupada la ermita y su territorio por la comunidad religiosa de frailes legos o ermitaños de San Antonio Abad. Y en octubre de ese mismo año se concretó la escritura con el abad de Valencia.

Montesinos es más preciso, situando la llegada el 7 de diciembre de 1736. En dicho día, llegaron de Valencia tres frailes ejemplares de conocido celo y virtud religiosa, tomando posesión del eremitorio y hospicio con las advocaciones de San Antonio Abad y Santa Bárbara, Virgen y Mártir (no sé si tendrá relación con la vecina fábrica de tratamiento de salitre para la obtención de pólvora).

A esta reducida plantilla se unieron tres religiosos legos y un cura encargado de confesar y predicar. Instalados los antonianos en su nuevo hospicio, ampliaron la obra. He hecho un resumen con la larga descripción de Montesinos, excluyendo la iglesia con todas sus alhajas y ornamentos.

Tentaciones de San Antonio Abad.
David Teniers, 1647. 

Enlace Museo del Prado.

El eremitorio y hospicio de San Antonio Abad, estaba en el Paseo de las Alamedas de San Antón; o de la fuentes blandas, «llamadas así por la benignidad de sus pocas aguas frías en verano, y calientes en el invierno, en tanto grado, que arrojan de sí humo espeso”. Alrededor de la ermita sólo habían plantaciones, el salitre antes mencionado y las pocas casas que llamaban el Nuevo Barrio de San Antón.

Para acceder a la ermita se subía a una plazuela de sesenta y ocho palmos, a través de doce escalones de piedra negra jabalina. En dicha plazuela, adornada con palmeras, se encontraba el Hospicio a la izquierda y la Iglesia a la derecha, en su mismo piso. Y se subía a la portería por seis escalones de piedra negra.

Tau en la ermita de San Antón.
Manuel Rodríguez.

Todo el frontis exterior era muy blanco y hermoso, con un primoroso «relax de Sol». La portería era aseada, con sus poyos y dos magníficos aljibes que, una vez llenos, podían abastecer la casa por dos años. Contaban con sala de profundis, refectorio, cocina, despensa, balcón de hierro, alcobas, salas de estudio, granero y bodega.  Más un parador con cuadras, caballerizas, gallinero, palomar, cochineras y conejeras.

El deán solo añade que las relaciones entre frailes y canónigos fueron cordiales y que en abril de 1752, el superior se llamaba Fray José Berenguer, personaje dibujado por Montesinos en su obra.

Ermita de San Antón Orihuela.
Manuel Rodríguez.

Entre las limosnas en especie que buscaban la protección del santo, una de las más rentables para los antonianos eran los cerditos. Donados por los fieles, les cortaban el rabo, las orejas, y les colgaban una campanilla al cuello para ser fácilmente identificados. Convertidos de esta guisa en «cerdos de San Antón», los soltaban para que la Providencia (léase los sufridos vecinos) se encargase de su alimentación.

Una vez engordados podían venderlos, sacrificarlos para obtener la carne, o la opción más rentable: sortearlos el día de la fiesta.

Para el comedido Montesinos, muy respetuoso en el tratamiento a los religiosos, los frailes valencianos abusaban de la buena fe de los vecinos de San Antón, recaudando muchas limosnas en el barrio oriolano que acababan en las arcas de «la casa grande de San Antonio», en Valencia.

«Se sorteaba a las seis de la tarde un “serdo gordo y grande”, del valor de unos 25 o 30 pesos; del que sacarían sobre 200 (…) Los cerdos que ellos llamaban de San Antón, llevaban cortadas las orejas y el rabo por divisa; en esto tenían una ganancia soberbia, pues los criaban sin costarles un maravedí, a costa de los innumerables daños que causaban en las haciendas de los vecinos; y porque eran de los frailes, habían de callar. Lo cierto es que era una de las mayores estafas que se han visto en estos tiempos.»

Dibujo de Joseph Montesinos.

Siendo obispo Joseph Tormo, tras casi medio siglo en Orihuela, los antonianos dejaron la ermita y la casa de San Antón. Su orden quedó extinguida por bula papal de Pío VI, el 24 de agosto de 1787, a instancias del rey Carlos III.

«Deberán reunirse en pocas casas los Sacerdotes en forma de Comunidad bajo la autoridad del Ordinario con la facultad de hacer tránsito a otra Orden el que quisiere, quedando los Legos en plena libertad de tomar el estado conveniente; acudiendo a dichos religiosos en estas comunidades reunidas con el vestido, sustento y demás necesario, cumpliendo los Sacerdotes las cargas de las fundaciones mientras permanecen en las casas como sacerdotes seculares, sin otra insignias externa de su Orden…»

El establecimiento volvió a manos del Cabildo; y el santero o ermitaño, a la casa contigua. Como recuerdo, quedó el curioso sistema de financiación de los antonianos, antecedente de la famosa rifa que, según López Maymón, se viene celebrando en beneficio de la ermita desde 1840 hasta hoy.

A principios de 1792, ya de vuelta a su función de simple ermita, el Cabildo detectó algunas deficiencias en la administración de las limosnas por parte del santero; y creó el nuevo oficio de superintendente; un canónigo elegido para inspeccionar, administrar y cuidar todo lo referente a la ermita de San Antonio Abad.

Ermita de San Antón. Orihuela
Fotografía Francisco Luis Galiano Moreno

El propio Cabildo se preocupó de mantenerla con decencia, costeando algunas reparaciones; como la que tuvo lugar en 1793 por importe de 46 libras y 4 sueldos. También se encargaron de que a los vecinos no les faltase la misa todos los domingos y días festivos.

La última noticia aportada por el deán referente al siglo XVIII es el nombramiento del capellán de la ermita en 1797: el religioso Fray Vicente Sancho.

El fuerte de San Fernando y la Q.B.

Plano de Orihuela, 1811.
Ampliación Batería de San Fernando.

En los diferentes planos confeccionados durante la Guerra de la Independencia a principios del siglo XIX, se nombra de diferentes formas un mismo baluarte: “Batería de Fernando VII”, “Batería de San Fernando y finca de parapeto que apoya en la montaña”, “Batería avanzada en la punta de la saeta para defender las avenidas del Camino de Valencia y el de Callosa”.

También se menciona otra muy cercana, en el “Palomaret”, dominándola en altura. Es la que está en la peña, sobre el patio de Santo Domingo, con un Sagrado Corazón en la actualidad.

En el «Plan de Fortificación de la Ciudad de Orihuela y su Castillo», de 1811, obra de Antonio Benavides, brigadier del III Ejército acuartelado en Orihuela, se detalla la cortina defensiva entre San Fernando y la Sierra; protegiendo la posible retirada de San Antón y ofendiendo más de cerca al enemigo si intentaba pasar por los puestos del Oriolet. Tanto preparativo no sirvió de nada. Los franceses se marcharon sin que la guerra llegase a Orihuela.

Colección Javier Sánchez Portas.

En el verano de 1848, casi cuatro décadas después de su construcción, el Ayuntamiento estudiaba la forma de conservar la Batería o Fuerte de San Fernando; próxima al paraje de San Antón, en la barrera del Colegio. Pretendían evitar la lenta demolición que estaba sufriendo utilizada como estercolero.

Los munícipes tuvieron en cuenta los muchos gastos que podría ocasionar su reparación, dado el estado en que se encontraba. Pero deseaban conservarlo como “memoria del entusiasmo de este Pueblo en la Guerra de la Independencia, cuando se construyó”. Picados en el amor patrio, acordaron poner todos los medios necesarios para su reparación; ya fuese por cuenta del común, o cediéndola a cualquier propietario que se comprometiese a rehabilitar el histórico edificio. Un brindis al sol.

En la primera mitad del siglo XIX, el palmeral seguía ocupado por varias fincas dedicadas a la explotación agrícola y a la industria del cáñamo. Dos siglos después, las balsas de cocer seguían molestando a la población.

Para obtener la fibra, el cáñamo necesitaba “fermentar” sumergido en agua. Las balsas se llenaban por la mitad; y para evitar que flotase la planta, colocaban encima pesadas piedras. El agua estancada seguía siendo foco de mosquitos y enfermedades.

El Ayuntamiento prohibió primero la cocción en balsas durante los meses de verano. También exigió que los vertidos de su vaciado no acabasen en los acueductos de los que se tomaba agua para beber.

 Balsa de cocer cáñamo.
Archivo José A. Latorre.

En agosto de 1848, se estudió la posibilidad de comprar las balsas por:

“Los perjuicios que ocasionan a la salud pública y los grandes beneficios que resultarían al vecindario (inutilizadas), aprovechando las aguas en baños a que por su virtudes pueden ser aplicables, formar un lavadero bastante capaz y cómodo para todas las estaciones y por ultimo distribuyendolas en el riego de las tierras del partido del Escorratel que tan escasa se halla por la altura, pudiendo enajenarse su dotación entre los dueños de aquellas y lo cual rendiría necesariamente recursos suficientes para reintegrar los desembolsos que ocasione su adquisición y aumentando anualmente los fondos comunes.

En febrero de 1854, el Fuerte de San Fernando estaba completamente arruinado y las aguas de su foso estaban estancadas con riesgo de corromperse. Como suele pasar en este pueblo, seis años después de prometer su restauración a toda costa, el edificio estaba en estado terminal.

En el verano de 1859, el flamante obispo Pedro María Cubero, decidió construir a sus propias expensas unos lavaderos públicos situados en terreno de aprovechamiento común, en el Barrio de San Antón.

Pedro María Cubero y López de Padilla
(Doña Mencía, 1810-Orihuela, 1881)
Obispo de Orihuela

«Al haberse ausentado muchas personas acomodadas por temor del cólera morbo que nos aflige… Que para remediar este mal y deseoso de la mejora material de esta Ciudad había creído conveniente construir a sus propias expensas una fábrica que cubra los lavaderos públicos situados en terreno de aprovechamiento común en el Barrio de S. Antón».

Al año siguiente, apoyado por los regantes del Escorratel, compró tierras y seis balsas de maceración para ser destruidas; utilizando las aguas para riegos, lavaderos y baños. La finca, una de las que componían el palmeral pasó a llamarse La QB (de Cubero). Nombre rotulado en la fachada de su famosa casa de labor construida en la década de 1860.

La Q. B.
Archivo Pedro de Vicente

En 1868, el prelado ofreció mejorar y ensanchar la zona de acceso cediendo terreno junto al lavadero. El maestro municipal, Manuel García, acompañado de la comisión de Ornato, marcó la línea de casas existentes en la parte opuesta, dejando una calle de nueve metros con ochenta centímetros para facilitar el tránsito, aún en días de gran concurrencia.

La Q. B.
Archivo Pedro de Vicente

En cuanto al fuerte, el Ayuntamiento adoptó la solución de siempre: sin fondos para la reconstrucción, aprobaron demolerlo y utilizar sus escombros para rellenar el foso; dejando la explanada que antiguamente había. Los escombros restantes, pagarían los gastos de demolición.

La Q. B.
Colección Celia Senén.

Por motivos que desconozco el acuerdo no se llevó a cabo; pues a comienzos de 1873, Atanasio García Cubero, sobrino del obispo, se quejaba del espolón que formaba el baluarte, obstruyendo el paso en el camino a la ermita de San Antón. Solicitaba demolerlo, visto su mal estado, y utilizar la piedra obtenida (seguramente para mejorar el edificio de la Q.B.).

En 1880 el Fuerte de San Fernando, contiguo a la pared del huerto de los dominicos, fue demolido. El obispo Cubero falleció un año después, quedando la propiedad de la Q.B. en manos de su sobrino, Atanasio García Cubero, quien ya la administraba anteriormente.

La Q. B.
Archivo Pedro de Vicente

En cuanto a los terrenos resultantes del derribo del fuerte, pasaron a una nueva sociedad, formalizada en 1893 con el nombre de “La Luz”. Era el emplazamiento que buscaban para instalar sus generadores, alimentados por combustible. Atanasio, alcalde por esas fechas, apalabró el solar por 7000 pesetas con el presidente de la mercantil, Diego Roca de Togores.

Huerto del Colegio de Santo Domingo.
Al fondo la Fábrica de la Luz.
J. David photography, París. (1.901).
Colección Jesús R. Tejuelo.

En abril de 1894, las notas municipales dejan constancia de que la fábrica de la luz estaba ya instalada en el sitio de la Batería de San Fernando, en San Antón. Cumplida esta función, fue donado gratuitamente al Ayuntamiento en noviembre de 1927, por la sociedad Eléctrica Wandosell. Para saber más de la fábrica de la luz, pinchad la siguiente imagen.

Fábrica de insecticidas Q.I.S.A.
Enlace al artículo

La primera intención municipal, fue convertirlo en Cuartel de la Guardia Civil; pero no hubo fondos. Acabada la Guerra Civil, pasó por las manos de las monjas dominicas en una permuta municipal. Luego se convirtió en la fábrica de insecticidas QUISA (Química Insecticida Sociedad Anónima).

Su última función, mucho más lúdica, fue albergar la discoteca “Momentos” tras una profunda reforma. Demolida en los años noventa, el terreno fue absorbido por el vecino colegio en una polémica cesión municipal.

En cuanto a la finca de Cubero, con su impresionante edificio historicista, en el verano de 1898 se anunciaba como baños públicos en la prensa local:

«Nuestro respetable amigo y suscriptor D. Atanasio García Cubero, ha instalado en su finca, la Q B, situada frente a la fábrica de la luz eléctrica, un establecimiento balneario que reúne inmejorables condiciones, según verán nuestros lectores en el anuncio.»

«BAÑOS DE LA Q B. Quedarán abiertos al público desde el día 1° de julio del presente año 1898 en la finca «La Q. B.» con las aguas alumbradas por el renombrado médico D. Carlos Bianchi, en el rincón de San Antón, a los precios siguientes:

Un baño en balsa de familia y pequeña, 0,75 cénts; por abono de nueve, 6 pesetas. Un baño y ducha 1’25; por abono de nueve 10 pesetas. Los baños medicinales pagarán además lo que cuesten los ingredientes que se empleen. No se darán ninguna clase de ducha ni prepararán baños medicinales sin previa autorización de un facultativo. Los baños estarán abiertos desde la salida del sol hasta las diez de la noche. No se dará ningún baño sin la entrega del billete, que se expenderán Hostales 30 y en la finca «La Q. B.». El establecimiento pondrá carruaje a domicilio a 0’25 cénts., por asiento, ida y vuelta.»

La Q. B.
Archivo Pedro de Vicente
La Q. B.
Colección Javier Sánchez Portas.

También albergó una fábrica de cáñamo como podemos comprobar en el siguiente anuncio. Después de la Guerra Civil, la Q.B. pertenecía a Carolina García Murphy, hija de Atanasio.

Gracias a la escritura sabemos que la Q. B. estaba compuesta por treinta y seis tahúllas de tierra en blanco «aguirnaldadas» con palmeras. Con casa, cuadra, balsa de cocer cáñamo, noria, casilla, salón dedicado al baño y un lavadero, que por aquellas fechas ya estaba semirruinoso.

Contaba con riego del Azarbe de las Fuentes, por medio de acenia y aprovechamiento del agua que nacía de un manantial situado en media tahúlla que lindaba con la sierra, en el camino de San Antón, cerca de la tapia del colegio que fue convento de dominicos.

La Q. B.
Archivo Pedro de Vicente

Demolido el edificio y convertido el solar en plaza de la QB, en marzo de 1987 se colocó un busto fundido en bronce conmemorando el 45 aniversario de la muerte de Miguel Hernández.

Archivo La Verdad

Dos apuntes más del siglo XIX: En 1878, el Ayuntamiento estudiaba plantar una alameda en San Antón, buscando el sitio más adecuado para llevarla a cabo y poder hacer en ella el mercado de ganado.

En septiembre de 1890, una sociedad murciana adquirió el molino de vapor sito en el paseo de San Antón. Comenzaron moliendo pimentón; pero la sociedad, dotada de gran capital como sucursal de una fábrica establecida en Murcia, se proponía surtir de harinas a toda Orihuela y a los pueblos de la Vega. José Luciano Botá, en representación de León Marín Baldó (vecino de Murcia) solicitó construir en terreno de su propiedad, junto al citado molino, un pabellón adosado de planta baja y un piso; con fachada lateral en dirección al muro de cerramiento del huerto de Santo  Domingo.

El Balneario de San Antón.

Grabado del balneario en todo su esplendor.

El Diario de Murcia. 25 de julio 1901: Los baños de San Antón, / merced a sus propietarios, / ¡qué saludables que son! / Baños más extraordinarios, / no los hay, ni en el Cantón. / Su agua de color verdoso / semejante a la del mar, / cura el estado morboso / y la secreción biliar, /de un modo maravilloso. / También cura el herpetismo, / dispepsia, catarro crónico, / la diarrea, el reumatismo / y hasta el baile de San Mónico / o San Vito, que es lo mismo.

Para poder formarse una idea concreta de la virtud que poseen estas aguas, con aplicación a la acción terapéutica, basta leer el resultado del análisis practicado por los famosos químicos Sres. D. Manuel Ríos de la Pedraja y D. José María Sarget, los cuales clasifican dichas aguas, de acidulo-salinas, conteniendo en alto grado, sulfatos de cal, sosa y magnesia, carbonato de cal y ácido carbónico, cuyas sales, van disueltas en las aguas, sin alterar su limpidez y diafanidad, a beneficio del exceso de dicho ácido carbónico; pudiendo comprobarse su existencia por medio de la evaporación en vasijas en las que quedan por precipitación, grandes depósitos de dichas sales.

Los propietarios del establecimiento balneario a que nos referimos, no han omitido por su parte gasto ni sacrificio alguno para llegar a conseguir, como hoy lo han hecho, que aquel, resulte uno de los mejores en su clase digno de ser visitado por cuantas personas apetezcan comodidad, aseo y limpieza, sí que también por aquellas que padezcan cualquiera afección de la piel aun de las más rebeldes a todo tratamiento médico.

La tarita de precios vigente en el balneario, no puede ser más accesible y económica para todas las clases de la sociedad. Se facilita a los bañistas, carruajes propiedad de los dueños de los baños, para ir a todas las horas del día.

Diario Orcelitano
Julio de 1904

«Al salir de Orihuela por la antigua puerta de Santo Domingo, dejando a la izquierda el monumental edificio que fue Universidad, se entra, doblando a la izquierda, en la carretera, de Alicante, que bordea en unos doscientos metros el antiguo fuerte de San Fernando, a cuyo final, girando otra vez a la izquierda, por delante de la fábrica de electricidad «La Luz», se llega a la calle única de la barriada de San Antón, doblada en ángulo recto, cuyo vértice mira al Suroeste, y cuyos lados, el más corto es de 70 metros y el más largo de unos doscientos metros hasta la ermita de San Antón, se extienden por delante y a unos 6 u 8 metros de la sierra del Castillo, levantándose entre ésta y este lado del ángulo que forma la calle, principal y como al medio de la misma, el edificio de los Baños de San Antón, con una distancia total de Orihuela de 350 metros».

«Esta situación tan ventajosa del rico venero de las aguas minero-medicinales proporciona al establecimiento fresca y amplia sombra que le da la sierra del castillo, situada a su espalda, desde las primeras horas de la tarde en el estío, estación en la que casi siempre reina la suave brisa del Levante. Por estas razones el camino de los baños conviértese en paseo todas las tardes, por resultar un agradable sitio de recreo el «Balneario» separado de la carretera de Alicante por extensos bosques de palmeras».

Palmeral y baños de San Antón.
Clisé de Pablo Correu y Cama
Gentileza de Esteban Sanmartín Alonso

El texto anterior es obra del médico y escritor Justo Lafuente Esquer. Forma parte de un lujoso panfleto publicitario del balneario de San Antón, un establecimiento que revolucionó el barrio durante varios años.

Al mismo tiempo que Atanasio García abría los baños de la Q. B., los hermanos Antonio y Alberto Iborra Martínez proyectaban algo más ambicioso: un auténtico y moderno balneario de aguas medicinales.

La primera noticia de carácter municipal data del verano de 1899, cuando solicitaron al Ayuntamiento utilizar unos terrenos del común en San Antón, junto a los Baños de Hombres. Pretendían plantar unos eucaliptos a dos metros de la fachada.

«Lindando con el edificio que han construido en la Barriada de S. Antón para balneario, existe un trozo de terreno de unos setenta metros de largo por doce de ancho, al parecer, perteneciente al común de los vecinos (…) en cuyos terrenos se depositan inmundicias y materias orgánicas en descomposición que producen malos olores de que se resienta la salud pública, ofreciendo además a la vista del espectador un aspecto repugnante; y con el objeto de hacer desaparecer aquel foco de infección y hermosear en lo posible tan ameno sitio y a fin de evitar que en lo sucesivo se depositen aquellas inmundicias solicitan de la Exma. Corporación se sirva concederles a perpetuidad el mencionado trozo de terreno para llevar a efecto la mejora  que tratan de realizar en aquel sitio.»

La comisión de ornato recomendó la cesión. Consideraban la obra digna de elogio. En su informe explican que los hermanos Iborra quieren hacer un muro para cercar el terreno solicitado y convertirlo en un paseo dotado de eucaliptos y otros árboles,«para solaz y esparcimiento del público en general y de los bañistas en particular.» En la transformación de la parcela eliminaron también dos pequeñas balsas para curtir pieles.

Como ya he dicho, el proyecto era más ambicioso que unos simples baños. El concepto balneario era una notable innovación con fines curativos y profilácticos. El avance de los análisis químicos en el siglo XIX permitía conocer la composición de las aguas y, según sus características, recomendarlas para los problemas respiratorios, reumatismos, molestias gastrointestinales, enfermedades venéreas, afecciones de la piel…

«El Oriol», mayo de 1900: «Adelantan los trabajos que los hermanos Sres. Iborra están haciendo en el balneario de San Antón. Consisten estos en una amplia galería que de acceso a un baño-piscina para señoras. Es de aplaudir el empeño en que por servir a su numerosa clientela, muestran dichos señores. Mucha suerte.»

Para ayudar en el proyecto de mejora del barrio, el Ayuntamiento enviaba las ruinas de los derribos que se producían en la ciudad al camino de San Antón; pasando posteriormente «el rulo municipal». A los vecinos les pareció muy bien esta disposición; pero pidieron que la ruina no cayese dentro de sus propiedades, linderas con el camino, pues les causaba graves daños.

El Palmeral de Orihuela

«El Oriol, agosto de 1900: «El balneario de San Antón se ve cada vez más concurrido y los triunfos de sus aguas en las afecciones de la piel y reumatismos son cada día más patentes. Enhorabuena a los propietarios, Sres. Iborra Hermanos.»

«La Comarca», agosto de 1903: «Cada día aumenta el número de bañistas que acuden a probar los beneficios de las salutíferas aguas del balneario de San Antón. Dada la proximidad de dicho establecimiento, y de lo agradable que por aquellos sitios se hace un paseo, éste sigue concurridísimo por las tardes. De los pueblos cercanos acuden sin número de carruajes conduciendo bañistas.»

El balneario como tratamiento médico dio paso al baño como práctica de ocio en verano por puro placer. Los Iborra jugaban con los dos palos; aunque el asunto medicinal siempre fue el principal aliciente. Estas noticias publicitarias son todas de de 1904:

«Los Sres. Iborra han instalado tinas especiales destinadas únicamente para los señores que quieran bañarse por recreo, estando aparte las que utilizan los enfermos. Esta medida ha de resultarles muy beneficiosa.»

Las «tinas» del Balneario.
Colección Javier Sánchez Portas

«Nuestros estimados amigos los señores Iborra, dueños del balneario de San Antón, no omiten gasto ni sacrificio de ninguna clase para dar todo género de facilidades y beneficios al público que favorece diariamente su bien montado establecimiento. Dichas ventajas consisten en la rebaja que han hecho en la tarifa de precios de los baños de pila, ducha, balsa y demás servicios, lo cual hará que aumente el número de bañistas.»

«Desde el día 1º del presente mes de abril se halla abierto al público el establecimiento balneario de S. Antón de los señores Iborra hermanos. En el poco tiempo que se hallan funcionando en esta temporada estos baños, ya han realizado sus aguas tres curas maravillosas. Tres pacientes que sufrían enfermedades secretas y a los que prescribieron las antedichas aguas los facultativos D. Pedro Villalba, de Murcia, y D. Francisco Giménez, de Santomera, han marchado a sus respectivos pueblos completamente buenos.»

San Antón se había puesto de moda y la prensa no paraba de elogiar y publicitar el balneario como si se tratase de un fenómeno internacional.

«Indolentemente reclinado sobre la falda de la sierra en la que asoman sus negras bocas abandonadas minas, hállase el establecimiento balneario de aguas medicinales de S. Antón. La Naturaleza, parece que colocó expresamente en aquel sitió pintoresco, el manantial de agua curativa, para que los pacientes a la vez que con ellas encuentran la salud del cuerpo, recreen la vista con las delicias del paisaje y absortos en su contemplación, olviden por un momento sus dolores.»

El Palmeral desde el Balneario.
Colección Javier Sánchez Portas
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«Enfrente del establecimiento y al otro lado de la carretera que hay junto a la puerta, se extiende un espeso palmeral cercado. Los vientos suaves imprimen movimientos ondulantes y voluptuosos a las verdes palmas. A la izquierda y sobre una eminencia breve y respaldada por la sierra, levántase la pequeña pero blanca ermita de S. Antón.»

«A la derecha, la prolongación de la carretera que a la ciudad conduce orillada de modestas casitas y al extremo de ellas, el edificio fábrica de luz eléctrica con su chimenea en cuya boca asoma negro penacho de humo, en la hora de encender las enormes calderas. A la espalda, la montaña que semeja ciclópea pantalla que mitiga los ardores del sol de julio. A la puerta del balneario, numerosos agüistas de ambos sexos, charlan de todo, en tanto esperan se desocupe la marmórea pila en donde han de bañarse, o la ducha, o el vaporario, que han de utilizar.»

«Y este grupo, a medida que la tarde va declinando, aumenta con nuevos bañistas que llegan en numerosos carruajes o a pie, polvorientos y sudorosos, con la piel lustrosa por la transpiración, pero que al breve rato salen de los espaciosos cuartos donde se dan la ablución cotidiana, remozados, confortados y refrescados.»

«Como la nombrada curativa de aquellas aguas ha corrido en alas de la fama en vertiginosa carrera, toda la península Ibérica, y el extranjero, no es extraño, escuchar pronunciación catalana, gallega, andaluza, vascongada, valenciana etc.»

«Entre los que frecuentan el establecimiento sí que también se oye alguno que otro extranjero que chapurrea nuestro idioma para expresar en él sus ideas, y es de notar, que cuantos visitan esos baños, y toman sus aguas, a los pocos días se deshacen en elogios de sus propiedades medicinales y de la rapidez con que sienten aliviarse sus dolencias los que las sufren. Dice el refrán, que cada uno habla de la feria, según le va en ella, pero a los que toman las aguas de los baños de San Antón, a todos les va bien, y bien hablan de ellos cuantos la prueban.»

«Como que además de la virtud de curar, la temperatura del agua de los baños de los señores Iborra hermanos, tal y como sale del abundante manantial, es agradabilísima en la actual estación, son numerosísimas las personas que concurren a tomar baños de placer y en este concepto, aún resulta más agradable el estar en aquel ameno lugar, porque los encantos de la naturaleza, son realzados y en no pocas ocasiones eclipsados por la belleza de nuestras paisanas.»

«Los baños de San Antón, serán con el tiempo a no dudarlo, (y ya empiezan a serlo) un elemento de riqueza para Orihuela; por eso los oriolanos debemos de mirarlos con atención y cariño y procurar en cuanto sea posible y esté de nuestra parte ayudar a sus propietarios, para que los constantes sacrificios que realizan no sean (que no lo serán) infructuosos y pueda esta ciudad llegar a ser una estación balnearia, como las más importantes de España, ya que para ello se cuenta con los necesarios elementos.»

Baños de San Antón

En poco tiempo, el balneario de San Antón estaba consiguiendo en el barrio, un efecto parecido al que en su tiempo produjo la ermita. Así lo afirma el siguiente artículo, además de proporcionarnos una descripción de las instalaciones :

«Recordamos lo que era hace pocos años la barriada de San Antón: unas cuantas casas feas, de paredes derruidas, oscuras, estrechas, insalubres, donde se albergaban pobres gentes, desafiando toda clase de enfermedades. Después, en una de aquellas casas, junto a la falda de la montaña, se descubrió un manantial; se formó una balsa, cuyo primer poseedor la destinó a baños.»

«El agua brotaba de los peñascos en abundancia, clara, fresca, convidando en los calurosos días del estío a disfrutar de ellas, mitigando las molestias que nos causa la temperatura en la presente época, pero nada más.  ¿Quién había de decir que dichas aguas llevaban en sus componentes la salud, además, para muchos que buscan el remedio a sus males?  Y así pasó el tiempo: todos los años acudían allí las gentes, que no pueden permitirse otros lujos, y por una insignificante remuneración al dueño, entraban en la destartalada y viejísima casa, donde se refrescaban en la estrecha balsa.»

«El edificio lo formaban cinco piezas reducidísimas: una salita de descanso rodeada de puertecillas, que conducían a las tinas; a la izquierda de la entrada otra puertecilla donde se veía la herrumbrosa bomba, de que se valían para extraer el agua de la balsa general y llevarla a los aparatos de calefacción y de allí a las tinas; después la balsa o manantial resguardado por una baranda de hierro pintado de encarnado y como final, al fondo, un pasadizo con media docena de cuartos para desnudarse.»

«Esto era antes el hoy balneario de San Antón. Se notó al principio que muchos bañistas de los que tomaban por recreo aquellas aguas y que bien padecían del estómago y del bazo, úlceras varicosas y tórpidas etc. etc. notaban extraordinario y notable alivio en sus padecimientos a los pocos días de estar yendo allí. Mas luego se realizaron curas asombrosas en enfermedades de las vías urinarias, venéreas y sífilis.»

«La ciencia comprobó después por medio de detenido análisis, la virtud medicinal de aquellas aguas. Hoy aquella barriada se ha transformado. Los antiguos y modestísimos baños son un balneario con todas las exigencias, con todas las comodidades modernas que puedan encontrarse en los más renombrados de España.  Hermosa y espaciosísima balsa para baños de recreo, pilas de mármol para enfermos y para los que no estándolo quieran bañarse en agua templada, vaporarios, sala de duchas, pulverizadores, etc.»

«El paisaje donde está situado el edificio, ofrece agradable perspectiva. Se levanta en la falda oriental del monte, en cuya cumbre se conservan las ruinas del antiguo castillo romano, guardián de la vieja Orihuela.»

«La puerta del balneario está sombreada por una fila de árboles, que se extienden gran trecho, y al frente, el palmeral, hermoso bosque de palmeras. Puede irse allí sólo por disfrutar del panorama sentado a la puerta, así, a la caída de la tarde, cuando corre la brisa deliciosa embalsamada por los tomillos y florecillas del monte.»

«El balneario de San Antón tiene ya conseguida su fama: pero aún necesita más, necesita que nadie ignore, que sus aguas son extraordinariamente medicinales. Yo por mi parte, pienso nadar allí, sin calabazas.»

La cima del éxito y la fama internacional llegó en 1906 :

«Una importante casa francesa, la de Mr. Benoit, ha tomado en arriendo, por tres años, a los Sres. Iborra Hermanos, el balneario situado extramuros de esta población. Las aguas medicinales de dichos baños, son ya muy conocidas por su virtud contra las enfermedades venéreas y de la piel. Mr. Benoit piensa introducir en el Balneario de San Antón, importantísimas reformas: y hacer al mismo tiempo una propaganda activísima de dichas aguas. Orihuela está de enhorabuena.»

Balneario y manantial de San Antón.
Etiqueta destinada a Francia y Argelia.
Impreso por Pichot (París).

«Se ha presentado en el Gobierno civil de esta provincia una instancia suscrita por don Antonio y D. Alberto Iborra Martínez, solicitando obtener la declaración de utilidad pública de las aguas medicinales del balneario de San Antón, pidiendo también permiso para vender dicha agua embotellada.»

«El Gobierno acaba de reconocer por medio de una real orden la utilidad pública de estas aguas por sus asombrosas virtudes curativas. Orihuela pues cuenta con un balneario que no tardará mucho en proporcionar pingües ganancias a la industria y al comercio orcelitanos.»

“Se ha recibido en esta ciudad una expedición de 10.000 botellas, que serán llenadas inmediatamente de agua del balneario de S. Antón para remitirlas a las principales ciudades del extranjero. Figura en las etiquetas un grabado del delicioso paisaje donde se asienta el edificio del balneario, bajo el rótulo de «Orihuela, aguas mercuriales, únicas en el mundo». La concurrencia de bañistas forasteros es cada vez mayor y el crédito de tan portentosas aguas medicinales comienza a extenderse por toda Europa, con lo cual Orihuela gana mucho”.

«Los baños de San Antón situados extramuros de esta ciudad, acaban de ser declarados de utilidad pública por medio de una real orden. La noticia, como hijos de Orihuela que somos, nos complace mucho. Aquellos baños mal encerrados en un viejo y ruinoso casetón antes, se han convertido ahora en hermoso y bien servido balneario, adorno de aquel sitio amenísimo. La constancia y los desvelos de los hermanos Iborra han tenido su recompensa. Orihuela, dotada, de un clima delicioso y de una vega fecundísima, cuenta con una riqueza más para repartir entre los humildes laboriosos.»

En 1907 se reconocían unánimemente el trabajo de los hermanos Iborra, que habían convertido los antiguos baños de San Antón en un excelente balneario a la altura de los más renombrados de España. Como prueba de la categoría del barrio, en febrero de ese mismo año, el Ayuntamiento aprobó que en el llamado “Barrio de San Antón”, desde la fábrica de la luz eléctrica hasta a la ermita del santo, se titulase calle de San Antonio Abad.

Si antes he comparado la función regeneradora del balneario con la de la ermita en otro tiempo, las facultades curativas de sus aguas, a decir de los periódicos y los científicos de la época, tampoco tenían nada que envidiar al pan bendito del propio San Antonio Abad. Leed si no este increíble artículo publicado en mayo de 1911:

«EL BALNEARIO DE SAN ANTÓN. A pocos pasos de la hermosa ciudad que baña el Segura, y al pie de la sierra del castillo; existe desde tiempo inmemorial un manantial de agua de paladar ligeramente salino, al que los habitantes de la comarca atribuían propiedades extraordinarias para la curación de determinadas enfermedades.»

«Su fama, cada día más creciente, pregonada en todos los tonos por los que en dichas aguas no solo habían encontrado alivio a sus dolencias, sino completa curación, movieron a sus propietarios a aclarar las propiedades medicinales de aquellas; y prestando así un gran servicio a la humanidad doliente, y sin titubear en el éxito de la empresa, remitieron hace poco tiempo al eminente y químico y sabio profesor de la Facultad de Medicina de París doctor Pouchet, y  previas las necesarias precauciones de lacrado, taponamiento y lavado, cantidad suficiente de aguas, para verificar análisis detallados y concienzudos.

«Practicados estos, el éxito ha sido maravilloso, pues entre los elementos reconocidos «cualitativamente», se ha encontrado el mercurio y también el ácido azótico, arsénico, litio, manganeso y boro, con exclusión absoluta de cobre.»

«Este resultado, y la presencia del «radium» en cantidad suficiente para ejercer su acción terapéutica,  demuestra de modo elocuente, que las aguas minero-medicinales de San Antón, pertenecen a las cloruro sódicas, bicarbonatadas magnésicas y bicarbonatadas sódicas, de maravillosos resultados para la completa y radical curación de la sífilis, cuyo micro organismo productor, destruyen completamente,  y de gran influencia por su notable poder antiséptico en las dermatopatías de origen infeccioso y en los efectos catarrales endometríticos por su acción sobre los gonococos y en todas las afecciones del aparato digestivo y catarros intestinales, por lo que sin incurrir en exageraciones debemos proclamar como “únicas aguas mercuriales en el mundo” a las mineromedicinales de San Antón de Orihuela.»

«Tan excelente resultado que supera todas las esperanzas concebidas, ha sacado de su inacción a los propietarios del manantial, quienes han construido un sólido y confortable edificio-balneario, con todas las dependencias propias de esta clase de establecimientos, y tratan por todos los medios de darlo a conocer al público, a cuyo efecto tino de estos días pondrán en circulación y profusamente, un elegante y bien escrito folleto, que contiene entre otros detalles verdaderamente útiles, referentes al balneario, la opinión de gran número de médicos notables que relatan infinidad de casos, en que enfermos desahuciados por la ciencia, han encontrado su completa curación, usando en baños, lavado y bebida, — según los casos — las prodigiosas aguas mercuriales de San Antón.»  

«La eficacia de dichas aguas para la curación radical de las enfermedades de la piel, ha sido comprobada hace muy pocos días por uno de nuestros redactores,  que encontrándose en Orihuela padeciendo hacía tres meses, de una granulación infecciosa espantosa en cuello, piernas y brazos, que le impedía todo movimiento, consiguió su restablecimiento total, con sólo aplicar a las partes doloridas, durante tres días, algodones empapados con aquellas aguas.»  

«Este caso y muchísimos más notables y de gran resonancia, que continuamente se consiguen, y que en Orihuela y pueblos inmediatos, son del dominio público, nos mueven a recomendar a nuestros lectores con todo interés las aguas de San Antón, en la seguridad de que aquellos que padezcan enfermedades de las indicadas, y acudan al repetido Balneario, nos agradecerán haber leído estos mal hilvanados renglones, que son débil demostración de gratitud de un paciente, que a las aguas mercuriales de San Antón debe su actual y excelente estado de salud.»

Balneario y manantial de San Antón.
Etiqueta nacional

La propaganda era brutal. Aquellos jóvenes emprendedores (Antonio Iborra no había cumplido diecisiete años cuando arrancó el balneario) habían montado seguro y lucrativo negocio para ellos y una fuente de riqueza para el barrio y la ciudad.

De los hermanos Iborra Martínez, Antonio se casó con Elisa Lidón Ballesta en febrero de 1912. Dos años después falleció Alberto, en octubre de 1914, víctima de rápida y traidora enfermedad. Tenía cuarenta y nueve años.

La publicidad de la década de 1920 seguía recomendando aquellas aguas para curarlo casi todo «las enfermedades del estómago, el herpetismo, los infartos del hígado y del bazo, las úlceras varicosas y tórpidas, los catarros crónicos, y otras enfermedades que exigían el empleo de mercurio

Como nota curiosa citar que, en enero de 1919, el propio Joaquín Sorolla comió en los Baños de San Antón por cuenta del Ayuntamiento cuando visitó Orihuela. Os dejo un enlace al artículo que narra dicha visita.

Enlace a crónica de la visita de Sorolla.

Los años pasaron; las modas y los gustos cambiaron. Mediados los años veinte, coincidiendo con la Dictadura de Primo de Rivera, la gente de posibles buscaba el ocio, el sol y los baños de placer en la costa. El balneario de San Antón volvió a su función de simples baños al alcance de la gente humilde. Antonio, concejal y teniente alcalde de Orihuela, falleció en mayo de 1930, con sólo cuarenta y ocho años.

Parece ser que las propiedades salutíferas del manantial, solo funcionaron con su viuda, Elisa Lidón, quien vivió muchos años más regentando las instalaciones como «baños de San Antón» hasta los años cincuenta.

La fiesta romería de San Antón.

El Pueblo
Edición N. P. Jesús

Como en todas las ermitas, una vez popularizado el santo, la ciudad acabó acudiendo en romería a pedir sus favores una vez al año, durante su fiesta. Erradicado el “fuego de San Antón”, las virtudes del santo eremita pasaron de medicina a veterinaria; encargado de proteger y sanar a los animales.

Vamos a conocer la fiesta de San Antonio Abad dos épocas diferentes; con dos siglos de diferencia. Montesinos la describe así en el siglo XVIII, cuando estaban los antonianos:

«Todos los años se celebraba la Fiesta del Sto. Patriarca Antonio en su propio día 17 de enero por la ¿Reverenda? corta Comunidad, con asistencia del Clero de la Catedral; todo a sus expensas y de innumerables devotos que llevaban muchas ofertas de cera, aceite, harina, cerdos pequeños y dinero. Misa Mayor, que celebraba un Cura teniente, y Sermón Histórico Panegírico. A la tarde había fiesta con la música de la Cathedral…»

Romería de San Antón en 1907.
Archivo ABC

«En dicho día se sorteaba a las seis de la tarde un “serdo gordo y grande”, del valor de unos 25 o 30 pesos; del que sacarían sobre 200. En todo su recinto, por mañana y tarde, se celebraba “porrate” general (porrat: feria celebrada bajo la advocación de un santo en su ermita o santuario) en el que se vendían todas las cosas imaginables, al más delicado gusto, como eran turrones, confituras, blancos, perniles, longanizas, dátiles, uvas, cardos, naranjas, garbanzos, avellanas; había besamanos, paseo público, carreras de caballos muy bien enjaezados y compuestos; y sobre tres mil personas que concurrían a tan plausible función, a tomar el Pan bendito y a adorar la Sagrada Reliquia del Santo Glorioso, a cuyo eremitorio llevaban los molineros, arrieros y labradores sus bestias; y les daban tres vueltas por su derredor y comían el pan bendito…»

Esta otra es del «El Día» en 1888:

«La tradicional fiesta que todos los años se celebra en San Antón ha satisfecho por completo en el presente las aspiraciones de los concurrentes a tan popular romería. Un gentío inmenso invadía por completo desde las primeras horas de la mañana aquellos sitios; las crestas de elevadas rocas se veían también coronadas de gentes que en amigable consorcio habían concertado una gira en el monte, y esperaban con ansia fuese llegada la hora de devorar el suculento y bien condimentado arroz con costra, propio y exclusivo de este país».

«La pequeña ermita donde se venera y presta religioso culto a San Antonio Abad, no podía albergar más personas; aquél reducido santuario se hallaba por completo invadido de fieles que iban a escuchar de labios del eminente orador sagrado D. Andrés Die, la biografía del Santo».

«Excusamos decir que fueron infinitos los puestos que ocuparon los vendedores exponiendo al público el objeto de sus mercancías, y tenemos que consignar con satisfacción, que el laborioso e inteligente industrial D. Joaquín Reymundo, colocó un precioso kiosco, obra exclusiva de su reconocido ingenio, en donde se servían toda clase de exquisitos dulces y riquísimas pastas».

«Amenizó en la tarde tan bulliciosa fiesta la banda municipal, tocando con fruición bonitas y escogidas piezas de su repertorio. Los vendedores, según hemos oído decir a personas autorizadas, hicieron buen negocio, y la rifa del cerdo, como todos los años, alcanzó un gran contingente. Al sujeto que ha correspondido en suerte el cerdo rifado, se llama José García».

Y esta de prinncipios del siglo XX:

«Luciendo el sol a ratos se celebra la romería a la ermita de San Antón. Un gentío inmenso desfila por aquellos alrededores. Los confiteros y los dueños de carruajes de alquiler hacen su agosto en pleno enero. De los pueblos de la comarca viene bastante concurrencia».

Romería de San Antón a principios del siglo XX.

«Por la mañana dan las caballerías las tres vueltas de costumbre al santuario, después de las cuales los jinetes adquieren rollos del Santo. En las laderas del monte, numerosas familias cantan, corren y se divierten aguardando la hora de comer la clásica paella, guisada al aire libre y condimentada con las más honestas y efusivas expansiones de la alegría».

«Abajo, entre una doble fila de confiteros bien provistos de las bolas de rigor, de vendedores de dátiles, torraos, turrón de panizo y otras golosinas, avanzan los labriegos, quienes después de visitar al Santo, ponen sus cédulas para la rifa del cerdo».

«A primera hora de la tarde suena el acelerado tintineo de los carruajes de alquiler que llegan rebosantes de gente de la ciudad. La banda municipal se sitúa en la puerta de la ermita, ejecutando bonitas composiciones de su repertorio. Pasa la tarde entre música y paseos. Romeros de toda edad y categoría entregan a sus Julietas, como simbólica muestra de adhesión y constancia, las pesadas de bolas».

Romería de San Antón a principios del siglo XX. Colección Antonio Miravete.

«San Antón, las cinco y con sol, dice el refrán; y hasta las cinco no comienza el rápido desfile. Cuando el sol se pone, pliegan sus tenderetes todos los vendedores, recogen las mercancías sobrantes (que han de servir en la fiesta de San Sebastián)».

«Muchas familias pasan el día de gira en el monte y las casas de comidas que por allí cerca se establecen tienen buena venta. Al oscurecer, nadie queda en las cercanías de la Ermita, salvo un corto número de curiosos que asiste a la extracción de la cédula premiada en la rifa del cerdo. Esa es a grandes rasgos la Romería de San Antón».

Por último, vamos a terminar como empezamos, con Julio López Maymón, hablando de la romería y de la rifa, en 1925:

«Es en verdad un acontecimiento oriolano la romería del 17 de Enero, todos los años a San Antón. La Ciudad se traslada, vestida de fiesta al indicado paraje, tan triste y solitario de ordinario; allí se rinde culto a la piedad visitando la Ermita; a la tradición, apuntando la «séula», en las muchas mesas instaladas al efecto; a la costumbre comprando la pesá en los puestos, que en larga fila se extiende, dibujando el camino ligeramente encuestado, que conduce a la explanada llena de gente jubilosa.»

Romería de San Antón.
Juan Fenoll Villegas.

«Antiguamente,  junto al vallado del huerto de palmeras, vecino de la Q. B, se congregaban los carruajes y troncos de lujo. La huerta, indumentada con el vestido típico, con la «ropica» sacada del arca de madera blanca que huele a peros, concurría a oír la Misa que canta la Parroquia del Salvador y el sermón donde se predican las gloriosas «hazañerías» del Santo Cenobita; y después a que las caballerías reciban la bendición y que coman los rollicos mezclados con los piensos.»

«Cuadro de tonos de luz y ráfagas de vida. Acervo de recuerdos de edades y de seres. Día de transformaciones se oye Misa como si fuese día dominical; no se trabaja… cual si estuviésemos en Domingo…; y hasta en la casa más pobre, el yantar es típico… ha de ser; así… el arroz y costra… y las bolas… y el palmito… y el turrón de «paniso» y el de alegría….»

Programa de Fiestas 1985.
San Antón
.

«La rifa dio comienzo en el año 1840, o sea hace ochenta y cinco años; era superintendente don Tomás Veas, Racionero. Con los ingresos se blanqueó la fachada del edificio, se compusieron ornamentos sagrados y otras mejoras; sobraron 436 reales y 21 céntimos que se invirtieron en celebrar Misas al fuero de dos pesetas con cincuenta, céntimos…»

«Todos hemos puesto y seguimos poniendo nuestra «seula al cochino»; no puede concebirse esta fiesta sin esta rifa. La suerte adjudica al puerco, y con lo que rinde el ingreso de ella descontando gastos, se atiende al culto del santo y a la conservación de la casa célebre del santero, y hospedería de los frailes, y hoy habitación del Capellán, y departamento oficial para el señor de San Antón».

La cerda de San Antón.
Manuel Rodríguez.

«Rogar a Orihuela, que siga como hasta aquí, prestando su concurso a esta fiesta tradicional; que el culto a las costumbres de nuestros padres, a las tradiciones de nuestros mayores, es el culto santo a la Patria chica.»

Antonio José Mazón Albarracín (Ajomalba)

Un servidor, mi hermana
y mi prima, en San Antón

Bibliografía: «De la Fiesta de San Antón», rebusco tripartito de Julio López Maymón (1925); «Orihuela imaginada, la ciudad en los siglos XVI y XVII» de José Ojeda Nieto; «Compendio Histórico Oriolano» de Joseph Montesinos. «Insalubridad y bonificaciones de almarjales en el Bajo Segura antes de las Pías Fundaciones de Belluga», de David Bernabé Gil.

Archivo Municipal de Orihuela, Libros de Actas; Archivo Histórico de Orihuela, Protocolos; Biblioteca Virtual de Prensa Histórica: El Pueblo, El Oriol, El Diario de Orihuela, El Oriolano, La Comarca, La Crónica, El Día, La Huerta, El Diario Orcelitano, El Social, El Obrero.

Mi agradecimiento a José María Penalva y a José Manuel Dayas.

Lo Carrer de Ferrando de Loazes.

Sepulcro de Loazes. Colección Javier Sánchez Portas.

«Lo Carrer de Ferrando de Loazes».

«Quien yerra y se enmienda a Dios se encomienda». (El Quijote II parte, cap. XXVIII).

Loazes en la fachada del Colegio. Fotografía: José M. Pérez Basanta

A menudo, al escribir ensayos históricos se repiten afirmaciones de respetables autores tomándolas por verdades indubitables. El problema que plantean estos datos es saber si se basaron en fuentes documentales o si, a su vez, lo hicieron en los trabajos de otros historiadores.

Al final, sólo la investigación personal en los archivos permite esclarecer hechos mal determinados, eliminar afirmaciones equivocadas y fijar datos con la debida exactitud procurando depurar errores pasados.

Cuando comencé a trabajar en el estudio de las calles intenté apoyarme en todo lo publicado anteriormente; pronto descubrí que algunos historiadores eran más de fiar que otros; que los del XVIII y XIX eran poco rigurosos basándose muchas veces los unos en los otros sin comprobación documental; exagerando las glorias patrias y tratando de ocultar las miserias.

En abril del año 2007 publiqué un artículo en la revista «de Orihuela» núm. 10 en el que, haciéndome eco de los datos publicados por varios estudiosos del personaje, situé la calle natal del Patriarca Loazes en la actual calle de Meca.

Quiero decir públicamente que me equivoqué al aceptar que Ferrando de Loazes nació en la calle Meca obviando todos los datos que había obtenido de primera mano en los archivos locales.

Pienso que esta equivocación pudo comenzar con la recomendación emitida por la «Comisión encargada de la rotulación y numeración de las calles de esta Ciudad» en 1861, tan solo treinta años después de la llegada de las Salesas, cuyo monasterio había reducido «lo carrer appellat de Ferrando Lloases» a un miserable callejón.

El espacio que hoy se conoce con el nombre de puente nuevo, que conduce desde la antigua Calle de los Hostales, al puente de la Barrera del Matadero, puede tomar el nombre de Calle de Loaces, grato recuerdo hacia el preclaro fundador de la Universidad Literaria de esta Ciudad, a la que consagró sus talentos y sus riquezas.

Los infrascritos hubieran dado este título a la calle de Meca, en la que vivió el Ilustre Patriarca; pero de una parte la insignificancia actual de aquella; y de otra el deseo de no quitar de la misma el apellido de un distinguido linaje del País, les ha inducido a proponer lo que dejan dicho.

Y que el error quedó fijado en un trabajo premiado en los juegos florales de 1900, obra de Manuel Ferris Iváñez, periodista, farmacéutico y político.

Fue director de «El Diario de Orihuela» (1891) y de «El Independiente» (1892). En 1896 se licenció en Farmacia y un año después casó con Monserrate Lafuente, abriendo su farmacia en los Hostales (Alfonso XIII). Concejal en el Ayuntamiento de Orihuela, fue su alcalde en 1915.

La Vega del Segura. Número I. 1 de diciembre de 1904.

Su trabajo sobre Loazes fue ampliamente difundido en 1904 a modo de folletín, en el diario «la Vega del Segura». Todos los que luego han publicado sobre el Patriarca se han basado en el siguiente párrafo:

Sin duda alguna le bautizaron en la Iglesia Parroquial de Santas Justa y Rufina, puesto que la casa solariega de los Loazes en Orihuela estaba situada en la calle Meca, la primera a mano derecha conforme se entra, y que da hoy frente al Asilo de Ancianos Desamparados, de cuya casa, resta tan solo como vestigio la puerta principal sobre la cual se ve todavía grabado en piedra el escudo de armas del noble orcelitano.

Retrato de Loazes en el Colegio de los Españoles en Bolonia.

Ferris afirma que en 1900 ― cuatrocientos años después del nacimiento de Loazes― se conservaba su escudo al inicio de la calle Meca.

¿Y Gisbert cuando habla de ella a finales del XIX no lo menciona teniendo tan a la vista el escudo? ¿Nadie más vio el dichoso escudo ni habló de la casa de tan importante personaje?

Como todos, di por cierto que esa era la casa del Patriarca y por lo tanto su calle. No había porqué dudar de quien decía haberlo visto con sus propios ojos (hay una placa marcando la casa donde supuestamente había nacido).

Así pues acepté que la actual calle Meca fue la de Loazes e intenté adaptar mis investigaciones a esa premisa. Siguiendo los padrones de reparto de los siglos XVII y XVIII tenía muy claro que la calle Meca fue anteriormente la calle de los Masquefa; y en los de cumplimiento de Santa Justa comprobé que se mantenían los nombres de Loazes y Masquefa hasta mediados del XVIII.

Placa a la entrada de la calle Meca. Fotografía: José M. Pérez Basanta,

Dando por cierto lo dicho por Ferrís y teniendo seguridad de que de calle Masquefa pasó a Meca, deduje que sólo podían ser dos partes de la misma calle; no cabía otra explicación y así lo publiqué. Pero la calle Meca nunca fue la calle de Loazes y quiero ofrecer pruebas concluyentes que demuestran la inexactitud de tal afirmación.

Durante años fui acumulando pistas que complicaban esa teoría. Fueron tan solo evidencias hasta que compartí mis datos con los de Pepe Ojeda. En sus investigaciones situaba dos calles paralelas: la de Loazes y la de Masquefa, confirmando mis dudas.

Para que todo encajase nos faltaba una calle; pensamos que quizás fue ocupada por la construcción del palacio de Arneva. Pero tal posibilidad quedó eliminada sabiendo que la calle Meca era la de Masquefa, y que la de Loazes estaba situada más al sur; es decir más lejos de Santa Justa.

Busto del Patriarca. Fotografía: José M. Pérez Basanta

Volví a repasar a fondo los padrones, comparando incluso los vecinos en diferentes épocas.  Así pude comprobar con rotundidad que desde al menos el XVII hasta 1751 aparecía la calle de Masquefa; y que en el padrón de 1770 comenzaron a llamarla de Meca.  

Estos datos coincidían con el de cumplimiento de Santa Justa, del que desaparecía en 1766. Posteriormente analicé una docena de registros notariales de la segunda mitad del XVII en los que aparecía la calle de Loazes y/o la de Masquefa; notas que amablemente me brindó Ojeda Nieto y que paso a enumerar:

Representación idealizada de terreno en cuestión, obra de Pepe Sarabia.

Año 1632: casa sita la calle Loaces, que linda «ab les torres» (se entiende la Plazuela de les Torres).

Año 1639 se deslinda una casa que se halla «en la travesa que ix del carrer de Loases al carrer dels Masquefes», la traviesa se localiza al E, y al N la cochera de Eusebia Pérez, viuda de Pedro Sahavedra.

Año 1650 la casa que se deslinda se sitúa «en la plaçeta appellada del Sacriste Ferrandes ―que linda― ab lo carrer appellat de Ferrando Lloases».

Año 1653: «Frances Gilart, polvoriste», adquiere una casa en C/ Loaces que linda con dicha calle al N., al S. el río, al W. casa de los Togores (que antes era de los Masquefa) y al E. casas que fueron de los Loaces.

Año 1658 se deslinda la casa de Rocamora, sita en C/ Río y «portal del mur de altra ab carrer de Lloases, de altra ab cases de don Alfonso Rossell y de altra ab el Riu… en la part appellada de les Torres».

Año 1666: Se deslinda la casa de Vicente Ruiz y Rosell, sita «en lo carrer de les grades de Sentes Justa y Rufina eo de Pau Ruis» (La casa linda al E con esta calle).  Al W con casas de José Rosell, al S «ab lo riu, carrer de Les Torres en mig», y al N «ab carrer publich dit de Françes Pasqual eo dels Lloazes».

Año 1670: La C/ Masquefa «que es lo que esta de front la porta de la iglessia… en la de les grades de aquella». La casa tiene al E y al W casas, al S «carrer publich apellat dels Lloazes hon trahuen una porta, eo postigo, y de part de tramontana ab lo dit carrer de Masquefa».

Año 1671, para situar una casa, se dice que se halla en lo «carrer vulgarment dit dels Lloazes», al W casas de un polvorista «que huy son de la fabrica de la polvora».

Año 1671, deslinde: «en front de una de les portes… appellada de les Grades –que linda ab tres carrers… lo hu appellat de dites Grades de Sta. Justa eo dels Ruisos lo altre de Masquefa y lo altre dels Lloases».

Año 1694. Donación de solar a D. Jaume Togores, que «solia ser de la fabrica de la polvora –entre carrer de les Torres –y carrer de Loases».

Año 1696: Deslinde de un solar de casa «en lo carrer dels Masquefes» que linda al E con casa, al N ab «lo ort del convent de nostra Señora del Carme, carrer en mig dels Chincholers».

Año 1701, deslinde de casa en «lo carrer dels Masquefes», al E y W tiene casas, y al S «lo carrer dels Lloases y de tremontana ab dit carrer dels Masquefes».

Siglo XVII. Plano confección propia marcando las fechas de los registros.

Todas estas notas situadas en el plano anterior me permitieron obtener las siguientes conclusiones:

Lo carrer dels Loazes o de Ferrando Loazes estaba al sur y lindaba con la Plazuela de las Torres, situada en la curva del río junto a la muralla y la casa de la pólvora; es decir, donde ahora tenemos el convento de las Salesas. Nacía frente a una placeta que coincide con la «longeta» de Santa Justa, en la actualidad casa parroquial y plazuela de las Salesas.

La calle de los Masquefas nacía frente a la puerta de las gradas de Santa Justa; puerta que fue desplazada una vara a tramontana; es decir casi un metro al norte. Estaba cerca del huerto de los carmelitas y lindaba con Jinjoleros.

Representación idealizada con leyendas. Plano Pepe Sarabia.

Por último, quiero añadir la nota de Ernesto Gisberten su «Historia de Orihuela»:

La de Meca: Recibe el nombre de uno de nuestros apellidos ilustres. La misma, si no fue una de sus adyacentes, se denominó de la Marquesa o del Arco, aludiendo a un arco construido en 1488 entre las casas de Masquefa y Rocamora, destruido en 1771 y que dio lugar a un ruidoso pleito con los jesuitas que lo ocuparon en 1710.

La de la marquesa fue una de sus adyacentes. A principios del XVIII, entre la plaza de la Compañía y la calle Masquefa aparecía en los padrones una calle nombrada de los Togores (el padre de Fernando Loazes se llamaba Rodrigo Loazes y Togores, como queda reflejado en la luna de su escudo).

Fotografía Ajomalba

Era el callejón que a finales del XVIII llamaban de los Jesuitas: al costado de la iglesia de las Salesas, un pasaje largo y angosto ―estrechado seguramente al construir el templo― que comunicaba con la Plaza de Togores.

En la actualidad su salida a la calle Salesas permanece cerrada con fachada y puerta; y la de la plaza de Togores está condenada también.

Este callejón fosilizado es el que nombra Gisbert separando las casas de Rocamora y Masquefa. Sabemos que Juan Rocamora ―conde de la Granja y esposo de la marquesa― donó las casas a los jesuitas; y que los Masquefa tenían su morada muy cerca.

Fotografía Ajomalba.

Conclusión: Teniendo en cuenta todo lo expuesto, sostengo que ese callejón cerrado junto a las Salesas es lo que queda en la actualidad de la calle de Ferrando Loazes o de los Loazes: cercano a la plaza de las torres, frente a la plazuela y en paralelo con la calle Meca.

Llamada posteriormente de los Jesuitas y de los Togores, comunicaba con la plazuela de los Togores, señores de Jacarilla, que permanece al final de la calle Meca.

A mediados del XVIII, la calle de los Masquefas pasó a calle de los Meca por vivir en ella otra ilustre familia, los Pérez de Meca. En concreto he localizado al regidor Fernando Pérez de Meca fallecido en 1730 y posteriormente al canónigo Alejandro Pérez de Meca.

Siglo XVIII. Plano confección propia.

Al final de la misma perviven dos titulaciones antiquísimas: la de Xinxolers o Jinjoleros, y el resultado de urbanizar la orilla del río: la calle Malecón.

Las titulaciones de Loazes y Masquefa desaparecieron en el XVIII para volver al callejero oriolano a finales del XIX; pero con diferente rango: a Loazes le dedicaron la lujosamente reurbanizada bajada del Puente Nuevo.

El diario de Orihuela. 19 de septiembre 1887: Es otro de los puntos de la crónica de la semana que merece nuestra atención el acto llevado a cabo por la corporación municipal, al acordar la titulación de la nueva calle abierta en la subida del Puente Nuevo y la que pone en comunicación la calle Mayor con la de la Feria.

Sin duda alguna que nuestro Ayuntamiento ha interpretado los deseos de la población buscando dos nombres ilustres entre los más esclarecidos hijos de Orihuela. El nombre de Cardenal Loaces, honra de esta vieja ciudad y gloria de la Iglesia española, al señalar una de las calles de la población, recordará siempre una de las páginas de nuestra brillante historia.

El diario de Orihuela. 11 octubre 1887: La colocación de los rótulos en las calles nuevamente tituladas, ha sido el asunto que ha dado importancia a la semana que finó ayer. Los nombres de tres hijos ilustres de Orihuela han sido grabados en mármol y serán pronunciados al mencionar las calles que titulan por las generaciones venideras.

Placas de Masquefa y de Loazes. Fotografía Ajomalba.

Los Masquefas se tuvieron que conformar con el modesto callejón que sube a la peña desde la Plaza del Marques de Rafal.

Comisión encargada de la rotulación y numeración de las calles de esta Ciudad. 6 de febrero de 1861. La Calle sin nombre junto a la de Comedias, puede recibir el de Calle de Masquefa, recordando el apellido, casi extinguido ya, de una familia que figuró mucho en la historia del País y cuyas casas existen no lejos del mismo sitio.

Plaza y Calle de los Togores.

De los Togores, además de la citada plazuela, queda una calle que nace al costado de la Plaza de las Salesas.

Aniversario de Loazes. 1918. Colección Javier Sánchez Portas.

Antonio José Mazón Albarracín. (Ajomalba)

Publicado el la Revista de Moros y Cristianos 2015. Reformado y ampliado en 2021.
Mi agradecimiento a José Ojeda Nieto .

Torrevieja en el año 1900.

Torrevieja. Vista general en la década de 1940.

Aún se conserva en Torrevieja el uso de los pregones, lo que llama poderosamente la atención del forastero.

El pregonero, por cinco modestos reales, publica en todas las esquinas del pueblo cuanto mandan las autoridades o piden los vecinos, llamando la atención con un tamboril y voceando después el anuncio.

Recién llegado oí uno sobre venta de calzado y me gustó el sistema. A veces después de expresar a qué precio se venden unas botinas o unas piezas de tela, agrega un mandato municipal, como el siguiente:

«También se anunsia—de orden— del Sr. Alcalde—que mañana—se empiesa— a pagar—la contribusión».  

Pongo estos guiones, que marcan los descansos del pregonero, perfectamente estudiados para que se oiga mejor. Anteanoche gozó mucho la colonia forastera con este pregonero.

«Se ha perdido—un perrico—negro—pelado—con el pelo risado—al que lo presente —en las Casas—Consistoriales—se le pagará —el hallasgo».

La gente se reía, pero el perrico apareció a los pocos momentos. Verdaderamente, siendo tantas las personas que por desgracia nuestra no saben leer, el empleo del pregonero no puede ser más conveniente.

Balneario Vista Alegre. Torrevieja.

El texto anterior forma parte de la crónica postal del 11 de agosto de 1900, en que enviaba al diario murciano «Las Provincias de Levante», su anónimo corresponsal comunicaba el regreso temporal a Murcia para ocuparse de sus asuntos, dejando el encargo de seguir redactando las cartas, durante la temporada veraniega, en manos de un amigo.

También anunciaba la publicación de unos apuntes que había tomado sobre las industrias de Torrevieja.

Esta es la transcripción de una serie de ocho artículos publicados entre el lunes 13 y el miércoles 22 de agosto del año 1900 en el diario «Las Provincias de Levante».

Lunes 13 de agosto de 1900: Como le anunciaba en mi última carta, he procurado enterarme de cuanto se refiere a la vida de este pueblo, encontrando con mis investigaciones, datos interesantes para un periódico como LAS PROVINCIAS DE LEVANTE, que tanto trabaja por el fomento de las fuerzas productoras de esta hermosa región.

Hoy comienzo a consignar tales datos, sintiendo que mi falta de competencia en las materias de que voy a ocuparme, quiten importancia a este trabajo.

El trabajo en Torrevieja.

Salinas de Torrevieja. Fotografías de Alberto Darblade en torno a 1900. Museo Marítimo de Barcelona.

Las Salinas.

Salinas de Torrevieja.

Esta ha sido y será siempre la principal fuente de riqueza de Torrevieja. Si en ellas se trabaja mucho, el pueblo prospera; si por el contrario se las dedica poca actividad, la miseria aparece con todas sus tristes consecuencias.

Las Salinas tienen una importancia colosal; hasta el punto de que, explotadas en grande, darían sal para abastecer al mundo entero.

Pero Torrevieja tiene la desgracia de que, al enajenar el Estado todos sus establecimientos salineros, excluyera de la venta los que son objeto de esto artículo; con el fin, según afirman los compradores de aquellos, de no perjudicar a sus adquirentes.

La actividad pública dedicada a las Salinas no era grande, y el pueblo de Torrevieja lo esperaba todo de un buen arrendamiento, porque suponía que los particulares habrían de sacarle todo su fruto a esos hermosos charcos, y con ello dar a la población extraordinaria vida.

Llegó a ser una realidad el soñado arriendo; pero ¿qué ventajas ha proporcionado? Hacer su negocio los salineros de Ibiza, que tomaron el arrendamiento, acreditando sus productos y solo vendiendo los de Torrevieja cuando no quebrantan sus intereses.

La consecuencia de esto, es elaborar poca sal en Torrevieja, con lo que multitud de familias carecen de lo más indispensable para la vida.

Tan a las claras se encuentra este funestísimo juego, que arrancando la compañía arrendataria próximamente la misma sal que el Estado, la venta actual no llega a la mitad de la cosecha extraída, siendo así que un particular debe vender mucho más que el Estado, porque otorga facilidades mercantiles que no pueden encarnar en las rigoristas prescripciones de la administración pública.

¡Cómo lamentan en Torrevieja que la sociedad de capitalistas murcianos y cartageneros, que presentó pliego en la subasta del arrendamiento, no fuera la que lo obtuviese!

De las importantes personalidades que la formaban, se podía esperar la aplicación al negocio de grandes capitales y una activa exportación, sin las miras egoístas de estos salineros.

Lo menos malo de todo lo que les ocurre y puede ocurrir a los que tienen intereses en Torrevieja, es que se rescinda el contrato actual, para lo que parece que se están poniendo los medios.

Si al pueblo le perjudica que no se extraiga sal, al Estado tampoco puede convenirle obtener tan pequeñas sumas por el tanto por ciento que le corresponde; y que es tanto menor a medida que disminuyen las ventas.

Contrasta la poca actividad desplegada en la extracción de la sal, que es el alimento de esta industria, con las obras de relativa importancia realizadas por los arrendatarios.

En efecto, han construido en las Salinas, magníficos muelles, revestidos de sillería para facilitar el almacenamiento de la sal.

Salinas de Torrevieja.

Han hecho enormes eras para colocar los montones de dicho producto; han adquirido un vapor para remolcar las planchas que traen la sal a los canales de los muelles; han construido un ferrocarril de vía estrecha dotado de numeroso material móvil, para llevar en él la sal desde los montones a los embarcaderos (también aumentados y mejorados) y a la enorme fábrica de trituración y molido de sal, construida también por la Compañía, y de que me ocuparé en otro artículo.

El plan que llevan con estas obras no puede ser otro, que obtener una buena indemnización por las mismas, cuando venga la necesaria y por dichos arrendatarios deseada rescisión del contrato.

Mucho trabajo costará a Torrevieja recobrar los mercados perdidos, pero siempre obtendrá más ventajas volviendo las Salinas a la Administración pública. Su salvación seria que el Estado se decidiera a enajenar esta gran fuente de riqueza.

Industrias salineras.

Salinas de Torrevieja.

Trabajan en éstas muchos centenares de hombres, ocupados en el arranque, transporte y almacenamiento de la sal. Se trabaja igualmente en las distintas operaciones que se realizan para el embarque de ese producto.

También se construyen muchos miles de sacos y de espuertas para los envases y el acarreo. Y viven algunas casas de banca, dedicadas a la consignación de los buques.

Mas no es esto solo; sino que para preparar la sal se da trabajo a multitud de obreros en las varias fábricas dedicadas a su molido. De ellas he de ocuparme en el presente artículo.

Fábrica de Catasus, Sans y Comp. Esta Sociedad tiene su domicilio en Barcelona y es la misma Compañía arrendataria de las Salinas. Han situado el edificio frente a la estación del ferro-carril de Murcia, siendo de reciento construcción.

Se compone de un gran pabellón construido de piedra y ladrillo, con cubierta de teja plana, que mide 87 metros de largo por 10 de ancho. En el espacioso salón hay instalados catorce juegos de piedras con todos sus artefactos a la moderna, y queda sitio para otros catorce.

Los vagones vendrán desde las Salinas en el ferro-carril de vía estrecha, depositando la sal en los recipientes, perfectamente cubiertos de la lluvia, instalados junto a la línea; desde ellos será elevada a los molinos, por unos ascensores, y, después de molida, caerá a los vagones de dicho ferrocarril, que entrarán dentro de la fábrica, desde donde los sacará la locomotora para llevarlos a los embarcaderos.

Salinas de Torrevieja.

En pabellón aparte, de la misma construcción, al que se llega por una gran escalinata de mármol artificial, se encuentra el salón de máquinas.

Allí se admira un gran motor de vapor con dos cilindros de alta y baja presión y enorme volante, teniendo las poleas estriadas, pues en vez de usar correa plana, se hace la trasmisión por cinco cables redondos construidos con tiras de cuero.

El vapor se produce en dos grandes calderas con fuerza do 150 caballos. Tanto el motor como las calderas han sido construidos en los talleres del Nuevo Vulcano, sociedad industrial y de navegación, de Barcelona.

Finalmente, en otro pabellón, también aparte, hay un buen taller de reparaciones, al que entran por vía especial las locomotores y vagones del ferrocarril de las Salinas.

En suma, una magnífica fábrica, que no se sabe aún cuantos sacos podrá producir, pero que seguramente no bajará de 20.000 en las 24 horas, o sea igual cantidad de quintales métricos. Y todo el mundo se pregunta: ¿para qué tanto elemento, si se exporta tan poca sal?

Fábrica de D. Onofre Cava. También es de Barcelona el dueño de este establecimiento. Es así mismo espaciosísima y preparada para una gran elaboración.

Está situada junto a la playa del Cequión, construyéndose hará unos ocho años. Consta de dos juegos de piedras a los que da movimiento una máquina de vapor construida en los talleres del «Vulcano» de Valencia, sistema de Balancín, con fuerza de 60 caballos.

Debido a la excesiva fuerza para dar movimiento a esta fábrica, solo pudo trabajar un mes, presentando el triste aspecto de todo lo que está hecho para la vida y no funciona.

Fábrica de D. Manuel Ballester. Se titula «La Concepción». Su propietario es hijo de Torrevieja y se distingue por su gran actividad, siendo uno de los primeros exportadores de sal. Está situada en la calle del Loro.

Tiene dos piedras, movidas por una máquina con fuerza de 25 caballos, sistema Lyon, construida por Tomás Aznar, de Alicante, con caldera de 50 caballos, de la viuda de Claudio Geneboix, del Grao de Valencia.

Trabaja mucho, produciendo en las 24 horas, 1500 quintales métricos de sal molida. Las clases que en ella se hacen son refina, fina, y nº. 1, 2, 3 y 4. Está encargado de esta importante fabricación D. Manuel Brú, muy entendido en tales trabajos. Aquí hay la animación que da la vida.

Fábrica de D. Valentín Rodríguez. Aunque su propietario no es hijo del país, puede considerársele como tal, en razón a los lazos de sangre que en él ha establecido. También está dedicado, como el Sr. Ballester, a la exportación de sal, siendo ambos los que más vida dan a este pueblo.

La fábrica la tiene situada en la calle del Matadero. Consta de dos piedras movidas por una máquina de vapor con fuerza de 20 caballos. En las diez horas útiles que constituyen el día de trabajo, se obtiene una elaboración de 500 quintales métricos de sal.

Las clases en que trabajan son cuatro y las denominan: Refina, fina, anchoas y a medio moler. El encargado. D. Francisco Inglade, lleva con gran inteligencia la dirección de esta fabricación.

Salinas de Torrevieja.

Varias industrias.

Tiene Torrevieja una buena Central Eléctrica movida a vapor, progreso que no han logrado conseguir poblaciones más importantes. Pertenece dicha instalación a la Sociedad general de Centrales Eléctricas domiciliada en Bilbao, que ya tiene instaladas catorce centrales de esta clase.

Actualmente trabaja con una máquina sistema Rustón, fuerza de 50 caballos, y dos dinamos Crompton. Su corriente es trifásica y proporciona luz a más de 800 lámparas.

Pero la Sociedad propietaria, no pudiendo satisfacer todos los pedidos de alumbrado que se le hacen, ha acometido la empresa de construir una fábrica mucho más importante, que va a ser honra de Torrevieja.

Ya tienen terminado el edificio, que es de grandes dimensiones con soberbia chimenea, e instalados en él la caldera y motor con fuerza de 150 caballos, construidos por La Maquinista Terrestre y Marítima de Barcelona.

Solo les falta la dinamo, contratada con la Industria Eléctrica de la misma ciudad que, según nos aseguró el distinguido director de esta Central, llegará de un momento a otro. Entonces podrán dar luz a más de 2.000 lámparas, número muy suficiente para las necesidades de Torrevieja.

La fábrica de abonos químicos que, en la calle de San Policarpo posee D. Manuel Bonmatí Rico, es buena prueba de la laboriosidad de este pueblo. El espacioso local donde se halla instalada esta industria, es de reciente construcción, pues sus obras terminaron el año último.

Tiene el Sr. Bonmatí máquinas para triturar y cribar las primeras materias, proponiéndose adquirir nuevos aparatos por exigirlo así el creciente favor que los agricultores le dispensan.

Prepara los abonos completos que se le encargan, aceptando las fórmulas que se le dan por el agricultor; vende también abonos completos especiales para naranjos, olivos, viñas y granados; y así mismo expende en sus almacenes excelentes primeras materias para que el cultivador pueda elaborar el abono.

Dichas materias son el sulfato de amoniaco, el nitrato de sosa, las sales de potasa, el sulfato de hierro y los superfosfatos de cal. Sus abonos especiales para el naranjo están tan bien estudiados, que impiden que la naranja mueva o se le levante la cascara; y los que dedica al granado están preparados para las condiciones del suelo de Elche, donde dicho cultivo tiene tanto desarrollo.

El Sr. Bonmatí está dedicado buen número de años a esta industria, lo que le da gran competencia en la misma, llevando las materias fertilizantes de sus abonos completos la mayor gradación posible. Así se explica que llegue a expender anualmente más de 15.000 sacos.

La Fuensanta. Fábrica de muebles de Casanova Coll y compañía. Todos los señores que componen esta Sociedad son vecinos de Torrevieja, pero nacidos en Murcia, por lo que al fundar esta notable industria se han creído obligados a dedicarla a su venerada Patrona.

También el edificio es de reciente construcción, estando situado en las proximidades de la estación del ferrocarril de los andaluces, junto a la carretera que a la misma conduce. Se hacen en ella toda clase de muebles de madera y especialmente camas, mecedoras y sillas.

En camas compite con Valencia. En sillas construye unas especiales llamadas Sansón, muy fuertes y ligeras. Tuvimos ocasión de ver la construcción de una sillería y cama Luis XV, con calados blancos, muy elegante. Trabajan con gran economía, pues esa misma cama Luis XV la venden a cinco duros.

Ya en nuestra Exposición pudieron admirarse unos preciosos marcos tallados y construidos en esta fábrica, que obtuvieron medalla de plata. Tienen 21 máquinas, entre ellas sierras de todas clases, lijadora, torno para hacer molduras, para redondear, regruesadores, cepilladoras, y cuantas exige la construcción de muebles, hasta el punto de que la labor del operario puede decirse limitada a armar.

El movimiento de todos estos aparatos se obtiene por una máquina de Balancín construida en los talleres del Vulcano de Valencia, con fuerzas de 12 caballos.

Ordinariamente trabajan en esta fábrica 32 hombres, que pueden producir un enorme número de muebles. Al frente de ella se encuentra el inteligente socio D. Enrique Salas, que demuestra los grandes conocimientos que tiene en esta industria.

Salón principal del Casino de Torrevieja decorado por Enrique Salas Coll. Principios del s. XX. Fotografía de Alberto Darblade. Colección Francisco Sala.

Además de las importantes fábricas que vengo relatando, existen otras en Torrevieja que acreditan el amor al trabajo de sus hijos. Tales son:

La de cementos y piedras artificiales, de D. José Jiménez, situada en el barrio de los Molinos. Trabaja muy bien en portales, tableros, fregadores, escalones, mosaicos y demás artículos de esta clase.

Otra de tejidos para velas, de D. José Hernández, situada en el mismo barrio. Sus productos son muy apreciados por la gente de mar.

Otra de muebles finos, de Francisco Tuso, en la plaza de la verdura, estando muy acreditado en tales trabajos.

Otra de mecedoras y camas de madera, de D. José Valentín, establecida en la calle de Torrijos, siendo muchos los objetos que vende.

Otra también de muebles de D. Juan Balaguer en la calle de D. María de Pineda.

Y otras varias de igual clase, pues los trabajos en madera constituyen una de las especialidades de este pueblo.

Así mismo merece ser citado el maestro velero D. Agustín García, que vive en el barrio de Las Puntas, pues de bastante distancia vienen a encargarle la construcción de velas.

Los almacenes de maderas de Sala hermanos y de Antonio Tebar, situados en la Glorieta de Capdepón y barrio de Carreteros respectivamente, tienen mucha importancia.

Los bazares de Ramón Sala, calle de la Concepción; de Ramón Sempere, en la de Torrijos; y el de la calle de Orihuela, están muy bien surtidos.

Finalmente, merecen mención los almacenes de harinas de D. Vicente Castel, D. Antonio Torregrosa y de Sala hermanos.

Bellas Artes.

Banda de música en el Paseo Vista Alegre.

En este pueblo hay una extraordinaria afición a la música. Puede decirse que todos los jóvenes saben cantar y que son contadas las personas que no tocan algún instrumento.

Así son aquí tan frecuentes las misas coreadas, los conciertos en las casas particulares y las armoniosas canciones que se oyen en estas plácidas noches de verano.

Entre los músicos notables que hoy honran a este pueblo pueden contarse: al maestro Gil, director de la banda municipal, que es un artista de cuerpo entero; al excelente pianista D. Manuel Capellín, al profesor en igual instrumento, que sobresale por su gran ejecución, el distinguido abogado del Estado D. Luis Cánovas; y al notable organista y director de coros D. Antonio Capellín.

No cito las personas que se distinguen en el canto, porque habría que hacer una lista interminable.

Al hablar de Bellas Artes, hay que hacer especial mención del incomparable fotógrafo D. Alberto Darblade. No es este señor un simple industrial, que se limita a que el retrato resulte con el mayor parecido posible; es mucho más que esto; es lo que se llama un consumado artista.

Él estudia al cliente y lo coloca en la actitud y sitio que más conviene a sus condiciones, obteniendo unas fotografías que son verdaderas obras de arte.

Fotografía de Darío Quesada Ferrer. Coleccionista de los Darblade.

Torrevieja está llena de sus trabajos, admirándose en todas las casas algún retrato de tamaño natural, tan perfecto y tan artístico como puede hacerlo el mejor fotógrafo.

Y su fama ha traspasado los límites locales, no habiendo hoy una familia veraneante que no so lleve trabajos de este gran artista; por esto en Murcia es tan conocido como en su país.

La escultura tiene en Torrevieja un notable representante en D. Tomás Parodi. Trabaja el mármol y la madera admirablemente, pero encerrado en ambiente tan pequeño, no ha podido dar a conocer sus raras condiciones de artista.

¡Cuan grande sería su reputación viviendo en otro centro más importante! De sus manos ha salido el panteón que tiene en Torrevieja D. Trinitario Ruiz, padre de D. Trinitario Ruiz Capdepón. Es de piedra de Novelda, consistiendo en un precioso basamento y un gran ángel encima.

También ha esculpido el de D. Obdulio Talavera, que es su mejor obra. Tiene una base rectangular y en uno de los lados el busto del difunto, de extraordinario parecido con el natural; el segundo cuerpo lo componen dos cisnes que sostienen un crespón con la inscripción funeraria; y después se destaca el friso y arquitrabe de estilo corintio, terminando este notable monumento con una cruz de estilo bizantino. Como el anterior, es así mismo de piedra de Novelda.

Ha construido otros panteones, entre ellos el de D. Ceferino Talavera y multitud de lápidas y bajo relieves.

Es así mismo obra suya el retablo del altar mayor de la iglesia parroquial. Y en sus talleres ha esculpido un sin número de trabajos que existen en casas particulares y los adornos de proa y popa que llevan los barcos de madera construidos en Torrevieja.

Puerto de Torrevieja.

La Agricultura.

Los alrededores del pueblo no son muy fértiles; sin duda alguna por la proximidad al mar; pero estos laboriosos vecinos han conseguido sacarle el mayor producto posible, haciendo grandes plantaciones de viñedos y olivos.

De los frutos de este país, que son más estimados y de los cuales se hace alguna exportación, merecen citarse los melones.

No debo terminar esta sección sin elogiar como es debido al acaudalado propietario D. Pedro Casciaro, por su notable quinta, denominada «San José de los Hoyos», situada a la salida del pueblo junto a la carretera de Almoradí.

Este gran entusiasta de la agricultura, con una perseverancia digna de imitación, ha conseguido convertir en hermosa y agradable residencia de verano, lo que antes era un terreno árido y pedregoso, instalando además grandes bodegas y fábrica de alcoholes con lo que ha atendido al mismo tiempo la parte industrial.

Nuestra agricultura para levantarse necesita muchos que como el Sr. Casciaro dediquen a ella sus capitales.

La Pesca.

Como las salinas proporcionan poco trabajo, el pueblo ha tenido que dedicarse de lleno a obtener otros productos del mar. Así es que, a medida que ha disminuido sensiblemente la exportación de la sal, han aumentado los botes pescadores.

Las diferentes pesquerías que se hacen por los hijos de Torrevieja tienen una regular importancia y son muy interesantes. De ellas habré de ocuparme en el presente artículo y en los sucesivos.

El Bou.

Torrevieja. Botes de pesca en 1900.

Esta es la que también se conoce por la pareja, a causa de que son dos los barcos que la hacen. Actualmente son ocho las parejas dedicadas en Torrevieja a esta pesca, constituidas por diez y seis grandes barcas cuyo desplazamiento oscila entre 25 y 30 toneladas.

Cada barca va tripulada por once hombres. Además, cada pareja tiene a su servicio una embarcación menor que se llama la enviada, con tres hombree, que se dedica a llevar el pescado a los puertos de Alicante, Cartagena, Torrevieja y otros donde tiene venta.

En tierra están también al servicio de las parejas, varios pescadores dedicados a lavar, remendar y armar las redes. Por todo ello, puede calcularse que cada pareja sostiene a unas 27 familias.

Esta pesca empieza en los primeros días de octubre, prolongándose hasta los últimos de abril. Se hace con una red de las llamadas de «copo», que llega hasta el fondo del mar, y que arrastran desde sus extremos las dos barcas que forman la pareja.

La profundidad a la que pescan es de 80 a 90 brazas, o sea, aproximadamente 160 metros. El pescado lo sacan «chorrando» las redes, o sea levantándolas por medio de un cabrestante, y sale envuelto en sus mallas toda clase de aquel, predominando la pescadilla, el salmonete, pajel, besugo y caramel.

En esa época viene mucho pescado a Torrevieja; dando ocupación a gran número de arrieros que lo transportan a los pueblos del interior.

Los tripulantes de estos buques, vuelven por las noches al pueblo, a dormir en sus casas, excepto en los meses de enero, febrero y marzo, en los que la pesca es de noche y entonces el descanso lo tienen durante el día.

Las ganancias que obtiene cada pareja se hacen cuarenta partes y se distribuyen en la siguiente proporción:

11 para el dueño de los barcos o armador; 1 para cada tripulante de la pareja, que ya hemos visto son 22; 1 para cada tripulante de la enviada, que según he dicho son 3; 1 para el propietario de la enviada; 1 para el remendador de las redes; y 2 para el armador del arte de pescar.

Van disminuyendo sensiblemente las utilidades de esta pesca; en términos que hace seis años ganaba cada tripulante en la temporada una suma que no bajaba de 400 o 500 pesetas, y hoy es raro el año que sus beneficios llegan a 250 pesetas.

La causa de ello consiste en que las parejas van agotando el pescado, destruyendo los criaderos y la vegetación submarina donde cría y se alberga.

El mayor daño lo ocasionan estos pescadores con el uso de mallas excesivamente espesas o cerradas, en nuestro sentir prohibidas por las disposiciones legales.

Para evitar la ruina total de esta todavía productiva pesca, deben unirse todos los pescadores del Bou y acordar utilizar solo las redes claras. Así es como únicamente conservarán el filón que ahora explotan.

Las parejas, al terminar la temporada de pesquera, se trasladan casi todas al Atlántico a pescar la caballa y el bonito; llegando en sus excursiones hasta cerca de las Islas Canarias.

No debo terminar este artículo sin consignar que las parejas construidas en Torrevieja, se distinguen en toda la costa de levante por su mucho andar.

La pesca del atún.

Desembarcando un atún en Torrevieja a comienzos del siglo XX. Archivo F. Sala.

Es, sin disputa, la más ingeniosa de todas las pescas inventadas por el hombre, al menos de las conocidas por las playas de Levante. Empieza a cobrarse el atún en los primeros días de abril y se concluye a fines de agosto.

Hay en Torrevieja 60 botes dedicados a esta pesca. Cada uno desplaza de cinco a siete toneladas y va tripulado por tres o cuatro hombres. En clase de barcos pescadores, son éstos de lo mejor que se conoce, sobresaliendo por su mucho andar y por su gran resistencia.

Allá va toscamente expuesto como se cogen estos hermosos pescados. Cada embarcación, procura calar en sus «panas» en 1º. de abril, continuando haciéndolo hasta fines de junio.

¿Que qué son las panas y su calado? Pues por panas se entiende a unas boyas flotantes, formadas con grandes trozos de corcho encerrados en una red de esparto, sujetas por larga cuerda que en su extremo (el de la cuerda) lleva un pesado pedrusco, que las hace retener al fondo.

Dicha cuerda lleva también un ramo (léase en femenino) de pino, que se queda sumergido a una profundidad de cinco brazas. Bajo este ramo se alberga el «sorel» (en casi todas partes conocido por jurel) que en el verano es un pescadillo del tamaño del boquerón, constituyendo el alimento predilecto del atún.

Las panas se colocan por lo menos en número de diez, a lo que se llama un «andanón», situándolas muy lejos de la costa, por lo que necesitan ponerles señales y relacionarlas con los puntos más visibles.

Teniendo el pescador pobladas sus panas o sea bien repletas de «sorel», empieza la pesquera. Para ello salen de Torrevieja de dos a tres de la madrugada y a vela o a remo, según el viento, se llega al lugar donde aquél tiene «caladas sus panas».

Los tripulantes cogen una de estas boyas, la elevan al barco y colocan, en la popa del mismo, el famoso ramo de pino, hasta que el sorel se cobija bajo la embarcación, en cuyo momento retiran el ramo para que este no estorbe la pesca.

El atún que, como hemos dicho, tiene preferencia por el «sorel», viene a buscarlo, defendiéndose el infeliz pescadillo bajo el casco del barco, medida en efecto previsora porque el atún no se atreve a buscarlo en ese sitio asustándose de la sombra que proyecta el bote.

Pero como el pescador ha contratado al «sorel» para que sirva de cebo al atún, tiene que sacrificar alguna parte de sus servidores, y en ese preciso momento, en que le demandan su protección formando apiñado grupo en la popa del buque mientras este corre cuanto el viento le permite, empuña el «salabre» (o sea una pequeña bolsa de red cuya boca está sujeta a un aro de madera, y del que arranca un mango de lo mismo para facilitar su manejo) lo sumerge en el mar y eleva al bote el inocente «sorelillo», incapaz de suponer que así se responderá a su quejumbrosa demanda de hospitalidad.

Rápidamente, coge el pescador el «sorel», y ¡oh necesaria inhumanidad!, lo ensarta aún vivo por el lomo en grandes anzuelos preparados al efecto, y lo lanza por la popa a grandes distancias.

El «sorel», agonizante, se mueve en el agua y como ya se encuentra lejos del barco quita el miedo al atún para comérselo, abriendo éste su boca y tragándose furiosamente el anzuelo.

En tal situación, hay necesidad de contener al atún, porque este gran pez tiene la grave tendencia a precipitarse perpendicularmente al fondo del mar, en cuya huida manda mucha fuerza.

Contenido el pescado, se iza a bordo, entre el que da la «gambalada» (o sea el aparato compuesto del anzuelo, la cuerda y una vara a la que va sujeta la cuerda) y el «ganchero», al que se llama así porque con un fuerte gancho lo coge por el cuerpo, generalmente por las aletas ventrales.

Ya en el barco, hay que librarse de los terribles coletazos que da el gran pescado al asfixiarse. En esos angustiosos momentos no conviene acercarse mucho a la víctima.

Terminada la pesca, vuelve el bote a las «panas», dejando en ellas el ramo y «el sorel»; para ello necesitan que este último se separe del barco y vuelva a la «pana», a cuyo efecto se le espanta tirándole piedras, que lleva la embarcación, porque en el mar no se encuentran las útiles «sopas de arroyo».

Desde las diez o doce millas de la costa, en que se hace esta pesca, donde el agua alcanza la profundidad de 50 a 80 brazas, ¡casi nada!, regresa ufano el pescador al puerto, si ha conseguido hacer buena pesca. Muchas veces tiene que renunciar a matar muchos más pescados, porque hay necesidad de volver a casa a buena hora para no perder la venta.

La llegada a Torrevieja de estos innumerables botes, es uno de los espectáculos más pintorescos y que en mayor grado distraen a los veraneantes.

Desde las mesas de los frescos cafés del Casino y de España se ve el mar lleno de velas, que poco a poco se van agrandando hasta ganar el puerto.

Torrevieja. Casino y cafés a principios del siglo XX.

El reparto de las utilidades de esta pesca se hace en la siguiente forma: media parte para el dueño del «andanón», una parte para el armador o dueño del barco, y otra parte para cada uno de los tripulantes; de manera que se hacen cuatro o cinco partes y media.

Es una pesca bastante eventual, pues mientras a unos pescadores les produce mucho porque encuentran gran número de atunes, a otros les rinde muy poco o nada por tener mala suerte. Pero al que le da bien, le produce mucho, habiendo bote que en un solo día ha repartido 250 pesetas por cada parte, lo que, como se ve, es una gran utilidad.

El atún que se saca en dichos meses de verano procede del Mar Negro y busca su salida al Atlántico. Es de dos clases a las que se les distingue con los nombres de blanco y encarnado.

El blanco son las hembras que ya han desolado, y por consiguiente vienen con la carne blanda y poca sangre, como le pasa a toda hembra en la convalecencia del parto.

El encarnado son los machos, robustos y fuertes, con gran consistencia en la carne. Difiere mucho el precio de una clase a otra, porque el blanco hay que comerlo pronto para que no se pierda y el encarnado en cambio resiste mucho más la acción del calor.

Da de comer esta pesca a gran número de arrieros que lo llevan a los pueblos del interior. Como final do este relato debo apuntar que para pescar el atún se necesita buen viento, siendo los más favorables los levantes, tener mucho sorel en las panas y que no lo pierda la embarcación, por lo que el pescador necesita ir regulando su marcha a fin de que no sea mayor que la del grupo de los pescadillos.

Algunas veces sucede que, por alejarse el sorel del barco, se interpone el atún entre uno y otro. En este desgraciado caso el pescador ha perdido la pesquera y el atún se ha proporcionado un gran banquete.

Entre los accidentes o peligros de esta pesca figura el de herirse unos a otros con los anzuelos y el de caer al agua los tripulantes del barco por el fuerte tirón que da el atún al verse prisionero.

Este último peligro era antes mucho mayor, porque la cuerda de la «gambalada», terminaba en una gran gasa o anillo también de cuerda, por el que se metía la mano y se quedaba sujeta a la muñeca.

Los Valentines desembarcando atunes en Torrevieja a finales del siglo XIX.

El «gambalero» tenía que resistir con su cuerpo la fuerza que mandaba el atún, y en ocasiones era arrastrado al mar. Conocemos un caso sucedido a un pescador de la Isla de Tabarca que pone los pelos de punta.

Dicho pescador que, arrastrado por un atún al ser enganchado en el anzuelo, haciéndole resbalar violentamente por la popa del barco, en cuya caída le rompió una costilla y sumergiéndolo después en el mar, donde no se ahogó porque tuvo la serenidad de sacar la faca que siempre lleva todo pescador y generalmente atada) y cortar con ella la cuerda de la «gambalada».

Ahora es difícil que ocurran tales accidentes, porque le llevan con un corcho que colocan entre los dedos, que al apretar mucho el atún y no poderlo resistir, lo abandonan para que se lo lleve, porque la vida es antes que la pesca.

A los que veranean en Torrevieja, se les presentan ocasión de salir con los pescadores a presenciar las interesantes operaciones de la cogida del atún.

Yo estoy muy satisfecho de haberlo hecho porque el espectáculo no puede ser más bonito. Blasco Ibáñez lo pescó hace dos veranos y de su bien cortada pluma salió un precioso artículo, que me parece recordar fue publicado por «La Correspondencia de España».

Ánimo pues, y a sacar fruto del verano. Que todo no sea palique, dominó y otros excesos.

Varias pescas.

El Puerto de Torrevieja. Fotografía de Alberto Darblade.

Las principales y más constantes pesqueras que se hacen por los marinos de Torrevieja son las que dejo reseñadas en los dos artículos anteriores; pero también existen algunos dedicados al empleo de otros artes de pescar.

Los mismos atuneros, cuando no encuentran muchos comedores de «sorel», pescan la caballa, la melva y el bonito, con el ingenioso aparato llamado el «curricán», que lo forman unas plumas que, al abrirse con la marcha del barco, imitan a un pescadillo; y al querérselo comer aquellos pescados, quedan prisioneros en los anzuelos que el falso animal lleva oculto.

Esta pesquera, en cuanto a la caballa, suele algunos años revestir mucha importancia.

Hay también unos pocos «palangraneros» o que pescan con «palangres», consistente en una larga «lienza» o cuerda con muchos anzuelos, la cual se deja en el mar con una boya a cada extremo; y los «tras malleros», que cogen el pescado con redes de tres tablas; o sea, tres redes juntas, las de fuera claras y la del centro ciega o muy espesa, siendo esta más alta que las otras y formando «seno» con ellas, las cuales se «calan» en el fondo del mar y se sujetan con boyas.

«Palangraneros» y «tras malleros» son los que en la temporada de verano abastecen a la población del rico pescado blanco y de fondo.

También es pesca de verano la de la boga con «nasas». Son estas unas jaulas de junco, caladas cerca de la superficie del agua, sostenidas por boyas.

En invierno se pesca algo con «sardinales», «alacheras» y «bogueras», que son redes especiales para coger la sardina, alacha y boga respectivamente.

Para los aficionados se conoce en esta costa el «rayo», «la caña» y el «volantín», pescas que acreditan mucho de «pacientes» a los que a ellas se dedican.

En el año último han venido unos pescadores mallorquines a llevarse la gran riqueza de langostas que tenían estas aguas y que los de Torrevieja no han sabido aprovechar.

Dichos activos marineros, han descubierto a 16 o 18 millas de la costa y frente a Santapola, en un sitio conocido por los Cabezos, un enorme criadero de langostas que casi han exterminado.

Unos botes pescadores, usando nasas y redes especiales, iban despoblando los cabezos y colocándolas en viveros en las tranquilas aguas del Estacio.

Cuando ya tenían repletos los viveros venían dos pailebotes pesqueros y se las llevaban a Marsella, con lo que han obtenido una gran utilidad que realmente pertenecía a los de Torrevieja.

Esos pailebotes eran, uno de 80 toneladas, y el otro de noventa, pudiendo llevar 12 y 15 millares de langostas respectivamente. Han hecho tres viajes el primero y dos el segundo, por lo que se calcula en más de 60.000 las langostas llevadas a Marsella.

Por último, al hablar de las pescas, debo consignar que los langostinos tan grandes y gustosos que comemos en Torrevieja, están alimentados con nuestra agua, es decir, con la que discurre por el Segura, porque los cogen en la desembocadura de este río.

El aparato para aprisionarlos es el «trasmalle» antes descrito. En Guardamar hay una compañía que tiene un establecimiento pesquero para coger el langostino y exportarlo a Madrid.

La venta del pescado.

Subasta del pescado a comienzos del siglo XX.

El pescado se vende en Torrevieja como en casi todos los puertos, por el sistema de la subasta. Pero esto no impide al pescador hacer la venta por su cuenta; si bien pagando los derechos de subasta.

Esta forma de venta se debe a un pacto entre todos los pescadores, sin que por consiguiente tenga carácter oficial.

Perea es el que hace la subasta, ayudado por su hijo; Catín apunta los pesos, precios y personas; y algunos otros pescadores los auxilian, formando todos sociedad, y percibiendo un real por cada duro, que los paga el pescador y que reparten entre todos los de la compañía.

Tiene mucha importancia este negocio de la venta del pescado. La subasta se hace por reales tratándose del atún y el pescado de pareja; y por pesetas en cuanto al pescado fino.

Nadie que haya pasado algunos días en Torrevieja, podrá olvidarse del pintoresco cuadro que presentan estas operaciones.

Perea (hijo) robusto joven (que lleva locas a las domésticas de los veraneantes) vocea las posturas y anima a los compradores «¡A cuarenta y sinco, a sinco y cuarenta!» ¡Hay quien dé más! ¡Que lo voy a dar! ¡Que lo doy! ¡A cuarenta y seis y medio! ¡A cuarenta y siete! ¡Medio minuto a cuarenta y siete! ¡A la una! ¡A cuarenta y ocho!

Y así sigue hasta que toca un cuerno, señal de haberlo dejado rematado. Algunas veces tiene el cuerno gran tiempo en la boca sin soplar, esperando que aun suban el precio.

La Marina.

Botadura de un barco en Torrevieja.

En este pueblo se han construido magníficos buques de madera, revistiendo antiguamente esta industria mucha mayor importancia que en la actualidad. Hoy trabajan tres constructores de embarcaciones.

Son los más importantes Miguel Gutiérrez y Antonio Ripoll, que están asociados. Los otros dos maestros calafates, son Miguel González y Francisco Cegarra. Hacen toda clase de buques, habiendo en otro tiempo llegado a construirlos hasta de 300 toneladas.

Hoy casi solo hacen barcos de pesca y alguno que otro de recreo. Recientemente Miguel Gutiérrez y Antonio Ripoll, han construido un precioso pailebot de 30 toneladas llamado «Soledad», para el gran aficionado a la pesca D. Julio Casciaro.

Ya ha probado esta embarcación sus grandes condiciones marineras en la temporada de pesca, pues en la primavera última lo tuvo su dueño en aguas del Estrecho de Gibraltar.

Se distinguen las construcciones navales de Torrevieja, por su esbeltez, seguridad y mucha marcha, siendo universal su fama.

Este floreciente estado, se debe a que en Torrevieja se estudiaron mucho los barcos para que pudieran servir al activo contrabando que en otro tiempo se hiciera, en sociedad con los aljezareños.

De Torrevieja han salido y salen excelentes marinos, que honran a la marina mercante española. Merecen citarse entre los vivos: a Jaime Parodi, que manda el pailebot «Soledad Parodi», de la matrícula de Alicante; a Anastasio Ballester, capitán del bergantín-goleta «Safo», de Barcelona; a Eduardo Sala, que ha mandado varios buques; y a otros muchos.

De aquí era también D. José Solano, el intrépido almirante de la escuadra cantonal. Marinos antiguos los ha habido de primera fuerza, como Tomás Parodi, padre de los actuales Parodi, que salvó muchas tripulaciones de los barcos náufragos en Torrevieja, por lo que mereció la Cruz de Beneficencia; y Gerónimo Galiana, que realizó el acto más extraordinario que puede contarse en cosas de mar.

Salió Galiana de la Habana, mandando el bergantín-goleta «Eustaquia». A los pocos días de salir se le declaró a bordo la fiebre amarilla, muriendo uno tras otro todos los tripulantes, quedándose solo Galiana y un grumete de corta edad.

Este arrojado capitán, tuvo serenidad bastante para cuidar con esmero a los enfermos, construir a cada uno de los muertos su ataúd de madera con el que los arrojó al mar y atender a todas las maniobras que exigía la larga navegación que llevaba.

Llegó a Vigo sin ningún contratiempo; al entrar en la ría, pidió auxilio a unos pescadores para las maniobras de entrada, por ser ya más difícil e imposible realizarlas por un hombre solo.

Los pescadores al subir al «Eustaquia» se enteraron de que venía apestado y quisieron irse, pero ya Galiana había tomado la precaución de cortar el cable de la barca, que se alejó de su buque, y revólver en mano, los obligó a ayudarle a llevar el «Eustaquia» al lazareto. El Gobierno premió su valor y humanidad concediéndole una cruz.

El puerto de Torrevieja es sumamente peligroso cuando reinan con fuerza los vientos del 2º cuadrante; por lo que en su bahía se han perdido bastantes buques.

Naufragio de un bergantín en Torrevieja.

Aun se recuerdan con horror los naufragios del «Sbrigati», de nacionalidad italiana, del que se ahogaron cinco tripulantes, entre ellos el capitán; y el de la corbeta «Josefa», de la que pereció la mitad de su tripulación.

Es raro el año que no ocurre algún siniestro. Los barcos son arrastrados por el viento y las olas a la playa de Ferris, en donde encallan y son deshechos por el temporal. Hace mucha falta construir un espigón que corte los vientos de levante para dar seguridades al comercio.

Para remediar algo estos males, existe una buena estación de salvamento de náufragos, en la que figura un excelente bote salvavidas y un cañón lanza-cabos, sistema Lille.

Mucho más podría decirse de los honrados y trabajadores hijos de Torrevieja, pero sería hacer una guía general de este pueblo, impropia de publicaciones como LAS PROVINCIAS.

Yo rindo a Torrevieja, con mis modestos artículos, el tributo debido a sus progresos y uno mis votos a los suyos para que lleguen a ser un hecho sus justas aspiraciones, concretadas en estas dos sencillas palabras: Salinas y Puerto.

Salinas de Torrevieja.

Antonio José Mazón Albarracín. (Ajomalba).

Transcripción de una serie de ocho artículos publicados entre el lunes 13 y el miércoles 22 de agosto del año 1900 en el diario «Las Provincias de Levante».

Callejeando 34. ASJ 8. Callejas del Ravalete.

Las traviesas o callejones del Rabalete.

Para terminar la serie dedicada al arrabal de San Juan Bautista he dejado un puñado de callejones del Ravalete cuya historia pretendo contar de una forma diferente. Si os place acompañarme en el estudio, me apetece mostraros la «fuentes» que lo fundamentan.

Dicho estudio abarca quince modestas callejuelas que en buena parte de los padrones no se molestaron en reflejar; y cuando lo hicieron, les asignaron titulaciones generalmente arbitrarias y puntuales.

A veces aparecían simplemente numeradas en dos bloques: la traviesas de la calle de Arriba hacia la peña y las traviesas de dicha calle hacia la del Colegio.

Otras veces, el listado combinaba nombres y números de traviesa. Teniendo en cuenta que la numeración otorgada dependía de por dónde empezaba a contar el que lo redactaba; y de cuántas callejas decidía incluir en su lista, os podéis imaginar la dificultad que entraña su investigación individual.

El colmo de la sencillez era reflejar las diecisiete calles en dos motes: «Carrer damunt ab les traveses» y «Carrer del Colegi ab les traveses».

Tengo que añadir una más al estudio; la que unía la calle del Colegio con la de San Juan y el Paseo. Junto a la de Reales, eran las únicas traviesas del Colegio hacia el sur.

Ya hablé de la de Reales en otro capítulo; así pues, con la actual calle de Cedaceros, que solía figurar siempre mezclada entre ellas, completaré el Arrabal de San Juan.

Con las de Arriba y el Colegio serán diez y ocho las calles rastreadas. Lo podéis ver más claro en este plano artesanal.

Plano de confección propia.

Ya he dicho alguna vez que, hasta la segunda mitad del XIX, las calles no tuvieron nombre oficial; y exceptuando unas cuantas que mantuvieron su titulación popular en el tiempo, el habitante más ilustre o el más conocido, solía darles título provisionalmente.

En estas callejas tan humildes, cualquier vecino era lo suficientemente importante para que le asignasen su nombre temporalmente.

La tarea de identificarlas a través del tiempo es un proceso muy complicado; solamente una de las quince calles ha mantenido la titulación los cuatro siglos que abarca este trabajo; quizá porque de verdad era la más ancha.

Pero no todo van a ser pegas. Su particular ubicación permite localizarlas en conjunto fácilmente; al final de la ciudad entre las puertas de Callosa y de Crevillente. Entre la Carretería y el Colegio de Predicadores.

Teniendo en cuenta que la calle del Colegio se urbanizó durante el siglo XVI, vamos a comenzar nuestra investigación en la centuria posterior.

Siglo XVII.

Padrón de Sal y Muro del año 1629. Archivo Municipal de Orihuela.

La recaudación de impuestos por parte de la Hacienda Real hacía necesario formar periódicamente unos listados llamados padrones o vecindarios. En ellos se registraba a cada uno de los vecinos pagadores y la cantidad que debían aportar. Esta es la principal fuente para el estudio de las calles durante la Edad Moderna.

El primer padrón que vamos a utilizar es «de Sal y Muro»; un documento que pronto va a cumplir cuatrocientos años. Redactado en 1629, en esta zona apuntaron las siguientes calles:

«Patro de sal y mur del any 1629»: Carrer de Diego León, Carrer de Contreres, Carrer de Utiel, Carrer de Escuder, Carrer del Colegí, Carrer de la Toledana, Carrer de la figuera, Carrer de Losano, Carrer de Comí, Carrer Damunt, Carrer de Moyano, Carrer Ample, Carrer de la Comare Rodríguez.

Padrón de Sal y Muro del año 1629. Archivo Municipal de Orihuela.

En este primer listado, incluyendo las de Diego León (actualmente Cedaceros), la del Colegi y Damunt, tenemos trece nombres. Nos quedan una decena de calles de las que siete parecen ser hacia la del Colegio y tres hacia la peña.

El padrón confeccionado en 1636 es muy deficiente y sólo aporta los siguientes nombres.

Patro del mur y sal any 1636: C. damunt, C. de burello, C. de gallego, C. del colegi, C. ¿despri?, C. de la figuera, C. de la toledana, C de mosén torres, C de Perpiña y C. de contreras.

Padrón de Sal y Muro del año 1636. Archivo Municipal de Orihuela.

El padrón de vecinos de la ciudad confeccionado en 1651 consigna una decena de nombres y lo hace ordenadamente. Cuatro de las de Arriba a la peña y seis a la del Colegio. Debían ser las más pobladas en ese momento.

Patro de els vehins de la pnt Ciutat fet en lo any 1651: Carrer de amunt des de la porta de Crevillent, travesa de burello a la peña, carrer ample, travesa de Martínez Matacochinos, travessa del carrer de Alcoser.

Carrer del colegi ab ses traveses desde el colegi a la porta nova, travessa de trigueros, travesa de la figuera, travesa de la toledana, travessa de escuder, travesa del carrer de utiel, travessa del carrer de Giles.

Padrón de los vecinos. 1651. Archivo Municipal de Orihuela.

Del resto de padrones consultados en dicha centuria he extraído los siguientes nombres:

Carrer o Travesa de Javaloyes, Carrer de Fonllana, Carrer de la almazara, Carrer de la morera, Carrer de Soto y Carrer de la Peñeta.

Padrón de Sal y Muro del año 1654. Archivo Municipal de Orihuela.

Terminamos el siglo XVII con veintinueve nombres. Suponiendo que estén las dieciocho al menos una sola vez, tenemos once repeticiones con diferente titulación.

Carrer ample, carrer de Burello, travesa de Martínez Matacochinos, travessa del carrer de Alcoser, carrer de la peñeta, carrer de la almazara, carrer de Contreras, carrer de Trigueros, carrer de la Toledana, carrer de la figuera, de Utiel, carrer de Comí, carrer de Javaloyes, carrer de Gallego o de mosén Gallego, carrer de mosén Torres, carrer de Perpiña, carrer de la morera, carrer de Escuder, carrer de Moyano, carrer de Fonllana, carrer de Losano, carrer de Soto, carrer de Gil o Giles, carrer de la Comare Rodríguez, carrer de Nafa, carrer ¿despri?.

Siglo XVIII.

Repartos de Equivalente. Siglo XVIII. Archivo Municipal de Orihuela.

Los repartos del siglo XVIII aportan muy poca información. En los primeros, entre muchas traviesas numeradas, registran como callejones de la del Colegio, las traviesas de Torres, de Follana y de la Toledana. Transcribo tres años consecutivos como muestra.

Contribución Equivalente 1717: Calle de Arriba, primera traviesa que va a la peña, (prosigue la calle de Arriba entre todas) segunda, tercera, cuarta, quinta y sexta traviesas; calle de Comins y salida a la calle del Colegio, calle del Colegio, primera traviesa de la calle del colegio empezando por la entrada, 2ª traviesa, 3ª traviesa, cuarta, quinta, sexta y séptima traviesa.

En el de 1718 se numeran las de arriba empezando por la puerta de la yedra. Se referían a la añeja puerta de Crevillente.

Repartimiento para reparo de fortificaciones. Año 1718: Calle del Colegio empezando por la salida, primera traviesa (prosigue Calle del Colegio entre todas), segunda, tercera, cuarta, quinta, sexta, última traviesa y traviesa que sale a la calle de San Juan.

Calle de arriba empezando desde la puerta de la yedra, primera traviesa (prosigue la calle de arriba entre todas) segunda, tercera, cuarta, quinta y sexta traviesa.

Transcribo también las que aparecen en el reparto de 1719.

Repartimiento para gastos de fortificaciones y cuarteles. Año 1719: Calle de arriba, primera traviesa de la peña, prosigue la calle de arriba, segunda, tercera, cuarta, quinta, sexta y séptima traviesas de la peña con «prosigue la calle de Arriba» entre ellas.

Calle del Colegio empezando desde el huerto, primera traviesa de la Calle del Colegio, segunda, tercera, cuarta, quinta, repite la quinta, sexta y séptima, todas con «prosigue la calle de Arriba» entre ellas.

A mediados del siglo XVIII solían registrar siete traviesas a la peña con la expresión «prosigue la calle de arriba» entre ellas; y siete u ocho traviesas de la calle del Colegio con «prosigue la calle del Colegio». O sencillamente «sigue o prosigue» entre ellas.

Reparto del Real Equivalente hecho entre los vecinos en 1750. Archivo Municipal de Orihuela.
Reparto del Real Equivalente hecho entre los vecinos en 1750. Archivo Municipal de Orihuela.

Como excepción que confirma la regla, a veces registraban «lo carrer ample» o la calle Ancha.

Terminamos esta centuria con los nombres populares que nos dejó Joseph Montesinos. Una lista incluida en el primer libro de su «Compendio Oriolano». Catorce calles en la zona comprendida entre Santo Domingo y la Carretería.

Del Colegio, de Arriba, de las Capillas, de la Cruz, de la Morera, de las cuatro Esquinas, del Collerero, de Pacheco, del Cura, del Huerto, de la Cueva, de la Hancha, de Pedrajas y del Barranco.

Siglo XIX.

En los primeros repartos del siglo XIX todo sigue igual de espeso. Tenemos que esperar dos décadas para empezar a encontrar titulaciones más allá de la calle Ancha.

El de 1824 es el reparto más completo de la centuria. Refleja el nombre de dieciséis calles con las de arriba y del colegio. Sólo nos falta una, la de Comí, un callejón cerrado junto al Colegio. Además están perfectamente ordenadas, siete hacia la peña y siete hacia el Sur.

Libro de reparto del Real Equivalente de 1824: Calle de Arriba, Callejón de la Escala, Taleque, Barranco, Morquera, Callejón Ancho, Matamoros, Cueva.

Calle del Colegio, Callejón de la Cruz, Calle de la Morera, Callejón de las cuatro esquinas, Callejón Estrecho, Callejón de Pacheco, Callejón de D. Pedro Sánchez, Callejón de Royo.

Reparto del Real Equivalente para 1824. Archivo Municipal de Orihuela.

El de 1829 da un paso atrás volviendo a alternar nombres con numeraciones.

1829: Calle del Colegio, Callejón de la Cruz, Callejón 1º de la calle del Colegio, Callejón de las cuatro esquinas, 3ª traviesa de la Calle de Arriba, 4ª traviesa de la Calle de Arriba, 5ª traviesa de la Calle de Arriba, Callejón de Royo.

Calle de Arriba, Callejón del Barranco, Callejón del Taleque, Callejón de la Escala, Callejón de la Morquera, Callejón de Matamoros, Callejón Ancho, Callejón de la Cueva.

Pueden aparecer y desaparecer nombres; por ejemplo, en el reparto de 1832, entre los callejones del Taleque y la Morquera metieron un supuesto «callejón de Triana» que se correspondería en la actualidad con el de Velasco. Al año siguiente se esfumó; reduciendo a cuatro el número de callejas hacia la peña.

Repartos Equivalentes años 1832 y 1833. Archivo Municipal de Orihuela.

Libro de reparto del Real Equivalente de 1833: Calle del Colegio, Callejón de la Cruz, Calle de la Morera, Calle de las cuatro esquinas, Callejón Estrecho, 4ª traviesa a la calle de arriba, Callejón de Royo.

Calle de Arriba, Callejón del Taleque, Callejón de la Morquera, Callejón de Matamoros, Callejón Ancho.

Libro de reparto del Real Equivalente de 1833. Archivo Municipal de Orihuela.

En 1842 sólo anotaron cinco calles y en 1845 se limitaron a consignar los callejones de Tintoreros, del Colegio, de Arriba y de la Cruz.

Libro de reparto del Real Equivalente de 1845. Archivo Municipal de Orihuela.

En 1845 se produjo una reforma legal que sentó las bases del sistema tributario actual. Dejamos aquí los socorridos repartos.

En el ecuador del siglo XIX, concretamente entre los años 1859 y 1861 se estaba formando el primer callejero de Orihuela. Coello tampoco pudo aclarar mucho en su famoso plano de 1859.

«Atlas de España y de sus posesiones de ultramar» de Francisco Coello. Plano de Orihuela. 1859.

Se pueden leer claramente los callejones de la Cueva, Ancho y de Royo. Y parece que se distinguen los de Taleque, de la Cruz, Morera y 4 esquinas; pero no lo tengo muy claro. El resto los dejó en blanco o utilizó números de traviesas.

En febrero de 1861, la «comisión municipal nombrada para el arreglo del nomenclátor, numeración de casas y rotulación de calles» preparó un dosier con las que, en su opinión, debían conservar su nombre tradicional y las que merecían ser rebautizadas.

Decidieron conservar los siguientes títulos en la zona:

Calle del Colegio. 1ª Clase. Calle de Santa Matilde. 3ª Clase. Calle de la Cruz. 3ª Clase. Calle de la Cueva. 3ª Clase. Calle Ancha. 3ª Clase. Calle de Matamoros. 3ª Clase. Calle del Barranco. 3ª Clase.

Y aconsejaron modificar los siguientes:

La Calle de Arriba, trocando su nombre que nada significa por el de Calle de Diego de Orihuela, honrará la memoria del esforzado batallador, hijo de esta Ciudad, cuya menor gloria fue librar a ésta, con riesgo de su persona, de los furores de un monstruo que anidaba en sus próximos bosques. 2ª Clase.

La Calle de Royo, titulándose de Lope de Espejo, dirá a los venideros que un oriolano ilustró ambos apellidos, como teólogo y como poeta, con admiración de su Siglo. 3ª Clase.

La traviesa cuarta de la Calle de Arriba se denominará Calle de la Concepción, en devoción a este Sagrado Misterio. 3ª Clase.

La traviesa tercera a la Calle de Arriba se llamará Calle Estrecha, pues es la más angosta de las del arrabal de S. Juan. 3ª Clase.

La Calle de las cuatro esquinas con el Callejón de los Reales, se titulará Calle de los Reales. 3ª Clase.

La Calle de la Morquera tomará el nombre de Calle de la Cuesta. 3ª Clase.

La Calle de la Morera y de Talenque, que forman una sola dividida por la antigua Calle de Arriba, recobrando el primitivo nombre de la primera, se llamará Calle de la Morería. 3ª Clase.

En este arrabal se muestra un plano sin nombre propio; el de las Calles de Cedaceros y de Campillo a la del Colegio; puede llamarse Tránsito a la Calle del Colegio. 3ª Clase. 

De todas la propuestas de modificación planteadas por la comisión, sólo se cumplieron las de las calles Estrecha y Concepción.

Siglo XX/XXI

Acudir a Gisbert en sus «Datos Sueltos para la continuación de la historia de Orihuela», publicados en los albores del siglo XX, no ayuda nada. Transcribo el texto literal.

Del lado septentrional de esta calle (la de Arriba) parten hacia el monte una porción de callejas, ocho según el plano de Coello, cual de la acera meridional surgen otras ocho, según dicho plano, llegando todas estas a la calle del Colegio menos una, la sexta a contar desde la Carretería, que termina antes y por lo tanto no tiene salida.

Los nombres de estas travesías son: Ancha, Barranco, Bolas, Concepción, Cruz, Cuatro Esquinas, Cueva, Escala, Flete, Matamoros, Mojica, Morera, Morquera, Royo, Santa Matilde y Talenque.  Las 1ª, 2ª, 7ª, 8ª y 12ª, pero no las demás, figuran en el padrón de la feligresía de 1700; el nombre de Concepción procede de mediados de este siglo (escrito a finales del XIX) y las de Talenque y Morera son continuación la una de la otra.

… Y una travesía antes de estrechar la calle, o sea en su primer tercio, que dirige a la calle de Cedaceros y termina en la confluencia de esta con la de Campillo.  

El plano que menciona, como podéis comprobar, solo muestra las quince que he numerado.

«Atlas de España y de sus posesiones de ultramar» de Francisco Coello. Plano de Orihuela. 1859.

Pero es que, además, para cuadrar las supuestas dieciséis calles, incluye en el paquete las de Bolas, Escala, Flete y Mojica, traviesas de la parte final de la Calle de San Juan.

El siguiente listado municipal, confeccionado muy pocos años después, induce también a error al suprimir la más reconocida, la calle Ancha. Y para cubrir la falta incluye Barranco, nombre ya obsoleto.

La Huerta. 13 de agosto 1907: Ordenanzas municipales de la Ciudad de Orihuela. Los barrios en que la población se divide comprenden las siguientes calles: Barrio 7°. Calles del Colegio, Estrecha, Reales, Royo, Concepción, Cuatro Esquinas, Cruz, Santa Matilde y Barrera del Colegio. Barrio 8º. Calle de Arriba, Cueva, Matamoros, Morquera, Morera, Velasco, Barranco y Taleque.

Y por fin, estas son las catorce calles, siete y siete, que han llegado al callejero del siglo XXI. Aunque la de los Cantos ha desparecido como tal al modificar el entorno de la casa museo Miguel Hernández.

Miguel Hernández: Cantos, Taleque, Velasco, Morquera, Matamoros, Ancha y Calle del Poeta.

Adolfo Clavarana: De la Cruz, Moreras, Cuatro esquinas, estrecha, Concepción, Santa Matilde y Royo.

Sin olvidar la calle de Cedaceros, que sale hacia la de San Juan y al Paseo.

Plano Google siglo XXI.

Con todo lo recopilado vamos a tratar de identificarlas una a una partiendo desde Santo Domingo. Tenemos un montón de calles con apellidos que corresponden a diferentes moradores en diferentes siglos, titulaciones que intentaré relacionar, en la medida de lo posible, con las actuales.

Las notas que aparecen en color mostaza nos pueden servir de ayuda. Son extractos de protocolos de Bautista Ramón, un escribano bastante curioso y descriptivo cuyo trabajo, que abarca el periodo 1707-1740, rastreé hace años.

Traviesas al Norte o a la Peña.

Plano de confección propia.

1 Peñeta/Escalas/Los Cantos. (Desaparecida).

Calle de Arriba y, a la izquierda, el Callejón de los Cantos.

La primera y más próxima al colegio era muy modesta y aparece en la segunda mitad del siglo XVII y principios del XVIII como de la Peñeta, diminutivo valenciano de peña. En 1710 la castellanizaron seguramente por los decretos de nueva planta.

1710. Calle de la Peñita.

1716. Calle de la Peñeta de Trigueros.

1718. Calle de Trigueros que antes se llamaba de la Peñeta.

Intentaron unirla a veces a la «calle nombrada de Trigueros» o «calleja de Trigueros que toma de la calle del Colegio». Años después volvieron a citar la antigua titulación en la venta de un solar para casa.

1731. Calleja de la Peñeta contigua al Colegio de Predicadores. Casa a Tramontana. Casa de la Capellanía a Levante y Poniente y Capilla del Rosario a Mediodía.

Y trataron de alinearla también con el callejón pegado a la iglesia que salía hasta la del Colegio.

1735. Calle que sube del callejón de las capillas a la puerta de los carros, espaldas de la capilla del Rosario.

En el XIX figuraba como «calle de las Escalas» y en el XX la llamaban de los Cantos. Con ese último nombre pasó a formar parte del «universo hernandiano» al albergar la sede social del mítico equipo de fútbol «La Repartiora», mencionada por Ramón Pérez Álvarez.

Canfali Vega Baja. 27 de junio 1984: El Miguel Hernández que yo conocí como poeta, como amigo, como consecuente político, era también el Miguel que formaba parte del equipo de la «Repartiora». (…) Indagué acerca de la formalidad que presidía sus reuniones en el «local social» del equipo, en la calle de los Cantos, frente a su huerto…

En la actualidad, la remodelación del «rincón hernandiano» ha convertido el espacio en una especie de plaza; y la calle como tal ha desaparecido.

Callejón de los Cantos. Huerto de la casa de Miguel Hernández. Colección Jesús R. Tejuelo.

2 Talec/Talech/Taleque.

Fotografía Ajomalba.

Originariamente llamada Talec o Talech, mantiene esta titulación desde principios del siglo XVIII.

1718 Calleja de Talech, que toma de la calle de arriba. Poniente con casa de Trigueros con callejón de por medio.

1731. Calleja vulgarmente llamada del Taleque, que toma de la calle de Arriba con la Peña del Castillo a Tramontana.

La taleca (en plural les taleques) es en catalán un saquito o bolsa de tela destinada a llevar el dinero. También la bolsa de tela donde los pastores llevaban la comida.

«La Semana». 15 de marzo de 1897.

La prensa. 30 de noviembre 1890: Todos los electores que habitan en la calle de Taleque, que es la última travesía de la calle de Arriba, más los que habitan en la calle Ancha, que es la segunda travesía de la citada calle, habrán de emitir sus votos en la Caridad.

De momento no me atrevo a adjudicarle ninguno de los nombres que nos quedan sin identificar en el siglo XVII. Seguiré buscando entre los notarios.

3 Barranco/Velasco

Ésta se llamó «Calle del Barranco» durante el siglo XVIII; y curiosamente figura en el listado un vecino llamado como yo, Antonio Mazón.

Años 1730 y 1732 Calleja del Barranco que toma de la de Arriba. Con casa de Antonio Mazón.

Repartos Equivalentes años 1832 y 1833. Archivo Municipal de Orihuela.

En 1824 seguía figurando como del Barranco; pero como ya he dicho anteriormente, en un reparto de 1832, entre el «callejón de Talaque» y el «Callejón de la Morquera» figuraba el «callejón de Triana»; y en el de 1833 se pierde.

Velasco aparece por primera vez en un listado de principios del siglo XX. Sólo he encontrado un Velasco que podría cuadrar. Manuel de Velasco y Brena, teniente general fallecido en 1904. Pero, de momento, es sólo una suposición.

Fotografía Ajomalba.

4 De la Almazara/Morquera

Morquera es titulación del siglo XIX. Os explico mi teoría.

En 1713 callejón de la Almazara del Cabildo Eclesiástico.

En 1716, una casa que antes era una cueva, en la Parroquia de San Salvador, Raval de San Juan. Al remate del callejón de la almazara de hacer aceite, propia del cabildo eclesiástico que toma de la calle de arriba. Linda con dicha almazara y con la peña.

En 1734 «Casa de la Almazara del Cabildo», en la Calle de Arriba.

En castellano, la morquera, ajedrea o hisopillo es un arbusto leñoso de color verde, con florecillas blancas o rosadas. Crece bien en suelos rocosos, como la sierra y se utilizaba con fines medicinales y gastronómicos; especialmente para aliñar aceitunas.

También podría ser un apellido; pero no me cuadra. La mencionan como «Morqueras» o «Calle de la Morquera».

Hay otra explicación, por la que yo me decanto: en catalán morquera es el recipiente donde se guarda la morca o solaje del aceite.

Así podría ser la misma que aparece en los padrones del siglo XVII como «de la Almazara»; y en lo protocolos del XVIII como «de la Almazara del Cabildo eclesiástico», un establecimiento propiedad de los canónigos que estaba al remate de la calle, junto a una casa en la peña que antes era una cueva.

Este paralelismo no deja de ser una suposición mía.

5 Matamoros.

Fotografía Ajomalba.

Se le podría atribuir el nombre de Saura por eliminación. La nombra el escribano en el XVIII y no me cuadra en ningún otro sitio; pero lo dejo en una suposición pendiente de ratificar.

1724 calle de Arriba a Mediodía, calleja nombrada de Saura.

Año 1737 Callejón de Saura que toma de la calle de Arriba a la Peña.

La titulación que se ha conservado es de principios del siglo XIX y aparece por primera vez en el reparto de 1824.

Matamoros es el apodo común del apóstol Santiago en España. También es un topónimo y un apellido común. Tenemos el ejemplo de la dehesa de Matamoros (actualmente Campoamor).

6 Calle Ancha.

Carrer Ample. AMO. 1636-1660.

La de la calle Ancha es la titulación más antigua de todas las traviesas, cuatrocientos años. Ya aparece en el siglo XVII como «carrer ample» y pasa al XVIII como la calle Ancha.

1716-1740 Calle Ancha que toma de la de arriba.

En los repartos del primer tercio del siglo XIX la anotan como «Callejón Ancho». Y a mediados de la centuria quedó oficialmente titulada como calle Ancha.

La prensa. 30 de noviembre 1890: Todos los electores que habitan en la calle de Taleque, que es la última travesía de la calle de Arriba, más los que habitan en la calle Ancha, que es la segunda travesía de la citada calle, habrán de emitir sus votos en la Caridad.

Fotografía Ajomalba.

7 De la Cueva/del Poeta.

La última, titulada en la actualidad calle del Poeta, se llamó calle de la Cueva a finales del XVIII (la nombra Montesinos). De la Cueva fue durante todo el siglo XIX y buena parte del XX. Incluso, la comisión para el arreglo del nomenclátor dio la titulación por buena.

El nombre definitivo fue casi accidental. En 1969 el Ayuntamiento había acordado dar el nombre de Miguel Hernández a la calle en la que había vivido el poeta oriolano, atendiendo así a la petición formulada por escritores, periodistas y poetas de diversas provincias españolas.

Pero ocultaron su nombre colocando dos preciosas lápidas en las que simplemente se leía «calle del poeta». Para colmo, una de ellas fue robada.

Ya en Democracia, la calle de Arriba recibió el nombre completo de Miguel Hernández. Y pusieron dos chapas modernas.

La lápida superviviente, la que habían colocado al inicio, pasó a nominar la primera traviesa de la calle de Miguel Hernández. Y luce hermosa en el antiguo callejón de la Cueva, ascendido así a «Calle del Poeta».

Fotografía Ajomalba.

Traviesas al Sur.

Plano de confección propia.

Hacia el sur salen las traviesas de la calle de Arriba a la del Colegio. Son ocho y empezaré de nuevo por el Colegio, o como decían entonces, por el huerto de Santo Domingo.

1 De Comí/ de las Capillas. (Desaparecida).

El primer callejón, inmediato al colegio de predicadores se llamaba de Comí. En el siglo XVII aparece como. «Lo carrer o travesa que va del carrer del Colegi al de Amunt, nomenat de Comi».

Carrer de Comí. AMO. 1629.

A mediados del siglo XVI tenemos un maestro de obras llamado Guillem de Comí. Este prestigioso cantero trabajaba para sus vecinos, los dominicos.

También prestó sus servicios en Santa Justa, en la Catedral (donde la familia tenía enterramiento), en la Sala del Consell (donde fabricó la escalera) y en San Martín de Callosa. Probablemente vivía con su familia en este callejón.

Durante la construcción de la capilla del Rosario, a finales del XVII, el Consell permitió a los predicadores reducirlo hasta permitir tan sólo en paso de un hombre «a pie o a caballo».

1714 Callejón de Comí, inmediato al colegio de predicadores.

Fragmento de una fotografía fechada en 1863. Colección Javier Sánchez Portas.

Aparece en un reparto de 1717 y, a finales del XVIII, Montesinos lo llama «de las capillas», por estar contiguo al muro de la iglesia de Santo Domingo, de donde sobresalen dichas capillas.

No aparece en los repartos del siglo XIX. En fecha desconocida le pusieron un portón que se puede ver en la fotografía siguiente.

Calle del Colegio y Callejón cerrado. Colección Javier Sánchez Portas.

Aunque ya ni lo mencionase la comisión del nomenclátor (quizá por estar cerrado) a finales del XIX seguía existiendo el «callejón de las capillas» como demuestra el siguiente artículo de prensa.

El diario de Orihuela. 7 de septiembre 1888: AYUNTAMIENTO. Sesión de ayer 6 de septiembre de 1888. Se nombró una comisión para que examinen si por los propietarios de casas o terrenos colindantes al callejón de las Capillas, se ha tomado algún terreno de la vía pública, observando al propio tiempo si existen plantaciones en dicho callejón que perjudiquen al muro de la iglesia de Santo Domingo, contiguo al referido callejón.

Ahora, tras algunos derribos, forma parte del descampado/plaza en el lateral del Colegio.

Javier Sánchez Portas.
Fotografía Ajomalba.

2 De Trigueros, de la Cruz.

Lo carrer o travessa de Trigueros aparece en padrones y escrituras del XVII. Hemos hablado de ella relacionada con la de la Peñeta.

Carrer o travessa de Trigueros. AMO. 1636-1660.

El nombre de la de la Cruz, que conserva en la actualidad, lo menciona Montesinos a finales del XVIII. Hay que tener en cuenta que la Cruz que le da nombre, no pasó al lateral de la capilla y por tanto al callejón hasta 1771, cuando la imagen de la Virgen de Monserrate le arrebató la titularidad de la ermita.

Lateral de la ermita de la calle de Arriba y callejón de la Cruz. José Antonio Ruiz Peñalver.

En el siglo XIX se consolida la «Calle de la Cruz, que sirve de tránsito entre la calle del Colegio y la de Arriba, cercana al Colegio de Santo Domingo».

El pueblo : semanario social y agrario – 1925 julio 13.

3 De la Morera

La «de la Morera» es la segunda más antigua. Arrastra el nombre desde finales del siglo XVII y permanece invariable en el XVIII.

1727. Calleja de la Morera que toma de la del Colegio.

1740. Calleja de la Morera.

La comisión del nomenclátor, en el siglo XIX, trató de unirla en una sola calle con la de Taleque; y llamar a ambas «de la Morería», pues según ellos era el nombre original.

Moreras y Taleque. Fotografía Ajomalba.

Estaban equivocados y la propuesta no prosperó. Pero no andaban muy desencaminados; la última morería oriolana quedaba muy cerca, en los terrenos de Santo Domingo.

En la actualidad se menciona sencillamente como «Moreras».

Fotografía Ajomalba.

4 De la Figuera/ Cuatro Esquinas.

Lo Carrer de la Figuera o la Calle de la Higuera es continuación de la de Reales; un camino real entre huertos que comunicaba el colegio con San Juan y la Corredera. Tanto este callejón como el de la morera conservaban huertos en su interior.

En el siglo XVIII aparece el nombre de «Cuatro esquinas». El escribano lo mencionó en un arrendamiento de 1738.

1738. Una casa de habitación y morada en la Parroquia del Salvador, Raval de San Juan en la calle nombrada del Colegio a las Cuatro Esquinas.

Fotografía Ajomalba.

El callejón fue alineado y ensanchado a finales del XIX expropiando terreno a varios vecinos.

AYUNTAMIENTO. Sesión de 29 de noviembre de 1888. Se aprobó el pago de 15 pesetas a D. Ramón Rebollo como indemnización del terreno tomado para la vía pública a una casa de la propiedad de dicho señor situada en la calle de las Cuatro Esquinas.

AYUNTAMIENTO. Sesión de 30 de octubre de 1896. Que se abonen 15 pesetas a José Ruiz Martín, dueño de una casa en la calle de Cuatro esquinas, por el importe del terreno expropiado de dicho edificio para ensanche de la vía pública.

El periodista y poeta Juan Sansano Benisa nació el 30 de septiembre de 1887 en el número 12 de esta calle. Años después, en 1926, le escribió un verso.  

Calle de las Cuatro Esquinas ¡Cuándo te volveré a ver, para ver a tus vecinas, marchar a misa y volver!

5 De la Toledana/Estrecha.

A la quinta traviesa la llamaron «Carrer de la Toledana» durante todo el siglo XVII y principios del XVIII. Aparece ya en el padrón de 1629.

Carrer de la Toledana. AMO. 1629.

Al ser un callejón estrecho, el escribano le llamaba «Calleja de la Toledana». No tengo explicación para el nombre; pero se repite en varias poblaciones españolas.

1724. Calle de Arriba a Tramontana. A poniente Calleja de la Toledana.

En los repartos del primer tercio del siglo XIX, a la tercera traviesa empezando por la Carretería la apuntaban como «Callejón Estrecho».

La titulación oficial le llegó en marzo de 1861, cuando la comisión para el nuevo nomenclátor decidió llamarla «Calle Estrecha».

Sesión 14 de Marzo de 1861. La comisión nombrada para el arreglo del nomenclator, numeración de casas y rotulación de calles: A la calle que se denomina tercera traviesa de la calle Arriba se le puede llamar Calle estrecha por ser la más estrecha que existe en esta ciudad.

Fotografía Ajomalba.

6 De Pacheco/de la Concepción.

Podría ser lo «carrer o travessa de Escuder» del siglo XVII. También la de «mosén Torres». Pero no tengo ninguna prueba de momento.

La primera referencia segura es del siglo XIX como «calle de Pacheco». También cuarta traviesa de la calle del Colegio, pues solo contaban seis.

En 1861 la comisión del nomenclátor decidió llamarla calle de la Concepción.

Sesión 14 de Marzo de 1861. La comisión nuevamente nombrada para el arreglo del nomenclator, numeración de casas y rotulación de calles las ligeras variaciones que creen indispensables hacer en la travesía cuarta de la calle de arriba creen los infraescritos que se puede denominar Calle de la Concepción, en devoción a este sagrado misterio.

A finales de la centuria aún recordaban el nombre de Pacheco.

El diario de Orihuela. 27 de agosto 1889: Venta de 4 casas en la misma ciudad; 3 en la calle del Royo y 1 en la Calle de la Concepción, antes Pacheco.

Fotografía Ajomalba.

7 De D. Pedro Sánchez/ de Santa Matilde.

La séptima podría ser la de Utiel a principios del XVII. Y en la segunda mitad de esa centuria la «de Perpiñá» o la «de Javaloyes» ; incluso ambas titulaciones en diferentes años.

En la traviesa de Utiel vivía una viuda de Javaloyes; y cuando me aparece la «de Javaloyes» consta una viuda de Perpiñá. Pero todo se queda en teoría.

Lo cierto es que en el reparto de 1824 la llaman «callejón de D. Pedro Sánchez».

La quinta traviesa de la Calle del Colegio (ya he dicho que en esas fechas sólo contaban seis) fue ensanchada y embellecida. Y su nombre definitivo le llegó en noviembre de 1855.

Fotografía Ajomalba.

Libro de actas de 1854-1855. Sesión de 15 de noviembre de 1855. El Sr. García Ródenas, síndico, manifestó, que en la traviesa quinta de la Calle del Colegio a la de Arriba se habían hecho mejoras de algún tiempo a esta parte, que la habían embellecido, cuya circunstancia unida a la de ser una calle bastante ancha y desahogada, con varias casas decentes, era de opinión, se le borrase el nombre de traviesa quinta, y se le remplazara con el de «Calle de Santa Matilde» y habiéndose conferenciado sobre el particular se acordó, como lo propone el Sr. Síndico, variándose la inscripción y el título en los hacederos padrones de vecindario, pasándose las papeletas de este acuerdo a quien corresponda.

Conserva su rótulo añejo, del XIX, en la parte norte. Y otro moderno, del siglo XX y tapado por un tubo, en el otro extremo.

Fotografía Ajomalba.

8 De Contreras/ Collerero/Cosme el Nuncio/ de Royo.

La última traviesa con la de Arriba tuvo muchos nombres antes de ser la del Royo. Es la «de Contreras» en el siglo XVII y principios del XVIII.

1726. Calle del Colegio a Mediodía. Levante Calleja de Contreras.

Me baso en la descripción de una casa que linda a Poniente con la calle de la Carretería Vieja y a Levante con el callejón de Contreras.

1732. Calle de la Carretería Vieja a Poniente. A Levante Callejón de Contreras. 

A veces un golpe de suerte vale por meses de trabajo. Buscando otra cosa hace años, me topé con un protocolo notarial en el que el escribano se había esmerado en su trabajo registrando una venta.

Fotografía Ajomalba.

Arrabal de San Juan, Calleja llamada del Royo, antes de Cosme el Nuncio y en lo antiguo del Collerero, que es la primera traviesa de la del Colegio a la de Arriba.

Repasé un par de padrones del XVIII y comprobe que en la traviesa más cercana a la Carretería vivía Lorenzo Román «el Collerero». El Collerero era el artesano que fabricaba collarones para las bestias de carga. Y el Nuncio era una especie de mensajero; como el actual mensajero del Papa. 

Fotografía Ajomalba.

En los planos, esta calle contaba con un huerto; como el trozo de tierra que conserva en la actualidad. Creo que es el que se anunciaba en prensa.

La Vega del Segura. 7 de enero 1905: Naranjas sin helar. La rica naranja del huerto del Sr. Bonafós. Mandarina, imperial, sangre y blanca. Cortadas del día en el huerto de la calle del colegio núm. 40. Se venden por docenas y cientos, tanto caída como cortada del árbol.

16 De Diego León/del horno de Carpio/Cedaceros.

Terminamos con la actual calle de Cedaceros, la única que hemos tratado hacia el sur; la que comunica la del Colegio con el Paseo y la calle de San Juan.

Se corresponde con la de Diego León en el siglo XVII. Aparece frecuentemente muy próxima a la Carretería y solo sé que el titular era un escribano que trabajaba en dicha centuria.

La he encontrado también en protocolos notariales del XVIII como calleja del horno o del horno de Carpio que toma de la del Colegio y sigue a la de San Juan, con horno de cocer pan y convento de San Juan con acequia de por medio.

1734. Calle del Colegio a Tramontana. Levante y Mediodía Calleja del horno de Carpio que sigue a la Puerta Nueva.

1734. Dos casas contiguas con tres puertas. Dos a la Calle del Colegio, a Tramontana, y una a la calleja a Mediodía que sigue de la Puerta Nueva al horno llamado de Carpio.

A mediados del XIX, los de la comisión del nomenclátor trataron de llamarla «Tránsito a la Calle del Colegio», pero quedó como parte de la calle Cedaceros y así sigue.

En este arrabal se muestra un plano sin nombre propio; el de las Calles de Cedaceros y de Campillo a la del Colegio; puede llamarse Tránsito a la Calle del Colegio. 3ª Clase. 

Epílogo.

Protocolos Notariales siglo XVIII. Archivo Histórico de Orihuela.

Por desgracia se quedan fuera demasiadas titulaciones que tengo claro pertenecen a estos callejones; pero que no puedo situar exactamente.

El Callejón de Saura que tomaba de la Calle de Arriba a la Peña; el Callejón de Follana que tomaba del Colegio a la de Arriba; lo Carrer de Losano; la Travesa Javaloyes, la callejuela de Mosén Juan Cambronero; la calleja de Mosén Torres; lo carrer de Perpiñá; lo carrer de Burello…

Todas parecen ser apellidos de añejos moradores. Personajes que quedaron inmortalizados en uno o varios varios padrones.

La travesa de Martínez Matacochinos; la travessa del carrer de Alcoser; lo carrer de Utiel ; lo carrer de Gallego o de mosén Gallego; lo carrer de Escuder; lo carrer de Moyano; lo carrer de Soto; lo carrer de Gil o de los Giles; lo carrer de la Comare Rodríguez…

Fragmentos como el siguiente, tomado del inventario de la viuda de un panadero, son el único medio para seguir relacionando calles.

1732. Casa de habitación y morada sita en esta Ciudad, Parroquia de San Salvador, Raval de San Juan, en la calle de Contreras. Lindes por levante y mediodía con casas de la herencia de Mosén Juan Cambronero. Por poniente con dicha calle y por tramontana con casa de Pedro Mengual y dicha casa la hubo de Antonio Gil de Parya…

Protocolo de Bautista Ramón. 1732. Archivo Histórico de Orihuela.

En este caso, que os dejo como ejemplo, el escribano asegura que muy cerca, o en la propia calle de Contreras, vivieron personajes que podrían estar relacionados con las titulaciones de Cambronero o de Gil.

Cuando tenga tiempo volveré a los rastreos de protocolos en el archivo. Ahora los índices están digitalizados. Hace años los digitalizaba yo con la cámara.

Sigue abierta la investigación y espero no haberos aburrido con el formato.

Antonio José Mazón Albarracín. (Ajomalba).

Antonio José Mazón Albarracín (Ajomalba), historias de Orihuela, fotos, postcast y vídeos.