
Callejeando. Prefacio.
Si os apetece, podemos emprender juntos un largo paseo virtual por la memoria de las añejas calles oriolanas, comentando el origen de sus titulaciones, los cambios operados en las mismas, pequeñas historias de sus edificios, descripciones de sus fachadas, y anécdotas diversas de sus vecinos; rutas urbanas convertidas en ameno pasatiempo que permita comprender mejor lo que fue nuestra ciudad.
Para aquellos que decidan acompañarme en este nostálgico paseo, pretendo conectar pasado y presente intentando mostrar algunas singularidades que Oriola/Orihuela guarda todavía en sus barrios; apelando a la necesidad de no perder la memoria.
Nuestra añeja ciudad no se ha hecho por casualidad. Es una creación colectiva de sus habitantes a través de siglos de historia. Un secular patrimonio que si no ponemos remedio va a desaparecer en pocos años.
Como inicio, es recomendable intentar comprender el vínculo entre la ciudad y el espacio territorial en que se fue desarrollando. Para ello podéis utilizar como atalaya la subida peatonal al seminario de San Miguel que, a lo largo de su recorrido, ofrece diferentes vistas en las que se aprecia muy claramente la estructura y formación de la ciudad y sus arrabales; convertidos ahora en una especie de «totum revolutum».
Comprobad pues como, nacida en la seguridad de las alturas, se fue desparramando por la sierra hasta saltar el río e introducirse en la huerta; asentándose a partir de ese momento en un territorio de difícil defensa, expuesto a las frecuentes riadas.

Y como creció dividida en cuatro sectores; cuatro espacios urbanos claramente jerarquizados: el casco o centro, el arrabal Mayor o de San Agustín, el arrabal Moderno o de San Juan y el arrabal Roig; cuatro cuarteles disueltos en tres parroquias: San Salvador, Santas Justa y Rufina, y San Jaume o Santiago; las tres nacen en el casco y cubren parte de los arrabales.
La mayor comunidad de fieles la ostenta San Salvador, división territorial que, además de absorber gran parte del casco, monopoliza el arrabal de San Juan y cubre parte del de San Agustín.
Santa Justa abarca una parte del centro, un trozo del arrabal de San Agustín y la huerta del Camino de Beniel (hasta que en el XVIII, Tormo fundó la Parroquia de los Desamparados, cubría todo el territorio hasta la frontera con Castilla).

La de Santiago, con su pila bautismal de «los bordes», se ocupaba de un trocito de casco y del barrio más humilde, el Arrabal Roig o Rabaloche.

Abrazado a la peña tenemos el cuartel central conocido como casco urbano; una especie de ciudadela que albergaba los templos, palacios y edificios públicos. Situada estratégicamente entre la sierra y el río, a los pies del castillo, estaba protegida por la antigua muralla, que fue absorbida por la progresiva urbanización, y necesitó ser rodeada por nuevos muros que acogiesen a los crecientes arrabales.
Desde la sierra es fácil también imaginar el primer lienzo de muralla utilizando puntos de referencia, como si de un juego de unir puntos se tratase. Una vez localizados, acercaos a la trasera de Monserrate para comenzar la reconstrucción virtual de la muralla.

Desde las torres de la calle Torreta, salimos a la plaza que fue emplazamiento de la Puerta de Murcia, lugar donde en puridad terminaba el casco y comenzaba el Arrabal Roig.

Desde ahí buscaremos la torre de Embergoñes y comprobaremos que muy cerca se conserva un portillo que daba acceso al río. Luego debemos imaginar la esquina o giro del muro, que coincidiría aproximadamente con el convento de las Salesas.

El siguiente paso es visitar el Museo de la Muralla para tomar contacto con el aspecto real del muro y de sus torres. Y así llegaremos al Puente Mayor, donde estaba el principal acceso a la ciudad, la Puerta de la Sala o Consell.

Siguiendo el curso del río encontraremos otra torre oculta en la trasera del Hotel Tudemir; muy cerca de ella estaba la Puerta de Elche (que en algunos protocolos del XVIII aparece como «Puerta de la Yedra»).
Caminando por los Hostales (Alfonso XIII) rodearemos los restos del convento e iglesia de la Merced, donde estuvo la torre de Navalflor; y continuando por el paseo, llegaremos a la llamada Porta Nova, que estaba a la altura del acceso a la Calle de Santa Lucía.
Sólo queda seguir por la Carretería (Ruiz Capdepón) hasta llegar al último portal con los restos de otra torre; allí, pegada a la sierra, estaba la Puerta de Crevillente dando acceso al llamado Barrio Nuevo.

Excluyendo el arrabal Roig o Ravaloche, extensión natural de la ciudad en dirección a Murcia que no estaba amurallado, los otros dos se protegieron con nuevos muros o barreras.

El de San Agustín, titulado en un principio arrabal del Puente o arrabal Mayor debido a su situación y extensión, adoptó el nombre del convento que permitió a sus vecinos disponer de una iglesia al otro lado del río.

Contaba con tres puertas: la de San Agustín, junto al convento; la del Burdel o Mancebía, al final de dicha calle; la de Magastre (situada más o menos en lo que ahora es el cruce de Calderón de la Barca y Obispo Rocamora).

El de San Juan Bautista, que es fruto de la fusión de dos más antiguos (el llamado Ravalete ó de Crevillent y el Moderno o de Elche).
Contaba con otras dos puertas: la de Callosa, única que sigue en pie junto al Colegio de Santo Domingo; y la de Almoradí, situada al final de la Corredora.

Y nada más, comenzamos pues un largo paseo que, espero, sea de vuestro interés.